domingo, 10 de agosto de 2014

ORACIÓN POR LOS NIÑOS - PAPA FRANCISCO


ORACIÓN POR LOS NIÑOS
DEL PAPA FRANCISCO

Quiero pedir por los niños que dejan
sus dedos llenos de chocolate en todo lo que tocan,
que saltan en los charcos
y arruinan sus pantalones nuevos,
que comen dulces antes de la comida y
que nunca encuentran sus zapatos en la mañana...
Quiero pedir por los niños que miran
a los fotógrafos desde atrás de los alambres de púas,
que nunca han caminado por la calle
con un par de zapatos nuevos,
que nunca han jugado "encantados"
y que han nacido en lugares a donde
nosotros jamás nos acercaríamos,
que es donde probablemente morirán...

Quiero pedir por los niños que nos dan
besos pegoteados de caramelo y ramos de flores,
que duermen con su perro
y quieren enterrar a sus pescaditos,
que nos abrazan muy fuerte y que olvidan
su dinero para la merienda,
que riegan la pasta de dientes por todo el baño,
que observan con ojos asombrados
a su padre cuando se afeita y
a su madre mientras se maquilla,
que hacen ruido cuando toman la sopa...

Y también quiero pedir por los niños que
nunca han comido postre, que no tienen cobija favorita
que llevar a todos lados,
que ven a sus padres sufrir,
que se acercan a nuestros coches en cada
crucero pidiendo con sus ojos,
que no tienen baños para asearse,
y cuyas fotos aparecen en las estaciones
de policía y no en las oficinas de sus padres...

Quiero pedir por los niños cuyas pesadillas
suceden a plena luz del día, que comen lo que encuentran,
que duermen bajo el cielo abrigados por
periódicos, que nunca han ido al dentista,
que no reciben mimos de nadie,
que van a dormir hambrientos
y despiertan hambrientos,
que no tienen dirección...

Quiero pedir por los niños
a quienes les gusta que los carguen
y por aquellos que tienen que ser cargados,
por los que se dan por vencidos y
por los que siguen luchando,
por los que no encuentran manos que tomar...

Por todos esos niños, Señor,
quiero pedir el día de hoy, porque
todos son valiosos, dan una nueva forma
de amor a nuestras vidas y una razón para vivir,
porque ellos nos hacen sentir la necesidad
de comprometernos a construir
un mundo más justo...

Rezo y pido por nuestros hijos,
los que nacieron y los que nacerán,
porque son la mejor esperanza para
nuestro mundo, la compensación de nuestro
trabajo, la realización de nuestros sueños
incompletos,
la garantía de nuestra inmortalidad...
y la muestra de que Dios no ha perdido
la esperanza en los hombres...

Por todos los hijos del mundo...
para que DIOS los bendiga con amor
y alegría.

Amén,

LA REFLEXIÓN DOMINICAL DE PAPA FRANCISCO, UN LLAMADO A LA PAZ EN GAZA Y IRAK




Francisco sobre Irak: "¡No se lleva el odio en nombre de Dios!"
El Santo Padre se refiere también a la guerra en Gaza: 'no hace que empeorar el conflicto'. Pidió por quienes luchan por detener el virus del Ébola. Y pidió oraciones por su viaje a Corea



Ciudad del Vaticano, 10 de agosto de 2014 (Zenit.org) 

El papa Francisco hizo este domingo un apremiante llamado por la paz en Irak y Gaza después de rezar la oración del ángelus, ante miles de fieles que le escuchaban en la plaza de San Pedro.


“Queridos hermanos y hermanas, nos dejan incrédulos y desapuntados las noticias que llegan desde Irak: miles de personas entre las cuales tantos cristianos, son expulsados brutalmente de sus casas; niños que mueren de sed y de hambre durante la fuga; mujeres secuestradas; violencias de todo tipo; destrucción por todas partes, destrucción del patrimonio religioso, histórico y cultural”.

“Todo esto --prosiguió el Santo Padre-- ofende gravemente a Dios y ofende gravemente a la humanidad. ¡No se lleva el odio en nombre de Dios! ¡No se hace la guerra en nombre de Dios!”

"Todos nosotros pensando a esta situación y a estas personas hacemos silencio y rezamos"...

Y tras algunos instantes de silencio el Papa retomó sus palabras diciendo: “Agradezco a quienes con coraje están llevando ayuda a estos hermanos y hermanas, y confío que una eficaz solución política y a nivel internacional pueda detener estos crímenes y restablecer el derecho”. “Para poder asegurarles mejor mi cercanía a estas queridas poblaciones he nombrado como enviado personal a Irak, al cardenal Fernando Filoni que mañana partirá desde Roma”.

El Pontífice recordó además que existe otro conflicto no muy lejano del de Irak: “También en Gaza, después de una tregua ha recomenzado la guerra, que produce víctimas inocentes y que solamente empeora el conflicto entre israelíes y palestinos”. Y añadió: “Recémosle juntos al Dios de la paz, por intercesión de la Virgen María: Dona la paz Señor, en nuestros días y vuélvenos artífices de la justicia y de la paz. María Reina de la paz, reza por nosotros". 

Otra intención fue que "recemos también por las víctimas del virus 'ébola' y por quienes están luchando para detenerlo”.

Y después de saludar a los peregrinos presentes y a algunos grupos en particular dijo:

“Desde el miércoles próximo hasta el lunes 18 realizaré un viaje apostólico en Corea: ¡por favor, acompáñenme con la oración!

Y concluyó con su ya conocido “¡Buona doménica e buon pranzo, arrivederci!"

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 10 DE AGOSTO DEL 2014

Autor: P. Sergio A. Cordova LC | Fuente: Catholic.net
¿Has caminado alguna vez sobre las aguas?
Mateo 14, 22-36. Tiempo Ordinario. Si nosotros tenemos fe en Jesús, no sólo caminaremos sobre las aguas, sino que seremos capaces de cosas aún mucho más importantes...
 
¿Has caminado alguna vez sobre las aguas?
Del santo Evangelio según san Mateo 14, 22-33 

Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que se subieran a la barca y se adelantaran a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: Señor, si eres tú mándame ir hacia ti andando sobre el agua. Él le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y se echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame. Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuento subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante Él diciendo: Realmente eres Hijo de Dios. 

Oración preparatoria 

Jesús, me llamas incansablemente a encontrarme contigo en la oración, ¡gracias! Quiero elevar mi alma hacia Ti para fortalecer mi fe y, así, nunca dudar de tu continua presencia en mi vida.

Petición

Señor, que sepa reconocerte, experimentar tu cercanía y confiar en el gran amor que me tienes.

Meditación del Papa Benedicto XVI

El apóstol Pedro conoció bien esta experiencia, pues la vivió personalmente. Una noche, mientras con los demás discípulos estaba atravesando el lago de Galilea, se vio sorprendido por una tempestad. Su barca, a merced de las olas, ya no lograba avanzar. Jesús se acercó en ese momento caminando sobre las aguas, e invitó a Pedro a bajar de la barca y a caminar hacia Él. Pedro dio algunos pasos entre las olas, pero luego comenzó a hundirse y entonces gritó: "Señor, ¡sálvame!".
Este episodio fue un signo de la prueba que Pedro debía afrontar en el momento de la pasión de Jesús. Cuando el Señor fue arrestado, tuvo miedo y lo negó tres veces. Fue vencido por la tempestad. Pero cuando su mirada se cruzó con la de Cristo, la misericordia de Dios lo volvió a asir y, haciéndole derramar lágrimas, lo levantó de su caída» (Benedicto XVI, 14 de junio de 2008).

