viernes, 31 de octubre de 2014

PAPA FRANCISCO: LA SOLIDARIDAD ES MÁS GRANDE QUE ACTOS DE GENEROSIDAD ESPORÁDICOS


Frase de hoy: Solidaridad es mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos
Palabras del Papa a los participantes en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares


Por: Papa Francisco | Fuente: w2.vatican.va


Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia...

Papa Francisco

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO 
A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO MUNDIAL DE MOVIMIENTOS POPULARES

Aula Vieja del Sínodo 
Martes 28 de octubre de 2014



Buenos días de nuevo, estoy contento de estar entre ustedes, además les digo una confidencia, es la primera vez que bajo acá, nunca había venido. Como les decía, tengo mucha alegría y les doy una calurosa bienvenida.

Gracias por haber aceptado esta invitación para debatir tantos graves problemas sociales que aquejan al mundo hoy, ustedes que sufren en carne propia la desigualdad y la exclusión. Gracias al Cardenal Turkson por su acogida. Gracias, Eminencia, por su trabajo y sus palabras.

Este encuentro de Movimientos Populares es un signo, es un gran signo: vinieron a poner en presencia de Dios, de la Iglesia, de los pueblos, una realidad muchas veces silenciada. ¡Los pobres no sólo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella!

No se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas. Tampoco están esperando de brazos cruzados la ayuda de ONGs, planes asistenciales o soluciones que nunca llegan o, si llegan, llegan de tal manera que van en una dirección o de anestesiar o de domesticar. Esto es medio peligroso. Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar.

Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares.

Este encuentro nuestro no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras que me han contado… tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque su grito incomoda, tal vez porque se tiene miedo al cambio que ustedes reclaman, pero sin su presencia, sin ir realmente a las periferias, las buenas propuestas y proyectos que a menudo escuchamos en las conferencias internacionales se quedan en el reino de la idea, es mi proyecto.

No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo.

Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista.

No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia. Voy a detenerme un poco en cada uno de éstos porque ustedes los han elegido como consigna para este encuentro.

Tierra. Al inicio de la creación, Dios creó al hombre, custodio de su obra, encargándole de que la cultivara y la protegiera. Veo que aquí hay decenas de campesinos y campesinas, y quiero felicitarlos por custodiar la tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal. Esta dolorosa separación, que no es sólo física, sino existencial y espiritual, porque hay una relación con la tierra que está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria decadencia y hasta en riesgo de extinción.

La otra dimensión del proceso ya global es el hambre. Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y acá cito el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, “la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral” (CDSI, 300).

No lo digo solo yo, está en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Por favor, sigan con la lucha por la dignidad de la familia rural, por el agua, por la vida y para que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra.

Segundo, Techo. Lo dije y lo repito: una casa para cada familia. Nunca hay que olvidarse que Jesús nació en un establo porque en el hospedaje no había lugar, que su familia tuvo que abandonar su hogar y escapar a Egipto, perseguida por Herodes. Hoy hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca la han tenido o bien porque la han perdido por diferentes motivos. Familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión comunitaria: y es el barrio… y es precisamente en el barrio donde se empieza a construir esa gran familia de la humanidad, desde lo más inmediato, desde la convivencia con los vecinos. Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz… pero se le niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, “personas en situación de calle”. Es curioso como en el mundo de las injusticias, abundan los eufemismos. No se dicen las palabras con la contundencia y la realidad se busca en el eufemismo. Una persona, una persona segregada, una persona apartada, una persona que está sufriendo la miseria, el hambre, es una persona en situación de calle: palabra elegante ¿no? Ustedes busquen siempre, por ahí me equivoco en alguno, pero en general, detrás de un eufemismo hay un delito.

Vivimos en ciudades que construyen torres, centros comerciales, hacen negocios inmobiliarios… pero abandonan a una parte de sí en las márgenes, las periferias. ¡Cuánto duele escuchar que a los asentamientos pobres se los margina o, peor, se los quiere erradicar! Son crueles las imágenes de los desalojos forzosos, de las topadoras derribando casillas, imágenes tan parecidas a las de la guerra. Y esto se ve hoy.

Ustedes saben que en las barriadas populares donde muchos de ustedes viven subsisten valores ya olvidados en los centros enriquecidos. Los asentamientos están bendecidos con una rica cultura popular: allí el espacio público no es un mero lugar de tránsito sino una extensión del propio hogar, un lugar donde generar vínculos con los vecinos. Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo. Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro. Por eso, ni erradicación ni marginación: Hay que seguir en la línea de la integración urbana. Esta palabra debe desplazar totalmente a la palabra erradicación, desde ya, pero también esos proyectos que pretenden barnizar los barrios pobres, aprolijar las periferias y maquillar las heridas sociales en vez de curarlas promoviendo una integración auténtica y respetuosa. Es una especie de arquitectura de maquillaje ¿no? Y va por ese lado. Sigamos trabajando para que todas las familias tengan una vivienda y para que todos los barrios tengan una infraestructura adecuada (cloacas, luz, gas, asfalto, y sigo: escuelas, hospitales o salas de primeros auxilios, club deportivo y todas las cosas que crean vínculos y que unen, acceso a la salud –lo dije- y a la educación y a la seguridad en la tenencia.

Tercero, Trabajo. No existe peor pobreza material - me urge subrayarlo-, no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.

Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión se le suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, “sobrantes”. Esta es la cultura del descarte y sobre esto quisiera ampliar algo que no tengo escrito pero se me ocurre recordarlo ahora. Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, al centro de todo sistema social o económico tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores.

Y, para graficar, recuerdo una enseñanza de alrededor del año 1200. Un rabino judío explicaba a sus feligreses la historia de la torre de babel y entonces contaba cómo, para construir esta torre de babel, había que hacer mucho esfuerzo, había que fabricar los ladrillos, para fabricar los ladrillos había que hacer el barro y traer la paja, y amasar el barro con la paja, después cortarlo en cuadrado, después hacerlo secar, después cocinarlo, y cuando ya estaban cocidos y fríos, subirlos para ir construyendo la torre.

Si se caía un ladrillo, era muy caro el ladrillo con todo este trabajo, si se caía un ladrillo era casi una tragedia nacional. Al que lo dejaba caer lo castigaban o lo suspendían o no sé lo que le hacían, y si caía un obrero no pasaba nada. Esto es cuando la persona está al servicio del dios dinero y esto lo contaba un rabino judío, en el año 1200 explicaba estas cosas horribles.

