viernes, 23 de marzo de 2012

QUE EL SEÑOR SANTIFIQUE NUESTRA VOLUNTAD...

Autor: P. Cipriano Sánchez | Fuente: Catholic.net
Que el Señor santifique nuestra voluntad
Viernes cuarta semana de Cuaresma. Aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida.
 
Que el Señor santifique nuestra voluntad
Sb 2, 1. 12-22
Jn 7, 1-2; 10, 25-30

"Jesucristo -nos dice el Evangelio-, no es capturado porque todavía no había llegado su hora”. Es éste uno de los temas que más recurren en San Juan: la hora de Cristo como el momento de la redención, como el momento en el cual Él va a librarnos a todos de nuestros pecados. La hora de Cristo es una hora que no es suya, no está impuesta por Él, sino que es la hora que el Padre le ha impuesto, y mientras no llegue ese momento, Jesucristo va a vivir, por así decir, libre de sus enemigos; pero en el momento que esa hora llegue, Jesucristo va a ser entregado a sus enemigos.

Esto nos podría parecer una especie de determinismo o de falta de libertad, cuando realmente es un sumergirse en la orientación de nuestra libertad a la adhesión total a Dios. En el caso de Cristo, el hecho de tener que obedecer a Dios va a significar, en ese momento concreto, escaparse de sus enemigos: "Todavía no había llegado su hora". Sin embargo, sabremos que después, cuando llegue su hora, Jesucristo será entregado. Es lo que Jesús dice a los soldados que van a aprenderlo en el Huerto de los Olivos: "Ésta es vuestra hora y la del Príncipe de las Tinieblas".

Es una disposición interior que nosotros tenemos que llegar a tomar: la disposición interior de llegar a aceptar la hora de Dios sobre nuestra vida. Es decir, aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida, lo cual requiere nuestra capacidad de purificar nuestra voluntad, nuestra capacidad de decir a nuestra voluntad que no es ella la que tiene que mandar, sino que es Dios nuestro Señor quien lo tiene que hacer.

Podríamos decir que es la vida la que nos va guiando, porque aunque nosotros podemos planear unas cosas u otras, a la hora de la hora, es la vida la que nos va diciendo por dónde tenemos que ir. Nosotros podríamos tener planes, pero cuántas veces esos planes se rompen, se quebrantan precisamente cuando nosotros pensaríamos que más falta nos hace que no se quebrantasen. Este aspecto de nuestra vida requiere que nosotros aprendamos a encontrar y aceptar, en nuestra voluntad, lo que Dios nos pide, y no como quien se resigna, sino como quien libremente se ofrece a Dios. La libertad y la voluntad son elementos que tienen que conectarnos con Dios.

El libro de la Sabiduría habla de "lo que los malvados dicen entre sí y discurren equivocadamente". Nos dice todos los planes que tienen contra el hombre justo, cómo están dispuestos a atacarlo, cómo están dispuestos a romperlo, cómo están dispuestos a matarlo: "Condenémoslo a muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él". Y termina diciendo: "Así discurren los malvados, pero se engañan; su malicia los ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable".

No nos dice nada de que al justo se le vaya a librar de todos esos planes de los malvados, simplemente nos dice que estos hombres no conocen lo que Dios espera oír de ellos.

Nos podríamos preguntar: ¿Y el justo que tiene que enfrentarse con esa injusticia de parte de los malvados? ¿Y el justo que tiene que sufrir todo lo que ellos dicen? Este aspecto llama a nuestra voluntad a hacerse una pregunta: ¿Realmente mi voluntad está puesta en Dios, independientemente del «entrecruzarse» de las libertades humanas, de los ambientes, de las situaciones que nos acaecen? ¿Nuestra libertad, cada vez que se da cuenta de que Dios llega a la vida, ha aprendido a abrirse de tal manera al Señor que, en todo momento, acepte y se abrace libremente a ese misterio que es la presencia de Dios en nuestras vidas?

Quizá ése es el punto más difícil de llegar a entender. Podemos entender el abrazarnos a determinadas situaciones positivas, incluso algunas negativas, pero es difícil cuando el alma siente la impotencia, cuando sentimos que el alma se nos rompe o que nuestra voluntad no termina de obedecernos, no termina de ubicarnos y orientarnos hacia donde tendríamos nosotros que ir.

Es precisamente este designio el que tendríamos que controlar, y para lograrlo es necesario ver en qué lugar nuestra voluntad no está plenamente orientada hacia Dios.

Sabemos que no es fácil orientar en todo momento la voluntad hacia Dios, porque basta que algo no salga como nosotros querríamos y de nuevo volvemos a ser retados, y de nuevo nuestra voluntad vuelve a ser puesta en cuestionamiento para ver qué vamos a hacer con ella.

El camino de purificación de nuestra voluntad y de nuestra libertad es la constante sumisión libre a Dios; el constante abrazarnos al modo concreto en el cual Dios se nos va presentando en nuestra vida."Salva el Señor la vida de sus siervos; no morirán quienes en él esperan".

En el fondo, la purificación de nuestra voluntad tiene este objetivo: esperar en Dios, aunque pueda parecer que alrededor están las cosas muy difíciles; aunque pueda parecer que todo alrededor es obscuridad, es dificultad. "Muchas tribulaciones para el justo, pero de todas ellas Dios lo libra".

Hay veces que nuestra inteligencia no ve más arriba, no sabe por dónde llevarnos y puede arrastrar a nuestra voluntad y alejarla de Dios. Nuestra voluntad, aun en medio de las dificultades, de las tribulaciones y de las pruebas, tiene que ser capaz de entender que solamente quien se abraza a Dios puede llegar a estar cerca de Él. "El Señor no está lejos de sus fieles". La fidelidad es obra de nuestra voluntad purificada, puesta totalmente en manos de Dios nuestro Señor.

Que en este camino de Cuaresma aprendamos a descubrir esta purificación de nuestra voluntad. Cada uno en su ambiente, en su lugar, con sus circunstancias. Una purificación de la voluntad que supone el constante exigirse y llamarse a sí mismo al orden, para ver si en todo momento estamos viviendo según la hora de Dios o estamos viviendo según nuestra hora; según la voluntad de Dios o según nuestra voluntad.

Dejemos que el Señor santifique nuestra voluntad, de tal manera que podamos adherirnos a Él, que podamos ponernos totalmente en Él en este camino de conversión que es la Cuaresma, que reclama no solamente una serie de obras de penitencia interior, sino que reclama, sobre todo, la reestructuración y la reeducación de nuestra vida hacia Dios.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC

    jueves, 22 de marzo de 2012

    ORACIÓN POR LA FAMILIA

    ORACION POR LA FAMILIA

    Padre Celestial, nos has dado un modelo de vida en la Sagrada Familia de Nazaret. Ayúdanos, Padre amado, a hacer de nuestra familia otro Nazaret, donde reine amor, la paz y la alegría.

    Que sea profundamente contemplativa, intensamente eucarística y vibrante con alegría. Ayúdanos a permanecer unidos por la oración en familia en los momentos de gozo y de dolor. Enséñanos a ver a Jesucristo en los miembros de nuestra familia especialmente en los momentos de angustia.

    Haz que el corazón de Jesús Eucaristía haga nuestros corazones mansos y humildes como el suyo y ayúdanos a sobrellevar las obligaciones familiares de una manera santa.

    Haz que nos amemos más y más unos a otros cada día como Dios nos ama a cada uno de nosotros y a perdonarnos mutuamente nuestras faltas como Tú perdonas nuestros pecados.

    Ayúdanos, oh Padre amado, a recibir todo lo que nos das y a dar todo lo que quieres recibir con una gran sonrisa. Inmaculado Corazón de María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.