Reflexión

Se cuenta que en una ocasión un grupo de norteamericanos fue de peregrinación a Tierra Santa. Y estando ya a orillas del mar de Galilea, extasiados por la belleza del lugar, expresaban su alegría incontenible al contemplar ese lago que tantas veces había visto nuestro Señor con sus propios ojos y en cuyas aguas había navegado junto con sus discípulos. Y deciden embarcarse y hacer una breve travesía. Los que alquilaban las barcas –que eran judíos muy “judíos”– pensaron que con esos turistas harían su agosto: –“Queremos ir a Cafarnaún en barca”– les dicen los americanos. Las distancias del lago no son muy grandes y con un bote de motor se hace hoy en día en una media hora. –“Pues el viaje les cuesta 700 dólares”–les contestan. Al ver el espanto de los peregrinos por el precio tan alto, añaden los dueños de la barca: –“Amigos, es que este lago es muy especial. Sobre estas aguas caminó Jesús”–. Y, sin pensarlo dos veces, comentan los visitantes: –“¡Pues claro, con ese precio no nos extraña!”.

Bueno, dejando la broma aparte, es un hecho que Jesucristo nuestro Señor anduvo sobre las aguas de este mar de Galilea en más de una ocasión. Por la fuerza de la rutina, estamos acostumbrados a escucharlo y ya no nos causa demasiada impresión. Pero, imaginémonos a Cristo caminando sobre las aguas... ¡Era algo sumamente extraordinario y prodigioso! Tanto que sus discípulos –nos narra el Evangelio– “se turbaron y se pusieron a gritar pensando que era un fantasma”.

Sí. Cristo tenía unos poderes sobrenaturales y divinos. Era el Señor de la naturaleza y toda ella le obedecía: el viento, los mares, las enfermedades y hasta la misma muerte. Todo le está sometido. El domingo pasado veíamos cómo Jesús multiplicaba cinco panes y dos peces para dar de comer a una inmensa multitud. Y en el Evangelio de hoy camina sobre las aguas, hace caminar también a Pedro sobre el mar y aplaca la tempestad con su sola presencia. ¡Éste es Jesús: nuestro Señor, nuestro Rey, nuestro Dios todopoderoso! Con Él, ¿qué podemos temer?

Jesús, en medio de la tempestad, anima a sus apóstoles atenazados por el miedo: “Tened confianza. Soy yo. No temáis.”. ¡Qué seguridad nos infunde este Cristo Señor y disipa todos nuestros temores, miedos, angustias, desesperaciones! Sólo Él puede llenarnos de confianza cierta. ¡Y cuánto lo necesitamos en nuestra vida de todos los días!

Pero Pedro, que todavía no acababa de creérselo del todo, le dice, con un cierto tono de desafío y de respeto: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas”. Y Cristo, ni corto ni perezoso, le cumple su “caprichito”: “Ven”. Una sola palabra. Un monosílabo. Y eso fue suficiente para que Pedro saliera disparado, como una flecha, fuera de la barca. Comienza a andar, también él, sobre las aguas.

Pero, fíjate lo que viene a continuación: ¡Pedro comienza a hundirse! ¿Qué fue lo que pasó si ya prácticamente se había hecho el milagro? Que Pedro dudó, desconfió del Señor, dejó de mirar a Cristo y comenzó a mirarse a sí mismo y la fuerza del viento, y fue cuando todo se vino abajo: “Viendo el viento fuerte –nos dice el Evangelio– temió y, comenzando a hundirse, gritó: Señor sálvame”. Jesús lo coge entonces de la mano y le reprocha con dulzura su desconfianza: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?” Y es que para nuestro Señor es mucho más milagro que tengamos fe, que confiemos siempre en Él, ciegamente, a pesar de todos los obstáculos y adversidades de la vida, que hacernos caminar sobre los mares.

Y ésta era la lección que nos quería dejar: la necesidad de la FE y de una confianza absoluta en su gracia y en su poder. ¡Esa es la verdadera causa de los milagros! Cuando Jesús iba a obrar cualquier curación –pensemos en el paralítico, en el leproso, en el ciego de nacimiento, en la hemorroísa, en la resurrección de la hija de Jairo, en el siervo del centurión y en muchos otros más– la primera condición que pone es la de la fe y la confianza en Él. Y precisamente así termina este pasaje del lago: “Ellos se postraron ante Él, diciendo: Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios”. Una maravillosa profesión de fe. Si nosotros tenemos fe en Jesús, no sólo caminaremos sobre las aguas gratis, sin necesidad de una barca o de un salvavidas –y sin pagar 700 dólares–, sino que seremos capaces de cosas aún mucho más importantes... ¡Con Jesús todo lo podemos!



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Cordova LC 

    CAMINA HACIA ADELANTE, TIENES UNA META QUE ALCANZAR



    Autor: P. Dennis Doren LC | Fuente: Catholic.net
    Camina hacia adelante, tienes una meta que alcanzar
    De vez en cuando tendrás la necesidad de mirar hacia atrás, pero no es necesario retroceder.

    Camina hacia adelante, tienes una meta que alcanzar


    Nuestra vida es un misterio, un breve laberinto en el que estamos buscando siempre la salida hacia la luz, luz que queremos que se convierta en paz, consuelo y seguridad. 

    El camino de la vida suele tener días alegres y tristes; sencillos y complicados; llenos de triunfos y fracasos. ¡Qué difícil es entenderle a la vida! Quisiéramos que fuese diferente, pero le tenemos que dar muchas vueltas, resolver muchos enigmas. No dejo de preguntarme, ¿qué sería de mí si no conociera la tristeza, el dolor?, no lo sé, paradójicamente he dado respuesta a esto con más preguntas. 

    Dentro del camino de la vida podrás tener la compañía o la presencia de algunas personas especiales que han marcado en ti una huella, pero también podrás sentir momentos de una terrible soledad; podrás observar las huellas que han quedado impregnadas dentro de tu camino y te darás cuenta de lo que en realidad necesitabas. 

    Dentro de este camino hay espinas que nunca saldrán de tu interior, las llevarás sin poderlas compartir, habrá estrellas que te señalarán el camino, pero quizás nunca llegues a palpar su calor; habrá momentos que rebasen tu felicidad y momentos de una gran agonía. La vida es un subir y bajar de emociones, es una vía peligrosa pero a la vez suele ser hermosa. 

    El ser no es más grande por su tamaño si no por la fuerza que se encuentra en su interior: 

    ¿Qué pasaría con las ilusiones y con los logros si entre ellos no existe un esfuerzo? ¿Qué pasaría con caer y no levantarse? No podríamos conocer el éxito, y nunca sentiríamos en nuestro interior la paz; hay personas que luchan y consiguen llegar a la meta sin limitarse en ella, su mirada siempre es hacia adelante. 

    De vez en cuando tendrás la necesidad de mirar hacia atrás, pero no es necesario retroceder, es necesario escuchar el silencio, tal vez del silencio escuches algo más profundo de lo que encuentres en la turbulencia, trata de observar a tu alrededor; cada uno tiene un universo diferente, tal vez inexplorado o sin descubrir, tal vez tú solo estés soñando y estás palabras no sean más que una luz fugaz en tu vida. 

