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viernes, 24 de agosto de 2012
QUEMAR LAS NAVES
Quemar las naves
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
Sitio del Padre
Cuando Hernán Cortés llegó con su ejército para la conquista de México desembarcó en el puerto de Veracruz. Allí tuvo conocimiento del poderoso y organizado ejército de los aztecas. Las noticias fueron tan alarmantes que algunos de sus oficiales se desanimaron y prefirieron abandonarlo en secreto, regresando a Cuba, que ha había sido conquistada.
Hernán Cortés supo lo que tramaban hacer, y esa misma noche se acercó a los barcos y los quemó. De esa manera ya no era posible dar un paso atrás, No les quedaba otra alternativa que lanzarse a la conquista de la gran Tenochtitlán.
En nuestro caso no es suficiente decir que queremos conquistar la Nueva vida traída por Jesús. Es necesario quemar las naves que nos conducen al pecado para jamás poder retornar a él.
Así como Dios abrió el Mar Rojo para que su pueblo lo atravesara rumbo a la tierra de libertad, lo cerró inmediatamente. Es necesario que Dios cierre ese mar para que jamás podamos regresar a la esclavitud del pecado. Es necesario que nosotros decidamos que jamás queremos regresar allá, y quemar todos los medios que nos pudieran ayudar a retornar…
José H. Prado Flores
A los discípulos que siguen a Jesús se les exige:
Dejarlo todo inmediatamente, ya que El es lo más importante (Lc 9.60).
Amar a Jesús sobre todas las cosas y personas (Lc 44.16).
Aceptar un camino imprevisible: no tener dónde reclinar la cabeza (Mt. 8.18-19).
Negarse a sí mismos, cargar con la cruz, estar dispuestos a perder la vida (Mc.8.34).
La opción por Cristo ocupa, pues, el primer lugar en el Evangelio.
Quien ha puesto los ojos en Jesús, nada ni nadie le apartará del camino emprendido. Un buen ejemplo de fidelidad lo encontramos en Sancho Panza, cuado tratan de convencerle para que abandone a don Quijote, ya que con él no llegará a obtener ninguna ganancia en esos reinos inexistentes, sino burlas y sonrisas de la gente. La razón que da para seguirle, es la siguiente:
“Lo sigo porque…lo quiero, lo quiero mucho y ya no puedo dejarlo solo. Aunque no alcancemos las estrellas ni venzamos enemigos. Aunque no derrotemos los gigantes del mal ni desencantemos las princesas…lo he de seguir hasta el final Si no, ¿quién lo va a levantar cuando el molino de viento lo derribe? ¿Quién lo va a curar de las heridas? ¿Quién se atreverá a ser escudero suyo? ¿Quién compartirá sus desgracias?”
Quien siga a Jesús, estará obligado a quemar “todas las naves” donde vive el pecado, Satanás y todas sus obras. Quien cierra la puerta al pecado, se la está abriendo a Jesús, para que viva como único Señor en el corazón libre de quien en un tiempo fue esclavo.
Cada cosa que se deja, va desgarrando el alma; no es la nada que se deja, es un algo que se acaba.
Dejar y soltar amarras, es quedarse en soledad, sentado en el olvido y las alas rotas sin volar.
En cada adiós de la vida, llora el viento y ríe el mar.
En cada minuto que pasa, sufre el sol, brama el maizal.
SE BUSCA UN SANTO...
Se busca un Santo
Perdóname, Señor, que venga a molestarte, pero se me acaba de ocurrir una idea:
Dicen que tienes necesidad de un Santo y pienso que tal vez podría servirte yo...
Vengo, pues, a ofrecerme para tal empleo; creo que podría cumplir bien esa ocupación.
A pesar de lo que digan, el mundo está lleno de personas perfectas.
Hay muchos que te ofrecen tantos sacrificios que, para que no te equivoques al contarlos, los marcan con pequeñas cruces en un
cuadernillo. A mí, la verdad, no me gustan los sacrificios, me fastidian enormemente...
Lo que te he dado, Señor, tú sabes bien que lo has cogido tú mismo sin pedirme permiso y, lo más que yo he hecho, ha sido no protestar...
Hay también otros que se corrigen de un defecto por semana y ¡claro! serán forzosamente perfectos al cabo de un trimestre.
Pero yo no tengo suficiente confianza en mí para hacer eso, ¿quién sabe si perseveraré al cabo de la primera semana?
¡Soy tan impulsivo, Dios mío!
Por eso, prefiero quedarme con mis defectos, aunque usándolos lo menos posible...
Las personas perfectas tienen tantas cualidades, que no hay sitio en su alma para otra cosa y por lo tanto nunca llegaran a ser Santos.
Perdóname, Señor, que venga a molestarte, pero se me acaba de ocurrir una idea:
Dicen que tienes necesidad de un Santo y pienso que tal vez podría servirte yo...
Vengo, pues, a ofrecerme para tal empleo; creo que podría cumplir bien esa ocupación.
A pesar de lo que digan, el mundo está lleno de personas perfectas.
Hay muchos que te ofrecen tantos sacrificios que, para que no te equivoques al contarlos, los marcan con pequeñas cruces en un
cuadernillo. A mí, la verdad, no me gustan los sacrificios, me fastidian enormemente...
Lo que te he dado, Señor, tú sabes bien que lo has cogido tú mismo sin pedirme permiso y, lo más que yo he hecho, ha sido no protestar...
Hay también otros que se corrigen de un defecto por semana y ¡claro! serán forzosamente perfectos al cabo de un trimestre.
Pero yo no tengo suficiente confianza en mí para hacer eso, ¿quién sabe si perseveraré al cabo de la primera semana?
¡Soy tan impulsivo, Dios mío!
