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sábado, 6 de agosto de 2022
miércoles, 3 de agosto de 2022
EL PROBLEMA DE QUIEN NO CREE - REFLEXIÓN
El problema de quien no cree
¿Cuál es el verdadero problema de quien carece de fe?
Por: P. Eduardo María Volpacchio | Fuente: www.algunasrespuestas.com
“Si el ser humano sólo confía en lo que ven sus ojos, en realidad está ciego porque limita su horizonte de manera que se le escapa precisamente lo esencial.
Porque tampoco tiene en cuenta su inteligencia. Las cosas realmente importantes no las ve con los ojos de los sentidos, y en esa medida aún no se apercibe bien de que es capaz de ver más allá de lo directamente perceptible.”
Joseph Ratzinger, Dios y el mundo, p. 16
Tener fe o no tener fe, esa es la cuestión
Hay personas con fe y personas sin fe. Personas que la tienen y viven como si no la tuvieran; y personas que no la tienen y quisieran tenerla.
Personas que nacen en el seno de una familia cristiana y son casi genéticamente cristianas. Personas a las que nunca nadie habló de Dios, no lo conocen y por falta de experiencia “divina” carecen de sensibilidad para las cosas espirituales. La fe no les dice nada, porque no pueden imaginar lo que es tenerla.
Personas que perdieron la fe que alguna vez tuvieron; se les quedó por el camino y no les interesa mucho por dónde. No les dice nada porque se aburrieron de lo que creían.
Personas ansiosas por encontrar un sentido a la rutina de sus vidas.
En estas breves páginas, quisiera explicar al creyente (que más allá de crisis coyunturales nunca ha experimentado lo que es vivir sin fe) el problema de quien carece de fe. Porque, digámoslo de entrada, aunque no sea consciente, quien no tiene fe tiene un problema muy serio.
¿Cuál es el problema de quien carece de fe?
Para comenzar, se pierde de conocer mucho de la realidad. Y, en concreto, lo más elevado.
Puede alcanzar sólo una visión muy superficial de la vida humana: lo que se ve, se oye, se come, engorda, enferma, etc. Pero el hombre es bastante más que una máquina que procesa comida, trabaja y se reproduce. Quien pierde el espíritu humano (lo más valioso del hombre) pierde mucho (y la relación con Dios es la expresión más alta del espíritu humano).
Pierde, además, la trascendencia y su vida queda así encerrada en la “cárcel” de la inmanencia de este mundo. Podrá disfrutar muchas cosas, divertirse, etc., pero su vida -considerada globalmente- se ha convertido en un camino hacia el cáncer y la tumba. Es duro, pero no cabe esperar otra cosa.
Pierde el sentido más profundo del amor, que sin espíritu queda reducido a mero placer.
Se le escapa el sentido más profundo de la vida (para qué vivo, dónde voy…). No sabe de dónde viene ni adónde va.
No es capaz de alcanzar lo único que, en definitiva, realmente importa. No tiene una sola respuesta para los problemas cruciales de la existencia humana. Como reconocía un premio Nobel español, agnóstico, lleno de tristeza hacia el final de su vida: “no tengo una sola respuesta para las cosas que realmente me interesan. Soy un sabio muy especial. Un sabio que no sabe nada de lo que le importa”.
Quien dice que sólo creerá lo que toque y vea (“si no lo veo no lo creo”), en realidad no sabe lo que está diciendo. La realidad más profunda de las cosas no está a nivel superficial y, por tanto, está fuera del alcance de los sentidos. No se ve con los ojos, no se pesa en una balanza, ni siquiera se alcanza con un microscopio. Se “ve” con la inteligencia, pero más allá de donde llegan los sentidos. Y, la verdad más grande -cómo es la vida íntima de Dios-, supera incluso esta capacidad intelectual de “ver”: sólo se accede a ella por la fe.
De modo brillante y resumido se lo explica el zorro al Principito cuando le dice: “no se puede ver sino con el corazón. Lo esencial está oculto a los ojos” (Antoine de Saint-Exupery, El Principito, XXI).
El hombre sin fe nunca llega a entender algunas de las cosas más importantes de su vida
Como por ejemplo:
La felicidad y las ansias de infinito
Las realidades espirituales
El sentido de la vida (para qué estamos acá)
Los anhelos más profundos de la persona
El fracaso
El dolor
La muerte (tanto en general, como la propia y la de los seres queridos)
Y sobre todo lo que viene después.
