martes, 10 de mayo de 2016

MADRES SANTAS


Madres santas
Una pequeña selección de mujeres, que como madres, sembraron semillas de santidad en sus hijos


Por: . | Fuente: Catholic.net 



Sin duda, una de las más grandes vocaciones ("sublime vocación" la llamaría San Juan XXIII), es la de ser madre. Y es que son muchas cosas las que la hacen ser única y particular: llevar al hijo en el vientre, el parto y sus dolores, la cercanía con los hijos, las continuas manifestaciones de afecto, etcétera. Y la vocación maternal puede ser todavía más sublime, cuando la madre engendra y educa un hijo que después se convierte en un modelo de vida para la Humanidad.
En esta ocasión presentamos una pequeña lista de grupo de mujeres, que que con su ejemplo y vocación, sembraron la fe en Cristo en el corazón de sus hijos.  (Con la clara exepción, en este punto, de la Santísima Virgen María).
Santa Ana, madre de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyo nombre se conserva gracias a la tradición de los cristianos.
La Virgen María, los Padres del Concilio de Efeso la aclamaron como Theotokos (Madre de Dios), porque en ella la Palabra se hizo carne, y acampó entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo otro nombre.
El 13 de mayo de 1917, en Portugal. En la localidad de Aljustrel, la contemplación de la que, en el orden de la gracia, es nuestra Madre clementísima, suscita en muchos fieles, no obstante las adversidades, la oración por los pecadores y la profunda conversión de los corazones.
Santa Nona de Nacianzo, esposa de san Gregorio el Viejo y madre de los santos Gregorio el Teólogo, Cesáreo y Gorgona († 374).


Santa Mónica, muy joven todavía, fue dada en matrimonio a Patricio, del que tuvo hijos, entre los cuales se cuenta a Agustín, por cuya conversión derramó abundantes lágrimas y oró mucho a Dios. Al tiempo de partir para África, ardiendo en deseos de la vida celestial, murió en la ciudad de Ostia del Tíber († 387).
Santa Matilde, esposa fidelísima del rey Enrique I, la cual, conspicua por la humildad y la paciencia, se dedicó a aliviar a los pobres y a fundar hospitales y monasterios. († 968)
Santa Isabel de Hungría, siendo casi niña se casó con Luis, landgrave de Turingia, a quien dio tres hijos, y al quedar viuda, después de sufrir muchas calamidades y siempre inclinada a la meditación de las cosas celestiales, se retiró a Marburgo, en la actual Alemania, en un hospital que ella misma había fundado, donde, abrazándose a la pobreza, se dedicó al cuidado de los enfermos y de los pobres hasta el último suspiro de su vida, que fue a los veinticinco años de edad († 1231).
Beata Margarita Pole, madre de familia y mártir, que, siendo condesa de Salisbury y madre del cardenal Reginaldo, fue decapitada en la cárcel de la Torre de Londres en tiempo del rey Enrique VIII por haber desaprobado su divorcio, encontrando así reposo en la paz de Cristo († 1541)
Beata María de la Encarnación Avrillot, ejemplar madre de familia y mujer sumamente devota, que introdujo el Carmelo en Francia, fundó cinco monasterios y, muerto su esposo, abrazó la vida religiosa. († 1618)
Santa Luisa de Marillac, viuda, que con el ejemplo formó el Instituto de Hermanas de la Caridad para ayuda de los necesitados, completando así la obra delineada por san Vicente de Paúl († 1660).
Beata Ana María Taigi, madre de familia, que, víctima de la violencia de su marido, cuidó de él y de sus siete hijos, educándolos convenientemente, y se distinguió, además, por su atención a las necesidades espirituales y materiales de los pobres y de los enfermos († 1837).
Santa Celia Guérin, esposa de Luis Martin y madre de santa Teresa del Niño Jesús, que con su marido son ejemplo de matrimonio cristiano († 1877).
Santa Gianna Beretta Molla, madre de familia, que, esperando un hijo, no dudó en anteponer con amor la vida de la criatura a la suya propia. († 1962) 
 
Enseñarás a volar...pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar...pero no soñarán tus sueños.
Enseñarás a vivir...pero no vivirán tu vida.
Enseñarás a cantar...pero no cantarán tu canción.
Enseñarás a pensar...pero no pensarán como tú.
Pero sabrás que cada vez que ellos vuelen, sueñen,vivan, canten y piensen...
¡Estará en ellos la semilla del camino enseñado y aprendido!

Madre Teresa de Calcuta

PRIMERO RECONCILIARSE


Primero reconciliarse
Comunión significa unión, y la unión requiere reconciliación


Por: P. Frank Pavone | Fuente: Priests for Life 




Una perspectiva importante a considerar frente a la pregunta si deberían recibir la comunión los políticos pro-aborto es la enseñanza de Jesús sobre la necesidad de reconciliarse con nuestros hermanos y hermanas antes de acercarse al altar.

"Si vas, pues, a presentar una ofrenda ante el altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda." (Mt 5:23-24)

Los que permiten el aborto no están reconciliados con sus hermanos y hermanas por nacer. No ver la igual dignidad de los niños en el vientre con los que están fuera de él es un prejuicio. Considerar a los niños por nacer como "no personas" e indignos de protección constitucional es un insulto. Y considerar a los hermanos y hermanas por nacer como "tejido" o "parásitos" es la peor manera de ofenderlos.

Los que hacen esto, antes de presentar su ofrenda en el altar, deben ir primero a reconciliarse con sus hermanos y hermanas por nacer.

