Autor: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net El poder del amor | |
El amor no es un mero sentimiento, es mucho más que eso, es una fuerza, una potencia, es un don de Dios eterno. | |
Tolstoi narra en uno de sus cuentos la historia de un zapatero que, regresando una noche a su casa, encontró un andrajoso desconocido en la puerta de una iglesia. Lo llevó consigo a casa y su mujer le recibió con bastantes malos modos. A medida que la mujer multiplicaba sus asperezas, el desconocido se iba haciendo cada vez más pequeño. A cada palabra cruel, su rostro se arrugaba; pero cuando la mujer le dio de comer, el desconocido empezó a crecer en tamaño y hermosura. Explicaba Tolstoi que el desconocido era un ángel que había caído del cielo, y que por eso no podía vivir mas que en una atmósfera de bondad y de amor. Según las apariencias todo lo lograría el poder, pero la experiencia muestra que es el amor el que todo lo puede. Es el amor el que apacigua e ilumina. Es el amor el que une y el que alegra, es el amor el que acerca y el que cura. Sólo el amor nos hace de verdad hijos de Dios y hermanos de los demás. Todo lo puede el amor, pero muchos tienen que sufrir serios golpes antes de aprender que el amor está por encima del poder y el poseer. Cuesta aprender que: No olvidemos nunca que éste es el distintivo de Dios. Él mismo es amor, y está dispuesto a salir a nuestro encuentro para acogernos, acompañarnos y ayudarnos a salir adelante, pero sobre todo, está dispuesto a llenarnos de su amor. ¿Cuál es la fuerza de tu amor?, ¿ella proviene de Dios?, ¿te dejas cautivar por Él?, ¿te dejas perdonar por Él?, ¿vences todas las dificultades gracias al poder del amor que hay dentro de tí? El amor no es un mero sentimiento, es mucho más que eso, es una fuerza, una potencia, es un don de Dios eterno. Efectivamente, el Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que se nos ha dado, nos diría San Pablo. Ahora nos toca darlo, y así, iluminar a nuestro mundo, a nuestra sociedad, a nuestra familia. Seamos esa antorcha de amor, que tantos hoy necesitan para caminar con paz y serenidad. |
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miércoles, 21 de marzo de 2012
EL PODER DEL AMOR
martes, 20 de marzo de 2012
ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas.
Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo.
Tú eres rey omnipotente, tú eres Padre santo, Rey del cielo y de la tierra.
Tú eres trino y uno, Señor Dios, todo bien.
Tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios, vivo y verdadero.
Tú eres caridad y amor, tú eres sabiduría.
Tú eres humildad, tú eres paciencia, tú eres seguridad.
Tú eres quietud, tú eres gozo y alegría.
Tú eres justicia y templanza.
Tú eres todas nuestras riquezas a satisfacción.
Tú eres hermosura, tú eres mansedumbre.
Tú eres protector, tú eres custodio y defensor.
Tú eres fortaleza, tú eres refrigerio.
Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra.
Tú eres la gran dulzura nuestra.
Tú eres la vida eterna nuestra, grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso salvador.
Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas.
Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo.
Tú eres rey omnipotente, tú eres Padre santo, Rey del cielo y de la tierra.
Tú eres trino y uno, Señor Dios, todo bien.
Tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios, vivo y verdadero.
Tú eres caridad y amor, tú eres sabiduría.
Tú eres humildad, tú eres paciencia, tú eres seguridad.
Tú eres quietud, tú eres gozo y alegría.
Tú eres justicia y templanza.
Tú eres todas nuestras riquezas a satisfacción.
Tú eres hermosura, tú eres mansedumbre.
Tú eres protector, tú eres custodio y defensor.
Tú eres fortaleza, tú eres refrigerio.
Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra.
Tú eres la gran dulzura nuestra.
Tú eres la vida eterna nuestra, grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso salvador.
CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ
CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ
Oh Glorioso Patriarca San José, heme aquí, postrado de rodillas ante vuestra presencia, para pediros vuestra protección.
Desde ya os elijo como a mi padre, protector y guía. Bajo vuestro amparo pongo mi cuerpo y mi alma, propiedad, vida y salud. Aceptadme como hijo vuestro. Preservadme de todos los peligros, asechanzas y lazos del enemigo. Asistidme en todo momento y ante todo en la hora de mi muerte. Amén.
Oh Glorioso Patriarca San José, heme aquí, postrado de rodillas ante vuestra presencia, para pediros vuestra protección.
Desde ya os elijo como a mi padre, protector y guía. Bajo vuestro amparo pongo mi cuerpo y mi alma, propiedad, vida y salud. Aceptadme como hijo vuestro. Preservadme de todos los peligros, asechanzas y lazos del enemigo. Asistidme en todo momento y ante todo en la hora de mi muerte. Amén.
EL GRAN AMÉN
El gran Amén
Autor: Padre José María Bover
Amén es una palabra hebrea, difícil de traducir a nuestro idioma.
Amén equivale a sólido, duradero, seguro. Amén es una bella exclamación que significa "Así es", "estoy de acuerdo", "estoy cierto".
Amén es un grito de fortaleza y de seguridad. Es una expresión de fe, de entusiasmo, de alegría.
Amén es la invocación que todos los creyentes dirigen a Dios: los cristianos, los judíos, los musulmanes.
El amén, dicho en la misa, ratifica la unión de quienes configuran la Asamblea litúrgica: Obispos, presbíteros, diáconos y laicos.
Amén es algo más que un "así sea", resignado y conformista. Amén es un compromiso que se ratifica. Amén es el plebiscito de toda la asamblea que clama a Dios a pleno pulmón para aceptar su palabra y para urgirle que cumpla sus promesas (Ap. 1,7; 22, 10)
Amén el la palabra que Dios se aplica a sí mismo, para garantizar lo que promete (Is. 3,14; 65, 16), y la que sirve al mismo Jesús para definirse como el "Sí", como el "Amén" de Dios para nosotros (Ap. 3, 14).
Amén es la palabra que usa Jesús, y que emplean con frecuencia los evangelios (30 veces en Mateo, 15 en Marcos, 16 en Lucas, 25 en Juan)
Amén es la voz que resonaba en la liturgia de los apóstoles (Rom. 1,25; 1Cor. 14, 16; 1 Ped. 5, 11; Ap. 5, 14).
Amén, decían en el siglo II los cristianos, como cuenta el mártir San Justino: "se presenta pan, vino y agua, y el que preside eleva oraciones y acciones de gracias, y el pueblo aclama, diciendo: "Amén" (1 Ap. 67)
Para Dionisio de Alejandría, en el siglo III, los tres actos del culto eucarístico eran: "escuchar la acción de gracias, responder el Amén y comulgar" (Hist. Ecl. VII, 9, 4).
Tertuliano, en África, protestaba contra los que gritaban en favor de los gladiadores, con los mismos labios que habían dicho "amén a lo Santo.
San Jerónimo habla de que las basílicas romanas retumbaban cuando se cantaba el Amén, como si en ellas hubiese estallado una tempestad (Ad. Gal. II).
Agustín de Hipona pensaba que en el idioma del cielo sólo había dos palabras importantes: Amén y Aleluya. Aquella para admirar al Dios que se nos revelará, y ésta para alabarlo.
Jesucristo es el "Sí" absoluto y universal; el sí de las promesas divinas, el sí de las aspiraciones humanas, el sí de los oráculos proféticos, de las esperanzas de Israel, de los suspiros de todas las naciones.
El es, el sí de la verdad, plenitud desbordante de la vida. No hay en Jesucristo un No desesperante; en El todo es sí.
OPCIONES
Opciones
Autor: Diego Vergara Garzon
Autor: Diego Vergara Garzon
Mi mamá me decía con frecuencia que yo iba salir adelante no por inteligente, sino por bruto.
Esta afirmación que entonces me ofendía, con el tiempo me ha llegado a parecer sabia y útil.
Ahora me doy cuenta de lo importante que es saber hacerse el bruto.
Por ejemplo:
- Si un pariente cercano me dice un "indirectazo" para ofenderme, me hago el bruto que no entiende y así no le doy el gusto de amargarme la vida.
- Si quiero aprender algo que me cuesta trabajo, me hago el bruto, no sucumbo a la impaciencia de los demás y sigo intentando hasta lograrlo.
- Si mi compañero de trabajo o mi superior permanecen irritados la mayor parte del tiempo, no pienso que es conmigo o por mí, sino que me hago el bruto y me digo: "Debe ser que le duele una muela" y de esa manera me hago inmune al contagio de ese dolor.
- Cuando dicen "no" a mi objetivo, me hago el bruto y entiendo "todavía no" y así me permito seguir buscando formas de conseguirlo.
- Si algo que intento cien veces no me resulta como quiero, no me tildo de bruto por no haberlo logrado, sino que pienso en lo bruto que sería si desistiera después de tanto esfuerzo.
- Cuando estoy hablando por teléfono con alguien de quien necesito un servicio o información y la persona sube el tono de voz más de lo necesario y vocaliza cada palabra exageradamente, tal como si dijera: "No sea bruto, ¿acaso no entiende lo que le estoy diciendo?" Decido entonces respirar profundamente, contestarle pausadamente y con calidez, dándole las gracias por su paciencia con mi falta de entendimiento...
Esto funciona como magia la mayoría de las veces para cambiar las mareas a mi favor.
¿CUÁL ES EL PERFIL DEL HOMBRE DE ORACIÓN?
Autor: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com ¿Cuál es el perfil del hombre de oración? | |
Por la vida de oración, dejamos que Cristo vaya entrando en nuestras vidas y poco a poco nos vaya modelando conforme a su estilo | |
La vida del hombre sobre la tierra es una batalla. (cf. Job 7, 1) Todos lo experimentamos, todo supone esfuerzo: el sustento económico, la armonía en la vida familiar y matrimonial, conservar la salud, la evangelización, la formación académica, la vida de oración.... Y en esta batalla de la vida hay éxitos y fracasos, avances y retrocesos, gloria y ruina. Todos tenemos crisis en la vida y hay tiempos en que lo construido con tanto esfuerzo se convierte en escombros. Es muy duro y penoso encontrase a veces ante los propios escombros. Pero estos deben servirnos para volver a construir y edificar con ellos cimientos más fuertes. El hombre sensato construye su casa sobre roca, sobre cimientos sólidos y profundos. (cf Mt 7,24) La oración se funda sobre la fe, se alimenta con la Eucaristía, se autentifica por la caridad. En la vida cristiana esto significa ser hombre de oración. Una oración que se funda sobre la fe, se alimenta con la Eucaristía y se autentifica por la caridad. (cf Catecismo n. 2624) El punto de referencia lo tenemos en los primeros cristianos, que "acudían asiduamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" (Hch 2,42). Una de las grandes lecciones que Dios me ha enseñado en estos últimos años en que pasan por especial dificultad la congregación religiosa y el movimiento de apostolado a los que pertenezco (Legión de Cristo y Regnum Christi), es que debo ser hombre de oración. Si queremos escuchar la voz del Espíritu Santo y descubrir Su voluntad, debemos ser más contemplativos. Si queremos construir la casa sobre roca firme, debemos orar más y orar mejor. La oración se funda sobre la fe: Tratamos con Dios porque creemos en Él y en lo que Él nos ha dicho. Sabemos quién es, cómo es y qué nos enseña, porque Él mismo nos lo ha revelado. Y es a partir de esa experiencia, de esa fuerza interior y de ese conocimiento que desarrollamos nuestra amistad con Cristo. En la oración no gustamos imaginaciones ni alucinaciones, sino certezas de fe: las certezas de fe que nos ofrece la Palabra de Dios y que la Iglesia nos propone. Cito varios párrafos del catecismo de la Iglesia católica que me ayudan mucho y que te propongo meditar delante de Dios. - 2732. La tentación más frecuente, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad declarada que en unas preferencias de hecho. Cuando se empieza a orar, se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes; una vez más, es el momento de la verdad del corazón y de clarificar preferencias. En cualquier caso, la falta de fe revela que no se ha alcanzado todavía la disposición propia de un corazón humilde: "Sin mí, no podéis hacer nada" (Jn 15,5). - 158. "La fe trata de comprender": es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor. La gracia de la fe abre "los ojos del corazón" (Ef 1,18) para una inteligencia viva de los contenidos de la Revelación, es decir, del conjunto del designio de Dios y de los misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro del Misterio revelado. Ahora bien, "para que la inteligencia de la Revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones" (Dv 5). Así, según el adagio de san Agustín, (serm. 43, 7,9) "creo para comprender y comprendo para creer mejor". - 142. Por su revelación, "Dios invisible habla a los hombres como a amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunión consigo y en ella recibirlos" (Dv 2). La respuesta adecuada a esta invitación es la fe. - 162. La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este don inestimable podemos perderlo; san Pablo advierte de ello a Timoteo: "Combate el buen combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe"(1 Tm 1,18-19). Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la Palabra de Dios; debemos pedir al Señor que la aumente; debe "actuar por la caridad" (Ga 5,6), ser sostenida por la esperanza y estar enraizada en la fe de la Iglesia. La oración se alimenta con la Eucaristía: La Eucaristía es el pan nuestro de cada día, es decir, algo necesario para subsistir. Es fuente de gracia, de vida divina en nosotros. La Eucaristía es el pan cotidiano que alimenta el espíritu y nos une al Cuerpo de Cristo. Si no comemos su carne y no bebemos su sangre, no tendremos vida. (cf Jn 6) Jesucristo permaneció con nosotros en la Eucaristía para que nosotros permaneciéramos en Él. Jesucristo bien sabía que nos sentiríamos débiles, solos, necesitados de luz, fortaleza y consejo. Por eso, acompañar y contemplar a Cristo Eucaristía es el gran quehacer del hombre de oración. Viendo a Cristo, vemos al Padre: "Nadie puede venir al Padre sino por mí... Quien me ha visto, ha visto al padre" (Jn 14, 6-9). El Sagrario es lugar privilegiado para la oración personal y comunitaria. Allí vamos los que estamos enfermos, pues Él vino a llamar no a los santos, sino a los pecadores (cf Mt 9, 12-13) En este sentido, agradezco mucho a mi comunidad en Roma que desde hace un año, animados por los más jóvenes, decidimos tener adoración eucarística a lo largo de toda la jornada. La oración se autentifica por la caridad: En la oración actúa la gracia de Dios para irnos configurando poco a poco con Cristo, nos vamos pareciendo más a Él. Es un proceso lento, don de Dios. A base de ver el rostro de Cristo nuestra mirada se va haciendo más pura, nuestro corazón se ablanda, nuestras actitudes se van modelando conforme a las de Él. Por la vida de oración, dejamos que Cristo vaya entrando en nuestras vidas y poco a poco nos vaya modelando conforme a su estilo, donde el amor y el servicio al prójimo es el rasgo característico de nuestro comportamiento. Cuando una planta está sembrada en tierra fértil, bien abonada y regada, la planta luce un follaje verde, fresco, abundante. Lo mismo el cristiano: desborda caridad cuando está plantado en el amor de Dios. La fe viva actúa por la caridad (Ga 5,6), la fe sin obras está muerta(St 2,26) Fe viva, vida Eucarística asidua y caridad genuina: aquí tenemos los distintivos del orante. |
lunes, 19 de marzo de 2012
SE BUSCA UN SANTO...