    Santos Angeles de la Guarda permaneced a nuestro lado, guiadnos y protegednos. Amén

    Madre Teresa M.C.

    DIOS TE SALVE, MARÍA...

    Dios te salve, María...
    Ornella Accatino



    El mundo entero te saluda como a su Reina
    y como a la creatura más sublime.
    Por eso te repiten sin cesar:
    ¡DIOS TE SALVE, MARIA!

    Vos sos la auténtica triunfadora sobre el Mal.
    Estás siempre presente
    en todas las empresas limpias,
    en todos los sueños puros,
    en todas las sonrisas sinceras.Por eso te decimos sin temor a exagerar:
    ¡LLENA ERES DE GRACIA!

    Estás sobre los ángeles y arcángeles,
    sobre las nubes y sobre las estrellas.
    Pero igualmente te encontramos
    en esa niña que fuiste,
    en el amor de esa joven que vos sentiste,
    en el sufrimiento de ese perseguido político
    que vos experimentaste,
    en la soledad de esa madre
    de hijo ajusticiado por la que pasaste,
    en las penurias de quien tiene que vivir
    -como vos viviste- con un jornal de hambre,
    en la vejez de quien se acoge
    en la casa de otro como te cobijaste vos.
    Estás con todos y por eso gritamos:
    ¡EL SEÑOR ESTA CONTIGO!

    Porque dejaste hacer al Señor Dios,
    porque conservabas todo -todo lo que no entendías- para meditarlo luego en tu corazón.
    Porque creíste, porque callaste, porque no figuraste, dos mil años después de todo eso te seguimos diciendo:
    ¡BENDITA TU ERES ENTRE TODAS LAS MUJERES!

    Lo tuyo, María, siempre fue llevar hacia tu hijo.
    Se lo mostraste a los buenos pastores, a los opulentos magos,
    a los boquiabiertos camareros de Caná, a los primeros cristianos,
    a Don Bosco, a María Mazzarello, a Laurita, a nosotros...
    Por eso ahora, al bendecirte, añadimos:
    ¡Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE, JESUS!

    Privilegios, títulos, advocaciones o simples piropos
    te han envuelto, Madre, desde el primer instante de tu lnmaculada Concepción.
    Fuiste la Madre, la Maestra y la Auxiliadora;
    sin embargo, sabemos que todo se sustenta
    en el hecho misterioso de que seas:
    ¡SANTA MARIA, MADRE DE DIOS!

    Sos el cauce, sos el canal,
    sos la Medianera Universal de todas las gracias que nos regala Dios.
    Sos la Madre que un día nos engendró a la vida de gracia
    y que lo seguirás siendo en el momento de nuestra entrega definitiva.

    Por eso clamamos finalmente:
    RUEGA POR NOSOTROS –PECADORES-AHORA Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE.
    ¡AMEN!

    PADRE NUESTRO, A MANOS LLENAS

    Padre Nuestro, a manos llenas
    Autor: Fran Alvarez


    ¡Oh Padre Nuestro! que estás en el cielo,
    llevo tu nombre como voz que suena
    en ese espacio que llevamos dentro,
    santificando todas nuestras penas.

    Cierra la herida que se abrió en mi pecho
    y que tu Reino rompa mis cadenas,
    tu voluntad será mi fe y silencio
    y correrá tu sangre por mis venas.

    Danos el pan que amasas en tu templo,
    escancia el vino de la última cena,
    perdona ofensas que pagué en el tiempo
    que yo también perdonaré condenas.

    Tú eres el Padre que cubrió mi cuerpo
    con esa miel que dejan tus colmenas,
    sobre tus labios colgaré mis versos
    al aire limpio de tu luz serena.

    Que no tropiece en tentación mi vuelo,
    colma mi vientre de almas y azucenas
    y no permitas que roce el invierno
    mi corazón, que es tuyo a manos llenas

    ¡Oh Padre Nuestro!, que estás en el cielo,
    danos el pan y el vino de tu cena.
    Tú eres el Padre que ha puesto en mi cuerpo
    un corazón, que es tuyo a manos llenas.

    MEDITACIONES EUCARÍSTICAS AL ROSARIO MARIANO

    MEDITACIONES EUCARÍSTICAS
    AL ROSARIO MARIANO

    Misterios de Luz

    Primer Misterio de luz: el bautismo de Jesús en el Jordán. El Espíritu Santo había sobrevolado sobre el vientre virginal de María, consagrando la Humanidad santísima del Verbo de Dios; ahora, en forma de paloma, sobrevuela en el Jordán, sobre la cabeza de Jesús, revelando públicamente a Jesús como el Hijo Unigénito del Padre; sobre el altar eucarístico, el Espíritu Santo, por medio del sacerdote ministerial, que actúa in Persona Christi, sobrevuela sobre el altar no como paloma, sino como viento y fuego, y convierte las ofrendas inertes del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús resucitado.

    Segundo Misterio de luz: las bodas de Canaá. Por un pedido de María, Jesús convierte el agua en vino, alegrando de esa manera el banquete de los esposos. El agua se convierte en un vino exquisito, y con este vino los cónyuges pueden celebrar con alegría la alianza esponsal. El vino convertido del agua es un don de Jesús a los esposos, es el regalo de bodas de Jesús y de María a los cónyuges. El milagro de Canaá es una prefiguración de un milagro que provocará asombro infinito en quien lo contemple, porque será infinitamente más grandioso que la conversión del agua en vino: el milagro de Canaá es figura de la conversión del vino en su Sangre, la sangre del Cordero. En Canaá, María pide a su Hijo que con el poder de su Espíritu convierta el agua en vino; en la Misa, la Iglesia, de quien María es modelo, pide a Jesucristo que convierta, con el poder del Espíritu infundido sobre el altar, el vino en la Sangre del Señor Jesús. En Canaá, el vino que viene del agua alegra la mesa de los cónyuges, que celebran su alianza esponsal; en la Iglesia, el vino que se convierte en la Sangre de Jesús alegra el banquete celestial, con el cual Dios celebra su Alianza esponsal con la humanidad. En Canaá se alegraron los esposos por el vino nuevo, en la Misa se alegran los hombres santificados por Jesucristo por el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre del Cordero.

    Tercer Misterio de luz: la proclamación del Reino. El Reino es la gracia de Cristo Dios, la gracia es la participación a su vida, su vida es luz divina. Quien vive en gracia, vive iluminado por la luz de Cristo, y vive ya, en esta vida, en el Reino de Dios. Y si el Reino es la gracia de Cristo Dios, como la Eucaristía es Cristo Dios, que es la Fuente de la Gracia, porque es la Gracia Increada, cuando estamos delante de la Eucaristía, estamos delante del Rey del Reino de Dios, y el Reino de Dios está donde está su Rey. Tener la Eucaristía es tener el Reino de Dios; contemplar la Eucaristía es contemplar el Reino de Dios; consumir la Eucaristía es poseer dentro de sí el Reino de Dios.

    Cuarto Misterio de luz: la Transfiguración en el Monte Tabor. La luz de la gloria de Dios se trasluce a través de la humanidad de Cristo en el Monte Tabor, antes de la Pasión, para que cuando Jesús sea crucificado, al recordar la luz del Tabor, los discípulos se fortalezcan en la fe en la resurrección. Cuando Jesús sea golpeado, insultado, coronado de espinas y crucificado, los discípulos no podrán reconocer en el Crucificado a su Maestro, y sin embargo, el Señor crucificado es el mismo Señor de la gloria que en el Tabor hace resplandecer la luz de Dios. La luz del Tabor será el consuelo de los discípulos cuando las tinieblas del Calvario cubran la tierra. Luz en el Tabor, tinieblas en el Calvario, luz en el Nuevo Monte Tabor, el altar eucarístico de la Iglesia santa. La luz del Tabor es la luz de Jesús resucitado, antes de sufrir la Pasión; la luz del altar, la luz de Cristo Eucaristía, es la luz de Jesús resucitado cuando ya ha cumplido su misterio pascual de muerte y resurrección, que no solo nos recuerda el futuro de gloria y eternidad en las horas de cruz de esta vida, sino que nos concede ya de su gloria y de su resurrección en la comunión.

