sábado, 24 de marzo de 2018

MONICIONES, LECTURAS BÍBLICAS Y COMENTARIO DE DOMINGO DE RAMOS, 25 MARZO 2018



Moniciones Domingo de Ramos en la Pasión del Señor Ciclo B
25 de marzo de 2018



Procesión de las Palmas
Ambientación:
Queridos hermanos: Durante toda la cuaresma nos hemos estado preparando con nuestra penitencia y nuestras obras de caridad para vivir mejor la Pascua. Hoy nos reunimos para iniciar, unidos con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, que empezaron con la entrada de Jesús a Jerusalén. Acompañemos con fe y devoción a nuestro Salvador en su entrada triunfal a la ciudad santa, para que también podamos participar un día de su gloriosa resurrección y de su vida.

Monición al evangelio (Marcos 11, 1-10)
El ministerio público de Jesús llega a su plenitud con su entrada a Jerusalén y nos sitúa a las puertas del misterio pascual, centro de nuestra fe. Dispongámonos, con la escucha de esta Palabra que nos va a ser proclamada, hoy del evangelio de San Marcos, a comenzar a celebrar dignamente todos estos acontecimientos.

Moniciones a las lecturas de la misa

OPCIÓN 1: Monición única para todas las lecturas
Las lecturas de este domingo van a poner ante nuestros ojos al Mesías sufriente. El Siervo de Yahvé del que habla Isaías es presentado lleno de golpes y ultrajes. En el himno de la carta a los Filipenses, Cristo se despoja de su rango divino y se hace uno de tantos. En el pasaje de la entrada en Jerusalén, Jesús –Mesías e Hijo de David– monta un borriquillo y no un caballo o un carro de combate como hubiera sido de esperar en un rey guerrero. Escuchemos atentamente.

Opción 2: Moniciones para cada lectura

Primera lectura (Isaías 50, 4-7)
Del libro del profeta Isaías, escucharemos ahora el tercer cántico del siervo de Yahvé, un poema que nosotros vemos cumplido en Jesús de Nazaret. Al Siervo de Yahvé le es encomendada una misión que no será nada fácil. Escuchemos atentos.

Salmo responsorial (Salmo 21)
En una experiencia de desamparo, el salmista implora la misericordia de Dios. Cristo hará suyas las palabras de este salmo en su abandono en la cruz. Como asamblea orante, unamos nuestras voces a la suya diciendo:

Segunda lectura (Filipenses 2, 6-11)
En la segunda lectura de hoy, Pablo incluye un himno que las primeras comunidades cristianas entonaban para profesar la universalidad del sacrificio de Cristo. Escuchemos.

Evangelio (Marcos 14, 1-15,47)
Abramos ahora nuestro corazón y prestemos mucha atención a la proclamación de la Pasión de Cristo, hoy del evangelio de San Marcos. Pero antes aclamémosle.

Oración de los fieles
A cada petición diremos:
 Venga a nosotros tu reino de paz y  de amor.

Para que nuestra Iglesia sea purificada en la Sangre de Cristo, y Dios nos conceda a todos sus fieles una sincera conversión. Oremos.

Para que los poderosos de la tierra aprendan a ser servidores de sus pueblos.  Oremos.

Por todos los que sufren, los pobres, oprimidos, enfermos, para que reciban el alivio de Cristo, que sufrió por todos.  Oremos.

Por todos nosotros, para que los acontecimientos celebrados este día nos lleven a una entrega más profunda a Dios y a vivir dignamente esta Semana Santa. Oremos.

Presentación de las Ofrendas
Ahora ofrezcamos a Dios el pan y el vino, pero también nuestro sacrificio y entrega para vivir mejor esta semana santa.





Procesión de las palmas

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 11, 1-10
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:

—«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita y lo devolverá pronto”».

Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:

—«¿Por qué tenéis que desatar el borrico?».

Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.

Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:

—«Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor.

Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David.

¡Hosanna en el cielo!».

Palabra del Señor.


O bien


Lectura del santo Evangelio según san Juan 12, 12-16
En aquel tiempo, la multitud que había acudido a la fiesta, al oír que Jesús llegaba a Jerusalén, salió a recibirlo con ramos de palma, gritando:

—«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el que es rey de Israel!».