Quien se cierra en su no-creencia tiene cerrado el acceso a Dios, a la redención, a la salvación.
Cerrado a la trascendencia, está cerrado a su desarrollo más pleno, y sobre todo a la felicidad perfecta.
En el ser humano hay unas ansias de infinito que no es posible reprimir: nada de este mundo lo satisface plenamente, porque las cosas de aquí le “quedan chicas”. Esas ansias de infinito serán saciadas después de esta vida. Por eso quien está cerrado a la trascendencia, está frustrado existencialmente, pues le resulta imposible concebir como posible la satisfacción de la tendencia más radical de su ser: su tendencia a la plenitud.
Sólo quien sabe quién es puede vivir con plenitud
En la Misa inaugural de su Pontificado Benedicto XVI recordó que “únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida. No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. La tarea del pastor, del pescador de hombres, puede parecer a veces gravosa. Pero es gozosa y grande, porque en definitiva es un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada en el mundo” (Benedicto XVI, Homilía del 24.4.05).
El hombre sin fe, se pierde lo mejor de la vida (que no necesariamente es lo más divertido): Dios y la vida eterna quedan fuera del horizonte de su vida y de su alcance.
Algunos, con buen corazón, pueden ocuparse de cosas muy nobles, como la ciencia o el arte; también contribuir al bien temporal de los demás. Todo esto es muy bueno. Pero, les falta algo, en realidad mucho: la apertura al infinito y la perfección, que da sentido y valor a lo que hacen. Para ellos, este bien, en cierta manera, se convierte en un camino hacia Dios.
Otros -quizá coherentemente con su visión materialista de vida (quien no cree en la trascendencia queda “encerrado” en la materia)- viven en la frivolidad (“comamos y bebamos que mañana moriremos”) pueden distraerse (dis-traerse: alejar la atención de lo importante), entretenerse (entre-tener: pasar ligeramente un rato entre dos cosas), divertirse (ocuparse jugando de cosas livianas), vivir en y para la pavada.
La sociedad actual (tecnológica) les ofrece todo tipo de medios para conseguirlo... y pueden distraerse, entretenerse y divertirse con bastante éxito... y de a ratos olvidarse de quienes son, pero no se realizan: pierden la vida.
Pueden pasar su existencia distraídos, entretenidos y divertidos (con la atención fuera de lo que lo conduciría a una vida realizada).
Incluso morir sin darse cuenta. Pero al final, se desvelará el misterio y se verá cómo han frustrado su existencia llenándola de nada.
¿Es cómodo ser creyente?
Hay quienes repiten una frase gastada: “es duro ser no creyente”.
Como si la postura de los creyentes fuera más cómoda. Como si los no creyentes fueran más honrados al no creer al precio de su inseguridad (cosa realmente dolorosa).
Esta expresión tiene dos partes.
Ser creyente es mucho más seguro y, al mismo tiempo, exigente.
Es cierto que sin fe se carece de la seguridad del creyente. Y esto no puede no ser duro. Pero también puede resultar muy cómodo. No se puede conocer el interior de las personas. Hay quienes para estar cómodos “pagan” el precio de vivir en la oscuridad. No se comprometen con la verdad, no la buscan. Viven tranquilos en su ignorancia para no exponerse a tener que hacer aquellas cosas que les exijiría la fe si la encontraran… y por eso prefieren no buscarla.
No están condenados a no creer. Quienes son honestos consigo mismo no nunca abandonan la búsqueda de la verdad.
La curiosa pretensión del agnóstico Resulta realmente curioso el planteo del agnóstico: afirmar la imposibilidad de conocer lo que él no conoce...
¿No sería más razonable afirmar simplemente que él todavía no pudo conocer lo que no conoce? Hace una extrapolación que no es válida: pasar de un dato particular (su no-conocimiento personal de Dios) a la afirmación general de la imposibilidad del mismo. Pero que él no conozca no demuestra en lo más mínimo que sea imposible conocer.
La fe es el tesoro escondido en un campo.
No haberlo encontrado todavía no alcanza para negar su existencia. Sólo prueba que debo seguir buscando. En cambio, parece bastante irrefutable el hecho de que muchas personas cuerdas (no están locas) han vendido todo lo que tenían para comprar ese campo...