Se busca un Santo
Perdóname, Señor, que venga a molestarte, pero se me acaba de ocurrir una idea:
Dicen que tienes necesidad de un Santo y pienso que tal vez podría servirte yo...
Vengo, pues, a ofrecerme para tal empleo; creo que podría cumplir bien esa ocupación.
A pesar de lo que digan, el mundo está lleno de personas perfectas.
Hay muchos que te ofrecen tantos sacrificios que, para que no te equivoques al contarlos, los marcan con pequeñas cruces en un cuadernillo. A mí, la verdad, no me gustan los sacrificios, me fastidian enormemente...
Lo que te he dado, Señor, tú sabes bien que lo has cogido tú mismo sin pedirme permiso y, lo más que yo he hecho, ha sido no protestar...
Hay también otros que se corrigen de un defecto por semana y ¡claro! serán forzosamente perfectos al cabo de un trimestre.
Pero yo no tengo suficiente confianza en mí para hacer eso, ¿quién sabe si perseveraré al cabo de la primera semana? ¡Soy tan impulsivo, Dios mío!
Por eso, prefiero quedarme con mis defectos, aunque usándolos lo menos posible...
Las personas perfectas tienen tantas cualidades, que no hay sitio en su alma para otra cosa y por lo tanto nunca llegaran a ser Santos.
Además, tampoco tienen ganas de serlo por miedo a faltar a la humildad.
Pero un Santo, Señor, yo creo que es ser un vaso vacío, que tú llenarás de tu gracia, con el amor que desborda tu Corazón, con la santidad de los Tres...
Mira, Señor, que yo soy eso: un vaso vacío, sin nada; sólo hay un poco de fango estancado en el fondo y no está muy limpio, ya lo sé...
Pero seguro que ahí arriba tú tienes algún detergente celestial! y además, ¿para qué serviría el Agua de tu Costado sino para lavarlo antes de usarlo?
Pero si tampoco tú quieres de mí, Señor, no insistiré...
Piensa, sin embargo, en mi propuesta, que va en serio.
Cuando vayas a tu bodega a sacar el vino de tu amor, acuérdate que, en cierto lugar de la tierra, tienes un pequeño vaso a tu disposición.
Y YO... ¿QUÉ HAGO?
Perdóname, Señor, que venga a molestarte, pero se me acaba de ocurrir una idea:
Dicen que tienes necesidad de un Santo y pienso que tal vez podría servirte yo...
Vengo, pues, a ofrecerme para tal empleo; creo que podría cumplir bien esa ocupación.
A pesar de lo que digan, el mundo está lleno de personas perfectas.
Hay muchos que te ofrecen tantos sacrificios que, para que no te equivoques al contarlos, los marcan con pequeñas cruces en un cuadernillo. A mí, la verdad, no me gustan los sacrificios, me fastidian enormemente...
Lo que te he dado, Señor, tú sabes bien que lo has cogido tú mismo sin pedirme permiso y, lo más que yo he hecho, ha sido no protestar...
Hay también otros que se corrigen de un defecto por semana y ¡claro! serán forzosamente perfectos al cabo de un trimestre.
Pero yo no tengo suficiente confianza en mí para hacer eso, ¿quién sabe si perseveraré al cabo de la primera semana? ¡Soy tan impulsivo, Dios mío!
Por eso, prefiero quedarme con mis defectos, aunque usándolos lo menos posible...
Las personas perfectas tienen tantas cualidades, que no hay sitio en su alma para otra cosa y por lo tanto nunca llegaran a ser Santos.
Además, tampoco tienen ganas de serlo por miedo a faltar a la humildad.
Pero un Santo, Señor, yo creo que es ser un vaso vacío, que tú llenarás de tu gracia, con el amor que desborda tu Corazón, con la santidad de los Tres...
Mira, Señor, que yo soy eso: un vaso vacío, sin nada; sólo hay un poco de fango estancado en el fondo y no está muy limpio, ya lo sé...
Pero seguro que ahí arriba tú tienes algún detergente celestial! y además, ¿para qué serviría el Agua de tu Costado sino para lavarlo antes de usarlo?
Pero si tampoco tú quieres de mí, Señor, no insistiré...
Piensa, sin embargo, en mi propuesta, que va en serio.
Cuando vayas a tu bodega a sacar el vino de tu amor, acuérdate que, en cierto lugar de la tierra, tienes un pequeño vaso a tu disposición.
Y YO... ¿QUÉ HAGO?
DEVOCIÓN A SAN JOSÉ ...
Devoción a San JOSÉ
Como es sabido una de las mas fervientes propagadoras de la devoción a San JOSÉ fue Santa Teresa de Avila. En el Capítulo Sexto de su Vida, escribió uno de los relatos mas bellos que se han escrito en honor a San JOSÉ: "Tomé por abogado y protector al glorioso San JOSÉ, y encomíendeme mucho a el. Vi claro que así de esta necesidad, como de otras mayores, este padre y señor mío me saco con mas bien de lo que yo le sabia pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa tan grande las maravillosas mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; de este santo tengo experiencia que socorre en todas las necesidades, y es que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenia nombre de padre, y le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide. Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios." - Su primer convento le llamo "San JOSÉ".
-El 21 de marzo de 1935, Papa Pío XI, aprobó e indulgenció las latanías de San JOSÉ.
Esposo de la Madre de Dios
Custodio purismo de la Virgen
Diligente defensor de Cristo
Jefe de la Sagrada Familia
JOSÉ Justo
JOSÉ casto
JOSÉ obediente
JOSÉ fiel
Espejo de Paciencia
amante de la pobreza
gloria de la vida domestica
custodio de las Vírgenes
patrono de los moribundos
protector de la santa Iglesia
sostén de las familias....
_El Papa León XIII, muchas veces se refirió a San JOSÉ con una confianza plena en su patronazgo ante los tiempos difíciles en la Iglesia. _El Papa Pablo VI, invitaba siempre a que se invocara el patronazgo de San JOSÉ, cuando se intercedía por la Iglesia.
_En Octubre de 1989, el Santo Padre Juan Pablo II, escribió una Exhortación Apostólica llamada "El custodio del Redentor" dedicada a entender y profundizar sobre la figura y misión de San JOSÉ en la vida de Cristo y de la Iglesia.
"Además de la certeza en su segura protección la Iglesia confía también en el ejemplo insigne de JOSÉ: un ejemplo que supera los estados de vida particulares y se propone a toda la comunidad cristiana"
"San JOSÉ ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente ministro de la salvación. Su paternidad ha expresado concretamente al haber hecho de uso de la autoridad legal, que le correspondía sobra la Sagrada Familia, para hacerle don total de si, de su vida y de su trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor domestico con la oblación sobrehumana de si, de su corazón y de toda capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, que crece en su casa".
El mes de Marzo esta dedicado a San JOSÉ.
Los miércoles, tradicionalmente ha sido considerado el día de S. José. Como parte de la devoción se ofrece la misa para que interceda por la Iglesia. Los siete dolores de San JOSÉ
Como es sabido una de las mas fervientes propagadoras de la devoción a San JOSÉ fue Santa Teresa de Avila. En el Capítulo Sexto de su Vida, escribió uno de los relatos mas bellos que se han escrito en honor a San JOSÉ: "Tomé por abogado y protector al glorioso San JOSÉ, y encomíendeme mucho a el. Vi claro que así de esta necesidad, como de otras mayores, este padre y señor mío me saco con mas bien de lo que yo le sabia pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa tan grande las maravillosas mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; de este santo tengo experiencia que socorre en todas las necesidades, y es que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenia nombre de padre, y le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide. Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios." - Su primer convento le llamo "San JOSÉ".
-El 21 de marzo de 1935, Papa Pío XI, aprobó e indulgenció las latanías de San JOSÉ.
Esposo de la Madre de Dios
Custodio purismo de la Virgen
Diligente defensor de Cristo
Jefe de la Sagrada Familia
JOSÉ Justo
JOSÉ casto
JOSÉ obediente
JOSÉ fiel
Espejo de Paciencia
amante de la pobreza
gloria de la vida domestica
custodio de las Vírgenes
patrono de los moribundos
protector de la santa Iglesia
sostén de las familias....
_El Papa León XIII, muchas veces se refirió a San JOSÉ con una confianza plena en su patronazgo ante los tiempos difíciles en la Iglesia. _El Papa Pablo VI, invitaba siempre a que se invocara el patronazgo de San JOSÉ, cuando se intercedía por la Iglesia.
_En Octubre de 1989, el Santo Padre Juan Pablo II, escribió una Exhortación Apostólica llamada "El custodio del Redentor" dedicada a entender y profundizar sobre la figura y misión de San JOSÉ en la vida de Cristo y de la Iglesia.
"Además de la certeza en su segura protección la Iglesia confía también en el ejemplo insigne de JOSÉ: un ejemplo que supera los estados de vida particulares y se propone a toda la comunidad cristiana"
"San JOSÉ ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente ministro de la salvación. Su paternidad ha expresado concretamente al haber hecho de uso de la autoridad legal, que le correspondía sobra la Sagrada Familia, para hacerle don total de si, de su vida y de su trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor domestico con la oblación sobrehumana de si, de su corazón y de toda capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, que crece en su casa".
El mes de Marzo esta dedicado a San JOSÉ.
Los miércoles, tradicionalmente ha sido considerado el día de S. José. Como parte de la devoción se ofrece la misa para que interceda por la Iglesia. Los siete dolores de San JOSÉ
LA PRONTITUD, LA OBEDIENCIA Y LA ABNEGACIÓN DE SAN JOSÉ
LA PRONTITUD, LA OBEDIENCIA Y LA ABNEGACIÓN DE SAN JOSÉ
Homilía del Cardenal Joseph Ratzinger (SS. Benedicto XVI)
en al Oratorio de las Hnas. De la Madre Dolorosa
Roma, 3/19/92
"En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde Yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. " (Juan 12, 24-26)
Queridos hermanas y hermanos:
Hace poco pude ver en casa de unos amigos una representación de San José que me ha hecho pensar mucho. Es un relieve procedente de un retablo portugués de la época barroca, en el que se muestra la noche de la fuga hacia Egipto. Se ve una tienda abierta, y junto a ella un ángel en postura vertical. Dentro, José, que está durmiendo, pero vestido con la indumentaria de un peregrino, calzado con botas altas como se necesitan para una caminata difícil. Si en primera impresión resulta un tanto ingenuo que el viajero aparezca a la vez como durmiente, pensando más a fondo empezamos a comprender lo que la imagen nos quiere sugerir.
Duerme José, ciertamente, pero a la vez está en disposición de oír la voz del ángel (Mt 2,13ss). Parece desprenderse de la escena lo que el Cantar de los Cantares había proclamado: Yo dormía, pero mi corazón estaba vigilante (Cant 5,2). Reposan los sentidos exteriores, pero el fondo del alma se puede franquear. En esa tienda abierta tenemos una figuración del hombre que, desde lo profundo de sí mismo, puede oír lo que resuene en su interior o se lo diga desde arriba; del hombre cuyo corazón está lo suficientemente abierto como para recibir lo que el Dios vivo y su ángel le comuniquen. En esa profundidad el alma de cualquier hombre se puede encontrar con Dios. Desde ella Dios nos habla a cada uno y se nos muestra cercano.
Sin embargo, la mayoría de las veces nos hallamos invadidos por cuidados, inquietudes, expectativas y deseos de todas clases; tan repletos de imágenes y apremios producidos por el vivir de cada día, que, por mucho que vigilemos externamente, se nos pide la interna vigilancia y, con ella, el sonido de las voces que nos hablan desde lo más íntimo del alma. Ésta se halla tan cargada de cachivaches, y son tantas las murallas elevadas en su interior, que la voz suave del Dios próximo no puede hacerse oír. Con la llegada de la Edad Moderna, los hombres hemos ido dominando cada vez más el mundo, y disponiendo de las cosas a la medida de nuestros deseos; pero estos adelantos en nuestro dominio sobre las cosas, y en el conocimiento de lo que podemos hacer con ellas, ha encogido a la vez nuestra sensibilidad de tal manera, que nuestro universo se ha tornado unidimensional. Estamos dominados por nuestras cosas, por todos los objetos que alcanzan nuestras manos, y que nos sirven de instrumentos para producir otros objetos. En el fondo, no vemos otra cosa que nuestra propia imagen, y estamos incapacitados para oír la voz profunda que, desde la Creación, nos habla también hoy de la bondad y la belleza de Dios.
