lunes, 18 de junio de 2018

CON HUMILDAD Y CONFIANZA



CON HUMILDAD Y CONFIANZA


A Jesús le preocupaba que sus seguidores terminaran un día desalentados al ver que sus esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no obtenían el éxito esperado. ¿Olvidarían el reino de Dios? ¿Mantendrían su confianza en el Padre? Lo más importante es que no olviden nunca cómo han de trabajar.

Con ejemplos tomados de la experiencia de los campesinos de Galilea les anima a trabajar siempre con realismo, con paciencia y con una confianza grande. No es posible abrir caminos al reino de Dios de cualquier manera. Se tienen que fijar en cómo trabaja él.

Lo primero que han de saber es que su tarea es sembrar, no cosechar. No vivirán pendientes de los resultados. No les ha de preocupar la eficacia ni el éxito inmediato. Su atención se centrará en sembrar bien el Evangelio. Los colaboradores de Jesús han de ser sembradores. Nada más.

Después de siglos de expansión religiosa y gran poder social, los cristianos hemos de recuperar en la Iglesia el gesto humilde del sembrador. Olvidar la lógica del cosechador, que sale siempre a recoger frutos, y entrar en la lógica paciente del que siembra un futuro mejor.

Los comienzos de toda siembra siempre son humildes. Más todavía si se trata de sembrar el proyecto de Dios en el ser humano. La fuerza del Evangelio no es nunca algo espectacular o clamoroso. Según Jesús, es como sembrar algo tan pequeño e insignificante como «un grano de mostaza», que germina secretamente en el corazón de las personas.

Por eso el Evangelio solo se puede sembrar con fe. Es lo que Jesús quiere hacerles ver con sus pequeñas parábolas. El proyecto de Dios de hacer un mundo más humano lleva dentro una fuerza salvadora y transformadora que ya no depende del sembrador. Cuando la Buena Noticia de ese Dios penetra en una persona o en un grupo humano, allí comienza a crecer algo que a nosotros nos desborda.

En la Iglesia no sabemos en estos momentos cómo actuar en esta situación nueva e inédita, en medio de una sociedad cada vez más indiferente y nihilista. Nadie tiene la receta. Nadie sabe exactamente lo que hay que hacer. Lo que necesitamos es buscar caminos nuevos con la humildad y la confianza de Jesús.

Tarde o temprano, los cristianos sentiremos la necesidad de volver a lo esencial. Descubriremos que solo la fuerza de Jesús puede regenerar la fe en la sociedad descristianizada de nuestros días. Entonces aprenderemos a sembrar con humildad el Evangelio como inicio de una fe renovada, no transmitida por nuestros esfuerzos pastorales, sino engendrada por él.

SI NO TE AMAS A TI MISMO


Si no te amas a ti mismo




Si no te amas a ti mismo perdiste la regla de oro para saber cómo amar a tu prójimo...

Cuando mueras alguien llorará porque te amó. ¿Quién llorará porque tú lo amaste?...

Sabes más del fuego si una vez te quemaste que por todas las veces que te lo explicaron...

Nada sabes del amor por más que te lo expliquen mientras no hayas amado...

Tu egoísmo devora todo lo que el otro tiene; tu amor ofrece lo que al otro le falta...

El surco cubre y abraza la semilla sin ahogarla, y la deja en libertad de hacerse espiga. Así hace el amor con el que ama...

Si no te aman no puedes crecer. Si no amas no dejas crecer.
Muchas de tus tristezas inexplicables tienen una sola explicación: no amaste como los otros necesitaban, o no te amaron como esperabas.

Llenarás el tiempo de tu vida con el amor que tienes o tratando de cubrir el vacío que deja el amor que te falta.

Si nadie te hubiera amado te hubieras muerto. Si no amas a nadie ya estás muerto.

¿Pensaste alguna vez que Dios no es Dios si no es Amor?
El amor nunca muere. Las caricaturas del amor nunca duran mucho.

¿Te preguntaste alguna vez por qué los hombres se revelan cuando piensan que Dios no los ama?

Necesitas tanto coraje para amar como para dejarte amar...
Somos tan felices cuando amamos y cuando nos aman, y nos amamos tan poco...

¡Qué incomprensible es el hombre!
Nunca es tan perjudicial el egoísmo, como cuando se disfraza de amor.

Nada compromete tanto como el amor y nadie es tan libre como el que ama.

El calor del sol abre las flores. La calidez del amor abre los corazones.

Si me dijeras que no amas a nadie, más que condenarte por tu pecado me dolería por tu desgracia.



René J. Trossero

IMÁGENES RELIGIOSAS DE FANO















































CUÁNDO SUPERAREMOS EL OJO POR OJO Y DIENTE POR DIENTE?


¿Cuándo superaremos 
el «ojo por ojo y diente por diente»?


Por: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net 





La venganza anidada en el corazón del hombre, cuando no se le pone límite, es capaz de acabar con los individuos en conflicto e incluso con naciones enteras, provocando guerras, hambre, sangre inocente derramada y enemistades que pueden durar siglos enteros. Por eso, aunque nos parezca una ley de gente bárbara, en uno de los códigos más antiguos, grabado en piedra, en el Código de Hammurabi, se intenta legislar para que los hombres no tengan que pagar más allá de sus propias faltas y nunca de una manera desproporcionada.