    La vida es un proceso que debemos hacer germinar. Llevar dentro de nuestro corazón las semillas de la Esperanza, la Fe y El Amor. Nunca exterminemos esas semillas, por el simple hecho que no entendamos los momentos críticos de la vida. Qué bien dice el Salmo 34:12 ¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien?. El Señor protege la vida de los íntegros, y su herencia perdura por siempre (Salmo 37:19). 

    CAMINAR EN EL ESPÍRITU SANTO


    Caminar en el Espíritu Santo

    Espíritu Santo,  eres viento: llévame donde quieras;
    Eres brisa: déjame respirar lo nuevo;
    Eres fuerza: levántame del suelo;
    Eres vida: dame pasión por la vida;
    Eres alimento: nútreme de tu savia;
    Eres luz: ilumíname con tus rayos;
    Eres calor: calienta mi existencia;
    Eres libertad: hazme libre;
    Eres fecundidad: cúbreme con tu sombra;
    Eres agua viva: dame de beber;
    Eres respuesta: dame fuerza para decir sí  al Padre,  al Hijo  y a ti, Espíritu Santo.

    SAN LORENZO, MÁRTIR, 10 DE AGOSTO



    Autor: . | Fuente: Enciclopedia Católica
    Lorenzo, Santo
    Mártir, 10 de agosto de 258


    Lorenzo, Santo
    Díacono y Mártir

    Martirologio Romano: Fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir, que deseó ardientemente acompañar al papa Sixto II en su martirio. Según cuenta san León Magno, recibió del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, y él, burlándose, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundantes riquezas. Por la fe de Cristo, tres días más tarde superó el tormento del fuego, y el instrumento de su tortura se convirtió en distintivo de su triunfo, siendo enterrado su cuerpo en el cementerio de Campo Verano, que desde entonces fue llamado con su nombre (258).

    San Lorenzo (mártir), uno de los diáconos de la iglesia romana, fue una de las víctimas de la persecución de Valeriano en el año 258, al igual que lo fueron el Papa Sixto II y muchos otros clérigos romanos. A comienzos del mes de agosto del año 258, el emperador emitió un edicto ordenando matar inmediatamente a todos los obispos, curas y diáconos ("episcopi et presbyteriet diacones incontinenti animadvertantur" -- Cipriano, Epist. lxxx, 1). Esta orden imperial se ejecuto inmediatamente en Roma. El 6 de agosto, el Papa Sixto II fue capturado en una catacumba y ejecutado de inmediato ("Xistum in cimiterio animadversum sciatis VIII id. Augusti et cum eo diacones quattuor." Cipriano, ep. lxxx, 1). Otros dos diáconos, Felicísimo y Agapito, fueron ejecutados el mismo día.

    En el calendario romano de fiestas del siglo IV su fiesta coincide con dicha fecha. Cuatro días más tarde, el 10 de agosto del mismo año, Lorenzo, el último de los siete diáconos, también sufrió la muerte de un mártir. La muerte de este santo mártir es en esa fecha según el calendario de Filocalo para el año 354.

    Este almanaque es un inventario de las principales fiestas de los mártires romanos de mitad del siglo IV; también menciona la calle donde se encontraría su tumba, la Vía Tiburtina ("III id. Aug. Laurentii in Tibertina"; Ruinart, "Acta sincera", Ratisbona, 1859, 632). Los itinerarios de las tumbas de los mártires romanos, como se dieron a conocer en el siglo VII, mencionan que este mártir fue enterrado en la Catacumba de Ciriaca en agro Verano (De Rossi, "Roma Sott.", I, 178).

    Desde el siglo IV, San Lorenzo ha sido uno de los mártires más venerados de la iglesia romana. Constantino el Grande fue el primero en erigir un pequeño oratorio sobre el lugar donde fue enterrado. El Papa Pelagio II (579-90) amplió y embelleció el lugar. El Papa Sixto III (432-40) construyó, en la cima de la colina donde fue enterrado, una gran basílica de tres naves cuyo ábside está apoyado en la vieja iglesia. En el siglo XIII, el Papa Honorio III convirtió los edificios en uno y así es como se encuentra la Basílica de San Lorenzo hoy en día. El Papa San Dámaso (366-84) escribió un panegírico en verso que se grabó en mármol y se colocó sobre su tumba. Dos contemporáneos de este Papa, San Ambrosio de Milán y el poeta Prudencio, dieron detalles concretos sobre la muerte de San Lorenzo. Ambrosio relata (De officiis min. Xxviii) cuando se le preguntó a San Lorenzo por los tesoros de la Iglesia, este, hizo comparecer a los pobres entre los que, en lugar de darles limosna, había repartido el tesoro; también contó que cuando se llevaban al Papa Sixto II para ejecutarlo, éste reconfortó a San Lorenzo que deseaba compartir su martirio, diciéndole que le seguiría en tres días. El santo Obispo de Milán también explica que San Lorenzo fue quemado hasta la muerte en una parrilla de hierro (De offic., xli). De igual manera, pero con más detalles poéticos, Prudencio describe el martirio del diácono romano en su himno a San Lorenzo ("Peristephanon", Hymnus II).

    El encuentro entre San Lorenzo y el Papa Sixto II, cuando éste último iba a ser ejecutado, según el relato de San Ambrosio, no es compatible con los informes contemporáneos sobre la persecución de Valeriano. La forma en que fue ejecutado –quemado en una parrilla de hierro al rojo vivo—también hace surgir importantes dudas. Las narraciones de Ambrosio y Prudencio se basan más en la tradición oral que en escritos. Es bastante posible que entre el año 258 y el final del siglo IV surgieran leyendas populares sobre esté diácono romano tan venerado y que algunas de esas historias hayan sido preservadas por estos dos autores. En cualquier caso, nosotros carecemos de medios para verificar en fuentes anteriores los detalles que derivan de San Ambrosio y Prudencio, o para establecer hasta que punto esos detalles se basan en la tradición histórica anterior. Probablemente, a principios del siglo VI se crearon otras versiones más completas sobre el martirio de San Lorenzo, y en estas narraciones muchos de los mártires de la Vía Tiburtina y de las dos Catacumbas de San Ciriaca en agro Verano y San Hipólito estaban relacionados de una forma romántica y totalmente legendaria.

    Los detalles que se dan en estas Actas sobre el martirio de San Lorenzo y su actividad antes de su muerte carecen de credibilidad. Sin embargo, a pesar de las críticas a las últimas versiones de su martirio, no cabe duda de que San Lorenzo fuera un personaje histórico real ni de que el diácono fue martirizado; tampoco existen dudas sobre el lugar donde ocurrió ni sobre la fecha de su entierro. El Papa Dámaso construyó una basílica en Roma dedicada a San Lorenzo; ésta es la iglesia conocida como San Lorenzo en Dámaso. La iglesia de San Lorenzo en Lucina, también dedicada a este santo, aún existe. El día de San Lorenzo sigue siendo el 10 de agosto (fecha de su muerte). Aparece dibujado con la parrilla de hierro en la que se supone que fue asado hasta la muerte. 