Por eso, prefiero quedarme con mis defectos, aunque usándolos lo menos posible...
Las personas perfectas tienen tantas cualidades, que no hay sitio en su alma para otra cosa y por lo tanto nunca llegaran a ser Santos.
Además, tampoco tienen ganas de serlo por miedo a faltar a la humildad.
Pero un Santo, Señor, yo creo que es ser un vaso vacío, que tú llenarás de tu gracia, con el amor que desborda tu Corazón, con la santidad de los Tres...
Mira, Señor, que yo soy eso: un vaso vacío, sin nada; sólo hay un poco de fango estancado en el fondo y no está muy limpio, ya lo sé...
Pero seguro que ahí arriba tú tienes algún detergente celestial! y además, ¿para qué serviría el Agua de tu Costado sino para lavarlo antes de usarlo?
Pero si tampoco tú quieres de mí, Señor, no insistiré...
Piensa, sin embargo, en mi propuesta, que va en serio.
Cuando vayas a tu bodega a sacar el vino de tu amor, acuérdate que, en cierto lugar de la tierra, tienes un pequeño vaso a tu disposición.
Y YO... ¿QUÉ HAGO?
Pero un Santo, Señor, yo creo que es ser un vaso vacío, que tú llenarás de tu gracia, con el amor que desborda tu Corazón, con la santidad de los Tres...
Mira, Señor, que yo soy eso: un vaso vacío, sin nada; sólo hay un poco de fango estancado en el fondo y no está muy limpio, ya lo sé...
Pero seguro que ahí arriba tú tienes algún detergente celestial! y además, ¿para qué serviría el Agua de tu Costado sino para lavarlo antes de usarlo?
Pero si tampoco tú quieres de mí, Señor, no insistiré...
Piensa, sin embargo, en mi propuesta, que va en serio.
Cuando vayas a tu bodega a sacar el vino de tu amor, acuérdate que, en cierto lugar de la tierra, tienes un pequeño vaso a tu disposición.
Y YO... ¿QUÉ HAGO?
LAS TRES ORACIONES DIARIAS
LAS TRES ORACIONES DIARIAS
(Jesús pide que se recen diariamente estas tres oraciones)
I
NOVENA DE CONFIANZA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Oh Señor Jesucristo, yo confío esta intención a tu Sacratísimo Corazón:
(Indicar la petición)
Mírame solamente Jesús, y luego haz que Tu Sacratísimo Corazón te
inspire. Que tu Sagrado Corazón decida. ¡Yo cuento con Él! ¡Yo confío en
él! ¡Yo me entrego a Su Misericordia! Señor Jesús, Tu no me
defraudarás. Sagrado Corazón de Jesús, yo confío en Ti. Sagrado Corazón
de Jesús, yo creo en Tu Amor por mí. Sagrado Corazón de Jesús, que venga
tu reino. ¡Oh! Sagrado Corazón de Jesús, yo te he pedido muchas
gracias, pero imploro ardientemente esta. Tómala, ponla en Tu Sagrado
Corazón. Cuando El Padre Eterno la vea, cubierta con Tu Preciosa Sangre,
no la rechazará. Ya no será mi plegaria, sino la tuya, oh Jesús. Oh
Sagrado Corazón de Jesús, yo pongo mi confianza en Tí. Que jamás sea
confundido. Amén.
ACORDAOS (De San Bernardo)
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que
ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro
auxilio y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos.
Animado por esa confianza a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las
vírgenes y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a
comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, oh Madre de
Dios, mis humildes súplicas, antes bien escuchadlas y acogedlas
benignamente. Amén.
INVOCACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL
San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate; sé nuestro auxilio
contra la perversidad y las asechanzas del demonio. Reprímale Dios,
pedimos suplicantes, y Tú, Príncipe de la milicia Celestial, lanza al
infierno con el divino Poder, a Satanás y a los demás espíritus
malignos, que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.
María, Reina de los ángeles - ¡Ruega por nosotros !
BARTOLOMÉ, EL HOMBRE QUE SE ENTUSIASMÓ POR CRISTO
Autor: P. Juan P. Ferrer | Fuente: Catholic.net Bartolomé, el hombre que se entusiasmó por Cristo | |
Si dejas a Dios de veras entrar en tu corazón, todo lo que anhelabas, esperabas, deseabas, se convertirá en realidad. | |
Vamos a contemplar en la figura del Apóstol Bartolomé el entusiasmo por Cristo de un hombre que poco antes, ante las palabras de Felipe, había dicho: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? San Juan nos trasmite una historia bellísima en el relato de la vocación de los primeros discípulos (Jn 1, 45-51). Felipe, a quien poco antes el Señor había llamado a su seguimiento, se encuentra con Natanael y le dice lleno de gozo: AAquel de quien, escribió Moisés en la ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, el hijo de José, el de Nazaret. El bueno de Natanael le responde con un cierto aire de desconfianza: ¿De Nazaret puede haber cosa buena?. Poco después tras el encuentro de Jesús y Natanael, éste último exclama con ilusión y fuera de sí: "Rabbi, tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel", y todo porque el Maestro le había dicho que lo había visto debajo de la higuera. Parece una escena surrealista, pero encierra una gran verdad, que vamos a comentar. ¿De Nazaret puede haber cosa buena? (Jn 1,46). Natanael, tal vez acostumbrado ya a tantos falsos mesías que habían salido como estrellas fugaces en la historia del pueblo de Israel, se extraña de aquellas palabras tan encendidas de Felipe en las que le comunica que un tal Jesús, de Nazaret, hijo de José, es el anunciado por Moisés y los profetas. No es rara esta experiencia para el hombre de hoy y de siempre, que lo ha esperado todo de todo y de todos y casi siempre se ha visto a sí mismo sorprendido por la inconsistencia de las cosas. Por eso, Natanael se sorprende y responde con esa pregunta: ¿De Nazaret puede haber cosa buena?. Este tipo de repuestas se encuentran en los labios de muchos hombres de hoy a propósito de cualquier nueva proposición de dicha ofrecida por la sociedad o por un amigo. La desilusión y la desconfianza se han instalado en ese corazón ya un poco seco y pasota del hombre moderno. "Rabbí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel" (Jn 1,49). Después de que Felipe le invite a acercarse a Cristo y de que Cristo hable de su honradez y rectitud, son esas palabras de Cristo: "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi", (Jn 