lunes, 18 de mayo de 2020

¿CÓMO TOCAR EL CORAZÓN DE DIOS CON LA ORACIÓN?


¿Cómo tocar el corazón de Dios con la oracion?
En la oración nos presentamos conscientes de nuestra debilidad, pero a la vez llenos de fe en el poder de Dios


Por: P. Guillermo Serra, .L.C. | Fuente: La-oracion.com




La oración es acercarse a Jesús con humildad y tocarlo desde la fe. La oración llena de fe es "la debilidad" de Dios y la fuerza del hombre. Jesús no se resiste a hacer milagros cuando percibe una gran fe. No basta con tocar a Jesús, sino tocarlo con fe y experimentar cómo muchas virtudes, gracias, salen de Él para curar nuestro corazón y cuerpo.

"Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que no había podido ser curada por nadie, se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, y al punto se le paró el flujo de sangre. Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» Como todos negasen, dijo Pedro: «Maestro, las gentes te aprietan y te oprimen». Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí». Viéndose descubierta la mujer, se acercó temblorosa, y postrándose ante él, contó delante de todo el pueblo por qué razón le había tocado, y cómo al punto había sido curada. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz". (Lucas 8,43-48)

Nuestra propia enfermedad debe ser presentada con fe y esperanza
La mujer hemorroisa sufría desde hacía 12 años esta enfermedad. No había encontrado remedio, se había gastado todo en doctores. Sólo le quedaba una esperanza, ese Jesús del que toda la gente hablaba. Debido a su enfermedad era impura y todo lo que tocase automáticamente se convertía en impuro. Vivía en una soledad total, separada de la sociedad, de su familia, 12 años queriendo "volver a vivir". Esta soledad, necesidad de vivir, de ser alguien, hizo que sin temor se acercase a Jesús. Percibía en Él alguien que podría devolverle la vida, que podría dar sentido a esta enfermedad y poder ser curada.

En la oración nos presentamos también enfermos, débiles, con temores, resistencias, profundas heridas que todavía sangran. Con facilidad buscamos en el mundo diversos “doctores” que nos puedan curar, distracciones, pasatiempos que en el fondo nos dejan igual y nos vamos desgastando. En la oración nos presentamos conscientes de esta debilidad, pero a la vez llenos de fe porque estamos ante el único que nos puede curar de raíz, el que puede devolvernos la vida, dar un sentido profundo y nuevo a nuestra existencia, a nuestra soledad. Este acto de fe y confianza son los pasos necesarios para llegar hasta el Maestro: "Creo en ti Señor, espero en tu amor, confío en ti, quiero amarte para vivir". Presentamos nuestra vida ante Él, nuestra debilidad, enfermedad, con fe y confianza para que Él nos cure.

Acercarse a Jesús con humildad, con la mirada siempre fija en su Amor y ternura
Con gran fe, se acercó a Jesús por detrás, y con delicadeza, consciente de su impureza, se atrevió a tocarle con fe la orla de su manto.

Cuando hay fe y amor, la oración se convierte en un buscar el bien de la otra Persona: acogerle, cuidarlo, amarlo. Esto es lo que hace la hemorroisa. No piensa en sí misma. No quiere "molestar" al Señor: con humildad se acerca por detrás y busca tocar tan sólo el borde de su manto. Esto sería suficiente. La fe no busca evidencia, no quiere tocar a toda costa, palpar como lo hizo Santo Tomás. Basta con un detalle, un gesto cercano y tierno. Es un decirle a Jesús: "no te quiero molestar, sé que me amas y con tocarte el borde del manto, te darás cuenta que te necesito, que estoy aquí, que te amo y que quiero poderte abrazar… pero soy impura, mi alma es impura, necesito que tu amor me purifique y me haga digna de Ti".

Así la hemorroisa buscando el bien de Jesús, el no "hacerle" impuro, logra su propio bien. La oración es buscar al otro para encontrarse con el otro. Es dejarse encontrar buscando. Es rozar su Corazón para encontrase dentro de él.

La fe mueve el Corazón de Jesús y fija su mirada en la humildad
La mujer queda curada al instante. Jesús no espera a que la mujer le diga qué necesita. Así es el Buen Pastor, conoce a sus ovejas, nos conoce y sabe lo que necesitamos incluso antes de que se lo pidamos. Por eso, muchas veces la oración es ponerse en su presencia, quizás experimentando un silencio que no es indiferencia por parte de Jesús, sino un querer expresar ternura, contemplar a su creatura tan amada y admirarla con amor.

Jesús estaba siendo oprimido por la multitud, sin embargo, sintió que una virtud salía de Él y gritó: « ¿Quién me ha tocado? » Los discípulos, asombrados, no entienden esta pregunta. Decenas de personas están agolpadas, se empujan y estrujan a Jesús y sólo una "le ha tocado", aquella que apenas ha rozado el borde de su manto.