Y respecto al descarte también tenemos que ser un poco atentos a lo que sucede en nuestra sociedad. Estoy repitiendo cosas que he dicho y que están en la Evangelii Gaudium. Hoy día, se descartan los chicos porque el nivel de natalidad en muchos países de la tierra ha disminuido o se descartan los chicos por no tener alimentación o porque se les mata antes de nacer, descarte de niños.

Se descartan los ancianos, porque, bueno, no sirven, no producen, ni chicos ni ancianos producen, entonces con sistemas más o menos sofisticados se les va abandonando lentamente, y ahora, como es necesario en esta crisis recuperar un cierto equilibrio, estamos asistiendo a un tercer descarte muy doloroso, el descarte de los jóvenes. Millones de jóvenes, yo no quiero decir la cifra porque no la sé exactamente y la que leí me parece un poco exagerada, pero millones de jóvenes descartados del trabajo, desocupados.

En los países de Europa, y estas si son estadísticas muy claras, acá en Italia, pasó un poquitito del 40% de jóvenes desocupados; ya saben lo que significa 40% de jóvenes, toda una generación, anular a toda una generación para mantener el equilibrio. En otro país de Europa está pasando el 50% y en ese mismo país del 50%, en el sur, el 60%, son cifras claras, óseas del descarte. Descarte de niños, descarte de ancianos, que no producen, y tenemos que sacrificar una generación de jóvenes, descarte de jóvenes, para poder mantener y reequilibrar un sistema en el cual en el centro está el dios dinero y no la persona humana.

Pese a esto, a esta cultura del descarte, a esta cultura de los sobrantes, tantos de ustedes, trabajadores excluidos, sobrantes para este sistema, fueron inventando su propio trabajo con todo aquello que parecía no poder dar más de sí mismo… pero ustedes, con su artesanalidad, que les dio Dios… con su búsqueda, con su solidaridad, con su trabajo comunitario, con su economía popular, lo han logrado y lo están logrando…. Y déjenme decírselo, eso además de trabajo, es poesía. Gracias.

Desde ya, todo trabajador, esté o no esté en el sistema formal del trabajo asalariado, tiene derecho a una remuneración digna, a la seguridad social y a una cobertura jubilatoria. Aquí hay cartoneros, recicladores, vendedores ambulantes, costureros, artesanos, pescadores, campesinos, constructores, mineros, obreros de empresas recuperadas, todo tipo de cooperativistas y trabajadores de oficios populares que están excluidos de los derechos laborales, que se les niega la posibilidad de sindicalizarse, que no tienen un ingreso adecuado y estable. Hoy quiero unir mi voz a la suya y acompañarlos en su lucha.

En este Encuentro, también han hablado de la Paz y de Ecología. Es lógico: no puede haber tierra, no puede haber techo, no puede haber trabajo si no tenemos paz y si destruimos el planeta. Son temas tan importantes que los Pueblos y sus organizaciones de base no pueden dejar de debatir. No pueden quedar sólo en manos de los dirigentes políticos. Todos los pueblos de la tierra, todos los hombres y mujeres de buena voluntad, tenemos que alzar la voz en defensa de estos dos preciosos dones: la paz y la naturaleza. La hermana madre tierra como la llamaba San Francisco de Asís.

Hace poco dije, y lo repito, que estamos viviendo la tercera guerra mundial pero en cuotas. Hay sistemas económicos que para sobrevivir deben hacer la guerra. Entonces se fabrican y se venden armas y, con eso los balances de las economías que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente quedan saneados. Y no se piensa en los niños hambrientos en los campos de refugiados, no se piensa en los desplazamientos forzosos, no se piensa en las viviendas destruidas, no se piensa, desde ya, en tantas vidas segadas. Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor. Hoy, queridos hermanas y hermanos, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón y en los movimientos populares, el grito de la paz: ¡Nunca más la guerra!

Un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también saquear la naturaleza, saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la desforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos, y los que más sufren son ustedes, los humildes, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o que son tan vulnerables económicamente que frente a un desastre natural lo pierden todo. Hermanos y hermanas: la creación no es una propiedad, de la cual podemos disponer a nuestro gusto; ni mucho menos, es una propiedad sólo de algunos, de pocos: la creación es un don, es un regalo, un don maravilloso que Dios nos ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con respeto y gratitud. Ustedes quizá sepan que estoy preparando una encíclica sobre Ecología: tengan la seguridad que sus preocupaciones estarán presentes en ella. Les agradezco, aprovecho para agradecerles, la carta que me hicieron llegar los integrantes de la Vía Campesina, la Federación de Cartoneros y tantos otros hermanos al respecto.

Hablamos de la tierra, de trabajo, de techo… hablamos de trabajar por la paz y cuidar la naturaleza… Pero ¿por qué en vez de eso nos acostumbramos a ver cómo se destruye el trabajo digno, se desahucia a tantas familias, se expulsa a los campesinos, se hace la guerra y se abusa de la naturaleza? Porque en este sistema se ha sacado al hombre, a la persona humana, del centro y se lo ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde un culto idolátrico al dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia, se ha globalizado la indiferencia: a mí ¿qué me importa lo que les pasa a otros mientras yo defienda lo mío? Porque el mundo se ha olvidado de Dios, que es Padre; se ha vuelto huérfano porque dejó a Dios de lado.

Algunos de ustedes expresaron: Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo. Con pasión, pero sin violencia. Y entre todos, enfrentando los conflictos sin quedar atrapados en ellos, buscando siempre resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia. Los cristianos tenemos algo muy lindo, una guía de acción, un programa, podríamos decir, revolucionario. Les recomiendo vivamente que lo lean, que lean las bienaventuranzas que están en el capítulo 5 de San Mateo y 6 de San Lucas, (cfr. Mt 5, 3 y Lc 6, 20) y que lean el pasaje de Mateo 25. Se lo dije a los jóvenes en Río de Janeiro, con esas dos cosas tienen el programa de acción.

Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad, el conjunto no anula la particularidad. Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra, todo se integra. Hoy también están buscando esa síntesis entre lo local y lo global. Sé que trabajan día tras día en lo cercano, en lo concreto, en su territorio, su barrio, su lugar de trabajo: los invito también a continuar buscando esa perspectiva más amplia, que nuestros sueños vuelen alto y abarquen el todo.

De ahí que me parece importante esa propuesta que algunos me han compartido de que estos movimientos, estas experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo del planeta, confluyan, estén más coordinadas, se vayan encontrando, como lo han hecho ustedes en estos días. Atención, nunca es bueno encorsetar el movimiento en estructuras rígidas, por eso dije encontrarse, mucho menos es bueno intentar absorberlo, dirigirlo o dominarlo; movimientos libres tiene su dinámica propia, pero sí, debemos intentar caminar juntos. Estamos en este salón, que es el salón del Sínodo viejo, ahora hay uno nuevo, y sínodo quiere decir precisamente “caminar juntos”: que éste sea un símbolo del proceso que ustedes han iniciado y que están llevando adelante.