Ese José que duerme, pero que al mismo tiempo se halla presto para oír lo que resuene por dentro y desde lo alto --porque no es otra cosa lo que acaba de decirnos el Evangelio de este día--, es el hombre en el que se unen el íntimo recogimiento y la prontitud. Desde la tienda abierta de su vida, nos invita a retirarnos un poco del bullicio de los sentidos; a que recuperemos también nosotros el recogimiento; a que sepamos dirigir la mirada hacia el interior y hacia lo alto, para que Dios pueda tocarnos el alma y comunicarle su palabra. La Cuaresma es un tiempo especialmente adecuado para que nos apartemos de los apremios cotidianos, y dirijamos nuevamente nuestros pasos por los caminos del interior.
Pasamos al segundo punto. Ese José que vemos está pronto para erguirse y, como dice el Evangelio, cumplir la voluntad de Dios (Mt 1,24; 2,14). Así toma contacto con el centro de la vida de María, la respuesta que diera Ella en el momento decisivo de su existencia: He aquí la sierva del Señor (Lc 1,38). En él sucede lo mismo con su disposición a levantarse: Aquí tienes a tu siervo. Dispón de mí. Coincide su respuesta con la de Isaías en el instante de recibir el llamamiento: Heme aquí, Señor. Envíame (Is 6,8, en relación con 1 Sam 3,8ss). Esa llamada informará su vida entera en adelante. Pero también hay otro texto de la Escritura que viene aquí a propósito: el anuncio que Jesús hace a Pedro cuando le dice: Te llevarán adonde tú no quieras ir (Jn 21,10). José, con su presteza, lo ha hecho regla de su vida: porque se halla preparado para dejarse conducir, aunque la dirección no sea la que él quiere. Su vida entera es una historia de correspondencias de este tipo.
Comenzó con la primera comunicación de las alturas: la del ángel al darle información sobre el secreto de la maternidad divina de María, el Misterio de la llegada del Mesías. De improviso, la idea que se había hecho de una vida discreta, sencilla y apacible, resulta trastornada cuando se siente incorporado a la aventura de Dios entre los hombres. Al igual que sucediera en el caso de Moisés ante la zarza ardiente, se ha encontrado cara a cara con un misterio del que le toca ser testigo y copartícipe. Muy pronto ha de saber lo que ello implica: que el nacimiento del Mesías no podrá suceder en Nazaret. Ha de partir para Belén, que es la ciudad de David; pero tampoco será en ella donde suceda: porque los suyos no le acogieron (Jn 1,11). Apunta ya la hora de la Cruz: porque el Señor ha de nacer en las afueras, en un establo. Luego viene, tras la nueva comunicación del ángel, la salida de Egipto, donde ha de correr la suerte de los sin casa y sin patria: refugiados, extranjeros, desarraigados que buscan un lugar donde instalarse con los suyos.
Volverá, pero sin que hayan terminado los peligros. Más tarde sufrirá la dolorosa experiencia de los tres días durante los que Jesús está perdido (Lc 2,46), esos tres días que son como un presagio de los que mediarán entre la Cruz y la Resurrección: días en los que el Señor ha desaparecido y se siente su vacío. Y, al igual que el Resucitado no habrá de retornar para vivir entre los suyos con la familiaridad de aquellos días que se fueron, sino que dice: No quieras retenerme, porque he de subir al Padre, y podrás estar conmigo cuando tú también subas (cfr Jn 20,17), así ahora, cuando Jesús es encontrado en el Templo, reaparece en primer plano el misterio de Jesús en lo que tiene de lejanía, de gravedad y de grandeza. José se siente, en cierto modo, puesto en su sitio por Jesús, pero a la vez encaminado hacia lo alto. Yo debía ocuparme de las cosas de mi Padre (Lc 2,19). Es como si le dijera: Tú no eres padre mío, sino guardián, que, al recibir la confianza de este oficio, has recibido el encargo de custodiar el misterio de la Encarnación.
Y morirá por fin José sin haber visto manifestarse la misión de Jesús. En su silencio quedarán sepultados todos sus padecimientos y esperanzas. La vida de este hombre no ha sido la del que, pretendiendo realizarse a sí mismo, busca en sí solamente los recursos que necesita para hacer de su vida lo que quiere. Ha sido el hombre que se niega a sí mismo, que se deja llevar adonde no quería. No ha hecho de su vida cosa propia, sino cosa que dar. No se ha guiado por un plan que hubiera concebido su intelecto, y decidido su voluntad, sino que, respondiendo a los deseos de Dios, ha renunciado a su voluntad para entregarse a la de Otro, la voluntad grandiosa del Altísimo. Pero es exactamente en esta íntegra renuncia de sí mismo donde el hombre se descubre.
Porque tal es la verdad: que solamente si sabemos perdernos, si nos damos, podremos encontrarnos. Cuando esto sucede, no es nuestra voluntad quien prevalece, sino ésa del Padre a la que Jesús se sometió: No se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22,42). Y como entonces se cumple lo que decimos en el Padrenuestro: Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo, es una parte del Cielo lo que hay en la tierra, porque en ésta se hace lo mismo que en el Cielo. Por esto San José nos ha enseñado, con su renuncia, con su abandono que en cierto modo adelantaba la imitación de Jesús Crucificado, los caminos de la fidelidad, de la resurrección y de la vida.
Nos queda un tercer aspecto. Mirando a ese José que está vestido como peregrino, comprendemos que, a partir del momento en que supiera del Misterio, su existencia sería la del que está siempre en camino, en un constante peregrinar. Fue así la suya una vida marcada por el signo de Abrahán: porque la Historia de Dios entre los hombres, que es la historia de sus elegidos, comienza con la orden que recibiera el padre de la estirpe: Sal de tu tierra para ser un extranjero (Gen 12,1; Heb 9,8ss). Y por haber sido una réplica de la vida de Abrahán, se nos descubre José como una prefiguración de la existencia del cristiano. Podemos comprobarlo con viveza singular en la primera Carta de san Pedro y en la de Pablo a los Hebreos. Como cristianos que somos --nos dicen los Apóstoles-- debemos considerarnos extranjeros, peregrinos y huéspedes (1 Pet 1,17; 2,11; Heb 13,14): porque nuestra morada, o como dice san Pablo en su Carta a los Filipenses, nuestra ciudadanía está en los Cielos (Phil 3,20).
Hoy suenan mal estas palabras sobre el Cielo: porque tendemos a creer que, apartarnos de cumplir nuestros deberes en la tierra, nos enajena de nuestro mundo. Tendemos a creer que nuestra vocación no es solamente hacer un Paraíso de la tierra y en ésta concentrar nuestras miradas, sino a la vez dedicarle por completo el corazón y los esfuerzos de nuestras manos. Pero sucede en la realidad que, al comportarnos de ese modo, lo que estamos haciendo es justamente destrozar la Creación. Ello es así porque, en el fondo, los anhelos del hombre, la saeta de sus ambiciones, apuntan en dirección al infinito. De aquí que, hoy más que nunca, comprobemos que únicamente Dios puede saciar al hombre por completo. Estamos hechos de tal forma, que las cosas finitas nos dejan siempre insatisfechos, porque necesitamos mucho más: necesitamos el Amor inagotable, la Verdad y la Belleza ilimitadas.
Aunque ese anhelo sea insuprimible, podemos, por desgracia desplazarlo de nuestros horizontes, y con ello perseguir las plenitudes buscando únicamente en lo finito. Queriendo tener el Cielo ya en la tierra, esperamos y exigimos todo de ella y de la actual sociedad. Pero, en su intento de extraer de lo finito lo infinito, el hombre pisotea la tierra e imposibilita una ordenada convivencia social con los demás, porque a sus ojos cada uno de los otros aspectos aparece como amenaza u obstáculo; y porque arranca del mundo material y del biológico algunos componentes que necesitaría preservar para sí mismo. Tan sólo cuando aprendamos nuevamente a dirigir nuestras miradas hacia el Cielo, brillará también la tierra con todo su esplendor. Únicamente cuando vivifiquemos las grandes esperanzas de nuestros ánimos con la idea de un eterno estar con Dios, y nos sintamos nuevamente peregrinos hacia la Eternidad, en vez de aherrojarnos a esta tierra, sólo entonces irradiarán nuestros anhelos hacia este mundo para que tenga también él esperanza y paz.
Por todo ello, demos gracias a Dios en este día porque nos ha dado ese Santo, que nos habla de recogernos en Él; que nos enseña la prontitud, la obediencia, la abnegación y la actitud de los caminantes que se dejan llevar por Dios; y que nos dice por esto mismo la manera de servir igualmente a nuestra tierra. Demos gracias asimismo por esta fiesta jubilar en la que podemos comprobar que sigue habiendo personas con el ánimo abierto a la voluntad de Dios, y preparadas para escuchar sus llamamientos y marchar a su lado hacia donde Él quiera llevarlas.
Imploremos la gracia de lo Alto para que, demostrando también nosotros vigilancia y prontitud, y procediendo en nuestras vidas con la misma plenitud de la esperanza, nos veamos un día recibidos por Dios, que constituye nuestro auténtico Destino de caminantes hacia la comunión de la vida eterna.
Homilía del Cardenal Joseph Ratzinger (SS. Benedicto XVI)
en al Oratorio de las Hnas. De la Madre Dolorosa
Roma, 3/19/92
"En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde Yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. " (Juan 12, 24-26)
Queridos hermanas y hermanos:
Hace poco pude ver en casa de unos amigos una representación de San José que me ha hecho pensar mucho. Es un relieve procedente de un retablo portugués de la época barroca, en el que se muestra la noche de la fuga hacia Egipto. Se ve una tienda abierta, y junto a ella un ángel en postura vertical. Dentro, José, que está durmiendo, pero vestido con la indumentaria de un peregrino, calzado con botas altas como se necesitan para una caminata difícil. Si en primera impresión resulta un tanto ingenuo que el viajero aparezca a la vez como durmiente, pensando más a fondo empezamos a comprender lo que la imagen nos quiere sugerir.
Duerme José, ciertamente, pero a la vez está en disposición de oír la voz del ángel (Mt 2,13ss). Parece desprenderse de la escena lo que el Cantar de los Cantares había proclamado: Yo dormía, pero mi corazón estaba vigilante (Cant 5,2). Reposan los sentidos exteriores, pero el fondo del alma se puede franquear. En esa tienda abierta tenemos una figuración del hombre que, desde lo profundo de sí mismo, puede oír lo que resuene en su interior o se lo diga desde arriba; del hombre cuyo corazón está lo suficientemente abierto como para recibir lo que el Dios vivo y su ángel le comuniquen. En esa profundidad el alma de cualquier hombre se puede encontrar con Dios. Desde ella Dios nos habla a cada uno y se nos muestra cercano.
Sin embargo, la mayoría de las veces nos hallamos invadidos por cuidados, inquietudes, expectativas y deseos de todas clases; tan repletos de imágenes y apremios producidos por el vivir de cada día, que, por mucho que vigilemos externamente, se nos pide la interna vigilancia y, con ella, el sonido de las voces que nos hablan desde lo más íntimo del alma. Ésta se halla tan cargada de cachivaches, y son tantas las murallas elevadas en su interior, que la voz suave del Dios próximo no puede hacerse oír. Con la llegada de la Edad Moderna, los hombres hemos ido dominando cada vez más el mundo, y disponiendo de las cosas a la medida de nuestros deseos; pero estos adelantos en nuestro dominio sobre las cosas, y en el conocimiento de lo que podemos hacer con ellas, ha encogido a la vez nuestra sensibilidad de tal manera, que nuestro universo se ha tornado unidimensional. Estamos dominados por nuestras cosas, por todos los objetos que alcanzan nuestras manos, y que nos sirven de instrumentos para producir otros objetos. En el fondo, no vemos otra cosa que nuestra propia imagen, y estamos incapacitados para oír la voz profunda que, desde la Creación, nos habla también hoy de la bondad y la belleza de Dios.
Ese José que duerme, pero que al mismo tiempo se halla presto para oír lo que resuene por dentro y desde lo alto --porque no es otra cosa lo que acaba de decirnos el Evangelio de este día--, es el hombre en el que se unen el íntimo recogimiento y la prontitud. Desde la tienda abierta de su vida, nos invita a retirarnos un poco del bullicio de los sentidos; a que recuperemos también nosotros el recogimiento; a que sepamos dirigir la mirada hacia el interior y hacia lo alto, para que Dios pueda tocarnos el alma y comunicarle su palabra. La Cuaresma es un tiempo especialmente adecuado para que nos apartemos de los apremios cotidianos, y dirijamos nuevamente nuestros pasos por los caminos del interior.
Pasamos al segundo punto. Ese José que vemos está pronto para erguirse y, como dice el Evangelio, cumplir la voluntad de Dios (Mt 1,24; 2,14). Así toma contacto con el centro de la vida de María, la respuesta que diera Ella en el momento decisivo de su existencia: He aquí la sierva del Señor (Lc 1,38). En él sucede lo mismo con su disposición a levantarse: Aquí tienes a tu siervo. Dispón de mí. Coincide su respuesta con la de Isaías en el instante de recibir el llamamiento: Heme aquí, Señor. Envíame (Is 6,8, en relación con 1 Sam 3,8ss). Esa llamada informará su vida entera en adelante. Pero también hay otro texto de la Escritura que viene aquí a propósito: el anuncio que Jesús hace a Pedro cuando le dice: Te llevarán adonde tú no quieras ir (Jn 21,10). José, con su presteza, lo ha hecho regla de su vida: porque se halla preparado para dejarse conducir, aunque la dirección no sea la que él quiere. Su vida entera es una historia de correspondencias de este tipo.
Comenzó con la primera comunicación de las alturas: la del ángel al darle información sobre el secreto de la maternidad divina de María, el Misterio de la llegada del Mesías. De improviso, la idea que se había hecho de una vida discreta, sencilla y apacible, resulta trastornada cuando se siente incorporado a la aventura de Dios entre los hombres. Al igual que sucediera en el caso de Moisés ante la zarza ardiente, se ha encontrado cara a cara con un misterio del que le toca ser testigo y copartícipe. Muy pronto ha de saber lo que ello implica: que el nacimiento del Mesías no podrá suceder en Nazaret. Ha de partir para Belén, que es la ciudad de David; pero tampoco será en ella donde suceda: porque los suyos no le acogieron (Jn 1,11). Apunta ya la hora de la Cruz: porque el Señor ha de nacer en las afueras, en un establo. Luego viene, tras la nueva comunicación del ángel, la salida de Egipto, donde ha de correr la suerte de los sin casa y sin patria: refugiados, extranjeros, desarraigados que buscan un lugar donde instalarse con los suyos.
