jueves, 10 de noviembre de 2016

EL SAGRARIO ES COMO UN IMÁN



EL SAGRARIO ES COMO UN IMÁN




 ¿Han visto ustedes un imán? ¿Qué hace un imán? Atrae el hierro. Pues así como el imán atrae al hierro, así el Sagrario atrae los corazones de quienes aman a Jesús. Y es una atracción tan fuerte que se hace irresistible. No se puede vivir sin Cristo eucaristía.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando un imán no atrae al hierro? ¿De quién es la culpa, del imán o del hierro? Del imán ciertamente no.

San Francisco de Sales lo explicaba así: "cuando un alma no es atraída por el imán de Dios se debe a tres causas: o porque ese hierro está muy lejos; o porque se interpone entre el imán y el hierro un objeto duro, por ejemplo una piedra, que impide la atracción; o porque ese pedazo de hierro está lleno de grasa que también impide la atracción".

Y continúa explicando San Francisco de Sales:

- "Estar lejos del imán significa llevar una vida de pecado y de vicio muy arraigada". 
- "La piedra sería la soberbia. Un alma soberbia nunca saborea a Dios. Impide la atracción". 
- "La grasa sería cuando esa alma está rebajada, desesperada, por culpa de los pecados carnales y de la impureza".

Y da la solución: 

- "Que el alma alejada haga el esfuerzo del hijo pródigo: que vuelva a Dios, que dé el primer paso a la Iglesia, que se acerque a los Sacramentos y verá cómo sentirá la atracción de Dios, que es misericordia". 
- "Que el alma soberbia aparte esa piedra de su camino, y verá cómo sentirá la atracción de Dios, que es dulzura y bondad". 
- "Que el alma sensual se levante de su degradación y se limpie de la grasa carnal y verá cómo sentirá la atracción de Dios, que es pureza y santidad".

Así es también Cristo eucaristía: un fuerte imán para las almas que lo aman. Es una atracción llena de amor, de cariño, de bondad, de comprensión, de misericordia. Pero también es una atracción llena de respeto, de finura, de sinceridad. No te atrae para explotarte, para abusar de ti, para narcotizarte, embelesarte, dormirte, jugar con tus sentimientos. Te atrae para abrirte su corazón de amigo, de médico, de pastor, de hermano, de maestro. Si fuésemos almas enamoradas, siempre estaríamos en actitud de buscar Sagrarios y quedarnos con ese amigo largos ratos, a solas.

Si fuésemos almas enamoradas, no dejaríamos tan solo a Jesús eucaristía. Las iglesias no estarían tan vacías, tan solas, tan frías, tan desamparadas. Serían como un continuo hormigueo de amigos que entran y salen.

Tengamos la costumbre de asaltar los Sagrarios, como decía San Josemaría Escrivá. Es tan fuerte la atracción que no podemos resistir en entrar y dialogar con el amigo Jesús que se encuentra en cada Sagrario.

Y para los que trabajan en la iglesia, pienso en los sacristanes, esta atracción por Jesús eucaristía les lleva a poner cariño en el cuidado material de todo lo que se refiere a la eucaristía: Limpieza, pulcritud, brillantez, gusto artístico, orden, piedad, manteles pulcros, vinajeras limpias, purificadores relucientes, corporales almidonados, pisos como espejos, nada de polvo, telarañas o suciedades. Estas delicadezas son detalles de alguien que ama y cree en Jesús eucaristía.

Pero, ¿por qué a veces el Sagrario, que es imán, no atrae a algunos? Siguen vigentes las tres posibilidades ya enunciadas por san Francisco de Sales, y yo añadiría algunas otras.

No atrae Cristo eucaristía porque tal vez hemos sido atraídos por otros imanes que atraen nuestros sentidos y no tanto nuestra alma. Pongo como ejemplo la televisión, el cine, los bailes, las candilejas de la fama, o alguna criatura en especial, una chica, un chico. Lógicamente, estos imanes atraen los sentidos y cada uno quiere apresar su tajada y saciarse hasta hartarse. Y los sentidos ya satisfechos embotan la mente y ya no se piensa ni se reflexiona, y no se tiene gusto por las cosas espirituales.

A otros no atrae este imán por ignorancia. No saben quién está en el Sagrario, por qué está ahí, para qué está ahí. Si supieran que está Dios, el Rey de los cielos y la Tierra, el Todopoderoso, el Rey de los corazones. Si supieran que en el Sagrario está Cristo vivo, tal como existe - glorioso y triunfante - en el Cielo; el mismo que sació a la samaritana, que curó a Zaqueo de su ambición, el mismo que dio de comer a cinco mil hombres....todos irían corriendo a visitarlo en el Sagrario.