    ORACIÓN A SAN LORENZO - 10 DE AGOSTO


    ORACIÓN A SAN LORENZO

    Señor, que fortaleciste al diácono san Lorenzo para que resistiera los tormentos y diera testimonio de Ti, te pedimos por su intercesión nos concedas proclamar Tu Nombre con firmeza y valentía y así seamos dignos de entrar en tu morada eterna. 
    Por Jesucristo Nuestro Señor. 
    Amén.

    SEÑOR JESÚS, ENSÉÑAME LOS CAMINOS DE SABIDURIA



    SEÑOR JESÚS, 
    ENSÉÑAME LOS CAMINOS DE SABIDURÍA


    Señor Jesús,
    enséñame los caminos de tu sabiduría…
    Señor enséñame tus caminos
    Señor enséñame tus caminos sencillos y vulgares
    Señor enséñame tus caminos de lo pequeño,
    de lo simple, de lo normal.
    Señor enséñame tus caminos de la humildad,
    de la inapariencia, de lo escondido.
    Señor enséñame tus caminos de la monotonía, de la rutina de cada día,
    de la naturalidad de la vida.
    Señor enséñame tus caminos de lo grande en lo pequeño,
    del misterio de lo simple, de lo extraordinario en lo ordinario.
    Señor enséñame tus caminos de la vida ordinaria, del amor y de la entrega a los demás.
    Señor enséñame tus caminos del silencio y de la paz,
    del hogar y del amor, de la luz y la verdad.
    Señor enséñame los caminos de tu sabiduría.
    Señor enséñame a recorrer tus caminos con pisadas de pobre.
    Señor enséñame tus caminos.

    NO TENGAN MIEDO A JESÚS


    LA FE

    ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! 

    sábado, 9 de agosto de 2014

    PAPA FRANCISCO PIDE ORACIÓN EN PARROQUIAS Y COMUNIDADES CATÓLICAS POR LOS CRISTIANOS IRAQUÍES


    EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 9 DE AGOSTO DEL 2014

    Autor: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net
    La fe como un grano de mostaza
    Mateo 17, 14-20. Tiempo Ordinario. La fe, aunque es un don de Dios, debe crecer y fortalecerse con nuestra colaboración.
     
    La fe como un grano de mostaza
    Del santo Evangelio según san Mateo 17, 14-20

    En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques: muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo. Jesús contestó: ¡Gente sin fe y perversa! ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo. Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron, aparte: ¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros? Les contestó: Por vuestra poca fe. Os aseguro que, si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.

    Oración introductoria

    Señor, me falta fe... para ser perseverante en mi oración, para amar mejor a los demás, para ser fiel a mi misión. Inicio mi oración haciendo silencio en mi corazón; no un silencio vacío, sino lleno de esperanza al estar ante ti, poniéndome humildemente ante tu presencia, con la seguridad que por el gran amor que me tienes, fortalecerás mi fe.

    Petición

    Jesús, dame la gracia de asimilar que la verdadera oración consiste en unir mi voluntad a la de Dios.

    Meditación del Papa Francisco

    Y el Señor, ¿qué cosa nos responde? Responde: "Si tuvieran fe como un grano de mostaza, habrían dicho a este sicómoro: Arráncate y plántate en el mar, y les habría obedecido". La semilla de la mostaza es pequeñísima, pero Jesús dice que basta tener una fe así, pequeña, pero verdadera, sincera, para hacer cosas humanamente imposibles, impensables. ¡Y es verdad!
    Todos conocemos a personas sencillas, humildes, pero con una fe fortísima, ¡que verdaderamente mueven las montañas! Pensemos por ejemplo en tantas mamás y papás, que afrontan situaciones muy pesadas; o en ciertos enfermos, incluso gravísimos, que transmiten serenidad a quien los va a visitar. Estas personas, precisamente por su fe, no se vanaglorian de lo que hacen, es más, como pide Jesús en el Evangelio, dicen: "Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer". ¡Cuánta gente entre nosotros tiene esta fe fuerte, humilde, y que hace tanto bien!. (S.S. Francisco, 6 de octubre de 2013).

    Reflexión:

    Se puso de rodillas. ¿Te imaginas a un padre de familia, desesperado, poniéndose de rodillas delante de alguien que aparentemente es un hombre como los demás? ¿Qué le movió a hacerlo? El amor a su hijo.

    Primero lo había intentado con los discípulos, pero ellos no pudieron curar al chico de los ataques de epilepsia. Luego ve al Señor, se acerca y cae de rodillas ante Él. No tiene ninguna vergüenza. No le importa lo que digan de él. Únicamente busca el bien de aquel a quien ama.
    Jesús, conociendo el amor que brotaba del corazón de ese hombre, curó al hijo.

    Por su parte, los discípulos no entendían en qué habían fallado. Jesús les respondió que les faltaba fe. No dice que no tienen fe, sino que aún es muy pequeña.

    La fe, aunque es un don de Dios, debe crecer y fortalecerse con nuestra colaboración. Es como ir a un gimnasio: al levantar las pesas una y otra vez, nuestros músculos se desarrollan. La fe también debe ejercitarse, ponerse a prueba, alimentarse. Si nos conformamos con la fe que teníamos a los diez años, cuando hicimos la primera comunión, es lógico que nuestro "músculo" espiritual esté raquítico.

    Necesitamos una fe adulta, resistente, alimentada con las lecturas adecuadas, con la oración diaria, con los sacramentos y con todo aquello que nos ayude a fortalecerla.

    Propósito

    Rezar con mucha fe, diariamente, la oración a mi ángel custodio

    Diálogo con Cristo 

    El ingrediente secreto para tener éxito en cualquier cosa es la fe. No es necesario nada más. Jesús, ahora veo que la oración no es opcional, sino que es el medio por el cual podemos crecer en la fe. Sólo quien reza, es decir, quien confía en Dios, con un amor filial, puede sanarse a sí mismo y a los demás. 

    CONSEJOS PARA SER BELLA



    CONSEJOS PARA SER BELLA

    Lo siguiente fue escrito por Audrey Hepburn acerca de:

    Para labios atractivos: Habla con palabras amables.

    Para ojos adorables: Busca lo bueno en las personas.

    Para una figura esbelta: Comparte tu comida con el hambriento.

    Para un cabello hermoso: Deja que un niño pase sus dedos a través de ellos una vez al día.

    Para el porte: Camina con el conocimiento de que nunca caminarás sola.

    Las personas, aún más que las cosas tienen que ser reafirmadas, renovadas, revitalizadas, reclamadas, y redimidas; nunca pases por encima de nadie.

    Recuerda, si alguna vez  necesitas una mano que te ayude la encontrarás al final de tu propio brazo.

    A medida que envejeces, descubrirás que tienes dos manos, una para ayudarte, la otra para ayudar a los demás.

    La belleza de una mujer no está en las ropas que usa, la figura que ella tiene, o la forma que peina su pelo. La belleza de una mujer debe verse en el interior de sus ojos, porque esa es la puerta al corazón, el lugar donde habita el amor. La belleza de una mujer no está en su rostro, pero la verdadera belleza en una mujer está reflejada en su alma.

    Es el cuidado que amorosamente da, la pasión que ella muestra, y la belleza de una mujer solo crece con el pasar de los ¡años!.

    LOS PASAJES DIFÍCILES DE LA BIBLIA


    Autor: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Forum libertas
    Pasajes difíciles de la Biblia
    ¿Cómo leer la Biblia? ¿Qué sentido tiene para los católicos este Libro en su conjunto y en sus distintas partes?
     





