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jueves, 18 de agosto de 2016
miércoles, 17 de agosto de 2016
SALMO 22, EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA
Salmo
Sal 22,1-3a.3b-4.5.6
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
TRANSFORMA MI VIDA
Transforma mi vida
En tu vida se van dando posibilidades de cambiar para bien. Conviene que te detengas, evalúes con detención las ventajas, y tomes decisiones sabias y prudentes, porque ésa es la forma normal de progresar. No caigas en el error de desechar todo cambio por principio; ni tampoco en el otro extremo, de creer que toda novedad es mejor.
Señor, tú conoces mis vanidades y mis egoísmos, pero sabes que deseo entregarme más. Quiero penetrar un poco más en tu amistad y en tu camino. Por eso te pido que recibas el humilde ofrecimiento de mi vida, para que tú la transformes. Te entrego, Señor, mis esfuerzos y mis trabajos, mis cansancios y mis intentos. Sabes que todo tiene manchas, pero te lo entrego, para que sanes lo que no te agrade y bendigas lo que te glorifique. Toma mis pensamientos y afectos, mis búsquedas y mis deseos. Derrama la claridad de tu luz para que utilice mejor las capacidades que me regalaste y para que mi energía no se desgaste en metas egoístas. Toma todo mi ser, Dios mío, y manifiesta en mi vida tu gloria. Amén.
Responsabilidad, valor de las pequeñas tareas cotidianas, manifestaciones de bondad, superación del egoísmo, son líneas maestras de un serio programa espiritual que ayuda a crecer y madurar cada día. “Ser maduro es un aprendizaje constante y culmina cuando nos retiramos de esta fiesta que es la vida”. El Señor te acompañe con su gracia.
* Enviado por el P. Natalio
PARECE QUE DIOS NO ESCUCHA MI PLEGARIA
Parece que Dios no escucha mi plegaria
Será que no somos perseverantes en la plegaria o no pedimos como debemos.
Por: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Se cuenta que el emperador romano Alejandro Severo, pagano, pero naturalmente honesto, tuvo un día entre sus manos un pergamino en donde se hallaba escrito el Padrenuestro. Lo leyó lleno de curiosidad y tanto le gustó que ordenó a los orfebres de su corte fundir una estatua de Jesucristo, de oro purísimo, para colocarla en su propio oratorio doméstico, entre las demás estatuas de sus dioses, ordenando pregonar en la vía pública las palabras de aquella oración. Una oración tan bella sólo podía venir del mismo Dios.
Se han escrito muchísimos comentarios sobre el Padrenuestro, y creo que nunca terminaríamos de agotar su contenido. No en vano fue la oración que Jesucristo mismo nos enseñó y que, con toda razón, se ha llamado la “oración del Señor”. Es la plegaria de los cristianos por antonomasia y la que, desde nuestra más tierna infancia, aprendemos a recitar de memoria, de los labios de nuestra propia madre.
En una iglesia de Palencia, España, se escribió hace unos años esta exigente admonición:
No digas "Padre", si cada día no te portas como hijo.
No digas "nuestro", si vives aislado en tu egoísmo.
No digas "que estás en los cielos", si sólo piensas en cosas terrenas.
No digas "santificado sea tu nombre", si no lo honras.
No digas "venga a nosotros tu Reino", si lo confundes con el éxito material.
No digas "hágase tu voluntad", si no la aceptas cuando es dolorosa.
No digas "el pan nuestro dánosle hoy", si no te preocupas por la gente con hambre.
No digas "perdona nuestras ofensas", si guardas rencor a tu hermano.
No digas "no nos dejes caer en la tentación", si tienes intención de seguir pecando.
No digas "líbranos del mal", si no tomas partido contra el mal.
No digas "amén", si no has tomado en serio las palabras de esta oración.
La parábola del amigo inoportuno, tan breve como tan bella, nos revela la necesidad de orar con insistencia y perseverancia a nuestro Padre Dios. Es sumamente elocuente: “Yo os digo que si aquel hombre no se levanta de la cama y le da los panes por ser su amigo –nos dice Jesús— os aseguro que, al menos por su inoportunidad, se levantará y le dará cuanto necesite”. Son impresionantes estas consideraciones. Nuestro Señor nos hacen entender que, si nosotros atendemos las peticiones de los demás al menos para que nos dejen en paz, sin tener en cuenta las exigencias de la amistad hacia nuestros amigos, ¡con cuánta mayor razón escuchará Dios nuestras plegarias, siendo Él nuestro Padre amantísimo e infinitamente bueno y cariñoso!
Por eso, Cristo nos dice: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”. Si oramos con fe y confianza a Dios nuestro Señor, tenemos la plena seguridad de que Él escuchará nuestras súplicas. Y si muchas veces no obtenemos lo que pedimos en la oración es porque no oramos con la suficiente fe, no somos perseverantes en la plegaria o no pedimos como debemos; es decir, que se cumpla, por encima de todo, la voluntad santísima de Dios en nuestra vida. Orar no es exigir a Dios nuestros propios gustos o caprichos, sino que se haga su voluntad y que sepamos acogerla con amor y genrosidad. Y, aun cuando no siempre nos conceda exactamente lo que le pedimos, Él siempre nos dará lo que más nos conviene.
Es obvio que una mamá no dará un cuchillo o una pistola a su niñito de cinco años, aunque llore y patalee, porque ella sabe que eso no le conviene.
