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domingo, 9 de septiembre de 2018
ROMPER NUESTRA SORDERA
Romper nuestra sordera
¿Es Dios el que se ha quedado mudo, o somos nosotros los que nos hemos quedado sordos?
Por: Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre | Fuente: www.enticonfio.org
¿Es Dios el que se ha quedado mudo, o somos nosotros los que nos hemos quedado sordos? Basta que nos asomemos a la Sagrada Escritura, para convencernos de lo segundo. Precisamente, en ella se presenta a Jesucristo como la Palabra pronunciada por Dios Padre para romper nuestra “sordera” y para acallar los ruidos que, dentro y fuera de nosotros, nos impiden escuchar la voz divina, la de nuestra conciencia y la de nuestros hermanos.
Al igual que hizo con el sordomudo del Evangelio (cfr. Mc 7, 34), también hoy, Jesucristo “toca nuestros oídos y nuestra lengua” y pronuncia su poderoso “effetá!” (¡ábrete!). Es una llamada a abrirnos a la escucha de la voz de Dios que resuena en nuestro interior, como un eco de la predicación de la Iglesia y del clamor de tantas personas y situaciones, a través de las cuales Dios sigue saliendo a nuestro encuentro. Ciertamente, distraídos por mil reclamos y replegados en nuestros problemas, tenemos el riesgo de permanecer sordos a la VOZ de quien es la PALABRA: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap 3, 20).
La tarea de la Nueva Evangelización que se nos presenta en el Tercer Milenio, consiste en ofrecernos como altavoces del Verbo Divino: poner voz a esa Palabra de Dios, buscando conductos eficaces para que su mensaje eterno llegue al hombre moderno. Para romper la sordera de nuestro Occidente secularizado, como decía Juan Pablo II, es necesario emprender la Evangelización con nuevos métodos, nuevas expresiones y un nuevo coraje, en fidelidad al mensaje inmutable de Cristo y de su Iglesia. No podemos permanecer impasibles mientras que Dios es un auténtico desconocido para un gran número de nuestros hermanos. El celo apostólico nos lleva a revivir aquel sentimiento apremiante de San Pablo: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Cor 9, 16).
Pero, nos equivocaríamos si pensásemos que el problema principal de la Evangelización es un problema de métodos. Los métodos son de gran ayuda e indispensables, pero nuestra necesidad fundamental es la de un celo apostólico ardiente, que sólo puede brotar de un corazón enamorado de Dios. Ésta es la clave de la Nueva Evangelización: ¡Sólo los enamorados enamoran! Y a ello hemos de añadir la búsqueda de recursos creativos, actuales y eficaces para llegar a quienes permanecen sordos a esa Voz que viene de lo alto. Ciertamente, en nuestros días es más urgente que nunca anunciar a Jesucristo en los grandes areópagos modernos de la cultura, de la ciencia, de la economía, del arte, de la música y de los medios de comunicación.
Concluyo transcribiendo algunos de los eslóganes que la Iglesia de Singapur divulgó en la prensa local. Fueron publicados uno a uno, en días sucesivos, a modo de reclamo publicitario, con el deseo de “romper nuestra sordera”.
“¿Qué debo hacer para llamar tu atención? ¿Poner un aviso en el periódico?”
(Dios)
“Necesitamos hablar.”
(Dios)
“Si te perdiste el amanecer que hice hoy para ti, no importa. Te haré otro mañana.”
(Dios)
“¿Te imaginas el precio del “aire” si te lo trajera otro proveedor?”
(Dios)
“No te olvides el paraguas. Hoy tengo que regar las plantas.”
(Dios)
“Si piensas que la Gioconda es asombrosa, deberías ver mi obra maestra… en el espejo.”
(Dios)
“Venid a mi casa el domingo antes del partido.”
(Dios)
“Amo las fiestas de casamiento, invítame a tu boda.”
(Dios)
“Diles a los niños que les amo.”
(Dios)
“¿Leíste mi primer best-seller? Es todo un desafío.”
(Dios)
“¿Tienes alguna idea de adónde vas?”
(Dios)
“Eso de “amar al prójimo”… lo dije en serio.”
(Dios)
“¡No me hagas bajar!”
(Dios)
PAPA FRANCISCO: COMO JESÚS DEBEMOS HACER EL BIEN EN SILENCIO Y SIN OSTENTACIÓN
Como Jesús debemos hacer el bien en silencio y sin ostentación, pide el Papa en el Ángelus
Redacción ACI Prensa
Crédito: Vatican Media
Durante el rezo del Ángelus este domingo 9 de septiembre en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco relató la milagrosa curación de Jesús a un sordomudo, y explicó que el católico debe imitar a su maestro haciendo el bien en silencio y sin ostentación.
“En esta ocasión, como en otros, Jesús siempre actúa con discreción. No quiere impresionar a la gente, no está en la búsqueda de popularidad o éxito, sino que sólo quiere hacer el bien a las personas. Con esta actitud, Él nos enseña que el bien debe hacerse sin clamores y sin ostentación, sin hacer sonar la trompeta. Debe hacerse en silencio”, dijo el Papa reflexionando sobre el Evangelio de Mc 7,31-37.