Los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal. La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común. Y esto con ánimo constructivo, sin resentimiento, con amor.

Yo los acompaño de corazón en ese camino. Digamos juntos desde el corazón: Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo.

Queridos hermanas y hermanos: sigan con su lucha, nos hacen bien a todos. Es como una bendición de humanidad. Les dejo de recuerdo, de regalo y con mi bendición, unos rosarios que fabricaron artesanos, cartoneros y trabajadores de la economía popular de América Latina.

Y en este acompañamiento rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los acompañe en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda, gracias.



¿QUÉ ES UN OBISPO Y PARA QUÉ SIRVE?


¿Qué es un obispo y para qué sirve?
El ministerio de obispo tiene la suerte de conocer de cerca el secreto trabajo del Espíritu en el seno de la comunidad eclesial


Por: Mons. Joan Enric Vives Sicilia 


Esta inocente pregunta que me dirigió hace ya tiempo una chica joven en una visita a una escuela, me motivó una improvisada respuesta sobre todo lo que es el ministerio del Obispo, en contacto estrecho con los presbíteros, sus colaboradores, al servicio de todo el pueblo de Dios. Intenté dar una visión de testigo de la fe apostólica más que de gestor eclesial, o todavía peor, de jerarca alejado de las necesidades y anhelos de una chica cristiana joven, que a veces son tópicos bastante extendidos. Reconozco que fue el inicio de un diálogo provechoso con aquella veintena de jóvenes que veían por primera vez a un obispo de cerca, a quien podían comunicar lo que les preocupaba y que intentaba interesarse sinceramente por lo que ellos vivían y por las dificultades que encontraban a la hora de testimoniar su fe.

De todas maneras hay que reconocer que no es demasiado fácil compartir una respuesta breve de lo que supone hoy la vida de un Obispo. Muchas cosas de lo que somos y de lo que hacemos los obispos ya las sabéis los fieles diocesanos, claro está, y por eso me atrevo a deciros sólo algunas de las cosas que más me han impresionado hasta ahora. Tomadlas con buen ánimo... ¡ahora que estamos en verano!

Lo primero que os quiero decir es que percibo el gran regalo de una amistad honda con Jesucristo. Por una presencia viva del Espíritu Santo, que da calor en mi interior, y sin saber explicar demasiado bien el cómo, pero el Señor ha encontrado la manera de hacérseme todavía más próximo, más amigo, más compañero de ruta, en quien puedo confiar del todo. ¡Cómo me impresiona y cómo me consuela leer que Jesús nombra a los apóstoles "mis hermanos" (Jn 20,17)!. Soy hermano suyo, con un encargo de amor para pastorear su rebaño. Su Espíritu me guarda y me precede allí donde voy. Me defiende y da vida a mi pobre servicio episcopal. Desea que le prepare sus caminos en el corazón de las personas, que fortalezca la esperanza de las comunidades, que anime todo lo que es bueno, justo, amable, de buena reputación... Que sea un elemento de comunión y de paz.

Siento que debería dedicar más tiempo a la oración y a la lectura, y obtener aquel descanso que hace fructificar las horas... El ideal de ser "contemplativos en la acción" cuesta de alcanzar. Las dedicaciones a la Diócesis y a reuniones de Obispos, Delegaciones, el Principado de Andorra... me hacen caer en la cuenta de que seguramente la pobreza evangélica ahora, para mi, se concreta en vivir dando todo mi tiempo a los demás, sin guardármelo para mí. Ya no soy mío sino de la Iglesia. Ahora vivo, y entiendo más, que el sacerdote tiene que ser, a imagen de Cristo, el hombre que no se pertenece en sí mismo.

Me emociona poder ser "centinela" del pueblo, como dice el profeta Ezequiel (33,7), y poder "ver" mucho más de cerca la riqueza de dones, de ministerios, de servicios, de sufrimientos y de esperanzas, de amor, que hay en nuestra Iglesia. Cuántas confidencias he escuchado ya durante estos años; cuántas visitas realizadas que me han ofrecido una visión más real de muchos lugares que antes eran desconocidos para mi y que ahora me son próximos, porque allí viven y trabajan, por el Reino de Dios, mis amigos, los presbíteros, los religiosos y religiosas, y muchas comunidades fervorosas y comprometidas de laicos y de familias cristianas. ¡La vida eclesial es tan rica en dones!

El ministerio de obispo tiene la suerte de conocer de cerca el secreto trabajo del Espíritu en el seno de la comunidad eclesial, y por esto doy continuamente gracias al Padre del cielo. Jesús continúa enseñándome que son los pequeños los que conocen al Padre y acogen su Reino (cf. Mt 11,25).

Además está el gran tema de Andorra: compaginar el ser Obispo y Copríncipe -Jefe de Estado- de una pequeña nación que siempre ha encontrado en su Copríncipe episcopal al valedor de sus derechos. Yo esto intento vivirlo como una extensión de mi ministerio pastoral. Es para ayudar a los andorranos por lo que acepto ser Copríncipe y ejercer las tareas de Jefe de Estado tan bien como puedo. Y me preparo, y me reviso...

También están las dificultades y la cruz. Todo aquello que hace sufrir en el ejercicio de mi ministerio. Veo, por ejemplo, que no puedo llegar a todos los que yo quisiera, y que el Señor no es suficientemente conocido ni amado. Me doy cuenta de los efectos de la crisis cultural que golpea especialmente a la gente joven. También descubro que nos faltan vocaciones sacerdotales y vocaciones de especial consagración a dar la vida por Cristo, del todo y para siempre. Y también hacen sufrir las debilidades propias y las de los otros, así como ciertas críticas y descalificaciones, sobre todo por lo que revelan de poca esperanza cristiana y porque vuelven a aparecer los profetas de desventuras, de los que hablaba Juan XXIII.

¡Cuesta tanto hacer entender lo que llevas dentro, y hacer las cosas a gusto de todo el mundo! Pero es Cristo quien me tiene que juzgar y encontrar aceptable. Yo no sé si acierto siempre en las maneras, pero deseo ser fiel a Cristo y servir a la Iglesia, a las personas y a las comunidades. A todos los hombres, y preferentemente a los más solos y necesitados. Y espero que el que me ha llamado a servirlo en el ministerio sacerdotal, me perdonará las carencias y me dará las fuerzas necesarias para "guardar el tesoro de la fe" (1Tim 6,20), "llegar a la madurez y estar siempre a punto para toda buena obra " (2Tim 3,17).