Naturalmente echamos de menos su palabra humana, su forma de actuar, de mirar, de sonreír, de acariciar a los niños. Nos gustaría volver a mirarle de cerca, sentado junto al pozo de Jacob cansado del largo camino, nos gustaría verlo llorar por Lázaro, o cuando oraba largamente. Pero ahora tenemos que ejercitar la fe: creemos y sabemos por la fe que Jesús permanece siempre junto a nosotros. Y lo hace de modo silencioso, humilde, oculto, más bien esperando a que lo busquemos.

Se esconde precisamente para que avivemos más nuestra fe en Él, para que no dejemos de buscarlo y tratarlo. ¡Que abajamiento el suyo! ¡Qué profundo silencio de Dios! Está escondido, oculto, callado. ¡Más humillación y más anonadamiento que en el establo, que en Nazaret, que en la Cruz!

Señor, aumenta nuestra fe en tu eucaristía. Que nos acostumbremos a visitarte en el Sagrario. Que seas Tú ese imán que nos atraiga siempre y en todo momento. Quítanos todo aquello que pudiera impedirnos esta atracción divina: soberbia, apego al mundo, placeres, rutina, inconsciencia e indiferencia.

¡El Sagrario!

"El Maestro está aquí y te llama", le dice Marta a su hermana.

Nuestra ciudad está rodeada de la presencia Sacramental del Señor. Tomen en sus manos un mapa de la ciudad y vean cuántas iglesias tienen, señaladas con una cruz. Esas cruces están señalando que ahí está el Señor, son como luceros o como constelaciones de luz, visibles sólo a los ángeles y a los creyentes, diría Pablo VI.

¡Seamos más sensibles, menos indiferentes! ¡Visitemos más a Cristo Eucaristía en las iglesias cuando vamos de camino al trabajo o regresamos! Asomemos la cabeza para decirle a Jesús: ¡hola! Dejemos al pie del Sagrario nuestras alegrías y tristezas, nuestras miserias y progresos.

Imaginen unos novios que se aman. Trabajan los dos. El trabajo de uno está a dos calles del otro. ¿Qué no haría el amado para buscar ocasiones para ver a la amada, llamarla por teléfono, saludarla, aún cuando fuera a distancia?

¿Pequeñeces? Son cosas que solamente entienden los enamorados. Con el Señor hemos de hacer lo mismo. Si hace falta, caminamos dos, tres o más calles para pasar cerca de Él y tener ocasión de saludarlo y decirle algo. Con una persona conocida, pasamos y la saludamos brevemente. Es cortesía. ¿Y con el Señor no?

En cada Sagrario se podría poner un rótulo "Dios está aquí" o "Dios te llama". Es el Rey, que nos concede audiencia cuando nosotros lo deseamos. Abandonó su magnífico palacio del Cielo, al que tú ni yo podíamos llegar, y bajó a la tierra y se queda en el Sagrario y ahí nos espera, paciente y amorosamente.

El mismo que caminó por los senderos de Palestina, el que curó, el que fundó la iglesia, es el mismo que está en el Sagrario.

¿Para quién y para qué está ahí? Para nosotros, para hacer compañía al solo, para fortalecer al débil, para iluminar al que duda, para consolar al triste, para llenar la vida de jugo, de alegría, de sentido.

Autor: P. Antonio Rivero LC

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 10 DE NOVIEMBRE 2016


¿Cuándo llegará el Reino de Dios?
Lucas 17, 20-25. Jueves XXXII. Tiempo ordinario. Ciclo C El Reino de Dios entre nosotros