El Santo Padre explicó que la sanación milagrosa del hombre sordomudo fue para éste una “apertura” a los demás y al mundo, así como una “doble curación”.
El Obispo de Roma dijo que el hombre fue sanado, en primer lugar, de la enfermedad, pero luego fue también “la sanación del miedo que nos empuja a marginar a los enfermos, a los que sufren, a los discapacitados”.
“Y hay muchas maneras de marginar, incluso con una pseudo lástima o con la eliminación del problema. Nos quedamos sordos y mudos ante los dolores de las personas marcadas por enfermedades, angustias y dificultades”, lamentó el Pontífice.
No obstante, recordó que el enfermo y el sufriente “deberían ser una oportunidad para mostrar la preocupación y la solidaridad de una sociedad hacia los más débiles”.
Al finalizar el Ángelus, el Papa dijo que Jesús nos ha revelado “el secreto de un milagro que también nosotros podemos repetir”, evitando “el egoísmo y el cierre del corazón”.
“Es precisamente el corazón, es decir, el núcleo profundo de la persona, lo que Jesús vino a ‘abrir’, a liberar, a hacernos capaces de vivir plenamente nuestra relación con Dios y con los demás. Él se hizo hombre para que el hombre, sordomudo interiormente por el pecado, pueda escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y así aprenda a hablar, a su vez, el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad y entrega”, concluyó.
CURAR LA SORDERA
Curar la sordera
La curación de un sordomudo en la región pagana de Sidón está narrada por Marcos con una intención claramente pedagógica. Es un enfermo muy especial. Ni oye ni habla. Vive encerrado en sí mismo, sin comunicarse con nadie. No se entera de que Jesús está pasando cerca de él. Son otros los que lo llevan hasta el Profeta.
También la actuación de Jesús es especial. No impone sus manos sobre él como le han pedido, sino que lo toma aparte y lo lleva a un lugar retirado de la gente. Allí trabaja intensamente, primero sus oídos y luego su lengua. Quiere que el enfermo sienta su contacto curador. Solo un encuentro profundo con Jesús podrá curarlo de una sordera tan tenaz.
Al parecer, no es suficiente todo aquel esfuerzo. La sordera se resiste. Entonces Jesús acude al Padre, fuente de toda salvación: mirando al cielo, suspira y grita al enfermo una sola palabra: "Effetá", es decir, "Abrete". Esta es la única palabra que pronuncia Jesús en todo el relato. No está dirigida a los oídos del sordo sino a su corazón.
Sin duda, Marcos quiere que esta palabra de Jesús resuene con fuerza en las comunidades cristianas que leerán su relato. Conoce bien lo fácil que es vivir sordos a la Palabra de Dios. También hoy hay cristianos que no se abren a la Buena Noticia de Jesús ni hablan a nadie de su fe. Comunidades sordomudas que escuchan poco el Evangelio y lo comunican mal.
Tal vez uno de los pecados más graves de los cristianos de hoy es esta sordera. No nos detenemos a escuchar el Evangelio de Jesús. No vivimos con el corazón abierto para acoger sus palabras. Por eso, no sabemos escuchar con paciencia y compasión a tantos que sufren sin recibir apenas el cariño ni la atención de nadie.
A veces se diría que la Iglesia, nacida de Jesús para anunciar su Buena Noticia, va haciendo su propio camino, olvidada con frecuencia de la vida concreta de preocupaciones, miedos, trabajos y esperanzas de la gente. Si no escuchamos bien las llamadas de Jesús, no pondremos palabras de esperanza en la vida de los que sufren.
Hay algo paradójico en algunos discursos de la Iglesia. Se dicen grandes verdades, pero no tocan el corazón de las personas. Algo de esto está sucediendo en estos tiempos de crisis. La sociedad no está esperando "doctrina social" de los especialistas, pero escucha con atención una palabra clarividente, inspirada en el Evangelio de Jesús cuando es pronunciada por una Iglesia sensible al sufrimiento de las víctimas, y que sabe salir instintivamente en su defensa invitando a todos a estar cerca de quienes más ayuda necesitan para vivir con dignidad.
© Padre José Antonio Pagola
EL DEMONIO DE LA PELÍCULA LA MONJA EXISTE?
¿El demonio de la película “La Monja” existe? Esta es la verdad
Redacción ACI Prensa
Foto: Warner Bros.
La película “La Monja” (The Nun), estrenada este 7 de septiembre, continúa la saga de terror empezada con El Conjuro, presentando especialmente la figura de un demonio que posee a una religiosa. ¿Qué hay de verdad en esto?
De acuerdo al estudio cinematográfico Warner Bros., los protagonistas de La Monja se enfrentan “a una fuerza malévola en la forma de la misma monja demoniaca que aterrorizó por primera vez a las audiencias en ‘El Conjuro 2’.
Se trata del demonio supuestamente llamado “Valak”. Las historias que se refieren a este aparente espíritu maligno se remontan a “La llave menor de Salomón”, un libro del siglo XVII sobre magia.
