La Virgen y nosotros
“En la Sagrada Escritura encontramos pocas palabras de la Virgen, pero son como granos de oro puro: si los fundimos con el fuego de una amorosa contemplación, serán suficientes para irradiar sobre toda nuestra vida el esplendor luminoso de las virtudes de María”. Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein).
El general Manuel Belgrano era devoto de la Virgen María. Pertenecía a la cofradía del Santo Rosario. Pidió que a su muerte se lo vistiera con el hábito de Santo Domingo. Fue enterrado dentro del templo. Cuando en septiembre de 1810, salió de Buenos Aires al frente de un pequeño ejército al Paraguay, al llegar a Luján, se detuvo y puso su nueva carrera bajo la protección de la Virgen. El 23 de septiembre de 1812, eligió a Nuestra Señora de la Merced su Generala y al día siguiente venció a Tristán en la batalla de Tucumán. Como trofeo se acuñaron medallas con esta inscripción: “Victoria del 24 de septiembre de 1812, bajo la protección de Nuestra Señora de las Mercedes, Generala del Ejército”.
Hay signos de que María, nuestra Madre celestial, se pone a nuestro lado de una manera especial en estos tiempos difíciles para la fe. Nos conmueve comprobar que esta buena Madre está preocupada por muchos hijos atrapados en las tinieblas del mundo, porque no le dan a Dios un lugarcito en su vida y en su tiempo.
* Enviado por el P. Natalio
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