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domingo, 30 de octubre de 2022
IMÁGENES DE SANTOS PARA COLOREAR
https://desdelafe.mx/familia/escuela-para-padres/dibujos-de-santos-para-colorear/?fbclid=IwAR1C6zswO0dj3HT2P4fJFE9sr1GWsiTCHzhn6ri6OAzmwHBar-juFJhCt9E
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 30 DE OCTUBRE DE 2022
Domingo 31 (C) del tiempo ordinario
Domingo 30 de octubre de 2022
1ª Lectura (Sab 11,22—12,2): Señor, el mundo entero es ante ti como un grano en la balanza, como gota de rocío mañanero sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste; pues, si odiaras algo, no lo habrías creado. ¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras?, o ¿cómo se conservaría, si tú no lo hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida. Pues tu soplo incorruptible está en todas ellas. Por eso corriges poco a poco a los que caen, los reprendes y les recuerdas su pecado, para que, apartándose del mal, crean en ti, Señor.
Salmo responsorial: 144
R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas.
El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan.
2ª Lectura (2Tes 1,11—2,2): Hermanos: Oramos continuamente por vosotros, para que nuestro Dios os haga dignos de la vocación y con su poder lleve a término todo propósito de hacer el bien y la tarea de la fe. De este modo, el nombre de nuestro Señor Jesús será glorificado en vosotros y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. A propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima.
Versículo antes del Evangelio (Jn 3,16): Aleluya. Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él, tenga vida eterna. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa».
El bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más». Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa»
Rev. D. Joaquim MESEGUER García
(Rubí, Barcelona, España)
Hoy, la narración evangélica parece como el cumplimiento de la parábola del fariseo y el publicano (cf. Lc 18,9-14). Humilde y sincero de corazón, el publicano oraba en su interior: «Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador» (Lc 18,13); y hoy contemplamos cómo Jesucristo perdona y rehabilita a Zaqueo, el jefe de publicanos de Jericó, un hombre rico e influyente, pero odiado y despreciado por sus vecinos, que se sentían extorsionados por él: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa» (Lc 19,5). El perdón divino lleva a Zaqueo a convertirse; he aquí una de las originalidades del Evangelio: el perdón de Dios es gratuito; no es tanto por causa de nuestra conversión que Dios nos perdona, sino que sucede al revés: la misericordia de Dios nos mueve al agradecimiento y a dar una respuesta.
Como en aquella ocasión Jesús, en su camino a Jerusalén, pasaba por Jericó. Hoy y cada día, Jesús pasa por nuestra vida y nos llama por nuestro nombre. Zaqueo no había visto nunca a Jesús, había oído hablar de Él y sentía curiosidad por saber quién era aquel maestro tan célebre. Jesús, en cambio, sí conocía a Zaqueo y las miserias de su vida. Jesús sabía cómo se había enriquecido y cómo era odiado y marginado por sus convecinos; por eso, pasó por Jericó para sacarle de ese pozo: «El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10).
El encuentro del Maestro con el publicano cambió radicalmente la vida de este último. Después de haber oído el Evangelio, piensa en la oportunidad que Dios te brinda hoy y que tú no debes desaprovechar: Jesucristo pasa por tu vida y te llama por tu nombre, porque te ama y quiere salvarte, ¿en qué pozo estás atrapado? Así como Zaqueo subió a un árbol para ver a Jesús, sube tú ahora con Jesús al árbol de la cruz y sabrás quien es Él, conocerás la inmensidad de su amor, ya que «elige a un jefe de publicanos: ¿quién desesperará de sí mismo cuando éste alcanza la gracia?» (San Ambrosio).
viernes, 28 de octubre de 2022
HOY LA IGLESIA CATÓLICA CONMEMORA AL SEÑOR DE LOS MILAGROS EN PERÚ
Hoy la Iglesia Católica conmemora al Señor de los Milagros
Redacción ACI Prensa
Durante todo el mes de octubre, la Iglesia en el Perú celebra al Señor de los Milagros, pero lo conmemora de manera especial el día 28.