    Quinto Misterio de luz: la institución de la Eucaristía.
    ¿Por qué la institución de la Eucaristía es un misterio de luz? Si contemplamos la Eucaristía, tiene el aspecto y la luminosidad de un pan común, pero de ninguna manera irradia luz. ¿Por qué entonces es un misterio de luz? La respuesta está en las palabras de Jesús en el Evangelio: “Yo Soy la luz del mundo” (Jn 8, 12). Jesús es la luz del mundo, porque Jesús es Dios y Dios es luz: no una luz conocida, como la del sol o la luz artificial, sino una luz desconocida, que brota del seno mismo de Dios Uno y Trino. Dios Trino es luz infinita, brillante, inaccesible, desconocida para las creaturas; es una luz que además de iluminar, da vida divina a quien ilumina, y con la vida da la alegría, la paz y el amor de Dios. Esa Luz que es Dios, es la que brilla en Jesús de Nazareth, porque Jesús procede eternamente del Padre –“Dios de Dios, Luz de Luz”, decimos en el Credo-, y como la Eucaristía es Jesús en Persona, entonces la Eucaristía es luz: la Eucaristía es el misterio de la luz de Cristo en medio de la noche del mundo.

    MARIA DE BETANIA SIGUIÓ A CRISTO POR AMOR...

    Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
    María de Betania siguió a Cristo por amor
    Jueves cuarta semana de Cuaresma. Jesús, cuando ve un alma generosa no la deja en buenos deseos sino que la une a Él.
     
    María de Betania siguió a Cristo por amor

    Reflexionaremos en el gesto que tiene María de Betania con Jesucristo nuestro Señor cuando ella unge a Jesús, según narra San Juan. Este Evangelio, en el que María realiza la unción de Jesús, nos habla de una mujer que ha puesto totalmente, sin reticencias de ningún tipo y con mucha firmeza, su corazón en Jesucristo. Lo que la lleva a dar testimonio público de agradecimiento para nuestro Señor.

    Esta mujer se presenta ante el mundo como fiel seguidora de Jesucristo. Es un gesto de amor, de gratitud, pero que en el fondo, es un gesto profundo de compromiso; porque la unción compromete a María a estar cada vez más cerca de Cristo.

    ¿Cuáles son los detalles que María de Betania muestra? Delante de todos, toma una libra de perfume de nardo puro, muy caro, unge los pies de Cristo y los seca con sus cabellos. No mide su gratitud con Aquél que es objeto de su amor. Es alguien que está convencida del bien que Cristo ha hecho en su vida, porque Cristo ha hecho un cambio profundo en ella. Detrás de todo está la sensibilidad profunda que la lleva a no medir su gratitud.

    El gesto de la mujer, que es el gesto de una profunda gratitud, es el fruto de un corazón comprometido, que no sólo quiere recibir, sino dar agradecimiento. Esta dimensión cambia totalmente el gesto, porque hace de un gesto común, un detalle de amor, de donación personal, de compromiso.

    Siendo Jesús un hombre discreto, que no gusta de honores, deja que María lo haga, porque Jesús ve en su corazón el compromiso personal que ella tiene con Él. Dice Jesús: “Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura”, la estoy uniendo al misterio más grande, que es mi donación personal por la salvación de los hombres. Jesús une ese darse de María de Betania al misterio de su cruz, al gesto de su don personal en la cruz; hace que esa mujer se asocie al don que Él va a dar en la cruz. Jesús llama de esta forma al amor a María de Betania: la llama a seguirlo con decisión hasta la sepultura; hasta compartir con Él el misterio de su pasión.

    Así es Jesús. Jesús, cuando ve a un alma generosa no la deja en buenos deseos sino que la une a Él. Esto es lo que el Señor ve en todas las almas a las que llama a un mayor compromiso, a las que pide un paso más de entrega: ve un corazón como el de María de Betania.

    “A Mí no siempre me tendréis”. Ésta es la segunda dimensión con la que Jesús mira a María de Betania. La dimensión de una mujer que ha captado que seguir a Cristo es un compromiso exigente, firme, sin remilgos. María quizá no había entendido quién era Cristo, pero había experimentado que seguirlo a Él no puede dejar indiferente su vida, que para seguirlo tiene que transformar hasta las fibras más íntimas de su corazón. Es un implícito acto de adoración a Cristo, de adoración a Alguien que la une a su misterio doloroso, a su misterio de don al hombre, a Alguien que se convierte para ella en una persona.

    Cristo es una persona que me ha unido a su misión redentora y que además es mi Señor. Al ser llamados, no nos podemos quedar con el buen deseo de amarlo, tenemos que llegar a la dimensión de que Cristo es el Señor, el Creador Todopoderoso, y que, además, me ha querido unir a su don a la humanidad, al misterio de salvación que es su entrega por cada uno de los hombres.

    Si es grande el misterio de su llamada, es más grande el misterio de la respuesta de María, que se entrega en ese momento, se pone a su disposición ante la llamada a hacer del amor a Cristo un amor personal, y hacer de la decisión por Cristo una opción y una decisión eficaz, sin otro límite que el del propio corazón. Esta opción nace de la conciencia profunda de haber hecho la experiencia profunda de Cristo en su alma.

    El gesto de María no tendría sentido si no fuera fruto del conocimiento personal de su opción por Cristo. Los gestos debemos llenarlos de sentido. Nuestra opción por Cristo debe tener un sentido en todas partes: en casa, en el apostolado, en la sociedad, porque los mismos gestos tienen diferente contenido, porque es una opción ofrecida a Jesucristo nuestro Señor por amor a Él.

    Cada uno de nosotros tiene que ser consciente de que, por el bautismo, es una persona más unida a Cristo, porque en cada gesto, en cada detalle que hace, hay una particular donación de su vida a Jesucristo.

    En nuestras vidas hay los mismos gestos, pero el amor es diferente, porque amamos con más profundidad, porque hemos sido unidos más a la sepultura del Señor, a la redención de Cristo, al misterio de la salvación de la humanidad.

    Cristo es dado a la humanidad. En cierto sentido, María de Betania, por su experiencia de Cristo, es también dada a Cristo. María es de Cristo porque ha tocado, ha descubierto la dimensión personal del Señor, y para ella ser cristiana no es pertenecer a una religión, sino enamorarse de una persona, tener arraigada en el corazón a una persona. Ser cristiano es seguir a Cristo, es amar a una persona, seguirla y vivir según esa persona. Es un compromiso distinto, sobre todo cuando vemos que el compromiso nace de dos dones: el don de Cristo a mi vida y el don de mi vida a Cristo para la salvación de la humanidad, en mi ambiente, en mi casa, con los míos.

    Pidámosle a Jesucristo que la unción en Betania tenga sentido en nuestras vidas, porque de la opción personal por Cristo depende todo lo que hagamos. Debemos ver a María de Betania como la mujer que ve a su Señor, se une a Él, se acerca a Él y lo experimenta personalmente.


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  • P. Cipriano Sánchez LC

    miércoles, 21 de marzo de 2012

    EL PODER DEL AMOR

    Autor: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net
    El poder del amor
    El amor no es un mero sentimiento, es mucho más que eso, es una fuerza, una potencia, es un don de Dios eterno.
     