Pero Jesús encontró un borriquillo y se montó en él, como estaba escrito:
«No temas, ciudad de Sión,
mira a tu rey que llega montado en un borrico».

Sus discípulos no comprendieron esto a la primera, pero, cuando Jesús fue glorificado, se acordaron de que habían hecho con él lo que estaba escrito.

Palabra del Señor.




Santa Misa

La misa de este domingo tiene tres lecturas, y es muy recomendable que se lean las tres, a no ser que algún motivo pastoral aconseje lo contrario.

Dada la importancia de la lectura de la historia pasión del Señor, el sacerdote teniendo en cuenta la índole peculiar de cada asamblea en concreto, podrá leer, si es necesario, una sola de las dos lecturas que preceden al evangelio, o bien leer únicamente la historia de la pasión, incluso en su forma más breve.

Estas normas sólo tienen aplicación en las misas celebradas con la participación del pueblo.


 PRIMERA LECTURA 
Lectura del libro de Isaías 50, 4-7

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido
por eso ofrecí el rostro como pedernal,
una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.

El Señor Dios me ha abierto el oído;
y yo no me he revelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
la mejilla a los que mesaban mi barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos.

Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido;
y sé que no quedaré avergonzado.

Palabra de Dios.

*************
Salmo responsorial:
 Salmo 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.: 2a)
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R. 

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R. 

Se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía ven corriendo a ayudarme. R. 

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R. 

 *********

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Hermanos:

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;

al contrario, se despojó de su rango,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y
una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo,
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;

de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
—en el cielo, en la tierra, en el abismo—,

y toda lengua proclame:
«¡Jesucristo es Señor!»,
para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.

 *******


EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 14, 1—15, 47

C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:

S.— «No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo».

Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura

C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y lo derramó en la cabeza de Jesús. Algunos comentaban indignados:

S. —«¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres».

C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:

cruz—«Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta».

Prometieron dinero a Judas Iscariote

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?

C. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

S. —«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».

C. Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

cruz—«Id a la cuidad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?". Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena».

C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo

C. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo, dijo Jesús:

cruz—«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo».

C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:

S. —«¿Seré yo?».

C. Respondió:

cruz—«Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!».

Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre, sangre de la alianza

C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

cruz—«Tomad, esto es mi cuerpo».

C. Cogiendo la copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

cruz—«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres

C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:

cruz—«Todos vais a caer, como está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas". Pero, cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea».

C. Pedro replicó:

S. —«Aunque todos caigan, yo no».

C. Jesús le contestó:

cruz—«Te aseguro que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres».

C. Pero él insistía:

S. —«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».

C. Y los demás decían lo mismo.

Empezó a sentir terror y angustia

C. Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos:

—«Secruz aquí mientras voy a orar».

C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:

cruz—«Me muero de tristeza; quedaos aquí velando».

C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:

cruz—«¡Abba! (Padre), tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres».

C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:

cruz—«Simón, ¿duermes?; ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil».

C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:

cruz—«Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».

Prendedlo y conducidlo bien sujeto

C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:

S. —«Al que yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo bien sujeto».

C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:

S. —«¡Maestro!».

C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:

cruz—«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras».

C. Y todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto sólo en una sábana, y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.

¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?

C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio contra él, diciendo:

S. —«Nosotros le hemos oído decir: "Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres"».

C. Pero ni en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:

S. —«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?».

C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo, preguntándole:

S. —«¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?...».

C. Jesús contestó:

cruz—«Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo».

C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo:

S. —«¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decís?».

C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:

S. —«Haz de profeta».

C. Y los criados le daban bofetadas.

No conozco a este hombre que decís

C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo:

S. —«También tú andabas con Jesús, el Nazareno».

C. Él lo negó, diciendo:

S. —«Ni sé ni entiendo lo que quieres decir».

C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S. —«Éste es uno de ellos».

C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro:

S. —«Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo».

C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:

S. —«No conozco a ese hombre que decís».

C. Y en seguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.

¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?

C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le pregunto:

S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?».

C. Él respondió:

cruz—«Tú lo dices».

C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato pregunto de nuevo:

S. —«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti».

C. Jesús no contesto más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:

S. —«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».

C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

S. —«¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. —«¡Crucifícalo!».

C. Pilato les dijo:

S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho?».

