jueves, 15 de diciembre de 2016

EL PORQUÉ DE LA NAVIDAD



EL PORQUÉ DE LA NAVIDAD



Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y de las festividades religiosas, como la Navidad.

Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.

Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.

-¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la Tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!

Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.

Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.

Al cabo de un rato, oyó un gran golpe; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó a amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana. En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.

Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.

-Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.

Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y que se alejaran más.

Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.

-¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevada?

Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.

-Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta.

Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:

-Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!

Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:

-¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!

De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios hizo que Su Hijo se volviera como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Natividad.

Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevada, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria: "¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!"

Con este relato, les deseo con cariño una felicísima Navidad en la que el Niño Jesús les colme de bendiciones.



Web Católico de Javier

EL SENTIMIENTO DE CULPA


El sentimiento de culpa



Mientras crecía miraba mucho la serie Comedy Central, y aprendí dos lecciones: 

1) no debes ser particularmente divertido para llegar a la televisión, y 2) una cantidad impresionante de cómicos está constituida por católicos no practicantes. Y una cantidad impresionante de esos católicos bromea con su propio “sentimiento de culpa católico”. Uno de los objetivos preferidos es la regla del “nada de carne el viernes”, con bromas del estilo “no rezo y ya no respeto ningún mandamiento, pero sigo aterrorizado por el hecho de comerme un hot dog el fin de semana”.

Este sentimiento de culpa es representado como una piedra de molino alrededor del cuello de personas más bien tranquilas, una cadena amarrada a los tobillos del fiel por siniestros clérigos propensos al control absoluto de la vida de las personas.

Con todo el respeto por los que cuentan ese tipo de chistes, digo que no es así. El sentimiento de culpa no es un castigo, sino un don de Dios.

Lejos de ser un obstáculo psicológico impuesto por parientes y clérigos prepotentes, es la campana de alarma que suena en la conciencia y que nos dice cuándo hemos violado la ley natural y hemos perdido la sincronía con el orden divino de las cosas.

Para usar una analogía médica, el sentimiento de culpa es el equivalente espiritual al dolor físico: nos dice cuando algo no está bien. Si algo nos hace daño, el dolor nos hace entender que es necesario prestar atención sobre cierta zona de nuestro cuerpo.

Al mismo tiempo, el sentimiento de culpa nos informa que debemos concentrarnos en una zona particular del alma: nuestra fe, nuestra esperanza o nuestra caridad pueden haberse debilitado.

Podemos haber dicho una palabra poco amable o haber cometido un acto imprudente, y ese sentimiento de ahogo es la sensación de la herida que hemos infringido en nuestra alma. Y es algo que deberíamos querer saber.

El sentimiento de culpa no es un instrumento infalible. La persona escrupulosa es muy sensible en relación al sentimiento de culpa, y creo que es a estas personas a quienes se refieren los cómicos cuando hablan del “sentimiento de culpa católico”. Las personas escrupulosas, sin embargo, son la excepción, no la regla.

Podríamos decir que son una especie de hipocondríacas espirituales, constantemente preocupadas por cualquier pequeño dolor, seguras de que en la mejor de las hipótesis se trate de un signo de una enfermedad debilitadora y angustiosa que se posa sobre ellas.

Las personas escrupulosas no nos ofrecen una imagen del sentimiento de culpa mejor que la que los hipocondríacos ofrecen de la medicina.

En el otro extremo existen personas cuya conciencia ha quedado tan anestesiada en relación al sentimiento de culpa que no consideran de hecho las consecuencias espirituales de sus acciones.

Caen cada vez más en el comportamiento pecaminoso, desde las pequeñas cosas hasta las más importantes, sin notar las heridas y las contusiones que están acumulando y que podrían conducir a una infección mortal. Su sentimiento de culpa atrofiado ya no es capaz de advertir el mal que se provocan a sí mismas.

Estas aberraciones han enlodado la reputación del sentimiento de culpa y ya tienen demasiados daños. Más que rechazar nuestro sentimiento de culpa a causa de los excesos de algunos, debemos formar bien nuestra conciencia y abrazar el sentimiento de culpa como el don de la autoconciencia que es en realidad.

