miércoles, 29 de junio de 2011

LA CURACIÓN DE UN NIÑO

La curación de un niño

Jesús oró por los niños, consciente de que ellos guardan un lugar especial en el corazón de Dios. Él oró por ellos con una fe inmutable en el poder de Dios para bendecirlos y sanarlos. Jesús sabía que Dios siempre está presente en cada niño como vida, salud, fortaleza y perfección puras. Él demostró una y otra vez que un corazón amoroso y una mente llena de fe pueden manifestar este espíritu morador de vida.

Desde el tiempo en que Jesús sanó a los niños hasta el momento presente, el poder sanador de Dios no ha cambiado. Al orar por un niño, mantén tus pensamientos en calma y tu fe fuerte. Ve la vida -un torrente continuo de vida-fluyendo sin obstáculos en cada célula. Ve con resolución más allá de las apariencias y ve al niño o a los niños que deseas bendecir sostenidos, envueltos y rodeados por el amor de Dios y fortalecidos por la vida divina. Ve todas las funciones de mente y cuerpo trabajando en armonía que crea salud.

Permite que éste sea tu pensamiento y tu oración: Eres creado a la imagen y semejanza de Dios. La salud y la perfección están establecidas en ti.

Los niños, con su fe sencilla y su disposición innata de expresar vida, responden rápidamente a los pensamientos y las palabras positivas de vida y salud. Responden al amor y a la oración fervorosa con la misma seguridad con que la planta responde al calor y a la luz del sol.

Poner tus preocupaciones en manos de Dios en oración te bendice y te eleva. El niño por quien oras sentirá de manera innata tu fe y tu paz mental, las cuales fortalecerán su fe y paz mental y acelerará el proceso de curación. Una vez que has puesto tus preocupaciones en manos de Dios en oración, eres completamente libre para abrir tu corazón al niño que busca tu amor y tu seguridad.

Recuerda que nada es demasiado para pedir a Dios y nada es demasiado pequeño para que el poder de Dios lo armonice, sane o ajuste. A medida que oras, eres un canal para el poder sanador de Dios. Llamas al espíritu de Dios de vida perfecta a la actividad.
 
Pequeñas Semillitas

PEDRO Y SAN P ABLO, SANTOS - 29 DE JUNIO

Autor: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net
Pedro y Pablo, Santos
Fiesta, Junio 29
Pedro y  Pablo,  Santos

Apóstoles y Mártires

Origen de la fiesta San Pedro y San Pablo son apóstoles, testigos de Jesús que dieron un gran testimonio. Se dice que son las dos columnas del edificio de la fe cristiana. Dieron su vida por Jesús y gracias a ellos el cristianismo se extendió por todo el mundo.

Los cadáveres de San Pedro y San Pablo estuvieron sepultados juntos por unas décadas, después se les devolvieron a sus sepulturas originales. En 1915 se encontraron estas tumbas y, pintadas en los muros de los sepulcros, expresiones piadosas que ponían de manifiesto la devoción por San Pedro y San Pablo desde los inicios de la vida cristiana. Se cree que en ese lugar se llevaban a cabo las reuniones de los cristianos primitivos. Esta fiesta doble de San Pedro y San Pablo ha sido conmemorada el 29 de Junio desde entonces.

El sentido de tener una fiesta es recordar lo que estos dos grandes santos hicieron, aprender de su ejemplo y pedirles en este día especialmente su intercesión por nosotros.

San Pedro

San Pedro fue uno de los doce apóstoles de Jesús. Su nombre era Simón, pero Jesús lo llamó Cefas que significa “piedra” y le dijo que sería la piedra sobre la que edificaría Su Iglesia. Por esta razón, le conocemos como Pedro. Era pescador de oficio y Jesús lo llamó a ser pescador de hombres, para darles a conocer el amor de Dios y el mensaje de salvación. Él aceptó y dejó su barca, sus redes y su casa para seguir a Jesús.

Pedro era de carácter fuerte e impulsivo y tuvo que luchar contra la comodidad y contra su gusto por lucirse ante los demás. No comprendió a Cristo cuando hablaba acerca de sacrificio, cruz y muerte y hasta le llegó a proponer a Jesús un camino más fácil; se sentía muy seguro de sí mismo y le prometió a Cristo que nunca lo negaría, tan sólo unas horas antes de negarlo tres veces.

Vivió momentos muy importantes junto a Jesús:

  • Vio a Jesús cuando caminó sobre las aguas. Él mismo lo intentó, pero por desconfiar estuvo a punto de ahogarse.


  • Prensenció la Transfiguración del Señor.


  • Estuvo presente cuando aprehendieron a Jesús y le cortó la oreja a uno de los soldados atacantes.


  • Negó a Jesús tres veces, por miedo a los judíos y después se arrepintió de hacerlo.


  • Fue testigo de la Resurrección de Jesús.


  • Jesús, después de resucitar, le preguntó tres veces si lo amaba y las tres veces respondió que sí. Entonces, Jesús le confirmó su misión como jefe Supremo de la Iglesia.


  • Estuvo presente cuando Jesús subió al cielo en la Ascensión y permaneció fiel en la oración esperando al Espíritu Santo.


  • Recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés y con la fuerza y el valor que le entregó, comenzó su predicación del mensaje de Jesús. Dejó atrás las dudas, la cobardía y los miedos y tomó el mando de la Iglesia, bautizando ese día a varios miles de personas.


  • Realizó muchos milagros en nombre de Jesús.


  • En los Hechos de los Apóstoles, se narran varias hazañas y aventuras de Pedro como primer jefe de la Iglesia. Nos narran que fue hecho prisionero con Juan, que defendió a Cristo ante los tribunales judíos, que fue encarcelado por orden del Sanedrín y librado milagrosamente de sus cadenas para volver a predicar en el templo; que lo detuvieron por segunda vez y aún así, se negó a dejar de predicar y fue mandado a azotar.

    Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su misión, pero Jesús se le apareció y le pidió que llevara esta conversión a los gentiles, a los no judíos.
    En esa época, Roma era la ciudad más importante del mundo, por lo que Pedro decidió ir allá a predicar a Jesús. Ahí se encontró con varias dificultades: los romanos tomaban las creencias y los dioses que más les gustaban de los distintos países que conquistaban. Cada familia tenía sus dioses del hogar. La superstición era una verdadera plaga, abundaban los adivinos y los magos. Él comenzó con su predicación y ahí surgieron las primeras comunidades cristianas. Estas comunidades daban un gran ejemplo de amor, alegría y de honestidad, en una sociedad violenta y egoísta. En menos de trescientos años, la mayoría de los corazones del imperio romano quedaron conquistados para Jesús. Desde entonces, Roma se constituyó como el centro del cristianismo.

    En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que no fue posible sofocar. Se corría el rumor de que había sido el emperador Nerón el que lo había provocado. Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien le sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado el incendio. Fue así como se inició una verdadera “cacería” de los cristianos: los arrojaban al circo romano para ser devorados por los leones, eran quemados en los jardines, asesinados en plena calle o torturados cruelmente. Durante esta persecución, que duró unos tres años, murió crucificado Pedro por mandato del emperador Nerón.