Volverá, pero sin que hayan terminado los peligros. Más tarde sufrirá la dolorosa experiencia de los tres días durante los que Jesús está perdido (Lc 2,46), esos tres días que son como un presagio de los que mediarán entre la Cruz y la Resurrección: días en los que el Señor ha desaparecido y se siente su vacío. Y, al igual que el Resucitado no habrá de retornar para vivir entre los suyos con la familiaridad de aquellos días que se fueron, sino que dice: No quieras retenerme, porque he de subir al Padre, y podrás estar conmigo cuando tú también subas (cfr Jn 20,17), así ahora, cuando Jesús es encontrado en el Templo, reaparece en primer plano el misterio de Jesús en lo que tiene de lejanía, de gravedad y de grandeza. José se siente, en cierto modo, puesto en su sitio por Jesús, pero a la vez encaminado hacia lo alto. Yo debía ocuparme de las cosas de mi Padre (Lc 2,19). Es como si le dijera: Tú no eres padre mío, sino guardián, que, al recibir la confianza de este oficio, has recibido el encargo de custodiar el misterio de la Encarnación.
Y morirá por fin José sin haber visto manifestarse la misión de Jesús. En su silencio quedarán sepultados todos sus padecimientos y esperanzas. La vida de este hombre no ha sido la del que, pretendiendo realizarse a sí mismo, busca en sí solamente los recursos que necesita para hacer de su vida lo que quiere. Ha sido el hombre que se niega a sí mismo, que se deja llevar adonde no quería. No ha hecho de su vida cosa propia, sino cosa que dar. No se ha guiado por un plan que hubiera concebido su intelecto, y decidido su voluntad, sino que, respondiendo a los deseos de Dios, ha renunciado a su voluntad para entregarse a la de Otro, la voluntad grandiosa del Altísimo. Pero es exactamente en esta íntegra renuncia de sí mismo donde el hombre se descubre.
Porque tal es la verdad: que solamente si sabemos perdernos, si nos damos, podremos encontrarnos. Cuando esto sucede, no es nuestra voluntad quien prevalece, sino ésa del Padre a la que Jesús se sometió: No se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22,42). Y como entonces se cumple lo que decimos en el Padrenuestro: Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo, es una parte del Cielo lo que hay en la tierra, porque en ésta se hace lo mismo que en el Cielo. Por esto San José nos ha enseñado, con su renuncia, con su abandono que en cierto modo adelantaba la imitación de Jesús Crucificado, los caminos de la fidelidad, de la resurrección y de la vida.
Nos queda un tercer aspecto. Mirando a ese José que está vestido como peregrino, comprendemos que, a partir del momento en que supiera del Misterio, su existencia sería la del que está siempre en camino, en un constante peregrinar. Fue así la suya una vida marcada por el signo de Abrahán: porque la Historia de Dios entre los hombres, que es la historia de sus elegidos, comienza con la orden que recibiera el padre de la estirpe: Sal de tu tierra para ser un extranjero (Gen 12,1; Heb 9,8ss). Y por haber sido una réplica de la vida de Abrahán, se nos descubre José como una prefiguración de la existencia del cristiano. Podemos comprobarlo con viveza singular en la primera Carta de san Pedro y en la de Pablo a los Hebreos. Como cristianos que somos --nos dicen los Apóstoles-- debemos considerarnos extranjeros, peregrinos y huéspedes (1 Pet 1,17; 2,11; Heb 13,14): porque nuestra morada, o como dice san Pablo en su Carta a los Filipenses, nuestra ciudadanía está en los Cielos (Phil 3,20).
Hoy suenan mal estas palabras sobre el Cielo: porque tendemos a creer que, apartarnos de cumplir nuestros deberes en la tierra, nos enajena de nuestro mundo. Tendemos a creer que nuestra vocación no es solamente hacer un Paraíso de la tierra y en ésta concentrar nuestras miradas, sino a la vez dedicarle por completo el corazón y los esfuerzos de nuestras manos. Pero sucede en la realidad que, al comportarnos de ese modo, lo que estamos haciendo es justamente destrozar la Creación. Ello es así porque, en el fondo, los anhelos del hombre, la saeta de sus ambiciones, apuntan en dirección al infinito. De aquí que, hoy más que nunca, comprobemos que únicamente Dios puede saciar al hombre por completo. Estamos hechos de tal forma, que las cosas finitas nos dejan siempre insatisfechos, porque necesitamos mucho más: necesitamos el Amor inagotable, la Verdad y la Belleza ilimitadas.
Aunque ese anhelo sea insuprimible, podemos, por desgracia desplazarlo de nuestros horizontes, y con ello perseguir las plenitudes buscando únicamente en lo finito. Queriendo tener el Cielo ya en la tierra, esperamos y exigimos todo de ella y de la actual sociedad. Pero, en su intento de extraer de lo finito lo infinito, el hombre pisotea la tierra e imposibilita una ordenada convivencia social con los demás, porque a sus ojos cada uno de los otros aspectos aparece como amenaza u obstáculo; y porque arranca del mundo material y del biológico algunos componentes que necesitaría preservar para sí mismo. Tan sólo cuando aprendamos nuevamente a dirigir nuestras miradas hacia el Cielo, brillará también la tierra con todo su esplendor. Únicamente cuando vivifiquemos las grandes esperanzas de nuestros ánimos con la idea de un eterno estar con Dios, y nos sintamos nuevamente peregrinos hacia la Eternidad, en vez de aherrojarnos a esta tierra, sólo entonces irradiarán nuestros anhelos hacia este mundo para que tenga también él esperanza y paz.
Por todo ello, demos gracias a Dios en este día porque nos ha dado ese Santo, que nos habla de recogernos en Él; que nos enseña la prontitud, la obediencia, la abnegación y la actitud de los caminantes que se dejan llevar por Dios; y que nos dice por esto mismo la manera de servir igualmente a nuestra tierra. Demos gracias asimismo por esta fiesta jubilar en la que podemos comprobar que sigue habiendo personas con el ánimo abierto a la voluntad de Dios, y preparadas para escuchar sus llamamientos y marchar a su lado hacia donde Él quiera llevarlas.
Imploremos la gracia de lo Alto para que, demostrando también nosotros vigilancia y prontitud, y procediendo en nuestras vidas con la misma plenitud de la esperanza, nos veamos un día recibidos por Dios, que constituye nuestro auténtico Destino de caminantes hacia la comunión de la vida eterna.
viernes, 16 de marzo de 2012
EL AMOR Y LOS DETALLES...
El amor y los detalles
Autor: Padre Justo López Melús
El amor se manifiesta sobre todo en los pequeños detalles. Y es que cuando hay amor hay detalles, y cuando no hay detalles es que no hay amor. Un corazón sensible no admite extravagancias ni faltas de respeto. Un caballero, por ejemplo, no permite que se burlen de su madre, y no tiene reparos humanos en mostrarle cariño.
Cuenta el cardenal Suenens que en una ocasión acompañaba al rey Balduino por una carretera secundaria. Conducía el rey, él era el único pasajero. De repente dio un brusco frenazo. Al pasar cerca de un pueblo vio una imagen de la Virgen sobre un pedestal, pero alguien había tenido el mal gusto de profanarla poniéndole en la cabeza un casco militar. El rey se bajó del coche, quitó el casco y lo tiró a una zanja. Luego cogió el volante y arrancó sin comentarios, como la cosa más natural del mundo.
Autor: Padre Justo López Melús
El amor se manifiesta sobre todo en los pequeños detalles. Y es que cuando hay amor hay detalles, y cuando no hay detalles es que no hay amor. Un corazón sensible no admite extravagancias ni faltas de respeto. Un caballero, por ejemplo, no permite que se burlen de su madre, y no tiene reparos humanos en mostrarle cariño.
Cuenta el cardenal Suenens que en una ocasión acompañaba al rey Balduino por una carretera secundaria. Conducía el rey, él era el único pasajero. De repente dio un brusco frenazo. Al pasar cerca de un pueblo vio una imagen de la Virgen sobre un pedestal, pero alguien había tenido el mal gusto de profanarla poniéndole en la cabeza un casco militar. El rey se bajó del coche, quitó el casco y lo tiró a una zanja. Luego cogió el volante y arrancó sin comentarios, como la cosa más natural del mundo.
EL AMOR DE DIOS...
El Amor de Dios
Dios nos hace saber de muchas maneras que nos ama, que nunca se olvida de nosotros, pues nos lleva escritos en su mano para tenernos siempre a la vista (Isaías 49, 15-17)
I. Dios nos hace saber de muchas maneras que nos ama, que nunca se olvida de nosotros, pues nos lleva escritos en su mano para tenernos siempre a la vista (Isaías 49, 15-17). Jamás podremos imaginar lo que Dios nos ama: nos redimió con su Muerte en la Cruz, habita en nuestra alma en gracia, se comunica con nosotros en lo más íntimo de nuestro corazón, durante estos ratos de oración y en cualquier momento del día. Cuando contemplamos al Señor en cada una de las escenas del Vía Crucis es fácil que desde el corazón se nos venga a los labios el decir: “¿Saber que me quieres tanto, Dios mío, y... no me he vuelto loco?”
II. Dios nos ama con amor personal e individual. Jamás ha dejado de amarnos, ni siquiera en los momentos de mayor ingratitud por nuestra parte o cuando cometimos los pecados más graves. Su atención ha sido constante en todas las circunstancias y sucesos, y está siempre junto a nosotros: Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo (Mateo 28, 20), hasta el último instante de nuestra vida. ¡Tantas veces se ha hecho el encontradizo! En la alegría y en el dolor. Como muestra de amor nos dejó los sacramentos, “canales de la misericordia divina”. Nos perdona en la Confesión y se nos da en la Sagrada Eucaristía. Nos ha dado a su Madre por Madre nuestra. También nos ha dado un Ángel para que nos proteja. Y Él nos espera en el Cielo donde tendremos una felicidad sin límites y sin término. Pero amor con amor se paga. Y decimos con Francisca Javiera: “Mil vidas si las tuviera daría por poseerte, y mil... y mil... más yo diera... por amarte si pudiera... con ese amor puro y fuerte con que Tú siendo quien eres... nos amas continuamente” (Decenario al Espíritu Santo).
III. Dios espera de cada hombre una respuesta sin condiciones a su amor por nosotros. Nuestro amor a Dios se muestra en las mil incidencias de cada día: amamos a Dios a través del trabajo bien hecho, de la vida familiar, de las relaciones sociales, del descanso... Todo se puede convertir en obras de amor. Cuando correspondemos al amor a Dios los obstáculos se vencen; y al contrario, sin amor hasta las más pequeñas dificultades parecen insuperables. El amor a Dios ha de ser supremo y absoluto. Dentro de este amor caben todos los amores nobles y limpios de la tierra, según la peculiar vocación recibida, y cada uno en su orden. La señal externa de nuestra unión con Dios es el modo como vivimos la caridad con quienes están junto a nosotros. Pidámosle hoy a la Virgen que nos enseñe a corresponder al amor de su Hijo, y que sepamos también amar con obras a sus hijos, nuestros hermanos.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
Dios nos hace saber de muchas maneras que nos ama, que nunca se olvida de nosotros, pues nos lleva escritos en su mano para tenernos siempre a la vista (Isaías 49, 15-17)
I. Dios nos hace saber de muchas maneras que nos ama, que nunca se olvida de nosotros, pues nos lleva escritos en su mano para tenernos siempre a la vista (Isaías 49, 15-17). Jamás podremos imaginar lo que Dios nos ama: nos redimió con su Muerte en la Cruz, habita en nuestra alma en gracia, se comunica con nosotros en lo más íntimo de nuestro corazón, durante estos ratos de oración y en cualquier momento del día. Cuando contemplamos al Señor en cada una de las escenas del Vía Crucis es fácil que desde el corazón se nos venga a los labios el decir: “¿Saber que me quieres tanto, Dios mío, y... no me he vuelto loco?”
II. Dios nos ama con amor personal e individual. Jamás ha dejado de amarnos, ni siquiera en los momentos de mayor ingratitud por nuestra parte o cuando cometimos los pecados más graves. Su atención ha sido constante en todas las circunstancias y sucesos, y está siempre junto a nosotros: Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo (Mateo 28, 20), hasta el último instante de nuestra vida. ¡Tantas veces se ha hecho el encontradizo! En la alegría y en el dolor. Como muestra de amor nos dejó los sacramentos, “canales de la misericordia divina”. Nos perdona en la Confesión y se nos da en la Sagrada Eucaristía. Nos ha dado a su Madre por Madre nuestra. También nos ha dado un Ángel para que nos proteja. Y Él nos espera en el Cielo donde tendremos una felicidad sin límites y sin término. Pero amor con amor se paga. Y decimos con Francisca Javiera: “Mil vidas si las tuviera daría por poseerte, y mil... y mil... más yo diera... por amarte si pudiera... con ese amor puro y fuerte con que Tú siendo quien eres... nos amas continuamente” (Decenario al Espíritu Santo).
III. Dios espera de cada hombre una respuesta sin condiciones a su amor por nosotros. Nuestro amor a Dios se muestra en las mil incidencias de cada día: amamos a Dios a través del trabajo bien hecho, de la vida familiar, de las relaciones sociales, del descanso... Todo se puede convertir en obras de amor. Cuando correspondemos al amor a Dios los obstáculos se vencen; y al contrario, sin amor hasta las más pequeñas dificultades parecen insuperables. El amor a Dios ha de ser supremo y absoluto. Dentro de este amor caben todos los amores nobles y limpios de la tierra, según la peculiar vocación recibida, y cada uno en su orden. La señal externa de nuestra unión con Dios es el modo como vivimos la caridad con quienes están junto a nosotros. Pidámosle hoy a la Virgen que nos enseñe a corresponder al amor de su Hijo, y que sepamos también amar con obras a sus hijos, nuestros hermanos.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
SER PAN...