La comunión se recibe en el marco del sacrificio de la misa. Ese sacrificio no es únicamente el sacrificio de Jesús, sino el de cada uno de nosotros junto con Jesús. Ofrecemos todos nuestros pensamientos, opiniones, relaciones y elecciones. Traemos nuestras ofrendas al altar porque queremos reconciliarnos con Dios. Pero los que quieren ser uno con Dios deben ser uno con su prójimo, con todos.



Para reconciliarse con el prójimo, primero hay que reconocerlo. El mandamiento "Ama a tu prójimo como a ti mismo" de hecho significa "Ama a tu prójimo como una persona igual que tú". Reconoce que no importa cuan diferente parezca, tu prójimo tiene la misma dignidad que tú y por lo tanto exige respeto y amor. La falta de protección al no nacido se basa en la falta de reconocimiento, que es la más fundamental falta de amor. En vez de detener el derramamiento de sangre, la controversia sobre el aborto se convierte, entonces, en cuestión de expresar creencias.

Más aún, para reconciliarnos con nuestro prójimo, tenemos que responder adecuadamente a sus necesidades. "Pues el que tuviere bienes del mundo y, viendo a su hermano tener necesidad, le cerrara sus entrañas, ¿cómo la caridad de Dios permanece en él?" (1 Jn 3:17) ¿Hay alguien más necesitado que un niño en el vientre? ¿Hay alguna necesidad mayor que salvar la propia vida frente a un ataque letal?

Para reconciliarnos con el prójimo, debemos evitar el falso testimonio. Afirmar de palabra o en los hechos, que los niños por nacer tienen menor valor que el resto de nosotros, es "mentir contra tu prójimo". Si lo estamos haciendo, no estamos listos para presentar nuestra ofrenda en el altar.

Comunión significa unión, y la unión requiere reconciliación. Esto se aplica a todo ciudadano. ¿Cuánto más aplicable es a aquellos que, como los funcionarios públicos, tienen la oportunidad de sancionar leyes que eliminan u otorgan protección a su prójimo más vulnerable?

EL ESPÍRITU SANTO, DON GRANDÍSIMO DE DIOS


El Espíritu Santo, don grandísimo de Dios
Jesús, con todo el poder que tiene como Dios, nos manda el Espíritu Santo, para que tome posesión de nuestros corazones


Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net 






Cuando hablamos del Espíritu Santo en nuestros mensajes parece que se anima el Programa. Ese día estamos pensando en Dios más que nunca. Y esto a lo mejor es lo que nos va a pasar hoy...

Un himno de la Liturgia se dirige al Espíritu Santo y le dice: Eres el regalo grande del Dios altísimo. Tan grande, que Dios echó el resto con el Espíritu Santo y se quedó sin nada más que darnos.

Parece mentira cómo hace Dios las cosas. Todas las hace en grande, como Dios que es. En Él no cabe hacer nada pequeño. Y así es cómo se nos ha dado Dios desde el principio. Ha ido escalonando las cosas que daba, y al fin se ha quedado sin nada más.

¿Y el Cielo?, preguntarán algunos. Sí, Dios a estas horas nos ha dado ya también el Cielo. Porque incluso el Cielo ya lo llevamos dentro. Lo único que falta es que se rompa el velo de la carne mortal para que podamos disfrutar en gloria lo que ya poseemos en gracia.

Las Tres Divinas Personas se nos han dado las tres, cada una a su manera, y se han dado del todo en forma asombrosa. Aunque, cuando se nos daba una Persona, se nos daban las otras por igual, cada una según es en el seno de la Santísima Trinidad.

El primero que se nos dio fue el Padre con la creación. Toda la obra inmensa que contemplan nuestros ojos salió de sus manos amorosas y la puso en las manos nuestras para que la disfrutemos a placer. Nos creó en inocencia y nos dio su gracia, de modo que desde el principio éramos hijos suyos.

Se nos daba después el Hijo en la obra de la Redención. Cuando cometimos la culpa y perdimos la gracia, Dios manda su Hijo al mundo para que nos salve, y ya sabemos cómo se nos dio Jesús. Desde la cuna de Belén y desde Nazaret hasta el Calvario, y a través de todos los caminos de Galilea, ¡hay que ver cómo se entregaba Jesús! Y cuando había de marchar de este mundo, se las ingenió para irse y quedarse a la vez. Porque, si no, ¿qué otra cosa es la Eucaristía?... Y, ya en el Cielo, nos va a hacer junto con el Padre el regalo de los regalos.

Finalmente, le tocaba el turno al Espíritu Santo.
Sentado a la derecha del Padre, Jesús, con todo el poder que tiene como Dios, nos manda el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, para que tome posesión de nuestros corazones, derrame en nosotros el Amor increado de Dios, nos llene de su santidad, nos colme con todos sus dones, produzca en nosotros todos los frutos del Cielo, y sea la prenda de nuestra vida eterna.

Así Dios, el Dios Uno en las Tres divinas Personas de la Santísima Trinidad, siendo infinitamente rico, se queda sin nada más que darnos...

El Espíritu Santo es el resto, el colmo, el regalo grande del Dios altísimo, que ya no puede inventar nada mayor para poderlo regalar.

Son muchas las personas que en nuestros días, volviendo a la devoción que la Iglesia de los primeros siglos tuvo al Espíritu Santo, nos han dado una verdadera lección de felicidad. ¡Hay que ver cómo disfrutan del Espíritu Santo en sus asambleas! Parecen tener la feliz enfermedad de un Felipe de Neri, el Santo más simpático que llenó la Roma del siglo dieciséis.

