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El Papa nombra a un laico a la cabeza de un organismo vaticano |
Está felizmente casado desde hace cuarenta y cinco años, tiene cuatro hijos, también casados, y una bandada de nietos que le alegran la vida. Pero el Papa lo designó en estos días “Secretario encargado de la Vicepresidencia” de la Pontificia Comisión para América Latina y el puesto que ahora ocupa en el Vaticano es lo más cercano que existe a un cardenal de la Santa Iglesia Católica. El profesor Guzmán Carriquiry admite con toda franqueza que esperaba este ascenso, en el sentido de que el Papa Francisco se lo había anticipado, al igual que el mismo cardenal Marc Quellet, nuevo presidente de la Comisión para América Latina. Benedicto XVI también tenía la intención de nombrarlo con ese mismo título –refiere Carriquiry-, pero la Constitución “Pastor Bonus” sobre la Curia Romana establecía que los Vicepresidentes de los Dicasterios y de los organismos vaticanos debía ser Prelados y ése no era el caso del interesado. La fórmula apropiada, “sumamente original” observa Carriquiry, la encontró el Papa actual. El resultado es que por primera vez un laico ocupa formalmente un cargo que según las normas vigentes es prerrogativa de un miembro del clero con dignidad episcopal. En realidad, es una más de las muchas licencias de Bergoglio-Francisco, a quien Carriquiry conoce muy bien y con quien se encontraba con frecuencia ya mucho antes de que vistiera la sotana blanca.
De nacionalidad uruguaya, el profesor Carriquiry llegó a Roma en 1977, cuando era Papa Pablo VI, próximo beato. Durante veinte años fue subsecretario del Pontificio Consejo para los laicos, por nombramiento de Juan Pablo II, y también en aquel caso era el primer laico en ocupar ese nivel de responsabilidad. En mayo de 2011, Benedicto XVI lo designó secretario de la comisión encargada de América Latina, que depende de la Congregación de los obispos. Una secuencia de primados que continúa sin interrupción hasta el presente y que tal vez no ha llegado todavía al punto más elevado. El nombramiento de estos días tiene el sabor de un preanuncio, “abre la puerta” –hace notar el profesor Carriquiry- a la posibilidad de que los laicos accedan en el futuro a determinados cargos en organismos vaticanos, cuando concluya la reforma de la Curia Romana en la que se está trabajando intensamente.
En el plano práctico, los cambios que implica el nuevo título serán mínimos. “No cambia sustancialmente ni mi trabajo ni el ordenamiento del organismo”. Aunque sí la “dedicación” al trabajo, hace notar Carriquiry anticipando algunos programas de la Comisión para América Latina, sobre todo los tres que están en agenda para este año.
En primer lugar, la publicación de un documento dedicado a los jóvenes –“Emergencia educativa y traditio de la fe a las nuevas generaciones latinoamericanas”- que será distribuido a todos los obispos del continente; en segundo lugar, la publicación de las actas del congreso que se llevó a cabo en noviembre en el santuario mexicano de Guadalupe, en colaboración con el Instituto superior de estudios guadalupanos y los Caballeros de Colón; y por último, el encuentro del 12 de diciembre próximo en la Basílica de San Pedro para la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, en el que el Papa Francisco parece dispuesto a participar.
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