    Pidió ser crucificado de cabeza, porque no se sentía digno de morir como su Maestro. Treinta y siete años duró su seguimiento fiel a Jesús. Fue sepultado en la Colina Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí se construyó la Basílica de San Pedro, centro de la cristiandad.

    San Pedro escribió dos cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.

    ¿Qué nos enseña la vida de Pedro?

    Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse por ser santos todos los días. Pedro concretamente nos dice: “Sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado” (I Pedro, 1,15)
    Cada quien, de acuerdo a su estado de vida, debe trabajar y pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad.
    Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente. Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.

    La Institución del Papado

    Toda organización necesita de una cabeza y Pedro fue el primer jefe y la primera cabeza de la Iglesia. Fue el primer Papa de la Iglesia Católica. Jesús le entregó las llaves del Reino y le dijo que todo lo que atara en la Tierra quedaría atado en el Cielo y todo lo que desatara quedaría desatado en el Cielo. Jesús le encargó cuidar de su Iglesia, cuidar de su rebaño. El trabajo del Papa no sólo es un trabajo de organización y dirección. Es, ante todo, el trabajo de un padre que vela por sus hijos.

    El Papa es el representante de Cristo en el mundo y es la cabeza visible de la Iglesia. Es el pastor de la Iglesia, la dirige y la mantiene unida. Está asistido por el Espíritu Santo, quien actúa directamente sobre Él, lo santifica y le ayuda con sus dones a guiar y fortalecer a la Iglesia con su ejemplo y palabra. El Papa tiene la misión de enseñar, santificar y gobernar a la Iglesia.

    Nosotros, como cristianos debemos amarlo por lo que es y por lo que representa, como un hombre santo que nos da un gran ejemplo y como el representante de Jesucristo en la Tierra. Reconocerlo como nuestro pastor, obedecer sus mandatos, conocer su palabra, ser fieles a sus enseñanzas, defender su persona y su obra y rezar por Él.

    Cuando un Papa muere, se reúnen en el Vaticano todos los cardenales del mundo para elegir al nuevo sucesor de San Pedro y a puerta cerrada, se reúnen en Cónclave (que significa: cerrados con llave). Así permanecen en oración y sacrificio, pidiéndole al Espíritu Santo que los ilumine. Mientras no se ha elegido Papa, en la chimenea del Vaticano sale humo negro y cuando ya se ha elegido, sale humo blanco como señal de que ya se escogió al nuevo representante de Cristo en la Tierra.

    San Pablo

    Su nombre hebreo era Saulo. Era judío de raza, griego de educación y ciudadano romano. Nació en la provincia romana de Cilicia, en la ciudad de Tarso. Era inteligente y bien preparado. Había estudiado en las mejores escuelas de Jerusalén.
    Era enemigo de la nueva religión cristiana ya que era un fariseo muy estricto. Estaba convencido y comprometido con su fe judía. Quería dar testimonio de ésta y defenderla a toda costa. Consideraba a los cristianos como una amenaza para su religión y creía que se debía acabar con ellos a cualquier costo. Se dedicó a combatir a los cristianos, quienes tenían razones para temerle. Los jefes del Sanedrín de Jerusalén le encargaron que apresara a los cristianos de la ciudad de Damasco.

    En el camino a Damasco, se le apareció Jesús en medio de un gran resplandor, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” ( Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.).
    Con esta frase, Pablo comprendió que Jesús era verdaderamente Hijo de Dios y que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía en cada cristiano. Después de este acontecimiento, Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron a Damasco y pasó tres días sin comer ni beber. Ahí, Ananías, obedeciendo a Jesús, hizo que Saulo recobrara la vista, se levantara y fuera bautizado. Tomó alimento y se sintió con fuerzas.
    Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y después empezó a predicar a favor de Jesús, diciendo que era el Hijo de Dios. Saulo se cambió el nombre por Pablo. Fue a Jerusalén para ponerse a la orden de San Pedro.

    La conversión de Pablo fue total y es el más grande apóstol que la Iglesia ha tenido. Fue el “apóstol de los gentiles” ya que llevó el Evangelio a todos los hombres, no sólo al pueblo judío. Comprendió muy bien el significado de ser apóstol, y de hacer apostolado a favor del mensaje de Jesús. Fue fiel al llamado que Jesús le hizo en al camino a Damasco.

    Llevó el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su labor no fue fácil. Por un lado, los cristianos desconfiaban de él, por su fama de gran perseguidor de las comunidades cristianas. Los judíos, por su parte, le tenían coraje por "cambiarse de bando". En varias ocasiones se tuvo que esconder y huir del lugar donde estaba, porque su vida peligraba. Realizó cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a todos los hombres el mensaje de salvación, creando nuevas comunidades cristianas en los lugares por los que pasaba y enseñando y apoyando las comunidades ya existentes.

    Escribió catorce cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.

    Al igual que Pedro, fue martirizado en Roma. Le cortaron la cabeza con una espada pues, como era ciudadano romano, no podían condenarlo a morir en una cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.

    ¿Qué nos enseña la vida de San Pablo?

    Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos. Todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicando su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar donde viva, y de diferentes maneras.

    Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.

    Esta conversión siguió varios pasos:
    1. Cristo dio el primer paso: Cristo buscó la conversión de Pablo, le tenía una misión concreta.
    2. Pablo aceptó los dones de Cristo: El mayor de estos dones fue el de ver a Cristo en el camino a Damasco y reconocerlo como Hijo de Dios.
    3. Pablo vivió el amor que Cristo le dio: No sólo aceptó este amor, sino que los hizo parte de su vida. De ser el principal perseguidor, se convirtió en el principal propagador de la fe católica.
    4. Pablo comunicó el amor que Cristo le dio: Se dedicó a llevar el gran don que había recibido a los demás. Su vida fue un constante ir y venir, fundando comunidades cristianas, llevando el Evangelio y animando con sus cartas a los nuevos cristianos en común acuerdo con San Pedro.

    Estos mismos pasos son los que Cristo utiliza en cada uno de los cristianos. Nosotros podemos dar una respuesta personal a este llamado. Así como lo hizo Pablo en su época y con las circunstancias de la vida, así cada uno de nosotros hoy puede dar una respuesta al llamado de Jesús.

    Entrevista a San Pedro y San Pablo

    Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
    Entrevista a San Pedro y San Pablo
    ¿Qué nos platicarían estos grandes apostoles? ¡Cuántas cosas nos enseñarían!Sus palabras son actuales, solo tenemos que leerlas en las Sagradas Escrituras.
    Entrevista a San Pedro y San Pablo
    Entrevista a San Pedro en el cielo

    Vamos a hacer una entrevista a aquel pescador de Galilea llamado Simón Pedro:

    Pregunta: ¿Qué sentiste al negar a Cristo?

    Respuesta: Fue el día más triste de mi vida; no se lo deseo a nadie. Yo era muy duro para llorar, pero ese día lloré a mares; no lo suficiente, porque toda la vida lloré esa falta. Sin embargo, por haber negado al Señor un día, lo amé muchísimo más que si nunca lo hubiera hecho. Esas negaciones fueron un hierro candente que me traspasó el corazón.

    Pregunta: ¿Prefieres el nombre de Pedro al de Simón?