Prestar atención a los acontecimientos de nuestro sentimiento de culpa hace la diferencia para la salud de nuestra alma, y no es una broma.


© Nicholas Senz (Aleteia)

TRADICIONES Y COSTUMBRES NAVIDEÑAS


Tradiciones y Costumbres Navideñas
Lo más importante de las tradiciones y costumbres no es sólo el aspecto exterior, sino su significado interior


Por: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net 




Origen de las tradiciones

Las tradiciones y costumbres son una manera de hacer presente, de recordar lo que ocurrió en el pasado. Son hechos y obras que se transmiten de una generación a otra de forma oral o escrita. La palabra tradición viene del latín “traditio” que viene del verbo “tradere” que significa entregar. Se podría decir que tradición es lo que nuestros antepasados nos han entregado.

En el caso de la Navidad, lo más importante de las tradiciones y costumbres no es sólo el aspecto exterior, sino su significado interior. Se debe conocer por qué y para qué se llevan a cabo las tradiciones y costumbres para así poder vivirlas intensamente. Este es un modo de evangelizar.

Existen muchas tradiciones y costumbres de la Navidad que nos ayudan a vivir el espíritu navideño, pero debemos recordar que este espíritu se encuentra en la meditación del misterio que se celebra.

A continuación, presentaremos algunas de éstas con una pequeña explicación acerca de su significado y origen:

El árbol de Navidad

Los antiguos germanos creían que el mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de las ramas de un árbol gigantesco llamado el “divino Idrasil” o el “dios Odín”. A este dios se le rendía culto cada año, durante el solsticio de invierno, cuando para ellos, se renovaba la vida. La celebración de ese día consistía en adornar un árbol de encino con antorchas que representaban a las estrellas, la luna y el sol. En torno a este árbol bailaban y cantaban adorando a su divinidad.

Cuentan que San Bonifacio, evangelizador de Alemania, derribó el árbol que representaba al dios Odín y en el mismo lugar plantó un pino, símbolo del amor perenne de Dios. Lo adornó con manzanas y velas, dándole un simbolismo cristiano. Las manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las velas representaban a Cristo, la luz del mundo y la gracia que reciben los hombres que aceptan a Jesús como Salvador.

Esta costumbre se difundió por toda Europa en la Edad Media. Por medio de la Conquista española y las migraciones, esta tradición llegó a América. Poco a poco, la tradición fue evolucionando: se cambiaron las manzanas por esferas y las velas, por focos que representan la alegría y la luz que Jesucristo trajo al mundo.

Las esferas, actualmente, simbolizan las oraciones que hacemos durante el periodo de Adviento. Los colores de las esferas también tienen un significado simbólico:
  • azules; oraciones de arrepentimiento

  • plateadas; de agradecimiento

  • doradas; de alabanza

  • rojas; de petición

Se acostumbra poner una estrella en la punta del pino que representa la fe que debe guiar nuestras vidas.

También, se suelen poner adornos de diversas figuras en el árbol de Navidad. Éstos representan las buenas acciones y sacrificios, los “regalos” que le daremos a Jesús en la Navidad.

Para aprovechar la tradición: Se sugiere adornar el árbol de Navidad a lo largo de todo el Adviento, explicando a los niños su profundo simbolismo crisitiano. Los niños elaborarán sus propias esferas (24 a 28, dependiendo de los días que tenga el Adviento) con una oración o un propósito en cada una. Conforme pasen los días, las irán colgando en el árbol de Navidad, hasta el día del Nacimiento de Jesús.