¿No será que también nosotros a veces le pedimos a Dios algo que nos puede llevar a nuestra ruina espiritual? Y Él, que es infinitamente sabio y misericordioso, sabe muchísimo mejor que nosotros lo que es más provechoso para nuestra salvación eterna y la de nuestros seres queridos. Pero estemos seguros de que Dios siempre obra milagros cuando le pedimos con total fe, confianza filial, perseverancia y pureza de intención. ¡La oración es omnipotente!
Y, para demostrarnos lo que nos acaba de enseñar, añade: “¿Qué padre entre vosotros, si el hijo le pide un pan, le dará una piedra? ¿O, si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”
Efectivamente, con un Dios tan bueno y que, además, es todopoderoso, ¡no hay nada imposible!
Termino con esta breve historia. En una ocasión, un niño muy pequeño hacía grandes esfuerzos por levantar un objeto muy pesado. Su papá, al ver la lucha tan desigual que sostenía su hijito, le preguntó:
- "¿Estás usando todas tus fuerzas?"
- "¡Claro que sí!" -contestó malhumorado el pequeño.
- "No es cierto –le respondió su padre— no me has pedido que te ayude".
Pidamos ayuda a nuestro Padre Dios…. ¡¡y todo será infinitamente más sencillo en nuestra vida!!
PAPA FRANCISCO: SEAMOS SIGNO VISIBLE DE LA MISERICORDIA DE DIOS
Papa Francisco: Seamos signo visible de la misericordia de Dios
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa.
VATICANO, 17 Ago. 16 / (ACI).- En su Audiencia General del 17 de agosto, en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Papa Francisco exhortó a los fieles a ser “signo visible de la misericordia de Dios”, para que descienda “la comunión y la paz entre los hombres y la comunión de los hombres con Dios”.
El Santo Padre dedicó su catequesis a “la misericordia como instrumento de comunión”, tomando como base el milagro de la multiplicación de los panes y peces relatado en el Evangelio de San Mateo, y dijo que el “camino a seguir” señalado por Jesús a sus discípulos, es “saciar al pueblo y tenerlo unido; es decir, estar al servicio de la vida y de la comunión”.
“Pues invoquemos al Señor, para que haga siempre a su Iglesia capaz de este santo servicio, y para que cada uno de nosotros pueda ser instrumento de comunión en su propia familia, en el trabajo, en la parroquia y en los grupos de pertenencia”.
El Papa indicó que “el inicio de la narración que hace Mateo” presenta a Jesús que “apenas recibido la noticia de la muerte de Juan Bautista, y con una barca atraviesa el lago en búsqueda de ‘un lugar desierto para esta a solas’”.
“La gente lo intuye y lo precede a pie – Él va por el lago, y la gente a pie – así que ‘cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos’”.
“Así era Jesús: siempre con la compasión, siempre pensando en los demás”, indicó el Papa.
“Impresiona la determinación de la gente, que teme ser dejada sola, como abandonada”, destacó el Santo Padre, y señaló que “viendo esto Jesús se conmueve. Jesús no es frío, no tiene un corazón frío. Jesús es capaz de conmoverse”.
“Su compasión no es un vago sentimiento; en cambio muestra toda la fuerza de su voluntad por estar cerca de nosotros y salvarnos. Nos ama tanto. Tanto nos ama, Jesús. Y quiere estar cerca de nosotros”.
Al acercarse la tarde, recordó el Papa, “Jesús se preocupa por dar de comer a todas aquellas personas, cansadas y hambrientas” y “quiere involucrar en esto a sus discípulos”.
“De hecho, les dice a ellos: ‘denles de comer ustedes mismos’. Y demostró a ellos que los pocos panes y peces que tenían, con la fuerza de la fe y de la oración, podían ser compartidos por toda aquella gente. Es un milagro que hace Él, pero es el milagro de la fe, de la oración con la compasión y el amor”.
El Santo Padre destacó que “el Señor va al encuentro de las necesidades de los hombres, pero quiere hacer de cada uno de nosotros concretamente participes de su compasión”.
Francisco también hizo hincapié en que los signos de Jesús en el milagro de la multiplicación de los panes y los peces son los mismos que “ha realizado en la Última Cena: el mismo; y son también los mismos que todo sacerdote realiza cuando celebra la Santa Eucaristía. La comunidad cristiana nace y renace continuamente de esta comunión eucarística”.
“Vivir la comunión con Cristo es por lo tanto otra cosa que permanecer pasivos y ajenos a la vida cotidiana, al contrario, siempre nos introduce más en la relación con los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, para ofrecerles un signo concreto de la misericordia y de la atención de Cristo”, dijo.
El Santo Padre subrayó que “así Jesús ve a la gente, siente compasión, multiplica los panes y lo mismo hace con la Eucaristía”.
“Y nosotros creyentes que recibimos este pan somos impulsados por Jesús a llevar este servicio a los demás, con la misma compasión de Jesús. Este es el camino”, indicó.
VATICANO PRESENTA NUEVO PROYECTO DE EDUCACIÓN AFECTIVA SEXUAL PARA JÓVENES
Vaticano presenta nuevo proyecto de educación afectiva sexual para jóvenes
VATICANO, 16 Ago. 16 / (ACI).- El Pontificio Consejo para la Familia presentó oficialmente el curso de educación afectivo sexual titulado "El lugar del encuentro", que ya está disponible, de forma gratuita, en 5 idiomas para los adolescentes y jóvenes de todo el mundo.
El programa, disponible en español, inglés, portugués, italiano y francés, fue presentado durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y abre la perspectiva al Encuentro Mundial de las Familias de Dublín en 2018.
Además, está dividido en 6 unidades en las que se busca acompañar a los jóvenes en la comprensión de sí mismos y en el descubrimiento del plan de Dios para cada uno.