Se preparaba para celebrar la fiesta de Pentecostés, porque era muy devoto del Espíritu Santo, cuando se sintió de repente abrasado por un fuego devorador.
- ¡Que no puedo más! ¡Que no puedo más!...
Los que le rodeaban empezaron a buscar agua fría, le aplicaban al pecho paños mojados, y nada... El corazón palpitaba como un tambor. Hasta las costillas se levantaban como para estallar.
Felipe no podía aguantar el gozo inexplicable que le invadía:
- ¡Basta! ¡Que no puedo con tanta felicidad!...
Aquel fenómeno místico no se lo explicaba nadie, porque aquel calor le duraba como duraban las llagas a San Francisco de Asís o al Padre Pío...
Llegaba el invierno y tenía que descubrirse la ropa del pecho para que el calor del amor no se sintiera tan intenso. Y como nadie sabía de qué procedía, el Santo, como hacía con todas sus cosas, lo tomaba a risa delante de los demás. Caminaba así descubierto en pleno invierno por las calles de Roma, por mucho frío que hiciese, y se les reía a los jóvenes:
- ¡Vamos! A vuestra edad, ¿y no aguantáis el poco frío que hace?
Los médicos, que tampoco entendían nada, le daban medicinas equivocadas y no conseguían nada tampoco. Ni disminuían las palpitaciones, ni se arreglaban las costillas. El Santo seguía riéndose:
- Pido a Dios que estos médicos puedan entender mi enfermedad...

Pues, bien. Eso que ni los jóvenes ni los médicos entendían, es lo que hace en nosotros el Espíritu Santo que se nos ha dado. Así estalla su amor en el corazón. Dios lo quiso manifestar externamente en Felipe Neri para que nosotros entendiéramos la realidad mística y profunda que llevamos dentro.

El Espíritu Santo es el Huésped de nuestras almas y el que santifica nuestros cuerpos. El Espíritu Santo es el que ilustra nuestras mentes para que entendamos la verdad y penetremos en las intimidades de Dios. El Espíritu Santo es quien nos empuja hacia Dios con la oración que suscita en nosotros.

El Espíritu Santo, don grandísimo de Dios, lo último que le quedaba a Dios... Eso, eso es lo que Dios nos ha dado...

LA PAZ NO TIENE PRECIO


La paz no tiene precio
La paz es un don; un regalo que Jesús da, tejida de fe, de confianza, de abandono en la Providencia, de perdón dado y recibido. 


Por: P Alejandro Ortega Trillo LC | Fuente: www.aortega.org 




Daría la mitad de mi fortuna por un minuto de paz –dijo una vez un multimillonario. Y no andaba tan desubicado. Sin paz se puede tener todo menos felicidad. Quizá por ello, la filosofía y la espiritualidad han buscado siempre y tenazmente, sobre todo en el interior mismo del hombre, las fuentes de la paz; algo así como el eslabón perdido de la felicidad.

Según la sabiduría griega, en su versión estoica, la paz se halla en la «imperturbabilidad» (ataraxia), como resultado natural de una vida virtuosa y ajena a las pasiones insanas (apatheia). Para el budismo, en cambio, la paz está en el «nirvana»: esa serenidad inquebrantable que brota al extinguirse el fuego del deseo, la aversión y la desilusión.

El mundo contemporáneo, tendencialmente hedonista, ha hecho de la paz una mercancía lucrativa, cuyos ingredientes básicos son la seguridad y el bienestar. «Si quieres paz –anuncian las agencias– te vendo protección, alarmas, seguros de vida, pólizas contra robo e incendio, chequeos médicos y hermosas playas solitarias».

El cristianismo tiene una visión diferente. Su novedad está en que la paz no es ni sólo interior ni sólo exterior. Ni es mercancía que comprar, pues la paz no tiene precio; ni es tampoco resultado de una ascesis interior hasta lograr una voluntad refractaria a cualquier tipo de pasión o deseo. La paz es un don; un regalo que Jesús da a sus discípulos: «La paz os dejo; mi paz os doy» (Jn 14, 27). En cuanto don, viene de fuera; pero en cuanto fruto de la presencia de Jesús en nuestro corazón, es algo muy interior, íntimo, capaz de desafiar cualquier circunstancia externa.

La paz que da Jesús está tejida de fe, de confianza, de aceptación de la propia vulnerabilidad, de abandono en la Providencia, de perdón dado y recibido. Estas actitudes engendran paz porque, en el fondo, ordenan el corazón: restablecen equilibrios perdidos y ponen de nuevo cada cosa en su lugar. San Agustín definía la paz como la «tranquilidad del orden». Sólo Jesús, con su Presencia viva en nuestro corazón por la gracia, nos reconcilia con Dios, con los demás, con nosotros mismos y con las demás criaturas, y así pone en orden nuestro corazón; lo pone en paz.



Pero este don de la paz pide nuestra colaboración. Exige que vigilemos el corazón y evitemos pensamientos, deseos o actitudes que roban la paz. En nuestra situación actual de seres inclinados al desorden por el pecado original, por paradójico que parezca, la paz exige lucha. Es preciso pelear contra la soberbia, la ambición excesiva, los deseos impuros, las vanidades, las susceptibilidades, las envidias, los resentimientos, los miedos infundados. Nuestro corazón es un campo de batalla. En él se acepta o no a Jesús y, en consecuencia, en él se gana o se pierde la paz.

La Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra, ha sido siempre una gran pacificadora de corazones. Porque su Corazón Inmaculado, en perfecto orden, es un yacimiento profundísimo de paz. Basta meditar las dulces palabras que dirigió a Juan Diego en la ladera del Tepeyac: «Oye y ten entendido, hijo mío, el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón… ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás  bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa» (Relato del Nican Mopohua).

No hace falta la mitad de una fortuna para comprar un minuto de paz. Basta que nuestro corazón crea y acepte cada día el don de Jesús, y la tendrá toda la vida.

IMÁGENES DE LA VIRGEN DE FÁTIMA













PAPA FRANCISCO: PARA LLEVAR A CRISTO A LOS QUE SUFREN PRIMERO CULTIVEMOS LA FE


Papa Francisco: Para llevar a Cristo a los que sufren primero cultivemos la fe


 (ACI/EWTN Noticias).- Este lunes, durante la audiencia con los miembros del Círculo de San Pedro, El Papa Francisco reiteró su llamado a llevar el mensaje de Cristo a las personas que más sufren, sea material o espiritualmente, pero recordó que para poder realizar esta misión, es necesario primero renovar y cultivar la fe.

El Círculo de San Pedro fue fundado en Roma en 1869 por Pío IX, que confío a esta asociación, formada por antiguas familias romanas, la tarea de ayudar y prestar asistencia a las franjas más vulnerables de la capital italiana. Actualmente es la encargada de recoger el Óbolo de San Pedro.

En su discurso, el Santo Padre dijo que esta asociación “es expresión de una Iglesia ‘en salida’: una Iglesia que camina para buscar, visitar, encontrar, escuchar, compartir y permanecer al lado de las personas más pobres”.


Francisco explicó que la labor evangélica no es simplemente salir “al encuentro de los más necesitados, sino que salgan llevando a Jesús. Es el salir de los discípulos, de los amigos del Señor -afirmó- se trata de compartir su palabra, la del evangelio, de repetir sus gestos de perdón, de amor, de don, de no buscar el prestigio propio, sino el bien de los demás”.

Indicó que el ejemplo de esta actitud es María, que no se cansó de salir, de “ir de prisa para encontrar y llevar la visita de Dios”, como hizo cuando fue a visitar a su prima Isabel.

“María es icono de la fe -reiteró- Sólo en la fe se lleva a Jesús y no a uno mismo. En este Año Santo de la Misericordia, mientras nos esforzamos en recorrer el camino de las obras de misericordia, estamos llamados a renovarnos en la fe”.

“Para llevar la visita del Señor a los que sufren en el cuerpo y en el espíritu debemos cultivar la fe, esa fe que nace de la escucha de la palabra de Dios y crea una comunión profunda con Jesús. Los animo a proseguir su testimonio al servicio del evangelio de la caridad, a ser cada vez más signo e instrumento de la ternura de Dios hacia cada persona, especialmente las más frágiles y las descartadas”, expresó.

Finalmente, el Pontífice les agradeció “por el Óbolo de San Pedro, que recogen en todas las iglesias como signo de su participación en la solicitud del Obispo de Roma por las pobrezas de esta ciudad. ¡Que su benemérita actividad caritativa sea sostenida por la oración, para obtener del corazón de Cristo el amor qué llevar a los hermanos!”.

BUENOS DÍAS!!!


lunes, 9 de mayo de 2016

MEDITACIÓN Y EL EVANGELIO DE HOY LUNES 9 DE MAYO 2016


Texto del Evangelio (Jn 16,29-33): 

En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo».

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«¡Ánimo!: yo he vencido al mundo»
Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala 
(Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España)


Hoy podemos tener la sensación de que el mundo de la fe en Cristo se debilita. Hay muchas noticias que van en contra de la fortaleza que querríamos recibir de la vida fundamentada íntegramente en el Evangelio. Los valores del consumismo, del capitalismo, de la sensualidad y del materialismo están en boga y en contra de todo lo que suponga ponerse en sintonía con las exigencias evangélicas. No obstante, este conjunto de valores y de maneras de entender la vida no dan ni la plenitud personal ni la paz, sino que sólo traen más malestar e inquietud interior. ¿No será por esto que, hoy, las personas van por la calle enfurruñadas, cerradas y preocupadas por un futuro que no ven nada claro, precisamente porque se lo han hipotecado al precio de un coche, de un piso o de unas vacaciones que, de hecho, no se pueden permitir?

Las palabras de Jesús nos invitan a la confianza: «¡Ánimo!: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33), es decir, por su Pasión, Muerte y Resurrección ha alcanzado la vida eterna, aquella que no tiene obstáculos, aquella que no tiene límite porque ha vencido todos los límites y ha superado todas las dificultades. 

Los de Cristo vencemos las dificultades tal y como Él las ha vencido, a pesar de que en nuestra vida también hayamos de pasar por sucesivas muertes y resurrecciones, nunca deseadas pero sí asumidas por el mismo Misterio Pascual de Cristo. ¿Acaso no son “muertes” la pérdida de un amigo, la separación de la persona amada, el fracaso de un proyecto o las limitaciones que experimentamos a causa de nuestra fragilidad humana?

Pero «sobre todas estas cosas triunfamos por Aquel que nos amó» (Rom 8,37). Seamos testigos del amor de Dios, porque Él en nosotros «ha hecho (...) cosas grandes» (Lc 1,49) y nos ha dado su ayuda para superar toda dificultad, incluso la muerte, porque Cristo nos comunica su Espíritu Santo.