C. Ellos gritaron más fuerte:

S.— «¡Crucifícalo!».

C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado

C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

S. —«¡Salve, rey de los judíos!».

C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.

Llevaron a Jesús al Gólgota y los crucificaron

C. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar

C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

S. —«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo construías en tres días sálvate a ti mismo bajando de la cruz».

C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:

S. —«A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».

C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.

Jesús, dando un fuerte grito, expiró

C. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:

cruz—«Eloí, Eloí, lamá sabktaní».

C. Que significa:

cruz—«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S. —«Mira, está llamando a Elías».

C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

S. —«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».

C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

* Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

S.—«Realmente este hombre era Hijo de Dios».

C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

José rodó una piedra a la entrada del sepulcro

C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble senador, que también aguardaba el reino de Dios; armándose de valor, se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra en la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José observaban dónde lo ponían.

Palabra del Señor.


O bien más breve



Lectura del santo evangelio según san Marcos 15, 1-39
¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?

C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le pregunto:

S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?».

C. Él respondió:

cruz—«Tú lo dices».

C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato pregunto de nuevo:

S. —«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti».

C. Jesús no contesto más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:

S. —«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».

C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

S. —«¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. —«¡Crucifícalo!».

C. Pilato les dijo:

S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho?».

C. Ellos gritaron más fuerte:

S. —«¡Crucifícalo!».

C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado

C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

S. «¡Salve, rey de los judíos!».

C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.

Llevaron a Jesús al Gólgota y los crucificaron

C. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar

C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

S. —«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo construías en tres días sálvate a ti mismo bajando de la cruz».

C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:

S. —«A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».

C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.

Jesús, dando un fuerte grito, expiró

C. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:

cruz—«Eloí, Eloí, lamá sabktaní».

C. Que significa:

cruz—«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S. —«Mira, está llamando a Elías».

C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

S. —«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».

C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

* Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

S. —«Realmente este hombre era Hijo de Dios».

Palabra del Señor.




Comentario al Evangelio del domingo, 25 de marzo de 2018
Fernando Torres cmf



Del triunfo a la cruz

      El Domingo de Ramos es llamado también el Domingo de Pasión. Dos nombres diferentes para una misma realidad. Porque este domingo comienza con un ambiente de fiesta. Recordamos, haciendo incluso una procesión, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Por una vez, Jesús es aclamado por su pueblo. Se le reconoce como el nuevo David, el rey que todos esperaban. Claro que su entrada no es como la de un rey de los de la época. Su montura es un borrico, que no era exactamente la montura de los reyes. Los que le aclamaban formaban parte del pueblo bajo. Seguro que no había muchos sacerdotes ni escribas entre ellos. Los sacerdotes y los escribas estarían más bien pensando en como librarse de él. Así que el triunfo y la cruz se comienzan ya a mezclar. Del mismo modo que la liturgia une esas dos realidades en este día. 
      Porque de la procesión pasamos a la misa y, en ésta, las lecturas nos sitúan frente a la muerte de Jesús y su significado. Jesús es el que se entrega a sí mismo a la muerte para cumplir la voluntad de Dios, su Padre, y confía totalmente en él a la hora de su entrega final, como dice el profeta Isaías en la primera lectura. Jesús, es el mismo Dios que entrega su vida por nosotros, que no hace alarde su categoría de Dios, que se somete incluso a la muerte. Y es a través de esa entrega como se va a convertir en signo de salvación para todos. “Ante él se doblará toda rodilla”, como dice san Pablo en la segunda lectura. 

      Comenzamos así la Semana Santa. Éste es el pórtico grande en que nos situamos: en Jesús el triunfo mayor es el momento de su muerte. Lo que para nosotros es el máximo dolor, el mayor sin-sentido, para Dios es la oportunidad de proclamar su amor por todos los hombres de la forma más solemne posible. Ya no sabemos qué parte es la más triunfal, si su entrada sobre un borrico en Jerusalén mientras que unos pobres gritan y agitan ramas de olivo, o el momento de la cruz, en el que sólo, abandonado de todos los suyos, firma con su propia sangre que toda su vida ha querido estar al servicio del reino de Dios, ha querido ser un testimonio viviente de su amor por los hombres y mujeres y que su entrega es para que todos tengamos vida y vida en abundancia. 