    Respuesta: Sí, porque el nombre de Simón me lo pusieron mis padres; el de Pedro, Cristo. Además, es un nombre que encierra un gran significado. Por un lado me hace feliz que Él me haya hecho piedra de su Iglesia; por otro lado, me produce gran confusión, porque yo no era roca, sino polvo vil. Cristo ya no me llama Simón, Él prefiere llamarme roca; y en el cielo todos me llaman Pedro.
    Mi antiguo nombre ya se me olvidó. Cuando pienso en mi nuevo nombre, cuando me llaman Pedro, inmediatamente pienso en la Iglesia. Me llaman así con un sentido muy particular los demás vicarios de Cristo que me han seguido, y yo siento ganas de llamarles con el mismo nombre, porque todos somos piedra de la misma cantera, todos sostenemos a la Iglesia.

    Pregunta: ¿Por qué dijiste al Señor aquellas palabras: «Señor, a quién iremos, si Tú tienes palabras de vida eterna»?

    Respuesta: Me salieron del corazón. La situación era apurada, y había que hacer algo por el Maestro; veía a mis compañeros indecisos, y sentí la obligación de salvar la situación y confiar; por eso dije en plural: «¿A quien iremos Señor? Tú tienes palabras de vida eterna». Yo mismo no comprendía en ese tiempo muchas cosas del Maestro. Ni pienses que entendía la Eucaristía, pero dejé hablar al corazón, y el corazón me habló con la verdad.
    Yo amaba apasionadamente al Maestro y aproveché aquel momento supremo para decir bien claro y bien fuerte: «Yo me quedo contigo». Y, de lo que entonces dije, nunca me arrepentí.

    Pregunta: ¿Qué sentiste cuando Cristo Resucitado se te apareció?

    Respuesta: Es difícil, muy difícil de expresar, pero lo intentaré. Por un segundo creí ver un fantasma, luego sentí tal alegría que quise abrazarlo con todas mis fuerzas. «¡Es Él!» pensé, pero luego sentí cómo se me helaba la sangre, y quedé petrificado sin atreverme a mover. Él fue quien me abrazó con tal ternura, con tal fuerza... Y oí muy claras sus palabras: «Para mí sigues siendo el mismo Pedro de siempre».

    Pregunta: ¿Qué consejo nos das a los que seguimos en este mundo?

    Respuesta: Puedo decirles que mi actual sucesor, Benedicto XVI, es de los mejores. Háganle caso y les irá mejor.

    Pedro es el típico hombre, humilde de nacimiento, que se hizo grande al contacto con Cristo. El típico hombre, pecador como todos, pero que, arrepentido de su pecado, logró una santidad excelsa.


    Entrevista en el cielo a San Pablo

    Quisiéramos hoy hacerle algunas preguntas al fariseo Pablo de Tarso.

    Pregunta: ¿Qué sentiste en el camino hacia Damasco, caído en el suelo, tirado en el polvo?

    Respuesta: Yacía por tierra, convertido en polvo, todo mi pasado. Mis antiguas certezas, la intocable ley mosaica, mi alma de fariseo rabioso, toda mi vida anterior estaba enterrada en el polvo.

    Fue cuestión de segundos. Del polvo emergía poco a poco un hombre nuevo. Los métodos fueron violentos, tajantes, «es duro dar coces contra el aguijón», pero sólo así podía aprender la dura lección.

    En el camino hacia Damasco me encontré con el Maestro un día que nunca olvidaré.

    Aquella voz y aquel Cristo de Damasco se me clavaron como espada en el corazón. Cristo entró a saco en mi castillo rompiendo puertas, ventanas; una experiencia terrible; pero considero aquel día como el más grande de mi vida.


    Pregunta: ¿Sigues diciendo que todo lo que se sufre en este mundo es juego de niños, comparado con el cielo?

    Respuesta: Lo dije y lo digo. Durante mi vida terrena contemplé el cielo por un rato; ahora estaré en él eternamente. El precio que pagué fue muy pequeño. El cielo no tiene precio. ¡Qué pena da ver a tantos hombres y mujeres aferrados a las cosas de la tierra, olvidándose de la eternidad!

    Vale la pena sufrir sin fin y sin pausa para conquistar el cielo. El Cristo de Damasco será mío para siempre; llegando aquí lo primero que le he dicho al Señor ha sido: «Gracias Señor, por tirarme del caballo»; pues Él me pidió disculpas por la manera demasiado fuerte de hacerlo.

    Pregunta: ¿Qué querías decir con aquellas palabras: “¿Quién me arrancará del amor a Cristo?”

    Respuesta: Lo que las palabras significan: que estaba seguro de que nada ni nadie jamás me separaría de Él, y así fue. Y, si en la tierra pude decir con certeza estas palabras, en el cielo las puedo decir con mayor certeza todavía.
    El cielo consiste en: “Cristo es mío, yo soy de Cristo por toda la eternidad” ¿Sabes lo que se siente, cuando Él me dice: «Pablo, amigo mío?».

    Pregunta: Un día dijiste aquellas palabras: “Sé en quién he creído y estoy tranquilo”. Explícanos el sentido.

    Respuesta: Cuando llegué a conocerlo, no pude menos de seguirlo, de quererlo, de pasarme a sus filas; porque nadie como Él de justo, de santo, de verdadero.
    Supe desde el principio que no encontraría otro como Él, que nadie me amaría tanto como aquél que se entregó a la muerte y a la cruz por mí.

    Pregunta: ¿Un consejo desde el cielo para los de la tierra?

    Respuesta: Uno sólo, y se los doy con toda la fuerza: “Déjense atrapar por el mismo Señor que a mi me derribó en Damasco”.

    Si todos los enemigos del cristianismo fueran sinceros como Pablo de Tarso, un día u otro, la caída de un caballo, una experiencia fuerte o una caricia de Dios les haría exclamar como él: «Señor, ¿qué quieres que haga?».




  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Mariano de Blas LC

    martes, 28 de junio de 2011

    VIDA ESPIRITUAL

    Vida Espiritual
    Madre Teresa de Calcuta

                  Si no tenemos a Dios en nuestros corazones es imposible que se lo podamos llevar a los demás, afirmaba la Madre Teresa de Calcuta.
            Y agrega: "todos debemos ser portadores del amor de Dios, seguros de que él vive en nuestra alma.
            Para sentir su presencia debemos cultivar la vida de oración, la interiorización y las vivencias de fe.
            Unidos a Dios podemos llevar paz, amor y comprensión al mundo.
            No necesitamos bombas ni armas para hacerlo.
            Lo que necesitamos es fuerte dosis de tolerancia, una espiritualidad profunda y muchos deseos de servir. El amor y la comprensión crecen desde adentro, si llevamos a Dios con nosotros y lo amamos de verdad.
            Entonces somos capaces de ver al mismo Dios en los demás, sobre todo, en los más pobres y los más necesitados".
            ¡Qué bueno poder aprender a amar como seres tan especiales como la Madre Teresa! Ella no hablaba de religión, ella vivía porque amaba a Dios en los demás.

    UNA BUENA AMISTAD...