    El poder del amor

    Tolstoi narra en uno de sus cuentos la historia de un zapatero que, regresando una noche a su casa, encontró un andrajoso desconocido en la puerta de una iglesia. Lo llevó consigo a casa y su mujer le recibió con bastantes malos modos. A medida que la mujer multiplicaba sus asperezas, el desconocido se iba haciendo cada vez más pequeño. A cada palabra cruel, su rostro se arrugaba; pero cuando la mujer le dio de comer, el desconocido empezó a crecer en tamaño y hermosura. Explicaba Tolstoi que el desconocido era un ángel que había caído del cielo, y que por eso no podía vivir mas que en una atmósfera de bondad y de amor.

    Según las apariencias todo lo lograría el poder, pero la experiencia muestra que es el amor el que todo lo puede. Es el amor el que apacigua e ilumina.

    Es el amor el que une y el que alegra, es el amor el que acerca y el que cura. Sólo el amor nos hace de verdad hijos de Dios y hermanos de los demás.

    Todo lo puede el amor, pero muchos tienen que sufrir serios golpes antes de aprender que el amor está por encima del poder y el poseer. Cuesta aprender que:

  • No hay dificultad por muy grave que sea, que el amor no supere.
  • No hay enfermedad por muy grave que sea, que el amor no sane.
  • No hay puerta por muy cerrada que esté, que el amor no abra.
  • No hay distancias por muy extremas que sean, que el amor no acorte.
  • No hay muro por muy alto que esté, que el amor no derrumbe.
  • No hay pecado por muy grave que sea, que el amor no redima.
  • No importa cuán serio sea un problema o cuán desesperada una situación, el amor tiene poder para superar todo esto, porque el amor todo lo vence.

    No olvidemos nunca que éste es el distintivo de Dios. Él mismo es amor, y está dispuesto a salir a nuestro encuentro para acogernos, acompañarnos y ayudarnos a salir adelante, pero sobre todo, está dispuesto a llenarnos de su amor. ¿Cuál es la fuerza de tu amor?, ¿ella proviene de Dios?, ¿te dejas cautivar por Él?, ¿te dejas perdonar por Él?, ¿vences todas las dificultades gracias al poder del amor que hay dentro de tí?

    El amor no es un mero sentimiento, es mucho más que eso, es una fuerza, una potencia, es un don de Dios eterno. Efectivamente, el Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que se nos ha dado, nos diría San Pablo. Ahora nos toca darlo, y así, iluminar a nuestro mundo, a nuestra sociedad, a nuestra familia. Seamos esa antorcha de amor, que tantos hoy necesitan para caminar con paz y serenidad.



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  • P. Dennis Doren LC

    martes, 20 de marzo de 2012

    ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS


    ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

    Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas.
    Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo.
    Tú eres rey omnipotente, tú eres Padre santo, Rey del cielo y de la tierra.
    Tú eres trino y uno, Señor Dios, todo bien.
    Tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios, vivo y verdadero.
    Tú eres caridad y amor, tú eres sabiduría.
    Tú eres humildad, tú eres paciencia, tú eres seguridad.
    Tú eres quietud, tú eres gozo y alegría.
    Tú eres justicia y templanza.
    Tú eres todas nuestras riquezas a satisfacción.
    Tú eres hermosura, tú eres mansedumbre.
    Tú eres protector, tú eres custodio y defensor.
    Tú eres fortaleza, tú eres refrigerio.
    Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra.
    Tú eres la gran dulzura nuestra.
    Tú eres la vida eterna nuestra, grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso salvador.

    CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ


    CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ

    Oh Glorioso Patriarca San José, heme aquí, postrado de rodillas ante vuestra presencia, para pediros vuestra protección.

    Desde ya os elijo como a mi padre, protector y guía. Bajo vuestro amparo pongo mi cuerpo y mi alma, propiedad, vida y salud. Aceptadme como hijo vuestro. Preservadme de todos los peligros, asechanzas y lazos del enemigo. Asistidme en todo momento y ante todo en la hora de mi muerte. Amén.

    EL GRAN AMÉN



    El gran Amén
    Autor: Padre José María Bover



    Amén es una palabra hebrea, difícil de traducir a nuestro idioma.

    Amén equivale a sólido, duradero, seguro. Amén es una bella exclamación que significa "Así es", "estoy de acuerdo", "estoy cierto".

    Amén es un grito de fortaleza y de seguridad. Es una expresión de fe, de entusiasmo, de alegría.

    Amén es la invocación que todos los creyentes dirigen a Dios: los cristianos, los judíos, los musulmanes.

    El amén, dicho en la misa, ratifica la unión de quienes configuran la Asamblea litúrgica: Obispos, presbíteros, diáconos y laicos.

    Amén es algo más que un "así sea", resignado y conformista. Amén es un compromiso que se ratifica. Amén es el plebiscito de toda la asamblea que clama a Dios a pleno pulmón para aceptar su palabra y para urgirle que cumpla sus promesas (Ap. 1,7; 22, 10)

    Amén el la palabra que Dios se aplica a sí mismo, para garantizar lo que promete (Is. 3,14; 65, 16), y la que sirve al mismo Jesús para definirse como el "Sí", como el "Amén" de Dios para nosotros (Ap. 3, 14).

    Amén es la palabra que usa Jesús, y que emplean con frecuencia los evangelios (30 veces en Mateo, 15 en Marcos, 16 en Lucas, 25 en Juan)

    Amén es la voz que resonaba en la liturgia de los apóstoles (Rom. 1,25; 1Cor. 14, 16; 1 Ped. 5, 11; Ap. 5, 14).

    Amén, decían en el siglo II los cristianos, como cuenta el mártir San Justino: "se presenta pan, vino y agua, y el que preside eleva oraciones y acciones de gracias, y el pueblo aclama, diciendo: "Amén" (1 Ap. 67)

    Para Dionisio de Alejandría, en el siglo III, los tres actos del culto eucarístico eran: "escuchar la acción de gracias, responder el Amén y comulgar" (Hist. Ecl. VII, 9, 4).

    Tertuliano, en África, protestaba contra los que gritaban en favor de los gladiadores, con los mismos labios que habían dicho "amén a lo Santo.

    San Jerónimo habla de que las basílicas romanas retumbaban cuando se cantaba el Amén, como si en ellas hubiese estallado una tempestad (Ad. Gal. II).

    Agustín de Hipona pensaba que en el idioma del cielo sólo había dos palabras importantes: Amén y Aleluya. Aquella para admirar al Dios que se nos revelará, y ésta para alabarlo.


    Jesucristo es el "Sí" absoluto y universal; el sí de las promesas divinas, el sí de las aspiraciones humanas, el sí de los oráculos proféticos, de las esperanzas de Israel, de los suspiros de todas las naciones.

    El es, el sí de la verdad, plenitud desbordante de la vida. No hay en Jesucristo un No desesperante; en El todo es sí.

    OPCIONES


    Opciones
    Autor: Diego Vergara Garzon

    Mi mamá me decía con frecuencia que yo iba salir adelante no por inteligente, sino por bruto.
    Esta afirmación que entonces me ofendía, con el tiempo me ha llegado a parecer sabia y útil.

    Ahora me doy cuenta de lo importante que es saber hacerse el bruto.

    Por ejemplo:

    - Si un pariente cercano me dice un "indirectazo" para ofenderme, me hago el bruto que no entiende y así no le doy el gusto de amargarme la vida.

    - Si quiero aprender algo que me cuesta trabajo, me hago el bruto, no sucumbo a la impaciencia de los demás y sigo intentando hasta lograrlo.

