domingo, 28 de agosto de 2022

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 28 DE AGOSTO DE 2022



Domingo XXII (C) del tiempo ordinario

Domingo 28 de agosto



1ª Lectura (Eclo 3,17-18.20.28-29): Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres, y te querrán más que al hombre generoso. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y así alcanzarás el favor del Señor. «Muchos son los altivos e ilustres, pero él revela sus secretos a los mansos». Porque grande es el poder del Señor y es glorificado por los humildes. La desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues la planta del mal ha echado en él sus raíces. Un corazón prudente medita los proverbios, un oído atento es el deseo del sabio.

Salmo responsorial: 67

R/. Tu bondad, oh, Dios, preparó una casa para los pobres.

Los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría. Cantad a Dios, tocad a su nombre; su nombre es el Señor.


Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada. Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece.


Derramaste en tu heredad, oh, Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada; y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh, Dios, preparó para los pobre.

2ª Lectura (Heb 12,18-19.22-24a): Hermanos: No os habéis acercado a un fuego tangible y encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni al estruendo de las palabras, oído el cual, ellos rogaron que no continuase hablando. Vosotros, os habéis acercado al monte Sion, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a las miríadas de ángeles, a la asamblea festiva de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos; a las almas de los justos que han llegado a la perfección, y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.

Versículo antes del Evangelio (Mt 11,29ab): Aleluya. Tomad mi yugo, dice el Señor, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 14,1.7-14): Un sábado, habiendo ido a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: ‘Deja el sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».


Dijo también al que le había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».





«Los invitados elegían los primeros puestos»

Rev. D. Enric PRAT i Jordana

(Sort, Lleida, España)


Hoy, Jesús nos da una lección magistral: no busquéis el primer lugar: «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto» (Lc 14,8). Jesucristo sabe que nos gusta ponernos en el primer lugar: en los actos públicos, en las tertulias, en casa, en la mesa... Él conoce nuestra tendencia a sobrevalorarnos por vanidad, o todavía peor, por orgullo mal disimulado. ¡Estemos prevenidos con los honores!, ya que «el corazón queda encadenado allí donde encuentra posibilidad de fruición» (San León Magno).

¿Quién nos ha dicho, en efecto, que no hay colegas con más méritos o con más categoría personal? No se trata, pues, del hecho esporádico, sino de la actitud asumida de tenernos por más listos, los más importantes, los más cargados de méritos, los que tenemos más razón; pretensión que supone una visión estrecha sobre nosotros mismos y sobre lo que nos rodea. De hecho, Jesús nos invita a la práctica de la humildad perfecta, que consiste en no juzgarnos ni juzgar a los demás, y a tomar conciencia de nuestra insignificancia individual en el concierto global del cosmos y de la vida.

Entonces, el Señor, nos propone que, por precaución, elijamos el último sitio, porque, si bien desconocemos la realidad íntima de los otros, sabemos muy bien que nosotros somos irrelevantes en el gran espectáculo del universo. Por tanto, situarnos en el último lugar es ir a lo seguro. No fuera caso que el Señor, que nos conoce a todos desde nuestras intimidades, nos tuviese que decir: «‘Deja el sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto» (Lc 14,9).

En la misma línea de pensamiento, el Maestro nos invita a ponernos con toda humildad al lado de los preferidos de Dios: pobres, inválidos, cojos y ciegos, y a igualarnos con ellos hasta encontrarnos en medio de quienes Dios ama con especial ternura, y a superar toda repugnancia y vergüenza por compartir mesa y amistad con ellos.

HOY CELEBRAMOS A SAN AGUSTÍN, DOCTOR DE LA IGLESIA, 28 DE AGOSTO



SAN AGUSTÍN

28 de agosto



San Agustín no es reconocido como el santo de la humildad, pero sin humildad, no habría llegado a santo.