En el siglo XVII, en Lima, Perú, un grupo de esclavos traídos de Angola formaron una cofradía religiosa en el lugar llamado Pachacamilla, y levantaron allí una edificación muy sencilla, hecha de barro y caña, para reunirse cuando el trabajo se los permitiese. Allí podrían cantar, bailar y adorar a Cristo según su costumbre. En uno de los muros del recinto, uno de los esclavos pintó una imagen de Jesús crucificado, con la idea de que sea el Señor quien presida sus reuniones.
Posteriormente, en octubre de 1655, un terremoto de grandes proporciones afectó a toda la ciudad. Mucha gente murió y gran parte de las casas y edificios quedaron en escombros, incluyendo la casucha de adobe y quincha que hicieron los esclavos. Sin embargo, el muro donde estaba pintada la imagen de Cristo permaneció en pie, sin ser afectada.
Años después, Antonio de León, laico español perteneciente a la parroquia de San Sebastián, encontraría la imagen y comenzaría a venerarla. Antonio se encontraba muy enfermo, padecía terribles dolores de cabeza, había perdido peso y estaba muy débil. Entonces comenzó a visitarla todos los días para pedirle al Señor de Pachacamilla que le restituya la salud. Al poco tiempo, Antonio empezó a sentirse mejor y llegó a sentirse completamente curado. Aquel hombre se convertiría en el primer gran propagador de la devoción.
Antonio, con la aprobación del virrey y del arzobispo, construyó una ermita en el lugar y la convirtió en recinto de oración.
En 1746 un segundo terremoto -acontecido también en octubre- volvió a dejar en ruinas a la ciudad, con miles de muertos y damnificados; y el muro volvió a permanecer en pie. Tal acontecimiento produjo una reacción de fe popular: se hizo una réplica de la pintura para ser sacada en procesión por las calles de la ciudad. Aquella fue la primera procesión del Señor de los Milagros. Mientras tanto, el muro con el fresco original fue trasladado al lugar en el que permanece hasta hoy, el Monasterio de las Madres Nazarenas Carmelitas Descalzas.
El amor por el “Cristo moreno” -así lo llamó el pueblo por sus orígenes- ha llegado hasta nuestros días y se le rinde culto en varios países del mundo. Dicho culto ha articulado y reunido en torno a la fe, desde el siglo XVII, a todas las clases sociales, “castas” y “colores” presentes en la ciudad de Lima, y del Perú en general. Como prueba de ello, la fiesta que se celebra hoy 28, así como la del dia 18 y todas las celebraciones tradicionales del mes integran a toda Lima, y alteran su vertiginoso ritmo de vida, dándole un carácter auténticamente penitencial y de recogimiento, al punto que muchos se refieren al mes de octubre limeño como “la cuaresma peruana''. Lamentablemente, a causa de la pandemia, este año 2021 será el segundo consecutivo en que la procesión no se realiza, debido al riesgo potencial dado su carácter multitudinario. Sin embargo, el Arzobispado de Lima ha dispuesto que se pueda visitar al Señor en su santuario. Largas filas de cientos de miles de limeños se pueden ver en esta parte de la ciudad.
En 2001, con motivo de la celebración por los 350 años de la venerada imagen del Señor de los Milagros, el Papa San Juan Pablo II envió una carta al Cardenal Juan Luis Cipriani, Arzobispo de Lima, en la que afirmaba:
“Ruego al Señor de los Milagros que proteja a los limeños, convierta a quienes llevan a hombros su imagen en portadores de Cristo también con su fe y su testimonio de vida intachable, transforme en verdaderos imitadores de Jesús a quienes visten la túnica nazarena y derrame su gracia sobre cuantos le invocan con devoción”.
jueves, 27 de octubre de 2022
domingo, 23 de octubre de 2022
DESCONCERTANTE........ MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 23 DE OCTUBRE DE 2022
DESCONCERTANTE
Fue una de las parábolas más desconcertantes de Jesús. Un piadoso fariseo y un recaudador de impuestos suben al templo a orar. ¿Cómo reaccionará Dios ante dos personas de vida moral y religiosa tan diferente y opuesta?