“‘El lugar del encuentro, la aventura del amor’ intenta ofrecer un itinerario de educación al amor que ayude a los jóvenes a descubrir la belleza de la entrega mutua y la búsqueda de la felicidad a través de la entrega del cuerpo y del espíritu”, explica el sitio web.
“A través del lenguaje corporal, la sexualidad y los afectos se revelan como dinamismos para vivir una existencia en plenitud en la cotidianidad de la vida”, añade.
En un discurso en el Vocations Center de la JMJ Cracovia 2016, Mons. Simón Vázquez, Subsecretario del Pontificio Consejo para la Familia, resaltó que todo el material está disponible para que los educadores de todo el mundo puedan utilizarlo y enriquecerlo con ideas y experiencias.
“El proyecto que se presenta es el inicio de un camino. No es un curso cerrado y terminado, sino que es una oportunidad para convocar a una comunidad grande de personas a colaborar, a trabajar, a intercambiar experiencias y conocimientos en este campo especial de la educación”, expresó en aquella ocasión Mons. Simón.
“Ojala este curso que hoy se presenta pueda ayudar a los jóvenes a vivir la alegría del amor en su dimensión integral como el Papa invita a aquellos que formarán las familias futuras del mundo y que serán los protagonistas no solo ya de la aventura del amor sino de la civilización del amor en los próximos años”, concluyó.
Más información: www.educazioneaffettiva.org/?lang=es
EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 17 DE AGOSTO 2016 - ES INJUSTO NUESTRO SEÑOR?
¿Es injusto Nuestro Señor?
¿Es injusto Nuestro Señor?
Mateo 20, 1-16. Tiempo Ordinario. El premio de la acogida que damos a Cristo es uno solo, igual para todos: el denario de la gloria y de la felicidad eterna.
Por: P. Sergio A. Cordova LC | Fuente: Catholic.net
Mateo 20, 1-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: Nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a mi viña. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.
Oración
Señor, gracias por darme la gran oportunidad de poder trabajar en tu viña. Permite que en esta oración crezca en la fe y en amor para que nunca haga comparaciones inútiles y que, en todo, y con todos, promueva la unidad y la concordia.
Petición
Jesús, concédeme que sepa reconocer siempre los innumerables dones con los que colmas mi vida.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: Nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a mi viña. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.
Oración
Señor, gracias por darme la gran oportunidad de poder trabajar en tu viña. Permite que en esta oración crezca en la fe y en amor para que nunca haga comparaciones inútiles y que, en todo, y con todos, promueva la unidad y la concordia.
Petición
Jesús, concédeme que sepa reconocer siempre los innumerables dones con los que colmas mi vida.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
¿Qué hay detrás de una llamada?
Hoy me presentas diversos llamados que haces a los hombres. A unos los llamas en la mañana de su vida, a otros en la juventud, a algunos en su edad adulta y unos más en la vejez. Lo que me impacta es que llamas. Tú nunca dejas de llamar e invitar a seguirte.
Pero ¿qué hay detrás de una llamada? Generalmente cuando llamo a alguien, lo hago por diversos motivos. Puedo llamar a una persona porque necesito algo de él, porque lo quiero tener a mi lado, porque él necesita algo de mí, porque me agrada pasar tiempo junto a él. Hay muchos motivos.
Sin embargo la pregunta puede ir más allá: ¿por qué siendo Tú, Dios Todopoderoso, llamas al hombre? Tú has hecho, sin mi ayuda, el mundo con todas sus maravillas, has llevado los hilos de la historia por muchísimos siglos, has obrado la redención sin mi presencia. Y entonces, ¿por qué me llamas para que colabore en la misión de instaurar tu Reino, trabajar en tu viña, sembrar tu Palabra?
Ésta es la pregunta que quiero platicar contigo en esta oración. En ella podré encontrar un poco mejor el sentido de mi existencia y de mi vocación al Regnum Christi.
¡Qué maravilla que no eres el Dios autosuficiente que trabaja solo! Pides mi colaboración. Bien lo podrías hacer Tú solo y mucho mejor de como lo haría yo… pero no. ¡Soy importante para Ti! Me pensaste, me creaste, me miraste, me guiaste a tu encuentro, me miraste fijamente, me señalaste, te dirigiste a mí y me llamaste. No te importó mi edad, mi vestido, mi debilidad, mi cualidad. Sólo por amor me llamaste y en este mismo amor me sostienes.
Dame la gracia de ser fiel a la vocación que me has dado y a cada invitación que a cada momento de mi vida me estás haciendo.
«Somos artífices de la cultura del encuentro. Somos sacramento viviente del abrazo entre la riqueza divina y nuestra pobreza. Somos testigos del abajamiento y la condescendencia de Dios, que precede en el amor incluso nuestra primera respuesta. El diálogo es nuestro método, no por astuta estrategia sino por fidelidad a Aquel que nunca se cansa de pasar una y otra vez por las plazas de los hombres hasta la undécima hora para proponer su amorosa invitación.»
(Discursode S.S. Francisco, 23 de septiembre de 2015).
Reflexión
¿Has leído con atención el Evangelio de hoy? Conviene que lo hagas, porque humanamente es muy desconcertante...
Estamos demasiado habituados a oír hablar de los “derechos de los trabajadores”, de sindicatos obreros y de los derechos de las clases sociales menos favorecidas, vocablos y conceptos acuñados por las diversas corrientes del socialismo. A primera vista, parecería que Jesucristo nos hablara hoy de este mismo tema, pero la realidad es muy diferente.