    - Si mi compañero de trabajo o mi superior permanecen irritados la mayor parte del tiempo, no pienso que es conmigo o por mí, sino que me hago el bruto y me digo: "Debe ser que le duele una muela" y de esa manera me hago inmune al contagio de ese dolor.

    - Cuando dicen "no" a mi objetivo, me hago el bruto y entiendo "todavía no" y así me permito seguir buscando formas de conseguirlo.

    - Si algo que intento cien veces no me resulta como quiero, no me tildo de bruto por no haberlo logrado, sino que pienso en lo bruto que sería si desistiera después de tanto esfuerzo.

    - Cuando estoy hablando por teléfono con alguien de quien necesito un servicio o información y la persona sube el tono de voz más de lo necesario y vocaliza cada palabra exageradamente, tal como si dijera: "No sea bruto, ¿acaso no entiende lo que le estoy diciendo?" Decido entonces respirar profundamente, contestarle pausadamente y con calidez, dándole las gracias por su paciencia con mi falta de entendimiento...

    Esto funciona como magia la mayoría de las veces para cambiar las mareas a mi favor.

    ¿CUÁL ES EL PERFIL DEL HOMBRE DE ORACIÓN?

    Autor: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com
    ¿Cuál es el perfil del hombre de oración?
    Por la vida de oración, dejamos que Cristo vaya entrando en nuestras vidas y poco a poco nos vaya modelando conforme a su estilo
    ¿Cuál es el perfil del hombre de oración?


    La vida del hombre sobre la tierra es una batalla. (cf. Job 7, 1) Todos lo experimentamos, todo supone esfuerzo: el sustento económico, la armonía en la vida familiar y matrimonial, conservar la salud, la evangelización, la formación académica, la vida de oración....
    Y en esta batalla de la vida hay éxitos y fracasos, avances y retrocesos, gloria y ruina. Todos tenemos crisis en la vida y hay tiempos en que lo construido con tanto esfuerzo se convierte en escombros.

    Es muy duro y penoso encontrase a veces ante los propios escombros. Pero estos deben servirnos para volver a construir y edificar con ellos cimientos más fuertes. El hombre sensato construye su casa sobre roca, sobre cimientos sólidos y profundos. (cf Mt 7,24)

    La oración se funda sobre la fe, se alimenta con la Eucaristía, se autentifica por la caridad.

    En la vida cristiana esto significa ser hombre de oración. Una oración que se funda sobre la fe, se alimenta con la Eucaristía y se autentifica por la caridad. (cf Catecismo n. 2624) El punto de referencia lo tenemos en los primeros cristianos, que "acudían asiduamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" (Hch 2,42).

    Una de las grandes lecciones que Dios me ha enseñado en estos últimos años en que pasan por especial dificultad la congregación religiosa y el movimiento de apostolado a los que pertenezco (Legión de Cristo y Regnum Christi), es que debo ser hombre de oración. Si queremos escuchar la voz del Espíritu Santo y descubrir Su voluntad, debemos ser más contemplativos. Si queremos construir la casa sobre roca firme, debemos orar más y orar mejor.

    La oración se funda sobre la fe:

    Tratamos con Dios porque creemos en Él y en lo que Él nos ha dicho. Sabemos quién es, cómo es y qué nos enseña, porque Él mismo nos lo ha revelado. Y es a partir de esa experiencia, de esa fuerza interior y de ese conocimiento que desarrollamos nuestra amistad con Cristo. En la oración no gustamos imaginaciones ni alucinaciones, sino certezas de fe: las certezas de fe que nos ofrece la Palabra de Dios y que la Iglesia nos propone.

    Cito varios párrafos del catecismo de la Iglesia católica que me ayudan mucho y que te propongo meditar delante de Dios.

    - 2732. La tentación más frecuente, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad declarada que en unas preferencias de hecho. Cuando se empieza a orar, se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes; una vez más, es el momento de la verdad del corazón y de clarificar preferencias. En cualquier caso, la falta de fe revela que no se ha alcanzado todavía la disposición propia de un corazón humilde: "Sin mí, no podéis hacer nada" (Jn 15,5).

    - 158. "La fe trata de comprender": es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor. La gracia de la fe abre "los ojos del corazón" (Ef 1,18) para una inteligencia viva de los contenidos de la Revelación, es decir, del conjunto del designio de Dios y de los misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro del Misterio revelado. Ahora bien, "para que la inteligencia de la Revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones" (Dv 5). Así, según el adagio de san Agustín, (serm. 43, 7,9) "creo para comprender y comprendo para creer mejor".

    - 142. Por su revelación, "Dios invisible habla a los hombres como a amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunión consigo y en ella recibirlos" (Dv 2). La respuesta adecuada a esta invitación es la fe.

    - 162. La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este don inestimable podemos perderlo; san Pablo advierte de ello a Timoteo: "Combate el buen combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe"(1 Tm 1,18-19). Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la Palabra de Dios; debemos pedir al Señor que la aumente; debe "actuar por la caridad" (Ga 5,6), ser sostenida por la esperanza y estar enraizada en la fe de la Iglesia.

    La oración se alimenta con la Eucaristía:

    La Eucaristía es el pan nuestro de cada día, es decir, algo necesario para subsistir. Es fuente de gracia, de vida divina en nosotros. La Eucaristía es el pan cotidiano que alimenta el espíritu y nos une al Cuerpo de Cristo. Si no comemos su carne y no bebemos su san­gre, no tendremos vida. (cf Jn 6)

    Jesucristo permaneció con nosotros en la Eucaristía para que nosotros permaneciéramos en Él. Jesucristo bien sabía que nos sentiríamos débiles, solos, necesitados de luz, fortaleza y consejo. Por eso, acompañar y contemplar a Cristo Eucaristía es el gran quehacer del hombre de oración. Viendo a Cristo, vemos al Padre: "Nadie puede venir al Padre sino por mí... Quien me ha visto, ha visto al padre" (Jn 14, 6-9).

    El Sagrario es lugar privilegiado para la oración personal y comunitaria. Allí vamos los que estamos enfermos, pues Él vino a llamar no a los santos, sino a los pecadores (cf Mt 9, 12-13) En este sentido, agradezco mucho a mi comunidad en Roma que desde hace un año, animados por los más jóvenes, decidimos tener adoración eucarística a lo largo de toda la jornada.

    La oración se autentifica por la caridad:

    En la oración actúa la gracia de Dios para irnos configurando poco a poco con Cristo, nos vamos pareciendo más a Él. Es un proceso lento, don de Dios. A base de ver el rostro de Cristo nuestra mirada se va haciendo más pura, nuestro corazón se ablanda, nuestras actitudes se van modelando conforme a las de Él.

    Por la vida de oración, dejamos que Cristo vaya entrando en nuestras vidas y poco a poco nos vaya modelando conforme a su estilo, donde el amor y el servicio al prójimo es el rasgo característico de nuestro comportamiento.

    Cuando una planta está sembrada en tierra fértil, bien abonada y regada, la planta luce un follaje verde, fresco, abundante. Lo mismo el cristiano: desborda caridad cuando está plantado en el amor de Dios.

    La fe viva actúa por la caridad (Ga 5,6), la fe sin obras está muerta(St 2,26)

    Fe viva, vida Eucarística asidua y caridad genuina: aquí tenemos los distintivos del orante.

    lunes, 19 de marzo de 2012

    SE BUSCA UN SANTO...

    Se busca un Santo

    Perdóname, Señor, que venga a molestarte, pero se me acaba de ocurrir una idea:

    Dicen que tienes necesidad de un Santo y pienso que tal vez podría servirte yo...

    Vengo, pues, a ofrecerme para tal empleo; creo que podría cumplir bien esa ocupación.

    A pesar de lo que digan, el mundo está lleno de personas perfectas.