    A veces resulta difícil comprender algunas páginas de la Biblia, especialmente del Antiguo Testamento. Leemos en ocasiones escenas, acciones, algunas presentadas como “órdenes divinas”, que hoy nos parecen contrarias a la justicia y a la bondad, que vemos como incompatibles con el modo de ser de Dios.

    Las dificultades pueden superarse si aprendemos a leer la Biblia en su conjunto y en sus partes según los criterios de interpretación de la Iglesia católica. Vamos a recordar esos criterios y aplicarlos a un pasaje concreto.

    Encontramos en el libro de Josué un pasaje que narra la conquista de Jericó. Josué pide a los israelitas que consagren como anatema para Yahveh todo lo que se encontraba en la ciudad, menos a Rajab la prostituta y a su familia. Las murallas de Jericó caen, y los israelitas asesinan a hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, e incluso a los animales (cf. Jos 6,1-27).

    Un poco más adelante leemos cómo los gabaonitas, que vivían en la zona, estaban convencidos de que existía una terrible orden divina de exterminio. Tras haber engañado a Josué y conseguido una forma de “coexistencia pacífica” con los israelitas, explican el motivo de su mentira:

    “Le respondieron a Josué: ‘Es que tus siervos estaban bien enterados de la orden que había dado Yahveh tu Dios a Moisés su siervo, de entregaros todo este país y exterminar delante de vosotros a todos sus habitantes. Temimos mucho por nuestras vidas a vuestra llegada y por eso hemos hecho esto’” (Jos 9,24).

    Surge la pregunta al leer estos pasajes: ¿Dios habría dado la orden de exterminar a los pueblos que vivían en Palestina? En otras palabras: ¿es posible que Dios haya pedido a Josué que cometiese un acto que hoy nos parece claramente injusto? ¿Qué “culpa” podrían tener los civiles desarmados, los ancianos y los niños, las mujeres y los jóvenes, para ser asesinados? Además, ¿cómo justificar la conquista de una ciudad asentada durante muchos años en un lugar concreto? ¿Qué derecho tenían los israelitas de iniciar una guerra de invasión contra poblaciones que durante siglos habían vivido en aquella región?

    Son preguntas, es cierto, que nacen desde nuestro tiempo histórico, y que pueden parecen fuera de sitio al ser aplicadas a una época muy diferente de la nuestra. Sin embargo, sabemos que el asesinato de inocentes o que la guerra de exterminio son actos que siempre van contra la justicia, aunque un pueblo haya llegado a un nivel de ceguera que le impida ver la malicia de sus acciones.

    Pero entonces, ¿cómo Dios permitió en el pueblo elegido una actitud y unos comportamientos tan gravemente injustos? ¿No pudo haber revelado a los israelitas que nunca es lícito asesinar a inocentes, ni expulsar a una población de la tierra en la que vive?

    En el camino hacia la respuesta, hemos de tener presente qué es la Biblia para la Iglesia. Luego podremos recordar los criterios de interpretación que la Iglesia usa para leer cualquier pasaje de la Biblia, y aplicarlos al relato de la conquista de Jericó.

    Preguntémonos, para empezar: ¿qué sentido tiene para los católicos la Biblia en su conjunto y en sus distintas partes?

    Como enseña el Concilio Vaticano II, la Iglesia considera que Dios ha inspirado todos los libros recogidos en el “canon” (la lista de escritos que constituyen la Biblia). Decir que estos libros están inspirados significa afirmar que exponen con certeza y sin ningún error lo que Dios quiere enseñarnos para nuestra salvación, porque están escritos gracias a la acción del Espíritu Santo (cf. Dei Verbum, n. 11).

    Dios es el Autor de los distintos libros de la Biblia, y también es autor el hombre (escritor sagrado) que redacta bajo la luz de Dios y según sus talentos y cualidades humanas (cf. Dei Verbum, n. 11).

    Encontramos, así, dos acciones en los escritos sagrados: por un lado, la acción por la que Dios quiere comunicar su Palabra; por otro, la acción del hombre que comprende y expresa el mensaje según su modo de pensar.

    Teniendo esto presente, podemos preguntarnos: ¿cómo leer, cómo interpretar cada texto?

    La lectura de la Biblia, en la Iglesia, se realiza según unos criterios generales y, siempre, bajo la guía del magisterio (del Papa y de los obispos que enseñan unidos entre sí por lazos de comunión y en plena sintonía con el Papa). Vamos a ver esos criterios generales de interpretación y aplicarlos a nuestro pasaje.

    a. Primero, hay que identificar cuál es el género literario usado por el autor de cada libro.

    Según dice Dei Verbum (n. 12), “para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hombres”.

    En el caso de la conquista de Jericó, el autor escoge el género de campaña militar, según la mentalidad de una época histórica en la que grupos humanos y tribus enteras pensaban que el derecho de conquista podría justificar la eliminación de las poblaciones vencidas. Además, el pueblo de Israel (y el autor sagrado es hijo de su pueblo) pensaba que ese derecho de conquista, como tantas otras tradiciones, venía directamente de Dios.

    Hoy, ciertamente, reconocemos la atrocidad de la matanza de inocentes en cualquier guerra, del pasado o del presente. Pero aquel tiempo era muy diferente. Hemos de recordar, además, que Dios, en la elaboración de la Biblia, “condesciende” (cf. Dei Verbum n. 13) con los hombres y permite que elementos importantes de su mensaje queden expresados a través de palabras escritas por hombres frágiles, incluso pecadores, en un ropaje que nos puede parecer indigno, pero que es simplemente eso: lo que pensaba y vivía un grupo humano en una etapa concreta de su historia.

    Hace falta, por tanto, no limitarnos a la “letra” del texto escrito para evitar el peligro de caer en el fundamentalismo. Ello nos lleva a recurrir a otros criterios de interpretación sumamente importantes. Presentamos ahora conjuntamente dos de esos criterios:

    b. La Biblia necesita leerse “con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados”

    (Dei Verbum n. 12). En ese sentido, toda la Escritura adquiere comprensión plena a la luz de Cristo, que es el culmen de la Revelación y centro del mensaje que Dios quiere transmitir a los hombres.

    c. Hay que leer la Escritura en su unidad, de forma que ningún pasaje sea considerado de modo aislado, como si por sí mismo fuese suficiente para expresar el mensaje de Dios a los hombres.

    Además, el Antiguo Testamento, que contiene “algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos” (Dei Verbum n. 15) ha de leerse e interpretarse desde la plenitud de comprensión que recibe con el Nuevo Testamento (cf. Dei Verbum n. 16).

    Volvamos a nuestro texto para iluminarlo con los dos criterios que acabamos de mencionar. El Nuevo Testamento (el Antiguo Testamento se comprende en plenitud desde el Nuevo Testamento, desde Cristo) ofrece dos textos que interpretan el pasaje que estamos considerando del libro de Josué.

    El primer texto se encuentra en la Carta a los Hebreos. Allí leemos lo siguiente: “Por la fe, se derrumbaron los muros de Jericó, después de ser rodeados durante siete días. Por la fe, la ramera Rajab no pereció con los incrédulos, por haber acogido amistosamente a los exploradores” (Hb 11,30-31).

    El segundo texto se encuentra en la Carta de Santiago: “Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino?” (Sant 2,24-25).