    DOS AMIGOS Y UN OSO

    Dos amigos y un oso
    Autor:  Padre Justo López Melús

    La historia está llena de gestos de generosidad. Abundan los casos de personas, de amigos, que habiendo podido salvarse prefirieron esperar a su amigo, ayudarle a salvarse, aun a riesgo de perecer ellos también... Dos amigos atravesaban un bosque, cuando de pronto apareció ante ellos un oso en actitud amenazadora. Uno de los amigos huyó rápido y se subió a un árbol, sin preocuparse del compañero.

    El otro no encontró medio mejor que tirarse en tierra, quedándose inmóvil y sin respirar, fingiéndose muerto. Llegó el oso, le lamió un buen rato y, creyéndole muerto, se marchó. Cuando el oso desapareció acudió el amigo que se había subido y le preguntó: «Cuando el oso se acercó parecía que te estaba hablando. ¿Qué te dijo?». «Me ha dicho solamente una cosa: que no me fíe nunca de los amigos como tú».

    PADRE NUESTRO, A MANOS LLENAS...

    Padre Nuestro, a manos llenas
    Autor: Fran Alvarez


    ¡Oh Padre Nuestro! que estás en el cielo,
    llevo tu nombre como voz que suena
    en ese espacio que llevamos dentro,
    santificando todas nuestras penas.

    Cierra la herida que se abrió en mi pecho
    y que tu Reino rompa mis cadenas,
    tu voluntad será mi fe y silencio
    y correrá tu sangre por mis venas.

    Danos el pan que amasas en tu templo,
    escancia el vino de la última cena,
    perdona ofensas que pagué en el tiempo
    que yo también perdonaré condenas.

    Tú eres el Padre que cubrió mi cuerpo
    con esa miel que dejan tus colmenas,
    sobre tus labios colgaré mis versos
    al aire limpio de tu luz serena.

    Que no tropiece en tentación mi vuelo,
    colma mi vientre de almas y azucenas
    y no permitas que roce el invierno
    mi corazón, que es tuyo a manos llenas

    ¡Oh Padre Nuestro!, que estás en el cielo,
    danos el pan y el vino de tu cena.
    Tú eres el Padre que ha puesto en mi cuerpo
    un corazón, que es tuyo a manos llenas.

    ORACIÓN ANTE UNA IMAGEN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

    ORACIÓN ANTE UNA IMAGEN  DEL SAGRADO CORAZÓN

    Oh amantísimo Jesús, como expresión de mi gratitud y en satisfacción de mis pecados yo (decir tu nombre), te doy mi corazón. Me consagro enteramente a Ti y me propongo nunca más ofenderte o despreciar tu santa gracia. Amén.

    Sagrado Corazón de Jesús, en Vos Confío!

    CON MARIA EN BUSCA DEL SAGRADO CORAZÓN

    Autor: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
    Con María, en busca del Sagrado Corazón de Jesús
    Amar el Corazón de Cristo es tratar de imitarle, en todo, en cada momento, tratar de comprender, cuánto te ama.
     
    Con María, en busca del Sagrado Corazón de Jesús


    María Santísima, el proximo viernes celebramos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, quisiera prepararme bien para ella… pero… ¿Cómo prepararme para aquello que aún no comprendo bien?. Sí, asistiré a misa, dejaré mis peticiones y agradecimientos en el Corazón de tu Hijo. ¿Puedes ayudarme a comprender lo que realmente significa amar el Corazón de Jesús?.

    Puedo sentir que me miras desde tu imagen, puedo y quiero leer en tus ojos la respuesta….

    - ¿Por qué no se lo preguntas a Jesús mismo?... vamos, atrévete… Él está muy ansioso por hacerte comprender.

    - Señora mía... es que… no me atrevo, soy tan pecadora, tengo tanto de que arrepentirme.

    - Vengan a mí todos los que estén cansados, que yo los aliviaré…

    Y las palabras de tu Hijo resuenan en mi corazón.

    - ¿Has comprendido, hija mía? Jesús te espera desde siempre, no debes rendir examen para acercarte a Él, solo ámale, camina hacia Él con toda tu carga y deposítala a sus pies. Él hará el resto.

    Siento que somos tres conversando, que Jesús me vuele a repetir…

    - “...Aprende de mí, que soy paciente y humilde de corazón...” (Mt. 11,29).

    - ¿Ves hija, cómo te va mostrando el camino? Amar el Corazón de Cristo es tratar de imitarle, en todo, en cada momento, tratar de comprender, dentro de lo que puedas, cuánto, cuánto, cuánto te ama.

    - Señora…imitarle… sí, pero es que, no sé como se hace eso en mi día a día…

    - Pues… paso a paso, en cada decisión que tomes piensa: “¿Le será agradable a Jesús?”. Cuando hables con las personas piensa: “¿Si fuese Jesús quien está escondido tras ese rostro?”. Sobre todo cuando te enojes con alguien o cuando tu orgullo herido reclame a gritos una reparación, piensa: “¿Jesús verá con buenos ojos mi reacción?” Si ya hablaste por tu vanidad herida, medita: “¿Me alcanzarán estos argumentos ante Cristo?”. Hija querida, no hacen falta, para imitar a Cristo, grandes y titánicas obras. No pretendas abrir tú sola las aguas del mar… no, pequeña, sólo trata de actuar en cada momento como Él espera que lo hagas. No por presión, no como un amo severo que se la pasa controlándote para , al menor descuido, volcar su ira sobre ti. Nada más lejos de eso. Míralo como un compañero de viaje que te indica la ruta más segura. Como un maestro que te enseña el camino. Como un padre que no quiere que te lastimes. Cada palabra, cada consejo, nacido del profundo amor de su Sagrado Corazón, es para que tú no te pierdas.

    - Voy entendiendo…poco a poco, voy entendiendo.

    - ¿Recuerdas cuando un leproso se le acercó?, suplicándole de rodillas: “Si quieres puedes curarme… a Él se le conmovió el Corazón” (Mc. 1,41). Así pasa contigo. Pero analiza bien este hecho, el leproso “se le acercó” o sea, caminó hacia Jesús, recorrió la distancia que lo separaba de Él, con todo lo que significaba esa decisión. Luego le dijo “si quieres…puedes...” o sea, reconoció que Cristo podía hacer lo que Él le pedía, mas nada le exigía, sólo aceptaba su voluntad. Es entonces cuando a Jesús “se le conmovió el Corazón”. ¿Comprendes, hija?. Conmover el corazón de Cristo no es difícil sólo debes: acercarte a Él, pedirle, confiar y por último, aceptar su voluntad.

    - Señora mía, me hablas con tu corazón, le hablas al mío. ¿Quién soy yo para que te dignes explicarme tanto?.

    - Eres mi hija ¿Lo has olvidado? Una y mil veces te hablaría hasta que encontraras el camino y la paz.

    - “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, si cree en mí. Pues como dice la Escritura: brotarán de su Corazón ríos de agua viva” (Jn. 7,37-39).

    - ¿Escucha tu alma las promesas de mi Hijo?.

    Claro que mi alma las escucha. Poco a poco voy comprendiendo que no existe mejor lugar para el alma, que el Corazón de Cristo. Es un sitio lleno de amor, de paz, de profunda serenidad, tiene la calma de todos los atardeceres, el perfume de todas las flores, el canto de todos los pájaros, y el amor más grande, más profundo, más exquisito que hubiera existido jamás.