1,48), las que mueven de una forma terrible el interior de Natanael y en un grito de admiración y de reconocimiento llama a Jesús "Hijo de Dios". Para Natanael, tal vez un inquieto rabino o estudioso de las Escrituras, de repente la vida se ha iluminado con la presencia de aquel hombre que le ha presentado su amigo Felipe. En él ha encontrado de repente y de golpe a quien buscaba y lo que buscaba en una armoniosa síntesis. Es como si una vida ya al borde del desencanto se encontrara de repente con esa verdad que lo explica todo y llena de paz y felicidad el corazón. Todavía no sabe cómo, pero Natanael intuye que aquel hombre va a colmar todas sus expectativas. "Has de ver cosas mayores" (Jn 1,50). Jesús le anuncia que aquella primera experiencia se va a multiplicar. Es como si le dijese: si dejas a Dios de veras entrar en tu corazón, todo lo que anhelabas, esperabas, deseabas, se convertirá en realidad. Y es que Dios es mucho más de lo que el hombre puede imaginarse. En realidad la felicidad que el hombre busca no es nada al lado de lo que Dios le ofrece. Dios siempre supera toda expectativa, todo deseo, toda esperanza. Natanael, el desconfiado, de repente ha quedado cogido por Cristo y un sentimiento de entusiasmo se apodera de él. En adelante será un don, una gracia, un privilegio servir a aquel Maestro que ya le había visto cuando estaba debajo de la higuera. Si nosotros dejáramos a Dios entrar en nuestro corazón a fondo, si nosotros hiciéramos una experiencia auténtica de Dios, si nosotros nos liberáramos del miedo a abrir las puertas del corazón a Dios, también diríamos, llenos de entusiasmo y gozo, "Rabbí, Tú eres el Hijo de Dios". Este Apóstol, con su admiración por Cristo, nos puede enseñar a nosotros, hombres de hoy, una serie de actitudes muy necesarias frente a las cosas de Dios, pues a lo mejor es posible que nuestra vida espiritual y religiosa esté impregnada de modos fríos, racionalistas, calculadores, lejanos todos ellos de ese talante alegre, cordial y humano que debe caracterizarnos como hijos de Dios. Hay que decir que a veces el debilitamiento en la fe de muchos hermanos nuestros ha sido culpa de no ver en la religión a una persona, sino sólo un conjunto de principios y normas. Si nuestra religión no es Cristo, si el porqué de nuestra fidelidad no es su Persona, si en cada mandamiento no vemos el rostro de Jesús, la religión terminará agobiándonos, porque se convertirá en un montón de deberes, sin relación a Aquél a quien nosotros queremos servir. Vamos, pues, a exponer algunas de las características que deben brillar en la vivencia de nuestra fe y de nuestros deberes religiosos. Si Cristo, don de Dios al mundo, es lo mejor para el hombre, entonces es imposible no vivir con gozo y alegría profunda la fe, es decir, la relación personal del hombre con Dios. Muchas veces los cristianos con nuestro estilo de vivir la fe, marcado por la tristeza, la indiferencia, el cansancio, estamos demostrando a quienes buscan en nosotros un signo de vida una profunda contradicción. El cristianismo es la religión de la alegría y no puede producir hombres insatisfechos. Al revés, la religión vivida de veras, como fe en Jesucristo, confiere al hombre plenitud, gozo, ilusión. Frente a todas las propuestas de felicidad, que terminan con el hombre en la desesperación, Cristo es la respuesta verdadera que no sólo no engaña sino que colma mucho más de lo esperado. Esta certeza debe reflejarse en nuestro rostro, rostro de resucitados, rostro de hombres salvados. Si Cristo está vivo y es Hijo de Dios, mi relación con él tiene que ser mucho más personal, cercana e íntima. Tal vez ha faltado en muchas educaciones religiosas ese acercamiento humano a la figura de Cristo, un acercamiento que nos permite establecer con él una relación más cordial y sincera, como la que se tiene con un amigo. Es fácil comprender por qué con frecuencia la vida de oración de muchos creyentes es árida, seca, distraída. No se entra en contacto con la Persona, sino sólo tal vez con una idea de Dios, aun dentro del respeto y de la veneración. De ahí el peligro para muchos hombres de racionalizar la misma oración, convirtiéndola en reflexión religiosa, pero no en experiencia de Dios. Lógicamente la fe se empobrece mucho así. Y no debe ser así. La fe ha de ser vivida como experiencia personal de Cristo, y por tanto en un clima de cordialidad y de cercanía. Si Cristo es, en fin, la esperanza del mundo, de la que hablaron Moisés y los profetas, entonces hay que vivir en la práctica la fe con seguridad y convencimiento. Podemos dar la impresión los cristianos de que creemos en Cristo, pero no lo suficiente como para abandonar otros caminos de felicidad al margen de él, de su Evangelio, de su Persona. Y esto en la vida se convierte en una contradicción práctica. Aparentamos tener lo mejor, pero nos cuidamos las espaldas teniendo reemplazos. Es como si afirmáramos que tal vez la fe en Cristo no es del todo segura y cierta, que tal vez él nos puede fallar. El mundo necesita de nosotros hoy la certeza de nuestra fe, una certeza que nos lleve a quemar los barcos, porque ya no los necesitamos, seguros como estamos de que hemos elegido la mejor parte. Conclusión. Cómo se necesita en estos momentos en nuestra vida de cristianos y creyentes estas características en nuestra relación con Dios: un estilo de fe lleno de gozo y de entusiasmo, una relación con Dios cercana y cordial, una certeza absoluta de Dios como lo mejor para el hombre de hoy. En esta sociedad en que por desgracia la fe se ha convertido en una carga, hacen falta testigos vivos de un Evangelio moderno y verdadero. En este mundo en que falta alegría en muchos cristianos que viven un poco a la fuerza su fe, hacen falta rostros alegres porque saben vivir su religión en la libertad. Y en este peregrinar hacia la eternidad en el que muchos creyentes miran hacia atrás acordándose de lo que dejan, hacen falta hombres que caminen con seguridad y certeza, sin volver los ojos atrás, hacia el futuro que Dios nos promete. |
lunes, 20 de agosto de 2012
SEÑOR, TÚ ME CONOCES...
