Me
han dicho que sufres, y que sufres mucho. Que sabías que había dolor en
el mundo pero nunca pensaste en que a ti te alcanzaría... ¡Y en qué
forma!
Quisiera llegar a tu corazón, mujer que sufres.
En cualquier parte del mundo existe el dolor, y a ti, seas del lugar
que seas, te ha alcanzado su dardo. No se quién eres...tal vez la luna
ha besado ya tus cabellos dejando en ellos sus rayos de plata y tus ojos
tienen la profundidad de la experiencia de una larga vida compuesta de
muchas realidades y ya muy pocos sueños...
Tu corazón sufre lo que jamás imaginaste, la amargura sin igual que
te ha proporcionado ese hijo o hija en el que pusiste todas tu
esperanzas, al que meciste en tus brazos, el que apretaste contra tu
corazón para que nadie lo hiriese ¡por el que tanto te sacrificaste! y
ahora... tu sola mujer, puedes conocer toda la magnitud de tu dolor.
También puede ser que seas joven, muy joven. Aún esperas, mejor
dicho, esperabas mucho de la vida... aún resuenan en tus oídos las notas
de aquella marcha nupcial en la mañana radiante en que unías tu vida a
la de aquel hombre, que ahora ya, ¡no tienes a tu lado!... o tal vez, y
permíteme que te diga que así es más profunda tu tragedia, lo tengas
junto a ti y sin embargo la inmensidad de un abismo os separa... tal vez
teniéndolo a tu lado te sientes infinitamente sola.
No lo se, quizá tengas el gran dolor de una madre que ve la cuna
vacía... Oh, mujer, yo no lo se pero tu si sabes cual es tu historia y
por qué te duele tanto el corazón, por qué hay veces que te pesa tanto
la vida...
Yo no me atrevo a entrar en tu alma pero me acerco a ti con respeto y
cariño. Quisiera llevar hasta ti, no el remedio a tus penas, pero si un
poco de serenidad y paz, aún a pesar de tu dolor. Quiero pedirte que
seas valiente y que no pierdas tu fe. Si te acercas a un Cristo clavado
en una Cruz se abrirán tus ojos, pues no hay dolor como su dolor y que
como bien dicen los teólogos de la Verdad:
era suficiente solo una
gota de sangre, la más ligera humillación, un solo deseo que hubiera
brotado de su corazón, para la redención completa de la Humanidad y
sin embargo...¡contémplalo! está en la Cruz para que sepas que su
corazón te comprende, que pasó por todos tus dolores y más y ese Cristo
es tu Dios que muere en un Cruz para que cuando sufras lo tengas muy
presente.
Míralo bien. Dile que le das tu corazón herido para que de tus
espinas florezcan rosas fragantes que deseas poner en sus llagados pies
¡clavados en la Cruz para esperarte! Se valiente.
Quisiera que grabaras en tu memoria pero sobre todo en tu corazón
estas palabras hermosas y llenas de gran sabiduría: "No es el sufrir
sino la manera de sufrir, lo que dignifica". Es preciso tratar bien a
las espinas ¡más sufre el que las pisa que el que las besa!. Pasa por la
vida heroicamente y poniendo tu alma adolorida en el Corazón de Nuestro
Señor Jesucristo, hallarás el consuelo que jamás imaginaste.
Quiero que seas valiente y que sonrías...Se que eso cuesta mucho
pero aún voy a atreverme a pedirte más: que si hay alguien o algo que
tienes que perdonar, que perdones. Perdona a quién robó tu calma, tu
felicidad, a quién no tuvo reparo en destrozar tu vida, tus sueños, a
quién te hundió en la soledad y el abandono. A quién te hizo mucho
daño...¡perdónalo!.
Arranca de tu corazón hasta la más leve sombra de rencor y verás
cuánta más luz hay en tu vida. Verás que así te sientes más buena y
mucho más valiente para caminar con tu cruz. No lleves tu pesada cruz
arrastras, abrázala contra tu corazón, esa cruz pesa mucho ya lo se,
pero abrazada a ella ya es diferente y serás la mujer fuerte de la que
nos habla el Evangelio, una mujer nueva y total.
¡Que el Señor nos de fuerza a todos, cuando el dolor nos alcanza, para abrazar nuestra cruz!
Preguntas o comentarios al autor
Ma. Esther de Ariño