El fariseo ora de pie, seguro y sin temor alguno. Su conciencia no le acusa de nada. No es hipócrita. Lo que dice es verdad. Cumple fielmente la Ley, e incluso la sobrepasa. No se atribuye a sí mismo mérito alguno, sino que todo lo agradece a Dios: «¡Oh, Dios!, te doy gracias». Si este hombre no es santo, ¿quién lo va a ser? Seguro que puede contar con la bendición de Dios.
El recaudador, por el contrario, se retira a un rincón. No se siente cómodo en aquel lugar santo. No es su sitio. Ni siquiera se atreve a levantar sus ojos del suelo. Se golpea el pecho y reconoce su pecado. No promete nada. No puede dejar su trabajo ni devolver lo que ha robado. No puede cambiar de vida. Solo le queda abandonarse a la misericordia de Dios: «¡Oh Dios!, ten compasión de mí, que soy pecador». Nadie querría estar en su lugar. Dios no puede aprobar su conducta.
De pronto, Jesús concluye su parábola con una afirmación desconcertante: «Yo os digo que este recaudador bajó a su casa justificado, y aquel fariseo no». A los oyentes se les rompen todos sus esquemas. ¿Cómo puede decir que Dios no reconoce al piadoso y, por el contrario, concede su gracia al pecador? ¿No está Jesús jugando con fuego? ¿Será verdad que, al final, lo decisivo no es la vida religiosa de uno, sino la misericordia insondable de Dios?
Si es verdad lo que dice Jesús, ante Dios no hay seguridad para nadie, por muy santo que se crea. Todos hemos de recurrir a su misericordia. Cuando uno se siente bien consigo mismo, apela a su propia vida y no siente necesidad de más. Cuando uno se ve acusado por su conciencia y sin capacidad para cambiar, solo siente necesidad de acogerse a la compasión de Dios, y solo a la compasión.
Hay algo fascinante en Jesús. Es tan desconcertante su fe en la misericordia de Dios que no es fácil creer en él. Probablemente los que mejor le pueden entender son quienes no tienen fuerzas para salir de su vida inmoral.
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
gruposdejesus.com
Lc (18,9-14)
EL PAPA FRANCISO ADVIERTE SOBRE EL ORGULLO ESPIRITUAL: NOS LLEVA A DESPRECIAR A LOS DEMÁS
El Papa advierte sobre el “orgullo” espiritual: “Nos lleva a despreciar a los demás”
POR DAVID RAMOS | ACI Prensa
Crédito: Vatican Media.
Al presidir el rezo del Ángelus este domingo 23 de octubre frente a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco advirtió sobre el “orgullo” espiritual, “que nos lleva a despreciar a los demás”.
El Santo Padre reflexionó sobre “el Evangelio de la liturgia de hoy”, que “nos presenta una parábola que tiene dos protagonistas, un fariseo y un publicano”, en Lucas 18, 9-14, “es decir, un hombre religioso y un pecador en toda regla”.
“Ambos suben al templo a rezar, pero solo el publicano sube verdaderamente a Dios, porque con humildad desciende a la verdad de sí mismo y se presenta tal como es, sin máscaras, con su pobreza”, señaló.
“Podríamos decir, entonces, que la parábola está entre dos movimientos, expresados por dos verbos: subir y bajar”, indicó.
El Santo Padre señaló que “el primer movimiento es subir. De hecho, el texto comienza diciendo: ‘Dos hombres subieron al templo a orar’”.
“Este aspecto recuerda muchos episodios de la Biblia, donde para encontrarse con el Señor se sube al monte de su presencia: Abraham sube al monte para ofrecer el sacrificio; Moisés sube al Sinaí para recibir los mandamientos; Jesús sube al monte, donde se transfigura”.
El Papa explicó que “la escalada, por tanto, expresa la necesidad del corazón de romper con la vida plana para salir al encuentro del Señor; levantarse de los llanos de nuestro ego para ascender hacia Dios -deshacerse del propio ego-; recoger lo que vivimos en el valle para llevarlo ante el Señor”.