Fuente: http://evangeli.net/evangelio

IMÁGENES DE JESÚS EUCARISTÍA





MAYO, MES DE MARÍA - DÍA 9 - MADRE DE JESUCRISTO


MAYO, MES DE MARÍA
Noveno día: Explicación de las letanías


Mater Christi

Madre de Jesucristo. ¿Hay un título más glorioso, para María, que ser la Madre de Jesucristo, cuya gloria y majestad se derraman sobre ella? Porque adorando a Jesucristo como Rey de reyes y Amo soberano del universo, ¿no se debe honrar a su Santísima Madre como la Reina gloriosa del cielo y de la tierra? Y si Betsabé, e otro tiempo, obtuvo tanta gloria por ser la madre de Salomón, ¡qué honor, qué gloria no le corresponde a María, la Madre de Jesucristo, que es el Hijo de Dios y Dios mismo!

Mater divinae gratiae

Madre de la divina gracia ¿Se podrá dudar que María fue la Madre de la divina gracia, después de que fue elevada a la dignidad de Madre de aquél que es el autor de todas las gracias, y después que el arcángel Gabriel, el enviado del altísimo, la saludó llena de gracia? No, ciertamente; porque es en vista de esta plenitud que la Iglesia le aplica esas palabras del Eclesiástico: En mí está toda la gracia, y que los santos Padres la compararon con el mar, por ser el mar el reservorio y la fuente de todas las aguas de la tierra, lo mismo que María es el tesoro y el canal de todas las gracias del cielo.

Ejemplo

Un gran pecador se encontró un día con San Bernardo, lamentando la multitd de sus pecados. “Es imposible que Dios me conceda su persona y su gracia”. El santo Doctor le respondió lleno de compasión: “Tranquilícese usted, hijo mío, no tiene ninguna razón para desesperar”. Tome, lea. El santo le hizo leer el pasaje de la Escritura en que el Ángel dice a María: “No temas porque has encontrado gracia delante de Dios (Luc I, 30). ¿Comprende esas palabras? Preguntó el santo. María encontró gracia. Hijo mío, usted sabe que se puede encontrar cosas que otros han perdido. Así, no tarde no tema, apúrese en recurrir a la Madre de Dios y dígale : “ He perdido la gracia y tú la has encontrado, devuélvemela reconciliándome con tu Hijo, y leugo que haya recuperado esta gracia, guárdame por miedo a que la pierda de nuevo”. El pobre pecador repitió confiado, se prosternó delante de la imagen de la Virgen, rogó a la Madre de la gracia divina, hizo penitencia y muruó bendiciendo el nombre de su celeste protectora.

Pidamos a la Santísima virgen una gracia abundante por nuestro progreso en las virtudes de nuestra condición


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACi Prensa

DAR TESTIMONIO DE LA MISERICORDIA DE DIOS


Dar testimonio de la misericordia de Dios
Es importante y necesario dar testimonio de la misericordia de Dios para vivir como verdaderos discípulos de Jesucristo.


Por: P. Johan Pacheco




(RV).- “Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo” (Jn 20, 21), dijo Jesucristo a sus discípulos enviándolos a ser anunciadores de su Divina Misericordia, capacitando así bajo la acción del Espíritu Santo la obra misionera de los apóstoles.

En la actualidad también se perciben puertas cerradas, como en aquella ocasión estaban los discípulos por miedo. Es un llamado para el bautizado, anunciar la Divina Misericordia siendo testigos de la paz que Cristo dona con la resurrección y viviendo la pascua con el deseo firme de la reconciliación.

En la bula Misericordiae Vultus el Papa Francisco recuerda las palabras de San Juan Pablo II que motiva “la urgencia de anunciar y testimoniar la misericordia en el mundo contemporáneo: Ella está dictada por el amor al hombre, a todo lo que es humano y que, según la intuición de gran parte de los contemporáneos, está amenazado por un peligro inmenso. El misterio de Cristo... me obliga al mismo tiempo a proclamar la misericordia como amor compasivo de Dios, revelado en el mismo misterio de Cristo. Ello me obliga también a recurrir a tal misericordia y a implorarla en esta difícil, crítica fase de la historia de la Iglesia y del mundo” (n. 11).

Hoy sigue siendo necesario implorar la misericordia de Dios, y dar testimonio de ella. Luego del encuentro de los discípulos con Jesús (Jn 20, 19-31), ellos empezaron a tener vida en Él, anunciando su palabra e imitando sus obras; ser testigos de la misericordia de Dios significa vivir como verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo.    

LAS DOS CORONAS


Las dos coronas



San Maximiliano Kolbe, desde pequeño, tuvo una gran devoción a la Virgen María. San Luis María Grignon de Monfort afirma: “Cuando el Espíritu Santo encuentra a María en un alma, se siente atraído irresistiblemente hacia ella y en ella hace su morada. A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María”. Una anécdota significativa del Padre Kolbe.

Una vez que Maximiliano hizo una travesura, su madre lo reprochó con severidad: “Niño mío… ¡Quién sabe lo que será de ti!”. Después, ella no pensó más, pero observó que el hijo había cambiado por completo. A menudo se retiraba ante un altarcito escondido en un rincón y rezaba llorando. Esto la preocupó: “¿Te pasa algo?, le preguntó. ¡Has de contar todo a tu mamita!”. Muy emocionado le dijo: "Mamá, cuando me reprochaste, pedí mucho a la Virgen me dijera lo que sería de mí. Entonces se me apareció llevando dos coronas: una blanca y otra roja. Me miró con cariño y me preguntó si quería las dos coronas. La blanca significaba la pureza y la roja que sería mártir. Contesté que las aceptaba... Entonces la Virgen me miró con dulzura y desapareció".