Aquí Jesús nos dice con claridad que tocarle es amarle, es tener la humildad de confiar en Él, de tratarle con ternura y fe. De acercarse a Él como un niño a su Padre y estar, sí, estar junto a Él. Muchos estaban más cerca que la mujer, pero no tenían fe, era quizás más bien curiosidad, rutina.

La oración nunca puede ser curiosidad o rutina. No es una actividad para llenarme de ideas o repetir fórmulas aprendidas de memoria. Esto sería como empujar y estrujar a Jesús, como aquel grupo que lo seguía. No, esta mujer nos enseña que para tocar a Jesús hay que tener fe, hay que acudir con confianza, presentarse con humildad y tener ternura hacia Dios. ¡Ah!, y sobre todo, hay que dejarse querer por el Maestro que nos conoce, nos espera y al instante nos abraza con amor.

Queremos tocarte Jesús. Ayúdanos Señor a tocarte con fe.

LOS ORÍGENES DE LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN MARÍA


Los orígenes de la devoción a la Virgen
La Virgen María ha sido honrada y venerada como Madre de Dios desde los albores del cristianismo


Por: n/a | Fuente: PrimerosCristianos.com




“Los primeros cristianos, a los que hemos de acudir siempre como modelo, dieron un culto amoroso a la Virgen. En las pinturas de los tres primeros siglos del Cristianismo, que se conservan en las catacumbas romanas, se la contempla representada con el Niño Dios en brazos. ¡Nunca les imitaremos bastante en esta devoción a la Santísima Virgen!” (San Josemaría)

Hablamos sobre los orígenes de la devoción mariana en los primeros cristianos

“Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc 1, 48)

Como han puesto en evidencia los estudios mariológicos recientes, la Virgen María ha sido honrada y venerada como Madre de Dios y Madre nuestra desde los albores del cristianismo. En los tres primeros siglos la veneración a María está incluida fundamentalmente dentro del culto a su Hijo.

Un Padre de la Iglesia resume el sentir de este primigenio culto mariano refiriéndose a María con estas palabras: «Los profetas te anunciaron y los apóstoles te celebraron con las más altas alabanzas». De estos primeros siglos sólo pueden recogerse testimonios indirectos del culto mariano. Entre ellos se encuentran algunos restos arqueológicos en las catacumbas, que demuestran el culto y la veneración, que los primeros cristianos tuvieron por María.

Tal es el caso de las pinturas marianas de las catacumbas de Priscila: en una de ellas se muestra a la Virgen nimbada con el Niño al pecho y un profeta (quizá Isaías) a un lado; las otras dos representan la Anunciación y la Epifanía.

Todas ellas son de finales del siglo II. En las catacumbas de San Pedro y San Marceliano se admira también una pintura del siglo III/IV que representa a María en medio de S. Pedro y S. Pablo, con las manos extendidas y orando. Una magnífica muestra del culto mariano es la oración “Sub tuum praesidium” (Bajo tu amparo nos acogemos)  que se remonta al siglo III-IV, en la que se acude a la intercesión a María.

Los Padres del siglo IV alaban de muchas y diversas maneras a la Madre de Dios. San Epifanio, combatiendo el error de una secta de Arabia que tributaba culto de latría a María, después de rechazar tal culto, escribe: «¡Sea honrada María! !Sea adorado el Señor!».

La misma distinción se aprecia en San Ambrosio quien tras alabar a la « Madre de todas las vírgenes» es claro y rotundo, a la vez, cuando dice que «María es templo de Dios y no es el Dios del templo» , para poner en su justa medida el culto mariano, distinguiéndolo del profesado a Dios.

Hay constancia de que en tiempo del papa San Silvestre, en los Foros, donde se había levantado anteriormente un templo a Vesta, se construyó uno cuya advocación era Santa María de la Antigua. Igualmente el obispo Alejandro de Alejandría consagró una Iglesia en honor de la Madre de Dios. Se sabe, además, que en la iglesia de la Natividad en Palestina, que se remonta a la época de Constantino, junto al culto al Señor, se honraba a María recordando la milagrosa concepción de Cristo.

En la liturgia eucarística hay datos fidedignos mostrando que la mención venerativa de María en la plegaria eucarística se remonta al año 225 y que en las fiestas del Señor -Encarnación, Natividad, Epifanía, etc.- se honraba también a su Madre. Suele señalarse que hacia el año 380 se instituyó la primera festividad mariana, denominada indistintamente «Memoria de la Madre de Dios», «Fiesta de la Santísima Virgen», o «Fiesta de la gloriosa Madre».

El testimonio de los Padres de la Iglesia
El primer Padre de la Iglesia que escribe sobre María es San Ignacio de Antioquía (+ c. 110), quien contra los docetas, defiende la realidad humana de Cristo al afirmar que pertenece a la estirpe de David, por nacer verdaderamente de María Virgen.

Fue concebido y engendrado por Santa María; esta concepción fue virginal, y esta virginidad pertenece a uno de esos misterios ocultos en el silencio de Dios.