Por: H. Hiram Galán LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, estoy aquí. Sí, estoy aquí con todo mi ser. ¿Cómo me encuentro? Creo que eso lo sabes mejor Tú, que yo mismo. Mi cabeza, llena de preocupaciones, me roba la paz. Por ello, abandono todo en Ti; en este momento de oración déjame ponerme en la paz de tu presencia.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 17, 20-25
En aquel tiempo, los fariseos le preguntaron a Jesús: "¿Cuándo llegará el Reino de Dios?". Jesús les respondió: "El Reino de Dios no llega aparatosamente. No se podrá decir: 'está aquí' o 'está allá', porque el Reino de Dios ya está entre ustedes".
Les dijo entonces a sus discípulos: "Llegará un tiempo en el que ustedes desearán disfrutar siquiera un solo día de la presencia del Hijo del hombre y no podrán. Entonces les dirán: 'está aquí' o 'está allá', pero no vayan corriendo a ver, pues así como el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así será la venida del Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por los hombres de esta generación".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Ésta es una de las preguntas que todo cristiano se hace, o al menos debería  hacerse. La jaculatoria ¡Venga tu reino!, tan característica del movimiento RegnumChristi, muestra esta urgencia por la instauración del Reino de Dios en la tierra.
Pero ¿acaso no dice Jesús que el Reino de Dios ya está entre nosotros? Sí, lo está, pero no en toda su plenitud. Cristo a través de su pasión, muerte y resurrección instauró su reino en la tierra quedándose con nosotros en la Santa Eucaristía.
Pero debido al don de nuestra libertad, existe un terreno en el cual Él no puede reinar, en el que su reino no puede entrar si no le abrimos paso. Ese terreno es nuestro corazón. Dios nos ama tanto que no es capaz de forzarnos a amarle. Es un acto que dejó a la libertad del hombre: Amar u odiar a Dios.
Jesús, cuándo comprenderé, que te mueres de amor por reinar en mi corazón. La verdad es que yo también quiero que reines en él, pues entre más busco llenarlo con cosas que no son Tú, más vacío e infelicidad experimento. Ven a reinar, sí ven a reinar en mi corazón. Que la gracia de tu amor purifique cada rincón de mi vida. Si bien, lo quiero de verdad, no tengo la fuerza para renunciar a todo aquello que me tiene atado y me impide darte mi corazón.
Sólo con tu amor podré sanarme, sólo con tu amor podré vivir. Lléname, Señor, te entrego mi corazón para que lo cambies, sólo Tú puedes hacerlo. Cerraré los ojos del alma y repetiré con calma en mi interior, Jesús yo confío en Ti.
«Jesús desea que el Espíritu Santo estalle como el fuego en nuestro corazón, porque sólo partiendo del corazón el incendio del amor divino podrá extenderse y hacer progresar el Reino de Dios. No parte de la cabeza, parte del corazón. Y por eso Jesús quiere que el fuego entre en nuestro corazón. Si nos abrimos completamente a la acción de este fuego que es el Espíritu Santo, Él nos donará la audacia y el fervor para anunciar a todos a Jesús y su confortante mensaje de misericordia y salvación, navegando en alta mar, sin miedos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 14 de agosto de 2016)
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Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré un balance general de mi vida, tratando de descubrir aquellas cosas o personas que me impiden permanecer en amistad con Dios y que no me permiten ser feliz.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

ORACIÓN POR LOS SACERDOTES


Oración por los sacerdotes


Señor Jesús, presente en el Santísimo Sacramento,
que quisiste perpetuarte entre nosotros
por medio de tus Sacerdotes,
haz que sus palabras sean sólo las tuyas,
que sus gestos sean los tuyos,
que su vida sea fiel reflejo de la tuya.
Que ellos sean los hombres que hablen a Dios de los hombres
y hablen a los hombres de Dios.
Que no tengan miedo al servicio,
sirviendo a la Iglesia como Ella quiere ser servida.
Que sean hombres, testigos del eterno en nuestro tiempo,
caminando por las sendas de la historia con tu mismo paso
y haciendo el bien a todos.
Que sean fieles a sus compromisos,
celosos de su vocación y de su entrega,
claros espejos de la propia identidad
y que vivan con la alegría del don recibido.
Te lo pido por tu Madre Santa María:
Ella que estuvo presente en tu vida
estará siempre presente en la vida de tus sacerdotes. Amen

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 10 DE NOVIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
10 DE NOVIEMBRE 



¿Conoces la canción de la alegría? Está hecha para aquellos que se dejan abrumar por la tristeza. 
Pero la canción te advierte sabiamente que si no encuentras la alegría en esta tierra, búscala más allá de las estrellas. 
Si en tu camino sólo existe la tristeza y el llanto amargo de la soledad completa, canta la canción de la alegría, búscala sobre tu cabeza, en lo alto de los cielos. 
El que espera un nuevo día más lleno de sol, más diáfano y puro, no podrá menos que entonar la canción alegre del que espera la felicidad, por más que en estos momentos deba sufrir el peso del camino. 
Sueña cantando, vive no tanto soñando cuanto pregustando el nuevo día, el nuevo sol, la nueva vida; si la música espanta las penas, y el canto hace olvidar la tristeza, la alegría de tu espíritu producirá en ti mayor optimismo y te comunicará mayores deseos de vivir.

"Mientras toda la imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz, situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre"(CS, 18). Esta esperanza en un más allá feliz no inhibe al cristiano para que asuma su responsabilidad del presente, matiza su presente con una energía desconocida para el que no tiene fe. 

Extraído del Libro: "Los cinco Minutos de Dios"  de Alfonso Milagros
Meditaciones para cada día del año
Editorial Claretiana .

CÓMO HACE EL PAPA FRANCISCO CON SUS HOMILÍAS? LO REVELA EN NUEVO LIBRO


¿Cómo hace el Papa con sus homilías? Esta y otras curiosidades las revela en nuevo libro
Por Álvaro de Juana
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




Roma, 10 Nov. 16 /  (ACI).- En una nueva conversación con Antonio Spadaro, director de la revista de los jesuitas “La Civiltà Cattolica”, contenida en el libro “En tus ojos está mi palabra”, explica esta y otras cuestiones relacionadas con sus homilías y discursos.