Nuestro Señor nos narra la historia de un rico propietario que va a la ciudad a contratar jornaleros para su viña a distintas horas del día: a unos los contrata al amanecer, a otros a media mañana, al mediodía a otros, y a los últimos al atardecer. Y, cuando los llama para darles la “raya”, –su salario–, comienza por los que trabajaron sólo una hora. Les da un denario a cada uno. Obviamente, los primeros, al ver la escena, comenzaron a frotarse las manos pensando que a ellos les tocaría de a más. Pero, ¡cuál no fue su sorpresa al recibir, también ellos, un denario! Pero es que ellos habían aguantado el peso del bochorno, del trabajo y del calor de todo el día!... ¡Qué injusticia! ¿Por qué actúa así el dueño de la viña? Si hubieran existido en tiempos de Jesús los sindicatos de trabajadores, seguramente habrían demandado a ese propietario por ser un “negrero” y un “burgués explotador”!...
Pero, vayamos con calma. Jesucristo NO nos está hablando aquí de la justicia distributiva, ni de salarios, ni de nada de eso. El contexto es bastante diferente. Vamos a ubicarnos. Si volvemos a leer el Evangelio, nos daremos cuenta de que Cristo comienza la parábola con estas palabras: “El Reino de los cielos se parece a un propietario que...” Aquí está el tema: nos está hablando del Reino de los cielos. Es decir, de la posibilidad de ser de aquellos que reciben la redención mesiánica. Dicho con palabras simples, trata de nuestra salvación, de esa que Cristo vino a traernos con su venida a la tierra y que continuará a lo largo de los siglos a través de su Iglesia.
El problema que afronta Jesús en la parábola es qué lugar o posición tendrán los hebreos y los paganos, los justos y los pecadores en relación con este mensaje salvífico que Él vino a anunciar. Éste era un tema muy candente en los tiempos de Cristo: los escribas y fariseos –que se creían los “justos” y los predilectos del pueblo judío–, ¿tenían que creer en la predicación del Bautista o no? ¿tenían que hacer caso a las enseñanzas de Cristo o era éste un “falso profeta” a quien ellos podían juzgar y condenar libremente? ¡Esto fue precisamente lo que hicieron ésos con nuestro Señor! En cambio, los publicanos, los pecadores y las prostitutas –a quienes los fariseos despreciaban como judíos de “segunda clase” y como gente perversa y “maldita”–, éstos sí creyeron en Cristo y se convirtieron...
A esta luz hemos de entender la parábola: los jornaleros de primera hora de la mañana son los fariseos, y los de la última hora vespertina son los pecadores. Los mañaneros son el antiguo Israel, y los postreros somos los que formamos la Iglesia de Cristo. Éste es el sentido de las palabras del Maestro: “Los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros”. ¿Por qué? Porque aquéllos no abrieron su corazón a Cristo. Nuestro Señor no nos hace ninguna injusticia. Más bien, ¡somos nosotros los afortunados!, ¿no te parece? Y es que el premio de la acogida que damos a Cristo no puede ser sino uno solo, igual para todos: el denario de la gloria y de la felicidad eterna. Pero, una vez abrazada la fe, ya la recompensa será diversa para cada uno, como dice san Pablo: “Dios dará a cada uno según sus obras” (Rom 2,6).
Y es que Dios, amigo lector, no es injusto. ¡No puede serlo! Sería un absurdo. Es lo que dice el propietario a los jornaleros que le protestan: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que yo quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Su amor y su misericordia son infinitos, y superan con creces y sin punto de comparación las leyes de la justicia humana. ¡Para dicha y fortuna nuestra!
Propósito
No buscar el reconocimiento de los demás al ayudarlos en alguna cosa y recordar que el premio de la acogida que damos a Cristo es el denario de la gloria y de la felicidad eterna.
Diálogo con Cristo
Señor, dame el abandono y confianza que debo tener en todos y cada uno de los días de mi vida, para que no me atreva a desconfiar de tu ternura y misericordia. Tú nunca te dejas ganar en generosidad y nos das el ciento por uno, ¡gracias Señor por tu inmensa bondad! Permite que tu medida de amor sea la mía, en mis relaciones familiares y sociales. Que busque ser el primer servidor de todos.
Reflexión
¿Has leído con atención el Evangelio de hoy? Conviene que lo hagas, porque humanamente es muy desconcertante...
Estamos demasiado habituados a oír hablar de los “derechos de los trabajadores”, de sindicatos obreros y de los derechos de las clases sociales menos favorecidas, vocablos y conceptos acuñados por las diversas corrientes del socialismo. A primera vista, parecería que Jesucristo nos hablara hoy de este mismo tema, pero la realidad es muy diferente.
Nuestro Señor nos narra la historia de un rico propietario que va a la ciudad a contratar jornaleros para su viña a distintas horas del día: a unos los contrata al amanecer, a otros a media mañana, al mediodía a otros, y a los últimos al atardecer. Y, cuando los llama para darles la “raya”, –su salario–, comienza por los que trabajaron sólo una hora. Les da un denario a cada uno. Obviamente, los primeros, al ver la escena, comenzaron a frotarse las manos pensando que a ellos les tocaría de a más. Pero, ¡cuál no fue su sorpresa al recibir, también ellos, un denario! Pero es que ellos habían aguantado el peso del bochorno, del trabajo y del calor de todo el día!... ¡Qué injusticia! ¿Por qué actúa así el dueño de la viña? Si hubieran existido en tiempos de Jesús los sindicatos de trabajadores, seguramente habrían demandado a ese propietario por ser un “negrero” y un “burgués explotador”!...