En San Justino (+ c. 167) la reflexión mariana aparece remitida a Gen 3, 15 y ligada al paralelismo antitético de Eva-María.

En el Diálogo con Trifón, Justino insiste en la verdad de la naturaleza humana de Cristo y, en consecuencia, en la realidad de la maternidad de Santa María sobre Jesús y, al igual que San Ignacio de Antioquía, recalca la verdad de la concepción virginal, e incorpora el paralelismo Eva-María a su argumentación teológica.

Se trata de un paralelismo que servirá de hilo conductor a la más rica y  constante teología mariana de los Padres.

San Ireneo de Lyon (+ c. 202), en un ambiente polémico contra los gnósticos y docetas, insiste en la realidad corporal de Cristo, y en la verdad de su generación en las entrañas de María. Hace, además, de la maternidad divina una de las bases de su cristología: es la naturaleza humana asumida por el Hijo de Dios en el seno de María la que hace posible que la muerte redentora de Jesús alcance a todo el género humano. Destaca también el papel maternal de Santa María en su relación con el nuevo Adán, y en su cooperación con el Redentor.

En el Norte de África Tertuliano (+ c. 222), en su controversia con el gnóstico Marción), afirma que María es Madre de Cristo porque ha sido engendrado en su seno virginal.

En el siglo III se comienza a utilizar el título Theotókos (Madre de Dios). Orígenes (+ c. 254) es el primer testigo conocido de este título. En forma de súplica aparece por primera vez en la oración Sub tuum praesidium. que –como hemos dicho anteriormente- es la plegaria mariana más antigua conocida. Ya en el siglo IV el mismo título se utiliza en la profesión de fe de Alejandro de Alejandría contra Arrio.

A partir de aquí cobra universalidad y son muchos los Santos Padres que se detienen a explicar la dimensión teológica de esta verdad –San Efrén, San Atanasio, San Basilio, San Gregorio de Nacianzo, San Gregorio de Nisa, San Ambrosio, San Agustín, Proclo de Constantinopla, etc.-, hasta el punto de que el título de Madre de Dios se convierte en el más usado a la hora de hablar de Santa María.

La verdad de la maternidad divina quedó definida como dogma de fe en el Concilio de Efeso del año 431.

Las Prerrogativas o Privilegios Marianos
La descripción de loscomienzos de la devoción mariana quedaría incompleta si no se mencionase un tercer elemento básico en su elaboración: la firme convicción de la excepcionalidad de la persona de Santa María -excepcionalidad que forma parte de su misterio- y que se sintetiza en la afirmación de su total santidad, de lo que se conoce con el calificativo de “privilegios” marianos.

Se trata de unos “privilegios” que encuentran su razón en la relación maternal de Santa María con Cristo y con el misterio de la salvación, pero que están realmente en Ella dotándola sobreabundantemente de las gracias convenientes para desempeñar su misión única y universal.

Estos privilegios o prerrogativas marianas no se entienden como algo accidental o superfluo, sino como algo necesario para mantener la integridad de la fe.

San Ignacio, San Justino y Tertuliano hablan de la virginidad. También lo hace San Ireneo. En Egipto, Orígenes defiende la perpetua virginidad de María, y considera a la Madre del Mesías como modelo y auxilio de los cristianos.

En el siglo IV, se acuña el término aeiparthenos —siempre virgen—, que S. Epifanio lo introduce en su símbolo de fe y posteriormente el II Concilio Ecuménico de Constantinopla lo recogió en su declaración dogmática.

Junto a esta afirmación de la virginidad de Santa María, que se va haciendo cada vez más frecuente y universal, va destacándose con el paso del tiempo la afirmación de la total santidad de la Virgen. Rechazada siempre la existencia, de pecado en la Virgen, se aceptó primero que pudieron existir en Ella algunas imperfecciones.

Así aparece en San Ireneo, Tertuliano, Orígenes, San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Efrén, San Cirilo de Alejandría, mientras que San Ambrosio y San Agustín rechazan que se diesen imperfecciones en la Virgen.

Después de la definición dogmática de la maternidad divina en el Concilio de Efeso (431), la prerrogativa de santidad plena se va consolidando y se generaliza el título de “toda santa” –panaguía-. En el Akathistos se canta “el Señor te hizo toda santa y gloriosa” (canto 23).

A partir del siglo VI, y en conexión con el desarrollo de la afirmación de la maternidad divina y de la total santidad de Santa María, se aprecia también un evidente desarrollo de la afirmación de las prerrogativas marianas.

Así sucede concretamente en temas relativos a la Dormición, a la Asunción de la Virgen, a la total ausencia de pecado (incluido el pecado original) en Ella, o a su cometido de Mediadora y Reina. Debemos citar especialmente a S. Modesto de Jerusalén, a S. Andrés de Creta, a S. Germán de Constantinopla y a S. Juan Damasceno como a los Padres de estos últimos siglos del periodo patrístico que más profundizaron en las prerrogativas marianas.