“Las homilías para mí son algo tan ligado a la historia concreta del momento que después puede ser olvidada”, afirma Francisco al ser preguntado si recuerda la primera homilía que pronunció como sacerdote. “No es hecha para ser recordada por el predicador, que en su lugar es siempre empujado a avanzar”, añade a continuación.

La nueva publicación –publicada en Italia por Rizzoli– recoge además las homilías y los discursos del Papa Francisco como Arzobispo de Buenos Aires de 1999 a 2013, año en el que fue elegido Pontífice.

No obstante, Francisco hace memoria y explica que “cuando en el seminario nos enseñaban homilética yo ya tenía una cierta aversión hacia los folios escritos en los que estaba todo. Y esto lo recuerdo bien. Estaba y estoy convencido de que entre el predicador y el pueblo de Dios no debe haber nada en medio. No puede haber un papel. Algún apunte escrito sí, pero no todo”. “Y lo he dicho también en la escuela, en ese tiempo. El profesor se sorprendió. Me preguntó por qué era así contrario a preparar toda la homilía y yo le respondí: ‘Si se lee no se puede mirar a la gente a los ojos’”. “Esto –añade– lo recuerdo como si fuese hoy y sucedió antes de que fuese ordenado sacerdote”.


Mirar a la gente

Él mismo afirma que este pensamiento continúa presente como Papa y subraya que “lo que busco hacer todavía hoy es buscar los ojos de la gente. También aquí en la plaza de San Pedro”. Preguntado sobre cómo hace con tanta gente que le espera siempre en la plaza, Francisco explica que “cuando saludo hay una masa de gente, pero yo no la veo como masa: busco mirar al menos a una persona, un rostro preciso. A veces es imposible por la distancia. Es feo cuando estoy demasiado lejos. A veces lo intento sin conseguirlo, pero lo intento”. Y “si miro a uno después quizás también los demás se sientes observados, no como ‘masa’, sino como personas individuales”.

Para explicar mejor este aspecto, el Pontífice pone de ejemplo la Misa de clausura en Filipinas ante millones de personas, la cual “quizás no fue calurosa como hubiese querido”. “Amo mucho a aquella gente que era mucha”, sin embargo “en Taclobán (una isla de Filipinas hasta la que se desplazó), en medio de la lluvia, en esa situación de verdad difícil, sentí que podía mirar a las personas y hablarles al corazón. Era una comunicación directa. Las situaciones son imprevisibles, la comunicación es una cosa que acontece en el momento en el que acontece”.

A pesar de todo esto, “aquí debo leer a menudo las homilías” y “entonces me acuerdo de eso que decía cuando era estudiante. Por eso muchas veces me salgo del texto escrito que está preparado, añado palabras, expresiones que no están escritas. De esta manera miro a la gente. Cuando hablo debo hacerlo a alguno. Lo hago como puedo, pero tengo esta profunda necesidad”.

“Es cierto que a San Pedro se necesita ir con algo bien preparado, pero yo siempre tengo este deseo profundo que va más allá de los contextos formales. A veces no lo consigo por las circunstancias, y entonces no estoy contento. Tengo este impulso de salir del  texto y mirar a los ojos".

Los 3 puntos característicos

Por otro lado, el Santo Padre también revela cómo se siente cuando en sus viajes debe ser traducido a la lengua del país para que la gente le pueda entender. “Querría no ser traducido y hablar el idioma, pero me he acostumbrado”.

Cuestionado sobre si hay diferencias entre sus homilías como Arzobispo y como Papa, afirma que “no lo sé”. “No, yo advierto diferencias. Es verdad que en algunos casos de Arzobispo y de Papa la preparación es más formal y compleja”.

Francisco también confiesa por qué muchas veces en sus homilías o discursos habla de 3 puntos: “Me viene de los Ejercicios (de San Ignacio): es la formación jesuita”. “Los Ejercicios me vienen a la mente rápidamente, siempre. Me han formado. Desde entonces, desde el inicio, no noto una actitud radicalmente distinta respecto a cuándo predicaba como párroco”. Pero, “lo importante es tener el corazón de pastor tanto de párroco como de obispo o de Papa”, afirma.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 9 DE NOVIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
9 DE NOVIEMBRE 




Se van pasando los días; se va acercando el fin del año. Esto nos debe hacer pensar que nuestro destino final no puede ser este mundo de aquí abajo. 
Los hombres somos peregrinos de este mundo; somos ciudadanos de otra patria, hacia la cual vamos yendo y en la cual moraremos definitivamente. 
Hay una estrella en nuestro camino y esa estrella es la que debe guiamos no solamente hacia la patria definitiva, sino para seguir la ruta mientras vamos peregrinando. 
Mientras vamos caminando debemos construir un nuevo mundo, anticipo de aquel reino de Dios venidero que será reino de justicia, de verdad y de amor. 
De nuestra vida terrenal, sembrada de justicia y de amor, surgirá el nuevo mundo, empapado de felicidad y de paz. 
Somos caminantes, somos peregrinos, dejemos una estela de verdad y de bien.