“Esto es ‘subir’, y cuando rezamos subimos”, reiteró.
Sin embargo, precisó, “para vivir el encuentro con Él y ser transformados por la oración, para elevarnos a Dios, necesitamos el segundo movimiento: descender”.
“¿Cómo? ¿Qué significa esto? Para ascender hacia él debemos descender dentro de nosotros mismos: cultivar la sinceridad y la humildad de corazón, que nos dan una mirada honesta a nuestras fragilidades y pobrezas interiores”.
El Papa resaltó que en la humildad “nos volvemos capaces de llevar a Dios, sin pretensiones, lo que realmente somos, los límites y las heridas, los pecados, las miserias que oprimen nuestro corazón, e invocar su misericordia para que nos cure, nos sane, nos levante”.
“Él será quien nos resucite, no nosotros. Cuanto más descendemos con humildad, más Dios nos hace subir”, dijo.
El Papa destacó que “el publicano de la parábola se detiene humildemente a distancia, no se acerca, se avergüenza, pide perdón, y el Señor lo levanta”.
“En cambio, el fariseo se exalta, seguro de sí mismo, convencido de que tiene razón: de pie, comienza a hablarle al Señor solo de sí mismo, a alabarse a sí mismo, a enumerar todas las buenas obras religiosas que hace, y desprecia a los demás”
El Santo Padre advirtió luego que “todos corremos el riesgo de caer en esto”, y nos lleva “a creerte bien y a juzgar a los demás”.
“Esto es orgullo espiritual: ‘Estoy bien, soy mejor que los demás: esto es tal cosa, eso es tal otra…’. Y así, sin darte cuenta, te adoras a ti mismo y borras a tu Dios, es un girar en torno a ti mismo. Esta es la oración sin humildad”.
El Papa Francisco explicó que esto “sucede, por ejemplo, cuando buscamos cumplidos y hacemos siempre una lista de nuestros méritos y nuestras buenas obras, cuando nos preocupamos más por parecer que por ser, cuando nos dejamos atrapar por el narcisismo y el exhibicionismo”.
El exhibicionismo y el narcisismo, advirtió, “nos llevan a los cristianos, a los sacerdotes, a los obispos a tener siempre una palabra en los labios, ¿qué palabra? ‘Yo’: ‘ Yo hice esto, escribí esto, lo dije, lo entendí antes que tú’, y así sucesivamente”.
“Donde hay mucho yo, hay poco Dios”, subrayó el Papa, recordando que en su tierra natal “a esta gente se le llama ‘yo-con-mí-para-mí-solo-yo’”.
“Y una vez se habló de un sacerdote que era así, centrado en sí mismo, y la gente decía en broma: ‘Ése, cuando inciensa, lo hace al revés, se inciensa a sí mismo’”.
“Así es, también te hace caer en el ridículo”, señaló.
Al finalizar, el Papa Francisco pidió “la intercesión de María Santísima, la humilde sierva del Señor, imagen viva de lo que el Señor ama hacer, derrocando a los poderosos de sus tronos y elevando a los humildes”.
¿PREPARAS UN ALTAR DE MUERTOS? NO OLVIDES ESTOS 8 SÍMBOLOS CRISTIANOS
¿Preparas un altar de muertos? No olvides estos 8 símbolos cristianos
Redacción ACI Prensa
En México y otros países es tradicional preparar para el 2 de noviembre, día de los fieles difuntos y también conocido como Día de Muertos, un “altar de muertos” con diversos símbolos cristianos.
La tradición, propia de la inculturación del cristianismo con las culturas prehispánicas presentes en México, busca crear un espacio de memoria y oración para los seres queridos ya fallecidos.
A continuación te presentamos 8 importantes símbolos que no pueden faltar en un altar de muertos:
1. Tener 3 niveles
Los tres niveles en el altar de muertos guardan relación con los “niveles” de la Iglesia: la Iglesia militante, quienes vivimos en la tierra; la Iglesia purgante, las almas de los fallecidos que se encuentran en el purgatorio para prepararse para la visión beatífica de Dios; y la Iglesia triunfante, que se encuentra en el Cielo.