En su tratado sobre demonología Summa Daemoniaca –disponible gratuitamente para los lectores de ACI Prensa–, el famoso teólogo español José Antonio Fortea advirtió que “en algunos libros de magos y brujos se colocan largas listas de nombres. Esas listas inacabables son tan exhaustivas como inventadas. No tienen otro valor que la imaginación de sus autores”.
En estos libros, señaló, “algunos no solo ofrecen la lista de los nombres sino incluso el número de demonios que pueblan el infierno”.
“Esas descripciones detalladas de las legiones infernales son puramente inventadas”, reiteró.
Para el P. Fortea, “ir más allá́ de los escuetos datos de la Sagrada Escritura supone adentrarse en el mundo de la literatura, abandonando el seguro terreno firme de la Palabra de Dios”.
Los nombres de demonios recogidos en las Sagradas Escrituras, indicó el teólogo español, son: Satán, Diablo, Belcebú, Lilith, Asmodeo, Seirim, Demonio, Belial, Apollyon y Lucifer.
“Lo que es seguro, y lo sabemos por la Sagrada Escritura y por los exorcismos, es que cada demonio tiene un nombre. Un nombre dado por Dios que expresa la naturaleza de su pecado”, añadió.
“Distintos nombres de demonios dichos por ellos en exorcismos son: Perversión, Muerte, Puerta, Morada, etc. Otros, sin embargo, dicen nombres que no sabemos qué significan: Elisedei, Quobad, Jansen, Eishelij, etc.”, refirió.
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 9 SEPTIEMBRE 2018
Lecturas de hoy Domingo 23º del Tiempo Ordinario - Ciclo B
Hoy, domingo, 9 de septiembre de 2018
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (35,4-7a):
Decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantar. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa el páramo será un estanque, lo reseco un manantial.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 145,7.8-9a.9bc-10
R/. Alaba, alma mía, al Señor
Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R/.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,1-5):
No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo. Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.» Al pobre, en cambio: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo.» Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos? Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,31-37):
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy domingo, 9 de septiembre de 2018
Fernando Torres cmf
¡Ánimo, no temáis!
Había un hombre sordo y tartamudo, por no decir mudo del todo. Es decir, no había comunicación posible. Ni de él hacia la sociedad ni de la sociedad hacia él. Por eso, el sordomudo no fue él a Jesús sino que lo tuvieron que llevar. En realidad no era más que una especie de cosa inútil e inservible. Pero Jesús hace el milagro. Le cura, le abre a la realidad que le circunda. De repente, la comunicación se restablece. Aquel hombre, que por la falta de comunicación se había convertido prácticamente en una cosa, volvía a ser persona, miembro de la sociedad, hermano de sus hermanos. ¡Cómo no se iban a alegrar y admirar los que lo veían!
Jesús cumple así las expectativas del pueblo, representadas en las palabras del profeta Isaías en la primera lectura. En ellas está el título de esta homilía. Son palabras que podemos sentir como dirigidas a cada uno de nosotros por parte de Dios: “¡Ánimo. No temáis!” Porque Dios está con nosotros. Porque el Dios de Jesús es Padre y no quiere que ninguno de sus hijos se quede convertido en un trasto inútil e inservible, que se arrincona, que se deja a un lado. Dios quiere a sus hijos sentados todos a la misma mesa, al mismo nivel, compartiendo juntos el pan de las alegrías y las penas, de los gozos y las penalidades que conlleva siempre la vida humana. Dios quiere a sus hijos viviendo juntos en el amor y en la esperanza. Porque él es padre y madre que cuida siempre de sus hijos. Y sus hijos, lo último que pueden hacer es perder la esperanza y la confianza en su Padre. Por eso, no debemos de temer. Dios viene en persona a salvarnos.
En esta perspectiva, la de los hijos e hijas de un solo Padre, entendemos mejor las palabras de la carta de Santiago. ¿Cómo es posible que en la comunidad cristiana se haga acepción de personas? Como es posible que siga habiendo títulos, distinciones y privilegios? ¿Cómo es posible que siga habiendo luchas por el poder y por los primeros puestos? Y mucho cuidado con situar esos problemas sólo en las grandes alturas de la Iglesia. Eso sucede también en las comunidades parroquiales, en los grupos y movimientos, en las comunidades religiosas. Todos lo sabemos por experiencia. Por eso, hay que estar muy vigilantes. No hay que pensar que lo que dice Santiago es para otros. Lo decía por su comunidad de aquellos tiempos y lo dice por nuestra comunidad de hoy. La tentación del poder siempre estará presente en el corazón humano y es una amenaza fuerte y permanente para la fraternidad del Reino. Hace exactamente lo contrario de lo que hizo Jesús al curar al sordomudo. Excluye, divide y separa en vez de unir y juntar.
Para la reflexión
¿Hay luchas por el poder y los privilegios en mi comunidad? ¿Qué hacemos para defendernos de esa tentación? ¿Cómo se trata a los marginados en mi comunidad? Quizá la respuesta a esta última pregunta sea la clave para liberarnos de la lucha por el poder.
OREMOS POR LAS VOCACIONES!!!
Seminario San José Marello, Santa Eulalia, Lima, Perú
Oblatos de San José
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