"La semilla de eternidad que el hombre lleva en si, por ser irreducible a la sala materia, se levanta contra la muerte"(GS, 18).
 No es, pues, la muerte lo definitivo; después de la muerte se abren unas puertas de luz y de nueva vida; que ya no será sucedida por ninguna otra muerte: plenitud de vida y plenitud de realización. 



Extraído del Libro: "Los cinco Minutos de Dios"  de Alfonso Milagros
Meditaciones para cada día del año
Editorial Claretiana .

FELIZ JUEVES!!!


miércoles, 9 de noviembre de 2016

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 9 DE NOVIEMBRE 2016


El Templo de carne y hueso
Juan 2, 13-22, Fiesta Litúrgica, No conviertan en mercado la casa de mi Padre


Por: H Javier Castellanos LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de Él. Di, pues, alma mía, di a Dios: ‘Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro.’ Y ahora. Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte.» (San Anselmo de Canterbury).
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 2, 13-22
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: "Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi padre".
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.Después intervinieron los judíos para preguntarle: "¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré". Replicaron los judíos: "Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?".
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho. 
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Desde siempre, Dios ha querido vivir entre nosotros. En el desierto, Él tenía una tienda entre los judíos que peregrinaban; en Jerusalén, el rey Salomón le dedicó un edificio grandioso y bellísimo; pero el Señor nunca estuvo tan presente hasta el momento en que tomó un cuerpo y se hizo hombre como nosotros.
Por eso, con mucha razón Jesucristo «hablaba del templo de su cuerpo». En ningún otro lugar Dios se sentía más «en casa», y entrar en ese corazón significa encontrar a Dios mismo. Por eso Cristo no tenía ningún otro ideal. Su alimento era hacer la voluntad de su Padre (cf. Jn 4).
Él vivió totalmente dedicado, es decir consagrado, hacia su Padre. El celo con el que defendió la pureza del templo en Jerusalén era sólo un eco de aquella pasión con la que defendía su propia pureza. Y una clara imagen del celo que sigue teniendo por conservar a la Iglesia limpia de toda mancha y corrupción. ¡Cuántas veces derrama su gracia en los sacramentos para limpiar nuestros corazones!
Pidamos hoy al Señor este mismo celo por defender nuestra pureza y vida de gracia. Con el bautismo nos hemos convertido también nosotros en templos de Dios, no de piedra, sino de carne y hueso.
El mayor tesoro que tenemos es Dios mismo que habita en nosotros; no podemos perderlo por culpa de otros intereses, y menos aún por el pecado. Más bien Dios se merece una extremada atención por buscar ante todo su gloria y su voluntad. Y el mejor culto que se le puede ofrecer es el de la propia vida: dedicarle, consagrarle todas las fuerzas y todo el corazón.
«El discípulo de Jesús va a la iglesia para encontrarse con el Señor y encontrar en su gracia, operante en los sacramentos, la fuerza para pensar y obrar según el Evangelio. Por lo que no podemos ilusionarnos con entrar en la casa del Señor y “encubrir”, con oraciones y prácticas de devoción, comportamientos contrarios a las exigencias de la justicia, la honradez o la caridad hacia el prójimo. No podemos sustituir con «honores religiosos» lo que debemos dar al prójimo, postergando una verdadera conversión. El culto, las celebraciones litúrgicas, son el ámbito privilegiado para escuchar la voz del Señor, que guía por el camino de la rectitud y de la perfección cristiana.»
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de marzo de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una comunión espiritual, pidiendo a Cristo la gracia de darle gloria con mi cuerpo y agradeciéndole su presencia en mi corazón.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

SALMO 45, EL CORRER DE LAS ACEQUIAS ALEGRA LA CIUDAD DE DIOS


Salmo
Sal 45,2-3.5-6.8-9


R/. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, 
el Altísimo consagra su morada

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R/.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe. R/.

LA ROSA


LA ROSA
Como tratar a una rosa.