      Sólo queda una pregunta pendiente: ¿Dónde estamos nosotros en toda esta historia? Porque Jesús está entregándose por nosotros, por cada uno de nosotros. Cuando levantamos la mirada y lo vemos, en el borrico o en la cruz, encontramos lo mismo: sus ojos nos miran y nos dicen que lo da todo para que seamos felices, para que vivamos, para que nos amemos. Al menos que durante esta semana, sepamos permanecer cerca de Jesús. No es necesario decir muchas palabras. En silencio pero cerca de Él. Sin distraernos en los detalles superficiales. Simplemente, dejando que llegue a nuestro corazón la hondura de su amor, de su entrega por nosotros. Para que tengamos vida y vida en abundancia. 

EL ORFEBRE DE LA VIDA

EL ORFEBRE DE LA VIDA





Un rey poseía un diamante muy valioso, uno de los más raros y perfectos del mundo. Un día el diamante cayó desde una gran altura y la superficie se rayó en una de sus caras.

El rey llamó a los mejores joyeros y orfebres del continente, para que intentaran corregir la imperfección. Sin embargo, todos coincidieron en que no podrían retirar el arañazo sin cortar una buena parte de la superficie, reduciendo así el peso y el valor del diamante. 

Finalmente, apareció un orfebre, no tan famoso, que afirmó que podría reparar el diamante sin problemas:

- Observé mucho al mayor orfebre de todos y, con él, aprendí mucho. Puedo garantizarle que sabré reparar el diamante sin reducir su valor.

Su confianza era tanta que, convencido, el rey entregó el diamante al hombre.

Después de algunos días, el orfebre volvió con el diamante y se lo mostró al Rey. Éste quedó gratamente sorprendido al descubrir que el arañazo tan feo había desaparecido y en su lugar, había sido tallada una bella rosa.

El arañazo anterior se había vuelto el tallo de una bella flor!

El rey, entusiasmado, dijo al orfebre:
- ¡Qué bello trabajo, qué óptima idea! Dígame, ¿quién es ese gran orfebre que es su maestro?

Y el orfebre respondió:
- Dios, el orfebre de la vida.

Dios está siempre con nosotros, si se lo permitimos, transformando nuestros arañazos en algo bello.

QUIÉN FUE PONCIO PILATO?

¿Quién fue Poncio Pilato?
¿Es verdad que acabó convirtiéndose al cristianismo?


Por: n/a | Fuente: PrimerosCristianos.com 



Ni Julio César, ni Augusto, ni Nerón... La figura del Imperio Romano más evocada en la Historia es la de Poncio Pilato. Millones de cristianos recitan en el Credodesde época muy temprana -al menos desde el s.II- que Cristo «padeció bajo el poder» de este prefecto romano, subrayando así que la muerte de Jesús de Nazareth fue un hecho histórico.
Poco podía imaginar este gobernador de Judea que iba a ser recordado por aquel proceso. Ni que el gesto de lavarse las manos que relata San Mateo en su evangelio para expresar que Jesús fue condenado injustamente asociaría para siempre su recuerdo con el de una persona que pretende descargarse de una responsabilidad. «Pilato se ha convertido en un símbolo tradicional de la vileza y de la sumisión a los bajos intereses de la política», señalaba José Antonio Pérez-Rioja en su «Diccionario de Símbolos y Mitos».
Piedra hallada en Cesarea en 1961 con una dedicatoria a Tiberio de Poncio Pilato -wikipedia

Del quinto prefecto de Judea, designado por Tiberio, no se sabe con seguridad ni dónde nació ni cómo fue su vida antes de llegar a esta provincia romana que gobernó desde el año 26 al 36 d.C.. El periodista italiano Vittorio Messori, en su investigación sobre la Pasión y Muerte de Jesús titulada «¿Padeció bajo Poncio Pilato?», señala que era de la noble familia de los Poncios, originaria probablemente del territorio samnita próximo a Benevento (Italia). Pertenecía al orden ecuestre, no a la clase senatorial más aristocrática, por lo que a ojos de sus superiores era «un hombre obligado a "hacer carrera"», según el teólogo José Antonio Pagola («Jesús, aproximación histórica»).

