Los fariseos piden una señal
Tiempo Ordinario
Marcos 8, 11-13. Tiempo Ordinario. Cristo nos manda señales todos los días, no dejemos de verlas.
Por: P. Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 11-13
En aquel tiempo se acercaron a Jesús los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Jesús suspiró profundamnete y dijo: «¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará, a esta generación ninguna señal». Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.
Oración introductoria
Señor, dame esa fe plena y confiada que no tiene necesidad de pedir señales o milagros. Sé que me amas, que siempre estás dispuesto a escuchar mi oración. Permite que sepa guardar el silencio necesario para dialogar contigo y fortalecer así mi fuerza de voluntad para saberme abandonar en la misericordia de tu amor.
Petición
Señor, aumenta mi fe y concédeme la gracia de vivir una caridad viva.
Meditación del Papa Francisco
En aquel tiempo se acercaron a Jesús los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Jesús suspiró profundamnete y dijo: «¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará, a esta generación ninguna señal». Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.
Oración introductoria
Señor, dame esa fe plena y confiada que no tiene necesidad de pedir señales o milagros. Sé que me amas, que siempre estás dispuesto a escuchar mi oración. Permite que sepa guardar el silencio necesario para dialogar contigo y fortalecer así mi fuerza de voluntad para saberme abandonar en la misericordia de tu amor.
Petición
Señor, aumenta mi fe y concédeme la gracia de vivir una caridad viva.
Meditación del Papa Francisco
¿Por qué estos doctores de la ley no entendían los signos de los tiempos y pedían un signo extraordinario, por qué no entendían? Antes que nada, porque estaban cerrados. Estaban cerrados en sus sistemas, habían organizado muy bien la ley, una obra maestra. Todos los hebreos sabían lo que se podía hacer y lo que no, hasta donde se podía llegar. Estaba todo organizado, todos se sentían seguros allí.
Para ellos eran cosas extrañas las que hacía Jesús: Ir con los pecadores, comer con los publicanos. A ellos no les gustaba, era peligroso; estaba en peligro la doctrina, esa doctrina de la ley, que ellos, los teólogos, habían creado a lo largo de los siglos.
La habían hecho por amor, para ser fieles a Dios. Pero se encerraron allí, sencillamente habían olvidado la historia. Habían olvidado que Dios es el Dios de la ley, pero es el Dios de las sorpresas. Por otro lado también a su pueblo Dios le ha reservado sorpresas muchas veces, como cuando le ha salvado de la esclavitud de Egipto.
Ellos no entendían que Dios es el Dios de las sorpresas, que Dios es siempre nuevo; que nunca reniega de sí mismo, que nunca dice que se ha equivocado, nunca, pero nos sorprende siempre. Y ellos no entendían y se encerraban en ese sistema hecho con tanta buena voluntad y le pedían a Jesús: 'Pero, ¡Haz un signo!' Y no entendían los muchos signos que hacía Jesús y que indicaban que el tiempo estaba maduro. ¡Cerrazón! Segundo, habían olvidado que ellos eran un pueblo en camino. ¡En camino! Y cuando nos encaminamos, cuando uno está en camino, siempre encuentra cosas nuevas, cosas que no conocía. Y un camino no es absoluto en sí mismo. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 13 de octubre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
Las señales que Cristo ha venido dando a los fariseos no han hecho ninguna mella. Ellos son los que le piden al Señor señales del cielo para creerle, y que hasta en el momento de la agonía en la cruz, no se cansan de repetir que "si baja de la cruz, entonces sí le creerán"
No puede ser que el hombre sea tan ciego para no ver todas las señales que Cristo ha hecho, y todas las señales que sigue haciendo, como son el milagro de la Eucaristía, que un hombre pueda perdonar los pecados, en los sacramentos... Aún así nos lamentamos pidiéndole que haga algún milagro en nuestras vidas, para que creamos que está allí presente apoyándonos en cada momento.
Lo que más necesitamos es creer con sencillez para ver a los milagros que en cada iglesia, que cada sacerdote va haciendo sin darnos cuenta de ello. Por ello pidamos le al Señor que nos dé fe en este día para vivir más cercanos a Cristo.
Propósito
Aceptar con fe y amor, como María, la voluntad de Dios.
Diálogo con Cristo
Padre Santo, al contemplar el sacrificio de tu Hijo en la cruz, puedo encontrar la gran señal que me comprueba la grandeza de tu amor. Permite que esta oración me lleve a contemplarte plenamente en cada celebración de la Eucaristía. Ésa es la gran señal, el más grande milagro. Que nunca sea indiferente ni se convierta la misa en un acto de piedad, sino una relación real a mi vida y a mi oración.
Las señales que Cristo ha venido dando a los fariseos no han hecho ninguna mella. Ellos son los que le piden al Señor señales del cielo para creerle, y que hasta en el momento de la agonía en la cruz, no se cansan de repetir que "si baja de la cruz, entonces sí le creerán"
No puede ser que el hombre sea tan ciego para no ver todas las señales que Cristo ha hecho, y todas las señales que sigue haciendo, como son el milagro de la Eucaristía, que un hombre pueda perdonar los pecados, en los sacramentos... Aún así nos lamentamos pidiéndole que haga algún milagro en nuestras vidas, para que creamos que está allí presente apoyándonos en cada momento.
Lo que más necesitamos es creer con sencillez para ver a los milagros que en cada iglesia, que cada sacerdote va haciendo sin darnos cuenta de ello. Por ello pidamos le al Señor que nos dé fe en este día para vivir más cercanos a Cristo.
Propósito
Aceptar con fe y amor, como María, la voluntad de Dios.
Diálogo con Cristo
Padre Santo, al contemplar el sacrificio de tu Hijo en la cruz, puedo encontrar la gran señal que me comprueba la grandeza de tu amor. Permite que esta oración me lleve a contemplarte plenamente en cada celebración de la Eucaristía. Ésa es la gran señal, el más grande milagro. Que nunca sea indiferente ni se convierta la misa en un acto de piedad, sino una relación real a mi vida y a mi oración.
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