Atestigua la madre del Padre Kolbe: “El cambio extraordinario en la conducta del niño fue para mí una clara señal de que todo era verdad. Él tenía plena conciencia, y al hablarme, con el rostro radiante, indicaba la deseada muerte de mártir”. Este fascinante encuentro de Maximiliano con la Virgen María fue el manantial de su santidad y apostolado. No olvides que los santos son obras maestras de Dios. ¿Por qué no lees una vida por año?



* Enviado por el P. Natalio

QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO Y CÓMO ACTÚA EN MI VIDA? PREGUNTA EL PAPA A CADA CRISTIANO


¿Quién es el Espíritu Santo y cómo actúa en mi vida?, pregunta el Papa a cada cristiano
Por Alvaro de Juana



(ACI).- Pocos días antes de la Fiesta de Pentecostés, el Papa dedicó la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta a hablar del Espíritu Santo y explicar cómo obra en cada persona si de verdad se le recibe.

El Papa comentó las lecturas de la liturgia del día y dijo que muchos aseguran haber “aprendido del Catecismo” que el Espíritu Santo está “en la Trinidad” pero luego no saben “nada más sobre el Espíritu Santo”.

“El Espíritu Santo es el que mueve la Iglesia, es aquél que trabaja en la Iglesia, en nuestros corazones, es el que hace de cada cristiano una persona distinta a la otra, pero de todos juntos hace una unidad”.

“Es aquél –continuó- que lleva adelante, abre las puertas de par en par y te invita a dar testimonio de Jesús”.

Francisco siguió diciendo: “Es aquél que en nosotros nos enseña a mirar al Padre y a decirle: ‘Padre’. Nos libra de esa condición de huérfano a la que el espíritu del mundo nos quiere llevar”.

“El Espíritu Santo es el protagonista de la Iglesia viva. Es aquél que trabaja en la Iglesia”, repitió una vez más. Pero hay un peligro: “que cuando no vivimos esto, cuando no estamos en lo alto de esta misión del Espíritu Santo” reduzcamos “la fe a una moral, una ética”.

Por ello, uno no debe cumplir solo los mandamientos: “esto se puede hacer, esto no se puede hacer, ‘¡hasta aquí sí, hasta allá no! Y de ahí a la casuística y a una moral fría”.

El Papa advirtió entonces que el cristianismo “no es una ética: es un encuentro con Jesucristo”. Y es el Espíritu Santo “el que me lleva a este encuentro con Jesucristo”, añadió.

“Pero nosotros, en nuestra vida, tenemos en nuestro corazón el Espíritu Santo como un ‘prisionero de lujo’: no dejamos que nos impulse, no dejamos que nos mueva. Hace todo, sabe todo, sabe recordarnos qué ha dicho Jesús, sabe explicarnos las cosas de Jesús”.

Y “sólo el Espíritu no sabe hacer una cosa: cristianos de salón. ¡Esto no lo sabe hacer!”, advirtió el Pontífice. “No sabe hacer ‘cristianos virtuales’, y no virtuosos. Él hace cristianos reales, Él se encarga de la vida real así como es, con la profecía de leer los signos de los tiempos, y nos lleva adelante así”.

“Es el gran prisionero de nuestro corazón. Decimos: ‘es’ la tercera Persona de la Trinidad  y terminamos ahí…”, denunció.

En la homilía, aseguró que esta semana “nos hará bien reflexionar sobre qué hace el Espíritu Santo en mi vida” y preguntarse si nos “ha enseñado el camino de la libertad”.

El Espíritu que está en cada uno, “me impulsa a ir fuera: ¿tengo miedo?”. “¿Cómo es mi valentía, la que me da el Espíritu Santo para salir de mí mismo, para testimoniar a Jesús?”. E incluso: “¿Cómo es mi paciencia ante las pruebas? Porque también la paciencia la da el Espíritu Santo”.

“En esta semana de preparación a la Fiesta de Pentecostés pensemos: ‘¿De verdad lo creo o es una palabra, para mí, el Espíritu Santo?’. Y busquemos hablar con Él y decir: ‘Se que Tú estás en mi corazón, que Tú estás en el corazón de la Iglesia, que Tú llevas adelante la Iglesia, que Tú haces la unidad entre nosotros, pero siendo diferentes cada uno de nosotros, en la diversidad de todos nosotros…’. Decirle todas estas cosas y pedir la gracia de aprender –pero en la práctica, en mi vida– qué hace Él. Es la gracia de la docilidad a Él: ser dócil al Espíritu Santo”. 


Lectura comentada por el Papa:
Primera lectura

Hechos 19:1-8
1 Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas y llegó a Efeso donde encontró algunos discípulos;
2 les preguntó: «¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando abrazasteis la fe?» Ellos contestaron: «Pero si nosotros no hemos oído decir siquiera que exista el Espíritu Santo.»
3 El replicó: «¿Pues qué bautismo habéis recibido?» - «El bautismo de Juan», respondieron.
4 Pablo añadió: «Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, o sea en Jesús.»
5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
6 Y, habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar.
7 Eran en total unos doce hombres.
8 Entró en la sinagoga y durante tres meses hablaba con valentía, discutiendo acerca del Reino de Dios e intentando convencerles.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, LUNES 9 DE MAYO


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Mayo 9



Por más que no lo quieras, en tu vida no podrás nunca prescindir del dolor; el dolor es una realidad que no depende de nosotros; se nos hace presente, queramos o no queramos; incluso se nos hace encontradizo cuando menos lo queremos.