La fe y las apuestas
Quien no cree arriesga demasiado.
La fe no es cuestión de probabilidades, tampoco de cálculos de intereses y conveniencias, pero hace ya mucho tiempo, una mente matemática como la de Pascal planteó las siguientes alternativas:
Si creo en Dios y Dios existe, lo he ganado todo.
Si creo en Dios y Dios no existe, no pierdo nada.
Si no creo en Dios y Dios existe, lo pierdo todo.
Si no creo en Dios y Dios no existe, no gano nada.
Pero no es cuestión de apuestas. La fe no es una apuesta, aunque por cálculo de probabilidades tenga más chances de ganar.
No cree el que quiere sino el que puede La fe es un don que Dios no niega a nadie. Es un misterio de la gracia y la libertad humana.
Impresiona ver a Jesús dar gracias al Padre celestial porque se ha mostrado a los humildes y ha ocultado a los que se tienen a sí mismos por sabios y prudentes (cfr. Mt 11,25). Dios se esconde y se muestra. Sólo los humildes son capaces de ver.
La verdad no se impone: cada uno debe recorrer el camino que conduce a ella. Un camino muy personal. Buscar la verdad y ponerse en condiciones de poder encontrar a Dios.
No se trata de conseguir entender a Dios, sino de encontrarlo. Y cuando se lo encuentra, entonces, se entiende y sobre todo se lo ama.
Ser capaz de escuchar a Dios y ser capaz de hablar a Dios
¿Cómo se llega a encontrar a Dios, a escucharlo y hablarle?
“¿Hay que aprender a hablar con Dios?”
Uno puede ser -o volverse- sordo para las cosas de Dios. “El órgano de Dios, explica el Card. Ratzinger, puede atrofiarse hasta el punto de que las palabras de la fe se tornen completamente carentes de sentido”.
“Y quien no tiene oído tampoco puede hablar, porque sordera y mudez van unidas”. Entonces habrá que aprender -hacerse capaz- a comunicarse con Dios. “Poco a poco se aprende a leer la escritura cifrada de Dios, a hablar su lenguaje y a enteder a Dios, aunque nunca del todo. Poco a poco uno mismo podrá rezar y hablar con Dios, al principio de manera infantil -en cierto modo siempres seremos niños-, pero después cada vez mejor, con sus propias palabras” (Joseph Ratzinger, Dios y el mundo, p. 16).
¿Cómo?
No hay fórmulas mágicas, hay recorridos. En primer lugar, con la apertura a la trascendencia: quien descartara de entrada la posibilidad de lo sobrenatural, cerraría la puerta a la verdad. Estaría rechazando apriorísticamente la existencia de algo que no es irracional. Y con esta actitud obviamente, difícilmente encontrará aquello cuya existencia rechaza voluntariamente. Pero no es que la verdad se le oculte, sencillamente la niega.
Después con todo lo que favorece la actividad del espíritu: arte, poesía, música, etc. Las expresiones del espíritu humano.
Con el realismo filosófico.
Con la lectura de vidas ejemplares (los santos), y en particular con el recorrido de los grandes conversos de la historia.
Con la lectura de la Sagrada Escritura: Dios habla en ella.
Con la oración. Incluso aunque parezca que no sirve para nada: Dios escucha aunque yo no sea consciente de su presencia.
Un secreto
Georges Chevrot nos explica que “Dios se hace amar antes que hacerse comprender” (El pozo de Sicar, Ed. Rialp, p. 291). En efecto, a Dios lo conocemos más a través del amor que de la inteligencia. Juan entendió más a Jesús no porque fuera más inteligente sino porque amó más y, por tanto, tuvo más intimidad con El. Quien no lo entiende, debería comenzar a tratar de amarlo y lo acabará entendiendo. El camino inverso no es de éxito seguro: con facilidad se enreda por la soberbia, y para encontrar la fe, la humildad es requisito fundamental.
Y a quien lo entiende –aquel a quien el cristianismo le “cierra” perfectamente– todavía le queda camino por recorrer, para llegar a amarlo con todo el corazón.