    - Los apóstoles ya habían descubierto el inmenso tesoro del Corazón del Mesías. San Agustín lo notó, por eso dijo: “San Juan, en la Cena, se reclinó en el pecho del Señor para significar así que bebía de su Corazón los más profundos secretos...” Para que entiendas más aún, te contaré lo que es para mí ese Corazón amado… cuyos primeros latidos imaginaba al colocar mi mano temblorosa sobre mi vientre, en aquellos días de Nazaret…, después, en Belén, cuando José puso su pequeño cuerpecito entre mis brazos, sentí ese suave y acompasado latido. A medida que iba creciendo, fui aprendiendo el lenguaje de ese corazón, en cada palabra, en cada gesto, en cada mirada, ERA Y ES un corazón rebosante de amor y misericordia… El día que lo comprendas desde el fondo de tu alma, ya nunca estarás sola.



    Me besas la frente y te vas. Lentamente, te mezclas entre la gente… tus palabras quedan en mi alma… esperando…esperando…esperando… sigo orando para que yo sepa ver, poco a poco, cuán bello es el sitio que me tienes reservado en tu SAGRADO CORAZÓN.




    NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."




  • Preguntas o comentarios al autor
  • María Susana Ratero

    lunes, 27 de junio de 2011

    NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO - 27 DE JUNIO


    DEJÉMONOS QUERER POR MARÍA

    Dejémonos querer por María
    Padre Tomás Rodríguez Carbajo

    . Se nos propone como prototipo del amor, el de l madre, persona con la que primero tuvimos contacto sensible en esta vida y quien siempre llevaba ella la iniciativa en las muestras de amor, besos, caricias, abrazos, etc...

    . De “pequeñines” nos dejábamos querer por la nuestra madre, después ya iba buscando que tuviéramos nosotros la iniciativa en las muestras de amor y cariño.

    . En nuestros años infantiles nuestra piedad mariana venía arropada por el ambiente del hogar y de la escuela: Las Tres avemarías rituales al levantarnos y al acostarnos. En fechas señaladas como en Mayo se respiraba un ambiente mariano con el “ejercicio de las flores” ante el altar construido dentro del aula, en cuya parte más alta se había colocado una imagen o cuadro de la Virgen.

    . Al llegar a la adolescencia se nos proponía a María como guía, modelo para nuestra vida de acercamiento a Cristo. Con el entusiasmo de la entrega le cantábamos: “Mientras mi vida alentare todo mi amor para Ti...”

    . Los años pasaban y aquellos fervores se iban debilitando o apagando. Se seguía a falaces sirenas, que prometían una felicidad inmediata, pero que nunca llegaba a llenar plenamente nuestras ansias de felicidad. Fueron los años de alejarse de la mayoría de las prácticas religiosas, de la incoherencia entre lo que pedíamos a los otros y lo que nosotros nos exigíamos.

    . Como hay tiempo para todo, cuando se llega a la adultez no sólo de los años, sino también del interior, uno echa una mirada retrospectiva para ver las cosas que han cambiado a nuestro alrededor con el paso de los años y también de lo que nosotros hemos cambiado.

    . Descubrimos que siempre estuvo pendiente de nosotros María, nuestra Madre,, vamos recorriendo nuestra historia y le tenemos que decir con la canción:
    ¡ Cuántas veces siendo niño te recé, con mis besos te decía que te amaba! Poco a poco con el tiempo olvidándome de Ti por caminos que se alejan, me perdí
    Hoy he vuelto, Madre, a recordar ¡cuántas cosas dije ante tu altar! y al rezarte puedo
    comprender que una madre no se cansa de esperar.

    . La tónica del comportamiento de María es la de estar siempre cerca de nosotros para llevarnos a su Hijo.. Ella nos ha contemplado con gozo y alegría, cuando de pequeños acudíamos a su regazo; nos ha mirado con tristeza al vernos que nos alejábamos. Ella siempre ha sido la Madre de la misericordia, siempre pronta a salir a nuestro encuentro para ayudarnos a levantarnos y a limpiarnos:
    “Aunque el hijo se alejara del hogar, una madre siempre espera su regreso.

    Que el regalo más hermoso, que a los hijos da el Señor,
    es su Madre y el milagro de su amor”.
    . Los años para una madre no cuentan, siempre seremos los hijos de María y mientras más niños nos sintamos, con mayor presteza y confianza acudiremos a su regazo. No es necesario que le contemos nuestros equívocos, errores, fallos, etc... sólo hace falta caer en sus brazos y dejarnos querer por Ella.

    PENSAMIENTOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

    PENSAMIENTOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

    "Tened los sentidos interiores y exteriores en el Sagrado Corazón de nuestro Señor, imponiéndoles un profundo silencio: silencio interior, cercenando pensamientos inútiles y sutilezas del amor propio, para disponernos a oír al voz del esposo; silencio en todo lo que pueda seros a vos materia de alabanza y excusa, de censura y acusación a los otros; silencio en los ímpetus con que la naturaleza inmortificada pretenda mostrar alegría o descontento en cosas tristes..., y este silencio será para honrar el de Jesús solitario en el Santísimo Sacramento. Por este medio aprenderéis a conversar con su Sagrado Corazón y a amarle en silencio".

    "La afición a nuestro menosprecio en el Corazón de Jesús, nos basta para honrar los misterios de su santa muerte y pasión; y Cristo desea que le honremos guardando este sagrado silencio, como Él, en todas las ocasiones de humillación y trabajo; porque os confieso que no hay cosa que tanto me contente, como la taciturnidad que guardó tan exactamente en el discurso de la pasión. A imitación suya, no abramos la boca sino para orar por los que nos afligen y maltratan". 

    Sta. Margarita María de Alacoque

    ¿QUÉ CLASE DE AMIGO ERES?

    ¿Qué clase de amigo eres?


    ¿Eres de los que a todos sonríes y no te detienes a darles un consejo?
    ¿Eres de los que están dispuestos a pasar por alto todas las locuras que haga tu amigo, sólo por no incomodarlo?
    ¿Eres de los que no te atreves a decirle a tu amigo que está mal lo que hizo, sólo porque a él no le gustaría que se lo dijeras?
    ¿Eres de los que hace lo que tu amigo te pide, sólo por seguirle la corriente?
    ¿Eres de los que ofrecen amistad, sólo para servirte de los que te rodean?

    ¿Qué clase de amigo eres?

    "Un amigo es siempre afectuoso, y en tiempos de angustias es como un hermano"


    PENSAMIENTO DE MADRE TERESA DE CALCUTA.

    PENSAMIENTOS DE MADRE TERESA DE CALCUTA.

    "siempre ten presente que la piel se arruga,el pelo se vuelve blanco, los dias se convierten en años, pero lo importante no cambia, tu fuerza y tu convicción no tienen edad,
    tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña.

    Detrás de cada línea de llegada hay una de partida,
    detrás de cada logro hay otro desafío.

    Mientras estes vivo, si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo, no vivas de fotos amarillas.
    Aunque todos esperen que abandones,
    tú nunca dejes que se oxide el hierro que hay en tí.