Mons. Joan Enric Vives Sicilia,
Obispo de Urgell



Foto: Monseñor Ángel Francisco Simón Piorno
Obispo de la Diócesis de Chimbote - Perú

ORACIÓN DE VISITA AL CEMENTERIO POR UN SER QUERIDO FALLECIDO


ORACIÓN DE VISITA AL CEMENTERIO POR UN FALLECIDO

Yo me postro sobre esta tierra donde reposan los restos mortales de mis queridos padres, parientes, amigos, y todos mis hermanos en la fe que me han precedido en el camino de la eternidad. Mas ¿que puedo hacer yo por ellos? 

¡Oh divino Jesús, que padeciendo y muriendo por nuestro amor nos comprasteis con el precio de vuestra sangre la eterna vida; yo se que vivís y escuhais mis plegarias y que es copiosísima la gracia de vuestra redención. 

Perdonad, pues oh Dios misericordioso, a las almas de estos mis amados difuntos, libradlas de todas las penas y de todas las tribulaciones, y acogedlas en el seno de vuestra Bondad y en la alegre compañía de vuestros Ángeles y Santos para que, libres de todo dolor y de toda angustia, os alaben, gocen y reinen con Vos en el Paraíso de vuestra gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.

jueves, 30 de octubre de 2014

IMÁGENES DE LOS FIELES DIFUNTOS




EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 30 DE OCTUBRE DEL 2014

Herodes quiere matarle

Tiempo Ordinario
Lucas 13, 31-35. Tiempo Ordinario . La voluntad de Dios es, a fin de cuentas, lo único que nos cuenta en esta vida. 


Por: P Clemente González | Fuente: Catholic.net




Del santo Evangelio según san Lucas 13, 31-35
En aquel mismo momento se acercaron algunos fariseos, y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte». Y él les dijo: «Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén. «¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»

Oración introductoria
Gracias, Padre, por mostrarme la pasión y la valentía con las que debo cumplir tu voluntad. Te suplico con humildad que aumentes mi fe y mi esperanza.

Petición
Padre Santo, te pido que no rechase tu Amor, que esté siempre cerca de Ti como los polluelos a la gallina. Que mi libertad sea siempre elegirte a Ti.

Meditación del Papa Francisco
'Creo en Dios Padre...' Nos hace pensar en la paternidad de Dios. ¡Dios es así con nosotros! 'Pero, padre, ¡Dios no llora!' ¡Cómo que no! Recordemos a Jesús, cuando ha llorado en Jerusalén. '¡Jerusalén, Jerusalén!' ¡Cuántas veces he querido recoger a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas!' ¡Dios llora! ¡Jesús ha llorado por nosotros! Y ese llanto de Jesús es precisamente la figura del llanto del Padre, que nos quiere a todos con Él.
En los momentos difíciles el Padre responde. Recordemos a Isaac, cuando va con Abrahán a hacer el sacrificio: Isaac no era tonto, se había dado cuenta que llevaban leña, el fuego, pero no la oveja para el sacrificio. ¡Tenía angustia en el corazón! ¿Y qué dice? '¡padre!' Y en seguida: '¡Aquí estoy hijo!' El padre responde. (Cf. S.S. Francisco, 4 de febrero de 2014, homilía en Santa Marta)

Reflexión
Este pasaje está situado en la última subida de Cristo hacia Jerusalén. Sabe que va allí para morir de la manera más horrible. Sin embargo va decidido y declara que debe seguir adelante hoy, mañana y pasado porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén, es decir, tiene interés en llegar a tiempo a la cita que tiene con la muerte, en la que dará gloria a su padre y nos mostrará su amor. Ante esta premura no le importan los poderes políticos (Herodes que lo amenaza de muerte) ni sociales. (los fariseos que le invitan a irse de sus dominios)

Durante la persecución religiosa en España, en el año de 1936, un grupo de milicianos llegó a un convento de carmelitas descalzas con la orden de subir a todas las monjas a un camión y llevarlas a fusilar. La sorpresa de los soldados fue mayúscula cuando escucharon a la madre superiora comunicar a las religiosas que "estos señores nos llevan al cielo porque nos van a hacer mártires, como los primeros cristianos" y acto seguido ver a las monjas felicitarse alegremente porque recibían el mayor don de Dios. A los ojos de Cristo eran de las pocas que habían entendido lo que significa amar a Dios hasta dar la vida por él.

Cristo va subiendo a Jerusalén decidido; lleva prisa. En otro pasaje del Evangelio se nos dirá que en este su último viaje «iba delante de los discípulos». No tiene miedo, sino premura. Sabe que la voluntad de Dios es, a fin de cuentas, lo único que nos cuenta en esta vida, y sabe que muchos cristianos a lo largo de la historias sabrán renunciar a muchas cosas, incluso a su vida misma, por cumplir fielmente la voluntad de Dios. Jesús está loco, porque es el amor.

Por eso todo amor que se precie ha de llevar un dosis de locura e incomprensión. Locura porque lo que se hace no tiene sentido desde el punto de vista humano, parece ir en contra de lo natural y de lo que es razonable. Incomprensión porque no sólo va a estar teñido de un color que las personas que no entiendan, sino que provocará sorpresa por lo desconocido que es y desatará todo tipo de opiniones desde las risas y tachaduras de tontos hasta las más incisivas y violentas. Jesús con su vida provoca, ha llegado la hora de preguntarse qué pasa con nuestra vida, que reacción provocamos en los demás, ojalá que la respuesta no sea indiferencia.

Propósito
Repetir el versículo del Evangelio durante el día: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! para estar conciente que quiero estar siempre cerca de Dios.

PAPA FRANCISCO ENCENDERÁ EL ÁRBOL DE NAVIDAD MÁS GRANDE DEL MUNDO


Papa Francisco encenderá el 'árbol de Navidad' 
más grande del mundo



El papa Francisco encenderá el próximo 7 de diciembre el árbol de Navidad más grande del mundo, que se encuentra en el municipio italiano de Gubbio, a través de una aplicación instalada en una tablet. Gracias a las técnicas desarrolladas por la domótica moderna y a los circuitos de control remoto, el Pontífice argentino podrá hacerlo directamente desde el Vaticano. Se repetirá así la experiencia de 2011, cuando Benedicto XVI accionó la instalación eléctrica pulsando simplemente un botón desde su residencia en el Palacio Apostólico.