Buscarlo, intentar dirigirse a El, incluso antes de creer en El. La fe es un acto de conocimiento, pero también supone el ejercicio de la voluntad: hay que querer creer. Es difícil que alguien queriendo no creer llegue a creer. Dios no fuerza nuestra libertad. Son muy raros los encuentros inesperados como los de San Pablo o André Frossard (en su libro “Dios existe, yo me lo encontré” cuenta su historia personal).
Pero la fe, es sobre todo un encuentro. No se alcanza por razonamientos intelectuales, sino que la inteligencia se rinde cuando se encuentra delante de Dios. En concreto, un encuentro personal con Cristo (de quien los cristianos afirmamos que vive y por eso es “encontrable”).
Un riesgo frecuente
No pocas personas caen en la tentación de crearse una fe a su medida, según su propio gusto. Pero esto sería un auto-engaño notable.
La verdad tiene que venir de afuera. En el caso de Dios, sólo puede provenir de El. Por mi cuenta puedo llegar a conocer algunas cosas de Dios, pero lo más importante es lo que El revela, que es inaccesible a nuestra inteligencia.
La grandeza de la fe
Permite ir más allá de las apariencias, más allá de este mundo. Descubrir las realidades más profundas, el verdadero sentido de las cosas, el sentido de la vida. Y penetrando en el misterio, encontrarse con Dios.
Los cristianos deberíamos tener una sano complejo de superioridad... que en realidad no es un complejo propiamente dicho. Es simplemente el gozo de vivir una realidad superior. Saberse llamados a algo muy grande, a la vida eterna.
La fe da respuesta a los interrogantes más importantes de la persona. Los más vitales, acuciantes, agudos. Los que el hombre no puede dejar de plantearse. Los que modelarán su vida según la respuesta que les dé.
Quien carece de fe no los resuelve, sencillamente necesita negarse a planteárselos porque sabe que no puede encontrar respuesta para ellos.
Las cuestiones de fe requieren fe. Esto es obvio. Para creer hay que tenerla. Quien no la tiene no puede “ver”.
Pero también es cierto que muchas cosas no “cierran” sin fe (la existencia del mal, la vida después de la muerte, el sentido del dolor, y un largo etc.) y las cosas de la fe “cierran” (no son fábulas descolgadas): llegan a explicar el mundo de un modo totalmente coherente.
La fe no es demostrable, pero creer es razonable. Mucho más razonable que no creer.
ORACIÓN PARA SONREÍR
Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro
sonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.
Que mis ojos sonrían diariamente
por el cuidado y compañerismo
de mi familia y de mi comunidad.
Que mi corazón sonría diariamente
por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente
con la alegría y regocijo de tus trabajos.
Que mi rostro dé testimonio diariamente
de la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.
Amén.
Madre Teresa de Calcuta
EL PAPA FRANCISCO REANUDA AUDIENCIAS GENERALES Y ENTRA CAMINANDO CON LA AYUDA DE UN BASTÓN
El Papa Francisco reanuda Audiencias Generales y entra caminando con la ayuda de un bastón
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
El Papa Francisco entró caminando con bastón al Aula Pablo VI del Vaticano, y no en silla de ruedas como los últimos meses, para presidir la Audiencia General de este miércoles 3 de agosto.
A partir de esta semana, el Santo Padre reanudó sus actividades oficiales después de la breve pausa que realizó durante el mes de julio antes de su viaje apostólico a Canadá.
De este modo, el Papa Francisco fue recibido con ovaciones y aplausos por las personas presentes en el Aula Pablo VI del Vaticano.
Después de la lectura del breve pasaje de Jesús con los discípulos de Emaús en diferentes idiomas, el Papa Francisco pronunció su catequesis en italiano que dedicó a su reciente viaje a Canadá.
“Se trató de un viaje diferente a los otros. De hecho, la motivación principal era la de encontrar a las poblaciones originarias para expresarles mi cercanía, la cercanía de la Iglesia, y mi dolor y pedir perdón, pedir perdón por el daño que les hicieron aquellos cristianos, incluidos muchos católicos, que en el pasado colaboraron en las políticas de asimilación forzada y liberación de los gobiernos de la época”, explicó el Papa.
El Santo Padre recordó que el lema del viaje fue “Caminar juntos” y añadió que “en Canadá se ha iniciado un recorrido para escribir una nueva página, una página del camino que desde hace tiempo la Iglesia está realizando junto a los pueblos indígenas”.