Juan se sentía solo, volvía a su departamento, y el silencio era el único que lo esperaba. Juan estaba triste, Juan estaba solo, muy solo. Y Juan tuvo una brillante idea:
- Compañía, eso lo que necesito, compañía. Y alegre se puso a pensar que tipo de compañía.
De chico le habían dicho que lo ideal para compañía era una rosa. También le habían advertido que las rosas tenían espinas y que si uno no era cuidadoso, en vez de disfrutar el placer de mirarlas, tocarlas y oler el perfume que emitían, podían terminar lamentándose todo el día de que la rosa era mala, que cada vez que uno se acercaba lo pinchaba a propósito con sus espinas, y otras tantas advertencias del mismo género.
Pero para Juan el riesgo valía la pena. Quería una rosa y salió a buscarla. Y cuando uno busca mucho siempre encuentra lo que busca.
Así Juan salió decidido a la calle y, oh casualidad, a la vuelta de la oficina donde trabajaba la vio, estaba ahí delante de sus ojos, como había estado ella durante meses esperándolo y mirándolo cada vez que él pasaba, pero nunca se habían cruzado miradas. Pero esta vez Juan estaba decidido a ser feliz y se acerco directamente a ella, tan directamente que la hizo temblar.
Juan la miró, y quedó totalmente embriagado y envuelto por su perfume. Juan estaba enamorado. Luego de un rato de pleno éxtasis Juan se decidió. Dio media vuelta y encaró al padre de la dama. 
- ¿Cuánto cuesta?, preguntó con voz firme.
- Veinte pesos, contestó el Vendedor de Flores, sorprendido por la pregunta tan imprevista, pues ni siquiera le había dicho buen día, y agregó ya recompuesto.
- Con diez pesos más se lleva esta maceta hermosa, señalando una roja de cerámica.
A los pocos minutos Juan salía feliz del negocio con María, pues así le había puesto de nombre a la rosa. María salió alegre a la calle, en los brazos de Juan y vestida con su hermoso vestido de maceta roja.

Juan llegó a su casa, puso a María en el mejor lugar, donde podía recibir la luz de la mañana, luego guardó el comprobante de compra de la rosa y finalmente se sentó a su lado. El resto de la tarde se deleitó mirándola y sintiéndola.
Los primeros días fueron realmente una "Luna de Miel".
A la noche Juan se llevaba a María al dormitorio para tenerla al alcance de su mano.
La luna de miel entre ellos duró poco.
Una noche Juan entre sueños acercó su mano para acariciar a María y de pronto el dolor intenso y una gota de sangre salió de su dedo índice. María, con sus espinas lo había lastimado. Juan sintió que el dolor pasaba pero volvieron a su mente las advertencias: cuidado con las rosas, cuando tu quieres brindarles amor ellas te lastiman intencionalmente con sus espinas.

Al día siguiente Juan se olvidó de ponerle agua en la maceta a la Rosa, también se olvidó de ponerla al sol, y así hizo los siguientes tres días.
Fue el sábado que Juan al entrar al dormitorio la vio.
María estaba triste, sus pétalos que antes eran hermosos, estaban caídos sobre la mesita de luz.
Su tierra reseca.
Juan sorprendido por la actitud de María, buscó la factura de compra, pues tenía anotado en teléfono del negocio de plantas y llamó para reclamar.
- ¿Qué problema tiene con la planta que le vendí? preguntó el vendedor.
-¿Qué no la riega, ni la pone al sol desde hace tres días? preguntó el vendedor indignado.
Juan cortó, medio disculpándose por su ignorancia y se puso a regar a la rosa, pero no podía evitar recordar con bronca lo que ella le había hecho: lo había lastimado cuando el se acercó, y seguramente lo había hecho con intención.
Y comenzó a regarla hasta inundarla de agua, mientras pensaba...
- Voy a inundarla bien, así no la riego por siete días.
- Voy a dejarla al sol así no necesito moverla.
Y luego Juan se fue a hacer otras cosas, sus cosas, las que eran realmente importantes para él.
Y María siguió perdiendo pétalos. Ya no emitía ningún perfume, ya no sentía la energía y la palabra de Juan, y María se dejaba morir.

Pasaron otros tres días y Juan fue a un cine solo. Durante la película vio una escena que lo conmovió, y de pronto apareció la imagen de María ante sus ojos con sus pétalos caídos. Juan sintió en el fondo de su ser que María se moría de pena, y se dio cuenta que la amaba, que extrañaba sus formas, su tersura, su perfume, y Juan salió a las corridas del cine y volvió a su casa.
Encontró a María desfalleciente, la tomó entre sus brazos, le sacó el agua en exceso de la maceta, y le habló del amor que le tenía, durante toda la noche. A la mañana la puso al sol, le agregó un poco de fertilizante, y así la cuidó en su convalecencia que duró casi un mes.

