UNA LÁGRIMA
Una lágrima: es eso que humedece los ojos del mundo. Y que el mundo se empeña en ocultar. Es eso que nos tragamos tantas veces por soberbia, por orgullo, por demostrar fortaleza y queda atorada en la garganta, apretada en el corazón, comprimiéndonos todo. Es tan profunda, que no sabemos con certeza de donde nace, ni si podrá morir alguna vez.
A veces una lágrima: cicatriza una herida, lava una pena y ablanda.
Una lágrima: es un recuerdo, una angustia, una desesperación, un interrogante. Una lágrima: puede ser a veces el comienzo del perdón, la primera luz de la rectificación que hace estrechar una mano.
Una lágrima: es a veces la gota mágica que hace cambiar por dentro cuando tenemos que pagar nuestra cuota de dolor, la lágrima ayuda. Cuando la derramamos en el corazón querido, o en la intimidad de la amistad, la lágrima une, estrecha, funde.
Una lágrima: también despide a alguien que compartió nuestro camino y ha partido buscando ser parte del reino de Dios.
Una lágrima: derramada con arrepentimiento, puede ayudarnos a limpiar nuestras faltas para reconciliarnos con el Señor.
La lágrima transforma, enseña, disuelve los rencores, las espinas, las malas yerbas que van creciendo en la amistad e impidiendo acercarse, abrazarse, comprenderse. La lágrima descubre.
No temamos derramarla cuando elevamos nuestras plegarias al Padre Celestial, pues muchas veces nos abren el camino para ver con más claridad el camino a su verdad , única fuente de Amor y sabiduría.
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