El abeto de Gubbio entró en el Guinness de los Récords en 1991 por ser el árbol de Navidad más grande del mundo, aunque no es un árbol natural. Se trata de un conjunto de más de 8.000 cables con luces que se coloca en la falda del monte Igino.

La colosal composición luminosa tiene una altura de 650 metros, una base de 350 metros de ancho y está coronada con una estrella de 1.000 metros cuadrados. Mantiene un trazado idéntico al de un abeto natural y está formada por 270 luces de grandes dimensiones y más de 1.300 enchufes. 

La idea nació en 1981 cuando algunos habitantes del pueblo de Gubbio decidieron celebrar la Navidad construyendo un árbol eléctrico gigante en la falda de la montaña. Esta iniciativa se ha convertido en una tradición que sigue viva gracias al trabajo de muchos voluntarios, ya que no es nada fácil montar un abeto de semejantes características.




ORACIÓN A JESÚS SACRAMENTADO


Oración a Jesús Sacramentado


Oh, amado Jesús.
Ayúdame a esparcir Tu fragancia
por donde quiera que vaya.
Inunda mi alma con Tu Espíritu y Vida.
Penetra y posee todo mi ser tan completamente, que mi vida entera sea un resplandor de la Tuya.
Brilla a través de mi y permanece tan dentro de mi, que cada alma
con que me encuentre pueda sentir Tu presencia en la mía.
¡Permite que no me vean a mi sino solamente a Jesús!

Quédate conmigo y empezaré a resplandecer como Tú, a brillar
tanto que pueda ser una luz para los demás. La luz oh, Jesús, vendrá toda de Tí, nada de ella será mía;
serás Tú quien resplandezca
sobre los demás a través de mi.
Brillando sobre quienes me rodean,
permíteme alabarte como mas te gusta.

Permíteme predicarte sin predicar,
no con palabras sino a través de mi ejemplo,
a través de la fuerza atractiva,
de la influencia armoniosa de todo lo que haga,
de la inefable plenitud del amor
que existe en mi corazón por Tí.

Amen.

ORACIÓN POR LAS VOCACIONES SACERDOTALES Y RELIGIOSAS



ORACIÓN POR LAS
 VOCACIONES SACERDOTALES Y RELIGIOSAS


Oh Dios Todopoderoso y Eterno
en tu inagotable amor has provisto
ministros para tu Iglesia.

Concédenos en nuestros días
excelentes y adecuados sacerdotes
para que sirvan y santifiquen a tu pueblo.

Inspira una respuesta generosa y valiente
en los corazones de tu pueblo,
para así aumentar el número de
ordenaciones sacerdotales.

Confirma y sostén a aquellos
que se han comprometido
a llevar a cabo la obra de Cristo,
el Buen Pastor,
predicando el Evangelio y uniendo
a tu Santo pueblo
en uno solo en Cristo.

Esto te lo pedimos en el nombre
de Cristo nuestro Señor.
Amén.

57 CENTAVOS


57 Centavos


Esta historia real nos muestra lo que Dios puede hacer con sólamente... 57 centavos.

Una solloza niñita, Lidia, permanecía de pie cerca de una pequeña iglesia desde la cual se le había impedido su ingreso porque, según se le había dicho, había demasiada gente. "No puedo ir a la Escuela Dominical", acongojada le comentaba a un hombre que se le había acercado, que por casualidad era el pastor de esa pequeña iglesia. Viendo su apariencia andrajosa y desgreñada, el pastor adivinó la causa..., y tomándola de la mano la hizo pasar y encontró un lugar para ella en las Clases Dominicales. La niña fue tocada tan fuertemente por el Espíritu Santo que esa noche oró fervientemente al Señor por todos los niños que no tienen un lugar para reunirse y adorar en grupo a Jesucristo.

Pasados dos años, Lidia enfermó y murió en su casa que estaba ubicada en uno de los sectores mas pobres de la ciudad. Los padres de la niña llamaron al pastor que se había hecho muy amigo de Lidia, para que se hiciera cargo del doloroso asunto de su entierro. Al estar moviendo el pequeño cuerpo de la niña, una cartera de un color rojo medio gastado que parecía haber sido sacada de un basural, cayó al suelo desde uno de sus bolsillos. Dentro de la cartera encontraron 57 centavos y una nota que decía: "Este dinero es para ayudar a ampliar la pequeña iglesia para que muchos niños puedan asistir a la Escuela Dominical."

Durante dos años Lidia había estado ahorrando su ofrenda de amor. Cuando el pastor sollozando leyó la nota, él supo al instante qué era lo que debía hacer. Llevando esta nota y la harapienta carterita roja al púlpito, él contó la historia del amor desinteresado y de la devoción de la niña. El pastor desafió a la congregación a mantenerse ocupados para reunir suficiente dinero para agrandar el edificio de la iglesia.

Pero la historia, de la vida real, no termina ahí. 

Un periódico supo de la historia y la publicó. Un vendedor de propiedades leyó el aviso y le ofreció a la iglesia un terreno de unos cuantos miles de dólares. Cuando se le dijo que la iglesia no podría jamás juntar esa cantidad de dinero, él se las ofreció por 57 centavos. 

Además, se recibieron grandes donaciones de miembros de la iglesia y lugares bastante retirados. Al cabo de pocos años se pudo construir un lugar espacioso que no dejó afuera a ningún niño del sector.

La generosidad y el amor sincero de Lidia había producido grandes dividendos.


"Porque todos aquellos echaron para las 
ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta,
de su pobreza echó todo el sustento que tenía."
Lucas 21:4

BAILA CON DIOS


Baila con Dios


Estaba tan cansado que su rostro parecía sembrado de surcos. Como el cuero viejo, sus mejillas colgaban. Sus ojos veían a lontananza como si ya no quisieran mirar.

"¿Para qué?", se preguntó en voz alta. El tono de su voz sugería que no encontraba respuesta posible.

"Mi esposa me ha abandonado. Mi situación financiera es desastrosa. Mi salud va cuesta abajo. Pronto van a despedirme por no presentarme a trabajar".

Era cierto. No tenía sentido alguno decir al mecánico de 45 años que se alegrara. Su vida estaba en estado de desastre.

Se comprende que se hubiera olvidado de bailar con Dios. Ya no podía oír la música. Vacío y carente de energía, estaba sentado junto a la pared. Por lo que podía verse, este hombre abandonado dejaría de bailar para siempre.

Lo que había olvidado -si es que alguna vez lo había sabido- es que cuando bailamos con Dios bailamos a ritmo de vals. Nada rápido. Nada complejo. Apenas un movimiento lento y calmo. Un paso a la vez.