    Hay muchos que te ofrecen tantos sacrificios que, para que no te equivoques al contarlos, los marcan con pequeñas cruces en un cuadernillo. A mí, la verdad, no me gustan los sacrificios, me fastidian enormemente...

    Lo que te he dado, Señor, tú sabes bien que lo has cogido tú mismo sin pedirme permiso y, lo más que yo he hecho, ha sido no protestar...

    Hay también otros que se corrigen de un defecto por semana y ¡claro! serán forzosamente perfectos al cabo de un trimestre.

    Pero yo no tengo suficiente confianza en mí para hacer eso, ¿quién sabe si perseveraré al cabo de la primera semana? ¡Soy tan impulsivo, Dios mío!

    Por eso, prefiero quedarme con mis defectos, aunque usándolos lo menos posible...

    Las personas perfectas tienen tantas cualidades, que no hay sitio en su alma para otra cosa y por lo tanto nunca llegaran a ser Santos.

    Además, tampoco tienen ganas de serlo por miedo a faltar a la humildad.

    Pero un Santo, Señor, yo creo que es ser un vaso vacío, que tú llenarás de tu gracia, con el amor que desborda tu Corazón, con la santidad de los Tres...

    Mira, Señor, que yo soy eso: un vaso vacío, sin nada; sólo hay un poco de fango estancado en el fondo y no está muy limpio, ya lo sé...

    Pero seguro que ahí arriba tú tienes algún detergente celestial! y además, ¿para qué serviría el Agua de tu Costado sino para lavarlo antes de usarlo?

    Pero si tampoco tú quieres de mí, Señor, no insistiré...

    Piensa, sin embargo, en mi propuesta, que va en serio.

    Cuando vayas a tu bodega a sacar el vino de tu amor, acuérdate que, en cierto lugar de la tierra, tienes un pequeño vaso a tu disposición.

    Y  YO... ¿QUÉ HAGO?

    ORACIONES A SAN JOSÉ



    DEVOCIÓN A SAN JOSÉ ...

    Devoción a San JOSÉ

    Como es sabido una de las mas fervientes propagadoras de la devoción a San JOSÉ fue Santa Teresa de Avila. En el Capítulo Sexto de su Vida, escribió uno de los relatos mas bellos que se han escrito en honor a San JOSÉ: "Tomé por abogado y protector al glorioso San JOSÉ, y encomíendeme mucho a el. Vi claro que así de esta necesidad, como de otras mayores, este padre y señor mío me saco con mas bien de lo que yo le sabia pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa tan grande las maravillosas mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; de este santo tengo experiencia que socorre en todas las necesidades, y es que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenia nombre de padre, y le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide. Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios." - Su primer convento le llamo "San JOSÉ".

    -El 21 de marzo de 1935, Papa Pío XI, aprobó e indulgenció las latanías de San JOSÉ.
       

    Esposo de la Madre de Dios

    Custodio purismo de la Virgen    

    Diligente defensor de Cristo   

    Jefe de la Sagrada Familia
       
    JOSÉ Justo

    JOSÉ casto
       
    JOSÉ obediente   

    JOSÉ fiel   

    Espejo de Paciencia

    amante de la pobreza

    gloria de la vida domestica   

    custodio de las Vírgenes

    patrono de los moribundos

    protector de la santa Iglesia

    sostén de las familias....

    _El Papa León XIII, muchas veces se refirió a San JOSÉ con una confianza plena en su patronazgo ante los tiempos difíciles en la Iglesia. _El Papa Pablo VI, invitaba siempre a que se invocara el patronazgo de San JOSÉ, cuando se intercedía por la Iglesia.

    _En Octubre de 1989, el Santo Padre Juan Pablo II, escribió una Exhortación Apostólica llamada "El custodio del Redentor" dedicada a entender y profundizar sobre la figura y misión de San JOSÉ en la vida de Cristo y de la Iglesia.

    "Además de la certeza en su segura protección la Iglesia confía también en el ejemplo insigne de JOSÉ: un ejemplo que supera los estados de vida particulares y se propone a toda la comunidad cristiana"

    "San JOSÉ ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente ministro de la salvación. Su paternidad ha expresado concretamente al haber hecho de uso de la autoridad legal, que le correspondía sobra la Sagrada Familia, para hacerle don total de si, de su vida y de su trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor domestico con la oblación sobrehumana de si, de su corazón y de toda capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, que crece en su casa".

    El mes de Marzo esta dedicado a San JOSÉ.


    Los miércoles, tradicionalmente ha sido considerado el día de S. José. Como parte de la devoción se ofrece la misa para que interceda por la Iglesia. Los siete dolores de San JOSÉ

    LA PRONTITUD, LA OBEDIENCIA Y LA ABNEGACIÓN DE SAN JOSÉ

    LA PRONTITUD, LA OBEDIENCIA Y LA ABNEGACIÓN DE SAN JOSÉ

    Homilía  del Cardenal Joseph Ratzinger (SS. Benedicto XVI)
    en al Oratorio de las Hnas. De la Madre Dolorosa
    Roma, 3/19/92

    "En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde Yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. " (Juan 12, 24-26)

    Queridos hermanas y hermanos:

    Hace poco pude ver en casa de unos amigos una representación de San José que me ha hecho pensar mucho. Es un relieve procedente de un retablo portugués de la época barroca, en el que se muestra la noche de la fuga hacia Egipto. Se ve una tienda abierta, y junto a ella un ángel en postura vertical. Dentro, José, que está durmiendo, pero vestido con la indumentaria de un peregrino, calzado con botas altas como se necesitan para una caminata difícil. Si en primera impresión resulta un tanto ingenuo que el viajero aparezca a la vez como durmiente, pensando más a fondo empezamos a comprender lo que la imagen nos quiere sugerir.

    Duerme José, ciertamente, pero a la vez está en disposición de oír la voz del ángel (Mt 2,13ss). Parece desprenderse de la escena lo que el Cantar de los Cantares había proclamado: Yo dormía, pero mi corazón estaba vigilante (Cant 5,2). Reposan los sentidos exteriores, pero el fondo del alma se puede franquear. En esa tienda abierta tenemos una figuración del hombre que, desde lo profundo de sí mismo, puede oír lo que resuene en su interior o se lo diga desde arriba; del hombre cuyo corazón está lo suficientemente abierto como para recibir lo que el Dios vivo y su ángel le comuniquen. En esa profundidad el alma de cualquier hombre se puede encontrar con Dios. Desde ella Dios nos habla a cada uno y se nos muestra cercano.

    Sin embargo, la mayoría de las veces nos hallamos invadidos por cuidados, inquietudes, expectativas y deseos de todas clases; tan repletos de imágenes y apremios producidos por el vivir de cada día, que, por mucho que vigilemos externamente, se nos pide la interna vigilancia y, con ella, el sonido de las voces que nos hablan desde lo más íntimo del alma. Ésta se halla tan cargada de cachivaches, y son tantas las murallas elevadas en su interior, que la voz suave del Dios próximo no puede hacerse oír. Con la llegada de la Edad Moderna, los hombres hemos ido dominando cada vez más el mundo, y disponiendo de las cosas a la medida de nuestros deseos; pero estos adelantos en nuestro dominio sobre las cosas, y en el conocimiento de lo que podemos hacer con ellas, ha encogido a la vez nuestra sensibilidad de tal manera, que nuestro universo se ha tornado unidimensional. Estamos dominados por nuestras cosas, por todos los objetos que alcanzan nuestras manos, y que nos sirven de instrumentos para producir otros objetos. En el fondo, no vemos otra cosa que nuestra propia imagen, y estamos incapacitados para oír la voz profunda que, desde la Creación, nos habla también hoy de la bondad y la belleza de Dios.