Aprovechamos la lectura de hoy, donde El Señor Jesús nos enseña sobre la humildad, para resaltar que san Agustín, un hueso duro de roer, no pudo reconocer a Dios sino hasta que reconoció humildemente su fragilidad y limitación como ser humano, criatura de Dios.

Solo con humildad, pudo abrir sus ojos a Dios y verle como el Señor de todo y verse a sí mismo como el siervo inútil y necio. Lo buscó en su mente, llena de dudas y conceptos heréticos; lo busco en libros que poco le decían, lo buscó en su corazón, pero la soberbia no le dejaba ver. Pero en las sagradas escrituras, vistas con deseos de fe y la actitud humilde, pudo comprender que a quien buscaba siempre estuvo con él.

El gran problema de las grandes, es creérselo. Y el gran problema de los pequeños, es que desean ser grandes. La humildad es tan sencilla. Cuando Agustín era aplaudido por sus grandes ponencias de oratoria, el ego lo hacía presa. Porque es en los aplausos que la humildad encuentra su principal lucha. Incluso cuando te aplauden por ser humilde. La humildad radica en reconocer nuestra posición ante Dios con nuestras pequeñas grandezas y nuestras grandes pequeñeces.

¡FELIZ SEMANA!





 

¿QUÉ SIGUE DESPUÉS DE LA MUERTE? CIELO, PURGATORIO Y INFIERNO






jueves, 25 de agosto de 2022

¿QUÉ ES LA EUCARISTÍA?


¿Qué es la Eucaristía?


La Eucaristía es la consagración del pan en el Cuerpo de Cristo y del vino en su Sangre que renueva mística y sacramentalmente el sacrificio de Jesucristo en la Cruz. La Eucaristía es Jesús real y personalmente presente en el pan y el vino que el sacerdote consagra. Por la fe creemos que la presencia de Jesús en la Hostia y el vino no es sólo simbólica sino real; esto se llama el misterio de la transubstanciación ya que lo que cambia es la sustancia del pan y del vino; los accidentes -forma, color, sabor, etc.- permanecen iguales.

La institución de la Eucaristía, tuvo lugar durante la última cena pascual que celebró con sus discípulos y los cuatro relatos coinciden en lo esencial, en todos ellos la consagración del pan precede a la del cáliz; aunque debemos recordar, que en la realidad histórica, la celebración de la Eucaristía (Fracción del Pan) comenzó en la Iglesia primitiva antes de la redacción de los Evangelios.

Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid, sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo y el presbítero pronuncia las palabras de la consagración dichas por Jesús en la última Cena: "Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros... Este es el cáliz de mi Sangre..."
. Encuentro con Jesús amor

Necesariamente el encuentro con Cristo Eucaristía es una experiencia personal e íntima, y que supone el encuentro pleno de dos que se aman. Es por tanto imposible generalizar acerca de ellos. Porque sólo Dios conoce los corazones de los hombres. Sin embargo sí debemos traslucir en nuestra vida, la trascendencia del encuentro íntimo con el Amor. Resulta lógico pensar que quien recibe esta Gracia, está en mayor capacidad de amar y de servir al hermano y que además alimentado con el Pan de Vida debe estar más fortalecido para enfrentar las pruebas, para encarar el sufrimiento, para contagiar su fe y su esperanza. En fin para llevar a feliz término la misión, la vocación, que el Señor le otorgue.

Si apreciáramos de veras la Presencia real de Cristo en el sagrario, nunca lo encontraríamos solo, únicamente acompañado de la lámpara Eucarística encendida, el Señor hoy nos dice a todos y a cada uno, lo mismo que les dijo a los Apóstoles "Con ansias he deseado comer esta Pascua con vosotros " Lc.22,15. El Señor nos espera con ansias para dársenos como alimento; ¿somos conscientes de ello, de que el Señor nos espera en el Sagrario, con la mesa celestial servida? Y nosotros ¿Por qué lo dejamos esperando? O es que acaso, ¿Cuándo viene alguien de visita a nuestra casa, lo dejamos sólo en la sala y nos vamos a ocupar de nuestras cosas?