OFRECEN GRATIS Y ONLINE DOCUMENTAL SOBRE SANTA JUANA DE ARCO


Ofrecen gratis y online documental sobre Santa Juana de Arco
Redacción ACI Prensa
Crédito: Fundación EUK Mamie.



El documental “La Pasión de Santa Juana de Arco”, de HM Televisión estará disponible gratis hasta el próximo 30 de mayo. 

Esta producción que se ha realizado con ocasión del centenario de la canonización de la llamada “Doncella de Orleans”, que tuvo lugar el 16 de mayo de 1920, muestra la vida de esta santa que es “el personaje más documentado del medievo”.

El documental “La Pasión de Santa Juana de Arco” puede encontrarse gratis en la web d la Fundación EUK Mamie y posteriormente quedará disponible a través del servicio de Vimeo on Demand (VOD) de la web de la Fundación EUK Mamie y otras televisiones y plataformas.

Para conocer más sobre la vida, la figura y la misión de esta santa desde esta fundación han preparado un dossier con los principales hitos.


Santa Juana de Arco nació hace más de 600 años en Domrémy, en el noreste de Francia. Europa estaba siendo azotada por una terrible epidemia de peste negra, mientras la Iglesia sufría el llamado “gran Cisma de Occidente”, con tres pontífices que pugnaban por ser declarados el legítimo Papa.

Según explican, el Reino de Francia estaba sumido en una guerra dinástica interminable que los historiadores llaman la “Guerra de los Cien años”. De ella dependía el futuro de Francia y  también en buena parte el destino de la Cristiandad entera.

Desde EUK Mamie destacan que “en un momento tan delicado y para resolver un conflicto tan grande, el Señor confía a Santa Juana, una joven pastora analfabeta de 17 años, una doble misión”.

Por una parte “la misión terrena” que, según precisan, se convierte en el milagro político más grande de la historia: puesta esta jovencita al frente de un ejército de 10.000 hombres, consigue libertar Francia del yugo inglés para coronar en Reims a Carlo VII, verdadero Rey de Francia.

Y por otra la “misión sobrenatural” que es su más importante misión, “porque Juana es mucho más que una heroína nacional, es una santa que debía devolver el Reino de Francia a su verdadero Rey y Señor, Jesucristo”.

A través de una vocación tan singular como la suya, la mejor lección que Santa Juana de Arco nos enseña es que Dios es y seguirá siendo el dueño de la historia y, como tal, puede suscitar una persona con una misión muy particular que haga cambiar el curso de la historia de la noche a la mañana, como fue el caso de Santa Juana.


“La Pasión de Santa Juana de Arco” se convierte en una oportunidad única de conocer a la verdadera Juana, en su complicado contexto histórico, religioso y político, recorriendo, de la mano de las cámaras de HM Televisión, los lugares más significativos en la vida de Santa Juana. 

Intervienen en «La Pasión de Santa Juana de Arco» expertos de talla internacional:

Entre las personas entrevistadas en este documental están Mons. Marc Aillet, obispo de Bayona (Francia); Sor Marie de la Sagesse, autora de “Santa Juana de Arco. Virgen, Reina, Mártir”, Javier Paredes, catedrático de Historia Contemporánea; Alain Olivier, presidente de asociación de Nuestra Señora de Bermont (Francia); Margarita Torres, catedrática de Historia Medieval; P. Jacques Olivier, autor de “Prophéties et prédictions de Jeanne d’Arc”; Jorge Fernández, ex ministro del Interior de España; y Jacques Tremolet de Villers, abogado y autor de “Jeanne d’Arc: le procès de Rouen”, entre otros.

Puede acceder al documental "La Pasión de Santa Juana de Arco", gratis hasta el 30 de mayo, AQUÍ

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY LUNES18 DE MAYO DE 2020


Lecturas de hoy Lunes de la 6ª semana de Pascua
Hoy, lunes, 18 de mayo de 2020



Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (16,11-15):

NOS hicimos a la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de Macedonia y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días.
El sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo.
Se bautizó con toda su familia y nos invitó:
«Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa».
Y nos obligó a aceptar.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 149,1-2.3-4.5-6a.9b

R/. El Señor ama a su pueblo

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R/.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R/.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca.
Es un honor para todos sus fieles. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,26–16,4a):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho».

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy lunes, 18 de mayo de 2020
Carlos Latorre, cmf


Queridos hermanos:

Las lecturas que escuchamos en este tiempo después de Pascua nos demuestran la fuerza de la Resurrección que empuja a los Apóstoles y a otros evangelizadores a difundir la gran noticia de que Jesús está vivo. Es la más grande noticia de todos los siglos. Por eso  ellos corren  hasta los confines del mundo entonces conocido.

La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles que acabamos de escuchar nos lleva a la ciudad de Filipos, que ya pertenecía al continente europeo. Hoy nos resulta difícil imaginar la valentía que suponía abandonar un continente y adentrarse en otro, salir de Oriente Medio y entrar en Europa.