Las tarjetas de Navidad

La costumbre de enviar mensajes navideños se originó en las escuelas inglesas, donde se pedía a los estudiantes que escribieran algo que tuviera que ver con la temporada navideña, antes de salir de vacaciones de invierno. Las tarjetas se enviaban por correo a su casa y así sus padres recibían un mensaje de Navidad.
En 1843, W.E. Dobson y Sir Henry Cole hicieron las primeras tarjetas de Navidad impresas, con la única intención de poner al alcance del pueblo inglés las obras de arte que representaban al Nacimiento de Jesús.
En 1860, Thomas Nast, creador de la imagen de Santa Claus, organizó la primera venta masiva de tarjetas de Navidad en las que aparecía impresa la frase “Feliz Navidad”.
Es una costumbre muy bonita, pues a través de las tarjetas se puede comunicar a todos nuestros seres queridos la alegría que sentimos por el Nacimiento de Cristo.

Los villancicos

Se dice que el compositor de los primeros villancicos fue el Marqués de Santillana, que compuso una serie de canciones para celebrar, con sus tres hijos, el misterio de la Navidad.

Sin embargo, los primeros villancicos que se conocen fueron compuestos por los evangelizadores en el siglo V, con la finalidad de llevar la Buena Nueva a los aldeanos y campesinos que no sabían leer.
Sus letras hablaban sobre el Misterio de la Encarnación en lenguaje popular y estaban inspirados en la liturgia de la Navidad.

Como se llamaba “villanus” al aldeano, con el tiempo, el nombre cambió a “villancicos”. Éstos hablan en un tono sensible e ingenioso de los sentimientos de la Virgen María y de los pastores ante el Nacimiento de Cristo.
En el siglo XIII, se extienden por todo el mundo junto con los nacimientos de San Francisco de Asís.

Los villancicos favorecen la participación en la liturgia de Adviento y de Navidad. Cantar villancicos es un modo de demostrar nuestra alegría y gratitud a Jesús y escucharlos durante el Adviento ayuda a la preparación del corazón para el acontecimiento de la Navidad.

San Nicolás 

.La imagen de Santa Claus, el viejecito regordete y sonriente que trae regalos a los niños buenos el día de Navidad, tuvo su origen en la historia de San Nicolás.

Nicolás nació en una antigua provincia de Asia Menor, en el siglo IV. La capital, Mira, estaba cerca del mar (hoy, corresponde al sudoeste de Turquía) y era una sede episcopal. Nicolás fue escogido obispo de esta sede y ahí se hizo famoso por su extraordinaria piedad. Estuvo encarcelado por defender su fe durante la persecución de Diocleciano. Sus reliquias se encuentran en el pueblo de Bari, Italia.

Existen varias leyendas que hablan acerca de la vida de este santo:
Se dice que fue heredero de una gran fortuna, misma que dedicó a ayudar a los pobres que conocía. Nicolás era feliz ayudando a los demás, especialmente a los pobres y a los esclavos. Era bueno, generoso y tenía un gran sentido del humor.
En cierta ocasión, el jefe de la guardia romana de aquella época, llamado Marco, quería vender como esclavo a un niño muy pequeño llamado Adrián y Nicolás se lo impidió.

En otra ocasión, Marco quería apoderarse de unas jovencitas si su padre no le pagaba una deuda. Nicolás se enteró del problema y decidió ayudarlas. Tomó tres sacos llenos de oro y en la Noche de Navidad, en plena obscuridad, llegó hasta la casa y arrojó los sacos por la chimenea, salvando así a las muchachas.

Marco quería acabar con la fe cristiana, mandó quemar todas las iglesias y a encarcelar a todos los cristianos que no quisieran renegar de su fe. Así fue como Nicolás fue capturado y encarcelado.
Cuando el emperador Constantino se convirtió a la fe católica, liberó a todos los cristianos y Nicolás era ya viejo. Cuando salió de la cárcel, tenía la barba crecida y blanca y llevaba sus ropajes rojos, que lo distinguían como obispo. Con todo, los largos años de cárcel no lograron quitarle su bondad y su buen humor.

Los cristianos de Alemania tomaron la historia de los tres sacos de oro echados por la chimenea el día de Navidad y la imagen de Nicolás al salir de la cárcel, para entretejer la historia de Santa Claus, viejecito sonriente y gordinflón, vestido de rojo, que entra por la chimenea el día de Navidad para dejar regalos a los niños buenos.