Eso exactamente es lo que hacemos en nuestro apostolado, cuando nos llenamos de actividades y nos descuidamos en la oración delante del Señor, que nos espera en el Sagrario, preso porque nos "amó hasta el extremo" y resulta que, por quien se hizo el mundo y todo lo que contiene (nosotros incluidos) se encuentra allí, oculto a los ojos, pero increíblemente luminoso y poderoso para saciar todas nuestras necesidades.


 

ORACIÓN AL SEÑOR DE LA MISERICORDIA



 Oración al Señor de la Misericordia

Oh Señor mi dulce amigo...

Por: Ma. del Refugio Vallejo | Fuente: Catholic.net



Oh Señor mi dulce amigo

cuatro cosas hoy te pido

con mucha necesidad.


Paciencia para sufrir

Fuerza para trabajar

Valor para resistir

las penas que han de venir

y me han de mortificar.


Temperamento sereno

para poder resolver

las cosas con santa calma.


Y así tener en el alma

perfecta tranquilidad.


Esto tengo que pedirte

oh mi Jesús adorado

en este día consagrado

para adorarte y servirte

por siempre.


Amén.


¿QUIÉN FUE SAN JOSÉ DE CALASANZ?


SAN JOSÉ DE DALASANZ
25 DE AGOSTO

“Si desde su tierna edad, los niños son imbuidos con amor en la piedad y en las letras, puede esperarse un curso feliz de toda su vida”. San José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías y de los Padres Escolapios.

En 1597, conmovido por la pobreza y la degradación moral en la que vivían numerosos niños romanos, funda en la iglesia de Santa Dorotea del Trastévere, la primera escuela pública, popular y gratuita de la edad moderna de Europa, la primera Escuela Pía. Fue el primero en evangelizar en “la Piedad y Las Letras” a todos los niños pobres y ricos, nacido en Peralta de la Sal. Su sistema educativo gratuito fue el primero en el mundo, donde recibía a cualquier niño, de cualquier clase social y de cualquier culto religioso, siguiendo a Dios. Escuchó la voz del Señor, que le decía: "José, entrégate a los pobres. Enseña a estos niños y cuida de ellos".

En 1612, debido a la crisis interna que vive la obra y a las intrigas y tensiones externas, Calasanz es apresado brevemente e interrogado por la Inquisición. El año siguiente, el anciano pedagogo se ve inmerso en una lucha de intereses políticos y de intrigas de personajes ambiciosos que termina con la destitución del cargo de General de la Orden que él había fundado, cayendo en desgracia y siendo sustituido por uno de sus detractores. Durante los años siguientes continúa la desgracia de Calasanz y la Congregación pierde categoría, hasta el punto de que su obra de tantos años se ve en peligro de hundimiento. En 1648, todavía en desgracia, muere Calasanz a los 91años de edad, siendo enterrado en San Pantaleón. Ocho años después de su muerte, el papa Alejandro VII rehabilita las Escuelas Pías. En 1748, la Iglesia católica beatifica a José Calasanz, que sería canonizado 19 años más tarde.

Educar no es solo transferir conocimientos, sino enseñar a pensar con criterio propio. He ahí el cuidado de los educadores, que tienen el poder de influir en ese criterio. San José de Calasanz no excluía a ningún alumno por su religión, pero fundamentaba su obra en la caridad cristiana, enseñando con valores que van más allá de lo puramente humano.

La vida y obra de san José de Calasanz, se puede ver reflejada en tantos niños que encontraron en las Escuelas Pías, la luz del saber y de la piedad.


 

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 25 DE AGOSTO



Jueves 21 del tiempo ordinario

Jueves 25 de agosto



1ª Lectura (1Cor 1,1-9): Yo Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo Señor nuestro. ¡Y él es fiel!


Salmo responsorial: 144

R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza.

Una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas. Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas.