    Estos dos pasajes del Nuevo Testamento interpretan la conquista de Jericó y el privilegio dado a Rajab en clave de fe y de obras: quien cree y se comporta de modo correcto se beneficia de la acción salvífica de Dios. No se habla de los otros aspectos del libro de Josué (la conquista de la ciudad, la entrega al “anatema” de hombres, mujeres, niños, animales), que quedan en la sombra y no son vistos como relevantes respecto de la pregunta con la que debemos leer la Biblia: ¿qué mensaje salvífico ofrece un pasaje concreto? La respuesta de estos dos textos del Nuevo Testamento para el pasaje que estamos considerando es clara: la fe lleva a la salvación, la falta de fe provoca la ruina de los hombres.

    d. Otros criterios de interpretación: la Tradición viva de la Iglesia

    Damos un paso adelante con la ayuda de otros criterios de interpretación. Uno se refiere a la Tradición viva de la Iglesia. Como enseña el Concilio Vaticano II, la Sagrada Escritura debe ser leída teniendo “en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe” (Dei Verbum n. 12, cf. nn. 8-10). Nos fijamos ahora en la Tradición.

    ¿Qué entendemos por “Tradición viva”? En ella se recoge la predicación que los Apóstoles legaron a los obispos que les sucedieron, y que se convierte en una “transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo”, que es “distinta de la Sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 78, que cita Dei Verbum n. 8). De modo especial, los Santos Padres recogen y reflejan esta Tradición viva, y nos permiten acceder en su integridad a la Revelación de Dios (que está recogida tanto en la Tradición como en la Escritura).

    Lo que acabamos de decir explica por qué el cristianismo no es una “religión del libro”: no se basa simplemente en un texto sagrado en el cual se encontraría todo y al cual se debería recurrir siempre, directamente, sin intermediarios ni interpretaciones. Sobre este punto, el Catecismo de la Iglesia católica n. 108, explica:

    “Sin embargo, la fe cristiana no es una religión del Libro. El cristianismo es la religión de la Palabra de Dios, no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo. Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas (cf. Lc 24,45)”.

    e. Otro criterio, ya mencionado, es la analogía de la fe.

    Por analogía de la fe se entiende la trabazón profunda que existe entre las verdades cristianas, dentro del conjunto de la Revelación. En otras palabras, no se puede “sacar” de un pasaje bíblico una conclusión que vaya contra lo que entendemos en la lectura completa de la Biblia y de la Tradición.

    Es claro que si aplicamos la analogía de la fe es imposible interpretar la conquista de Jericó como si Dios hubiera ordenado un genocidio, sencillamente porque Dios es amante de la vida y, si no amase algo, no lo habría creado (cf. Sab 11,24-26). Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y así viva (cf. Ez 18,23). El Hijo no vino para condenar, sino para salvar a todo el que crea (cf. Jn 3,16-18). El seguidor de Cristo no puede desear que caiga fuego del cielo para destruir a los que no reciben al Señor (cf. Lc 9,51-56).

    Desde la ayuda y la integración de otros pasajes bíblicos podemos llegar a una lectura correcta del libro de Josué. Si, además, vemos la Tradición viva de la Iglesia y las enseñanzas constantes de los Papas y de los obispos, aparece claramente que la Iglesia no ha defendido nunca un “derecho de conquista” que implique la destrucción completa de un pueblo, sino que más bien ha condenado siempre cualquier crimen de inocentes, también en tiempo de guerra, porque va contra el quinto mandamiento, y porque nadie debería apoyarse en la Biblia para justificar ninguna guerra de agresión ni, mucho menos, el exterminio de un pueblo.

    Podemos añadir aquí que el pasaje de la conquista de Jericó, como otros pasajes bíblicos, fue interpretado por algunos Escritores eclesiásticos y Santos Padres de un modo alegórico, como una figura que escondía un significado más profundo. Por poner un ejemplo, Orígenes (siglos II-III) veía en la ciudad de Jericó una imagen del mundo; en Rajab, que acogió a los exploradores, encuentra un modelo de todos aquellos que reciben a los apóstoles por la fe y la obediencia; en el hilo escarlata que cuelga en su casa (cf. Jos 2,18) descubre una señal de la Sangre salvadora de Cristo (cf. Orígenes, Homilías sobre el libro de Josué, 6,4).

    Existe, ciertamente, el peligro, ya señalado por santo Tomás de Aquino y recordado en un importante documento de la Pontificia Comisión Bíblica (El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 20), de exagerar en el uso de la alegoría y olvidar la importancia de los datos históricos. Lo que encontramos en el libro de Josué, en un estilo que ciertamente no es el de un cronista ni el de un historiador en el sentido moderno de la palabra, es la narración de la conquista de una de las ciudades de la tierra prometida.

    La conquista de Jericó es un dato histórico de un enorme dramatismo. Se coloca, por un lado, en el camino de Israel, el pueblo que sale de Egipto, que es ayudado por Dios para librarse de la opresión de los egipcios, que recibe unos mandamientos y unas promesas. Por otro lado, en el momento de la llegada, del asentamiento, de la conquista de unas tierras según un deseo divino que responde a la lógica de la promesa: si el pueblo será fiel, podrá vivir en libertad y tener una patria propia.

    La ocupación de la tierra prometida se realizó, como dijimos, según modos que reflejan una mentalidad muy lejana a la nuestra. El hecho de la matanza, de haber ocurrido, sigue un modo de pensar en el que el derecho de conquista “permitía” tomar medidas muy fuertes sobre los vencidos. Pero la lectura correcta del hecho, en el contexto de una intervención de Dios en la historia, no puede prescindir de que por encima de una acción injusta, y con un pueblo todavía necesitado de una profunda conversión, Dios estaba preparando un camino para ofrecer la salvación a los hombres, si éstos la aceptaban con una fe como la que, en un modo imperfecto, encontramos en Rajab.

    Además, notamos que la misma narración bíblica no nos habla de un exterminio completo de los pueblos que vivían en Palestina. Como vimos, los habitantes de Gabaón hicieron alianza con Josué (cf. Jos 9,3-27).

    Otros pueblos no fueron conquistados, y serán motivo de continuas guerras y aflicciones para los judíos. El autor sagrado interpretó este hecho como parte de la voluntad de Dios, que habría querido “probar” a su pueblo para ver si mantenía o no su fidelidad. Sabemos que el pueblo no fue fiel: se unió con los pueblos vecinos y cayó en la idolatría y en numerosos males y derrotas (cf. Jue 2,20-3,8).

    Está claro que siempre será incorrecto considerar a los pueblos vecinos simplemente como objeto de odio o de desprecio por parte de Dios. Aunque Israel tiene clara conciencia de ser un pueblo elegido, predilecto, amado, necesita reconocer que su elección está en función del amor que Dios tiene también a otros pueblos. Lo señala expresamente la Pontificia Comisión Bíblica en el documento antes citado:

    “La elección de Israel no implica el rechazo de las demás naciones. Al contrario, presupone que las demás naciones pertenecen también a Dios, pues ‘la tierra le pertenece y todo lo que en ella se encuentra’ (Dt 10,14), y Dios ‘ha dado a las naciones su patrimonio’ (32,8). Cuando Israel es llamado por Dios ‘mi hijo primogénito’ (Ex 4,22; Jr 31,9) o ‘las primicias de su cosecha’ (Jr 2,3), esas mismas metáforas implican que las demás naciones forman parte igualmente de la familia y de la cosecha de Dios. Esta interpretación de la elección es típica de la Biblia en su conjunto” (El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 33).