Señor...
Tú me conoces mejor que nadie,
a ti no puedo engañarte;
a ti no puedo mentirte porque vives dentro de mí.
Miras mi interior desde adentro,
donde nunca nadie ha mirado;
sin embargo, a veces te siento tan lejos;
como si una fuerza superior a mis fuerzas
quisiera apartarme de tu lado;
de lo que significas en mi vida;
de lo que fuiste en mi pasado.
Y me siento en desamparo,
mas sé que no me abandonas,
pero no puedo evitar que este sentimiento
tan amargo, tan doloroso, se apodere de mis ganas,
de mi mente, de mi vida, de mi corazón.
Y es que mis energías, ésas que me concedes día a día,
ya no son las mismas de antes, han perdido sus colores;
esos colores que has colocado con tanta delicadeza,
similares a los de un arcoiris que ilumina nuestro cielo
para recordarnos ésa, tu dulce y encantadora promesa;
ésas energías, ya no rodean el comienzo de mis días
sino que son el comienzo de mis tristezas.
Mírame y date cuenta
que, no soy ni la sombra de lo que antes era,
ni siquiera me atrevo a nombrarte sin sentir verguenza;
te he dado la espalda como lo hizo Judas
en ese triste momento cuando un puñal clavó
en tu alma, desgarrándote tu interior,
llevándose consigo un calvario que pudo haber evitado
y que más tarde, un arrepentimiento inútil le costó.
¿Vida...? mientras me hablas de vida
y me la ofreces como un regalo precioso
que no todos tienen la dicha de conservar,
yo pienso en muerte ...y la veo
como algo deseado y muy difícil de alcanzar.
¿Acaso crees que te reclamo por vivir la vida que vivo?
No...no te reclamo a ti,
pues tú sólo me has dado amor y un camino a seguir;
me reclamo a mí, por no seguir ese camino y
haber permitido que otras fuerzas me arrastraran
a rutas equivocadas y donde comienzas a apreciar
lo que antes fuiste y ya no eres; peor aun,
lo que no quieres volver a ser porque conlleva sacrificios;
esos mismos sacrificios que ahora no quieres hacer por temor
a perder tus libertades...
¿libertades?
¿acaso es tener libertad el sentirse atado
a tus propios pecados, a tu propio ego?
¿ acaso es tener libertad el vivir como los demás
quieren que lo hagas, sin derecho a escoger?
¿acaso es tener libertad estar atrapado
entre rejas invisibles que se ocultan a los ojos ajenos
mas tú las ves, las sientes y no quieres librarte de ellas?
Ay...pobre de mi alma que tan confundida se encuentra...
mientras tú me ofreces esperanza, fe, amor y paz,
yo busco felicidad sin cesar, errando en esa búsqueda...
mientras tú me ofreces un mundo de bondad y libertad interior,
yo...¿qué te ofrezco yo?
Sí...lo sé...
te ofrezco egoísmo, ambición, desesperación;
los grandes enemigos del alma;
te ofrezco rebeldía, rabia y rebelión...
...a la paz que me brindas, le ofrezco guerra;
esa guerra interna que me recuerda a cada instante
cuánto te he fallado y que por orgullo me niego a aceptar,
pero: ¿qué orgullo puedo tener contigo?...
si tú eres el dueño de cada partícula de mi cuerpo;
eres el dueño de mi vida, de mis pensamientos, de mi ser...
y si te diera la gana, en este mismo momento
me arrancarías el alma sutilmente sin que me diera
tiempo a recapacitar, a callar...a llorar...
¿Qué quieres de mí, Señor? ¿Qué quieres?
Clava en mi alma el deseo de regresar a tu camino,
te lo exijo, te lo pido, te lo imploro, te lo ruego...
hunde en mí, ése tu puñal, ése que te da vida;
que te permite ser y estar...y tu camino encontrar.
Dame de esa agua que un día brotaba a manos llenas
de tu manantial de amor, de tu manantial de paz
y que calmaban mi sed, sin necesitar nada más...
¿Ya ves cuán egoísta soy...?
...te pido, te exijo, te ordeno, te reclamo
sin ofrecerte nada a cambio.
¿Qué quieres de mí, Señor...?
¿No ves cómo vivo? No tengo nada que ofrecerte...
sólo soy un corazón arrepentido, con deseos de amarte
y de liberarme de mis propias cadenas;
soy solamente un corazón que sufre
y que despide fuego de su alma adolorida...
¿qué puedo ofrecerte yo sino mis pecados
que me arrastran día a día y me hacen ser
más insensible cada vez...?
¿Qué puedo ofrecerte yo a ti, Señor?
¡ si tú eres todo lo que yo tengo...!