Cuando recibió a Jesús aquella víspera de la Pascua del año 784 de la fundación de Roma, llevaba siete años al frente de esta conflictiva provincia romana cuya capital eraCesarea Marítima, a unos 100 kilómetros de Jerusalén, donde contaba con cerca de 3.000 soldados. Pilato solo acudía a la ciudad sagrada de los judíos en las fiestas y entonces se alojaba en el palacio-fortaleza construido por Herodes el Grande. En la ciudad tenía dos cohortes auxiliares de guarnición, con cuartel en la Torre Antonia.
Una piedra del anfiteatro de Cesarea hallada en 1961 por arqueólogos italianos con una dedicatoria de Pilato al emperador Tiberio confirmó el cargo de prefecto de este personaje histórico del que ya daba cuenta Tácito en los Anales, así como Flavio Josefo en sus «Antigüedades judías».
Tanto este último historiador nacido en Roma 37 años después de Cristo, como Filón de Alejandría, coetáneo de Jesús, describen a Pilatos como una persona cruel. Filón señala incluso que se caracterizaba por «su venalidad, su violencia, sus robos, sus asaltos, su conducta abusiva, sus frecuentes ejecuciones de prisioneros que no habían sido juzgados, y su ferocidad sin límite» («De legatione ad Gaium», 302).
 
Flavio Josefo narra que Pilato introdujo en Jerusalén unos estandartes con el busto de Tiberio, que originaron un gran revuelo hasta que Pilato acabó cediendo y las retiró. Relata también que utilizó dinero del Templo para construir un acueducto. En esta ocasión, sin embargo, las iras judías fueron duramente reprimidas. Hacia el año 35 también reprimió con violencia a los samaritanos en el monte Garizim y ejecutó a sus dirigentes, acción por la que Vitelio, legado de Siria, le ordenó que volviera a Roma para dar cuenta al emperador. Cuando llegó, en la primavera del 37, Tiberio había muerto no hacía mucho. «Según una tradición recogida por Eusebio, cayó en desgracia bajo el imperio de Calígula y acabó suicidándose», señala Juan Chapa, profesor de Teología de la Universidad de Navarra.
Lo cierto es que tampoco se sabe con seguridad cómo y dónde murió Poncio Pilato. Una leyenda cuenta que Pilatos se mató con su propio cuchillo y su cuerpo fue después atado a una rueda de molino y arrojado al Tíber, pero se perturbaron las aguas, por lo que fue llevado a Vienne y hundido en el Ródano. Como volvió a ocurrir lo mismo, se llevó hasta un lago de una montaña cercana a Lucerna (Suiza), aún hoy llamada Pilato.
Otros creen que Pilato fue cesado y desterrado a la Galia donde murió. «Probablemente no fue un hombre tan sangriento y malvado como lo describe Filón, pero ciertamente fue un gobernador que no dudaba en recurrir a métodos brutales y expeditivos para resolver los conflictos», estima Pagola en su aproximación histórica a los hechos.
«Pilato es un tipo de hombre mundano, conocedor del derecho y ansioso de cumplirlo en la medida que pudiera ser hecho sin sacrificio personal de ninguna clase, pero cediendo fácilmente a la presión de aquellos cuyo interés era que él actuase de manera diferente. Él hubiera gustosamente absuelto a Cristo, y hasta hizo serios esfuerzos en esa dirección, pero cedió a la presión de inmediato cuando su propia posición fue amenazada», señala la Enciclopedia Católica.
Tertuliano Justino Mártir hablan de unas actas hoy desaparecidas sobre el juicio y la crucifixión de Jesús que supuestamente Pilato envió al emperador Tiberio y que dio pie a la creencia de que el gobernador de Judea acabó convirtiéndose al cristianismo, como también lo haría su mujer Claudia Prócula, la misma que según San Mateo le advirtió: «No te mezcles en el asunto de este justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho». A Prócula se la venera como santa en la Iglesia Ortodoxa griega y en la etíope.
Más sorprendente resulta comprobar que el mismo Poncio Pilato, que tuvo en sus manos la vida y la muerte de Jesús, es considerado santo por la iglesia etíope y la copta egipcia. Algunos textos apócrifos le llegan a asignar incluso un final de mártir.