Pero si no podemos evitar el dolor, está en nuestras manos el saberle dar un sentido u otro, el adoptar frente a él una y otra posición, muy distinto por cierto una de otra.

Si al sufrir te enojas y protestas, con ello nada bueno consigues; solamente aumentas el sufrimiento y haces daño tanto a tu cuerpo como a tu espíritu en tus relaciones con Dios.

Si al sufrir aceptas el sufrimiento, le das un verdadero sentido, lo conviertes en algo positivo, eficiente, salvador y redentor de tí y de los demás;  con ello te estás dignificando.

Si al sufrir llegas a aceptar con amor el sufrimiento, será porque ya te has acercado a Dios y has llegado a comprender que no es posible amar sin sufrir, ni sufrir sin amar.

“El sacrificio del justo es aceptado y su memorial no caerá en el olvido; glorifica al Señor con generosidad y no mezquines las primicias de tus manos” (Eclo 35,6-7) El justo ha de convertir el mero dolor en auténtico sacrificio ofrecido al Señor con amor y por amor.


* P. Alfonso Milagro

23 CONSEJOS A LOS MATRIMONIOS QUE QUIEREN SER SANTOS


23 Consejos a los matrimonios que quieren ser santos
En primer lugar tomad conciencia de que el Santo Matrimonio no es cosa vuestra


Por: Padre Francisco Javier Domínguez




De la Carta del Apóstol San Pablo a los romanos (12,9-12): Que vuestra Caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres; estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración.

1. En primer lugar tomad conciencia de que el Santo Matrimonio no es cosa vuestra. Es Dios el que os necesita unidos para hacer un gran bien en este mundo. Es Dios el que cuenta con cada uno de vosotros y por ello nunca os faltará su gracia para vivirlo conforme a los planes que Dios tenga para vosotros. No sois dos, sois tres. Y Dios es el centro. Siempre que lo quitéis del centro, el mundo se pondrá en su lugar y vuestro Santo Matrimonio peligrará.


2.El contraer Matrimonio es una llamada que Dios os hace a la SANTIDAD. Es decir, una gran responsabilidad. Tenéis que ser desde vuestro matrimonio luz del mundo y sal para la tierra. Vuestro mundo y vuestra tierra en primerísimo lugar será vuestro hogar, los hijos… Los que se acerquen a vuestro hogar tienen que llevarse la luz de Dios, vuestra oración, el amor, el perdón… Tenéis que ser TESTIGOS de Cristo muerto y resucitado.

3.Para ser un matrimonio Santo es importantísimo que seáis un hombre y una mujer de oración, personas profundamente metidas en el Corazón de Cristo. Y personas profundamente acostumbradas al sacrificio, a la abnegación, al saber bajar la cabeza, saber ceder por el otro, saber bajar la cabeza por que haya paz en el hogar. Evitar siempre la división del hogar. El demonio siempre quiere cargarse la unidad familiar, por ello luchad por ella con uñas y dientes.

4.Sed muy transparentes el uno con el otro, no guardaros nada. Todos somos humanos e imperfectos. Nunca escandalizaros por las meteduras de pata que ha podido hacer el otro. En las mismas circunstancias cualquiera podría haber caído también. Hay que saber perdonar y esperar. Cada uno tiene su tiempo de maduración, de darse cuenta de las cosas. Hay que tener MISERICORDIA ante las pobrezas del otro. Por ello NO TARDAR en buscar un padre espiritual para vuestro matrimonio, un sacerdote de buena doctrina que os ayude a crecer, a madurar y a ser mejores cristianos; y que lo tengáis disponible para confesaros en cualquier momento que lo necesitéis.

5.Ponte muchas veces en el lugar del otro. No pienses solo en ti. Piensa en las necesidades del otro antes que en las tuyas. Cada uno tiene que ser el último para que el matrimonio sea feliz. Y estad siempre dispuestos a cargar con las cargas del otro.

6.Confesaros con un sacerdote como muy tarde una vez al mes, y si podéis todas las semanas mucho mejor. En la Confesión Dios derrama una gracia muy especial y da os da luz y fuerza para caminar por el bien.

7.Compartid juntos un paseo, una película en el cine, una cena, una conversación… Pero solos. Cuando tengáis hijos dejadlos de vez en cuando con los abuelos o con unos buenos amigos. Tened tiempo para vosotros. Interesaos por vuestras cosas. Vuestras luchas, vuestras ilusiones, vuestros sufrimientos, vuestras alegrías… es muy importantes que las compartáis. En el matrimonio hay que hablar mucho. Cuando se deja de hablar de lo que llevamos dentro el amor se debilita. En cambio la ilusión por sorprender al otro, por saber que le gusta, que le ocurre… Es buena tierra para un Matrimonio Santo.

8.Estad muy unidos por la fe. Y nuestra fe se alimenta de muchas maneras, pero especialmente en la Santa Misa Dominical. No faltéis nunca juntos a la Santa Misa, y sentaros juntos. No haced como esos matrimonios que ya no se quieren y se sientan cada uno en una esquina de la iglesia. Vosotros juntos. Para juntos alimentaros de la Palabra y de la Eucaristía.

9. Todas las mañanas de rodillas ante Dios, haced la señal de la Cruz y poned vuestra familia bajo la protección de la Trinidad Santísima. Besad el suelo y decid: Serviam (Te serviré Señor). Haced el ofrecimiento de obras. Y pedid el auxilio de la Virgen y el acompañamiento de vuestros ángeles de la guarda. Poneros agua bendita.

