Presencia silenciosa de María
Padre Tomás Rodríguez Carbajo
Hay muchas maneras de hacerse presente, esa presencia puede hacerse notoria de formas muy variadas, con palabras, con gestos y también con silencios. ¡A veces una palabra sin decir comunica más que muchas palabras pronunciadas!.
¡La presencia del silencio! María en esta materia es especialista. Pocas cosas nos dicen los Evangelios de María y ¡Cuántas nos podrían haber dicho!.
María habló en silencio, en contemplación con su Hijo con quien estaba íntimamente unida y de manera peculiar durante el tiempo de embarazo.
María tuvo la oportunidad de extasiarse al contemplar a su Hijo pequeño en su regazo.
Poco sabemos de los años de infancia de Jesús. ninguna madre se queda muda ante su pequeño, cuando lo contempla ¡Qué no le diría María!. Las madres en estas circunstancias hablan de forma hiperbólica, María diciendo lo mismo se ceñía a la realidad, por ejemplo, diciéndole mi rey, mi tesoro.
En la vida pública de Jesús su presencia se hacía silenciosa y si habla por necesidad en algún momento, como en Caná, de inmediato su presencia se hace silenciosa.
La presencia de María entre los seguidores de Jesús no se hacía notoria por su parte, pero sí al reconocerla alguno de la muchedumbre, ya que quería darse el gustazo de comunicarlo a bombo y platillo para que no pasase desapercibida.
María siempre supo estar en su puesto desde la discreción, sencillez, silencio, sin que pasase por alto su presencia para animar y alentar a quien pasaba por dificultades como Jesús en la Pasión camino del Calvario y en el Gólgota.
La presencia de María en el silencio cargado de dolor denota la catadura espiritual que tenía y une su dolor al de su Hijo sin aspavientos.
La huella que ha dejado en los Evangelios ha sido silenciosa y casi anónima, pero rica en personalidad, pues, estaba presente allí donde se requería.
La sencillez humana de María se descubre en el silencio de la vida cotidiana.
Si nos acercamos a María para aprender y no sólo para admirarla, la contemplamos en su vida de Nazaret oculta y sencilla, allí aprenderemos la sublime lección del silencio que nos comenzó a dar con la humildad de su origen y después siguió con la sencillez de su existencia, sin connotaciones sociales, sino como la “humilde esclava” del Señor.
La presencia silenciosa de María sigue en la Iglesia donde sus devotos se sienten seguros y tranquilos, porque están bajo la protección.
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