Si me amas, ¡demuéstramelo: cásate conmigo!
compromiso del matrimonio trasciende a una ceremonia, es cierto. Pero también es verdad que la decisión de tomar este compromiso, visible y palpablemente, frente a la sociedad, es muestra de la importancia que le damos.
Por: Adolfo Güémez | Fuente: Analisis y Actualidad
¿Vale la pena seguir casándose por la Iglesia? En pocas palabras: ¡Sí, pero sólo si tienen fe y se casan por amor!
Casarse por la Iglesia no es un rito formal, puramente cultural, sino una manera excelente de encauzar la estabilidad y el crecimiento del amor de pareja.
El compromiso del matrimonio trasciende a una ceremonia, es cierto. Pero también es verdad que la decisión de tomar este compromiso, visible y palpablemente, frente a la sociedad, es muestra de la importancia que le damos.
A través del matrimonio, los novios le dicen a Dios y al mundo que su amor va en serio. Que desean superar el egoísmo, y que están dispuestos a pertenecerse el uno al otro por el resto de sus vidas. ¿Hay algo más romántico que esto?
En las uniones libres, los individuos quedan desprotegidos y el compromiso se diluye, corriendo el riesgo de no luchar lo suficiente para sacar adelante la relación.
En el matrimonio, en cambio, el compromiso es total, y conlleva la maduración del cariño, optando siempre por el otro, por defender el amor. En él se dan las condiciones para que el amor crezca en solidez y profundidad, haciéndolo realidad en la vida diaria.
Elegir casarse es la expresión del deseo de convertir dos caminos en uno solo. ¡Y de jamás separarlos, pase lo que pase!
Dice el papa Francisco que «el rechazo de asumir este compromiso es egoísta, interesado, mezquino, no acaba de reconocer los derechos del otro y no termina de presentarlo a la sociedad como digno de ser amado incondicionalmente».
Por eso no se trata de modas. ¡El matrimonio está inscrito en la naturaleza misma del amor!
Es verdad que casarse se ha convertido en un deporte de alto riesgo. No soy ciego ante la cantidad de divorcios que se están dando en los primerísimos años de casados. Pero, ¿podemos aceptar conformarnos con menos? ¿Puede el amor verdadero no buscar un compromiso para toda la vida? ¿Puede haber amores momentáneos?
La única manera de no divorciarse es no teniendo al divorcio como opción. Darle al otro un sí en el que siempre podrá confiar, sin restricciones ni letras chicas. Comprometerse a estar siempre a su lado, a que nunca será abandonado, aun cuando pierda su atractivo, haya problemas o se presenten nuevas opciones de placer.
La frase de todo hombre y mujer enamorados debería de ser: «Si me amas, ¡demuéstramelo: cásate conmigo!».
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