Autor: Salvador Casadevall | Fuente: Catholic.net
La hospitalidad va muy unida a la amistad
La amistad lleva a ver al amigo, como a uno mismo
En la televisión hay personajes que nunca son amigos: Tom y Jerry en los dibujos animados: americanos y alemanes en las películas de guerra y quién no recuerda al perro Rin Tin Tin que tampoco era amigo de los indios.
En el libro “El Principito” hay una cita que dice: “que no todos tienen un amigo y que pena no tener un amigo”.
La sociedad de hoy vive comprando cosas hechas en los supermercados y como no hay supermercados de amigos, muchos hombres no tienen amigos. Esperemos que los hombres no esperen poder comprar un amigo ya hecho.
Porque la verdad es que un amigo hay que hacerlo. Lleva tiempo. Y en ese ir haciéndolo hay pinceladas de todos los colores. Cuando más hondo penetre la pincelada, más firme serán los colores que nos unen. Habrá claros y oscuros. Muchas cosas las veremos nítidas y otras tendré que quedarme en el claroscuro de la intuición.,
Un amigo nunca hurga los bolsillos del otro amigo. Se cree en el amigo, por eso, porque es amigo. Se cree porque se cree.
El amigo es quien me abre la puerta que deseo abrir, es a veces el sabio que me dice la verdad que me serena y me da paz, dice el pensador italiano Francesco Alberoni en su libro “La Amistad”
Jesús muchas veces usó la palabra amigos. La usó para aplicarla a cada uno de nosotros. El amigo es aquel que uno elige en un acto de voluntad.
A los familiares no los elegimos, a los amigos si.
¿Cómo nace una amistad?
Nace con el reconocimiento profundo de que yo necesito al amigo, tanto o más que él me necesita a mi. Ser querido es una necesidad humana. Cuando reconozco la necesidad de ser querido, nace la amistad. No solo de querer, sino de ser querido.
La amistad nace de una necesidad muy grande: que tengo necesidad de tener amigos. La amistad verdadera solamente existe entre personas buenas. Y cuando digo buenas, no digo “buenudas”.
Los buenos solamente tienen amigos, los demás imitan que tienen amigos:
Para amar sinceramente al amigo hay que ser una persona buena.
¿Cómo se logra ser una buena persona? Practicando haciendo el bien, porque hace bien.
Como nos dice Montse Doménech, pedagoga y psicóloga infantil: esfuérzate en ser una buena persona y siempre acertarás, siempre enamorarás a alguien.
La amistad lleva a ver al amigo, como a uno mismo. Dicen los sabios: “que el amigo no es el otro, sino que el amigo soy yo en el otro”.
La amistad lleva a conocer al otro. No les ha pasado alguna vez, que alguien les haya dicho: “tu que conoces a fulanito, porque no le hablas de esto o de aquello”. A quien no le ha pasado alguna vez.
Dice Santo Tomas: “que cuando contamos algo al amigo, no proclamamos ningún secreto. No se pone fuera del corazón, lo que revela el amigo a su amigo”. Para ser feliz y hacer feliz se necesita de una amistad donde el corazón es el que más actúa.
“Solo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos.” (El Principito)
Decía Aristóteles: Sólo cuando se basa en la virtud, y no en la utilidad, la amistad merece ese nombre.
La amistad siempre lleva a desearle el bien al amigo. La amistad no se hace de golpe, lleva tiempo a igual que el buen vino. No es posible hacer un buen vino, pim pam pum, para mañana. Se necesita la paciencia del tiempo.
Igual pasa con la amistad. Y una amistad que a medida que pasa el tiempo cada vez está más recubierta de actitudes de amor.
Como nos dice el Papa Francisco: Lo que más pesa en la vida es la falta de amor.
Pesa no recibir una sonrisa, no ser acogidos. Pesan ciertos silencios, a veces aún en familia, entre marido y esposa, entre padres e hijos, entre hermanos.
Sin amor, el cansancio se hace más pesado.
La vida se hace más pesada. No hagamos de nuestra amistad una pesadez.
La amistad necesita del saber convivir. Se convive si se practica el renunciar a algo. No existe la convivencia sin renuncias. Las renuncias son las que hacen crecer la amistad.
La imagen de los esposos es la más bella de las imágenes de convivencia. Claro que en ellos, lo que nació en amistad, se agrandó en el amor mutuo.
¿Pero cuantas renuncias ha habido entre ellos?
No hay mayor muestra de amor que el que renuncia por el otro. Y esto sucede todos los días, entre los esposos que se aman.
¿Quién es el que más ama en un matrimonio?
El que más renuncia, el que más cede: el que está siempre dispuesto a ser el primero en ceder por el amor al otro.
Cuando los dos, esposa y esposo, quieren ser siempre los primeros en amar, no hay forma que el matrimonio se rompa.
Porque siempre el que más ama está dispuesto a ceder, está dispuesto a ajustarse a lo que el otro le gusta, a lo que el otro quiere.
Es una manera, de arrimar agua para ver lo bueno que hay en el otro, en lugar de centrar mi mirada en defectos, en actitudes que tienen poco de bueno.
En un matrimonio, como en la vida de toda amistad, pero mucha más importancia en un matrimonio, hay que buscar ser como la abeja, que aún que esté en medio de un pantano, siempre busca las flores para sacarle el néctar.
Eso es saber buscar en el diario vivir, en la persona del amigo, en la persona que vive conmigo, el lado bueno de las cosas.
El lado bueno, el lado mejor, del amigo o del cónyuge.
En esta vida: ama, perdona y olvida.
Hoy te lo dice un amigo, mañana te lo dirá la vida
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