    Haz que en vez de lástima te tengan respeto.
    Y por último, cuando por los años no puedas correr:trota;
    cuando no puedas trotar, camina;
    cuando no puedas caminar usa el bastón.......
    ¡ pero nunca te detengas!......

    LLAMADOS A REMAR MAR ADENTRO


    Autor: SS Juan Pablo II | Fuente: Catholic.net
    Llamados a remar mar adentro
    Confía en Él, escucha sus enseñanzas, mira su rostro, escucha su Palabra. Deja que sea Él quien oriente tus búsquedas, aspiraciones, ideales y anhelos de tu corazón.
     
    Llamados a remar mar adentro
    Mensaje de SS Juan Pablo II. Enero del 2005.


    Queridos Hermanos y Hermanas:

    «Duc in altum!» Al comienzo de la carta apostólica «Novo millennio ineunte» cité las palabras con las que Jesús anima a los primeros discípulos a echar las redes para una pesca que sería milagrosa. Dice a Pedro: «Duc in altum – Remar mar adentro» (Lucas 5, 4). «Pedro y los primeros compañeros se fiaron de las palabras de Cristo, y echaron las redes» («Novo millennio ineunte», 1).


    «Duc in altum!» La llamada de Cristo resulta especialmente actual en nuestro tiempo, en el que una difusa manera de pensar propicia la falta de esfuerzo personal ante las dificultades.

    La primera condición para «remar mar adentro» requiere cultivar un profundo espíritu de oración, alimentado por la escucha diaria de la Palabra de Dios. La auténtica vida cristiana se mide por la hondura en la oración, arte que se aprende humildemente «de los mismos labios del divino Maestro», implorando casi, «como los primeros discípulos: "¡Señor, enséñanos a orar!" (Lucas 11, 1). En la plegaria se desarrolla ese diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos: "Permaneced en mí, como yo en vosotros" (Juan 15, 4)» («Novo millennio ineunte», 32).

    La orante unión con Cristo nos ayuda a descubrir su presencia incluso en momentos de aparente desilusión, cuando la fatiga parece inútil, como les sucedía a los mismos apóstoles que después de haber faenado toda la noche exclamaron: «Maestro, no hemos pescado nada» (Lucas 5, 5). Frecuentemente en momentos así es cuando hay que abrir el corazón a la onda de la gracia y dejar que la palabra del Redentor actúe con toda su fuerza: «Duc in altum!» (Cf. «Novo millennio ineunte», 38).

    Quien abra el corazón a Cristo no sólo comprende el misterio de la propia existencia, sino también el de la propia vocación, y recoge espléndidos frutos de gracia. Primero, creciendo en santidad por un camino espiritual que, comenzando con el don del Bautismo, prosigue hasta alcanzar la perfecta caridad (Cf. ibid, 30). Viviendo el Evangelio «sine glossa», el cristiano se hace cada vez más capaz de amar como Cristo, a tenor de la exhortación: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mateo 5, 48). Se esfuerza en perseverar en la unidad con los hermanos dentro de la comunión de la Iglesia, y se pone al servicio de la nueva evangelización para proclamar y ser testigo de la impresionante realidad del amor salvífico de Dios.

    Particularmente a vosotros, queridos adolescentes y jóvenes, os repito la invitación de Cristo a «remar mar adentro». Os encontráis en un momento en que tenéis que tomar una decisión importante para vuestro futuro. Guardo en mi corazón el recuerdo de numerosos encuentros en años pasados con jóvenes, convertidos hoy en adultos, tal vez en padres de algunos de vosotros, en sacerdotes, religiosos, religiosas, vuestros educadores en la fe. Los vi alegres, como deben ser los jóvenes, pero también reflexivos, por el empeño en dar un «sentido» pleno a su existencia. Cada vez estoy más convencido de que, en el ánimo de las nuevas generaciones es mayor la atracción hacia los valores del espíritu, mayor el ansia de santidad. Los jóvenes necesitan de Cristo, pero saben también que Cristo quiere contar con ellos. 

    Queridos hermanos y hermanas, confiad en Él, escuchad sus enseñanzas, mirad su rostro, perseverad en la escucha de su Palabra. Dejad que sea Él quien oriente vuestras búsquedas y aspiraciones, vuestros ideales y los anhelos de vuestro corazón. 
    A ustedes queridos padres y educadores cristianos, a los amados sacerdotes, consagrados y catequistas. Dios os ha confiado el quehacer peculiar de guiar a la juventud por el camino de la santidad. Sed para ellos ejemplo de generosa fidelidad a Cristo. Animadles a no dudar en «remar mar adentro», respondiendo sin tardanza a la invitación del Señor. Él llama a unos a la vida familiar, a otros a la vida consagrada o al ministerio sacerdotal. Ayudadles para que sepan discernir cuál es su camino, y lleguen a ser verdaderos amigos de Cristo y sus auténticos discípulos. Cuando los adultos creyentes hacen visible el rostro de Cristo con la palabra y con el ejemplo, los jóvenes están dispuestos más fácilmente a acoger su exigente mensaje marcado por el misterio de la Cruz. 

    ¡No olvidéis, además, que hoy también se necesitan sacerdotes santos, personas totalmente consagradas al servicio de Dios! Por eso querría repetir una vez más: «Es necesario y urgente enfocar una vasta y capilar pastoral de las vocaciones que llegue a las parroquias, los centros educativos, a las familias, suscitando una reflexión más atenta a los valores esenciales de la vida, los cuales se resumen claramente en la respuesta que cada uno está invitado a dar a la llamada de Dios, especialmente cuando pide la entrega total de sí y de las propias fuerzas para la causa del Reino» («Novo millennio ineunte», 46). 

    A los jóvenes les vuelvo a decir las palabras de Jesús: «Duc in altum!» Al repetir de nuevo esta exhortación, pienso también en las palabras dirigidas por María, su Madre, a los servidores en Caná de Galilea: «Haced lo que Él os diga» (Juan 2, 5). Cristo, queridos jóvenes, os pide «remar mar adentro» y la Virgen os anima a no dudar en seguirle. 

    domingo, 26 de junio de 2011

    HIMNO A JESÚS SACRAMENTADO

     Himno a Jesús Sacramentado

            Te adoro con devoción, Dios escondido,
            oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
            A ti se somete mi corazón por completo,
            y se rinde totalmente al contemplarte.

            Al juzgar de ti se equivocan
            la vista, el tacto, el gusto,
            pero basta el oído para creer con firmeza;
            creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios;
            nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.

            En la Cruz se escondía solo la Divinidad,
            pero aquí se esconde la humanidad;
            sin embargo, creo y confieso ambas cosas,
            y pido lo que pidió el ladrón arrepentido.

            No veo las llagas como las vio Tomás,
            pero confieso que eres mi Dios:
            haz que yo crea más y más en ti,
            que en ti espere y que te ame.

            ¡Memorial de la muerte del Señor!
            Pan vivo que da la vida al hombre:
            concede a mi alma que de ti viva,
            y que siempre saboree tu dulzura.

            Señor Jesús, Pelícano bueno:
            límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,
            de la que una sola gota puede liberar
            de todos los crímenes al mundo entero.