    Es posible, además, realizar una lectura más precisa sobre este relato y sobre los diversos pasajes del Antiguo Testamento que hablan del “anatema”. ¿En qué consiste el “anatema”? En consagrar a Dios el botín y los despojos de los derrotados, para evitar cualquier contaminación con las religiones presentes en Palestina. En Dt 13,13-19 la orden de destrucción completa afecta no sólo a los extranjeros, sino a aquellas ciudades de Israel (es decir, a los mismos judíos) que se aparten de la Alianza y den culto a otros dioses.

    En realidad, ya vimos que no todos los pueblos fueron exterminados. Con el pasar del tiempo, muchos de los pueblos hostiles dejaron de existir en Palestina. Entonces, ¿cómo entender el anatema? Lo explica el documento que citamos antes:

    “En el tiempo de la composición del Deuteronomio así como del libro de Josué, el anatema era un postulado teórico, puesto que en Judá ya no existían poblaciones no israelitas. La prescripción del anatema pudo ser el resultado de una proyección en el pasado de preocupaciones posteriores. En efecto, el Deuteronomio se preocupa de reforzar la identidad religiosa de un pueblo expuesto al peligro de los cultos extranjeros y de los matrimonios mixtos” (El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 56).

    En ese contexto, pueden darse tres interpretaciones del anatema, expresados en el mismo n. 56 del documento que acabamos de citar:

    -primero, teológico: reconocer la tierra como un dominio del Señor;

    -segundo, moral: evitar al pueblo cualquier posible tentación que pueda dañar la propia fidelidad a Dios;

    -tercero, sociológico: la tentación del pasado que puede darse en el presente “de mezclar la religión con las formas más aberrantes de recurso a la violencia” (El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 56).

    Esa tercera interpretación del anatema, podemos decirlo con seguridad, no corresponde al proyecto de amor de Dios. En otras palabras, Dios no quiso de ningún modo que fueran eliminados seres inocentes en la conquista de ciudades por parte de los judíos.

    Quizá para más de uno quedaría por responder una pregunta que surge al leer la Biblia: ¿por qué no simplificar el texto sagrado? ¿No sería mejor dejar de lado un Antiguo Testamento difícil de entender, con pasajes como el de la conquista de Jericó que resultan “escandalosos”? ¿No lograríamos así un cristianismo más asequible al mundo moderno?

    La respuesta está en comprender la naturaleza de la Biblia: es un único libro, en el que Cristo ocupa el lugar central, y en el que cada pieza tiene su valor. El Antiguo Testamento no es un “lastre”, sino un elemento clave de la Revelación, un conjunto de libros que nos lleva a comprender mejor la acción salvadora de Dios en su Hijo encarnado.

    Como recordaba la Pontificia Comisión Bíblica en el texto antes citado: “Sin el Antiguo Testamento, el Nuevo sería un libro indescifrable, una planta privada de sus raíces y destinada a secarse” (El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 84). O, como decía san Agustín, “en el Antiguo Testamento está velado el Nuevo, y en el Nuevo está la revelación del Antiguo” (La catequesis de los principiantes, IV,8).

    En conclusión, los pasajes difíciles de la Biblia adquieren su inteligibilidad a la luz de una lectura realizada dentro de la fe de la Iglesia, según unos criterios de interpretación que nos dan la llave para la comprensión de un texto que narra una historia maravillosa: la de la llamada de un Dios que ama a los hombres; y la de la respuesta de los hombres que, en medio de las mil peripecias de la vida, y con límites debidos a las distintas épocas de la historia, se dejan guiar y maduran su respuesta de amor a quien tanto nos ha amado.

    EL AMOR DE LA VIRGEN MARÍA LLENA NUESTRO CORAZÓN


    Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
    El amor de María llena nuestro corazón
    Si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado?

    El amor de María llena nuestro corazón

    Dios es amor. 

    María Santísima es también amor. 

    Podríamos decir que María es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios. 
    "Tú sola, Virgen María, le curas a Dios de todas las heridas que le hacemos los hombres. Por ti sola valió la pena la redención, aunque, afortunadamente, hay otras y otros que se han tomado en serio la redención". 

    Este amor tuyo que, por un lado, sube hasta Dios y, por lo tanto, tiene toda la gratitud de una creatura, toda la profundidad de una madre, toda la pureza de una virgen; por otro lado, se dirige a nosotros, hacia la tierra, hacia tus hijos. 

    Cómo me impresionó -y aparte al principio no lo creí- leer aquellas palabras de San Alfonso María de Ligorio: "Si juntáramos el amor de todos los hijos a sus madres, el de todas las madres a sus hijos, el de todas las mujeres a sus maridos, el de los santos y los ángeles a sus protegidos: todo ese amor no igualaría al amor que María tiene a una sola de nuestras almas". Primero, no lo creí porque era demasiado grande para ser cierto. Hoy, lo creo, y posiblemente estas palabras de San Alfonso se quedaron cortas. 

    Yo me pregunto: si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado? ¿Podrá vivir una vida sin alegría, sin fuerza, sin motivación? ¿Podrá alguna vez, en su apostolado, llegar a decir "no puedo, me doy"? ¿Podrá algún día decir : "renuncio al sacerdocio y lo dejo"? Si Cristo, por nosotros, dio su sangre, su vida, ¿qué no dará la Santísima Virgen por salvarnos? Ella ha muerto crucificada, espiritualmente, por nosotros. A Cristo le atravesaron manos y pies por nosotros; a ella una espada le atravesó el alma, por nosotros. Si Él dijo: "He ahí a tus hijos" ¿cómo obedece la Santísima Virgen a Dios? Entonces, cuánto nos tiene que amar. Y si somos los predilectos de su hijo: "vosotros sois mis amigos", somos también los predilectos de Ella. 

    El amor de María llena nuestro corazón, debe llenarlo. El amor de una esposa no es el único que puede llenar el corazón de un hombre como yo. El amor de María Santísima es muchísimo más fuerte, rico, tierno, confortante, que el de todas las esposas de la tierra. El amor de mi madre celestial llena, totalmente, mi corazón. Una mirada, una sonrisa de María Santísima, me ofrecen más que todo lo que pueden darme todas la mujeres de la tierra juntas. 

    ¿Cuál debe ser mi respuesta a tan grande y tierno amor? 

    Como Juan Pablo II debemos decir cada uno de nosotros, también, "totus tuus": todo tuyo y para siempre. Aquella expresión que el Papa nos decía: "Luchando como María y muy juntos a María", que le repitan siempre: "totus tuus". 

    ¿Por qué no llevarme a todas partes a la Santísima Virgen? En el pensamiento, en el corazón, y también, en una imagen, en un cuadro: su presencia es benéfica. Yo tengo en mi despacho y en mi cuarto una imagen de la Santísima Virgen. Con mucha frecuencia la miro, con mucha frecuencia le hablo y, también, la escucho. Siento su presencia y su amor a través de esa imagen. 