El Nombre de Santa Claus viene de la evolución paulatina del nombre de San Nicolás: St. Nicklauss, St. Nick, St. Klauss, Santa Claus, Santa Clós.

Para dar un sentido cristiano a la tradición: El ejemplo de San Nicolás nos enseña a ser generosos, a dar a los que no tienen y a hacerlo con discreción, con un profundo amor al prójimo. Nos enseña a estar pendiente de las necesidades de los demás, a salir de nuestro egoísmo, a ser generosos no sólo con nuestras cosas sino también, con nuestra persona y nuestro tiempo.

La Navidad es un tiempo propicio para imitar a San Nicolás en sus virtudes. Cada año, parece como si el espíritu de Nicolás efectivamente viniera a la tierra y se introdujera a todas las casas de manera misteriosa (tal vez por la chimenea), influyendo en todas las personas, que en esta época se muestran más dispuestos que nunca a dar regalos, desprenderse de lo propio y ayudar a los demás. Seguramente, San Nicolás ha de sonreír desde el Cielo, al ver cómo la gente se vuelve generosa y desinteresada, ocultando su identidad detrás de la imagen exagerada y graciosa de él mismo.

Los nacimientos

El Papa San Sixto III, en el siglo V, ya celebraba la Navidad con algunas representaciones del nacimiento de Cristo que se realizaban en una gruta semejante a la de Belén que él mismo había mandado construir en una Iglesia.
Sin embargo, se considera a San Francisco de Asís el fundador de los Nacimientos quien, en 1223, quiso celebrar una “Noche Buena” en la que se reviviera el recuerdo de Jesús nacido en Belén.

Para que todos pudieran comprender mejor las condiciones en que sucedió, puso un Nacimiento en el bosque con personas y animales vivos. Esta actividad gustó mucho a las personas que asistieron y se popularizó. Con el paso del tiempo, la falta de espacio obligó a sustituir a las personas y animales con figuras de madera o de barro. Esta tradición fue acogida con gran cariño por todo el mundo cristiano desde el siglo XVI.

Para dar un sentido cristiano a la tradición: Poner un Nacimiento en casa, en el que podemos contemplar la imagen de Belén, el pesebre, lo pastores, los magos, José y María, puede ser además de una actividad que fomenta la unión familiar, una imagen que nos ayude a meditar en el misterio de la Navidad y en las virtudes de cada uno de los personajes. A través de los sentidos, se eleva nuestro espíritu ante este gran acontecimiento. El Nacimiento nos invita a reflexionar en el gran misterio de Dios hecho hombre por amor al hombre.

La flor de Nochebuena

Esta flor es originaria de México. Su nombre náhuatl es “tlazochitl” que significa “flor que se marchita”. Para los aztecas simbolizaba la sangre de los sacrificios que los indígenas ofrendaban al sol para renovar sus fuerzas. Los españoles la bautizaron como flor de Nochebuena porque florece en diciembre y la utilizaron como símbolo de las fiestas navideñas.

Las posadas

Las posadas son fiestas que tienen como fin, preparar la Navidad. Comienzan el día 16 y terminan el día 24 de Diciembre.

Su origen se remonta a los tiempos de la conquista:
Cuando los españoles llegaron a México, los aztecas creían que durante el solsticio de invierno, el dios Quetzalcóatl (el sol viejo) bajaba a visitarlos. Cuarenta días antes de la fiesta, compraban los mercaderes a un esclavo fornido y lo vestían con los atavíos del mismo dios Quetzalcóatl. Antes de vestirlo, lo purificaban. En la noche, lo enjaulaban y lo alimentaban muy bien. Salían con él por la ciudad y él iba cantando y bailando para ser conocido por su semejanza a Dios. Las mujeres y los niños le ofrecían ofrendas. Nueve días antes de la fiesta, venían ante él dos viejos muy venerables del templo y se humillaban ante él en una ceremonia en la que le decían: “Señor, sabrás que de aquí en nueve días se te acabará este trabajo de bailar y cantar porque entonces has de morir". El esclavo debía responder: “que fuese muy en buena hora”.