    Ese José que duerme, pero que al mismo tiempo se halla presto para oír lo que resuene por dentro y desde lo alto --porque no es otra cosa lo que acaba de decirnos el Evangelio de este día--, es el hombre en el que se unen el íntimo recogimiento y la prontitud. Desde la tienda abierta de su vida, nos invita a retirarnos un poco del bullicio de los sentidos; a que recuperemos también nosotros el recogimiento; a que sepamos dirigir la mirada hacia el interior y hacia lo alto, para que Dios pueda tocarnos el alma y comunicarle su palabra. La Cuaresma es un tiempo especialmente adecuado para que nos apartemos de los apremios cotidianos, y dirijamos nuevamente nuestros pasos por los caminos del interior.

    Pasamos al segundo punto. Ese José que vemos está pronto para erguirse y, como dice el Evangelio, cumplir la voluntad de Dios (Mt 1,24; 2,14). Así toma contacto con el centro de la vida de María, la respuesta que diera Ella en el momento decisivo de su existencia: He aquí la sierva del Señor (Lc 1,38). En él sucede lo mismo con su disposición a levantarse: Aquí tienes a tu siervo. Dispón de mí. Coincide su respuesta con la de Isaías en el instante de recibir el llamamiento: Heme aquí, Señor. Envíame (Is 6,8, en relación con 1 Sam 3,8ss). Esa llamada informará su vida entera en adelante. Pero también hay otro texto de la Escritura que viene aquí a propósito: el anuncio que Jesús hace a Pedro cuando le dice: Te llevarán adonde tú no quieras ir (Jn 21,10). José, con su presteza, lo ha hecho regla de su vida: porque se halla preparado para dejarse conducir, aunque la dirección no sea la que él quiere. Su vida entera es una historia de correspondencias de este tipo.

    Comenzó con la primera comunicación de las alturas: la del ángel al darle información sobre el secreto de la maternidad divina de María, el Misterio de la llegada del Mesías. De improviso, la idea que se había hecho de una vida discreta, sencilla y apacible, resulta trastornada cuando se siente incorporado a la aventura de Dios entre los hombres. Al igual que sucediera en el caso de Moisés ante la zarza ardiente, se ha encontrado cara a cara con un misterio del que le toca ser testigo y copartícipe. Muy pronto ha de saber lo que ello implica: que el nacimiento del Mesías no podrá suceder en Nazaret. Ha de partir para Belén, que es la ciudad de David; pero tampoco será en ella donde suceda: porque los suyos no le acogieron (Jn 1,11). Apunta ya la hora de la Cruz: porque el Señor ha de nacer en las afueras, en un establo. Luego viene, tras la nueva comunicación del ángel, la salida de Egipto, donde ha de correr la suerte de los sin casa y sin patria: refugiados, extranjeros, desarraigados que buscan un lugar donde instalarse con los suyos.

    Volverá, pero sin que hayan terminado los peligros. Más tarde sufrirá la dolorosa experiencia de los tres días durante los que Jesús está perdido (Lc 2,46), esos tres días que son como un presagio de los que mediarán entre la Cruz y la Resurrección: días en los que el Señor ha desaparecido y se siente su vacío. Y, al igual que el Resucitado no habrá de retornar para vivir entre los suyos con la familiaridad de aquellos días que se fueron, sino que dice: No quieras retenerme, porque he de subir al Padre, y podrás estar conmigo cuando tú también subas (cfr Jn 20,17), así ahora, cuando Jesús es encontrado en el Templo, reaparece en primer plano el misterio de Jesús en lo que tiene de lejanía, de gravedad y de grandeza. José se siente, en cierto modo, puesto en su sitio por Jesús, pero a la vez encaminado hacia lo alto. Yo debía ocuparme de las cosas de mi Padre (Lc 2,19). Es como si le dijera: Tú no eres padre mío, sino guardián, que, al recibir la confianza de este oficio, has recibido el encargo de custodiar el misterio de la Encarnación.

    Y morirá por fin José sin haber visto manifestarse la misión de Jesús. En su silencio quedarán sepultados todos sus padecimientos y esperanzas. La vida de este hombre no ha sido la del que, pretendiendo realizarse a sí mismo, busca en sí solamente los recursos que necesita para hacer de su vida lo que quiere. Ha sido el hombre que se niega a sí mismo, que se deja llevar adonde no quería. No ha hecho de su vida cosa propia, sino cosa que dar. No se ha guiado por un plan que hubiera concebido su intelecto, y decidido su voluntad, sino que, respondiendo a los deseos de Dios, ha renunciado a su voluntad para entregarse a la de Otro, la voluntad grandiosa del Altísimo. Pero es exactamente en esta íntegra renuncia de sí mismo donde el hombre se descubre.

    Porque tal es la verdad: que solamente si sabemos perdernos, si nos damos, podremos encontrarnos. Cuando esto sucede, no es nuestra voluntad quien prevalece, sino ésa del Padre a la que Jesús se sometió: No se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22,42). Y como entonces se cumple lo que decimos en el Padrenuestro: Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo, es una parte del Cielo lo que hay en la tierra, porque en ésta se hace lo mismo que en el Cielo. Por esto San José nos ha enseñado, con su renuncia, con su abandono que en cierto modo adelantaba la imitación de Jesús Crucificado, los caminos de la fidelidad, de la resurrección y de la vida.

    Nos queda un tercer aspecto. Mirando a ese José que está vestido como peregrino, comprendemos que, a partir del momento en que supiera del Misterio, su existencia sería la del que está siempre en camino, en un constante peregrinar. Fue así la suya una vida marcada por el signo de Abrahán: porque la Historia de Dios entre los hombres, que es la historia de sus elegidos, comienza con la orden que recibiera el padre de la estirpe: Sal de tu tierra para ser un extranjero (Gen 12,1; Heb 9,8ss). Y por haber sido una réplica de la vida de Abrahán, se nos descubre José como una prefiguración de la existencia del cristiano. Podemos comprobarlo con viveza singular en la primera Carta de san Pedro y en la de Pablo a los Hebreos. Como cristianos que somos --nos dicen los Apóstoles-- debemos considerarnos extranjeros, peregrinos y huéspedes (1 Pet 1,17; 2,11; Heb 13,14): porque nuestra morada, o como dice san Pablo en su Carta a los Filipenses, nuestra ciudadanía está en los Cielos (Phil 3,20).

    Hoy suenan mal estas palabras sobre el Cielo: porque tendemos a creer que, apartarnos de cumplir nuestros deberes en la tierra, nos enajena de nuestro mundo. Tendemos a creer que nuestra vocación no es solamente hacer un Paraíso de la tierra y en ésta concentrar nuestras miradas, sino a la vez dedicarle por completo el corazón y los esfuerzos de nuestras manos. Pero sucede en la realidad que, al comportarnos de ese modo, lo que estamos haciendo es justamente destrozar la Creación. Ello es así porque, en el fondo, los anhelos del hombre, la saeta de sus ambiciones, apuntan en dirección al infinito. De aquí que, hoy más que nunca, comprobemos que únicamente Dios puede saciar al hombre por completo. Estamos hechos de tal forma, que las cosas finitas nos dejan siempre insatisfechos, porque necesitamos mucho más: necesitamos el Amor inagotable, la Verdad y la Belleza ilimitadas.

