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domingo, 12 de mayo de 2024
LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA , 13 DE MAYO - NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA
* P. Alfonso Milagro
UNA ORACIÓN EN HONOR A LAS MADRES FALLECIDAS
Una oración en honor a las madres fallecidas
Aciprensa
Muchos países del mundo celebran el segundo domingo de mayo el día de la madre; sin embargo, son muchos quienes ya no la tienen a su lado, pues ya partieron a la Casa del Padre. Para ellas, las mamás que se encuentran en el cielo gozando de la Gloria de Dios, les compartimos la siguiente oración:
Continuamente te rezamos, Señor, por nuestra madre.
La recordamos con paz y con amor ante Ti,
seguros de que ella vive,
como estamos seguros de que vives Tú
y de que tu amor dura para siempre.
La recordamos cuando estaba entre nosotros...
A veces, nos parece sentir el calor y el sosiego
de su presencia protectora
como cuando vivía aquí,
mucho más para nosotros que para sí misma.
Dale, Señor, tu amor, dale tu vida. Dale tu paz.
Tenla muy cerca de Ti.
Sea feliz y ruegue ante Ti por nosotros.
Ayúdanos a vivir lo que ella nos enseño,
más con amor que con palabras.
A rezarte como ella, a quererte como ella,
a hacer de Ti y de los demás, igual que ella,
el sentido de nuestra vida.
Y si por descuido o por debilidad en algo te faltó,
perdónala, Tú que sabes lo que es ser Padre y Madre
y conoces como nadie el amor y el perdón
sin medida ni límites...
Perdónale sus faltas por lo mucho que amó a todos.
Gracias, Señor, por esta oración que nos llena de paz
en el recuerdo de nuestra madre.
Amén.
EN EL DÍA DE LA MADRE EL PAPA FRANCISCO CONFÍA A LAS MAMÁS A LA PROTECCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
En el Día de la Madre el Papa Francisco confía a las mamás a la protección de la Virgen María
Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Por Walter Sánchez Silva
12 de mayo de 2024
En el Día de la Madre 2024, este domingo 12 de mayo, el Papa Francisco confía a todas las mamás a la protección de la Virgen María, y anima a rezar por las que ya partieron al Cielo.
Así lo indicó el Santo Padre en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, tras el rezo del Regina Caeli, la oración mariana que la Iglesia Católica reza en remplazo del Ángelus, durante el tiempo de Pascua.
“Hoy en muchos países se celebra la fiesta de la mamá: pensemos con reconocimiento en todas las madres y recemos también por las mamás que se han ido al Cielo”, dijo el Papa Francisco, en la víspera de la fiesta de la Virgen de Fátima que se celebrará mañana, 13 de mayo.
“Y confiamos a las madres a la protección de María, nuestra madre celeste. ¡Y para todas las madres, un gran aplauso!”, agregó.
El Papa Francisco pide paz para Ucrania, Palestina, Israel y Myanmar
“Mientas celebramos la Ascensión del Señor resucitado, que nos hace libres y nos quiere libres, renuevo mi llamado por un intercambio general de todos los prisioneros entre Rusia y Ucrania, asegurando la disponibilidad de la Santa Sede para favorecer todo esfuerzo para tal fin, sobre todo por los gravemente heridos y enfermos”, resaltó el Papa Francisco.
El Papa Francisco en la Ascensión del Señor: Subamos al Cielo paso a paso, realizando “las obras del amor”
“Y seguimos rezando por la paz en Ucrania, Palestina, Israel, Myanmar. Rezamos por la paz”, subrayó.
Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
El Papa Francisco recordó también que hoy se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, con el tema “Inteligencia artificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana”.
Al respecto, el Santo Padre destacó que “sólo recuperando una sabiduría del corazón podremos interpretar las instancias de nuestro tiempo y redescubrir el camino para una comunicación plenamente humana. A todos los operadores de las comunicaciones va nuestro agradecimiento por su trabajo”.
El Papa Francisco también saludó a peregrinos llegados desde distintas partes del mundo, como a las bandas musicales de Austria y Alemania, “que rinden homenaje a la memoria del Papa Benedicto XVI. ¡Tocan bien! Gracias”.