Lucas ha subrayado el encuentro del apóstol Pablo con una mujer piadosa que lo acogió en su casa y se entregó a Jesús con toda su familia. Allí comenzó a organizarse una pequeña comunidad abierta a todas las personas que buscaban a Dios. La mujer se llamaba Lidia y tenía un pequeño negocio de telas. Adoraba al verdadero Dios y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo.
 Se bautizó con toda su familia e invitó a Pablo y a sus compañeros: “«Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa”.

Estos hechos los conocemos gracias a San Lucas que tanto promocionó a la mujer en su evangelio. Y en esta ocasión ha subrayado con fuerza que gracias a Lidia la evangelización de Europa dio un paso adelante.

En las palabras del Evangelio escuchamos las palabras de Jesús: “Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo”.

Pero este testimonio de fe no irá acompañado de aplausos precisamente. Jesús les advierte con toda claridad sobre las dificultades que van a encontrar: “Os expulsarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios”. Pero los discípulos no están solos ni abandonados, el Espíritu Santo los sostiene en su decisión y no se esconden ni se echan atrás.

A los jóvenes seminaristas Mártires de Barbastro los milicianos que los iban a fusilar les decían: “No odiamos vuestras personas sino ese hábito que lleváis y lo que representáis”. ¿Y que representaban? La fe en Jesucristo. El joven seminarista  Esteban Casadevall dejó escrito: “Muero contento. Me tengo por feliz, como los Apóstoles, porque el Señor ha permitido que pueda sufrir algo por su amor antes de morir. Espero confiadamente que Jesús y el Corazón de María me llevarán pronto al cielo. Perdono de todo corazón a los que nos injurian, persiguen y quieren matarnos, y puedo decir con Jesucristo, moribundo en la cruz, al Eterno Padre: Padre, perdónalos, porque realmente no saben lo que hacen. Los ciegan sus dirigentes y el odio que nos tienen. Si supiesen lo que hacen, ciertamente no lo harían. Ya hemos rogado todos por su conversión. Yo les tengo verdadera compasión y desde el cielo espero conseguir que Dios Nuestro Señor les abra los ojos para que vean la verdad de las cosas y se conviertan. Francamente no tengo ninguna dificultad en perdonarles”.  La serenidad y la fortaleza de este joven de 23 años de edad nos sorprende. ¿Dónde las pudo aprender? Ciertamente en el amor a Jesucristo y en el apoyo de sus compañeros jóvenes mártires como él.

Si desean conocer más sobre los Mártires Claretianos de Barbastro pueden abrir la web: www.martiresdebarbastro.org  Yo vivo actualmente en el Museo de estos Beatos Mártires.

Vuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre
carloslatorre@claretianos.es

PAPA FRANCISCO POR 100 AÑOS DE NACIMIENTO DE SAN JUAN PABLOII, ERA HOMBRE DE DIOS


Papa Francisco por 100 años de nacimiento de San Juan Pablo II “era hombre de Dios”
Redacción ACI Prensa




El Papa Francisco celebró la misa por el centenario del nacimiento de San Juan Pablo II en la capilla de la Basílica de San Pedro, donde se encuentra su tumba.

Entre los concelebrantes se encontraban el Cardenal Angelo Comastri, Vicario General del Papa para la Ciudad del Vaticano y Arcipreste de la Basílica Vaticana; el Cardenal polaco Konrad Krajewski, Limosnero Apostólico; Mons. Piero Marini que fue durante 18 años maestro de las celebraciones litúrgicas durante el pontificado de Juan Pablo II; y el Arzobispo polaco Jan Romeo Pawłowski, jefe de la Tercera Sección de la Secretaría de Estado que se ocupa del personal diplomático de la Santa Sede. 

En la homilía, el Papa Francisco destacó que “el Señor ama a su pueblo” y un ejemplo de ese amor fue que hace 100 años “el Señor ha visitado a su pueblo y envió un pastor”.

El Papa Francisco recordó “la oración, la cercanía y el amor a la justicia” como tres aspectos fundamentales en la vida de San Juan Pablo II.


“San Juan Pablo II era un hombre de Dios porque oraba y rezaba”, aseguró el Papa, además destacó que “Él sabía bien que el primer trabajo de un Obispo es la oración, y esto no lo ha dicho el Vaticano II, lo dijo San Pedro”.

En relación con la cercanía con el pueblo, el Papa Francisco destacó que San Juan Pablo II que salía al encuentro con el pueblo y “por eso dio la vuelta al mundo entero, buscando a su pueblo, haciéndose cercano”.

“La cercanía es uno de los signos de Dios con su pueblo”, precisó el Papa Francisco y apuntó que esa cercanía de Dios con el pueblo después “se hace estrecha en Jesús, se hace fuerte en Jesús”.

“San Juan Pablo II nos ha dado el ejemplo de esta cercanía, cercano a los grandes y pequeños, a los cercanos y lejanos, pero él siempre se hacía cercano”, apuntó.