Ser pan
Autor: Rafael Prieto Ramiro
Puede que sea bonito, pero desde luego no ese nada fácil hacerse pan.
Significa que ya no puedes vivir para tí, sino para los demás.
Significa que ya no puedes poseer nada, ni cosas, ni tiempo, ni talentos, ni libertad, ni salud; todo lo tuyo ya no es tuyo, es de y para los demás.
Significa que tienes que estar enteramente disponible, a tiempo completo.
Ya no puedes protestar si te exigen mucho, si te molestan mucho, si te llaman a cualquier hora y para cualquier cosa.
Significa que debes tener paciencia y mansedumbre, como el pan, que se deja amasar, cocer y partir.
Significa que debes ser humilde, como el pan, que no figura en la lista de platos exquisitos; está ahí, siempre para acompañar.
Significa que debes cultivar la ternura y la bondad, porque así es el pan, tierno y bueno.
Significa que debes estar siempre dispuesto al sacrificio, como el pan que se deja triturar.
Significa que debes vivir siempre en el amor más grande, capaz de morir para dar vida, como el pan.
San Ignacio de Antioquía quería ser triturado por los dientes de las fieras para llegar a ser pan de Cristo.
Tú, no hace falta que busques a los leones para que te trituren.
Déjate triturar por esos cachorrillos que son los hermanos.
Déjate amasar por las contrariedades, los trabajos y los servicios a favor de los hermanos.
Déjate cocer por el fuego del amor y del espíritu.
Después ya podrás ofrecerte a todos los que tengan algún hambre.
Autor: Rafael Prieto Ramiro
Puede que sea bonito, pero desde luego no ese nada fácil hacerse pan.
Significa que ya no puedes vivir para tí, sino para los demás.
Significa que ya no puedes poseer nada, ni cosas, ni tiempo, ni talentos, ni libertad, ni salud; todo lo tuyo ya no es tuyo, es de y para los demás.
Significa que tienes que estar enteramente disponible, a tiempo completo.
Ya no puedes protestar si te exigen mucho, si te molestan mucho, si te llaman a cualquier hora y para cualquier cosa.
Significa que debes tener paciencia y mansedumbre, como el pan, que se deja amasar, cocer y partir.
Significa que debes ser humilde, como el pan, que no figura en la lista de platos exquisitos; está ahí, siempre para acompañar.
Significa que debes cultivar la ternura y la bondad, porque así es el pan, tierno y bueno.
Significa que debes estar siempre dispuesto al sacrificio, como el pan que se deja triturar.
Significa que debes vivir siempre en el amor más grande, capaz de morir para dar vida, como el pan.
San Ignacio de Antioquía quería ser triturado por los dientes de las fieras para llegar a ser pan de Cristo.
Tú, no hace falta que busques a los leones para que te trituren.
Déjate triturar por esos cachorrillos que son los hermanos.
Déjate amasar por las contrariedades, los trabajos y los servicios a favor de los hermanos.
Déjate cocer por el fuego del amor y del espíritu.
Después ya podrás ofrecerte a todos los que tengan algún hambre.
ORACIÓN PARA SONREIR...
Oración para sonreir
Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro
sonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.
Que mis ojos sonrían diariamente
por el cuidado y compañerismo
de mi familia y de mi comunidad.
Que mi corazón sonría diariamente
por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente
con la alegría y regocijo de tus trabajos.
Que mi rostro dé testimonio diariamente
de la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.
Amén.
Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro
sonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.
Que mis ojos sonrían diariamente
por el cuidado y compañerismo
de mi familia y de mi comunidad.
Que mi corazón sonría diariamente
por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente
con la alegría y regocijo de tus trabajos.
Que mi rostro dé testimonio diariamente
de la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.
Amén.
Madre Teresa de Calcuta
JESÚS, LA MEJOR OPCIÓN EN LA VIDA
Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net Jesús, la mejor opción en la vida | |
Viernes tercera semana Cuaresma. A veces nuestras decisiones nos llevan por otros caminos. | |
La Escritura habla constantemente de la presencia de Dios como el único, como el primero en el corazón del pueblo de Israel, y usa la imagen del escuchar, del oír para indicar precisamente esta relación entre Dios y su pueblo. Cuando a Jesús le preguntan ¿cuál es el primero de todos los mandamientos?, para responder Jesús emplea las palabras de una oración que los israelitas rezan todas las mañanas: "Escucha Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor, no tendrás otro Dios delante de ti". Dentro del camino de la Cuaresma -que es el camino de conversión del corazón-, la escucha, el llegar a oír, el ser capaces de recibir la Palabra de Dios en el corazón es un elemento fundamental que se mezcla en nuestro interior con el elemento central del juicio, que es nuestra conciencia. El profeta Oseas decía: "Ya no tendré más ídolos en mí". Es necesario aprender a no tener más ídolos en nosotros; hacer que nuestra conciencia se vea plena y solamente iluminada por Dios nuestro Señor, que ningún otro ídolo marque el camino de nuestra conciencia. Podría ser que en nuestra vida, en ese camino de aprendizaje personal, no tomásemos como criterio de comportamiento a Dios nuestro Señor, sino como dirá el Profeta Oseas: "a las obras de nuestras manos". Y Dios dice: "No vuelvas a llamar Dios tuyo a las obras de tus manos; no vuelvas a hacer que tu Dios sean las obras de tus manos". Abre tu conciencia, abre tu corazón a ese Dios que se convierte en tu alma en el único Señor. Sin embargo, cada vez que entramos en nosotros mismos, cada vez que tenemos que tomar decisiones de tipo moral en nuestra vida, cada vez que tenemos que ilustrar nuestra existencia, nos encontramos como «dios nuestro» a la obras de nuestras manos: a nuestro juicio y a nuestro criterio. Cuántas veces no hacemos de nuestro criterio la única luz que ilumina nuestro comportamiento, y aunque sabemos que es posible que Dios piense de una forma diferente, continuamos actuando con las obras de nuestras manos como si fueran Dios, continuamos teniendo ídolos dentro de nuestro corazón. La Cuaresma es este camino de preparación hacia el encuentro con Jesucristo nuestro Señor resucitado, que, vencedor del pecado y de la muerte, se nos presenta como el único Señor de nuestro corazón. La preparación cuaresmal nos tiene que llevar a hacer de nuestra conciencia un campo abierto, sometido, totalmente puesto a la luz de Dios. A veces nuestras decisiones nos llevan por otros caminos, ¿qué podemos hacer para que nuestra conciencia realmente sea y se encuentre sólo con Dios en el propio interior? Recordemos el ejemplo tan sencillo de una cultura de tipo agrícola que nos da la Escritura: "Volverán a vivir bajo mi sombra". Dios como la sombra que en los momentos de calor da serenidad, da paz, da sosiego al alma. Dios como el árbol a cuya sombra tenemos que vivir. Tenemos que darnos cuenta de que esta ruptura interior, que se produce con todos los ídolos, con todas las obras de nuestras manos, con todos los criterios prefabricados, con todos los criterios que nosotros hemos construido para nuestra conveniencia personal, acaban chocando con el salmo: "Yo soy tu Dios, escúchame". Él es nuestro Dios, ¿escuchamos a nuestro Dios? ¿Hasta qué punto realmente somos capaces de escuchar y no simplemente de oír? ¿Hasta qué punto hacemos de la palabra de Dios algo que se acoge en nuestro corazón, algo que se recibe en nuestro corazón? Nunca olvidemos que de la escucha se pasa al amor y de la acogida se pasa a la identificación. Éste es el camino que tenemos que llevar si queremos estar viviendo según el primero de los mandamientos y si queremos escuchar de los labios de Jesús las palabras que le dice al escriba: "No estás lejos del reino de Dios". Solamente cuando el hombre y la mujer son capaces de hacer de la palabra de Dios en su corazón la única luz, y cuando hacer la única luz se concreta a una escucha, a un amor identificado con nuestro Señor, es cuando realmente nuestra vida empieza a encontrarse próxima al reino de Dios. Mientras nosotros sigamos teniendo los ídolos de nuestras manos dentro del corazón, estaremos encontrarnos alejados del reino de Dios, aunque nosotros pensemos que estamos cerca. En nuestra conciencia la voz de Dios tiene que ser la luz auténtica que nos acerca a su Reino. Siempre que recibamos la Eucaristía, no nos quedemos simplemente con el hermoso sentimiento de: "¡qué cerca estás de mí, Señor!". Busquemos, pidamos que la Eucaristía se convierta en nuestro corazón en la luz que va transformando, que va rompiendo, que va separando del alma los ídolos, y que va haciendo de Dios el único criterio de juicio de nuestros comportamientos. Solamente así podremos escuchar en nuestro corazón esas palabras tan prometedoras del profeta Oseas "Seré para Israel como el rocío; mi pueblo florecerá como el lirio, hundirá profundamente sus raíces. Como el álamo y sus renuevos se propagarán; su esplendor será como el del olivo y tendrá la fragancia de los cedros del Líbano. Volverán a vivir bajo mi sombra." Que la luz de Dios nuestro Señor sea la sombra a la cual toda nuestra vida crece, en la cual toda nuestra vida se realiza en plenitud. |
jueves, 15 de marzo de 2012
EUCARISTÍA
Eucaristía
(Por Emma-Margarita R. A.-Valdés)
(Por Emma-Margarita R. A.-Valdés)
¡Qué milagro se ofrece cada día
ante la humanidad indiferente!,
todo un Dios, infinito, omnipotente,
da su cuerpo, cosecha de agonía.
Nos espera en amante cercanía
como agua, vino y pan, limpio torrente,
zumo añejo de paz, viva simiente,
alimentos de célica alegría.
¡Qué humildad!, en el fruto consagrado
está Dios, el espíritu inmortal,
en silencioso amor esclavizado.
Olvidó su dolor, nuestro pecado,
nos ofrece su reino celestial,
y le dejamos solo, abandonado.
ante la humanidad indiferente!,
todo un Dios, infinito, omnipotente,
da su cuerpo, cosecha de agonía.
Nos espera en amante cercanía
como agua, vino y pan, limpio torrente,
zumo añejo de paz, viva simiente,
alimentos de célica alegría.
¡Qué humildad!, en el fruto consagrado
está Dios, el espíritu inmortal,
en silencioso amor esclavizado.
Olvidó su dolor, nuestro pecado,
nos ofrece su reino celestial,
y le dejamos solo, abandonado.
JESÚS, ENSÉÑANOS A ORAR...
Jesús, Enséñanos a Orar
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
Cristo tuvo una vida de oración intensa. En el Evangelio aparecen detalles lindos sobre la oración de Jesucristo. Por las noches se retiraba a orar largos ratos y durante el día cuando iban de pueblo en pueblo, Cristo alababa a su padre con sus apóstoles recitando o cantando los salmos.
¿Qué es oración? Oración es conversar con Dios, alabarlo y darle gracias, es entablar un diálogo profundo de amor con el Señor. Usted nunca será una persona feliz si no ora, ni tendrá paz si no mantiene una vida de contacto permanente con Dios. El que no ora no permite que la fuerza y el poder del espíritu realicen cosas grandes y maravillosas. Si usted no ora en definitiva su vida se va secando.
Los discípulos oraban imitando al maestro, alabando al padre, pidiendo y dando gracias. Un día se le ocurrió a uno de ellos pedirle a Jesús que les enseñara a orar. Jesús les enseñó el Padre Nuestro, (Mt. 6,9) Veamos qué significa el Padre Nuestro.
"Padre Nuestro que estás en el cielo": Es padre nuestro, padre de los buenos y de los malos, padre de los santos y de los pecadores, padre de los creyentes y de los no creyentes. Papá nuestro que significa que todos somos hermanos porque tenemos un padre en común.
"Padre que estás en el cielo": La expresión "estás en el cielo" significa lugar de dominio, eres el soberano, y el Rey. El cristiano no puede ser idólatra. Sólo tenemos un Dios.
"Santificado sea tu nombre": Significa que si yo soy hijo de Dios quiero por mis obras glorificar su nombre porque el hijo honra a su padre y a su madre, siendo una persona íntegra. Santificado sea tu nombre significa que nuestras obras siempre glorifiquen el nombre de Dios.
"Venga tu reino": ¿Qué significa reino bíblicamente? Significa ambiente de fraternidad, de justicia, de paz; que a nadie le falte el pan de cada día, que todos seamos generosos. Reino de Dios ven ya a nuestro mundo, que nos amemos, que todos tengamos las mismas oportunidades. Nuestro reto es hacer que aquí en la tierra el reino de Dios se haga realidad, y para eso tenemos que pedir y actuar. La oración auténtica va acompañada de acción.
"Que se haga tu voluntad así en la tierra como en el cielo": Tierra es todo lo temporal, es todo lo material y cielo significa divinidad, espiritualidad. Señor que se haga tu voluntad en las cosas que hago todos los días en mi oficina, en mi casa, en el parque, en el negocio como también quiero hacer tu voluntad cuando voy a misa y cuando rezo.
"Danos hoy Señor Nuestro Pan de cada día": Esto es que no nos falte el pan material por supuesto, pero que nos nos falte el pan del amor, el pan de la presencia de Dios porque si buscamos cumplir las cosas del reino lo demás nos vendrá por añadidura. El hombre es hombre cuando actúa en la tierra pero siempre mirando el cielo, pidiéndole al señor y actuando en nombre de El, y transformando la historia para que el reino de Dios se haga realidad. ¡Qué hermoso es comer a Cristo en la Eucaristía"! Y dice Jesús "Quien me coma no tendrá hambre, quien me coma tendrá la vida eterna".
También en este texto se puede aplicar la expresión hoy a algo muy sabio. Dice Jesús que tenemos que preocuparnos por el día de hoy. Pero hay gente preocupada por tener y almacenar fortuna como si fueran a vivir 10,000 años olvidándose del amor. El hoy en definitiva es lo único que tenemos.