Finalmente el Santo Padre recordó que en la Plaza de San Pedro se expone en estos días la muestra fotográfica Changes, e invitó a ver la exposición en la que “fotógrafos de todo el mundo relatan la belleza de nuestra casa común, don del Creador que estamos llamados a custodiar”.
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
En el día de la Ascensión se entrecruzan sentimientos de emoción y de triunfo. La Solemnidad de la Ascensión del Señor es una despedida. Se nos va Aquel que ha compartido nuestra condición humana. Se marcha después de decirnos que, permanezcamos –pase lo que pase– unidos a Él.
Hoy, en el día de la Ascensión del Señor, pidamos a Dios que esté junto a nosotros, tal como nos lo prometió, hasta el final de los tiempos. Que vivamos la Eucaristía sabiendo que, el Señor, nos llena con su poderoso alimento y que nos alimenta para ser fuertes en la fe hasta el momento en que, para cada uno de nosotros y con cada uno de nosotros, se vaya cumpliendo el plan de Dios.
Miremos hacia el cielo, no con nostalgia ni con pena, y sí con el firme convencimiento de creer en la gran obra que Jesús dejó. Un gran regalo, como a Jesús mismo, nos espera a todos: el cielo. La Ascensión del Señor es, por lo tanto, la hora de todos nosotros. La hora de la Iglesia. De los hombres y mujeres que, conociendo a Jesús, quieren vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. ¡Gracias, Señor!
Gracias por marcharte y, poco a poco, ir preparándonos a cada uno de nosotros una habitación en el cielo. Una cita ante Dios. Una felicidad que nada, ni nadie, nos podrá quitar.
(P. Javier Leoz)
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 12 DE MAYO DE 2024 - LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Ascensión del Señor (B)
Domingo 12 de mayo de 2024
1ª Lectura (Hch 1,1-11): En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo». Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?». Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo».
Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse».
Salmo responsorial: 46
R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado.
2ª Lectura (Ef 1,17-23): Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.
Versículo antes del Evangelio (Mt 28,19.20): Aleluya. Id y enseñad a todas las gentes, dice el Señor: yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 16,15-20): En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».
Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.
«El Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios»
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet
(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
Hoy en esta solemnidad, se nos ofrece una palabra de salvación como nunca la hayamos podido imaginar. El Señor Jesús no solamente ha resucitado, venciendo a la muerte y al pecado, sino que, además, ¡ha sido llevado a la gloria de Dios! Por esto, el camino de retorno al Padre, aquel camino que habíamos perdido y que se nos abría en el misterio de Navidad, ha quedado irrevocablemente ofrecido en el día de hoy, después que Cristo se haya dado totalmente al Padre en la Cruz.
¿Ofrecido? Ofrecido, sí. Porque el Señor Jesucristo, antes de ser llevado al cielo, ha enviado a sus discípulos amados, los Apóstoles, a invitar a todos los hombres a creer en Él, para poder llegar allá donde Él está. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará» (Mc 16,15-16).
Esta salvación que se nos da consiste, finalmente, en vivir la vida misma de Dios, como nos dice el Evangelio según san Juan: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).
Pero aquello que se da por amor ha de ser aceptado en el amor para poder ser recibido como don. Jesucristo, pues, a quien no hemos visto, quiere que le ofrezcamos nuestro amor a través de nuestra fe, que recibimos escuchando la palabra de sus ministros, a quienes sí podemos ver y sentir. «Nosotros creemos en aquel que no hemos visto. Lo han anunciado aquellos que le han visto. (...) Quien ha prometido es fiel y no engaña: no faltes en tu confianza, sino espera en su promesa. (...) ¡Conserva la fe!» (San Agustín). Si la fe es una oferta de amor a Jesucristo, conservarla y hacerla crecer hace que aumente en nosotros la caridad.
¡Ofrezcamos, pues, al Señor nuestra fe!
PREGUSTAR EL CIELO - LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR - 12 DE MAYO DE 2024
Pregustar el cielo
El cielo no se puede describir, pero lo podemos pregustar. No lo podemos alcanzar con nuestra mente, pero es difícil no desearlo. Si hablamos del cielo no es para satisfacer nuestra curiosidad, sino para reavivar nuestro deseo y nuestra atracción por Dios. Si lo recordamos es para no olvidar el anhelo último que llevamos en el corazón.
