10 Santos que cuyo ejemplo ayudará a vivir el Jubileo de la Misericordia
Por María Ximena Rondón
(ACI).- Una vez iniciado el Jubileo de la Misericordia el 8 de diciembre y que durará hasta el 20 noviembre de 2016, presentamos ahora una lista de diez santos cuyo testimonio alentará a vivir la misericordia durante este Año Santo.
San Juan Pablo II (1920-2005)
Soportó los estragos y las penas de la Segunda Guerra Mundial. Durante sus más de 25 años de pontificado, San Juan Pablo II tuvo un espíritu misionero. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia y 146 por el interior de este país.
Su amor por los jóvenes lo llevó a crear las Jornadas Mundiales de la Juventud. Promovió el diálogo interreligioso.
Uno de sus gestos más recordados fue pedir perdón por los pecados de la Iglesia en toda su historia.
Perdonó al turco Alí Agca que le disparó en la Plaza de San Pedro e incluso lo visitó en la cárcel.
Santa Faustina Kowalska (1905-1938)
A esta santa polaca, Dios le reveló el misterio de su misericordia que se tradujo en la Coronilla de la Divina Misericordia, cuya fiesta se celebra el segundo domingo de Pascua.
Sor Faustina tuvo una vida recogida de piedad y caridad. En el convento fue cocinera, jardinera y portera.
También consiguió un alto grado de unión con Dios y luchó por vencerse a sí misma y alcanzar la santidad.
El Señor le concedió a Sor Faustina revelaciones, visiones del cielo, el purgatorio y el infierno; el don de la profecía, la gracia de leer las almas y los estigmas ocultos.
Beata Teresa de Calcuta (1910-1997)
Esta beata de nacionalidad albanesa, pero de corazón indio fundó a pedido de Dios una congregación religiosa al servicio de los de los más pobres entre los pobres de la India.
Se dedicó a recorrer los barrios pobres,
visitó familias, lavó las heridas de los niños y ayudó a los olvidados, entre ellos los leprosos y los llamados “intocables”, la casta hindú más baja.
Recibió el premio Nobel de la Paz y al morir dejó una extensa obra que sigue acogiendo a los más pobres entre los pobres.
Santa María Goretti (1890- 1902)
Esta “pequeña y dulce mártir de la pureza”, como la definió el Papa Pío XII, creció en una familia pobre de bienes materiales pero rica en bienes espirituales.
A los once años Alessandro Serenelli, un joven socio de su familia intentó violarla y al ver que la niña se resistía el joven la apuñaló 14 veces.
Al saber que no iba a sobrevivir, María recibió los Sacramentos y antes de comulgar perdonó de corazón a su asesino y pidió estar con él en el paraíso.
Años después Alessandro se convirtió y pidió perdón a la madre de María.
Beato Miguel Pro (1891-1927)
Nació en una familia acomodada y tenía un gran sentido del humor. Fue al extranjero a estudiar en el seminario y cuando regresó a México se dio con la cruel persecución del gobierno contra los cristianos.
Empezó a celebrar misas y adoraciones al Santísimo clandestinas y se las ingeniaba para escabullirse de la policía. Se convirtió en uno de los líderes de la resistencia a la que contribuyó de manera pacífica, siempre bajo el lema “Viva Cristo Rey”.
El presidente Calles lo arrestó acusándolo falsamente. Antes de morir negó los cargos que le imputaban, se arrodilló para rezar y perdonó a sus enemigos.
Padre Pío de Pietrelcina (1887-1968)
Tuvo el don del discernimiento que le
permitió leer los corazones y las conciencias. Por ello muchos fieles se confesaban con él, una actividad a la que dedicaba muchas horas de su tiempo.
También recibió los estigmas.
Como respuesta a los estragos causados la Segunda Guerra Mundial, fundó los “Grupos de Oración del Padre Pío”. A su muerte estos eran 726 y contaban con 68 mil miembros.
El 5 de mayo de 1956 fundó junto a sus amigos la “Casa Alivio del Sufrimiento” con el fin de que los enfermos se recuperen física y espiritualmente.
Sus enemigos lo calumniaron y la Santa Sede le quitó la administración de su obra. El Padre Pío soportó con paciencia esta persecución hasta su muerte y mantuvo su amor y fidelidad a la Iglesia.
San Damián de Molokai (1840- 1889)
Este santo, llamado “el leproso voluntario” fue enviado como misionero a Hawái, donde casi la mayoría de los habitantes eran protestantes. Empezó a predicar con cariño y atendía
personalmente las necesidades de la gente. Así logró la conversión de muchos.
Después se dirigió a la isla de Molokai para atender a los leprosos, sabiendo que el contagio era prácticamente inevitable.
Les dio oportunidades de trabajo, fue el enfermero a los más abandonados, consiguió donaciones, reconstruía las casas derribadas por los huracanes e incluso fabricaba los ataúdes para los muertos.
Se contagió de lepra y murió en medio de su gran obra de caridad.
San Oliver Plunkett (1629-1681)
Este obispo irlandés se dedicaba a consolar a los afligidos, administraba los sacramentos y enviaba a un sacerdote cuando una parroquia estaba abandonada para que esta no caiga en la pobreza o la persecución.
Fue acusado falsamente por haber contratado a setenta mil irlandeses católicos para asesinar a todos los protestantes.
Estuvo detenido en la Torre de Londres, hasta ser declarado culpable y traidor. Asumió su propia defensa y antes de ser ahorcado perdonó a sus acusadores y asesinos. Murió pronunciando el “Miserere”.
San Pablo Miki (1597)
En medio de la persecución japonesa contra los misioneros en 1597, San Pablo Miki y otros 26 católicos fueron martirizados. Fue uno de los misioneros que no huyó del país y se escondieron pero los descubrieron y los masacraron en Nagasaki.
Antes de su martirio predicó que era japonés, jesuita y que moría con honor por haber predicado el evangelio y la verdadera religión de Dios.
Manifestó que perdonaba al rey y todos los que contribuían a su martirio. También pidió por su conversión.
Beato Carlos de Austria (1887-1922)
Desde joven fue muy piadoso y tuvo un inmenso amor por la Eucaristía.
Después de la muerte del emperador Francisco José, el 21 de noviembre de 1916, Carlos se convierte en emperador de Austria y el 30 de diciembre es coronado Rey apostólico de Hungría.
Durante su reinado, buscó establecer la paz en medio del contexto de la Primera Guerra Mundial y desarrolló su política interior basada en la enseñanza social cristiana.
Además fue el único líder político que apoyó al Papa Benedicto XV en sus esfuerzos por lograr la paz. Gracias a ello logró instaurar una transición a un nuevo orden sin guerra civil. Pese a ello fue desterrado a la Isla de Madeira (Portugal).
Ahí cayó enfermo y ofreció su sufrimiento como un sacrificio por la paz y unidad de los pueblos. Antes de morir perdonó a todos los que no le habían ayudado.
Expiró con la mirada puesta en el Santísimo Sacramento.