Pero, vayamos con calma. Jesucristo NO nos está hablando aquí de la justicia distributiva, ni de salarios, ni de nada de eso. El contexto es bastante diferente. Vamos a ubicarnos. Si volvemos a leer el Evangelio, nos daremos cuenta de que Cristo comienza la parábola con estas palabras: “El Reino de los cielos se parece a un propietario que...” Aquí está el tema: nos está hablando del Reino de los cielos. Es decir, de la posibilidad de ser de aquellos que reciben la redención mesiánica. Dicho con palabras simples, trata de nuestra salvación, de esa que Cristo vino a traernos con su venida a la tierra y que continuará a lo largo de los siglos a través de su Iglesia.
El problema que afronta Jesús en la parábola es qué lugar o posición tendrán los hebreos y los paganos, los justos y los pecadores en relación con este mensaje salvífico que Él vino a anunciar. Éste era un tema muy candente en los tiempos de Cristo: los escribas y fariseos –que se creían los “justos” y los predilectos del pueblo judío–, ¿tenían que creer en la predicación del Bautista o no? ¿tenían que hacer caso a las enseñanzas de Cristo o era éste un “falso profeta” a quien ellos podían juzgar y condenar libremente? ¡Esto fue precisamente lo que hicieron ésos con nuestro Señor! En cambio, los publicanos, los pecadores y las prostitutas –a quienes los fariseos despreciaban como judíos de “segunda clase” y como gente perversa y “maldita”–, éstos sí creyeron en Cristo y se convirtieron...
A esta luz hemos de entender la parábola: los jornaleros de primera hora de la mañana son los fariseos, y los de la última hora vespertina son los pecadores. Los mañaneros son el antiguo Israel, y los postreros somos los que formamos la Iglesia de Cristo. Éste es el sentido de las palabras del Maestro: “Los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros”. ¿Por qué? Porque aquéllos no abrieron su corazón a Cristo. Nuestro Señor no nos hace ninguna injusticia. Más bien, ¡somos nosotros los afortunados!, ¿no te parece? Y es que el premio de la acogida que damos a Cristo no puede ser sino uno solo, igual para todos: el denario de la gloria y de la felicidad eterna. Pero, una vez abrazada la fe, ya la recompensa será diversa para cada uno, como dice san Pablo: “Dios dará a cada uno según sus obras” (Rom 2,6).
Y es que Dios, amigo lector, no es injusto. ¡No puede serlo! Sería un absurdo. Es lo que dice el propietario a los jornaleros que le protestan: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que yo quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Su amor y su misericordia son infinitos, y superan con creces y sin punto de comparación las leyes de la justicia humana. ¡Para dicha y fortuna nuestra!
Propósito
No buscar el reconocimiento de los demás al ayudarlos en alguna cosa y recordar que el premio de la acogida que damos a Cristo es el denario de la gloria y de la felicidad eterna.
Diálogo con Cristo
Señor, dame el abandono y confianza que debo tener en todos y cada uno de los días de mi vida, para que no me atreva a desconfiar de tu ternura y misericordia. Tú nunca te dejas ganar en generosidad y nos das el ciento por uno, ¡gracias Señor por tu inmensa bondad! Permite que tu medida de amor sea la mía, en mis relaciones familiares y sociales. Que busque ser el primer servidor de todos.
P. Sergio Cordova LC
LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 17 DE AGOSTO
LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 17
Aquí tienes las ocho leyes que dio Abraham Lincoln y que, a no dudarlo, son de gran sabiduría:
1. No llegarás a la prosperidad despreciando la economía.
2. No puedes fortalecer al débil debilitando al fuerte.
3. No puedes ayudar al obrero degradando al que le paga su salario.
4. No promuevas la hermandad de los hombres incitando al odio de las clases.
5. No puedes ayudar al pobre destruyendo al rico.
6. No puedes establecer una seguridad bien fundada con dinero prestado.
7. No puedes dar al hombre valor y carácter, quitándole su iniciativa y su independencia.
8. No puedes ayudar a los hombres haciendo lo que ellos podrían hacer.
Consejos a nivel humano; pero si sobre ellos proyectamos la luz del Evangelio cobrarán nuevo sentido y trascendencia.
“Señor, los trabajos y el dolor tú los estás viendo y los consideras para tomarlos en tu propias manos. El débil se encomienda a ti; tú eres el protector del huérfano… Señor, tú escuchas los deseos de los pobres, los reconfortas y les prestas atención. Tú haces justicia al huérfano y al oprimido: ¡que el hombre hecho de tierra no infunda más temor!” (Sal 10,14-18)
* P. Alfonso Milagro
lunes, 15 de agosto de 2016
SALMO 44, DE PIE A TU DERECHA ESTÁ LA REINAN ENJOYADA CON ORO DE OFIR
Salmo
Sal 44,10bc.11-12ab.16
R/. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. R/.
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor. R/.
Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real. R/.
EL EVANGELIO DE HOY LUNES 15 DE AGOSTO 2016 - LA ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS
El triunfo definitivo de María
Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María. Que asunta hoy al cielo, sea siempre nuestra Madre, guía y compañera de camino hasta la eternidad.
Por: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!Y dijo María: Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia- como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
Oración introductoria
María, madre de Jesús y madre mía, tú escuchaste siempre a tu Hijo. Tú supiste glorificarlo y te llenaste de júbilo al saber reconocer a Dios. Estrella de la mañana, refugio de los pecadores, háblame de Él y muéstrame el camino para seguir a Cristo por el camino de la fe.