ORACIÓN DEL EDUCADOR
Oración del educador
Muchas veces, Señor, en estos tiempos de sospecha, en medio de esta extraña incomprensión que nos rodea, originada por tantos intereses nada limpios, me he preguntado si es legítimo "ENSEÑAR", si está bien seguir así: entregando sin reserva, ofreciendo gratuitamente un proyecto humano de esperanza con sentido de justicia y confrontado con amor.
Y me ha llegado la respuesta en el encuentro que Tú mismo nos preparas cada día, haciendo confluir la disponibilidad y urgencia que has puesto en mí para revelar y contagiar todo un mundo de valores y el ansia que lleva cada niño, cada joven, de ser, de vivir en plenitud.
Sólo quiero acertar, Señor, porque acojo agradecido tu designio en esta vocación de servicio que me has dado. Deseo ser para mis estudiantes, libro abierto en el que puedan leer sus nombres y sientan la alegría al pronunciarlos, porque encajan con su vida. No intento que se parezcan a mí, sino que escuchen y secunden la voz de su interior; que sean, simplemente, ellos mismos.
Cultiva, Señor, mi corazón en la renuncia para que no crezca en vanas ilusiones. Purifica y corrige todo asomo de egoísmo y dame la paciencia y constancia necesarias para estar creando siempre un espacio de bondad.
Ser "MAESTRO" es algo grande: ya lo sé. Me basta recordar con qué estilo lo fue Jesús entre los hombres; por mi parte, sólo aspiro a evocar con mi presencia que seguimos siendo todos tus discípulos.
Muchas veces, Señor, en estos tiempos de sospecha, en medio de esta extraña incomprensión que nos rodea, originada por tantos intereses nada limpios, me he preguntado si es legítimo "ENSEÑAR", si está bien seguir así: entregando sin reserva, ofreciendo gratuitamente un proyecto humano de esperanza con sentido de justicia y confrontado con amor.
Y me ha llegado la respuesta en el encuentro que Tú mismo nos preparas cada día, haciendo confluir la disponibilidad y urgencia que has puesto en mí para revelar y contagiar todo un mundo de valores y el ansia que lleva cada niño, cada joven, de ser, de vivir en plenitud.
Sólo quiero acertar, Señor, porque acojo agradecido tu designio en esta vocación de servicio que me has dado. Deseo ser para mis estudiantes, libro abierto en el que puedan leer sus nombres y sientan la alegría al pronunciarlos, porque encajan con su vida. No intento que se parezcan a mí, sino que escuchen y secunden la voz de su interior; que sean, simplemente, ellos mismos.
Cultiva, Señor, mi corazón en la renuncia para que no crezca en vanas ilusiones. Purifica y corrige todo asomo de egoísmo y dame la paciencia y constancia necesarias para estar creando siempre un espacio de bondad.
Ser "MAESTRO" es algo grande: ya lo sé. Me basta recordar con qué estilo lo fue Jesús entre los hombres; por mi parte, sólo aspiro a evocar con mi presencia que seguimos siendo todos tus discípulos.
DE BUENA GANA....
De buena gana
Autor: Gonzalo Gallo González
"No hay cosa tan fácil que no parezca dificilísima cuando se hace de mala gana". Horacio. Pon el corazón en lo que haces y hasta el fardo más pesado se hará ligero y soportable. El amor y la fe permiten a muchos sobrellevar con calma terribles penas o dolencias.
Se cuenta que un periodista visitaba un hospital y se asombró al ver como una religiosa limpiaba con cariño las llagas purulentas de un enfermo. Con la nariz cubierta para soportar el hedor le dijo: "Hermana, yo no haría eso ni por diez mil dólares." La hermana sonrió y respondió con sencillez: "Yo tampoco. Lo hago por amor a Dios y al hermano."
Los seres orantes crecen en capacidad de aceptación y conservan la calma cuando otros reniegan. El amor a Dios y a los demás te impide hundirte en el tremedal del descontento cuando el dolor pesa.
Autor: Gonzalo Gallo González
"No hay cosa tan fácil que no parezca dificilísima cuando se hace de mala gana". Horacio. Pon el corazón en lo que haces y hasta el fardo más pesado se hará ligero y soportable. El amor y la fe permiten a muchos sobrellevar con calma terribles penas o dolencias.
Se cuenta que un periodista visitaba un hospital y se asombró al ver como una religiosa limpiaba con cariño las llagas purulentas de un enfermo. Con la nariz cubierta para soportar el hedor le dijo: "Hermana, yo no haría eso ni por diez mil dólares." La hermana sonrió y respondió con sencillez: "Yo tampoco. Lo hago por amor a Dios y al hermano."
Los seres orantes crecen en capacidad de aceptación y conservan la calma cuando otros reniegan. El amor a Dios y a los demás te impide hundirte en el tremedal del descontento cuando el dolor pesa.
¿QUÉ QUIERE DIOS DE MI?