Ir al cielo no es llegar a un lugar, sino entrar para siempre en el Misterio del amor de Dios. Por fin, Dios ya no será alguien oculto e inaccesible. Aunque nos parezca increíble, podremos conocer, tocar, gustar y disfrutar de su ser más íntimo, de su verdad más honda, de su bondad y belleza infinitas. Dios nos enamorará para siempre.
Esta comunión con Dios no será una experiencia individual. Jesús resucitado nos acompañará. Nadie va al Padre si no es por medio de Cristo. «En él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente» (Colosenses 2,9). Solo conociendo y disfrutando del misterio encerrado en Cristo penetraremos en el misterio insondable de Dios. Cristo será nuestro «cielo». Viéndole a él «veremos» a Dios.
No será Cristo el único mediador de nuestra felicidad eterna. Encendidos por el amor de Dios, cada uno de nosotros nos convertiremos a nuestra manera en «cielo» para los demás. Desde nuestra limitación y finitud tocaremos el Misterio infinito de Dios saboreándolo en sus criaturas. Gozaremos de su amor insondable gustándolo en el amor humano. El gozo de Dios se nos regalará encarnado en el placer humano.
El teólogo húngaro Ladislaus Boros trata de sugerir esta experiencia indescriptible: «Sentiremos el calor, experimentaremos el esplendor, la vitalidad, la riqueza desbordante de la persona que hoy amamos, con la que disfrutamos y por la que agradecemos a Dios. Todo su ser, la hondura de su alma, la grandeza de su corazón, la creatividad, la amplitud, la excitación de su reacción amorosa nos serán regalados».
Qué plenitud alcanzará en Dios la ternura, la comunión y el gozo del amor y la amistad que hemos conocido aquí. Con qué intensidad nos amaremos entonces quienes nos amamos ya tanto en la tierra. Pocas experiencias nos permiten pregustar mejor el destino último al que somos atraídos por Dios.
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Texto: P. José Antonio Pagola
LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 12 DE MAYO
LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA - DÍA 6, DÍA 7, DÍA 8, DÍA 9 Y DÍA 10 , DÍA 11 DE MAYO
* P. Alfonso Milagro
* P. Alfonso Milagro
lunes, 6 de mayo de 2024
EL EVANGELIO DE HOY LUNES 6 DE MAYO DE 2024
Lunes 6 de Pascua
Lunes 6 de mayo de 2024
1ª Lectura (Hch 16,11-15): Nos hicimos a la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de Macedonia y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días. El sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se bautizó con toda su familia y nos invitó: «Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa».
Salmo responsorial: 149
R/. El Señor ama a su pueblo.
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca. Es un honor para todos sus fieles.
Versículo antes del Evangelio (Jn 15,26.27): Aleluya. El Espíritu de verdad daré testimonio de mí, dice el Señor; y vosotros daréis testimonio. Aleluya.
Texto del Evangelio (Jn 15,26—16,4): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho».
«También vosotros daréis testimonio»
Rev. P. Higinio Rafael ROSOLEN IVE
(Cobourg, Ontario, Canadá)
Hoy, en el evangelio Jesús anuncia y promete la venida del Espíritu Santo: «Cuando venga el Paráclito (…) que procede del Padre, Él dará testimonio de mí» (Jn 15,26). “Paráclito” literalmente significa “aquél que es llamado junto a uno”, y habitualmente es traducido como “Consolador”. De este modo, Jesús nos recuerda la bondad de Dios, pues siendo el Espíritu Santo el amor de Dios, Él infunde en nuestros corazones la paz, la serenidad en las adversidades y la alegría por las cosas de Dios. Él nos hace mirar hacia las cosas de arriba y unirnos a Dios.
Además Jesús dice a los Apóstoles: «También vosotros daréis testimonio» (Jn 15,27). Para dar testimonio es necesario:
1º Tener comunión e intimidad con Jesús. Ésta nace del trato cotidiano con Él: leer el Evangelio, escuchar sus palabras, conocer sus enseñanzas, frecuentar sus sacramentos, estar en comunión con su Iglesia, imitar su ejemplo, cumplir los mandamientos, verlo en los santos, reconocerlo en nuestros hermanos, tener su espíritu y amarlo. Se trata de tener una experiencia personal y viva de Jesús.