    EL PAPA FRANCISCO VISITARÁ COREA DEL 14 AL 18 DE AGOSTO DEL 2014


    Una Corea dividida en dos
     marcará la visita del Santo Padre


    “Corea, sufre las consecuencias de la guerra de los años 50, aún dividida, bajo un armisticio. El tema de la paz y de la reconciliación por lo tanto será central en esta parte caliente del planeta”.


    Lo indicó hoy el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi al presentar el viaje que papa Francisco realizará a Corea del Sur del 14 al 18 de agosto. Y precisó que “el Santo Padre rezará allí por la reconciliación y paz entre las dos partes del pueblo coreano”.

    Entre las preguntas realizadas por los periodistas presentes en la sala de prensa del Vaticano, la Associated Press interrogó al portavoz sobre la veracidad de una noticia según la cual el arzobispo de Seul habría prohibido a los sacerdotes de Corea del Sur celebrar misa en el norte del país, bajo un brutal régimen comunista.

    El portavoz Lombardi indicó que el arzobispo de Seúl, Andrew Yeom Soo-jung, es también el responsable de los territorios de Corea del Norte y que por lo tanto tendrá sus razones si así lo ha decidido. Recordó también que algunas delegaciones de Corea del Norte han sido invitadas y que la respuesta oficial del Gobierno de Pionyang fue que no participarán. El director de la oficina de prensa indicó entretanto que es posible que algunos norcoreanos participen a una misa con el Santo Padre, pero privadamente.

    Por su parte el periodista de Avvenire, Mimmo Muolo, que acaba de llegar de un viaje realizado en Corea para entender mejor como cubrir la información sobre la visita que realizará el Pontífice, precisó que desde el Sur está absolutamente prohibido ir a Corea del Norte, e incluso que está cerrado el ingreso a cualquier tipo de ayuda humanitaria proveniente desde el sur del país.

    De hecho la arquidiócesis de Seul invitó el 26 de mayo pasado al gobierno de Corea del Norte a enviar una delegación a la misa por la reconciliación y la paz que el Papa celebrará en el último día de su visita. La 'Asociación de católicos norcoreanos' creada por el régimen ha declarado que "en estas circunstancias ir a Seúl sería un paso hacia la agonía".

    Interrogado si el Santo Padre podría tomar alguna iniciativa personal, visto que la frontera con Corea del Norte está a pocos kilómetros de Seul, el portavoz indicó que no había nada programado aunque el Santo Padre puede tomar las iniciativas que considere oportunas. 

    Entre las novedades del viaje del papa Francisco, es que hará cuatro discursos en inglés, dos de ellos dirigidos a los jóvenes. Los otros serán en idioma italiano.

    viernes, 8 de agosto de 2014

    ¿DE QUIÉN ES LA VIRGEN MARÍA?


    ¿De quien es  la Virgen María?
    Padre Tomás Rodríguez Carbajo


    La madre tiene capacidad para amar a todos sus hijos, el número de ellos no disminuye el que les profesa a cada uno en particular, aunque según la necesidad así derrocha más amor.

    1. - Maria es de Dios. Lógico. Es su criatura. Cristo le preservó de que naciera con pecado, porque la había escogido para que fuera su Madre.

    2.- Maria es de los hombres. Es de su misma raza. Pasó las estrecheces que cada hombre tiene que pasar en esta vida.
    La mujer del "montón" que con la sencillez que tenia no llamó la atención de ningún hombre 'importante, pero si llamó la atención de Dios para fijarse en Ella haciéndola su Madre.

    3.- María es de los cristianos. Ellos la tienen como Madre, Cristo así lo quiso, era lo único que le quedaba en la cruz y también nos lo dio.
    A Ella acuden como refugio en la tentación, auxilio en la necesidad y siempre como Madre, pues, al serlo de la Iglesia lo es de cada uno de los cristianos, ante su imagen se postran en la lejana y solitaria ermita de la montaña como en el camarín de su más concurrido santuario
    En el templo del alma de cada cristiano se levanta un altar en honor de Madre.

    4. - Todos la reclaman para sí
    El niño que ha aprendido de la madre de la tierra a invocar a la Madre del Cielo.
    El joven que en sus borrascosos años la siente como el faro que le orienta a puerto seguro.
    El adulto que con el paso de los años no ha dejado de sentirse niño invocándola como Madre.
    La mujer que ve claro la igualdad y dignidad de la persona por parte de Dios, ya que El ha elegido a María para esa dignidad tan grande.

    María es de todos, en su corazón de Madre tienen cabida todos los hombres con sus necesidades, sus preocupaciones, sus ilusiones. Su mismo nombre nos indica esa riqueza, ya que más de 70 etimologías distintas le han sacado a su nombre. i Y todas le cuadran bien!.
    María es de todos, nadie se la puede apropiar, las riquezas de sus advocaciones nos muestran el gran amor que María nos tiene, pues, quien a Ella acude, no queda defraudado.

    ¿De quién es María? De todos, porque es Madre de todos los hombres.


    PERDER PARA GANAR


    Autor: P. Fintan Kelly | Fuente: Catholic.net
    Perder para ganar
    Cuando tengan dudas, cuando la vida les duela, cuando estén cansados de la lucha, entonces miren a Cristo crucificado.

    Perder para ganar
    Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo... 
    Jn 12, 20-33 


    Por medio de la cruz nos vencemos a nosotros mismos y ganamos el cielo. 

    Servir a Cristo es seguirlo por el camino de la cruz. Esta afirmación sería suficiente para desanimar a cualquier persona, si no fuese por el hecho de que cosechamos fruto del árbol de la cruz. El fruto que produce es la vida sobrenatural. Cristo nos lo explica con la imagen del grano de trigo que muere en la tierra pero produce fruto en abundancia. 

    Este es el misterio de la vida cristiana, como dice Cristo: El que ama su vida (quiere decir que no desea sacrificarse), la pierde (quiere decir que no gana la vida eterna o el Cielo), y el que odia su vida en este mundo (aquel que se abniega), la guardará para una vida eterna (ganará el cielo). Hay que morir para vivir. 

    En Jesucristo crucificado encuentra el cristiano un compendio viviente y orgánico de todas las virtudes que debe practicar. 


    Delante del espectro de la muerte Cristo se asustó. Era normal, pues Él era un hombre con el instinto de auto-conservación. Sin embargo, aceptó la muerte más dolorosa. ¿Cómo se explica esto? 

    Cristo vivió su vida, por así decirlo, con una brújula en la mano. Siempre sabía en qué dirección ir. Nunca vemos en Cristo titubeos. Siempre caminó en la dirección de la voluntad de su Padre: "¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto...! 


    Cristo concibe su vida como una lucha contra el Príncipe de las tinieblas. Él quería arrebatar de las garras de Satanás a las almas. Sumó todo, era muy sencillo pero muy costoso: atraer a los hombres hacia Él al contemplarlo clavado en la cruz por amor a ellos. Cristo trata de conquistar a los hombres con el amor, en tanto que el demonio usa la mentira y el odio. 

    Cuando tengan dudas, cuando la vida les duela, cuando estén cansados de la lucha, entonces miren a Cristo crucificado, y estén seguros de que su amor es suficiente para levantarles". "La cruz es también el misterio de nuestra confianza y de nuestra grandeza, porque Cristo ha querido acercar a ella nuestra pequeñez, nuestra debilidad, nuestra pobreza, nuestro dolor y nuestras lágrimas. 

    Propósito 

    Ver la cruz como la manera de ganar el cielo. 
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