Día de todos los Santos:
Cuál es su origen y por qué lo celebra la Iglesia Católica
¿Por qué se celebra el Día de Todos los Santos?
Los santos canonizados tienen su celebración el día que dejaron el mundo terrenal y entraron al Cielo. Pero todas las almas que gozan de la presencia de Dios —sin importar que hayan pasado por el proceso de canonización— son recordadas el 1 de noviembre, en el Día de Todos los Santos.
Lee más sobre el proceso de canonización, o los pasos para que la Iglesia Católica declare a alguien como santo, aquí.
Este día celebra las almas de los hermanos bautizados ya fallecidos que, por haber vivido su fe cristiana de una manera heroica, alcanzaron la meta del Bautismo: la santidad.
Todos los hombres y mujeres estamos llamados a alcanzar la santidad. El objetivo de esta solemnidad del rango máximo es recordar a los hombres y mujeres que se esforzaron por vivir los valores del Evangelio y ahora gozan de la presencia del Creador.
En la Solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia militante da gracias a Dios por tener en su presencia a estas personas que fueron modelo de vida y hoy interceden por nosotros.
El origen de la Solemnidad de Todos los Santos
Desde el año 359, la Iglesia Oriental celebra a Todos los Santos, según San Efrén en Carmina Nisibona, y San Atanasio en Espistulae Syricae. Se celebraba el 13 de mayo para las Iglesias de Siria y el primer domingo después de Pentecostés para Antioquía, según refiere San Juan Crisóstomo.
En Roma, la fiesta de todos los santos se vinculó al templo del Panteón que hacía referencia al culto de todos los dioses romanos, y esto fue posible porque hacia el año 608, Focas, el emperador de Oriente, lo donó al Papa Bonifacio IV, quien transformó este monumento en iglesia, dedicándola el 13 de mayo del año 610 a Santa María la Rotonda.
Feliz Día de Todos los Santos.
En el siglo IX, el Papa Gregorio III (731-741) trasladó gran número de cuerpos de los mártires desde las catacumbas de Roma, y se volvió a consagrar la iglesia el 1 de noviembre de 835. Este Papa también consagró una capilla del Vaticano a los mártires que habían sido olvidados, y se dedicó al Salvador, a Santa María, a los apóstoles, a los mártires, a los confesores y todas las almas justas.
En el año 837, el papa Gregorio IV ordenó la observancia oficial del Día de Todos los Santos cada 1 de noviembre y extendió su celebración a toda la Iglesia.