2º Nuestro testimonio es creíble si aparece en nuestras obras. Un testigo no es sólo una persona que sabe que algo es verdad, sino que también está dispuesta a decirlo y vivirlo. Lo que experimentamos y vivimos en nuestra alma debemos transmitirlo al exterior. Somos testigos de Jesús no sólo si conocemos sus enseñanzas, sino —y principalmente— cuando queremos y hacemos que otros lo conozcan y lo amen. Como dice el dicho: «Las palabras mueven, los ejemplos arrastran».
El Papa Francisco nos decía: «Agradezco el hermoso ejemplo que me dan tantos cristianos que ofrecen su vida y su tiempo con alegría. Ese testimonio me hace mucho bien y me sostiene en mi propio deseo de superar el egoísmo para entregarme más». Y añadía: «Quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente». Eso es siempre una luz que atrae.
PERMANECER EN EL AMOR
Permanecer en el amor
Estas son palabras que Jesús pronunció en su despedida de la Ultima Cena; pero que seguramente repetiría en aquellas apariciones poco antes de su Ascensión, que celebraremos el próximo domingo. El domingo anterior nos hablaba Jesús de la unión íntima que debemos tener con Él, como hay entre la vid y los sarmientos
Hoy nos explica en qué consiste esa unión: en el amor. Un amor que procede de la esencia misma de Dios. San Juan hoy en la segunda lectura nos dice que “Dios es amor”. Esa es su esencia: el Padre que entrega su naturaleza amorosa al Hijo, y el Padre y el Hijo al Espíritu, formando la más íntima unidad de amor. Si el Padre fuera egoísta y dijera: toda la naturaleza divina para mí... se destruiría Dios, lo cual no puede ser.
De este amor procede el ideal humano. El amor íntimo de la Santísima Trinidad no lo vemos; pero lo experimentamos en muchas circunstancias. Lo primero: lo que nos dice también hoy san Juan en su carta (I Jn 4, 9): “El amor de Dios hacia nosotros se manifiesta en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito para que nosotros vivamos por Él”. Para el mundo sería una locura que un padre entregue a su hijo para salvar a unos extraños y hasta enemigos. Y Jesús, que es el Hijo de Dios que se hizo hombre, es nuestro ejemplo e ideal de amor. El “pasó haciendo el bien” y nos amó hasta dar su vida en la cruz para salvarnos, siendo como somos pecadores. Nos amó hasta el fin.
Así cumplía el mandamiento de su Padre o su Voluntad. Como, además de Dios, era hombre, no le fue fácil: Hasta “con lágrimas” pedía que pudiera pasar ese “cáliz de amargura”. Pero se arrojaba en las manos de su Padre, que nos ama y veía que es la mejor manera de salvarnos. Con ese amor nos dice Jesús que tenemos que amarnos.
Es su mandamiento por excelencia. Como hay quienes dicen que el amar no se puede mandar, podemos llamarlo: recomendación. Es el principal deseo de Jesús para nosotros, porque es lo que nos dará la verdadera libertad y alegría. El mundo está envuelto en violencia, odios y egoísmo. El amor es el lenguaje de la Iglesia y de los cristianos. El amor es el estilo y el espíritu de la nueva alianza que Dios ha querido pactar con la humanidad. En el Antiguo Testamento se hablaba más de sumisión a Dios. Ahora Jesús nos habla de relación amigable con Dios y fraterna entre nosotros.
En este amor permaneceremos, si guardamos sus mandamientos. No se trata por lo tanto de un amor etéreo o abstracto, sino real y expresado en obras: “Obras son amores y no buenas razones”. No se trata de un amor vacío y de solos sentimientos y buenas intenciones, sino sustentado por buenas acciones hacia los demás.
Es tan fundamental el amor entre los cristianos, que en esto “conocerán que somos discípulos de Jesús”. Y será la materia principal de la que seremos juzgados el día final.