            Jesús , a quien ahora veo oculto,
            te ruego que se cumpla lo que tanto ansío:
            que al mirar tu rostro cara a cara,
            sea yo feliz viendo tu gloria.

            Así sea.

    NO TE RINDAS...

     No te rindas

    No te rindas, aún estás a tiempo
    de abrazar la vida y comenzar de nuevo,
    aceptar tu sombra,
    liberar el lastre y retomar el vuelo.

    No te rindas, que la vida es eso,
    continuar el viaje, perseguir tus sueños,
    abrir las esclusas, destrabar el tiempo,
    correr los escombros y destapar el cielo.

    No te rindas, por favor, no cedas,
    aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
    aunque el sol se ponga y se acalle el viento,
    aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tu seno.

    Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
    porque lo has querido y porque yo te quiero,
    porque existe el vino y el amor es cierto,
    porque no hay herida que no cure el tiempo.

    Abrir las puertas, quitar los cerrojos,
    bajar el puente y cruzar el foso,
    abandonar las murallas que te protegieron,
    volver a la vida y aceptar el reto.

    Recuperar la risa, ensayar un canto,
    bajar la guardia y extender las manos,
    desplegar las alas e intentar de nuevo,
    celebrar la vida, remontar los cielos.

    No te rindas, por favor, no cedas,
    aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
    aunque el sol se ponga y se acalle el viento,
    aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tu seno.

    Porque cada día es un comienzo nuevo,
    porque ésta es la hora y el mejor momento,
    porque tienes alas y puedes hacerlo,
    porque no estás solo y porque yo te quiero.

    OCHO PRINCIPIOS DE LA FELICIDAD

      
    Ocho principios de la felicidad
    Autor: Johann Wolfgang Goethe

            SUFICIENTE FE para reconocer la realidad de la presencia de Dios.

            SUFICIENTE ESPERANZA para apartar la preocupación del porvenir.

            SUFICIENTE CARIDAD para reconocer el bien en casa del vecino.

            SUFICIENTE PACIENCIA para trabajar hasta el término de tus tareas.

            SUFICIENTE VALOR para confesar tus faltas y corregirlas.

            SUFICIENTE SALUD para que el trabajo sea un placer.

            SUFICIENTES FUERZAS para afrontar las dificultades y vencerlas.

            SUFICIENTES INGRESOS para asegurar la satisfacción de tus necesidades.

    CUANDO EL VINO SE HACE AÑEJO.. O AGRIO


    Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
    Cuando el vino se hace añejo...o agrio
    Casi sin darnos cuenta, aunque los que nos rodean sí lo perciben, nos vamos tornando indiferentes, egoístas, resentidos, malhumorados... en una palabra: agrios.





    Cuando el vino se hace añejo su sabor adquiere su total esplendidez.

    Cuando el vino se hace añejo tiene la plenitud de su madurez.

    Así es el vino de nuestra vida que empezó con uvas verdes y frescas, pero poco a poco se fue almacenando en nuestro corazón, poco a poco se fue llenando el ánfora de nuestra alma y dichosos serán los que permitan que ese vino alcance los bordes y llegue a derramarse para los demás.

    Ese vino son nuestras vivencias, nuestros recuerdos, nuestra valiosa experiencia de la vida. Claro-oscuro de luces y sombras. Días luminosos, si la infancia fue feliz; días de adolescencia y juventud que nos dejaron un aroma de vino dulce y perfumado y otros recuerdos que son como una copa amarga que tuvimos que beber.

    Así, en toda vida humana tenemos que gustar de una serie de acontecimientos tristes y gozosos que van tejiendo la urdimbre de nuestro existir y nos dejan el poso del vino reposado, dulce y noble o el poso de una amargura vivida. Los dos van a darle cuerpo y aroma a ese vino irrepetible de nuestro vivir.

    Solemos ser buenos para el tiempo de alegría y bonanza, pero generalmente no sabemos o nos cuesta mucho comportarnos a la altura de las circunstancias cuando llega el tiempo de la prueba, el tiempo del dolor o del sacrificio. Y en el fondo es una cosa natural, pues el hombre fue hecho para la felicidad, para el amor, para la plenitud. Así fuimos creados, pero el mal se interpuso entre Dios y el hombre y nos llenó de malas inclinaciones y así supimos del dolor. Por eso en nuestro peregrinar por la tierra sabemos que tenemos que amalgamar alegrías y dolores, salud y enfermedad, contrariedades y dichas, éxitos y fracasos, todo como un buen vino añejado por el tiempo para darle de beber a los demás.

    Un alma que no atesora, que pasa por la vida con la vaciedad de la inmadurez y del egoísmo, nunca podrá ser la fuente donde otras almas necesitadas y sedientas puedan apagar su sed.


    Pero...cuando el vino se hace agrio...

    Como tantas cosas en la vida encontramos que hay una contraparte o lo que pudiera ser "la otra cara de la moneda". Pues bien, no siempre el buen vino se mejora haciéndose añejo, también el vino bueno se echa a perder, se vuelve agrio... Según vamos avanzando en edad pudiera ser que algunas de las virtudes o las bondades de carácter que poseíamos se van debilitando y por el contrario los defectos casi incipientes que aparecían en nuestra personalidad van creciendo como la mala hierba.

    Casi sin darnos cuenta, aunque los que nos rodean sí lo perciben, nos vamos tornando fríos, indiferentes, egoístas, necios, resentidos, malhumorados,... en una palabra: agrios.

    Pasaron los años y aquel gracejo, aquel buen humor, aquella sonrisa fácil, aquella ternura ... se fueron apagando hasta que solo de vez en cuando surgen algunos destellos de todo aquel caudal que hacía que nuestro vino fuese agradable de paladear por su sabor dulce y fresco.

    ¿Por qué somos así? ¿Por qué dejamos que la rutina y la falta de entusiasmo nos atrape hasta irnos despojando de todo lo que nos hacía ser gratos como personas y compañeros? En el matrimonio, hermanos, hijos, padres, nietos y amistades.

    Nuestro vino hemos de servirlo cuando está fresco o cuando se añejó por los años y la experiencia. El ánfora de nuestra alma está llena de ese vino, sirvámosle antes de que se haga agrio. Porque no solo se sirven vinos añejos cuando han pasado los años, también hay vinos que saben a jóvenes, frescos y dulces. Los que están en los albores de la vida también han de cuidar que este vino no pierda su calidad y se torne insípido, ese vino con el que brindan con sus padres, sus hermanos o amigos puede volverse agrio ¡cuidado!.

    Según pasan los años el caudal de nuestra existencia se torna más rico, no lo guardemos para nosotros solos, seamos generosos. Siempre encontraremos el momento preciso para dar de ese vino, que se fue  añejando, pero que siempre tendrá un sabor nuevo y fresco para el que lo beba. Misión importante para los que hemos acumulado años. Si sentimos que nuestro vino ya se añejó es porque es la hora de brindar con nuestros seres queridos y amigos, es la hora de salir en el atardecer dorado, al camino para ofrecer al joven caminante un vaso de ese vino.