Encarecen ellos tus temibles proezas, y yo narro tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa bondad, y aclaman tus victorias.

Versículo antes del Evangelio (Mt 24,42.44): Aleluya. Estad en vela y preparados, porque a la hora que menos pensáis viene el Hijo del hombre. Aleluya.

Texto del Evangelio (Mt 24,42-51): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre. ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien el señor puso al frente de su servidumbre para darles la comida a su tiempo? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. Yo os aseguro que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si el mal siervo aquel se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda’, y se pone a golpear a sus compañeros y come y bebe con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes».




«Estad preparados»

+ Rev. D. Albert TAULÉ i Viñas

(Barcelona, España)


Hoy, el texto evangélico nos habla de la incertidumbre del momento en que vendrá el Señor: «No sabéis qué día vendrá» (Mt 24,42). Si queremos que nos encuentre velando en el momento de su llegada, no nos podemos distraer ni dormirnos: hay que estar siempre preparados. Jesús pone muchos ejemplos de esta atención: el que vigila por si viene un ladrón, el siervo que quiere complacer a su amo... Quizá hoy nos hablaría de un portero de fútbol que no sabe cuándo ni de qué manera le vendrá la pelota...

Pero, quizá, antes debiéramos aclarar de qué venida se nos habla. ¿Se trata de la hora de la muerte?; ¿se trata del fin del mundo? Ciertamente, son venidas del Señor que Él ha dejado expresamente en la incertidumbre para provocar en nosotros una atención constante. Pero, haciendo un cálculo de probabilidades, quizá nadie de nuestra generación será testimonio de un cataclismo universal que ponga fin a la existencia de la vida humana en este planeta. Y, por lo que se refiere a la muerte, esto sólo será una vez y basta. Mientras esto no llegue, ¿no hay ninguna otra venida más cercana ante la cual nos convenga estar siempre preparados?

«¡Cómo pasan los años! Los meses se reducen a semanas, las semanas a días, los días a horas, y las horas a segundos...» (San Francisco de Sales). Cada día, cada hora, en cada instante, el Señor está cerca de nuestra vida. A través de inspiraciones internas, a través de las personas que nos rodean, de los hechos que se van sucediendo, el Señor llama a nuestra puerta y, como dice el Apocalipsis: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20). Hoy, si comulgamos, esto volverá a pasar. Hoy, si escuchamos pacientemente los problemas que otro nos confía o damos generosamente nuestro dinero para socorrer una necesidad, esto volverá a pasar. Hoy, si en nuestra oración personal recibimos —repentinamente— una inspiración inesperada, esto volverá a pasar. 

BUENOS DÍAS!!!

 









miércoles, 24 de agosto de 2022

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 24 DE AGOSTO DE 2022 - SAN BARTOLOMÉ APÓSTOL



24 de Agosto: San Bartolomé, apóstol

Miércoles 24 de agosto de 2022



 Ver 1ª Lectura y Salmo

1ª Lectura (Ap 21,9-14): El ángel me habló así: «Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero». Me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas. La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero.



Salmo responsorial: 144

R/. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas.

Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y la majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.

El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.

Versículo antes del Evangelio (Jn 1,49): Aleluya. Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Aleluya.

Texto del Evangelio (Jn 1,45-51): En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».



«Ven y lo verás»

Mons. Christoph BOCKAMP Vicario Regional del Opus Dei en Alemania

(Bonn, Alemania)



Hoy celebramos la fiesta del apóstol san Bartolomé. El evangelista san Juan relata su primer encuentro con el Señor con tanta viveza que nos resulta fácil meternos en la escena. Son diálogos de corazones jóvenes, directos, francos... ¡divinos!