EL QUE ES FIEL A MIS PALABRAS NO MORIRÁ PARA SIEMPRE


El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre
Sábado quinta semana de Cuaresma. Dios promete, pero Dios también pide. Y pide que por nuestra parte le seamos fieles en todo momento.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net 




La cercanía a la Semana Santa va haciendo que la Iglesia nos vaya presentando a Jesucristo en contraposición con sus enemigos. En el Evangelio de hoy se nos presenta la auténtica razón, la razón profunda que lleva a los enemigos de Cristo a buscar su muerte. Esta razón es que Cristo se presenta ante los judíos como el Enviado, el Hijo de Dios. Este conflicto permanente entre los dirigentes judíos y nuestro Señor, se convierte también para nosotros en una interrogación, para ver si somos o no capaces de corresponder a la llamada que Cristo hace a nuestra vida.

Cristo llega a nosotros, y llega exigiendo su verdad; queriendo mostrarnos la verdad y exigiéndonos que nos comportemos con Él como corresponde a la verdad. La verdad de Cristo es su dignidad, y nosotros tenemos que reflexionar si estamos aceptando o no esta dignidad de nuestro Señor. Tenemos que llegar a reflexionar si en nuestra vida estamos realizando, acogiendo, teniendo o no, esta verdad de nuestro Señor.

Cristo es el que nos muestra, por encima de todo, el camino de la verdad. Cristo es el que, por encima de todo, exige de los cristianos, de los que queremos seguirle, de los que hemos sido redimidos por su sangre, el camino de la verdad.

Nuestro comportamiento hacia Cristo tiene que respetar esa exigencia del Señor; no podemos tergiversar a Cristo. No podemos modificar a Cristo según nuestros criterios, según nuestros juicios. Tenemos necesariamente que aceptar a Cristo.

Pero, a la alternativa de aceptar a Cristo, se presenta otra alternativa -la que tomaron los judíos-: recoger piedras para arrojárselas. O aceptamos a Cristo, o ejecutamos a Cristo. O aceptamos a Cristo en nuestra vida tal y como Él es en la verdad, o estamos ejecutando a Cristo.

Esto podría ser para nosotros una especie de reticencia, de miedo de no abrirnos totalmente a nuestro Señor Jesucristo, porque sabemos que Él nos va a reclamar la verdad completa. Jesucristo no va a reclamar verdades a medias, ni entregas a medias, ni donaciones a medias, porque Jesucristo no nos va a reclamar amores a medias. Jesucristo nos va a reclamar el amor completo, que no es otra cosa sino el aceptar el camino concreto que el Señor ha trazado en nuestra vida. Cada uno tiene el suyo, pero cada uno no puede ser infiel al suyo.

Solamente el que es fiel a Cristo tiene en su posesión, tiene en su alma la garantía de la vida verdadera, porque tiene la garantía de la Verdad."El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre".

Nosotros constantemente deberíamos entrar en nuestro interior para revisar qué aspectos de mentira, o qué aspectos de muerte estamos dejando entrar en nuestro corazón a través de nuestro egoísmo, de nuestras reticencias, de nuestro cálculo; a través de nuestra entrega a medias a la vocación a la cual el Señor nos ha llamado.
Porque solamente cuando somos capaces de reconocer esto, estamos en la Verdad.

Debemos comenzar a caminar en un camino que nos saque de la mentira y de la falsedad en la que podemos estar viviendo. Una falsedad que puede ser incluso, a veces, el ropaje que nos reviste constantemente y, por lo tanto, nos hemos convencido de que esa falsedad es la verdad. Porque sólo cuando permitimos que Cristo toque el corazón, que Cristo llegue a nuestra alma y nos diga por dónde tenemos que ir, es cuando todas nuestras reticencias de tipo psicológico, todos nuestros miedos de tipo sentimental, todas nuestras debilidades y cálculos desaparecen.

Cuando dejamos que la Verdad, que es Cristo, toque el corazón, todas las debilidades exteriores —debilidades en las personas, debilidades en las situaciones, debilidades en las instituciones—, y que nosotros tomamos como excusas para no entregar nuestro corazón a Dios, caen por tierra.