Llegado el día de la fiesta, a media noche, después de honrarlo con música e incienso, lo tomaban los sacrificadores y le sacaban el corazón para ofrecérselo a la luna. En los templos hacían ese día grandes ceremonias. En dichas ceremonias, dirigidas por los sacerdotes, se incluían ritos y bailes sagrados representando la llegada de Quetzalcóatl, así como ofrendas y sacrificios humanos en honor a él.

Durante el mes de diciembre, no sólo festejaban a Quetzalcóatl, sino que también celebraban las fiestas en honor a Huitzilopochtli. Estas duraban veinte días, iniciaban el 6 de diciembre y terminaban el 26 del mismo mes. Eran fiestas solemnes estaban precedidas por 4 días de ayuno y se coronaba al dios Huitzilopochtli, poniendo banderas en los árboles frutales. Esto es a lo que llamaban el “levantamiento de banderas”.

En el gran templo, ponían el estandarte del dios y le rendían culto. El pueblo se congregaba en los patios de los templos, iluminados por enormes fogatas para esperar la llegada del solsticio de invierno. El 24 de diciembre, por la noche y al día siguiente, 25 de diciembre, había fiestas en todas las casas. Se ofrecía a los invitados una rica comida y unas estatuas pequeñas de pasta llamada “tzoatl”.

Los misioneros españoles, que llegaron a México a finales del siglo XVI, aprovecharon estas costumbres religiosas para introducir entre los indígenas el espíritu evangélico. Así, transformaron las fiestas aztecas en fiestas cristianas, para que sirvieran como preparación para recibir a Jesús en su corazón el día de Navidad.

En 1587, el superior del convento de San Agustín de Acolman, Fray Diego de Soria, obtuvo del Papa Sixto V, un permiso que autorizaba en la nueva España la celebración de las "Misas de Aguinaldos", del 16 al 24 de diciembre. En estas Misas, se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad. Para hacerlas más atractivas y amenas, se les agregaron luces de bengala, cohetes y villancicos. Posteriormente, la piñata.

En San Agustín de Acolman, con los misioneros agustinos, fue donde tuvieron origen las posadas. Los misioneros convocaban al pueblo al atrio de las iglesias y conventos y ahí rezaban una novena. Se iniciaba con el rezo del Santo Rosario, acompañado de cantos y representaciones basadas en el Evangelio, como recordatorio de la espera del Niño y del peregrinar de José y María de Nazaret a Belén para empadronarse. Las posadas se llevaban a cabo los nueve días previos a la Navidad, que puede simbolizar los nueve meses de espera de María. Al terminar, los monjes repartían a los asistentes fruta y dulces que simbolizaban las gracias que recibían aquellos que aceptaban la doctrina de Jesús.

Esta costumbre, con el tiempo se comenzó a realizar en barrios y luego, pasaron a formar parte de la vida familiar. Según la tradición, una Posada comienza con el rezo del Rosario y el canto de las letanías. Durante el canto, los asistentes forman dos filas que terminan con 2 ó 4 niños que llevan a la Santísima Virgen y a San José, llamados "peregrinos", que van a Belén. Al terminar las letanías, se dividen en dos grupos: uno entra a la casa y otro pide posada, imitando a San José y la Santísima Virgen cuando llegaron a Belén. Los peregrinos reciben acogida por parte del grupo que se encuentra en el interior. Luego de esto, siguen los alegres villancicos y termina la fiesta rompiendo piñatas y distribuyendo los "aguinaldos".

Versos para pedir posada:
Significado de la tradición: 

Preparar con alegría y oración nuestro corazón para la venida de Jesucristo. Recordar y vivir los momentos que pasaron José y María antes del nacimiento de Jesús.

Las piñatas y los aguinaldos

Las piñatas tienen su origen en China, donde en primavera, al inicio del año chino, se llevaba a cabo una ceremonia en la cual los chinos elaboraban con papel la figura de un buey, la cubrían con papeles de colores y le colgaban algunos adornos con motivos agrícolas.