Petición
María, ayúdanos a imitar tu docilidad, tu silencio y escucha. María, háblanos de Jesús.
Meditación del Papa Francisco
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!Y dijo María: Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia- como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
Oración introductoria
María, madre de Jesús y madre mía, tú escuchaste siempre a tu Hijo. Tú supiste glorificarlo y te llenaste de júbilo al saber reconocer a Dios. Estrella de la mañana, refugio de los pecadores, háblame de Él y muéstrame el camino para seguir a Cristo por el camino de la fe.
Petición
María, ayúdanos a imitar tu docilidad, tu silencio y escucha. María, háblanos de Jesús.
Meditación del Papa Francisco
Hoy la Iglesia celebra una de las fiestas más importantes dedicadas a la Virgen María: la fiesta de su Asunción. Al finalizar su vida terrena, la Madre de Cristo ascendió en alma y cuerpo al Cielo, en la gloria de la vida eterna, en plena comunión con Dios.
La página del Evangelio de hoy nos presenta a María que, justo después de haber concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo, va a visitar a la anciana pariente Isabel, también ella esperando un niño de forma milagrosa. En este encuentro lleno de Espíritu Santo, María expresa su alegría con el cántico del Magnificat, porque ha tomado plena conciencia del significado de las grandes cosas que se están realizando en su vida: por medio de Ella se cumple la espera de su pueblo.
Pero el Evangelio nos muestra también cuál es el motivo más verdadero de la grandeza de María y de su felicidad: el motivo es la fe. De hecho, Isabel la saludó con estas palabras: “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lc 1,45). La fe es el corazón de toda la historia de María; Ella es la creyente, la gran creyente, sabe --y lo dice-- que en la historia pesa la violencia de los prepotentes, el orgullo de los ricos, la arrogancia de los soberbios. Aún así, María cree y proclama que Dios no deja solos a sus hijos, humildes y pobres, sino que les socorre con cuidado misericordioso, derrocando a los poderosos de sus tronos, dispersando a los orgullosos en las parcelas de sus corazones. Y esta es la fe de nuestra madre, esta es la fe de María.
El cántico de la Virgen nos deja también intuir el sentido cumplido de la historia de María: si la misericordia del Señor es el motor de la historia, entonces no podía “conocer la corrupción del sepulcro aquella que ha generado al Señor de la vida” Todo esto no tiene que ver solo con María. Las “cosas grandes” hechas en Ella por el Omnipotente nos tocan profundamente, nos hablan de nuestro viaje en la vida, nos recuerdan la meta que nos espera: la casa del Padre. Nuestra vida, vista a la luz de María asunta al Cielo, no es un deambular sin sentido, sino que es una peregrinación que, aún con todas sus incertezas y sufrimientos, tiene una meta segura: la casa de nuestro Padre, que nos espera con amor. Es bonito pensar esto, que tenemos un Padre que nos espera con amor. Y que nuestra Madre María también está arriba, nos espera con amor.
Mientras transcurre la vida, Dios hace resplandecer “para su pueblo, peregrino sobre la tierra, un signo de consolación y de esperanza segura”. Ese signo tiene un rostro y un nombre: el rostro luminoso de la Madre del Señor, el nombre bendecido de María, la llena de gracia, porque ha creído en la palabra del Señor. La gran creyente. Como miembros de la Iglesia, somos destinados a compartir la gloria de nuestra Madre, porque que, gracias a Dios, también nosotros creemos en el sacrificio de Cristo en la cruz y, mediante el Bautismo, entramos en este misterio de salvación.
Hoy todos juntos la rezamos, porque, mientras que se desata nuestro camino en esta tierra, Ella vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos, nos despeja el camino, nos indica la meta, y nos muestra después este exilio de Jesús, el fruto bendito de su vientre. Oh clemente, oh pía, oh dulce Virgen María.
Reflexión
Hay, en Jerusalén, dos basílicas cristianas dedicadas a la Asunción de la Santísima Virgen. Una, más pequeña y modesta en su fachada, pero muy hermosa por dentro, se encuentra al lado del huerto de Getsemaní. Está en el fondo del torrente Cedrón y muy cerquita de la basílica de la "Agonía" o de "Todas las naciones". La fachada es cruzada, pero el interior es la cripta de la primitiva iglesia bizantina construida a finales del siglo IV, durante el reinado de Teodosio el Grande (379-395). Y se cree que en este santo lugar yació el cuerpo de la Virgen María antes de ser asunta a los cielos.
La otra iglesia, ubicada en el Monte Sión, es una de las iglesias católicas más grandes y más magníficas de Jerusalén, y se le conoce con el nombre de "iglesia de la Dormición", pues en ella se pretende recordar y celebrar el "tránsito" de la Virgen de este mundo al otro. Está ubicada a unos cuantos pasos del Cenáculo, en donde nuestro Señor celebró la Última Cena con sus discípulos y en donde instituyó la Eucaristía.
Otra tradición dice que María murió en Éfeso, bajo el cuidado del apóstol san Juan. Pero no consta, ni parece verosímil que la Virgen se fuera a una ciudad tan lejana, ya anciana, siendo que en Jerusalén tendría a muchos de sus familiares. Además, la antiquísima veneración del sepulcro de la Virgen en Getsemaní y la celebración de la fiesta de la Dormición de María en Jerusalén inclinan la balanza hacia esta afirmación.
Sea como sea, el hecho es que, desde los primerísimos años de la Iglesia, ya se hablaba del "tránsito" de la Santísima Virgen, de su "dormición" temporal y de su “asunción” a los cielos. Y, sin embargo, aunque era una creencia general del pueblo cristiano, la Iglesia no proclamó este dogma sino hasta el año santo de 1950. Ha sido, hasta el presente, el último dogma mariano. La bula declaratoria de Pío XII reza así: "Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial".