    Aunque ese anhelo sea insuprimible, podemos, por desgracia desplazarlo de nuestros horizontes, y con ello perseguir las plenitudes buscando únicamente en lo finito. Queriendo tener el Cielo ya en la tierra, esperamos y exigimos todo de ella y de la actual sociedad. Pero, en su intento de extraer de lo finito lo infinito, el hombre pisotea la tierra e imposibilita una ordenada convivencia social con los demás, porque a sus ojos cada uno de los otros aspectos aparece como amenaza u obstáculo; y porque arranca del mundo material y del biológico algunos componentes que necesitaría preservar para sí mismo. Tan sólo cuando aprendamos nuevamente a dirigir nuestras miradas hacia el Cielo, brillará también la tierra con todo su esplendor. Únicamente cuando vivifiquemos las grandes esperanzas de nuestros ánimos con la idea de un eterno estar con Dios, y nos sintamos nuevamente peregrinos hacia la Eternidad, en vez de aherrojarnos a esta tierra, sólo entonces irradiarán nuestros anhelos hacia este mundo para que tenga también él esperanza y paz.

    Por todo ello, demos gracias a Dios en este día porque nos ha dado ese Santo, que nos habla de recogernos en Él; que nos enseña la prontitud, la obediencia, la abnegación  y la actitud de los caminantes que se dejan llevar por Dios; y que nos dice por esto mismo la manera de servir igualmente a nuestra tierra. Demos gracias asimismo por esta fiesta jubilar en la que podemos comprobar que sigue habiendo personas con el ánimo abierto a la voluntad de Dios, y preparadas para escuchar sus llamamientos y marchar a su lado hacia donde Él quiera llevarlas.

    Imploremos la gracia de lo Alto para que, demostrando también nosotros vigilancia y prontitud, y procediendo en nuestras vidas con la misma plenitud de la esperanza, nos veamos un día recibidos por Dios, que constituye nuestro auténtico Destino de caminantes hacia la comunión de la vida eterna.

    viernes, 16 de marzo de 2012

    EL AMOR Y LOS DETALLES...

    El amor y los detalles
    Autor:  Padre Justo López Melús




    El amor se manifiesta sobre todo en los pequeños detalles. Y es que cuando hay amor hay detalles, y cuando no hay detalles es que no hay amor. Un corazón sensible no admite extravagancias ni faltas de respeto. Un caballero, por ejemplo, no permite que se burlen de su madre, y no tiene reparos humanos en mostrarle cariño.

    Cuenta el cardenal Suenens que en una ocasión acompañaba al rey Balduino por una carretera secundaria. Conducía el rey, él era el único pasajero. De repente dio un brusco frenazo. Al pasar cerca de un pueblo vio una imagen de la Virgen sobre un pedestal, pero alguien había tenido el mal gusto de profanarla poniéndole en la cabeza un casco militar. El rey se bajó del coche, quitó el casco y lo tiró a una zanja. Luego cogió el volante y arrancó sin comentarios, como la cosa más natural del mundo.

    EL AMOR DE DIOS...

    El Amor de Dios

       Dios nos hace saber de muchas maneras que nos ama, que nunca se olvida de nosotros, pues nos lleva escritos en su mano para tenernos siempre a la vista (Isaías 49, 15-17)


    I. Dios nos hace saber de muchas maneras que nos ama, que nunca se olvida de nosotros, pues nos lleva escritos en su mano para tenernos siempre a la vista (Isaías 49, 15-17). Jamás podremos imaginar lo que Dios nos ama: nos redimió con su Muerte en la Cruz, habita en nuestra alma en gracia, se comunica con nosotros en lo más íntimo de nuestro corazón, durante estos ratos de oración y en cualquier momento del día. Cuando contemplamos al Señor en cada una de las escenas del Vía Crucis es fácil que desde el corazón se nos venga a los labios el decir: “¿Saber que me quieres tanto, Dios mío, y... no me he vuelto loco?”

    II. Dios nos ama con amor personal e individual. Jamás ha dejado de amarnos, ni siquiera en los momentos de mayor ingratitud por nuestra parte o cuando cometimos los pecados más graves. Su atención ha sido constante en todas las circunstancias y sucesos, y está siempre junto a nosotros: Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo (Mateo 28, 20), hasta el último instante de nuestra vida. ¡Tantas veces se ha hecho el encontradizo! En la alegría y en el dolor. Como muestra de amor nos dejó los sacramentos, “canales de la misericordia divina”. Nos perdona en la Confesión y se nos da en la Sagrada Eucaristía. Nos ha dado a su Madre por Madre nuestra. También nos ha dado un Ángel para que nos proteja. Y Él nos espera en el Cielo donde tendremos una felicidad sin límites y sin término. Pero amor con amor se paga. Y decimos con Francisca Javiera: “Mil vidas si las tuviera daría por poseerte, y mil... y mil... más yo diera... por amarte si pudiera... con ese amor puro y fuerte con que Tú siendo quien eres... nos amas continuamente” (Decenario al Espíritu Santo).

    III. Dios espera de cada hombre una respuesta sin condiciones a su amor por nosotros. Nuestro amor a Dios se muestra en las mil incidencias de cada día: amamos a Dios a través del trabajo bien hecho, de la vida familiar, de las relaciones sociales, del descanso... Todo se puede convertir en obras de amor. Cuando correspondemos al amor a Dios los obstáculos se vencen; y al contrario, sin amor hasta las más pequeñas dificultades parecen insuperables. El amor a Dios ha de ser supremo y absoluto. Dentro de este amor caben todos los amores nobles y limpios de la tierra, según la peculiar vocación recibida, y cada uno en su orden. La señal externa de nuestra unión con Dios es el modo como vivimos la caridad con quienes están junto a nosotros. Pidámosle hoy a la Virgen que nos enseñe a corresponder al amor de su Hijo, y que sepamos también amar con obras a sus hijos, nuestros hermanos.



    Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
    Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


    SER PAN...

    Ser pan
    Autor: Rafael Prieto Ramiro


    Puede que sea bonito, pero desde luego no ese nada fácil hacerse pan.

    Significa que ya no puedes vivir para tí, sino para los demás.

    Significa que ya no puedes poseer nada, ni cosas, ni tiempo, ni talentos, ni libertad, ni salud; todo lo tuyo ya no es tuyo, es de y para los demás.

    Significa que tienes que estar enteramente disponible, a tiempo completo.

    Ya no puedes protestar si te exigen mucho, si te molestan mucho, si te llaman a cualquier hora y para cualquier cosa.

    Significa que debes tener paciencia y mansedumbre, como el pan, que se deja amasar, cocer y partir.

    Significa que debes ser humilde, como el pan, que no figura en la lista de platos exquisitos; está ahí, siempre para acompañar.

    Significa que debes cultivar la ternura y la bondad, porque así es el pan, tierno y bueno.

    Significa que debes estar siempre dispuesto al sacrificio, como el pan que se deja triturar.

    Significa que debes vivir siempre en el amor más grande, capaz de morir para dar vida, como el pan.

    San Ignacio de Antioquía quería ser triturado por los dientes de las fieras para llegar a ser pan de Cristo.

    Tú, no hace falta que busques a los leones para que te trituren.

    Déjate triturar por esos cachorrillos que son los hermanos.

    Déjate amasar por las contrariedades, los trabajos y los servicios a favor de los hermanos.

    Déjate cocer por el fuego del amor y del espíritu.

    Después ya podrás ofrecerte a todos los que tengan algún hambre.

    ORACIÓN PARA SONREIR...

    Oración para sonreir

    Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro
    sonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.
    Que mis ojos sonrían diariamente
    por el cuidado y compañerismo
    de mi familia y de mi comunidad.
    Que mi corazón sonría diariamente
    por las alegrías y dolores que compartimos.
    Que mi boca sonría diariamente
    con la alegría y regocijo de tus trabajos.
    Que mi rostro dé testimonio diariamente
    de la alegría que tú me brindas.
    Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.
    Amén.

    Madre Teresa de Calcuta
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