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net ¿Qué quiere Dios de mí? | |
Es difícil descubrir la voluntad de Dios. Si tenemos un corazón atento sabremos leer sus mensajes. | |
La pregunta surge en momentos clave de la propia vida: ¿qué quiere Dios de mí? En ocasiones, esa pregunta encierra un error de fondo, pues uno llega a imaginar a Dios como un rey arbitrario que ordena y dispone según sus caprichos y sin interesarle el bien de sus "súbditos". Pero Dios no actúa así: lo que busca es nuestro bien, aquello que nos permita alcanzar una vida plena, sana, justa, bella. Si nos situamos en una correcta manera de ver a Dios, podemos empezar el camino que nos permita descubrir lo que Dios quiere de cada uno. El punto de partida correcto es siempre el mismo: reconocer que Dios me ama. En otras palabras, lo primero que Dios quiere es mi propio bien, mi propia felicidad, mi propia existencia. Empezar a vivir es ya una respuesta, la más radical y profunda, a la pregunta sobre lo que Dios desea de mí. Esa es la primera voluntad de Dios para mí: que exista, que viva. Desde esa primera respuesta, podemos avanzar en la búsqueda de algo más concreto: ¿hacia dónde dirigir mis pasos para recorrer el camino que Dios ha pensado para mí? Tengo una voluntad libre. Con ella escojo el rumbo de mi vida. La nave humana avanza según las decisiones que cada uno toma cada día. Aquí se hace más intensa la búsqueda: ¿qué voy a decidir hoy? ¿Cómo reconocer aquellos actos que están de acuerdo con lo que Dios espera de mí? Para responder, contamos con muchas señales. Dos tienen un valor especial y una visibilidad muy concreta. La primera señal arranca de la misma historia personal, del pasado y de lo que ocurre en el presente. La voluntad de Dios para mí se manifiesta en hechos, en encuentros, en lecturas, en consejos buenos. Identifico así estrellas que iluminan el camino por el que debo avanzar. Esas señales a veces son difíciles de entender. ¿Qué quiere Dios cuando empieza una enfermedad que me incapacita de golpe o poco a poco? ¿Qué me pide si a mi lado sufre un familiar que necesita continuamente ayuda? ¿Qué me ofrece tras una llamada telefónica que abre un interesante horizonte profesional? ¿Qué me diría ante la propuesta deshonesta de un "amigo" que me invita a colaborar con él en un negocio sucio? Lo que ocurre cada día da pistas, pero no siempre son suficientes. Por eso necesitamos abrirnos a la segunda gran señal de Dios: su Evangelio. Quien lo toma entre sus manos como un libro vivo, como la enseñanza y el ejemplo de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, descubrirá todo un mundo de indicaciones, exigentes y hermosas, que nos permiten avanzar, poco a poco, hacia la vida verdadera. ¿Es difícil descubrir la voluntad de Dios? Si tenemos un corazón atento sabremos leer sus mensajes. Si los comprendemos de modo adecuado, estaremos listos para la siguiente etapa, la que rezamos en el Padrenuestro: "hágase tu voluntad". Es decir, estaremos dispuestos a aceptar todo lo que Dios nos pida. En ocasiones cuesta. Pero si reconocemos que Dios es un Padre bueno, aquello que nos propone será visto como lo que es: un camino para avanzar en el amor, una invitación a vivir un poco aquí en la tierra como viviremos, si actuamos como auténticos discípulos e hijos, eternamente en el cielo. |
domingo, 19 de agosto de 2012
viernes, 17 de agosto de 2012
Imagina lo mejor...lo más lindo...
Imagina lo mejor...lo más lindo...
Autor: Graciela Heger
Trata de ser feliz, de disfrutar el día, aún cuando te parezca que no hay motivos mira a tu alrededor o hacia adentro, siempre hay un recuerdo, una mirada, un gesto que pueden cambiar tu día...
Deja todo lo que te preocupa por un instante de lado, la vida es hoy...no sabemos si hay mañana...Por eso no te detengas...No te permitas sentirte solo...En algún lugar siempre hay alguien que está pensando en vos, o te está esperando, sólo observa...
Vos podes...La vida siempre nos da motivos para ser felices, está en nosotros el saber descubrirlos...Está en nosotros sentirnos bien, dejar a un lado todo lo que nos inquieta o nos lastima para dar paso a todo aquello que nos enciende y nos motiva...
Sólo por hoy...Sonríe...Sois importante, Ros único, no bajes los brazos, no sientas temor...La vida siempre nos da nuevas oportunidades para ser felices...Está en nosotros abrirnos a ellas, está en nosotros detener la marcha y abrir los brazos para recibir...
Si nos encerramos, si nos detenemos en los problemas, si nos marginamos, si nos aislamos nada es posible.
Imagina un día feliz...Una vida feliz...Está a tu alcance...Sólo es cuestión de poner toda la fuerza en nuestros pensamientos, en nuestros sueños...
El secreto de los triunfadores, de aquellos que todo lo logran está en que sienten el éxito y se ven disfrutando de los logros antes de obtenerlos...
Imagina lo mejor...lo más lindo...Cierra los ojos y siéntete un triunfador...El éxito de tu día y de tu vida dependen de vos.
Trata de ser feliz, de disfrutar el día, aún cuando te parezca que no hay motivos mira a tu alrededor o hacia adentro, siempre hay un recuerdo, una mirada, un gesto que pueden cambiar tu día...
Deja todo lo que te preocupa por un instante de lado, la vida es hoy...no sabemos si hay mañana...Por eso no te detengas...No te permitas sentirte solo...En algún lugar siempre hay alguien que está pensando en vos, o te está esperando, sólo observa...
Vos podes...La vida siempre nos da motivos para ser felices, está en nosotros el saber descubrirlos...Está en nosotros sentirnos bien, dejar a un lado todo lo que nos inquieta o nos lastima para dar paso a todo aquello que nos enciende y nos motiva...
Sólo por hoy...Sonríe...Sois importante, Ros único, no bajes los brazos, no sientas temor...La vida siempre nos da nuevas oportunidades para ser felices...Está en nosotros abrirnos a ellas, está en nosotros detener la marcha y abrir los brazos para recibir...
Si nos encerramos, si nos detenemos en los problemas, si nos marginamos, si nos aislamos nada es posible.
Imagina un día feliz...Una vida feliz...Está a tu alcance...Sólo es cuestión de poner toda la fuerza en nuestros pensamientos, en nuestros sueños...
El secreto de los triunfadores, de aquellos que todo lo logran está en que sienten el éxito y se ven disfrutando de los logros antes de obtenerlos...