El amor nos hace felices. Hoy nos dice Jesús que, si permanecemos unidos a Él por el amor y permanecemos unidos entre nosotros, “el gozo será pleno”. Dios no quiere de una manera directa el dolor ni la tristeza. Si Jesús tuvo que pasar por ratos tan amargos fue por culpa de nuestros pecados, pero el final sería la resurrección. A veces para salvar a un hermano o por diversas circunstancias de la vida tendremos dolores y sufrimientos. Pero también los tienen los que viven metidos en el odio. Normalmente el ambiente del que ama es el de la paz y la alegría. Eso sin pensar en la alegría total y definitiva del premio que Dios le dará para siempre. Y la alegría principal es el saberse hijo de Dios Padre y amigo de Jesús. El amor es lo que nos da plenitud.
Decía el Concilio Vaticano II: “El hombre no puede encontrar su propia plenitud, si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”. El amor libera, el odio esclaviza.
Termina hoy Jesús diciendo que, si estamos unidos a Él por el amor, podremos conseguir todo lo que pidamos en la oración. Esto es así, porque, si estamos unidos a Jesús, lo que pidamos será siempre lo que mejor nos convenga, según la voluntad de Dios. Y el fruto de nuestro apostolado será maravilloso.
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Silverio Velasco
LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA - 6 DE MAYO
* P. Alfonso Milagro
viernes, 3 de mayo de 2024
DEL MIEDO AL AMOR - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 5 DE MAYO DE 2024
DEL MIEDO AL AMOR
No se trata de una frase más. Este mandato, cargado de misterio y de promesa, es la clave del cristianismo: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor». Estamos tocando aquí el corazón mismo de la fe cristiana, el criterio último para discernir su verdad. Únicamente «permaneciendo en el amor» podemos caminar en la verdadera dirección. Olvidar este amor es perdernos, entrar por caminos no cristianos, deformarlo todo, desvirtuar el cristianismo desde su raíz.
Y, sin embargo, no siempre hemos permanecido en este amor. En la vida de bastantes cristianos ha habido y hay todavía demasiado temor, demasiada falta de confianza filial en Dios. La predicación que ha alimentado a esos cristianos ha olvidado demasiado el amor de Dios, ahogando así aquella alegría inicial, viva y contagiosa que tuvo el cristianismo.
Aquello que un día fue «Buena Noticia», porque anunciaba a las gentes «el amor insondable» de Dios, se ha convertido para bastantes en la mala noticia de un Dios amenazador, que es rechazado casi instintivamente porque no deja ser ni vivir.
Sin embargo, la fe cristiana solo puede ser vivida, sin traicionar su esencia, como experiencia positiva, confiada y gozosa. Por eso, en este momento en que muchos abandonan un determinado «cristianismo» –el único que conocen–, hemos de preguntarnos si, en la gestación de este abandono, y junto a otros factores, no se esconde una reacción colectiva contra un anuncio de Dios poco fiel al evangelio.
La aceptación de Dios o su rechazo se juega, en gran parte, en el modo en que lo sentimos de cara a nosotros. Si lo percibimos solo como vigilante implacable de nuestra conducta haremos cualquier cosa para rehuirlo. Si lo experimentamos como amigo que impulsa nuestra vida, lo buscaremos con gozo. Por eso, uno de los servicios más grandes que la Iglesia puede hacer al ser humano es ayudarle a pasar del miedo al amor de Dios.
Sin duda hay un temor a Dios que es sano y fecundo. La Escritura lo considera «el comienzo de la sabiduría». Es el temor a malograr nuestra vida cerrándonos a él. Un temor que despierta a la persona de la superficialidad y le hace volver hacia Dios. Pero hay un miedo a Dios que es malo. No acerca a Dios. Al contrario, aleja cada vez más de él. Es un miedo que deforma el verdadero ser de Dios, haciéndolo inhumano. Un miedo dañoso, sin fundamento real, que ahoga la vida y el crecimiento sano de la persona.
Para muchos, este puede ser el cambio decisivo. Pasar del miedo a Dios, que no engendra sino rechazo más o menos disimulado, a una confianza en él que hace brotar en nosotros esa alegría prometida por Jesús: «Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud».
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn (15,9-17)