Los colores de la figura simbolizaban las condiciones en que se desarrollaría el año con respecto a la agricultura. Se rellenaban con cinco clases de semillas que caían cuando los mandarines le pegaban a la piñata con varas de diferentes colores. Cuando ya estaba vacía, se quemaba y la gente trataba de obtener parte de las cenizas considerando que daba buena suerte para todo el año.

Al pasar esta costumbre a Europa, en Italia la utilizaron para las fiestas de Cuaresma, dándole un sentido religioso:

La piñata está hecha con una olla de barro cubierta con papel de colores brillantes y representa al demonio, que suele presentar al mal como algo llamativo para que cautive al hombre y caiga en la tentación.

La piñata clásica tiene siete picos que representan a los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.

El hombre que le pega a la piñata representa la fe que debe ser ciega, por eso lleva una venda en los ojos. Con la ayuda de Dios, se destruye al mal y así se descubren los frutos que hay dentro de la piñata y se dejan caer las gracias de Dios.

El palo con que se le pega a la piñata representa a la fuerza de la virtud que rompe con los falsos y engañosos deleites del mundo. Las virtudes que hay que cultivar para vencer los pecados capitales son: contra la soberbia, la humildad; contra la avaricia, la magnanimidad; contra la ira, la paciencia; contra la envidia, la generosidad; contra la lujuria, la castidad; contra la gula, la templanza; contra la pereza, la diligencia.

El relleno de la piñata es símbolo del amor de Dios porque al romper con el mal, se obtienen los bienes anhelados; es símbolo de esperanza porque todos ven hacia arriba, con los ojos puestos en el cielo que es de donde vendrá el premio celestial

De Italia, la costumbre de romper piñatas en Cuaresma llegó a España y los españoles organizaron una fiesta el primer domingo de cuaresma. a la que llamaron “Baile de la piñata”. Romper la piñata al inicio de la Cuaresma, simbolizaba el deseo de acabar con el mal en la propia vida, la conversión del corazón para volver a Dios y recibir los bienes eternos.

A principios del siglo XVI, esta tradición era desconocida en América. Sin embargo, en México, los indios mayas, que gustaban mucho del deporte, tenían un juego en el que trataban de romper con los ojos vendados una olla de barro llena de chocolate que se balanceaba detenida de una cuerda. A los frailes evangelizadores se les ocurrió que serviría de catequesis el dar un sentido religioso al juego de la olla, enseñándoles el significado religioso de las piñatas y promoviendo que se rompieran durante el tiempo de adviento como un complemento a las fiestas de las posadas y con el mismo sentido de conversión que le daban los europeos.

Los aguinaldos son bolsitas o canastas con dulces y galletas que se entregan a las personas que, por su edad o por su salud, no pueden acercarse a recoger los dulces y las frutas de las piñatas. La idea de que nadie se quede sin recibir los beneficios de la piñata y sin participar de la alegría de la fiesta.

Las pastorelas

En el siglo XVI, en Italia, Torcuato Taso dio a conocer el género teatral “fábula pastoril” que era una pastorela o villancico escenificado. La palabra pastorela viene del italiano “pastorella”, que en español significa pastorcilla.

En México, los mayas y los aztecas, hacían representaciones dramáticas de diferente tipos: cacerías, hombres disfrazados de animales, curaciones importantes, etc. Estas representaciones tenían un carácter religioso y se llevaban a cabo frente a los templos de sus dioses. Los misioneros aprovecharon las inquietudes teatrales y religiosas del pueblo para evangelizarlos, suplantando poco a poco sus ritos paganos por las pastorelas.

El inicio formal de las pastorelas, según algunos historiadores, fue en 1527 en Cuernavaca con “La comedia de los reyes”. En 1530, se escenificó “La Natividad Gozosa de nuestro Salvador”. Poco a poco, se comenzó a escenificar el peregrinar de José y de la virgen María y se fueron incorporando las aventuras de los pastores y las tentaciones que lograron vencer para llegar a Jesús. En las pastorelas se ve claramente la lucha entre el bien y el mal.