Se trata de “un camino de reconciliación y de sanación, que presupone la conciencia histórica, la escucha de los supervivientes, la toma de conciencia y sobre todo la conversión, el cambio de mentalidad”, afirmó.
En esta línea, el Papa reconoció que “algunos hombres y mujeres de Iglesia han estado entre los más decididos y valientes defensores de la dignidad de las poblaciones autóctonas, poniéndose de su lado y contribuyendo al conocimiento de sus lenguas y culturas”.
Sin embargo, el Santo Padre lamentó que “lamentablemente no han faltado cristianos -sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos- que han participado en programas que hoy entendemos que son inaceptables y también contrarios al Evangelio. Y por eso, fui a pedir perdón en nombre de la Iglesia”.
“Fue una peregrinación penitencial. Muchos fueron los momentos de alegría, pero el sentido y el tono del conjunto fue de reflexión, arrepentimiento y reconciliación”, advirtió.
Luego, el Papa recordó que “hace cuatro meses había recibido en el Vaticano, en grupos diferentes, a los representantes de los pueblos originarios de Canadá, fueron en total seis reuniones, para preparar un poco este encuentro”.
Al referirse al reciente viaje apostólico que realizó del 24 al 30 de julio, el Papa señaló que tuvo tres etapas: “la primera, en Edmonton, en la parte occidental del país. La segunda, en Quebec, en la parte oriental. Y la tercera en el norte, en Iqaluit, quizá a 300 km del círculo polar” y que consistieron en “la memoria, la reconciliación, y la sanación”.
El Santo Padre destacó que la historia milenaria de los pueblos indígenas enseña “la armonía con su tierra” porque “nunca maltratan la creación”.
“De este recorrido de memoria, reconciliación y sanación brota la esperanza por la Iglesia, en Canadá y en todos los lugares. Los discípulos de Emaús después de haber caminado con Jesús resucitado: con Él y gracias a Él pasaron del fracaso a la esperanza”, afirmó el Papa.
Además, el Santo Padre agradeció a las autoridades civiles por su recibimiento y resaltó la unidad del Episcopado en Canadá porque este viaje fue posible gracias a que “los obispos estaban unidos y donde hay unidad se puede ir hacia adelante. Por eso quisiera señalar esto y agradecer a los obispos de Canadá por esta unidad”.
Finalmente, al referirse a los diferentes momentos que compartió con los pueblos indígenas, el Papa Francisco dijo que, “en estos encuentros, sobre todo en el último, debí haber sentido como bofetadas por el dolor de aquella gente: cómo han perdido, los ancianos que han perdido a sus hijos no sabían dónde habían acabado, por esta política de asimilación. Fue un momento muy doloroso, pero se tenía que dar la cara, debemos dar la cara ante nuestros errores, nuestros pecados”.
“Que la fortaleza y la acción pacífica de los pueblos indígenas de Canadá sea de ejemplo para todas las poblaciones originarias a no cerrarse, sino a ofrecer su indispensable contribución para una humanidad más fraterna, que sepa amar a la creación y al Creador. En armonía con el creado, en armonía entre todos”, concluyó el Papa.
Oración por Líbano
En su saludo a los fieles de lengua árabe, el Papa Francisco recordó la grave explosión que ocurrió el 4 de agosto de 2020 en Beirut, la capital del Líbano.
Curso de verano en el Vaticano
Finalmente, al saludar a los fieles de lengua italiana, el Santo Padre saludó a un numeroso grupo de niños presentes en el Aula Pablo VI que participan en el curso de verano para hijos de empleados del Vaticano y agradeció en particular al sacerdote salesiano Franco Fontana, organizador de esta iniciativa.
martes, 2 de agosto de 2022
lunes, 1 de agosto de 2022
ESTA ES LA INTENCIÓN DE ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO PARA AGOSTO 2022
Esta es la intención de oración del Papa Francisco para agosto
Redacción ACI Prensa
Crédito: Daniel Ibáñez/ACI Prensa
La intención de oración del Papa Francisco para el mes de agosto es rezar por los pequeños y medianos empresarios.
“Recemos para que los pequeños y medianos empresarios, duramente afectados por la crisis económica y social, encuentren los medios necesarios para continuar su actividad al servicio de las comunidades en las que viven”, pidió el Santo Padre.
El pasado mes de enero, el Papa Francisco recordó ante un grupo de empresarios italianos que “la verdadera riqueza son las personas: sin ellas no hay comunidad de trabajo, ni empresa, ni economía”.