Jesús encuentra a Felipe casualmente y le dice «sígueme» (Jn 1,43). Poco después, Felipe, entusiasmado por el encuentro con Jesucristo, busca a su amigo Natanael para comunicarle que —por fin— han encontrado a quien Moisés y los profetas esperaban: «Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Jn 1,45). La contestación que recibe no es entusiasta, sino escéptica : «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» (Jn 1,46). En casi todo el mundo ocurre algo parecido. Es corriente que en cada ciudad, en cada pueblo se piense que de la ciudad, del pueblo vecino no puede salir nada que valga la pena... allí son casi todos ineptos... Y viceversa.

Pero Felipe no se desanima. Y, como son amigos, no da más explicaciones, sino dice: «Ven y lo verás» (Jn 1,46). Va, y su primer encuentro con Jesús es el momento de su vocación. Lo que aparentemente es una casualidad, en los planes de Dios estaba largamente preparado. Para Jesús, Natanael no es un desconocido: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48). ¿De qué higuera? Quizá era un lugar preferido de Natanael a donde solía dirigirse cuando quería descansar, pensar, estar sólo... Aunque siempre bajo la amorosa mirada de Dios. Como todos los hombres, en todo momento. Pero para darse cuenta de este amor infinito de Dios a cada uno, para ser consciente de que está a mi puerta y llama necesito una voz externa, un amigo, un “Felipe” que me diga: «Ven y verás». Alguien que me lleve al camino que san Josemaría describe así: buscar a Cristo; encontrar a Cristo; amar a Cristo. 

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA HISTORIA DE LA CRIATURA COMO MISTERIO DE LA GESTACIÓN



Catequesis del Papa Francisco sobre “La historia de la criatura como misterio de la gestación”

Redacción ACI Prensa

 Crédito: Pablo Esparza/ACI Group



El Papa Francisco concluyó sus catequesis sobre la vejez en la Audiencia General de este miércoles 24 de agosto, donde habló acerca de “Los dolores de la creación: la historia de la criatura como misterio de la gestación”.


A continuación, las palabras del Papa Francisco:


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!  


Acabamos de celebrar la Asunción al cielo de la Madre de Jesús. Este misterio ilumina el  cumplimiento de la gracia que ha plasmado el destino de María y que también ilumina nuestro destino, que es el cielo.

 Con esta imagen de la Virgen asunta al cielo quisiera concluir el ciclo de las catequesis sobre la vejez. En  occidente la contemplamos elevada hacia arriba envuelta por una luz gloriosa; en oriente se representa  tumbada, durmiente, rodeada por los Apóstoles en oración, mientras el Señor Resucitado la lleva entre las  manos como si fuera una niña. 

La teología ha reflexionado siempre sobre la relación de esta singular "asunción" con la muerte,  que el dogma no define. Creo que sería aún más importante explicitar la relación de este misterio con la resurrección del Hijo, que abre el camino de la generación a la vida a todos nosotros. 

En el acto divino de  la reunificación de María con Cristo resucitado no trasciende simplemente la normal corrupción corporal  de la muerte humana, sino se anticipa la asunción corporal de la vida de Dios. En efecto, se anticipa el  destino de la resurrección que nos concierne: porque, según la fe cristiana, el Resucitado es el  primogénito de muchos hermanos y hermanas.  El Señor resucitado ha sido el primero, luego iremos nosotros. Este es nuestro destino, resucitar.

Podríamos decir – siguiendo la palabra de Jesús a Nicodemo – que es como volver a nacer (cf. Jn 3, 3-8). Si el primero ha sido un nacimiento sobre la tierra, el segundo es el nacimiento en el cielo. No por  casualidad el Apóstol Pablo, en el texto que se ha leído al principio, habla de los dolores de parto (cf. Rm 8,22). Como, recién salidos del seno de nuestra madre, somos siempre nosotros, el mismo ser humano  que estaba en el vientre, así, después de la muerte, nacemos en el cielo, en el espacio de Dios, y somos siempre nosotros los que hemos caminado sobre esta tierra. Análogamente a lo que le sucedió a Jesús: el  Resucitado es siempre Jesús: no pierde su humanidad, su vivencia, ni siquiera su corporeidad, porque sin  ella ya no sería Él, no sería Jesús. Con su humanidad y sus vivencias.