    El vino requiere de ciertos cuidados para estar en optimas condiciones: reposo, temperatura, etcétera y así, nosotros, debemos cuidar con esmero nuestras actitudes y trato para los demás y muy especialmente para los seres que amamos y que nos rodean. Porque también es cierto que algunos dan el buen vino a los de afuera y dejan el de menor calidad y a veces el ya muy agrio, para los de la casa.  

    No dejemos que nuestro vino se torne agrio, renovémosle cada día.

    Hoy podemos pensar qué calidad de vino estamos ofreciendo a aquellos con los que convivimos. ¿Tiene aromas de recuerdos, tiene color y calor de ternura y comprensión, tiene fuerza y energía para consolar y guiar a quién lo necesite?¿Cumple en fin, su verdadera misión, dar grato sabor a los que nos aman, conocen y tratan?.

    Todo, todo nuestro empeño ha de ser día con día, ofrecer el mejor vino de nuestra existencia y nunca dejar que ese vino bueno se llegue a agriar.

    sábado, 25 de junio de 2011

    GOZA HOY


    Goza Hoy
            Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla





         Goza hoy su palabra, su mirada, su mano, su
            juventud; goza hoy, antes de que se termine el
            dia, se esconda el sol, se te marchite la piel, se
            te duerman las rosas y se te aquiete el corazón.

               Goza hoy que tu mente tiene prisa, tu cuerpo
            vibración, tus ojos espacio, tu imaginación alas,
            tus estrellas impaciencia de infinito.

               Goza hoy que el viento te canta, el pájaro se
            te para en la rama, las ilusiones te revolotean
            despertándote a la vida.

               Goza hoy que te hierve la sangre, que la acti-
            vidad te está moviendo, que la imaginación está
            creando... y el amor con alas gigantescas te in-
            cita a volar.

               Hoy que llevas plumas nuevas, años frescos,
            tiempo sin estrenar... que andas de descubridor
            entre hallazgos, asombros y sorpresas. Goza tu
            edad y tu momento, que siempre hay un espa-
            cio fijado para lágrimas y el dolor.

               Goza hoy que tienes la corola cerrada, las
            penas sin llorar, el impulso incontenible y el
            puente para pasar a la vida que te seduce y te
            tienta. Hoy, que no temes al futuro, ni te asusta
            lo que vendrá.

               Hoy que abrazas la vida como si la contuvie-
            ras entera y todos los caminos llevaran el ger-
            men de tu realización. Hoy, que te parece fácil
            abrir todas las puertas y desandar todas las am-
            biciones.

               Goza hoy, para que fabriques los años del
            mañana, y vayas llenando el joyero sin olvido que
            tiene cada vida, y cuando lleguen a la vejez y la
            nostalgia, haya perlas que sacar para hacerte
            sonreír.

               Goza hoy que es tu momento de soñar. Goza
            ahora, porque todo tiene su oportunidad, y lo que
            hoy se te ofrece, mañana se te niega. Goza hoy,
            porque lo que se pierde no se recupera. Goza
            hoy, y vive después cuando un solo ideal te
            consuma la vida.

               Goza hoy de todo lo que piensas hacer y la
            altura a que piensas llegar. Goza tus planes y
            tus metas.

               Si de todo ese mundo algo se te da, eres un
            hombre de éxito.

               Si logras realizar, concretar y ser fuerte en un
            solo punto del camino, ya puedes decir que eres
            un privilegiado.

               Si te abrazas a una sola estrella, y atinas a
            elegir la que te llene la vida, eres un escogido.

               Goza hoy, y ¡Dios estará obrando en ti.

    APOYARSE EN DIOS


    Apoyarse en Dios
            Autor:  Padre Eusebio Gómez Navarro OCD



    Un sabio dijo: “Dadme un punto de apoyo y levantaré el mundo”.


    Pues eso que no logró Arquímedes, lo han conseguido los santos plenamente. El Omnipotente les ha dado un punto de apoyo: Él mismo. Y por palanca, la oración, que abrasa en fuego de amor. De esta manera han movido el mundo, y lo siguen moviendo y levantando todos los santos que viven en la tierra (Santa Teresita del Niño Jesús).

    Hay que hacer de Dios el punto de apoyo para cambiar y mover el mundo. Quien cree en Él, quien vive en su presencia, quien ora, tiene esa fuerza que brota de Dios. Quien ama a Dios desea estar con Él.

    Dios está siempre presente. El Dios de la Biblia es un Dios cercano, próximo (Sal 118; 150). Dios, que ha creado al ser humano, no lo abandona (Gn 17; Ex 3,12). Su presencia va acompañada de signos: en un viento suave (Gn 3, 8), en la tormenta, en el fuego, en el viento (Ex 20,18)...

    Al llegar la plenitud de los tiempos Dios se hace presente en su Hijo Jesús, Dios-Hombre. “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo” (Hb 1,1-2). Nunca Dios había estado tan presente (Lc 1,28-35). El mismo Jesús promete estar siempre con nosotros (Mt 28,20).

    Dios se hace presente de distintas maneras:

                        – Presencia cósmica. La presencia de Dios en el mundo es una presencia inmensa, infinita. Así se expresa Santa Teresita al descubrir la presencia de Dios: “Nunca olvidaré la impresión que me causó el mar. Lo estaba contemplando fijamente. Su majestad, el bramido de sus olas, todo hablaba a mi alma de la grandeza y de la omnipotencia de Dios”. Y San Juan de la Cruz nos habla de la hermosura de todo lo creado, porque es huella del Creador.

                        – Presencia significante. Dios nos habla a través de su palabra y de los acontecimientos de cada día. Así se expresa el Concilio Vaticano II: “En esta revelación Dios invisible, movido de amor, habla al ser humano como amigo, trata con él para invitarle y recibirle en su compañía” (DV 2).

    Dios está presente en su Palabra, en los sacramentos, en cada ser humano, en la comunión. El creyente por la fe descubre su presencia.

    San Juan de la Cruz invita a descubrir a Dios: “Aprenda el espiritual a estarse en advertencia amorosa de Dios, con sosiego de entendimiento aunque le parezca que no se hace nada...”.

    DECÁLOGO DE LA ALEGRÍA CRISTIANA

    Decálogo de la alegría cristiana

    1.- Intentar ver siempre el lado bueno de las personas, de las cosas y de los acontecimientos.

    2.- Empeñarse en decir a los demás cosas buenas y agradables

    3.- Nunca transmitir angustia, depresión o desánimo, ni hablar demasiado de las propias penas, que para Jesús fueron redentoras.

    4.- Encontrar siempre razones para la esperanza, aún en los casos más desesperados.

    5.- Esforzarse por ser presencia serena y pacificadora.

    6.- Ser maestros de la sonrisa.

    7.- Utilizar el humor como uno de los buenos argumentos o salidas airosas.

    8.- Saber "llorar con los que lloran" y llevar siempre un pañuelo por si hiciera falta.

    9.- Ser capaces de hacer propias las alegrías y hasta los éxitos de los otros.

    10.- La fuente de la alegría viene de muy adentro; nadie la conoce y se renueva siempre... Es fruto de la generosidad: "Dad y se os dará" dice Jesús.

    Enviado por Marina Ruiz

    PENSAMIENTO DE JUAN PABLO II


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