La Inmaculada Concepción
Solemnidad - 8 de Diciembre
La Fiesta de María, en el camino a la Navidad, nos une en el gozo de saber que Ella fue concebida de un modo especial. Si bien nuestra Madre del Cielo es como nosotros, fruto de la creación, Ella tuvo una misión extraordinaria, la de ser Madre del mismo Dios. Por eso es que el Señor, en Su Sabiduría, le dio una Gracia especial, la de ser concebida sin estar sujeta al pecado original, como estamos todos los demás humanos.
Así lo confirmó la Iglesia al proclamar el tercer Dogma de María, por intermedio del Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854. Dios puso Su sello de inmediato, al enviar a Su Madre a Lourdes-Francia en 1858 para que se presente a la pequeña e inocente Bernardita de Soubirous con estas palabras: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Bernardita no comprendió estas extrañas palabras, pero grande fue la sorpresa de la jerarquía de la Iglesia al escucharlas de boca de una niña que desconocía totalmente este reciente Dogma, y mucho más aún en un pequeño pueblo perdido en los Pirineos Franceses.
Hoy volvemos a unirnos en el festejo de esta memorable fecha, y lo hacemos pidiendo a nuestros lectores se consagren al Corazón de María con la fórmula que les transcribimos a continuación:
Oh María, Madre de Dios, os pido con humildad de corazón, que veas nuestro interior y nuestra angustia hoy.
Tus hijos, tus pequeñitos, claman despacito, como verdaderos niños, que a través de Cristo, Tu Hijo Divino, a través del Buen Dios, Nuestro Padre Creador, y a través del Supremo artífice de verdad, el Espíritu Santo, quienes como verdadero consuelo, en todo momento, nos han regalado como Supremo obsequio vuestro Corazón Inmaculado, consagremos, por vuestra Divina intercesión, a Tu Preciosísimo Corazón Inmaculado, nuestro trabajo, nuestro hogar, nuestro corazón, nuestra querida y necesitada Argentina (puedes rezar con el nombre de tu país), que está hoy especialmente insidiada, y todo lo que el Buen Dios nos regaló, como manifestación de Su Amor, con ello todo lo dispuesto y creado por Dios, símbolo de total perfección.
Te pedimos tus hijitos, nos regales el don de la Fe, una esperanza sin par, verdadera humildad y la perfecta caridad, inspirada en el seno mismo de la Santísima Trinidad, para ser liberados definitivamente de la iniquidad, mediante el triunfo definitivo de tu Inmaculado Corazón, fuente de toda redención.
Te pedimos además que nos enseñes a amar, y a vivir en la verdad, para alcanzar la Patria Celestial.
Amén.
Tomado de Reina del Cielo