Las pastorelas son una bellísima, tierna e ingenua representación escénica, de marco festivo y alegre, que refiere acontecimientos previos a la venida de Jesús y termina con el esplendor inocente del pesebre y la adoración de los pastores. En ésta se mezclan personajes divinos y humanos donde el destino eterno de los hombres ocupa el papel central de la trama. Los personajes centrales son Dios, la Virgen y los pastores que acuden a adorar al niño Jesús en la gruta de Belén. Las pastorelas son jocosas y alegres, presentan al diablo ridiculizándolo y terminan siempre con su derrota, con el triunfo del bien sobre el mal. Se trata de despertar en los oyentes los más nobles sentimientos de amor, dando una moraleja y un mensaje de tipo religioso donde se exalta la fe cristiana.

QUIÉN SOY YO?


¿Quién soy yo?
Ese granito de arena que se quedó en mi mano del puñado que se deslizó entre mis dedos


Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net 




Señor, estoy ante ti, ante este misterio de entrega y amor que se esconde en el Sagrario. Tras esa puerta o cortinillas, Tu nos esperas siempre... para ti no hay tiempo, ni lugar, ni distancias.

Siempre ahí sin reservas para unos y otros, para razas y colores, para buenos y malos, para mi... porque diste hasta la última gota de sangre de tu sangre para todos y por todos, y por TODOS, sigues y seguirás ahí por siempre mientras haya unas manos de sacerdote que transformen el pan en tu cuerpo, el vino en tu sangre.

¡Alabados seas, Señor! por todo ese tu gran amor, porque... ¿quién soy yo?

¿Quién soy yo?
Ese granito de arena que se quedó en mi mano del puñado que se deslizó entre mis dedos una tarde de verano. Dejándolo yo caer a la playa tan dorada se juntará con los otros desapareciendo como si no fuera nada.

¿Quién soy yo?
Una aguja de algún pino, ni siquiera el pino mismo de algún bosque de este mundo con profundidad de abismo.

¿Quién soy yo?
Partícula de polvo en un polvoso camino. Allá en el antiguo Egipto, allá en la gloriosa Roma, generaciones sin cuento deslizándose en la sombra y yo viviendo el presente con vértigo de vorágine, como un instante con forma.

Generaciones futuras... ¿quién repetirá mi nombre? Pregunta incoherente y absurda. Si soy granito de arena, que en la playa de los siglos se perdió, si soy aguja de pino, que la tierra ya enterró, si soy polvo de camino, que otros polvos ya borró. Soy brizna que en remolino, en turbión desaparece; arrastrada por un mundo que lentamente perece.

¿Quién soy yo?
Pregunta grave, con respuesta trascendente: En las arenas del mar, generaciones pasadas, en las agujas del pino y en los polvos del camino, ¡Nadie hay igual, ni será, al igual que soy yo mismo.

Y es confusión en mi mente, es asombro y es hechizo, al pensar que Dios mi nombre...

¡Repetirá en lo Infinito!


Gracias Señor porque a veces siento que no valgo nada ni para nadie, que no sirvo, que mi existencia es inútil, que a veces mi presencia pasa desapercibida. Pero Tú que eres el Rey, mi Dios, repites mi nombre cada día y me amas y cuidas de mi como lo más valioso. Valgo porque Tú me haces vales, porque soy tu hijo amado. Y si valgo para Dios, valgo mucho, mi vida tiene todo sentido, para ti y para todo mi rededor.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 15 DE DICIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Diciembre 15



En el Evangelio se lee aquella afirmación de Jesús: "Por sus frutos los conocerán".

Nosotros hablamos mucho y hacemos poco; los frutos no son las palabras bonitas que decimos sino las pocas y disminuidas obras que realizamos.

Cumplir con el deber, aun cuando nadie vigile ni lo conozca;  saber guardar fidelidad al amigo que nos ha confiado un secreto, sin hacer alardes de ello; no doblegarse ante el qué dirán; nunca jugar a dos caras con nadie; disimular las descortesías de los allegados; ahorrar a los demás trabajo y disgusto.