10. Que no haya una noche que os vayáis a la cama sin daros un beso, hacer examen de conciencia y rezar tres Ave María en Cruz que son prenda de salvación eterna y además lo ofrecéis por la Pureza, la conversión de los pecadores y la Salvación del mundo. Y no os vayáis nunca a dormir enfadados. Antes de ir a dormir todos en el hogar deben estar Reconciliados y en la Paz del amor. Rociad la cama y vuestras frentes con agua bendita.

11. Es muy importante que al menos una vez a la semana vayáis juntos al Sagrario, y allí de rodillas frente al Señor, postrados ante Dios, pedid que se fortalezca vuestro matrimonio, pedidle perdón por si no le estáis dando toda la gloria que tenéis que darle con vuestra unión, encomendad a vuestros hijos, a vuestras familias… Y terminad con esta oración: Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman. Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la Conversión de los pobres pecadores. Te pido en especial: Por el Papa y sus intenciones, por nuestro Obispo y sus intenciones, por todos los hogares de Marismillas, por nuestro párroco y sus intenciones…Y tras rezar un ratito, llevaros vuestros nuevos testamentos (de la misma edición) y leed al menos un capitulo abierto al azar.

12. Todos los Domingos al atardecer ante un pequeño altar en vuestro hogar donde haya una Biblia, un Crucifijo, Agua Bendita y una fotografía de la Virgen, haced vuestra consagración y la de toda la familia al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. Invocad al Espíritu Santo sobre vuestro hogar. Y pedid la protección de la Santísima Trinidad sobre vuestra familia. Los sábados rezad juntos frente a la fotografía de la Virgen una Salve.

13. Cada día rezad del Santo Rosario en familia. Este será el arma más poderosa para vuestro matrimonio y vuestra familia. El demonio os tentará con mil líos, problemas, cansancio… Pero ahí os lo jugáis todo. Aunque sea un solo misterio, ni un día desde que os caséis dejad de rezar el Santo Rosario.

14. Recordad que lo más importante en el hogar es la unión del matrimonio. Si vosotros no os queréis vuestros hijos no serán felices, si vosotros no os perdonáis vuestro hijos no serán felices…Vuestros hijos tienen que ver que os amáis, que os dais un abrazo de vez en cuando, que tenéis palabras de respeto y cariño entre ustedes, que os preocupáis el uno del otro. No martiricéis a vuestros hijos con la frialdad. Los pollitos tienen que crecer en el calor del hogar, y el calor del hogar es el cariño, la comprensión.

15. Que nunca os vean vuestros hijos mentir, hablar con brusquedades, decir palabras feas… Vosotros seréis los maestros de vuestros hijos, y si no sois buenos maestros creareis pequeños monstruitos llenos de odios y rencores. Si os ven perdonar ellos perdonaran, si os ven amar ellos amaran… Y nunca pongáis a los hijos en contra del otro, eso es una locura que trastorna a los niños. Los padres tienen que ser una sola educación, una sola directriz, un solo plan… Las deliberaciones en la intimidad. A los hijos razones claras y firmes.

16. Nunca hablad con vuestras respectivas familias de vuestros problemas o situaciones matrimoniales, ni con los amigos. Las cosas del matrimonio y el hogar, en casa se queda. Si no, luego corre peligro la unión del matrimonio con el resto de familia y amigos. La familia y los amigos son para quererlos no para desahogarnos con ellos sobre los problemas de la intimidad del hogar. Tened un padre espiritual que os ayude en los problemas.

17. Sed un matrimonio generoso. No pongáis medios anticonceptivos en vuestra relación conyugal, que eso pone muy triste al Señor. Asesoraros sobre los medios naturales. Y además, Dios bendice a las familias con cada hijo que llega. No tengáis miedo, sed valientes y Dios os recompensará. Nunca os faltará lo necesario. Rezad y ofreced muchos sacrificios para que se dejen de cometer los abortos, que son crueles asesinatos que dañan mucho el corazón del Señor y la Virgen.

18. La Salvación de vuestro hogar se juega en gran parte en que seáis un hombre y una mujer de Dios, nunca dejéis de rezar por la conversión de cada uno de los que formáis el hogar.

19. Que siempre crezcan vuestros hijos sabiendo que sus padres ejercitaban la caridad con los más pobre, los enfermos… los más débiles. Bendecid siempre la mesa antes de comer: SEÑOR BENDICE ESTOS ALIMENTOS Y A QUIENES LOS HAN PREPARADO, DALE PAN A LOS QUE TIENEN HAMBRE Y DANOS HAMBRE DE TI A LOS QUE TENEMOS PAN. POR JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR. AMÉN.

20. Sed positivos, alegres. No critiquéis. Amad a vuestros enemigos y perdonadlos con el perdón del Señor.

21. En la circunstancias difíciles, cuando las cosas cuestan sacrificio… Ofrécelo al Señor y a la Virgen: Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores, por las benditas almas del purgatorio, por la santidad de los sacerdotes, por las familias cristianas y en reparación por los pecados cometidos contra tu Sagrado corazón y el Inmaculado Corazón de María.

22. Cuando nos faltan las fuerzas para llevar a acabo algún trabajo, alguna penitencia, alguna abnegación: POR TU GRACIA SEÑOR Y CON LA FUERZA DE TU ESPÍRITU SANTO… Que yo pueda hacer tal cosa, que yo pueda soportar esa otra…

23. Recordad que cada día en esta tierra nos estamos jugando el cielo o el infierno, no tenemos más tiempo que el que pasemos en esta tierra para decidir donde pasaremos toda la eternidad.

FELIZ SEMANA!!


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