Y por último el Papa Francisco también recordó el “amor por la justicia” que tenía San Juan Pablo II: “Un hombre que quería la justicia social, la justicia del pueblo, la justicia que tira fuera a las guerra, la justicia completa”.


“Por eso San Juan Pablo II era el hombre de la misericordia porque justicia y misericordia van juntas, no se pueden distinguir” y “una sin la otra no se encuentran”.

En la importancia de la misericordia el Papa Francisco destacó “cómo empujó la devoción a Santa Faustina, y ahora su memoria litúrgica será para toda la Iglesia”.

“Él había sentido que la justicia de Dios tenía este rostro de misericordia, esta conducta de misericordia, es un don que nos ha dejado: la justicia misericordiosa, y la misericordia justa”, apuntó.

Y pidió que la gracia de la oración, la gracia de la cercanía y la de la justicia misericordiosa y misericordia justa alcance “especialmente a los pastores de la Iglesia y a todos”.

SANTORAL DE HOY LUNES 18 DE MAYO DE 2020

Burcardo de Beinwil, Beato
Sacerdote, 18 de mayo



Martín Oprzadek, BeatoMartín Oprzadek, Beato
Presbítero y Mártir, 18 de mayo






Estanislao Kubski, BeatoEstanislao Kubski, Beato
Presbítero y Mártir, 18 de mayo






Guillermo de Toulouse, BeatoGuillermo de Toulouse, Beato
Presbítero, 18 de mayo






Blandina Merten, BeataBlandina Merten, Beata
Ursulina, Mayo 18






Venancio de Camerino, SantoVenancio de Camerino, Santo
Mártir, Mayo 18






Félix de Cantalicio, SantoFélix de Cantalicio, Santo
Capuchino, 18 de mayo



Juan I, SantoJuan I, Santo
Memoria Litúrgica, 18 de mayo

FELIZ SEMANA!!!






domingo, 17 de mayo de 2020

EL ESPÍRITU SANTO... ESTARÁ CON USTEDES


El Espíritu Santo... estará con ustedes


Jesús afirmó que en Él se había cumplido lo profetizado por Isaías: el Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido
 (Lc 4,17). Más adelante dijo que convenía que Él se fuera para que viniera el Espíritu Santo sobre cada uno de los cristianos. En el Bautismo y en la Confirmación somos ungidos, y el Espíritu de Jesús nos eleva y transforma ontológica y existencialmente: nuestra inteligencia, nuestra voluntad, nuestro cuerpo; en una palabra, todo nuestro ser humano es divinizado. Por eso, cuando un cristiano desempeña con amor cualquier acción que parece intranscendente, aquello rebosa de la trascendencia de Dios.


La vida del cristiano ha de ser una imitación de la vida de Cristo, viviendo según el Espíritu Santo –que es el Espíritu que moraba en Jesús y le guiaba– y también a nosotros quiere conducirnos. ¡Fuera las obras de la carne!, como dirá san Pablo, fuera el pecado y todo lo que desdice de la nueva condición de hijos de Dios.

EL ESPÍRITU DE LA VERDAD


El Espíritu de la verdad



Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes y abatidos. Pronto no lo tendrán con él. ¿Quién podrá llenar su vacío? Hasta ahora ha sido él quien ha cuidado de ellos, los ha defendido de los escribas y fariseos, ha sostenido su fe débil y vacilante, les ha ido descubriendo la verdad de Dios y los ha iniciado en su proyecto humanizador.

Jesús les habla apasionadamente del Espíritu. No los quiere dejar huérfanos. Él mismo pedirá al Padre que no los abandone, que les dé “otro defensor” para que “esté siempre con ellos”. Jesús lo llama “el Espíritu de la verdad”. ¿Qué se esconde en estas palabras de Jesús?

Este “Espíritu de la verdad” no hay que confundirlo con una doctrina. Esta verdad no hay que buscarla en los libros de los teólogos ni en los documentos de la jerarquía. Es algo mucho más profundo. Jesús dice que “vive con nosotros y está en nosotros”. Es aliento, fuerza, luz, amor... que nos llega del misterio último de Dios. Lo hemos de acoger con corazón sencillo y confiado.

Este “Espíritu de la verdad” no nos convierte en “propietarios” de la verdad. No viene para que impongamos a otros nuestra fe ni para que controlemos su ortodoxia. Viene para no dejarnos huérfanos de Jesús, y nos invita a abrirnos a su verdad, escuchando, acogiendo y viviendo su Evangelio.

Este “Espíritu de la verdad” no nos hace tampoco “guardianes” de la verdad, sino testigos. Nuestro quehacer no es disputar, combatir ni derrotar adversarios, sino vivir la verdad del Evangelio y “amar a Jesús guardando sus mandatos”.

