Aficionarse a orar
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
Santa Teresa comienza el libro de su Autobiografía con un grato reconocimiento al testimonio de sus padres.”El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastará ,si yo no fuera tan ruin, con lo que el Señor me favorecía, para ser buena.
Era mi padre aficionado a leer buenos libros. Con el cuidado que mi madre tenia de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de nuestra Señora y de algunos santos, comenzó a despertarme de edad – a mi parecer- de seis a siete años.
Ayudábame no ver en mis padres favor sino para la virtud. Tenían muchas”.
"La familia -decía el Decreto sobre el Apostolado de los Seglares, n. 11- ha recibido directamente de Dios la misión de ser la célula primera y vital de la sociedad. Cumplirá esta misión si, por la mutua piedad de sus miembros y la oración en común dirigida a Dios, se ofrece como santuario doméstico de la Iglesia ... si la familia practica el ejercicio de la hospitalidad y promueve la justicia y demás obras buenas al servicio de todos los humanos que padecen necesidad"
Santa Teresa tuvo la suerte de tener unos padres virtuosos que, además de preocuparse de que sus hijos crecieran en la fe, eran testimonio de vida. De ellos heredó nuestra Santa el amar a Dios sobre todas las cosas y a sentirse amada por Él.
Los padres deben hablar de Dios y hacer que sus hijos crezan en este respeto y amor al Padre de todos. A los pequeños se les enseña a comer, a caminar, a hablar, ¿ por qué no se les puede enseñar y "hacer rezar" y poner cuidado en que sean devotos de la Virgen y los santos? Lo que se aprende en los primeros años, sirve para toda la vida.
El chaval tiene que orar en común con sus padres en toda ocasión : en las alegrías, tristezas, cumpleaños, aniversarios, al dormir, al levantarse de la cama, al bendecir la mesa, en las reuniones familiares. Con los padres visitará a Jesús en el Sagrario, conversará con El como amiguito, participará en la Eucaristía.
Conviene, además, que los esposos tengan tiempo para la reflexión conjunta, para orar como pareja, sobre todo, cuando el amor se debilita y el diálogo flaquea. En esos momentos de dificultad, habrá que repetir con frecuencia la vieja plegaria del Evangelio: "Señor : nos estamos quedando sin vino".
"Oh Dios de quien procede toda la paternidad en el cielo y en la tierra...haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de las familias y de todas las familias del mundo. Haz que las nuevas generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor. Haz que el amor corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que pasan las familias" (Juan Pablo II)