"Perdónanos nuestras ofensas": ¿Quién no ha ofendido a Dios hasta siete veces en un día?; aún el más santo. ¿Quién no tiene un mal pensamiento, un mal deseo o un arranque de ira o un acto de egoísmo? ¿Quién no tiene algún pecado de omisión? Señor perdónanos nuestras ofensas. Dios te perdona si tu te arrepientes y si tu perdonas.
"No nos dejes caer en la tentación". Hasta Jesús tuvo tentaciones. Los cristianos siempre seremos tentados. Lo que pedimos al Señor es que nos dé fuerza y poder en el espíritu para no caer en la tentación, pero si usted confía solamente en sus fuerzas se cae. Y la última parte: "Líbranos del maligno" o sea líbranos del diablo.
Pues bien Jesús nos ama, Jesús nos quiere y ¡con EL SOMOS INVENCIBLES
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
Cristo tuvo una vida de oración intensa. En el Evangelio aparecen detalles lindos sobre la oración de Jesucristo. Por las noches se retiraba a orar largos ratos y durante el día cuando iban de pueblo en pueblo, Cristo alababa a su padre con sus apóstoles recitando o cantando los salmos.
¿Qué es oración? Oración es conversar con Dios, alabarlo y darle gracias, es entablar un diálogo profundo de amor con el Señor. Usted nunca será una persona feliz si no ora, ni tendrá paz si no mantiene una vida de contacto permanente con Dios. El que no ora no permite que la fuerza y el poder del espíritu realicen cosas grandes y maravillosas. Si usted no ora en definitiva su vida se va secando.
Los discípulos oraban imitando al maestro, alabando al padre, pidiendo y dando gracias. Un día se le ocurrió a uno de ellos pedirle a Jesús que les enseñara a orar. Jesús les enseñó el Padre Nuestro, (Mt. 6,9) Veamos qué significa el Padre Nuestro.
"Padre Nuestro que estás en el cielo": Es padre nuestro, padre de los buenos y de los malos, padre de los santos y de los pecadores, padre de los creyentes y de los no creyentes. Papá nuestro que significa que todos somos hermanos porque tenemos un padre en común.
"Padre que estás en el cielo": La expresión "estás en el cielo" significa lugar de dominio, eres el soberano, y el Rey. El cristiano no puede ser idólatra. Sólo tenemos un Dios.
"Santificado sea tu nombre": Significa que si yo soy hijo de Dios quiero por mis obras glorificar su nombre porque el hijo honra a su padre y a su madre, siendo una persona íntegra. Santificado sea tu nombre significa que nuestras obras siempre glorifiquen el nombre de Dios.
"Venga tu reino": ¿Qué significa reino bíblicamente? Significa ambiente de fraternidad, de justicia, de paz; que a nadie le falte el pan de cada día, que todos seamos generosos. Reino de Dios ven ya a nuestro mundo, que nos amemos, que todos tengamos las mismas oportunidades. Nuestro reto es hacer que aquí en la tierra el reino de Dios se haga realidad, y para eso tenemos que pedir y actuar. La oración auténtica va acompañada de acción.
"Que se haga tu voluntad así en la tierra como en el cielo": Tierra es todo lo temporal, es todo lo material y cielo significa divinidad, espiritualidad. Señor que se haga tu voluntad en las cosas que hago todos los días en mi oficina, en mi casa, en el parque, en el negocio como también quiero hacer tu voluntad cuando voy a misa y cuando rezo.
"Danos hoy Señor Nuestro Pan de cada día": Esto es que no nos falte el pan material por supuesto, pero que nos nos falte el pan del amor, el pan de la presencia de Dios porque si buscamos cumplir las cosas del reino lo demás nos vendrá por añadidura. El hombre es hombre cuando actúa en la tierra pero siempre mirando el cielo, pidiéndole al señor y actuando en nombre de El, y transformando la historia para que el reino de Dios se haga realidad. ¡Qué hermoso es comer a Cristo en la Eucaristía"! Y dice Jesús "Quien me coma no tendrá hambre, quien me coma tendrá la vida eterna".
También en este texto se puede aplicar la expresión hoy a algo muy sabio. Dice Jesús que tenemos que preocuparnos por el día de hoy. Pero hay gente preocupada por tener y almacenar fortuna como si fueran a vivir 10,000 años olvidándose del amor. El hoy en definitiva es lo único que tenemos.
"Perdónanos nuestras ofensas": ¿Quién no ha ofendido a Dios hasta siete veces en un día?; aún el más santo. ¿Quién no tiene un mal pensamiento, un mal deseo o un arranque de ira o un acto de egoísmo? ¿Quién no tiene algún pecado de omisión? Señor perdónanos nuestras ofensas. Dios te perdona si tu te arrepientes y si tu perdonas.
"No nos dejes caer en la tentación". Hasta Jesús tuvo tentaciones. Los cristianos siempre seremos tentados. Lo que pedimos al Señor es que nos dé fuerza y poder en el espíritu para no caer en la tentación, pero si usted confía solamente en sus fuerzas se cae. Y la última parte: "Líbranos del maligno" o sea líbranos del diablo.
Pues bien Jesús nos ama, Jesús nos quiere y ¡con EL SOMOS INVENCIBLES
DÍA SEXTO: NOVENA A SAN JOSE
Día Sexto: Pureza de San José
San
José fue custodio de Cristo Jesús, y verdadero esposo de la más pura
criatura, María Madre de Dios. San José apareció a los ojos de Dios
adornado con tanta pureza que el Señor le confió sus más grandes
tesoros. Con este ejemplo sublime de pureza. ¿No nos animaremos a ser
puros en pensamientos, palabras y obras?
miércoles, 14 de marzo de 2012
LAS VIRTUDES Y EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL
Miércoles de la tercera semana de Cuaresma
Las virtudes y el crecimiento espiritual
La santificación de cada jornada comporta el ejercicio de muchas virtudes humanas y sobrenaturales. Las virtudes exigen para su crecimiento repetición de actos, pues cada una de ellos deja en el alma una disposición que facilita el siguiente.El ejercicio de las virtudes nos indica el sendero que conduce al Señor.
I. Jesús nos enseña que el camino que conduce a la Vida, a la santidad, consiste en el pleno desarrollo de la vida espiritual. Ese crecimiento, a veces difícil y lento, es el desarrollo de las virtudes. La santificación de cada jornada comporta el ejercicio de muchas virtudes humanas y sobrenaturales. Las virtudes exigen para su crecimiento repetición de actos, pues cada una de ellos deja en el alma una disposición que facilita el siguiente. El ejercicio de las virtudes nos indica en todo momento el sendero que conduce al Señor. Un cristiano que con la ayuda de la gracia, se esfuerza en alcanzar la santidad, se aleja de las ocasiones de pecado, resiste con fortaleza las tentaciones, y es consciente de que la vida cristiana le exige el desarrollo de las virtudes, la purificación de los pecados y de las faltas de correspondencia a la gracia en la vida pasada. La Iglesia nos invita especialmente en este tiempo de Cuaresma a crecer en las virtudes: hábitos de obrar el bien.
II. Aunque la santificación es enteramente de Dios, en su bondad infinita, Él ha querido que sea necesaria la correspondencia humana, y ha puesto en nuestra naturaleza la capacidad de disponernos a la acción sobrenatural de la gracia. Mediante el cultivo de las virtudes humanas disponemos nuestra alma a la acción del Espíritu Santo. Las virtudes humanas son el fundamento de las sobrenaturales. “No es posible creer en la santidad de quienes fallan en las virtudes humanas más elementales” (ALVARO DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio). Las virtudes forman un entramado: cuando se crece en una, se adelanta en todas las demás. Y “ la caridad es la que da unidad a todas las virtudes que hacen al hombre perfecto”(Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer). Hoy podemos preguntarnos: ¿aprovecho verdaderamente las incidencias de cada día para ejercitarme en las virtudes humanas y, con la gracia de Dios en las sobrenaturales?
III. El Señor no pide imposibles. Él dará las gracias necesarias para ser fieles en las situaciones difíciles. Y la ejemplaridad que espera de todos será en muchas ocasiones el medio para hacer atrayente la doctrina de Cristo y re-evangelizar de nuevo el mundo. Con nuestra vida –que puede tener fallos, pero que no se conforma a ellos- debemos enseñar que las virtudes cristianas se pueden vivir en medio de todas las tareas nobles; y que ser compasivos con los defectos y errores ajenos no es rebajar las exigencias del Evangelio. Nuestra Señora, “modelo y escuela de todas virtudes” (SAN AMBROSIO, Tratado sobre las virtudes), nos ayudará en nuestro empeño por adquirir las virtudes que el Señor espera de nosotros.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
Las virtudes y el crecimiento espiritual
La santificación de cada jornada comporta el ejercicio de muchas virtudes humanas y sobrenaturales. Las virtudes exigen para su crecimiento repetición de actos, pues cada una de ellos deja en el alma una disposición que facilita el siguiente.El ejercicio de las virtudes nos indica el sendero que conduce al Señor.
I. Jesús nos enseña que el camino que conduce a la Vida, a la santidad, consiste en el pleno desarrollo de la vida espiritual. Ese crecimiento, a veces difícil y lento, es el desarrollo de las virtudes. La santificación de cada jornada comporta el ejercicio de muchas virtudes humanas y sobrenaturales. Las virtudes exigen para su crecimiento repetición de actos, pues cada una de ellos deja en el alma una disposición que facilita el siguiente. El ejercicio de las virtudes nos indica en todo momento el sendero que conduce al Señor. Un cristiano que con la ayuda de la gracia, se esfuerza en alcanzar la santidad, se aleja de las ocasiones de pecado, resiste con fortaleza las tentaciones, y es consciente de que la vida cristiana le exige el desarrollo de las virtudes, la purificación de los pecados y de las faltas de correspondencia a la gracia en la vida pasada. La Iglesia nos invita especialmente en este tiempo de Cuaresma a crecer en las virtudes: hábitos de obrar el bien.
II. Aunque la santificación es enteramente de Dios, en su bondad infinita, Él ha querido que sea necesaria la correspondencia humana, y ha puesto en nuestra naturaleza la capacidad de disponernos a la acción sobrenatural de la gracia. Mediante el cultivo de las virtudes humanas disponemos nuestra alma a la acción del Espíritu Santo. Las virtudes humanas son el fundamento de las sobrenaturales. “No es posible creer en la santidad de quienes fallan en las virtudes humanas más elementales” (ALVARO DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio). Las virtudes forman un entramado: cuando se crece en una, se adelanta en todas las demás. Y “ la caridad es la que da unidad a todas las virtudes que hacen al hombre perfecto”(Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer). Hoy podemos preguntarnos: ¿aprovecho verdaderamente las incidencias de cada día para ejercitarme en las virtudes humanas y, con la gracia de Dios en las sobrenaturales?
III. El Señor no pide imposibles. Él dará las gracias necesarias para ser fieles en las situaciones difíciles. Y la ejemplaridad que espera de todos será en muchas ocasiones el medio para hacer atrayente la doctrina de Cristo y re-evangelizar de nuevo el mundo. Con nuestra vida –que puede tener fallos, pero que no se conforma a ellos- debemos enseñar que las virtudes cristianas se pueden vivir en medio de todas las tareas nobles; y que ser compasivos con los defectos y errores ajenos no es rebajar las exigencias del Evangelio. Nuestra Señora, “modelo y escuela de todas virtudes” (SAN AMBROSIO, Tratado sobre las virtudes), nos ayudará en nuestro empeño por adquirir las virtudes que el Señor espera de nosotros.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
ORACION PARA APRENDER A AMAR
ORACION PARA APRENDER A AMAR
Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.
-Madre Teresa de Calcuta M.C.
Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.
-Madre Teresa de Calcuta M.C.
RECONOCER A DIOS..
Reconocer a Dios
Cuando el astronauta ruso Yuri Gagarin fue interrogado sobre si había visto a Dios allá en las alturas, respondió: "No lo he visto, Dios no existe"
Tiempo después la misma pregunta se la hicieron a Gordon Cooper y dijo: "Para ver a Dios no necesito subir a las alturas, lo llevo dentro de mí"
Cuántos pretenden encontrar a Dios lejos de sí mismos.. Dios sonríe en los juegos de los niños, gime en el dolor del enfermo, sufre en la miseria del que no tiene pan, alarga la mano en el mendigo...
Dios está en todas partes y en todos y cada uno de nosotros, no es preciso ir a la luna a buscarlo.. basta con que abramos los ojos para poderlo ver.
¡Que triste pasar a su lado.. y no reconocerlo!
Cuando el astronauta ruso Yuri Gagarin fue interrogado sobre si había visto a Dios allá en las alturas, respondió: "No lo he visto, Dios no existe"
Tiempo después la misma pregunta se la hicieron a Gordon Cooper y dijo: "Para ver a Dios no necesito subir a las alturas, lo llevo dentro de mí"
Cuántos pretenden encontrar a Dios lejos de sí mismos.. Dios sonríe en los juegos de los niños, gime en el dolor del enfermo, sufre en la miseria del que no tiene pan, alarga la mano en el mendigo...
Dios está en todas partes y en todos y cada uno de nosotros, no es preciso ir a la luna a buscarlo.. basta con que abramos los ojos para poderlo ver.
¡Que triste pasar a su lado.. y no reconocerlo!
LA BELLEZA DEL PERDÓN...
La belleza del perdón
Autor: Padre Juan Carlos Ortega Rodríguez
El Santo Padre nos recuerda cómo algunos cristianos han abandonado la práctica de este sacramento debido al profundo sentido de justicia que cultivan en su interior y que les lleva a "probar un sentimiento de indignidad ante la grandeza del don recibido. En realidad tienen razón en sentirse indignos" (Carta a los sacerdotes con motivo del Jueves Santo, 15 de marzo de 2001, n.6).
Parecería que estas palabras son contradictorias. Por una parte afirma el Papa que es bueno sentirnos indignos; pero por otra parece que este sentimiento nos aparta de uno de los principales sacramentos.