Al mes María estaba radiante y enamorada como siempre. 
Y ese día Juan tomó el comprobante de compra y rompiéndolo en mil pedacitos le dijo a María
- Alguna vez creí, equivocadamente, que porque te había comprado y puesto el comprobante de compra bajo la maceta podía decirte - " soy tu dueño, y no te riego".
- Hoy me doy cuenta que nuestra relación se sustenta en cambio en el amor diario que nos podamos dar, en que yo te riegue todos los días con mi amor, mientras tu me llenas con tu hermoso perfume, tu tersura, tu compañía y y tu hermoso perfume.
Que todos los cuidados que yo te haya dispensado en el pasado, vivirán siempre como un maravilloso recuerdo, pero que no son suficientes para el día de hoy.
Y que a partir del día de hoy, para poder disfrutarte te seguiré regando día tras día. 
Y además tendré presente que si me encuentro con tus espinas puede ser, que parte de la culpa sea mía por no saber acercarme a ti.




Autor: Dr. Dino Ricardo Deon
Extraído del libro "Los cuentos de Dino"

GRACIAS


Gracias



Gracias por haberme brindado tu amistad
Gracias por darme tu mano cuando mas la necesité
Gracias por ser quien eres
Gracias por la sonrisa que me has brindado
Gracias por darme la alegría
Gracias por el abrazo necesitado
Gracias por abrirme el corazón
Gracias por el consejo oportuno
Gracias por tu cariño
Gracias por tu comprensión
Gracias por tu apoyo incondicional
Gracias por las palabras de aliento
Gracias por todo lo que me has podido dar
Gracias por ser mi amigo
Gracias por no defraudarme
Gracias por el amor que tú me das
Gracias por decirme la verdad
Gracias por lo bello y grato que me has dado
Gracias por los momentos felices y agradables que me has dado
Gracias por ser tú quien me ha enseñado a llamar por su nombre a las cosas...Gracias

Pero sobre todo te doy las GRACIAS POR HACERME MUY FELIZ.

PAPA FRANCISCO: CONOCES ALGÚN ENFERMO? ESTO ES LO QUE DEBES HACER


Papa Francisco: ¿Conoces algún enfermo? Esto es lo que debes hacer para mostrarle a Dios
Por Álvaro de Juana
Foto: Lucía Ballester / ACI Prensa




VATICANO, 09 Nov. 16 / (ACI).- En la catequesis de la Audiencia General del miércoles, el Papa Francisco continuó hablando de las obras de misericordia y en concreto de visitar a los enfermos y a los que se encuentran privados de su libertad, como los presos.

“Los hospitales son hoy verdaderas ‘catedrales del dolor’ donde se hace evidente también la fuerza de la caridad que ayuda y lleva compasión”, subrayó en su intervención.

“No puede faltar, entre las obras de misericordia, la de visitar y asistir a las personas enfermas” porque de esta manera "podemos incluir la de ser cercanos a las personas que se encuentran en prisión”.  

Francisco recordó que “la vida de Jesús, sobre todo en los 3 años de su ministerio público, fue un incesante encuentro con las personas. Entre estas, tuvieron un lugar especial los enfermos”.


“Tanto los enfermos como los reclusos viven una condición que limita su libertad” y “cuando nos falta, nos damos cuenta de cuán preciosa es”, destacó añadiendo después: “Jesús nos ha donado la posibilidad de ser liberados no obstante los límites de la enfermedad y de las restricciones”.

“Él nos ofrece la libertad que proviene del encuentro con Él y del sentido nuevo que este encuentro lleva a nuestra condición personal”.

El Papa afirmó que esta obra de misericordia invita “a un gesto de gran humanidad: el compartir” y “no podemos esconder que, sobre todo en nuestros días, en la enfermedad se tiene una experiencia profunda de la soledad que atraviesa gran parte de la vida”.

Francisco explicó que “una visita puede hacer sentir a la persona enferma y sola un poco en compañía” y esto es “una muy buena medicina”.

“Una sonrisa, una caricia, estrechar la mano, son gestos sencillos, pero muy importantes para quien se siente abandonado a sí mismo”.

El Obispo de Roma agradeció también la “obra impagable” de aquellos que “se dedican a visitar a los enfermos en los hospitales o en sus casas” y cuando “se hace en nombre del Señor se convierte en expresión elocuente y eficaz de misericordia”.

El Santo Padre tuvo también palabras para los reclusos, a los que “Jesús no ha olvidado”, y señaló que nos invita “a no hacernos jueces de ninguno”. “Si uno está en la cárcel es porque se ha equivocado, no ha respetado la ley y la convivencia civil” pero “a pesar de lo que haya hecho siempre es amado por Dios”.

En este sentido, “un cristiano está llamado ante todo a hacerse cargo para que quien se haya equivocado comprenda el mal realizado y vuelva en sí mismo”. “La falta de libertad es sin duda una de las privaciones más grandes para el ser humano”, agregó.

Por tanto, “visitar a las personas que están en prisión es una obra de misericordia que sobre todo hoy asume un valor particular por las diversas formas de justicia a las que están sometidos”.

“Que ninguno apunte con el dedo a nadie”, sino “seamos instrumentos de misericordia, con actitudes de fraternidad y de respeto”, dijo también.