Este “Espíritu de la verdad” está en el interior de cada uno de nosotros defendiéndonos de todo lo que nos puede apartar de Jesús. Nos invita abrirnos con sencillez al misterio de un Dios, Amigo de la vida. Quien busca a este Dios con honradez y verdad no está lejos de él. Jesús dijo en cierta ocasión: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Es cierto.

Este “Espíritu de la verdad” nos invita a vivir en la verdad de Jesús en medio de una sociedad donde con frecuencia a la mentira se le llama estrategia; a la explotación, negocio; a la irresponsabilidad, tolerancia; a la injusticia, orden establecido; a la arbitrariedad, libertad; a la falta de respeto, sinceridad...

¿Qué sentido puede tener la Iglesia de Jesús si dejamos que se pierda en nuestras comunidades el “Espíritu de la verdad”?
¿Quién podrá salvarla del autoengaño, las desviaciones y la mediocridad generalizada?
¿Quién anunciará la Buena Noticia de Jesús en una sociedad tan necesitada de aliento y esperanza?



* Padre José Antonio Pagola

LAS 7 M DE MARÍA


Las 7 M de María
Podemos encontrar 7 características que podemos asociar con la letra M.


Por: Ricardo Arriola, LC | Fuente: Catholic.net




En María nos encontramos con la persona que más nos puede ayudar para acercarnos a Cristo. Ella fue la que lo llevó en su vientre durante nueve meses; fue ella la que le ayudó a dar sus primeros pasos; fue ella quien le enseñó las primeras palabras; la que le preparaba su comida preferida en los días especiales.

María es la mujer que siempre está presente. Es la que estuvo al inicio y al final de la vida de Cristo, en silencio, en actitud orante, con una esperanza inquebrantable. María estaba segura del triunfo de Dios en la historia, en su historia personal y en la historia de todos los hombres.

Es ella, María, de quien podemos aprender cómo vivir nuestra vida cristiana, nuestra vida de imitación de Cristo, porque fue ella y ha sido ella, el ser humano que más cerca está de Él.

En María podemos encontrar siete características especiales que podemos asociar con la letra M. Ella es la mujer que podemos observar porque ella estaba (stabat) y ella está (stat). Pero no sólo la podemos observar como una estatua inmóvil, sino que es alguien que actúa. Por ello, creo que podemos contemplar en ella cuatro títulos y tres acciones.

Los títulos que encontramos en María son: Madre, Maestra, Modelo y Mujer.



1. Madre
Es la característica primordial que encontramos en María. Es madre de Cristo y madre nuestra. Es ella la que nos consuela, la que está al pendiente de nosotros, como cualquier madre lo haría. No es casualidad que una de las primeras palabras que hemos aprendido a pronunciar en nuestra vida ha sido “mamá”, porque en ella encontramos seguridad y paz.

María es mamá de cada uno de nosotros. Es ella la primera interesada en nuestra santidad. Es ella, nuestra madre, la que no nos dejará huérfanos nunca. El Papa Francisco dijo una vez en un encuentro que con seminaristas en el 2014: si no tenemos a María como madre, la tendremos como suegra. La relación yerno o nuera y suegra puede ser una relación difícil. Al parecer, la suegra busca involucrarse donde no le han llamado, pero para tratar de ayudar. Que no nos suceda lo mismo con María; ojalá nosotros siempre la llamemos para que no la sintamos como alguien ajena o intrusa a nuestras vidas, a nuestros proyectos, a nuestras cosas de todos los días.

2. Maestra
Como la Iglesia, María no sólo es Madre, sino también, Maestra. Maestra porque nos enseña. Nos enseña, en primer lugar, a dejarnos amar por Dios, como ella lo hizo. Los grandes maestros de vida, no se limitan a marcar un camino para que encontremos las metas, sino que nos muestran las metas y después nos enseñan a caminar, acompañándonos por el camino.

Así es María, nos enseña que lo más importante en nuestra vida es aprender a recibir el amor gratuito de Dios, como ella lo hizo; sólo así, podremos ser capaces de corresponder a ese amor. No al revés. El amor es siempre algo personal, por lo que implica la libertad de aceptarlo y eso es lo que María quiere enseñarnos en este tiempo: no importa cuántas cosas haces por Dios para demostrarle tu amor, sino cuánto te abres para recibir su amor.

3. Modelo
En los grandes libros de tratados de ascética y mística, como el del padre Tanquerey, encontramos definiciones extraordinarias como esta: Después de Jesús, María es el modelo más acabado que podemos imitar… el Espíritu Santo hizo de ella un retrato vivo de las virtudes de su Hijo… (cf. A. Tanquerey, Compendio de teología ascética y mística, Palabra, Madrid 1990, 97).

Cuando un artista ve el modelo que quiere imitar; cuando un escritor se basa en otros escritos clásicos para poder pulir el estilo; cuando un chef ve las fotos de las recetas que quiere preparar, etc., no se le hace un desperdicio el ver por un tiempo prolongado el modelo propuesto. Lo mismo debería ser en nuestro caso: no tenemos que considerar como tiempo perdido el contemplar el modelo más perfecto, después de Cristo, que tenemos a nuestro alcance: María.