Los creyentes no necesitamos ver el mañana, la semana entrante o más allá. No buscamos comprender cómo se arreglarán las cosas. Por eso nos llaman creyentes.

Para bailar, sólo hay que poner un pie delante del otro. Es ésa toda la fe que necesitamos. Un paso y después otro. No tenemos que ver a dónde nos llevará el paso diez o el paso cien. Dios baila hacia adelante, a veces hacia los lados, y bailamos mejor cuando lo hacemos a su ritmo.

Levántate de esa silla. Da el primer paso. Vístete. Come un pan tostado. Sal por la puerta. ¿Qué harás cuando hayas salido? Ya tendrás tiempo de preguntártelo. Sigue moviéndote. Así es este baile.

Es difícil bailar sentado. Aún más si estás mirando al piso.

¿Y qué tal si te caes o si luces torpe al azotar contra el suelo? En ocasiones nos olvidamos de que Dios está a nuestro lado, de que nos tiende la mano y baila con nosotros. Eso hace toda la diferencia.

LA VIRGEN MARÍA, CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS



LA VIRGEN MARÍA, CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS

Hoy se buscan calmantes, pastillas contra el dolor, porque el dolor se ha multiplicado por todas partes. Cuando no son las enfermedades del cuerpo, son las tribulaciones del alma. El hombre de hoy, tú y yo, requerimos como algo urgente la mano que acaricia, el rostro que se inclina hacia nuestro dolor, el corazón que compadece y suaviza el sufrimiento. 

Necesitamos las manos, el rostro, el corazón de María. A todos los que sufren sin esperanza vayamos a decir que tienen una Madre, que los ama mucho.....

miércoles, 29 de octubre de 2014

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 29 DE OCTUBRE DEL 2014


La puerta estrecha
Parábolas
Lucas 13, 22-30. Tiempo Ordinario. Nuestra salvación es don que hay que pedir con consatancia y fe a Dios. 


Por: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Lucas 13, 22-30
En aquel tiempo Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Y os responderá: "No sé de dónde sois." Entonces empezaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas"; y os volverá a decir: "No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!" «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.


Oración introductoria
Padre, ayúdame a aceptar tu Palabra y a comprender que no es posible alcanzar la santidad si mi vida está dominada por la ley del menor esfuerzo. Guía esta oración, ayúdame a guardar el silencio necesario para saber escucharte.


Petición
Señor, ayúdame a cambiar el mal en bien, el odio en amor, la venganza en perdón.


Meditación del Papa Francisco

En la actualidad pasamos ante muchas puertas que invitan a entrar prometiendo una felicidad que luego nos damos cuenta de que dura sólo un instante, que se agota en sí misma y no tiene futuro. Pero yo os pregunto: nosotros, ¿por qué puerta queremos entrar? Y, ¿a quién queremos hacer entrar por la puerta de nuestra vida? Quisiera decir con fuerza: no tengamos miedo de cruzar la puerta de la fe en Jesús, de dejarle entrar cada vez más en nuestra vida, de salir de nuestros egoísmos, de nuestras cerrazones, de nuestras indiferencias hacia los demás. Porque Jesús ilumina nuestra vida con una luz que no se apaga más. No es un fuego de artificio, no es un flash. No, es una luz serena que dura siempre y nos da paz. Así es la luz que encontramos si entramos por la puerta de Jesús.

Cierto, la puerta de Jesús es una puerta estrecha, no por ser una sala de tortura. No, no es por eso. Sino porque nos pide abrir nuestro corazón a Él, reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón, de su amor, de tener la humildad de acoger su misericordia y dejarnos renovar por Él.» (S.S. Francisco, 25 de agosto de 2013)


Reflexión
El hombre siempre ha andado a la búsqueda de la seguridad, de evitar riesgos y de tener todo bajo control. Prácticamente hoy día no existe ninguna institución de humana que no tenga algún contrato con una compañía de seguros de vida. Buscamos una seguridad para nuestra vida que a veces se convierte en una obsesión. Dicho esto, más de alguno podría preguntarse pero, ¿qué asegura la vida eterna?

Ya desde los tiempos de Jesús los hombres buscaban esta seguridad y Cristo no la niega, pero es claro: “esforzaos” porque nos es fácil alcanzarla.

El secreto para encontrar la paz en Jesús la encontramos en una respuesta que Él da a una pregunta similar cuando dice: “Para los hombres (la salvación) es imposible pero para Dios todo es posible”. Por tanto, el secreto lo encontramos en la fe. Nuestra salvación es don que hay que pedir con consatancia y fe a Dios. No cabe duda que también depende de nuestras obras pero es ante todo un don de Dios. No nos cansemos por tanto de luchar, de estar atentos, de orar porque cuando menos lo pensemos nos llegará la hora de dar cuentas.


Propósito
Confiemos en la gracia de Cristo y ayudemos al triste a confiar en Él.


Diálogo con Cristo
Jesús, el camino está claro, pero siento que me falta fuerza para realmente querer recorrer esa senda que lleva a tu Reino, cruzar esa puerta estrecha que implica negarme a mí mismo. Dame la luz para comprender que sólo hay ese camino por lo que debo convertirme en un instrumento dócil y confiado en tu voluntad.


PENSAMIENTO MARIANO 41



PENSAMIENTO MARIANO

Pide al Señor cuantas gracias se te ocurran; no esperes alcanzarlas si no media la intercesión de la Santísima Virgen. 

San Cayetano

EL CATÓLICO MAESTRO. APROXIMACIÓN A UN RETRATO



El Católico Maestro. Aproximación a un retrato
El maestro no necesita ser un hombre que descuelle en talentos o en cualidades humanas, aunque sí debe poner en juego las que posea.


Por: Estanislao Martín Rincón | Fuente: Catholic.net



Por estas fechas tenemos el curso académico recién comenzado o bien estamos comenzándolo. Por este motivo me ha parecido que encaja bien con el momento ofrecer al lector interesado en temas de educación alguna reflexión sobre la figura del hombre o mujer que siendo católico se dedica profesionalmente a la educación. Hablaré de él como el maestro, entendiendo la palabra maestro en sentido amplio, da igual el tramo del sistema educativo y da igual también si está fuera de él. Maestro es todo aquel que enseña de forma regular y continuada, sea en una escuela primaria, sea en la Universidad, sea en una academia especializada.

Pero antes de entrar en materia, permíteme lector dos avisos, el primero sobre el título, el segundo sobre el género.