Imagina lo mejor...lo más lindo...Cierra los ojos y siéntete un triunfador...El éxito de tu día y de tu vida dependen de vos.
OLVÍDALO...
Olvídalo
Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla
Las resacas que dejaron las tormentas de este año...¡Olvídalas!
Los pasos tambaleantes, los pasos retrasados, los pasos hacia atrás...¡Olvídalos!
Las veces que pasaste ignorada, inadvertida, lastimada... ¡Olvídalas!
Los sueños consumidos, las ilusiones
hechas cenizas, los intentos hechos polvo y el amor hecho recuerdo... ¡Olvídalos!
Las veces que latió tu corazón y nadie se dio cuenta, que quisiste hacer y no te dejaron, que
abriste los ojos y te cerraron los párpados... ¡Olvídalas!
Las estrelladas apagadas, los días opacos, el tiempo en blanco, la luna dividida y las horas de
cerrazón... ¡Olvídalas!
El manto de insignificancia, de masa, de anonimato... de rutina... ¡Olvídalo!
Las espinas largas y hondas, los secretos angustiosos y tristes, las piedras altas e insalvables... ¡Olvídalas!
Las semillas que se te quedaron dormidas, los vuelos que se te quedaron a ras de tierra,
las rosas que se secaron antes de tiempo...¡Olvídalas!
La cáscara de la semilla, el lucimiento de la vanidad, la máscara del hombre y el ropaje de la
verdad... ¡Olvídalo!
No vivas hacia atrás. No comiences recargado de sombras. No des la espalda a la luz.
No te reflejes en lo que pasaste. No te aferres al mismo punto de partida. Párate en la proa de tu
barco, levanta de nuevo las velas, mira hacia lo largo y lo ancho del mar... cuando te convenzas
de su inmensidad encontrarás otro camino, y cuando mires al cielo parecerás gaviota que
apartándose de todo encuentra el camino, y va dar a Dios.
Con el pasado aprendes, con el presente renaces y con el futuro sueñas.
Vivir empezando, es la forma de llegar. Lo demás... ¡Olvídalo!
BUSQUEDA Y ENCUENTRO
Búsqueda y encuentro
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
Hay encuentros planificados y los hay fortuitos. El encuentro de san Cristóbal con Jesús fue muy especial. Un niño le pidió que lo llevara al otro lado del río. Cristóbal aceptó con mucho gusto y lo colocó sobre su hombro. Al preguntarle por qué pesaba tanto, el niño le respondió: “Es que soy el Creador del mundo. Soy Jesús, que he tomado la forma de niño para que tuvieras el gusto de llevarme sobre tus hombros”.
Jesús sale a nuestro encuentro y se “disfraza” de mil formas para enamorarnos, para que nos encontremos con él a gusto. Es entonces cuando se cumple lo que dice Jeremías: “Me buscaréis y me hallaréis, cuando me solicitéis de todo corazón” (Jr 29,13).
Toda nuestra vida es búsqueda y encuentro. A veces buscamos y no encontramos; otras, las menos, encontramos sin buscar.
La búsqueda nace del deseo, de querer algo que nos inquieta o interesa. Es el corazón el que mueve, empuja y dispone para el encuentro. Es en el corazón donde se producen todos los encuentros. Es el motor de la búsqueda y del encuentro. Quien busca de corazón, encuentra, porque pone alma y vida.
Muchas veces buscamos a tientas, sin ser conscientes de lo que queremos. Deseamos sin desear, navegamos sin saber a dónde, andamos a gatas en la noche. Y claro, no encontramos. No encontraremos hasta que no nos dejemos motivar por Dios, hasta que no caigamos en la cuenta de que Él es el que nos busca desde toda la eternidad. Cuando nos encontramos con Él, nos encontramos con nosotros mismos y con los otros. Dejamos de huir, aunque seguimos heridos y llagados por el mismo encuentro.
¿Cómo sabemos que Dios nos busca? Dios nos busca cuando sentimos inquietud interior o una soledad que no podemos nombrar. También a través del diálogo, de la visita, de la oración, emergen preguntas y respuestas que van llenando la vida de sentido, de alegría y paz, de esperanza para seguir buscando en momentos de oscuridad.
¿Cómo sabemos que estamos buscando a Dios? Hay síntomas como reflexionar sobre lo que nos mueve por dentro, que nos permite enfrentarnos a toda clase de miedos, ansiedades y preocupaciones. Buscar a otros semejantes que desean lo mismo...
La Escritura nos habla de esta búsqueda y encuentro, de personas buscadas y encontradas por Dios. Zaqueo, ansioso y curioso por conocer a Jesús, inicia esta búsqueda sin medir las consecuencias. De repente Jesús lo mira y le dice: “Zaqueo, date prisa y baja, porque hoy voy a tu casa” (Lc 19,1-10). Una mujer llevaba enferma viarios años. Buscaba el encuentro con Jesús. Un día se decidió, “vino por detrás y le tocó el manto” (Mc 5,27). Otra mujer lo buscaba sin darse cuenta. Buscaba la verdad, la alegría, la felicidad y la vida, pues nadie se las había dado. Cuando se encontró con Jesús, inmediatamente corrió a decir lo que le había ocurrido (Jn 4,1-42).
El camino de búsqueda y encuentro es un viaje lento y complejo que exige mucha fe, paciencia y perseverancia.
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
Hay encuentros planificados y los hay fortuitos. El encuentro de san Cristóbal con Jesús fue muy especial. Un niño le pidió que lo llevara al otro lado del río. Cristóbal aceptó con mucho gusto y lo colocó sobre su hombro. Al preguntarle por qué pesaba tanto, el niño le respondió: “Es que soy el Creador del mundo. Soy Jesús, que he tomado la forma de niño para que tuvieras el gusto de llevarme sobre tus hombros”.