La Asunción de María no se contiene de modo explícito en la Sagrada Escritura, pero sí implicítamente. El texto del Apocalipsis que escuchamos en la primera lectura de la Misa de hoy puede ser un atisbo, aunque no tiene allí su fundamento bíblico. Más bien, los Santos Padres y los teólogos católicos han visto vislumbrada esta verdad en tres elementos incontestables de nuestra fe: la unión estrecha entre el Hijo y la Madre, atestiguada en los Evangelios de la Infancia; la teología de la nueva Eva, imagen de la mujer nueva y madre nuestra en el orden de la gracia; y la maternidad divina y la perfecta redención de María por parte de Cristo. Todo esto "exigía" la proclamación de la Asunción de nuestra santísima Madre al cielo.
En efecto, la persuasión de todo el orbe católico acerca de la excelsa santidad de María, toda pura e inmaculada desde el primer instante de su concepción; el privilegio singularísimo de su divina maternidad y de su virginidad intacta; y su unión íntima e inseparable con Jesucristo, desde el momento de la Encarnación hasta el pie de la cruz y el día de la Ascensión de su Hijo al cielo, han sido siempre, desde los inicios, los argumentos más contundentes para creer que Dios no permitiría que su Madre se corrompiera en la oscuridad del sepulcro. Ella no podía sufrir las consecuencias de un pecado que no había conocido jamás.
"Con razón no quisiste, Señor –rezamos en el prefacio de la Misa de hoy— que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro".
La Asunción de nuestra Madre santísima constituye, además, una participación muy singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección y del triunfo definitivo de los demás cristianos, hijos suyos.
Ella, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y primicia de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. Y ya desde ahora, María brilla ante el pueblo de Dios, aún peregrino en este mundo, como faro luminoso, como estrella de la mañana, como señal de esperanza cierta, como causa de nuestra alegría, como auxilio de los cristianos, refugio de los pecadores y consuelo de los afligidos. ¡El triunfo de María es ya nuestro triunfo!
Propósito
¡Acójamos hoy a su regazo maternal y que María santísima, asunta hoy al cielo, sea siempre nuestra Madre, nuestra guía, nuestra protectora y abogada, nuestra reina y nuestra compañera de camino hasta la eternidad!
Hay, en Jerusalén, dos basílicas cristianas dedicadas a la Asunción de la Santísima Virgen. Una, más pequeña y modesta en su fachada, pero muy hermosa por dentro, se encuentra al lado del huerto de Getsemaní. Está en el fondo del torrente Cedrón y muy cerquita de la basílica de la "Agonía" o de "Todas las naciones". La fachada es cruzada, pero el interior es la cripta de la primitiva iglesia bizantina construida a finales del siglo IV, durante el reinado de Teodosio el Grande (379-395). Y se cree que en este santo lugar yació el cuerpo de la Virgen María antes de ser asunta a los cielos.
La otra iglesia, ubicada en el Monte Sión, es una de las iglesias católicas más grandes y más magníficas de Jerusalén, y se le conoce con el nombre de "iglesia de la Dormición", pues en ella se pretende recordar y celebrar el "tránsito" de la Virgen de este mundo al otro. Está ubicada a unos cuantos pasos del Cenáculo, en donde nuestro Señor celebró la Última Cena con sus discípulos y en donde instituyó la Eucaristía.
Otra tradición dice que María murió en Éfeso, bajo el cuidado del apóstol san Juan. Pero no consta, ni parece verosímil que la Virgen se fuera a una ciudad tan lejana, ya anciana, siendo que en Jerusalén tendría a muchos de sus familiares. Además, la antiquísima veneración del sepulcro de la Virgen en Getsemaní y la celebración de la fiesta de la Dormición de María en Jerusalén inclinan la balanza hacia esta afirmación.
Sea como sea, el hecho es que, desde los primerísimos años de la Iglesia, ya se hablaba del "tránsito" de la Santísima Virgen, de su "dormición" temporal y de su “asunción” a los cielos. Y, sin embargo, aunque era una creencia general del pueblo cristiano, la Iglesia no proclamó este dogma sino hasta el año santo de 1950. Ha sido, hasta el presente, el último dogma mariano. La bula declaratoria de Pío XII reza así: "Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial".
La Asunción de María no se contiene de modo explícito en la Sagrada Escritura, pero sí implicítamente. El texto del Apocalipsis que escuchamos en la primera lectura de la Misa de hoy puede ser un atisbo, aunque no tiene allí su fundamento bíblico. Más bien, los Santos Padres y los teólogos católicos han visto vislumbrada esta verdad en tres elementos incontestables de nuestra fe: la unión estrecha entre el Hijo y la Madre, atestiguada en los Evangelios de la Infancia; la teología de la nueva Eva, imagen de la mujer nueva y madre nuestra en el orden de la gracia; y la maternidad divina y la perfecta redención de María por parte de Cristo. Todo esto "exigía" la proclamación de la Asunción de nuestra santísima Madre al cielo.
En efecto, la persuasión de todo el orbe católico acerca de la excelsa santidad de María, toda pura e inmaculada desde el primer instante de su concepción; el privilegio singularísimo de su divina maternidad y de su virginidad intacta; y su unión íntima e inseparable con Jesucristo, desde el momento de la Encarnación hasta el pie de la cruz y el día de la Ascensión de su Hijo al cielo, han sido siempre, desde los inicios, los argumentos más contundentes para creer que Dios no permitiría que su Madre se corrompiera en la oscuridad del sepulcro. Ella no podía sufrir las consecuencias de un pecado que no había conocido jamás.