Todo esto y cosas semejantes son frutos, frutos maduros y legítimos que nos acreditarán ante la conciencia y ante Dios.

No acortar el tiempo cuando hay que emplearlo para los demás; no mortificar a nadie, ser complacientes a todos, aún a costa de nuestro descanso... esos son frutos, y frutos sazonados.

“El fruto de los trabajos honestos es glorioso; e imperecedera la raíz de la sabiduría” (Sab 3,15). “El fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad” (Ef 5,9). Los frutos del espíritu de Dios siempre son la bondad y el amor; cuando en algún acto tuyo no halles ni bondad ni amor, ten por seguro que no ha sido movido por el Espíritu de Dios.


* P. Alfonso Milagro

FELIZ JUEVES!!!


miércoles, 14 de diciembre de 2016

IMÁGENES DE FONDOS DE PANTALLA DE NAVIDAD






























EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 14 DE DICIEMBRE DEL 2016


La tentación de la duda
Lucas 7, 19-23. III Miércoles de Adviento, Ciclo A. Dichoso el que no se escandalice de mí


Por: H. Rubén Tornero, LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este momento que tengo para estar contigo. Haz que el sonido de tu voz resuene en mi corazón, para que pueda conocer tu voluntad. Ayúdame a tenerte presente durante el día, para que pueda aprender a amar a mis hermanos como los amas Tú. Concédeme acogerte en el lugar más oculto de mi corazón, para que pueda amarte siempre y sin cesar. Ora conmigo, ora en mí para que yo pueda aprender de Ti a orar. 
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 7, 19-23
En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: "¿Eres Tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?".  Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron: "Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte si eres Tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro".
En aquel momento, Jesús curó a muchos de varias enfermedades y dolencias y de espíritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la vista. Después contestó a los enviados: "Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso el que no se escandalice de mí". 
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, Juan el bautista te envía a dos discípulos. Él no puede ir personalmente, pues está en la cárcel por haber dado testimonio de la verdad y por no haber callado su voz ante los pecados de Herodes.
Él es Juan. Él mismo – hace no mucho tiempo – te ha bautizado, ha escuchado la voz del Padre Celestial y te ha señalado como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. ¿Por qué, pues, duda de Ti al punto de mandarte a dos discípulos que te preguntaran si eres Tú el que ha de venir?, ¿es que Juan no ha visto suficientes signos?
Querido Jesús, lo mismo me pasa a mí: en mi propia vida yo he sido testigo del inmenso amor que me tienes, de la infinita misericordia con la que Tú me tratas… y sin embargo, cuando llegan las situaciones difíciles, me llega la tentación de dudar de Ti…
A menudo me pregunto por qué debo sufrir o si realmente Tú puedes transformar mi vida, llenarla de felicidad.
No me doy cuenta de esos pequeños milagros que todos los días pasan a mi alrededor y que me recuerdan que tu amor y tu bondad siguen estando presentes en el mundo. Perdóname, Señor, pues no he sabido verte en la sonrisa de un niño, en el apoyo y cariño de tantas personas que me rodean; a veces, ni en la misma Eucaristía he sabido descubrirte…
«Dichoso el que no se escandalice de mí». Tus palabras me recuerdan que sólo confiando en Ti encontraré mi verdadera felicidad. ¿Realmente estoy dispuesto a abandonar mi vida en tus manos?
«De estas advertencias de Juan el Bautista entendemos cuáles eran las tendencias generales de quien en esa época tenía el poder, bajo las formas más diversas. Las cosas no han cambiado tanto. No obstante, ninguna categoría de personas está excluida de recorrer el camino de la conversión para obtener la salvación, ni tan siquiera los publicanos considerados pecadores por definición: tampoco ellos están excluidos de la salvación. Dios no excluye a nadie de la posibilidad de salvarse. Él está —se puede decir— ansioso por usar misericordia, usarla hacia todos, acoger a cada uno en el tierno abrazo de la reconciliación y el perdón.»
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de diciembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día de hoy rezaré un padrenuestro agradeciéndole a Dios por los pequeños milagros que me rodean.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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