Jesús sale a nuestro encuentro y se “disfraza” de mil formas para enamorarnos, para que nos encontremos con él a gusto. Es entonces cuando se cumple lo que dice Jeremías: “Me buscaréis y me hallaréis, cuando me solicitéis de todo corazón” (Jr 29,13).
Toda nuestra vida es búsqueda y encuentro. A veces buscamos y no encontramos; otras, las menos, encontramos sin buscar.
La búsqueda nace del deseo, de querer algo que nos inquieta o interesa. Es el corazón el que mueve, empuja y dispone para el encuentro. Es en el corazón donde se producen todos los encuentros. Es el motor de la búsqueda y del encuentro. Quien busca de corazón, encuentra, porque pone alma y vida.
Muchas veces buscamos a tientas, sin ser conscientes de lo que queremos. Deseamos sin desear, navegamos sin saber a dónde, andamos a gatas en la noche. Y claro, no encontramos. No encontraremos hasta que no nos dejemos motivar por Dios, hasta que no caigamos en la cuenta de que Él es el que nos busca desde toda la eternidad. Cuando nos encontramos con Él, nos encontramos con nosotros mismos y con los otros. Dejamos de huir, aunque seguimos heridos y llagados por el mismo encuentro.
¿Cómo sabemos que Dios nos busca? Dios nos busca cuando sentimos inquietud interior o una soledad que no podemos nombrar. También a través del diálogo, de la visita, de la oración, emergen preguntas y respuestas que van llenando la vida de sentido, de alegría y paz, de esperanza para seguir buscando en momentos de oscuridad.
¿Cómo sabemos que estamos buscando a Dios? Hay síntomas como reflexionar sobre lo que nos mueve por dentro, que nos permite enfrentarnos a toda clase de miedos, ansiedades y preocupaciones. Buscar a otros semejantes que desean lo mismo...
La Escritura nos habla de esta búsqueda y encuentro, de personas buscadas y encontradas por Dios. Zaqueo, ansioso y curioso por conocer a Jesús, inicia esta búsqueda sin medir las consecuencias. De repente Jesús lo mira y le dice: “Zaqueo, date prisa y baja, porque hoy voy a tu casa” (Lc 19,1-10). Una mujer llevaba enferma viarios años. Buscaba el encuentro con Jesús. Un día se decidió, “vino por detrás y le tocó el manto” (Mc 5,27). Otra mujer lo buscaba sin darse cuenta. Buscaba la verdad, la alegría, la felicidad y la vida, pues nadie se las había dado. Cuando se encontró con Jesús, inmediatamente corrió a decir lo que le había ocurrido (Jn 4,1-42).
El camino de búsqueda y encuentro es un viaje lento y complejo que exige mucha fe, paciencia y perseverancia.
DAME UN POCO DE TU TIEMPO
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net Dame un poco de tu tiempo | |
Sufrir en soledad no es nada fácil. Sufrir con alguien nos permite sentir que en el dolor somos valiosos. | |
La enfermedad, el dolor, pueden ser aislantes. El que sufre siente la tentación de encerrarse en sí mismo, de guardar el dolor dentro de su alma, de no desvelar un secreto que le pertenece a él, que no puede ser comprendido del todo por los otros. Pero otras veces la enfermedad nos impulsa a pedir ayuda. Sufrir en soledad no es nada fácil. Sufrir con alguien nos permite sentir que en el dolor somos valiosos, que nuestra incapacidad, nuestra pequeñez, nuestra nulidad, no resultan un obstáculo para que otros nos cuiden, nos amen, nos apoyen. Las manos de muchos hombres y mujeres que sufren nos aprietan con firmeza. Nos piden una parte de nuestra vida. El enfermo necesita amor, cariño, cercanía, a veces tanto o más que una medicina, que una nueva dosis de calmante. El médico que sabe acariciar la frente de sus enfermos, que les conoce, que les da no sólo su ciencia y su técnica, sino su corazón, hace un bien incalculable. El enfermero o la enfermera que peina a una anciana, que le ayuda a refrescarse la boca, que le cuenta una historia del periódico o le pregunta por sus nietos, ofrece un bálsamo profundo, que llega al corazón. El familiar, el amigo, que pasa horas y horas junto al trabajador o al estudiante víctima de un accidente inesperado, hace un gesto de amor y de cariño que sólo los que han sufrido saben apreciar en toda su grandeza. Es cierto que vivimos en un mundo de prisas. Es cierto que tenemos mil cosas por hacer. Es cierto que desde muy temprano hemos de luchar contra el tráfico, en medio de mil tensiones y problemas. Pero también es cierto que somos más hombres cuando podemos darnos al que sufre, para que su dolor no sea vacío, para que su pena no lo hunda en la soledad, para que su angustia no lo lleve a la desesperación. Cuando algún enfermo nos apriete la mano y no nos deje ir, no tengamos miedo. Nos pide un poco de tiempo, pero sobre todo nos pide un poco de amor. Nos ofrece también, quizá sin saberlo, la oportunidad de ser un poco más buenos, de sentir lo hermoso que es ser hombre cuando el amor se convierte en lo más importante. Quizá incluso el enfermo sepa amarnos más de lo que nosotros le amemos. Entonces, de un modo misterioso, nuestro dar se convierte en recibir. Los dos somos así un reflejo de Dios, que supo amar sin buscar recompensa, que dio su sangre en una Cruz porque nos quiso, que ha iluminado cada lecho de hospital con un rayo de esperanza, con una lágrima de alegría. Lágrima de un enfermo y de un sano que supieron dejar algo de sí mismos para vivir, generosos, buenos, junto al que sigue allí, a nuestro lado. |
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