Nos podemos acomodar muchas cosas, muchas situaciones, muchas personas; pero a Cristo no nos lo podemos acomodar. Cristo se nos da auténtico, o simplemente no se nos da. "Se ocultó y salió de entre ellos". En el momento que los judíos se dieron cuenta de que no podían acomodarse a Cristo, que tenían que ser ellos los que tenían que acomodarse al Señor, toman la decisión de matarlo.

A veces en el alma puede suceder algo semejante: tomamos la decisión de eliminar a Cristo, porque no nos convence el modo con el que Él nos está guiando. Y la pregunta que nace en nuestra alma es la misma que le hacen los judíos: "¿Quién pretendes ser?". Y Cristo siempre responde: "Yo soy el Hijo de Dios".

Sin embargo, Cristo podría regresarnos esa pregunta: ¿Y tú quién pretendes ser? ¿Quién pretendes ser, que no aceptas plenamente mi amor en tu corazón? ¿Quién pretendes ser, que calculas una y otra vez la entrega de tu corazón a tu vocación cristiana en tu familia, en la sociedad? ¿Por qué no terminar de entregarnos? ¿Por qué estar siempre con la piedra en la mano para que cuando el Señor no me convenza pueda tirársela?

Cristo, ante nuestro reclamo, siempre nos va a responder igual: con su entrega total, con su promesa total, con su fidelidad total.

Las ceremonias que la Iglesia nos va a ofrecer esta Semana Santa no pueden ser simplemente momentos de ir a Misa, momentos de rezar un poco más o momentos de dedicar un tiempo más grande a la oración. La Semana Santa es un encuentro con el misterio de un Cristo que se ofrece por nosotros para decirnos quien es. El encuentro, la presencia de Cristo que se me da totalmente en la cruz y que se muestra victorioso en la resurrección, tenemos que realizarla en nuestro interior. Tenemos que enfrentarnos cara a cara con Él.

Es muy serio y muy exigente el camino del Señor, pero no podemos ser reticentes ante este camino, no podemos ir con mediocridad en este camino. Siempre podremos escondernos, pero en nuestro corazón, si somos sinceros, si somos auténticos, siempre quedará la certeza de que ante Cristo, nos escondimos. Que no fuiste fiel ante la verdad de Cristo, que no fuiste fiel a tu compromiso de oración, que no fuiste fiel en tu compromiso de entrega en el apostolado, que no fuiste fiel, sobre todo, en ese corazón que se abre plenamente al Señor y que no deja nada sin darle a Él.

Cristo en la Eucaristía se nos vuelve a dar totalmente. Cada Eucaristía es el signo de la fidelidad de la promesa de Dios: "Yo estaré contigo todos los días hasta el fin del mundo". Dios no se olvida de sus promesas. Y cuando vemos a un Dios que se entrega de esta manera, no nos queda otro camino sino que buscarlo sin descanso.

Buscarlo sin descanso a través de la oración y, sobre todo, a través de la voluntad, que una vez que ha optado por Dios nuestro Señor, así se le mueva la tierra, no se altera, no varía; así no entienda qué es lo que está pasando ni sepa por dónde le está llevando el Señor, no cambia.

Dios promete, pero Dios también pide. Y pide que por nuestra parte le seamos fieles en todo momento, nos mantengamos fieles a la palabra dada pase lo que pase. Romper esto es romper la verdad y la fidelidad de nuestra entrega a Cristo.

Que la Eucaristía abra en nuestro corazón una opción decidida por nuestro Señor. Una opción decidida por vivir el camino que Él nos pone delante, con una gran fidelidad, con un gran amor, con una gran gratitud ante un Dios que por mí se hace hombre; ante un Dios que tolera el que yo muchas veces haya podido tener una piedra en la mano y me haya permitido, incluso, intentar arrojársela. Y sobre todo, una gratitud profunda porque permitió que mi vida, una vez más, lo vuelva a encontrar, lo vuelva a amar, consciente de que el Señor nunca olvida sus promesas.

INFORME REVELA LA REALIDAD DE LOS JÓVENES CATÓLICOS EN EUROPA


Informe revela la realidad de los jóvenes católicos en Europa
Redacción ACI Prensa
Foto: Lucía Ballester (ACI Prensa)




El estudio sociológico “Jóvenes adultos de Europa y la religión”, realizado de cara al Sínodo de octubre, reveló la situación de los jóvenes católicos en el Viejo Continente, quienes viven en una cultura donde la afiliación religiosa, la asistencia a la iglesia y la oración frecuente, se encuentran por lo general en niveles bajos.