Aunque tiene sus diferencias, con ese códice, el Antiguo Testamento habla ya de la ley del Talión, que se expresa de esta manera: “Cada quién pagara vida por vida,  ojo por ojo, diente por diente,  mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” (Ex 21, 23-25) y que venía ya a ser una norma moral, un avance en la convivencia no ciertamente fácil entre los hombres, intimando a dejar los deseos de venganza desmedida, para contentarse con un daño proporcionado al daño recibido.

Cristo conoció esta ley, reconociendo su legitimidad y su efectividad para su tiempo, pero entre aquellas frases que nos ha dejado: “han oído que se dijo… pero yo os digo”, hoy después de habernos hablado de sus bienaventuranzas, luego de que nos ha pedido convertirnos en sal y en luz para las gentes que nos rodean, y después de habernos indicado que él no venía a abolir los dichos de sus antiguos sino que venía a darles plenitud, hasta hacernos llegar hasta las grandes alturas de la santidad y del heroísmo, Cristo deja caer sobre nuestros ánimos algo que si no lo vemos como un consejo de abuelita, tendría que cambiar radicalmente nuestras vidas:

Cristo fue muy preciso y muy claro y muy tajante sobre lo que él quiere de los que se han convertido en sus seguidores: "Han oído que se dijo: ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos  de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los manos y manda su lluvia sobre los justos y los injustos".

¡Menudo lío en el que nos mete Jesús! Si no tuviéramos fe, ¿cómo podríamos amar al que te ha dejado sin casa y sin familia porque su voracidad ha sido grande y sin medida? Quién que no tenga fe ¿podría siquiera pensar en hacer el bien a los que saben que te odian, que te ven como objeto inservible, para quienes  sólo eres útil mientras pueden servirse de ti, pero al que han tirado cuando ya te han sacado todo el jugo?  Y  ¿Quién se atrevería a rogar por los que te persiguen y te ha calumniado hasta dejarte en la lona?

Sin embargo, no nos movamos a engaño. El hecho de Cristo te pida que dejes de usar la violencia, la venganza y el odio como el móvil de tu vida, eso no quiere decir que debamos de quedarnos callados y con los brazos cruzados ante la injusticia y la maldad. Cristo mismo no procedió así.  Él nunca se doblegó ante la injusticia del  Imperio romano;  a Herodes lo llamó “don nadie”, zorro; a los ricos a les señaló su gran dificultad para llegar al Reino de los cielos; a los fariseos  los denunció por manipular las conciencias de los pobres y a los sumos sacerdotes por haber convertido las cosas de Dios en un negocio.

Y si no nos acabamos de reponer de la sorpresa que nos han causado las palabras de Cristo, todavía podemos sorprendernos  un poco más, cuando el profeta Isaías nos llama a la santidad, porque nos hemos acercado Dios que es tres veces santo, y todavía más, el mismo Cristo, en el colmo del heroísmo y la santidad, nos pide escuetamente: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”.  Ya tenemos trabajo para rato, ¿Tú ya comenzaste?


PAPA FRANCISCO: VIVES UN MOMENTO DE DIFICULTAD Y HAS PERDIDO LA ESPERANZA?


¿Vives un momento de dificultad y has perdido la esperanza? Esto te aconseja el Papa
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




Como cada domingo, el Papa Francisco se asomó a la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano para rezar el Ángelus, pero antes animó a permanecer fiel cuando en la vida se presentan problemas y parece que no hay solución.

Por ello, el Pontífice recomendó que “en los momentos de oscuridad o dificultad no debemos abatirnos, sino permanecer anclados a la fidelidad de Dios, a su presencia que siempre salva”.

Francisco comentó el Evangelio del día en el que Jesús compara en parábolas el Reino de Dios con el crecimiento de una semilla que germina y cuyos frutos son recogidos después.  

“Mediante la predicación y la acción de Jesús, el Reino de Dios es anunciado, ha hecho irrupción en el campo del mundo y, como la semilla, crece y se desarrolla por sí mismo, por fuerza propia y según criterios humanamente no descifrables”.

Es algo que “no depende tanto de la obra del hombre, sino sobre todo es expresión de la potencia y de la bondad de Dios”, señaló.

“Nosotros estamos llamados a vivir estos periodos como periodos de prueba, de esperanza, de espera para la recolección”.

Francisco añadió que “hoy como ayer, el Reino de Dios crece en el mundo de modo misterioso y sorprendente, desvelando la potencia oculta de la pequeña semilla, su vitalidad victoriosa. Dentro de las problemas personales y sociales que a veces parecen marcar el naufragio de la esperanza, hay que permanecer confiados en el actuar sumiso pero poderoso de Dios”.

También comentó que “no es fácil entrar en la lógica de la imprevisibilidad de Dios y aceptarla en nuestra vida”, pero “hoy el Señor nos exhorta a una actitud de fe que supera nuestros proyectos, nuestros cálculos, nuestras previsiones”. “Es una invitación a abrirnos con más generosidad a los planes de Dios, sea en el plano personal o comunitario”.

“La autenticidad de la misión de la Iglesia –añadió a continuación–, no es dada por el éxito o la gratificación de los resultados, sino por el ir hacia delante con el coraje de la confianza y la humildad del abandono en Dios”.

“Es la conciencia de ser pequeños y débiles instrumentos, que en las manos de Dios y con su gracia pueden realizar obras grandes, haciendo prodigar su Reino que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo”, concluyó.
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