Nos lo dice la experiencia de los discípulos, a quienes Él aparece durante cuarenta días tras su  resurrección. El Señor muestra las heridas que sellaron su sacrificio; pero ya no son las fealdades del  envilecimiento sufrido dolorosamente, ya son la prueba indeleble de su amor fiel hasta el final. ¡Jesús  resucitado con su cuerpo vive en la intimidad trinitaria de Dios!

Y en ella no pierde la memoria, no  abandona su propia historia, no disuelve las relaciones en las que vivió en la tierra. A sus amigos les  prometió: «Cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin  de que donde yo esté, estén también ustedes» (Jn 14,3).  Y Él vendrá, no sólo al final para todos, sino que vendrá cada vez para cada uno de nosotros, vendrá a buscarnos, a buscarnos para llevarnos con Él.

En este sentido, la muerte es un poco el paso al encuentro con Jesús, que me está esperando para llevarme con Él. 

El Resucitado vive en el mundo de Dios, donde hay sitio para todos, donde se forma una nueva  tierra y se va construyendo la ciudad celestial, hogar definitivo del hombre. Nosotros no podemos  imaginar esta transfiguración de nuestra corporeidad mortal, pero estamos seguros de que ella mantendrá  nuestros rostros reconocibles y nos permitirá permanecer seres humanos en el cielo de Dios. Nos  permitirá participar, con sublime emoción, a la exuberancia infinita y feliz del acto creador de Dios, del  que viviremos en primera persona todas las aventuras interminables.

Jesús, cuando habla del Reino de Dios, lo describe como un banquete de bodas, como una fiesta  con los amigos, como el trabajo que hace perfecta la casa, o las sorpresas que hacen la cosecha más rica de la siembra. Tomar en serio las palabras evangélicas sobre el Reino habilita nuestra sensibilidad a gozar  del amor laborioso y creativo de Dios, y nos pone en sintonía con el destino inaudito de la vida que  sembramos.

En nuestra vejez, queridas y queridos coetáneos, hablo a los ancianos y ancianas, la importancia de tantos "detalles" de los  que se constituye la vida - una caricia, una sonrisa, un gesto, un trabajo apreciado, una sorpresa  inesperada, una alegría acogedora, un vínculo fiel - se hace más grave. 

Lo esencial de la vida, al que en  las cercanías de nuestra despedida nos damos más importancia, nos parece definitivamente claro. He aquí:  esta sabiduría de la vejez es el lugar de nuestra gestación, que ilumina la vida de los niños, de los jóvenes,  de los mayores, de toda la comunidad. Los ancianos debemos ser esto, luz para los demás.

Toda nuestra vida aparece como una semilla que deberá ser  enterrada para que nazca su flor y su fruto. Nacerá, junto con todo el mundo. No sin dolores, no sin dolor,  pero nacerá (cf. Jn 16,21-23). Y la vida del cuerpo resucitado será cien y mil veces más viva que la que  probamos en esta tierra (cf. Mc 10,28-31).  

El Señor resucitado, no por casualidad, mientras espera a los Apóstoles a la orilla del lago, asa el  pescado (cf. Jn 21,9) y luego se lo ofrece. Este gesto de amor atento nos hace intuir lo que nos espera mientras pasamos a la otra orilla. Sí, queridos hermanos y hermanas, especialmente vosotros, ancianos, lo  mejor de la vida todavía está por ver. Somos ancianos, ¿qué más podemos ver? Lo mejor. Porque lo mejor de la vida todavía está por ver. Esperemos, esperemos esta plenitud de vida que nos espera a todos cuando el Señor nos llame. 