"Con razón no quisiste, Señor –rezamos en el prefacio de la Misa de hoy— que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro".
La Asunción de nuestra Madre santísima constituye, además, una participación muy singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección y del triunfo definitivo de los demás cristianos, hijos suyos.
Ella, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y primicia de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. Y ya desde ahora, María brilla ante el pueblo de Dios, aún peregrino en este mundo, como faro luminoso, como estrella de la mañana, como señal de esperanza cierta, como causa de nuestra alegría, como auxilio de los cristianos, refugio de los pecadores y consuelo de los afligidos. ¡El triunfo de María es ya nuestro triunfo!
Propósito
¡Acójamos hoy a su regazo maternal y que María santísima, asunta hoy al cielo, sea siempre nuestra Madre, nuestra guía, nuestra protectora y abogada, nuestra reina y nuestra compañera de camino hasta la eternidad!
Diálogo con Cristo
"No se aparte María de tus labios ni de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora, no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si la contemplas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; si ella es tu guía, no te fatigarás; y si ella te ampara, llegarás felizmente al puerto". Texto de san Bernardo
Preguntas o comentarios al autor P. Sergio Cordova LC
"No se aparte María de tus labios ni de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora, no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si la contemplas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; si ella es tu guía, no te fatigarás; y si ella te ampara, llegarás felizmente al puerto". Texto de san Bernardo
Preguntas o comentarios al autor P. Sergio Cordova LC
SUBES AL CIELO - LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Subes al cielo
Este es el día glorioso en que la Virgen Madre de Dios subió a los cielos; todos la aclamamos, tributándole nuestra alabanza: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Dichosa eres santa Virgen María, y digna de toda alabanza. De ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios”.
V. Bella y hermosa eres, Hija de Jerusalén.
R. Bella y hermosa eres, Hija de Jerusalén.
V. Subes al cielo, resplandeciente como la aurora cuando amanece.
R. Hija de Jerusalén.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bella y hermosa eres, Hija de Jerusalén.
Los santos Padres en las homilías dirigidas al pueblo en esta fiesta de la Asunción hablan como de algo ya conocido y aceptado por todos. Destacan que el cuerpo de la Virgen María no se corrompió, y pregonan su triunfo sobre la muerte y su glorificación en el cielo, a imitación de su Hijo único Jesucristo (Pío XII).
* Enviado por el P. Natalio
LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 15 DE AGOSTO
LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Agosto 15
Debemos brindar nuestro afecto y nuestra ayuda a todos.
A todo hombre: al que está en buena posición económica y al que se ve privado hasta de las cosas más necesarias.
Al que goza de salud, pero también al enfermo.
Al que come todos los días y al que sólo puede hacerlo día por medio.
Al que piensa como nosotros y al que discrepa de nuestras opiniones, sean éstas sociales, políticas o religiosas.
Al que está cerca de nosotros y al que vive muy alejado.
A todos sin excepción: la dama que firma con dos apellidos es tan hermana nuestra como la joven de servicio doméstico.
Todos somos hermanos; ayudémonos como hermanos. La vida será distinta.
Sólo entonces es cuando estaremos capacitados para poder rezar el Padre Nuestro, para poder decir a Dios que es nuestro Padre; solamente entonces, cuando logremos tratarnos unos a otros como hermanos y lo hagamos con entera sinceridad.
“Es completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado y condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano, incluso en la sociedad terrena” (LG 40)
* P. Alfonso Milagro
LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA, EXPLICACIÓN DE LA FIESTA
La Asunción de la Virgen María
Es un dogma de fe que María Santísima fue llevada al cielo en cuerpo y alma, Acontecimiento que celebramos el 15 de agosto
Por: Teresa Vallés | Fuente: Catholic.net
Explicación de la fiesta
La Asunción es un mensaje de esperanza que nos hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios y en la alegría de tener una madre que ha alcanzado la meta a la que nosotros caminamos.
Este día, recordamos que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado.
También, tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre María y cómo ella supo responder a éstas. Ella alcanzó la Gloria de Dios por la vivencia de las virtudes. Se coronó con estas virtudes.
La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su sola la maternidad, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento.
María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios.
En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve de esperanza.
María tuvo una enorme confianza en Dios y su corazón lo tenía lleno de Dios.
Ella es nuestra Madre del Cielo y está dispuesta a ayudarnos en todo lo que le pidamos.
Un poco de historia
El Papa Pío XII definió como dogma de fe la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950.
La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida.
Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas.
Este día tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre, María. ¡Qué bien supo Ella corresponder a éstas! Por eso, por su vivencia de las virtudes, Ella alcanzó la gloria de Dios: se coronó por estas virtudes.
María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios.
En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también.
María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios. Desde su Asunción al Cielo, Ella es nuestra Madre del Cielo.
Sugerencias para vivir la fiesta:
Tener una imagen de la Virgen María en el momento de la Asunción y poner junto de ésta un florero para repartir una flor con un letrero de una virtud propia de la Virgen para que cada uno medite en esta virtud y deposite la flor.
Coronar a la virgen María poniéndole una corona y explicando al mismo tiempo por que llegó al Cielo en cuerpo y alma.
Llevar y ofrecer flores a la Virgen.
Rezar el Rosario en familia con mucha devoción.
Cantar la canción a la Virgen María “¿Quién será esa mujer?”
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