Entiendo que el título pueda chocarte un poco porque parece que está al revés. A mí también me lo ha parecido y de hecho el primero que he puesto ha sido el inverso, “El maestro católico”, pero de inmediato me he dado cuenta de que no es correcto porque falta al rigor de la verdad. El lenguaje, todo lenguaje, deber ser lo más preciso posible, pero especialmente el lenguaje expositivo, que debe expresar la realidad con la mayor fidelidad posible. Esa fidelidad a la realidad no será nunca absoluta porque la realidad supera a la capacidades expresivas de nuestro lenguaje ya que este tiene sus limitaciones y sus dificultades. En el caso que nos ocupa, una de esas dificultades está en que en la expresión “el maestro católico” es inexacta. Parece decir lo que no dice y por tanto induce a errar. Explicaré por qué.

Las dos palabras que componen la expresión “maestro católico” son gramaticalmente un sustantivo (maestro) y un adjetivo (católico). Pues bien, ocurre que la realidad es al revés: en un maestro católico, lo sustantivo es su condición de católico y lo adjetivo es que sea maestro. Dicho de otra manera, una vez bautizados, el Bautismo nos confiere una dignidad tal, la de hijos de Dios, (dignidad ontológica) por la cual todo lo demás, sea ello lo que fuere, queda en un segundo plano y además a mucha distancia. Ante el hecho de ser hijo de Dios y miembro de la Iglesia, las demás diferencias no vienen a ser sino matices, coloraciones de nuestra existencia, pero lo nuclear, lo definitivo es que hemos sido hechos uno con Cristo. Al lado de nuestro bautismo, ser maestro, jardinero, médico o transportista pierde todo el valor que desde el mundo pagano tienen estas categorías. Desde el momento mismo de nuestro Bautismo quedamos injertados en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, y desde ese momento ya “no hay judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”, les dice San Pablo a los gálatas (3, 28). Lo que nos define desde la fe, lo sustantivo, es nuestra condición de hijos de Dios Padre y miembros de Cristo-Iglesia (que todo es uno), no el oficio que desempeñemos, por mucha importancia que el oficio tenga. Y la tiene. También esto merece quedar bien aclarado. Porque no se está diciendo que la profesión sea poco importante, al contrario, toda profesión tiene un enorme valor para el que la desempeña y para sus destinatarios, y si hubiera que diferenciar entre unas profesiones y otras -supongamos una escala graduada-, habría que decir que la de maestro no estaría en los últimos puestos. Pero cada cosa en su sitio, lo que fundamenta toda la acción del maestro católico no es su condición de maestro sino de católico; por eso lo radicalmente sustantivo no es el hecho de ser maestro sino de ser católico.

Hecha esta precisión, como el lenguaje es el que es y la palabra 'maestro' también es un sustantivo, a fin de hacer la lectura lo menos complicada posible, no me referiré tanto al católico maestro cuanto al maestro sin más.

La segunda advertencia se refiere al género. Utilizo el masculino genérico, que incluye en condiciones de igualdad al maestro y a la maestra, al católico y a la católica, etc.

Aclarados estos supuestos iniciales, pasamos ahora a ver algo sobre los rasgos que convienen al católico maestro, en tanto que maestro, es decir, alguien cuya vocación se sitúa en el mundo de la educación y la docencia. Creo que se pueden señalar tres: santidad, sabiduría y bondad. El maestro ha de ser un hombre sabio, bueno y santo. Si le falta una de esas tres grandes cualidades podrá tener cualquiera de las otras dos, lo cual ya sería mucho (sabio y bueno, sabio y santo, bueno y santo), pero no podrá ser constituido en referente de autoridad para los muchachos.

Parece claro que este modelo de maestro solo puede cumplir un maestro: El Maestro, Jesucristo. Él es el único sabio porque “en Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Col 2, 3). Él es el único santo porque es “el Santo de Dios” (Mc 1, 24), el tres veces santo. Él es el único bueno porque “pasó haciendo el bien” (Hc 10, 38) por este mundo y amando hasta el extremo (Cf Jn 13, 1).

Visto así, con estas exigencias, el oficio de maestro para un católico se torna más que difícil, utópico. Y ciertamente, estaríamos ante una utopía si solo contáramos con nuestras capacidades, nuestros alcances y nuestro saber hacer meramente humano (inteligencia, cualidades, simpatía, experiencia). Utopía absoluta. Pero por nuestra vocación (es decir por su llamada) y por la comunión con Él, se nos ha capacitado para actuar como actúa Él, para pensar como piensa Él y para sentir como Él siente. Lo que sí necesitamos es ponernos manos a la obra, poner empeño con “una grande y muy determinada determinación de no parar”, que decía Santa Teresa, no conformándonos con logros intermedios. El mundo de la enseñanza es un mundo exigente y apasionante, duro, muy duro, atractivo y beligerante en el que contamos con la iniciativa de la gracia y con lo que podamos poner de nuestra parte, que por mucho que sea siempre tendrá un sesgo de poquedad. Vamos a ver qué es eso que podemos poner nosotros.


Santidad

Para ser santo, entendiendo por santo el que vive habitualmente en gracia de Dios y desea crecer en unión con Él, el maestro necesita de la comunión con Dios que se nos da en Cristo y solo en Cristo. Y Cristo se nos da en la Iglesia, especialmente en la oración y en los sacramentos, y dentro de estos en la Santa Eucaristía, que es “fuente y cima de toda vida cristiana” (LG 11). El católico que no está en comunión con Dios porque voluntariamente la rechaza, se cierra voluntaria y torpemente a la acción del Espíritu Santo, con lo cual no hay santidad posible ya que no se puede pretender actuar con (ni desde) el Espíritu Santo sin el Espíritu Santo. Dios a nadie obliga, pero su lógica es inexorable. Conviene saber que sin Espíritu Santo todo hombre actuará como hombre mundano. Si ese hombre es maestro, será un maestro mundano y enseñará mundanamente, que quiere decir, ajustado a los criterios de este mundo, el que nos va tocando vivir en cada instante del tiempo presente. Actuar mundanamente no equivale necesariamente actuar mal, pero sí equivale a actuar a ras de suelo, sin sentido trascendente. Pues bien, una educación sin sentido trascendente, que no mire al más allá de las personas que la reciben, normalmente niños y jóvenes, no merece ser llamada educación; una educación que no sirve para la vida eterna, en realidad no sirve para nada. “La educación no es y nunca debe considerarse como algo meramente utilitario”, decía Benedicto XVI a los profesores  y religiosos del Colegio Universitario Santa María de Twickenham (London Bourough of Richmond) en el saludo que les dirigía el 17 de septiembre de 2010.