Que la Madre del Señor y Madre nuestra, que nos ha precedido en el  Paraíso, nos devuelva la inquietud de la espera.  Porque no es una espera anestesiada, no es una espera aburrida, no. Es una espera con inquietud, una espera de cuándo vendrá mi Señor, cuándo podré ir…y da un poco de miedo porque este camino no sé qué significa, y pasar aquella puerta da un poco de miedo. Pero está siempre la mano del Señor que te lleva adelante, y pasada la puerta está la fiesta.

Estemos atentos, vosotros queridos ancianos y ancianas coetáneos, estemos atentos, Él no está esperando. Es solo un camino, y después la fiesta. Gracias. 

HOY CELEBRAMOS A SAN BARTOLOMÉ, 24 DE AGOSTO

SAN BARTOLOMÉ

Jesús no mira por casualidad.
San Bartolomé, conocido como Natanael. Bastó que Jesús le dijera “te vi, cuando estabas debajo de la higuera”, para que Natanael se convenciera de que Jesús era a quien debía de seguir. Y es que cuando Jesús ve, elige.

Se dice que Bartolomé llegó a una de las ciudades principales de Armenia y presentándose ante el Rey cuando recibía oráculos del demonio por medio del ídolo Astarot, éste enmudeció. Los sacerdotes preguntaron a otro demonio por la causa y este les dijo que fue el hombre llamado Bartolomé, pues viene en nombre de Dios.

Su fama se esparcía por todos lados, convirtiendo a la gente. Le conocían por el apóstol del verdadero Dios o el obrador de milagros. El rey, urgido de su ayuda porque su hija estaba poseída por un demonio, lo mando a llamar y cuando Bartolomé puso un pie en la corte, inmediatamente el demonio liberó a su hija. El rey le ofreció oro, pero santo le dijo que venía para su conversión y la de sus vasallos.

Los hechiceros, buscaron ayuda en el hermano del rey, ordenando que lo desollaran vivo. Pero al ver que no dejaba de predicar, le cortaron la cabeza.

Se le retrata con un cuchillo y una Biblia, por su tenaz labor apostólica y por su martirio. Su ejemplo de firmeza y su disposición en el seguimiento a Jesús, nos inspiren a darlo todo por el todo, hasta dejar la piel si es necesario.

Del santo Evangelio según san Juan 1, 45-51

En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael replicó: “¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?”. Felipe le contestó: “Ven y lo verás”.
Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?”. Jesús le respondió: ‘‘Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.

CONOCE A SANTA ROSA DE LIMA


SANTA ROSA DE LIMA

La belleza que Dios le da al alma que le adora, excede la imaginación.

Santa Rosa de Lima, primera santa de América. Se llamaba Isabel de nacimiento, pero su madre la llamaba mi pequeña Rosa por la dulzura de su rostro. Fue bautizada por Santo Toribio de Mogrovejo, Obispo de Lima, con el nombre de Rosa, que le va bien por sus innumerables muestras de piedad, que evidenciaban la belleza de su alma.

A muy temprana edad tenía una especial atracción por Jesucristo en la Eucaristía y en la cruz, a quien veía en los pobres y dolientes llevándolos a su casa para atenderlos con gran caridad.

Siendo niña, tuvo una visión, en la que el niño Jesús le decía “Rosa de mi corazón, yo te quiero por esposa, consagra a mí todo tu amor” y desde ese día, le consagró su vida. A santa Rosa de Lima, la movía su deseo de santidad inspirado por Santa Catalina de Siena. Y el 10 de agosto de 1606, vistió el hábito de las monjas de la orden de Terciarias Dominicas.

Construyó una pequeña capilla en el jardín de su casa, donde solo cabía ella y Jesús, pero ahí encontraba todo el deleite para su vida. Se mortificaba grandemente, demasiado talvez para su edad, pero en aquel tiempo, era la forma de dominar las pasiones del cuerpo y educar el alma.

Fue amiga de san Martín de Porres, otro gran santo dominico.

Santa Rosa, Patrona de Hispanoamérica, Perú y de las Islas Filipinas. Indescriptible es la belleza de un alma que se entrega a Dios por amor verdadero.


 

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