El informe estuvo a cargo de Stephen Bullivant, profesor de teología y sociología de la religión en la Universidad de St. Mary en Twickenham (Reino Unido). Además es director del Centro de Religión y Sociedad Benedict XVI, que emitió el estudio junto con la Universidad Católica de París.

El objetivo principal del estudio es informar al Sínodo de los obispos, que en octubre celebrará una asamblea general sobre el tema "Los jóvenes, la fe y el discernimiento de la vocación".

El informe utiliza datos de la Encuesta Social Europea para considerar la afiliación religiosa y su práctica en personas de entre 16 y 29 años de 22 países. Considera la práctica religiosa y la afiliación entre los católicos y otros adultos jóvenes en toda Europa, examinando específicamente la religiosidad entre los adultos jóvenes en Francia y el Reino Unido.

Así, señaló que el “veintitrés por ciento de los adultos jóvenes franceses se identifican como católicos, en comparación con solo el diez por ciento en el Reino Unido".

"Notablemente, sin embargo, tanto en Francia como en Reino Unido, el catolicismo es la identidad cristiana dominante", continuó el informe. "Ambos países tienen una minoría significante –cerca de uno de cada diez entre los 16 y 29 años- de miembros de religiones no cristianas, y el islam es el mayor contribuyente. Sin embargo, en general, ‘ninguna religión’ es la identidad por defecto de los jóvenes adultos franceses y británicos por igual, que representan alrededor de dos tercios de cada uno".

Sin embargo, destaca la mayor presencia de católicos entre los jóvenes adultos de otros países: representan el 82% en Polinia, el 71% en Lituania, el 55% en Eslovenia y el 54% en Irlanda.

Asimismo, revela que el 47% de los jóvenes católicos polacos asisten a Misa cada semana. Esto se compara con el 27% en Portugal, el 24% en República Checa e Irlanda, el 17% en Gran Bretaña y el 7% en Francia. La asistencia a la Misa semanal varió del 2 al 6% entre los jóvenes católicos en Bélgica, Hungría, Austria, Lituania y Alemania.

En el Reino Unido, el 21% de los adultos jóvenes se identifican como cristianos, incluido el 7% que son anglicanos. En este país el 6% son musulmanes.

En Francia, el 26% de los adultos jóvenes se identifican como cristianos, incluido el 2% que se declaran protestantes. El 10% de los jóvenes adultos son musulmanes.

Los jóvenes sin afiliación religiosa constituyen una gran mayoría en la República Checa, con el 91% del total. En Estonia, la cifra es del 80% y en Suecia el 75%. En Francia su proporción es del 64%.

En Lituania, solo el 25% declara no tener afiliación religiosa, mientras que la cifra es del 17% en Polonia y solo del 1% en Israel.

Entre los no afiliados en Francia y el Reino Unido, el 80% informó haber crecido sin religión. Entre el 20% que creció con una religión, la mayoría tiene una base cristiana, siendo la mayoría excatólicos en Francia.


La asistencia religiosa

Según el informe, “en solo cuatro países, más de uno de cada diez jóvenes de entre 16 y 29 años afirma asistir a los servicios religiosos por lo menos una vez por semana: Polonia, Israel, Portugal e Irlanda".

En Francia, uno de cada cuatro jóvenes católicos dice que nunca asiste a los servicios religiosos, en comparación con uno de cada cinco en Reino Unido.

El 40% de los jóvenes católicos españoles no van a la iglesia, una proporción muy alta en comparación con otros países. En Bélgica, el 31% de los jóvenes católicos nunca asisten a la iglesia.

El informe registró un alto nivel de oración semanal entre los jóvenes católicos en los Países Bajos y el Reino Unido. Alrededor del 43% de ellos informaron que rezan al menos una vez a la semana. Cifras similares se dieron en Irlanda. Este porcentaje fue superado solo por los jóvenes católicos checos y polacos.

Traducido y adaptado por Eduardo Berdejo. Publicado originalmente en CNA.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...