2. Un arco
Sirve de alegoría a la puerta de entrada al Cielo.
3. La Cruz y una imagen de la Virgen
La Cruz nos recuerda la muerte de Cristo, que entregó su vida por nuestros pecados, pero que con su resurrección triunfó sobre la muerte y nos abrió las puertas del Cielo. La imagen de la Virgen María nos recuerda que es nuestra madre e intercesora.
4. Agua bendita
Nos recuerda el agua bendita usada en nuestro bautismo, que nos convierte en hijos de Dios, miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia.
5. Fotografías de nuestros seres queridos
Nos ayuda a recordarlos y a tenerlos presentes en nuestras oraciones.
6. Veladoras
Se coloca una por cada ser querido fallecido, y simbolizan la luz de Cristo, así como la fe y la esperanza.
7. Comida
En el altar de muertos se suele poner como recuerdo de nuestros seres queridos fallecidos sus platos de comida predilectos.
8. Flores de cempasúchil
Representa la luz del sol y es parte de las tradiciones precolombinas mexicanas, que creían que guiaba a los muertos hacia el altar. Habitualmente se colocan formando una cruz.
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 23 DE OCTUBRE DE 2022
Domingo 30 (C) del tiempo ordinario
Domingo 23 de octubre
1ª Lectura (Eclo 35,12-14.16-18): El Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas. Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre, sino que escucha la oración del oprimido. No desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento. Quien sirve de buena gana, es bien aceptado, y su plegaria sube hasta las nubes. La oración del humilde atraviesa las nubes, y no se detiene hasta que alcanza su destino. No desiste hasta que el Altísimo lo atiende, juzga a los justos y les hace justicia. El Señor no tardará.
Salmo responsorial: 33
R/. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria. Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias.
El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él.
2ª Lectura (2Tim 4,6-8.16-18): Querido hermano: Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron. ¡No les sea tenido en cuenta! Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león. El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Versículo antes del Evangelio (2Cor 5,19): Aleluya. Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 18,9-14): En aquel tiempo, a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús les dijo esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano.
»El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias’.
»En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».
«¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí...»
Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu
(Sant Feliu de Llobregat, España)
Hoy leemos con atención y novedad el Evangelio de san Lucas. Una parábola dirigida a nuestros corazones. Unas palabras de vida para desvelar nuestra autenticidad humana y cristiana, que se fundamenta en la humildad de sabernos pecadores («¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!»: Lc 18,13), y en la misericordia y bondad de nuestro Dios («Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»: Lc 18,14).
La autenticidad es, ¡hoy más que nunca!, una necesidad para descubrirnos a nosotros mismos y resaltar la realidad liberadora de Dios en nuestras vidas y en nuestra sociedad. Es la actitud adecuada para que la Verdad de nuestra fe llegue, con toda su fuerza, al hombre y a la mujer de ahora. Tres ejes vertebran a esta autenticidad evangélica: la firmeza, el amor y la sensatez (cf. 2Tim 1,7).
La firmeza, para conocer la Palabra de Dios y mantenerla en nuestras vidas, a pesar de las dificultades. Especialmente en nuestros días, hay que poner atención en este punto, porque hay mucho auto-engaño en el ambiente que nos rodea. San Vicente de Lerins nos advertía: «Apenas comienza a extenderse la podredumbre de un nuevo error y éste, para justificarse, se apodera de algunos versículos de la Escritura, que además interpreta con falsedad y fraude».
El amor, para mirar con ojos de ternura —es decir, con la mirada de Dios— a la persona o al acontecimiento que tenemos delante. San Juan Pablo II nos anima a «promover una espiritualidad de la comunión», que —entre otras cosas— significa «una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado».
Y, finalmente, sensatez, para transmitir esta Verdad con el lenguaje de hoy, encarnando realmente la Palabra de Dios en nuestra vida: «Creerán a nuestras obras más que a cualquier otro discurso» (San Juan Crisóstomo).