NO LE TENGAS MIEDO A DIOS


No le tengas miedo a Dios
Nos asegura que nuestra vida es preciosa y que ni un pelo de nuestra cabeza se nos caerá sin su permiso. ¿De qué tener miedo?


Por: P. José Luis Richard | Fuente: Catholic.net 




Cristo aparece en el Evangelio como el gran exorcista del miedo. Se hace hombre para librarnos de él. Nos enseña con el ejemplo de su vida, luminosa y sin angustias. Nos asegura que nuestra vida es preciosa a los ojos del Padre y que ni un pelo de nuestra cabeza se nos caerá sin su permiso. ¿De qué tener miedo, entonces? ¿Del mundo? El lo ha vencido (Jn 16, 23). ¿A quiénes temer? ¿A los que matan, hieren, injurian o roban? Tranquilos: no tienen poder para más; al alma ningún daño le hacen (Mt 10, 28). ¿Al demonio? Cristo nos ha hecho fuertes para resistirle (1 Pe 5, 8) ¿Quizás al lujurioso o al déspota latente en cada uno de nosotros? Contamos con la fuerza de la gracia de Cristo, directamente proporcional a nuestra miseria (2 Cor 12, 10).

En el pasaje en el que camina sobre agua, Cristo avanza un paso más: tampoco debemos tenerle miedo a Dios.

Jesús se acercó caminando sobre las aguas a la barca de los discípulos. ¿Para darles un susto o con la intención de asombrarles? No. Se proponía solamente manifestarles su poder, la fuerza sobrenatural del Maestro al que estaban siguiendo.

Pero su milagro, en vez de suscitar una confianza ciega en el poderoso amigo, provoca los gritos de los aterrados apóstoles. Es un fantasma -decían temblando y corriendo seguramente al extremo de la barca-.

San Pedro es el único que domina su papel. Escucha la voz de Cristo: Soy yo, no temáis, comprende y aprovecha para proponerle un reto inaudito: caminar él también sobre las aguas. Y de lejos, traída por el fuerte viento, le llega claramente la inesperada respuesta: Ven.

Muy similar a aquella que todos los cristianos escuchamos en algunos momentos de nuestra vida. Después de haber conocido un poco a Cristo -aun entre brumas-, comenzamos a seguirle y, de repente, recibimos boquiabiertos la invitación de Cristo: Ven.

Ven: sé consecuente, sé fiel a esa fe que profesas.
Ven: el mundo está esperando tu testimonio de profesional cristiano.
Ven: tu hermano necesita tu ayuda, tu tiempo... tu dinero.
Ven: tus conocidos desean, aunque no te lo pidan, que les des razón de tu fe, de tu alegría.

Y la petición de Cristo sobrepasa, como en el caso de Pedro, nuestra capacidad. No vemos claramente la figura de Cristo. O dirigimos la mirada hacia otro sitio. El viento sopla. Las dificultades se agigantan... y estamos a punto de hundirnos o de regresar a la barca. Sentimos miedo de Cristo.

¡Miedo de Cristo! Sin atrevernos a confesarlo abiertamente, ¿cuántas veces no lo hemos sentido?
¡Miedo de Cristo! Esa sensación de quererse entregar pero sin abandonarse por temor al futuro...
¡Miedo de Cristo! Ese temor a afrontar con generosidad mi pequeña cruz de cada día.
¡Miedo de Cristo! Esa fuente de desazón y de intranquilidad porque, claro, el tiempo pasa, y ni realizo los planes de Dios ni llevo a cabo los míos.

¿Cómo se explica ese miedo de Dios? ¿Dónde puede estar nuestra vida y nuestro futuro más seguros que en sus manos? ¿Es que la Bondad anda maquinándonos el mal cuando nos pide algo? ¿Es que Él no es un Padre? ¿Por qué, entonces, le tememos? ¿De dónde proviene ese miedo?

Sólo hay una respuesta: de nosotros mismos. El miedo no es a Dios. Es a perdernos, a morir en el surco. Amamos mucho la piel como para desgarrarla toda en el seguimiento completo de Cristo.

Y Cristo no es fácil. Duro para los amigos de la vida cómoda y para quienes no entienden las duras paradojas del Evangelio: morir para vivir, perder la vida para ganarla, salir de sí mismo para encontrarse.

No todos lo entienden. Se requiere sencillez, apertura de espíritu y, como Pedro, pedir ayuda a Cristo.

Quiero confiar en Ti, Señor, para estar seguro de que en Ti encontraré la plenitud y felicidad que tanto anhelo. Deseo esperar en Ti, estar cierto de que en Ti hallaré la fuerza para llegar hasta el final del camino, a pesar de todas las dificultades. Aumenta mi confianza para que esté convencido de que Tú nunca me dejarás si yo no me aparto de Ti.
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