En realidad la contradicción dependerá no del sentido de indignidad, que todos debemos experimentar, sino del fundamento de la indignidad. Nos hará mal si se funda en la justicia, en cambio será una ayuda si lo basamos en el amor. Me explicaré.
La sociedad actual ha desarrollado fuertemente el sentido de justicia. Hace unos meses comentaba con un amigo este hecho que, aunque positivo, no es suficiente para saciar al ser humano. Más aún, si permanecemos en la sola justicia el hombre se empobrece pues su anhelo más profundo no se limita en ser justo sino que va más allá, deseando amar y ser amado.
Uno de los síntomas de un matrimonio sano es cuando cada uno considera que recibe del otro más de lo que uno mismo merece, es decir, cuando uno se considera indigno de la persona amada. Cuando ambos se consideran indignos del otro es señal que su relación se basa en el amor y no en la justicia.
En efecto, considerarse, en cierta medida, indigno de la persona amada ayuda a valorar los dones que de ella se recibe y ayuda a superar el sentido de culpabilidad por los propios errores.
Si uno se considera indigno, valorará como algo gratuito y no merecido todo el cariño y entrega que de la persona amada recibe; en cambio, si uno se considera digno de tal amor, todos esos detalles serán recibidos como simple respuesta de justicia debida.
De igual modo, uno acepta los propios errores de modo diverso dependiendo de si se vive en una actitud de amor o simplemente de justicia. Si la relación se basa en la justicia, nacerá un sentido de culpabilidad que no sanará incluso si la otra parte perdona, pues nunca se merece el perdón.
Pero si la relación se basa en el amor, los fallos "lejos de deprimir el entusiasmo, le pondrá alas" (n. 9) para encontrar nuevos y mejores modos de manifestar el amor.
Algo similar nos ocurre cuando consideramos nuestros pecados de cara a la constante fidelidad de Dios. Si mi relación con el Señor se basa en la justicia siempre me sentiré culpable e indigno y su amor de Dios, en vez de ayudarme, me abrumará e, incluso, no aceptaré su perdón pues no me lo
merezco.
Pero todo es diverso si mi relación con Él se funda en el amor.
Cierto que probaremos, "como Pedro, el mismo sentimiento de indignidad ante la grandeza del don divino". Pero el amor será capaz de superar las consecuencias de mi indignidad. Llama la atención cómo Jesucristo no exige en primer lugar a Pedro que le pida perdón sino que se le ame: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que estos?" (Jn 21, 15) "Es sobre la base de este amor consciente de la propia fragilidad" que nacerá nuevamente la confianza y la entrega a la persona amada.
Pedro, lleno de amor por el Maestro, y viéndose incapaz de obtener fruto, confía plenamente en su palabra. La pesca milagrosa es muy significativa. Cristo no pide a Pedro algo nuevo o diverso de lo que había realizado antes. Le pido lo mismo, lanzar las redes como hizo en la noche,pero en esta ocasión fiándose de su palabra. "Jesús pide un acto de confianza en su palabra" (n. 7).
El cristiano que ama de verdad a Cristo, sabiéndose pecador e indigno, se acerca a la confesión. Sabe que por sí mismo no es capaz de cambiar, por eso se fía de Dios y de su perdón. Y regresa a su vida para lanzar nuevamente las redes con la seguridad de que la gracia alcanzada en la confesión iniciará a llenar sus redes de buenas obras. Cuando uno ama, el hecho de saberse indigno le impulsa a confiar en la persona amada, es decir, a fiarse plenamente de su amor.
Pedro, porque ama al Señor, aunque se sienta indigno, no sólo confía en Él, sino que "se siente en la necesidad de testimoniar y de irradiar su amor". De igual modo, el cristiano que se sabe indigno pero ama, es impulsado por el amor a entregarse con más ahínco a la persona que ama para demostrarle que aquel error o fallo no expresa realmente lo que su corazón siente por Él.
El cristiano es alguien que se sabe indigno de un Dios tan grande y por ello confía, ama y se entrega a Él.
Quien se confiesa es aquella persona que, consciente de su pecado, desea escuchar del Señor las palabras: ’lanza otra vez tus redes, pero en esta ocasión confiando en mí’.
Quien se confiesa es aquella persona que quiere decir a Dios: te amo, por eso, no tengas en cuanta mis pecados sino la fe y el amor de mi corazón.
Autor: Padre Juan Carlos Ortega Rodríguez
El Santo Padre nos recuerda cómo algunos cristianos han abandonado la práctica de este sacramento debido al profundo sentido de justicia que cultivan en su interior y que les lleva a "probar un sentimiento de indignidad ante la grandeza del don recibido. En realidad tienen razón en sentirse indignos" (Carta a los sacerdotes con motivo del Jueves Santo, 15 de marzo de 2001, n.6).
Parecería que estas palabras son contradictorias. Por una parte afirma el Papa que es bueno sentirnos indignos; pero por otra parece que este sentimiento nos aparta de uno de los principales sacramentos.
En realidad la contradicción dependerá no del sentido de indignidad, que todos debemos experimentar, sino del fundamento de la indignidad. Nos hará mal si se funda en la justicia, en cambio será una ayuda si lo basamos en el amor. Me explicaré.
La sociedad actual ha desarrollado fuertemente el sentido de justicia. Hace unos meses comentaba con un amigo este hecho que, aunque positivo, no es suficiente para saciar al ser humano. Más aún, si permanecemos en la sola justicia el hombre se empobrece pues su anhelo más profundo no se limita en ser justo sino que va más allá, deseando amar y ser amado.
Uno de los síntomas de un matrimonio sano es cuando cada uno considera que recibe del otro más de lo que uno mismo merece, es decir, cuando uno se considera indigno de la persona amada. Cuando ambos se consideran indignos del otro es señal que su relación se basa en el amor y no en la justicia.
En efecto, considerarse, en cierta medida, indigno de la persona amada ayuda a valorar los dones que de ella se recibe y ayuda a superar el sentido de culpabilidad por los propios errores.
Si uno se considera indigno, valorará como algo gratuito y no merecido todo el cariño y entrega que de la persona amada recibe; en cambio, si uno se considera digno de tal amor, todos esos detalles serán recibidos como simple respuesta de justicia debida.
De igual modo, uno acepta los propios errores de modo diverso dependiendo de si se vive en una actitud de amor o simplemente de justicia. Si la relación se basa en la justicia, nacerá un sentido de culpabilidad que no sanará incluso si la otra parte perdona, pues nunca se merece el perdón.
Pero si la relación se basa en el amor, los fallos "lejos de deprimir el entusiasmo, le pondrá alas" (n. 9) para encontrar nuevos y mejores modos de manifestar el amor.
Algo similar nos ocurre cuando consideramos nuestros pecados de cara a la constante fidelidad de Dios. Si mi relación con el Señor se basa en la justicia siempre me sentiré culpable e indigno y su amor de Dios, en vez de ayudarme, me abrumará e, incluso, no aceptaré su perdón pues no me lo
merezco.
Pero todo es diverso si mi relación con Él se funda en el amor.
Cierto que probaremos, "como Pedro, el mismo sentimiento de indignidad ante la grandeza del don divino". Pero el amor será capaz de superar las consecuencias de mi indignidad. Llama la atención cómo Jesucristo no exige en primer lugar a Pedro que le pida perdón sino que se le ame: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que estos?" (Jn 21, 15) "Es sobre la base de este amor consciente de la propia fragilidad" que nacerá nuevamente la confianza y la entrega a la persona amada.
Pedro, lleno de amor por el Maestro, y viéndose incapaz de obtener fruto, confía plenamente en su palabra. La pesca milagrosa es muy significativa. Cristo no pide a Pedro algo nuevo o diverso de lo que había realizado antes. Le pido lo mismo, lanzar las redes como hizo en la noche,pero en esta ocasión fiándose de su palabra. "Jesús pide un acto de confianza en su palabra" (n. 7).
El cristiano que ama de verdad a Cristo, sabiéndose pecador e indigno, se acerca a la confesión. Sabe que por sí mismo no es capaz de cambiar, por eso se fía de Dios y de su perdón. Y regresa a su vida para lanzar nuevamente las redes con la seguridad de que la gracia alcanzada en la confesión iniciará a llenar sus redes de buenas obras. Cuando uno ama, el hecho de saberse indigno le impulsa a confiar en la persona amada, es decir, a fiarse plenamente de su amor.
Pedro, porque ama al Señor, aunque se sienta indigno, no sólo confía en Él, sino que "se siente en la necesidad de testimoniar y de irradiar su amor". De igual modo, el cristiano que se sabe indigno pero ama, es impulsado por el amor a entregarse con más ahínco a la persona que ama para demostrarle que aquel error o fallo no expresa realmente lo que su corazón siente por Él.
El cristiano es alguien que se sabe indigno de un Dios tan grande y por ello confía, ama y se entrega a Él.
Quien se confiesa es aquella persona que, consciente de su pecado, desea escuchar del Señor las palabras: ’lanza otra vez tus redes, pero en esta ocasión confiando en mí’.
Quien se confiesa es aquella persona que quiere decir a Dios: te amo, por eso, no tengas en cuanta mis pecados sino la fe y el amor de mi corazón.
ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCANGEL
ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCANGEL
Oración:
"San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."
(Aunque no es obligación, se puede continuar con gran provecho la práctica de rezar esta oración después de la Santa Misa como se hacía antes del Conc. Vat. II.)
"San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."
(Aunque no es obligación, se puede continuar con gran provecho la práctica de rezar esta oración después de la Santa Misa como se hacía antes del Conc. Vat. II.)
NOVENA A SAN JOSÉ: DÍA QUINTO
NOVENA A SAN JOSÉ
Día Quinto: Fortaleza de San José
La fortaleza es una firmeza de ánimo, una presencia de espíritu, contra todos los males y contrariedades. La vida de San José, después de la de Jesús y María, fue la que mayores contradicciones experimentó; debía ser también varón fuerte. Belén, Nazaret, Egipto, demostraron el heroísmo de la fortaleza del Santo, que sufrió con constancia todos los dolores y trabajos de su vida.
La fortaleza es una firmeza de ánimo, una presencia de espíritu, contra todos los males y contrariedades. La vida de San José, después de la de Jesús y María, fue la que mayores contradicciones experimentó; debía ser también varón fuerte. Belén, Nazaret, Egipto, demostraron el heroísmo de la fortaleza del Santo, que sufrió con constancia todos los dolores y trabajos de su vida.
martes, 13 de marzo de 2012
ABCDARIO CRISTIANO...
ABCdario CRISTIANO
A-laba a Dios en cada circunstancia de la vida
B-usca la excelencia, no la perfección.
C-uenta tus bendiciones en vez de sumar tus penas.
D-evuelve todo lo que tomes prestado.
E-ncomienda a tres personas cada día
F-iate de Dios de todo corazón y no confíes en tu propia inteligencia
G-ózate con los que se gozan y llora con los que lloran.
H-az nuevos amigos pero aprecia a los que ya tienes.
I-nvita a Cristo a ser tu Señor y Salvador.
J-amas pierdas una oportunidad de expresar amor.
L-ee tu Biblia y ora cada día.
M-antente alerta a las necesidades de tu prójimo.
N-o culpes a los demás por tus infortunios.
O-lvida las ofensas y perdona así como Dios te perdona .
P-romete todo lo que quieras; pero cumple todo lo que prometes.
Q-ue se te conozca como una persona en quien se puede confiar.
R-econoce que no eres infalible y discúlpate por tus errores.
S-é la persona más amable y entusiasta que conoces.
T-rata a todos como quisieras que te traten.
U-nete al ejército de los agradecidos.
V-ístete de misericordia, humildad y paciencia.
Y- no te olvides de soportar a los demás como a ti te soportan.
Z-áfate de las garras seductoras de Satanás.
PERDONAR Y DISCULPAR...
Martes de la tercera semana de Cuaresma
Perdonar y disculpar
En algún caso, nos puede costar el perdón. En lo grande o en lo pequeño. El Señor lo sabe y nos anima a recurrir a Él, que nos explicará cómo este perdón sin límite, compatible con la defensa justa cuando sea necesaria, tiene su origen en la humildad.
I. Es muy posible, que en la convivencia de todos los días, alguien nos ofenda, que se porte con nosotros de manera poco noble, que nos perjudique. Y esto, quizá de manera habitual. Hasta siete veces he de perdonar? Es decir, ¿he de perdonar siempre? Conocemos la respuesta del Señor a Pedro, y a nosotros: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Es decir, siempre. Pide el Señor a quienes le siguen, a ti y a mí, una postura de perdón y de disculpa ilimitados. A los suyos, el Señor les exige un corazón grande. Quiere que le imitemos. Nuestro perdón ha de ser sincero, de corazón, como Dios nos perdona a nosotros. Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Perdón rápido, sin dejar que el rencor o la separación corroan el corazón ni por un momento. Sin humillar a la otra parte, sin adoptar gestos teatrales. La mayoría de las veces bastará con sonreír, devolver la conversación. Seguir al Señor de cerca es encontrar, en el perdonar con prontitud, un camino de santidad.
II. En algún caso, nos puede costar el perdón. En lo grande o en lo pequeño. El Señor lo sabe y nos anima a recurrir a Él, que nos explicará cómo este perdón sin límite, compatible con la defensa justa cuando sea necesaria, tiene su origen en la humildad. Cuando una persona es sincera consigo misma y con Dios, no es difícil que se reconozca como aquel siervo que no tenía con qué pagar. No solamente porque todo lo que es y tiene se lo debe a Dios, sino también porque han sido muchas las ofensas perdonadas. Sólo nos queda una salida: acudir a la misericordia de Dios, para que haga con nosotros lo que hizo con aquel criado: compadecido de aquel siervo, le dejó libre y le perdonó la deuda. La humildad de reconocer nuestras muchas deudas para con Dios nos ayudará a perdonar y a disculpar a los demás, que es muy poco en comparación con lo que nos ha perdonado el Señor.