El contemplarla nos llevará a imitarla y esta imitación no es ajena a la imitación que estamos llamados a hacer de Cristo. A veces, en nuestras vidas, vemos o sentimos que el ideal es demasiado alto: ser como Cristo, ser semejante a Él que es Dios verdadero y hombre verdadero. A veces se nos facilita tener un modelo más cercano, que no siendo Dios, podamos imitar, y ella, es María.

4. Mujer
María es mujer. Este toque le da un valor especial en su relación con los demás. Siendo mujer, no nos sentimos invadidos o coartados por una mirada que busca nuestra perfección sin ternura. Esta mirada femenina nos viene muy bien para ir formando nuestro corazón como el de Cristo. Nos ayuda a descubrir el valor de la complementariedad y de la donación sin límites que debemos tener.

El saber que María es mujer nos lleva a descubrir que ella intuye muchas cosas que nosotros no podemos ver a simple vista. Nos ayuda a no tener miedo de contarle nuestros problemas. No podemos tener miedo de sentir su cercanía y ternura, sino que nos ayuda a descubrir, en ella, a alguien a quien le podemos contar nuestros disgustos, nuestras alegrías, nuestras victorias y muchas derrotas.

María, siendo mujer, está acostumbrada a dar, a desgastarse por la persona amada, sobre todo por sus hijos. Atrevámonos a ver a María como verdadera mujer que estará a nuestro lado y nos ayudará a vencer los problemas, muchas veces, sólo con contárselas.

Después de descubrir en María cuatro títulos, debemos de ver tres acciones que ella realiza y que podemos imitar.

5. Medita
Primera acción que encontramos en María es su meditación, su contemplación. Es allí donde, muy probablemente, le habló el Arcángel Gabriel. Es allí, en la meditación, done iba recordando los episodios de su vida, donde iba pasando de nuevo en su corazón lo vivido o, más bien, donde volvía a su corazón a ver lo vivido. Las vivencias se conservan en el corazón y al recordar, al volver al corazón es donde las vemos. No es un simple pasar las cosas al corazón, sino es un entrar en el corazón, de nuevo, para ver esas cosas que no se mueven de allí.

El meditar en María es volver constantemente al corazón para descubrir en su llamada personal, las demás cosas y demás acontecimientos. Es un volver a ver, desde la fe, lo que le ha pasado y las experiencias vividas, desde Dios.

En la meditación de María descubrimos un agradecimiento continuo a Dios. Una alabanza perenne, un glorificar de su alma al Señor porque sabe que le ha llenado de beneficios, como canta ella en el Magnificat (cf. Lc 1,46-55).

6. Misiona
La segunda acción de María es la de misionar. Va, sale al encuentro de la persona necesitada. No se queda en casa pensando en su prima, una vez que sabe que está embarazada e intuye que podría necesitar ayuda. Es la primera misionera porque lleva a Cristo a los demás. Es la verdadera Arca de la Nueva Alianza.

Misionar, en la vida de María, es la actitud constante, unida a la oración. Al ver los beneficios de Dios en ella, sabe que no se los puede quedar egoístamente, sino que se siente casi obligada a compartirlos con los demás. Es la actitud del cristiano. Es lo que afirma Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est: «El programa del cristiano –el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús [y podemos añadir, el programa de María]– es un «corazón que ve». Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia» (n. 31).

7. Moldea
Por último, la última acción de María es el moldear. Moldear el corazón de sus hijos. No hay cosa más difícil de conocer que el corazón del hombre. Es María la que puede moldearlo si la dejamos actuar.

El dejarnos moldear es difícil, es una actitud, muchas veces pasiva. Y esta pasividad nos da miedo, pensamos que no hacemos nada; pero es un error. El no hacer nada se llama quietismo y eso ya fue condenado por la Iglesia. La actitud pasiva es una actitud de acogida, es dejarnos moldear por otros, es, en definitiva, el dejar que otro actúe en mí, porque yo ya no puedo o porque yo ya no sé cómo hacerle. Es la actitud del niño que ya lo ha intentado todo, pero que no ha podido lograrlo y, ahora, se deja ayudar, pide ayuda, insiste a sus padres para lograr el objetivo. Sólo con esta actitud filial podemos tener a María como madre y dejarnos moldear por ella. Pidámosle que moldeé nuestro corazón para parecernos cada vez más a Cristo.

Hemos descubierto cuatro títulos en María: Madre que nos da seguridad; Maestra que nos enseña a recibir amor de Dios; Mujer que nos llena de ternura y nos consuela; y Modelo a quien podemos imitar. También vimos tres acciones que ella hace: Medita, porque vuelve constantemente al corazón para ver las gracias recibidas de Dios; Misiona, no se queda con el amor recibido, sino que lo da a los demás; por último, Moldea el corazón de sus hijos para que nos parezcamos más a Cristo.
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