Digamos una sola palabra sobre la oración. Para todo católico -tenga el estado que tenga y dedíquese a lo que se dedique- la oración es el oxígeno del alma. Sin oración no hay crecimiento en la vida cristiana. Los autores espirituales coinciden unánimemente en afirmar el poder transformante de la oración y la necesidad imperiosa que tiene todo hombre de pasar ratos y ratos de intimidad con su Dios, tanto a solas como en comunidad.

Sin sacramentos y sin oración podríamos ser buenos instructores, didactas expertos, hábiles comunicadores, líderes en el campo educativo pero no católicos maestros; podríamos ser gentes con un alto dominio técnico de las materias que enseñamos pero absolutamente incapaces de dejar huella de santidad en el alma de los muchachos. Eso es así porque a un espíritu solo lo puede mover otro espíritu. Dicho con palabras de Jesucristo, el Señor: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Cuando el Señor dice esto, alguien podría pensar: “Hombre, algo sí podemos hacer, porque hay muchas cosas que hacemos no solo sin Cristo, sino incluso en contra suya”. A alguien, o a muchos, eso les puede parecer cierto, pero la Palabra de Dios se mantiene inmutable. “Sin mí no podéis hacer nada” quiere decir nada que merezca la pena, nada que pueda mantenerse, nada que permanezca; o sea nada. Nada que haya hecho el hombre sin el Espíritu Santo permanecerá -no quedará piedra sobre piedra- y si no permanece, su fin no será otro que el de la torre de Babel, es decir, la nada, por más altas que sean sus pretensiones o tenga apariencia de solidez.

Quizá pueda venir al caso esa coplilla anónima de los siglos del barroco español que dice así:

La ciencia más acabada

es que el hombre en gracia acabe,

pues al fin de la jornada,

aquel que se salva, sabe,

y el que no, no sabe nada.


Sabiduría

Para ser sabio el maestro necesita tres cosas: La primera y más importante, participar de la sabiduría divina, que va ligada a la santidad y que se acaba de comentar. Añadiremos solo que esa sabiduría “no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo (...) sino que es una sabiduría divina, misteriosa, escondida” (Véase 1 Co 2, 6-7) que viene dada con el don de sabiduría que nos regala gratuitamente.

La segunda es el estudio. La palabra maestro viene de magister y esta de magis, más. El maestro es el que es más, el que sabe más, el que va por delante. Pues bien, ni ahora ni nunca el maestro ha podido prescindir del estudio continuo. Ni ahora ni nunca, pero especialmente ahora. En la era del conocimiento, el maestro necesita ser persona estudiosa. Enseñe lo que enseñe, tiene que tener una base de conocimientos sólida. Una base de conocimientos sólida no equivale a enciclopédica, aunque si lo fuera, tampoco estorba. Sólida quiere decir de conocimientos fundados, rigurosos, auténticos, tengan su origen en el pasado o lo tengan en el presente más actual.

La tercera es el contacto con quienes vayan por delante en su mismo camino. Todo maestro necesita a su vez de maestros experimentados, versados en su materia, o en sus modos de enseñar, en la organización de la enseñanza, en el trato con los alumnos, etc. En educación el francotirador no tiene cabida. La educación se realiza en comunidades, sea la familia, sea el colegio. Eso quiere decir que no es tanto el maestro individuo el que educa cuanto la comunidad en la que el maestro se integra.


Bondad

Para ser bueno, entendida la bondad en sentido amplio, se necesita la práctica de las virtudes. Aquí hay todo un programa ascético donde todas las virtudes son necesarias. Ahora bien, las características propias de las labores educativas hace que cobren especial relieve estas virtudes: Humildad, paciencia, alegría y esperanza.

Resumiendo: Vida de comunión con Dios, a través especialmente de la oración y los sacramentos, estudio, contacto y aprendizaje de otros maestros y práctica de las virtudes.

Si hubiera alguna fuente que aunara estas exigencias, o la mayor parte de ellas, esa fuente sería el lugar a donde acudir para adquirir santidad, sabiduría y bondad juntas. Hay que decir que tal fuente no existe como fuente única, aunque sí hay algo que encierra la práctica totalidad de esas exigencias. Ese algo es la Palabra de Dios, si bien hay que aprestarse de inmediato a entender que más que algo, la Palabra de Dios es Alguien.


El lugar de la Palabra de Dios.

Para dar unidad a las tres cosas (santidad, sabiduría y bondad), el maestro necesita la Palabra de Dios, el conocimiento profundo y vivo de la Sagrada Escritura. La Palabra es camino de santidad, fuente de sabiduría y principio de actuación, por varios motivos, pero en primer lugar, y en último, porque la Palabra de Dios es Dios.

La Palabra de Dios dice de sí misma que “toda Escritura es inspirada por Dios es también útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena” (2 Tim 3, 16–17). Todo un programa pedagógico, como puede verse.

Para ello, en buena lógica, es necesario un conocimiento de la Palabra cuanto más profundo mejor. El maestro católico debe conocer la Palabra de Dios, pero “conocer” no solo en sentido académico -que también- sino bíblico, es decir, el conocimiento que procede de mantener un estrecho contacto con ella. Benedicto XVI en la exhortación Verbum Domini ha insistido en la necesidad de trato y conocimiento que todo bautizado tiene de la Palabra de Dios y para ello ha empleado repetidamente la palabra “familiaridad”, lo cual nos está indicando que la relación con la palabra no es de un conocer externo. Podría saberse alguien la Biblia entera de memoria y no haberla “conocido” por no haber entrado en intimidad con ella.

No he abundado, como ves, amigo lector, en las cualidades humanas propias del educador. Y es que, al contrario de lo que pudiera parecer, tampoco hace falta que sean tantas. El maestro no necesita ser un hombre que descuelle en talentos o en cualidades humanas, aunque sí debe poner en juego las que posea. Si tiene muchas le vendrán bien, pero no son imprescindibles, entre otras cosas porque la educación de los muchachos no es cosa de un francotirador brillante, sino de una comunidad; literalmente hablando, de un 'colegio'. Y si hay colegio (grupo de maestros que funciona colegiadamente, a una) habrá tantas personalidades como personas. Eso es lo bueno, la riqueza colegiada, la posibilidad de que el niño o el joven tenga ante sí no solo un buen maestro (eso hay que darlo por supuesto) sino un gran collage, un amplio panorama multicolor, un 'colegio'.

Mil gracias por tu atención. Que Dios te bendiga.

Estanislao Martín Rincón

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