III. La caridad ensancha el corazón para que quepan en él todos los hombres, incluso a aquellos que no nos comprenden o no corresponden a nuestro amor. Junto al Señor no nos sentiremos enemigos de nadie. Junto a Él aprenderemos a no juzgar las intenciones íntimas de las personas. Cometemos muchos errores porque nos dejamos llevar por juicios o sospechas temerarias porque la soberbia es como esos espejos curvos que deforman la verdadera realidad de las cosas. Sólo quien es humilde es objetivo y capaz de comprender las faltas de los demás y a perdonar. La Virgen nos enseñará a perdonar y a luchar por adquirir las virtudes que, en ocasiones, nos pueden parecer que faltan a los demás.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
Perdonar y disculpar
En algún caso, nos puede costar el perdón. En lo grande o en lo pequeño. El Señor lo sabe y nos anima a recurrir a Él, que nos explicará cómo este perdón sin límite, compatible con la defensa justa cuando sea necesaria, tiene su origen en la humildad.
I. Es muy posible, que en la convivencia de todos los días, alguien nos ofenda, que se porte con nosotros de manera poco noble, que nos perjudique. Y esto, quizá de manera habitual. Hasta siete veces he de perdonar? Es decir, ¿he de perdonar siempre? Conocemos la respuesta del Señor a Pedro, y a nosotros: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Es decir, siempre. Pide el Señor a quienes le siguen, a ti y a mí, una postura de perdón y de disculpa ilimitados. A los suyos, el Señor les exige un corazón grande. Quiere que le imitemos. Nuestro perdón ha de ser sincero, de corazón, como Dios nos perdona a nosotros. Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Perdón rápido, sin dejar que el rencor o la separación corroan el corazón ni por un momento. Sin humillar a la otra parte, sin adoptar gestos teatrales. La mayoría de las veces bastará con sonreír, devolver la conversación. Seguir al Señor de cerca es encontrar, en el perdonar con prontitud, un camino de santidad.
II. En algún caso, nos puede costar el perdón. En lo grande o en lo pequeño. El Señor lo sabe y nos anima a recurrir a Él, que nos explicará cómo este perdón sin límite, compatible con la defensa justa cuando sea necesaria, tiene su origen en la humildad. Cuando una persona es sincera consigo misma y con Dios, no es difícil que se reconozca como aquel siervo que no tenía con qué pagar. No solamente porque todo lo que es y tiene se lo debe a Dios, sino también porque han sido muchas las ofensas perdonadas. Sólo nos queda una salida: acudir a la misericordia de Dios, para que haga con nosotros lo que hizo con aquel criado: compadecido de aquel siervo, le dejó libre y le perdonó la deuda. La humildad de reconocer nuestras muchas deudas para con Dios nos ayudará a perdonar y a disculpar a los demás, que es muy poco en comparación con lo que nos ha perdonado el Señor.
III. La caridad ensancha el corazón para que quepan en él todos los hombres, incluso a aquellos que no nos comprenden o no corresponden a nuestro amor. Junto al Señor no nos sentiremos enemigos de nadie. Junto a Él aprenderemos a no juzgar las intenciones íntimas de las personas. Cometemos muchos errores porque nos dejamos llevar por juicios o sospechas temerarias porque la soberbia es como esos espejos curvos que deforman la verdadera realidad de las cosas. Sólo quien es humilde es objetivo y capaz de comprender las faltas de los demás y a perdonar. La Virgen nos enseñará a perdonar y a luchar por adquirir las virtudes que, en ocasiones, nos pueden parecer que faltan a los demás.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
BIENAVENTURANZAS....
Bienaventuranzas
Autor: Padre Jesús Nieto López
..Dichosos los que eligen la pobreza, por el reino.
Los que dejan su casa y comienzan su éxodo cortando las ligaduras, castrando todo efecto que saben desprenderse de su túnica y regalan el mando como obsequio realizando el camino sin bastón ni talego.
Los que no rompen la caña cascada ni reciben la fruta antes de tiempo los que arrancan violencias olvidando los viejos rencores del pasado echando vino nuevo en odres nuevos. Y dichosos los mansos porque suyo es el reino...
Los limpios de mirada de intenciones y hechos...
Los donantes de sangre los que dan por la paz, todo su tiempo.
Los que van por la vida defendiendo a oprimidos, denunciando injusticias y soltando los grillos de los presos.
Dichosos los que labran cada día, con fracasos y aciertos peldaños de ascensión hacia las cumbres, porque suyo es el reino.
Los que dejan su casa y comienzan su éxodo cortando las ligaduras, castrando todo efecto que saben desprenderse de su túnica y regalan el mando como obsequio realizando el camino sin bastón ni talego.
Los que no rompen la caña cascada ni reciben la fruta antes de tiempo los que arrancan violencias olvidando los viejos rencores del pasado echando vino nuevo en odres nuevos. Y dichosos los mansos porque suyo es el reino...
Los limpios de mirada de intenciones y hechos...
Los donantes de sangre los que dan por la paz, todo su tiempo.
Los que van por la vida defendiendo a oprimidos, denunciando injusticias y soltando los grillos de los presos.
Dichosos los que labran cada día, con fracasos y aciertos peldaños de ascensión hacia las cumbres, porque suyo es el reino.
PIDIÓ PERDÓN...
Pidió perdón
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
Un joven estaba muriéndose; pese a ello, durante tres días luchó por prolongar su vida.
Una religiosa que lo atendía le preguntó:
-¿”¿Por qué prolongas esa lucha?”
-“No puedo morir sin pedir antes perdón a mi padre”-contestó.
Cuando su padre acudió, se fundieron ambos en un abrazo y el joven le pidió que le perdonase.
A las dos horas, el joven expiró en paz.
Dios nos ama, nos perdona; nosotros debemos hacer lo mismo. El amor verdadero "todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo acepta" (1 Co 13,7). Nada nos ayudará tanto a amar y a perdonar como el experimentar el amor y el perdón de Dios."Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia " (Mt 5,7). "Sed unos para con otros benignos y misericordiosos, perdonándose unos a otros como Dios les perdonó en Cristo" (Ef 4,32). Somos nosotros los que al perdonar ponemos la medida del perdón. "Perdonen y serán perdonados. Den y se les dará...Porque con la medida que midieren se les medirá" (Lc 6,36-38). "Tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia"(St 2,13).
Y hay que usar una buena medida para excusar los pecados de cada día , los pequeños, esos que van carcomiendo toda clase de amor. Este muere, a menudo, por las continuas desatenciones, olvidos, genio, egoísmo. La puesta del sol no debe sorprender a nadie en el enojo (Ef 4,26) y "si tu hermano peca contra ti siete veces al día, y siete veces vuelve diciendo: "Me arrepiento", le perdonarás (Lc 17,3-4). "No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; antes al contrario bendigan, pues han sido llamados a heredar una bendición" (1Pe 3,8-9).
Igual que amamos y ofendemos a diario, igual debemos perdonar. Pero tanto el amor como el perdón son un proceso. El perdonar conlleva:
1.- Reconocer que me han ofendido, que alguien me ha herido. No se trata de buscar el culpable, posiblemente la culpa sea de ambos.
2. Querer perdonar. El perdón afecta nuestra voluntad. El que quiere o desea perdonar, ya ha perdonado . Entonces Dios tiene paso abierto para sanar totalmente.
3. Dios sana. "Les daré un corazón nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne" (Ez 36,26). "El sana los corazones destrozados y venda sus heridas"(Sal 147,6).Dios es capaz de crear un corazón nuevo, de acabar con el odio y el rencor cuando se le deja actuar.
4.El perdón es un don de Dios. Este don hay que ponerlo en práctica, acercándose al otro con un saludo, un gesto de amistad que demuestre que no se guarda rencor.
Quien no perdona se hace daño a sí mismo. "¿Quién te ha hecho tanto daño con sus ofensas como el que te haces a ti mismo cuando admites dentro de ti la ira?" (San Juan Crisóstomo). "Quieres ser feliz un instante?. Véngate.¿ Quieres ser feliz toda la vida?. Perdona" (Lacordaire).
¡Qué alegría el poder ser feliz toda la vida y morir en paz!.
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
Un joven estaba muriéndose; pese a ello, durante tres días luchó por prolongar su vida.
Una religiosa que lo atendía le preguntó:
-¿”¿Por qué prolongas esa lucha?”
-“No puedo morir sin pedir antes perdón a mi padre”-contestó.
Cuando su padre acudió, se fundieron ambos en un abrazo y el joven le pidió que le perdonase.
A las dos horas, el joven expiró en paz.
Dios nos ama, nos perdona; nosotros debemos hacer lo mismo. El amor verdadero "todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo acepta" (1 Co 13,7). Nada nos ayudará tanto a amar y a perdonar como el experimentar el amor y el perdón de Dios."Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia " (Mt 5,7). "Sed unos para con otros benignos y misericordiosos, perdonándose unos a otros como Dios les perdonó en Cristo" (Ef 4,32). Somos nosotros los que al perdonar ponemos la medida del perdón. "Perdonen y serán perdonados. Den y se les dará...Porque con la medida que midieren se les medirá" (Lc 6,36-38). "Tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia"(St 2,13).
Y hay que usar una buena medida para excusar los pecados de cada día , los pequeños, esos que van carcomiendo toda clase de amor. Este muere, a menudo, por las continuas desatenciones, olvidos, genio, egoísmo. La puesta del sol no debe sorprender a nadie en el enojo (Ef 4,26) y "si tu hermano peca contra ti siete veces al día, y siete veces vuelve diciendo: "Me arrepiento", le perdonarás (Lc 17,3-4). "No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; antes al contrario bendigan, pues han sido llamados a heredar una bendición" (1Pe 3,8-9).
Igual que amamos y ofendemos a diario, igual debemos perdonar. Pero tanto el amor como el perdón son un proceso. El perdonar conlleva:
1.- Reconocer que me han ofendido, que alguien me ha herido. No se trata de buscar el culpable, posiblemente la culpa sea de ambos.
2. Querer perdonar. El perdón afecta nuestra voluntad. El que quiere o desea perdonar, ya ha perdonado . Entonces Dios tiene paso abierto para sanar totalmente.
3. Dios sana. "Les daré un corazón nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne" (Ez 36,26). "El sana los corazones destrozados y venda sus heridas"(Sal 147,6).Dios es capaz de crear un corazón nuevo, de acabar con el odio y el rencor cuando se le deja actuar.
4.El perdón es un don de Dios. Este don hay que ponerlo en práctica, acercándose al otro con un saludo, un gesto de amistad que demuestre que no se guarda rencor.
Quien no perdona se hace daño a sí mismo. "¿Quién te ha hecho tanto daño con sus ofensas como el que te haces a ti mismo cuando admites dentro de ti la ira?" (San Juan Crisóstomo). "Quieres ser feliz un instante?. Véngate.¿ Quieres ser feliz toda la vida?. Perdona" (Lacordaire).
¡Qué alegría el poder ser feliz toda la vida y morir en paz!.
UNA BUENA ORACIÓN DE SANACIÓN PARA CUARESMA
Autor: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com Una buena oración de sanación para Cuaresma | |
Cuando hagamos oración por las personas que nos resulten pesadas o nos hayan hecho daño, hay que hacerlo poniendo buenos sentimientos. | |
A los sacrificios de cuaresma se les da con frecuencia un enfoque negativo: cosas a las que hay que renunciar. Personalmente prefiero el enfoque positivo: vencer el mal con el bien (Rm 12,21), hacer el bien. Abstinencia, ayuno, abnegación, renuncia, son palabras que se ponen de moda en cuaresma. Renunciar a cosas agradables es difícil, supone sacrificio. También supone sacrificio ser generoso, salir de sí mismo y pensar en el bien del otro antes que en el propio. Cuando Jesucristo tenía la cruz delante dijo que él daba su vida voluntariamente: "Nadie me la quita, yo la doy por mí mismo." (Jn 10,18a) Fue un acto de generosidad. El sacrificio de Jesucristo fue poner amor y poner el mayor amor posible. Si aún no encuentras qué sacrificio de cuaresma puedes ofrecer a Jesucristo, tal vez te interese esta idea: Orar por tus enemigos y por aquellas personas que te han hecho sufrir o te resultan pesadas. La oración de intercesión consiste en una petición en favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 2647. ¿Y por qué lo propongo como sacrificio de cuaresma? Porque cambiar la herida en compasión y purificar la memoria transformando la ofensa en intercesión (cfr. Catecismo 2843) es un camino de conversión. Es también oración de sanación, porque una oración así sana las heridas del corazón, purifica el rencor, prepara al perdón, ensancha el corazón. "Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora busca "no su propio interés sino el de los demás" (Flp 2,4), hasta rogar por los que le hacen mal". (Catecismo 2635) Lo más difícil de este sacrificio es hacer la oración con un corazón que ha conocido la conversión. Cuando hagamos oración por las personas que nos resulten pesadas o nos hayan hecho daño, hay que hacerlo poniendo buenos sentimientos. No es un: "Te suplico, Señor, que esta persona se muera cuanto antes, pues no la soporto", sino de verdad poner amor, como Jesús: "El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" (Hb 5,7-9). ¿A quién se le ocurre orar por los enemigos, por las personas insoportables, por quienes no nos perdonan, por aquellos que nos han herido, por quienes nos ofenden y hacen daño, por los seres queridos que nos hacen sufrir? A un buen cristiano. Poner amor como un acto generoso y gratuito es un modo de construir la civilización del amor. La civilización del amor también se construye orando por aquellos a quienes hemos hecho sufrir y por quienes nos han hecho sufrir. Como dice la canción: Si amo la flor, amo también sus espinas. Sólo el amor nos hace grandes, sólo el amor hace ver que es precisamente lo que duele lo que hace al hombre amable entre los seres. Te propongo que al terminar de leer este artículo pienses en alguien que te cueste tratar, o en alguna persona que te haya hecho daño, o en alguien que se dedique a ofenderte, y que reces por él. Y puedes rezar también por aquellos que sienten lo mismo respecto a ti. Hacerlo todos los días de cuaresma sería lo mejor. |
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