Además, defendió que “trabajar con seguridad permite a todos expresar lo mejor de sí mismos mientras se ganan el pan de cada día. Cuanto más cuidemos la dignidad del trabajo, más seguro estaremos de que la calidad y la belleza del trabajo realizado aumenten”, afirmó el Papa.
Asimismo, en el día en que la Iglesia celebra la fiesta de San José Obrero, patrono de los trabajadores, el Papa pidió que “del mundo del trabajo venga la voluntad de hacer crecer una economía de paz”.
También recordó a “los operarios fallecidos en el trabajo: una tragedia muy difundida, tal vez demasiado”, lamentó.
ORACIONES PARA EL PRIMER VIERNES DE MES DE AGOSTO 2022 -SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
PRIMER VIERNES DEL MES DE AGOSTO
EL EVANGELIO DE HOY LUNES 1 DE AGOSTO DE 2022 - SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Lunes 18 del tiempo ordinario
Lunes 1 de agosto de 2022
1ª Lectura (Jer 28,1-17): Al principio del reinado de Sedecías en Judá, el mes quinto, Ananías, hijo de Azur, profeta natural de Gabaón, me dijo en el templo, en presencia de los sacerdotes y de toda la gente: «Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: ‘Rompo el yugo del rey de Babilonia. Antes de dos años devolveré a este lugar todo el ajuar del templo que Nabucodonosor, rey de Babilonia, cogió y se llevó a Babilonia. A Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a todos los judíos desterrados en Babilonia yo los haré volver a este lugar —oráculo del Señor—, porque romperé el yugo del rey de Babilonia’».
El profeta Jeremías respondió al profeta Ananías, en presencia de los sacerdotes y del pueblo que estaba en el templo; el profeta Jeremías dijo: «Amén, así lo haga el Señor. Que el Señor cumpla tu profecía, trayendo de Babilonia a este lugar todo el ajuar del templo y a todos los desterrados. Pero escucha lo que yo te digo a ti y a todo el pueblo: ‘Los profetas que nos precedieron, a ti y a mí, desde tiempo inmemorial, profetizaron guerras, calamidades y epidemias a muchos países y a reinos dilatados. Cuando un profeta predecía prosperidad, sólo al cumplirse su profecía era reconocido como profeta enviado realmente por el Señor’».
Entonces Ananías le quitó el yugo del cuello al profeta Jeremías y lo rompió, diciendo en presencia de todo el pueblo: «Así dice el Señor: ‘Así es como romperé el yugo del rey de Babilonia, que llevan al cuello tantas naciones, antes de dos años’». El profeta Jeremías se marchó por su camino.
Después que el profeta Ananías rompió el yugo del cuello del profeta Jeremías, vino la palabra del Señor a Jeremías: «Ve y dile a Ananías: ‘Así dice el Señor: Tú has roto un yugo de madera, yo haré un yugo de hierro. Porque así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Pondré yugo de hierro al cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia; y se le someterán, y hasta las bestias del campo le entregaré’».
El profeta Jeremías dijo a Ananías profeta: «Escúchame, Ananías; el Señor no te ha enviado, y tú has inducido a este pueblo a una falsa confianza. Por eso, así dice el Señor: ‘Mira: yo te echaré de la superficie de la tierra; este año morirás, porque has predicado rebelión contra el Señor’». Y el profeta Ananías murió aquel mismo año, el séptimo mes.
Salmo responsorial: 118
R/. Instrúyeme, Señor, en tus leyes.
Apártame del camino falso, y dame la gracia de tu voluntad.
No quites de mi boca las palabras sinceras, porque yo espero en tus mandamientos.
Vuelvan a mi tus fieles que hacen caso de tus preceptos.
Sea mi corazón perfecto en tus leyes, así no quedaré avergonzado.
Los malvados me esperaban para perderme, pero yo meditaba tus preceptos.
No me aparto de tus mandamientos, porque tú me has instruido.
Versículo antes del Evangelio (Jn 1,49b): Aleluya. Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 14,13-21): En aquel tiempo, cuando Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan Bautista, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras Él viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.
Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida». Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer». Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá».
Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
«Levantando los ojos al cielo...»
Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano
(Cervera, Lleida, España)
Hoy, el Evangelio toca nuestros “bolsillos mentales”... Por esto, como en tiempos de Jesús, pueden aparecer las voces de los prudentes para sopesar si vale la pena tal asunto. Los discípulos, al ver que se hacía tarde y que no sabían cómo atender a aquel gentío reunido en torno a Jesús, encuentran una salida airosa: «Que vayan a los pueblos y se compren comida» (Mt 14,15). Poco se esperaban que su Maestro y Señor les fuera a romper este razonamiento tan prudente, diciéndoles: «Dadles vosotros de comer» (Mt 14,16).
Un dicho popular dice: «Quien deja a Dios fuera de sus cuentas, no sabe contar». Y es cierto, los discípulos —nosotros tampoco— no sabemos contar, porque olvidamos frecuentemente el sumando de mayor importancia: Dios mismo entre nosotros.
Los discípulos realizaron bien las cuentas; contaron con exactitud el número de panes y de peces, pero al dividirlos mentalmente entre tanta gente, les salía casi un cero periódico; por eso optaron por el realismo prudente: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces» (Mt 14,17). ¡No se percatan de que tienen a Jesús —verdadero Dios y verdadero hombre— entre ellos!
Parafraseando a san Josemaría, no nos iría mal recordar aquí que: «En las empresas de apostolado, está bien —es un deber— que consideres tus medios terrenos (2 + 2 = 4), pero no olvides ¡nunca! que has de contar, por fortuna, con otro sumando: Dios + 2 + 2...». El optimismo cristiano no se fundamenta en la ausencia de dificultades, de resistencias y de errores personales, sino en Dios que nos dice: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).
Sería bueno que tú y yo, ante las dificultades, antes de dar una sentencia de muerte a la audacia y al optimismo del espíritu cristiano, contemos con Dios. Ojalá que podamos decir con san Francisco aquella genial oración: «Allí donde haya odio que yo ponga amor»; es decir, allí donde no salgan las cuentas, que cuente con Dios.
1 de Agosto: San Alfonso Mª de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia
1 de agosto de 2022
Texto del Evangelio (Mt 5,13-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».
»No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».
«Vosotros sois la sal de la tierra (…). Vosotros sois la luz del mundo»
Rev. D. Juan Carlos ALAMEDA Vega
(San Cristóbal de La Laguna, España)
Hoy, fiesta de san Alfonso María de Ligorio (1696-1787), pedimos la intercesión de alguien que supo decir “sí” al Señor y que tomó muy en serio las palabras del Evangelio: «Vosotros sois la sal de la tierra» (Mt 5,13).
Alfonso era de familia distinguida, inteligente y estudioso. ¡Abogado a los 19 años y hombre justo que no pierde ningún caso! Un día descubrió que había apoyado —sin saberlo— una causa que no era justa, y eso le llevó a replantearse radicalmente la vida. Hizo un retiro y recibió la Confirmación. Estos dos eventos reavivaron su fervor. Al año siguiente, en dos ocasiones oyó una voz que le decía: —Abandona el mundo y entrégate a mí. Muy pronto Dios le confirmó cuál era su voluntad.
Fue a la iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia a pedir ser admitido en el Oratorio. Eso le llevó a consagrarse a Ella y ser en su apostolado un fiel reflejo del amor a la Santísima Virgen. En palabras del Papa Francisco: «María es la madre del “sí”. Sí al sueño de Dios, sí al proyecto de Dios, sí a la voluntad de Dios. Un sí que, como sabemos, no le fue nada fácil de vivir. Por eso la queremos tanto y encontramos en Ella una verdadera Madre que nos ayuda a mantener viva la fe y la esperanza en medio de situaciones complicadas».
Descubrir —como hizo san Alfonso María— las auténticas “Glorias de María” es descubrir lo que significa seguir en plenitud a Jesucristo, conocerle y amarle para llevar a los demás la alegría del Evangelio. Este santo de hoy amó generosamente a Dios, a la Virgen nuestra Madre y a todas las personas: ¡un buen ejemplo para nosotros! Podemos preguntarle al Señor en nuestra oración diaria qué quiere de nosotros, y estar atentos —como lo hizo san Alfonso María— para responder a su llamada. ¡Seamos generosos!, y respondamos como nuestra Madre del cielo: «Hágase en mí, según su Palabra» (Lc 1,38).