Autor: Lizy Dueñas | Fuente: http://www.agenciacatolica.org
Mujer formadora, ¿de qué?
Depende de cada mujer qué tipo de formadora quiere ser
Mujer formadora, ¿de qué?
Es común pensar en la mujer como una persona atenta, acogedora, protectora y hasta consentidora. Una mamá, una tía favorita, una buena amiga, una maestra, la monjita, la abuelita, etc. Su actitud regularmente es para ayudar, escuchar, comprender y/o dar un consejo.
Las cualidades de una mujer son excepcionales y no sólo cuando se trata de atender a un hijo, sino de manera general. Significan un punto de apoyo básico en la vida de cualquier ser humano. De hecho, al lado del hombre como la figura paterna, la mujer se considera parte fundamental en la vida de cualquier ser humano desde su nacimiento.
Sin embargo, también se puede concebir a la mujer de una forma negativa, donde esa cualidad de ser atenta se traduce como ser metiche, si es acogedora se ve como acaparadora, si es protectora se define como controladora y si es consentidora se le ve como favorecedora de la inutilidad.
¿Cómo es que todas esas bellas y fundamentales cualidades que aporta la mujer en la vida de los demás, se puedan transformar en tales acciones fastidiosas y desagradables?
Es aquí donde nos planteamos ¿La mujer es formadora? ¿de qué?
No podemos negar frases e ideas históricas y bastante universales como ¡Cuidado con tu suegra!, ¡Ahí viene la chismosa de la vecina!, ¡Mamá no te metas!, ¡Esa mujer es una histérica!, ¡Si quieres comunicar algo, díselo a una mujer! y otras más recientes en la historia: ¡Esa mamá parece otra adolescente, compite con su hija! y qué decir cuando es una mujer la que va frente al volante: ¡Tenía que ser mujer! y así podríamos seguir, pero estas frases son suficientes para aclarar la idea.
Aunque suene grotesca la idea, es real que la mujer tiene varios puntos de desliz. Es decir, tienen como cualquier ser humano, debilidades e imperfecciones. Sin embargo, la mujer “claro que es formadora”, sobre todo, primero de sí misma porque debe forjar aquellas cualidades que describía de ella al inicio. Esas cualidades dan una trascendente aportación al desarrollo y formación de quien la mujer tiene a su cargo para educar.
Así que además de ser formadora primero de sí misma, es formadora de quien le toque formar. Y no solo pensamos aquí en los hijos, sobrinos, alumnos, sino en cualquier persona con quien convive, ya sea su esposo, compañeros de trabajo, demás miembros de la familia, amigos. Hombres y mujeres, de cualquier edad.
Esto no significa que llevará un letrero que anuncie, soy formadora. O que pondrá una alarma en el celular para que le recuerde durante el día que es formadora. O que estará encima de quien se le ponga enfrente, para formarlo. No. Significa simplemente que pone al servicio de los demás sus cualidades naturales, bien formadas y oportunamente aplicadas.
Entonces, la mujer ¿es formadora o no? Lo es, sin embargo depende de cada mujer qué tipo de formadora quiere ser.
Efectivamente, hay algunas tendencias típicas en la mujer que es necesario detectar. Edith Stein las describía con claridad en una conferencia que dio sobre el tema de la mujer:
“Interesarse por una misma y hacer que los demás se interesen por una. Vanidad, deseo de alabanza, reconocimiento, deseo desenfrenado de comunicación, interés desmedido por los demás, curiosidad, chismorreo. Indiscreta, que es meterse en lo íntimo de los otros”.
Por lo tanto, cada mujer tiene que estar atenta a sí misma. Detectar esos puntos frágiles donde puede acabar siendo controladora, en lugar de mostrar un sano interés por el otro. O donde es consentidora y no contribuye a la realización libre de la personalidad del otro. Donde en lugar de ser atenta, lo que quiere es inmiscuirse y enterarse de todo.
Un ejemplo claro se puede ver en la familia, a veces por buena intención de la madre de saber cómo están o que le pasa a los hijos o al esposo, éstos terminan fastidiados, echando, al menos por un momento, a su madre de sus vidas. Ocultándole sus cosas personales o mintiéndole. Porque la mujer en este caso, no ha sabido encontrar el límite de la intimidad del otro, respetar y esperar. Sin embargo, si ella sabe respetar, naturalmente y a su tiempo, el otro al no sentirse invadido, acudirá por propia iniciativa a ella, en busca de un consejo, de escucha o de cariño.
En el campo laboral, cada vez es más común compartir el trabajo entre hombres y mujeres. Aquí es muy diferente si las mujeres muestran una actitud controladora, mandona y dominante, de jefa autoritaria, a querer buscar la colaboración de todos, que se sientan parte de un proyecto, que tengan confianza en sí mismos y se respete su dignidad. Esto lo puede hacer muy bien la mujer. Pues ella tiene esa cualidad por naturaleza, de inclinarse a lo humano y vivo, a la persona. Se podría decir que lo que hace, lo hace con el sentido último de hacer un bien a la persona. No se conforma sólo con un resultado material y monetario.
Por eso de nuevo la pregunta, ¿formadora? Sí, por su naturaleza, ella es formadora. Su tarea es humanizar la sociedad, los ambientes familiares, laborales y sociales. Y lo logra formando primero su propia persona, su ser mujer. Para aportar lo mejor de sí misma en el momento y la forma conveniente. Sin deformar esas cualidades femeninas con que ha sido dotada por naturaleza.
Por eso, también es bueno recordar otra frase histórica sobre la mujer:
“Detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer”.
Quizá esta frase no indique que la mujer siempre deba estar detrás del hombre, sino que quien tiene la tarea de formar, es normal que sepa estar detrás, impulsando a quien forma a salir para dar lo mejor de sí.
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