lunes, 12 de marzo de 2012

DOCILIDAD Y BUENAS DISPOSICIONES PARA ENCONTRAR A JESÚS


Docilidad y buenas disposiciones para encontrar a Jesús

   La fe en los medios que el Señor nos da, obra milagros. La docilidad, muestra de una fe operativa, hace milagros. El Señor nos pide una confianza sobrenatural en la dirección espiritual; sin docilidad, ésta quedaría sin fruto.




I. El Señor, después de un tiempo de predicación por las aldeas y ciudades de Galilea, vuelve a Nazaret, donde se había criado. Todos había oído maravillas del hijo de María y esperaban ver cosas extraordinarias. Sin embargo no tienen fe, y como Jesús no encontró buenas disposiciones en la tierra donde se había criado, no hizo allí ningún milagro. Aquellas gentes sólo vieron en Él al hijo de José, el que les hacía mesas y les arreglaba las puertas. No supieron ver más allá. No descubrieron al Mesías que les visitaba. Nosotros, para contemplar al Señor, también debemos purificar nuestra alma. La Cuaresma es buena ocasión para intensificar nuestro amor con obras de penitencia que disponen el alma a recibir las luces de Dios.

II. En la primera lectura de la Misa se nos narra la curación de Naamán, general del ejército de Siria (2 Reyes 5, 1-15), por el profeta Eliseo. El general había recorrido un largo camino para esto, pero lleno de orgullo, llevaba su propia solución sobre el modo de ser curado. Cuando ya se regresaba sin haberlo logrado, sus servidores le decían: aunque el profeta te hubiese mandado una cosa difícil debieras hacerla. Cuanto más habiéndote dicho lávate y serás limpio. Naamán reflexionó sobre las palabras de sus acompañantes y volvió con humildad a cumplir lo que le había dicho el Profeta, y quedó limpio. También nosotros andamos con frecuencia enfermos del alma, con errores y defectos que no acabamos de arrancar. El Señor espera que seamos humildes y dóciles a las indicaciones de la dirección espiritual. No tengamos soluciones propias cuando el Señor nos indica otras, quizá contrarias a nuestros gustos y deseos. En lo que se refiere al alma, no somos buenos consejeros, ni buenos médicos de nosotros mismos. En la dirección espiritual el alma se dispone para encontrar al Señor y reconocerle en lo ordinario.

III. La fe en los medios que el Señor nos da, obra milagros. La docilidad, muestra de una fe operativa, hace milagros. El Señor nos pide una confianza sobrenatural en la dirección espiritual; sin docilidad, ésta quedaría sin fruto. Y no podrá ser dócil quien se empeñe en ser tozudo, obstinado e incapaz de asimilar una idea distinta de la que ya tiene: el soberbio es incapaz de ser dócil. Disponibilidad, docilidad, dejarnos hacer y rehacer por Dios cuantas veces sea necesario, como barro en manos del alfarero. Este puede ser el propósito de nuestra oración de hoy, que llevaremos a cabo con la ayuda de María.


Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre

DAME CALMA ... SEÑOR!!

¡Dame calma, Señor!

Déjame sentir la honda paz presente en cada experiencia, la armonía de vivir.

Dame calma, Señor, de manera que pueda entrar en la honda paz dentro de mi corazón.

Dame paz de manera que vea la bendición escondida en todas las cosas.

Guárdame de palabras ociosas y vanas fantasías. Calma la carrera de mi mente para que mis pensamientos tengan la claridad y movimiento fácil del fresco aire que respiro. Busco la serenidad de un lago tranquilo, la fuerza de un roble, el incambiable sólido poder de las montañas.

Dame calma, Señor, para que pueda emplear tiempo en gozar la paz, en la belleza que has creado a mi alrededor.

Necesito tiempo para pensar, tiempo para considerar soluciones a problemas; tiempo para confortar mi interno ser y mi vida en amor y divino.

UNA MIRADA A LA VIDA

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Un mirada a la vida
La vida avanza. Entre momentos de alegría y momentos de lágrimas, bajo la lluvia que refresca o con un sol que abrasa.
 
Un mirada a la vida

Ya estamos en marcha. Un día nacimos. Estuvimos en brazos maternos. Recibimos cuidados y educación. Poco a poco, crecimos, balbucimos unas palabras, empezamos a comunicarnos. Sentimos la alegría de ser amados, y pudimos amar a quienes estaban más cercanos.

La vida avanza. Entre momentos de alegría y momentos de lágrimas, bajo la lluvia que refresca o con un sol que abrasa.

El viento levanta polvaredas. Los pájaros se acurrucan en sus nidos. El cielo se viste de fiesta, mientras la luna crece, saluda, y empequeñece en un ritmo fijo que se repite semana tras semana.

Nuestro corazón está inquieto. Sube y baja, envuelto en misterios. Se suceden momentos de generosidad y de egoísmo, de amor y de miseria, de fiesta y de miedo. Cambiamos una y otra vez a lo largo del tiempo.

Los días pasan. La vida sigue su camino. Quedan atrás experiencias que recordamos con gozo y otras que desatan nuestras lágrimas. El presente está en nuestras manos. El futuro avanza con horizontes llenos de misterios.

La mirada nos hace descubrir que cada vida humana es un misterio. Queremos descifrarla, pero nos faltan elementos. No entendemos hechos ni psicologías. Hay actos (nuestros, ajenos) que nos parecen absurdos, dañinos, destructores. Otros actos rompen con un pasado que parecía maligno mientras escondía tesoros de bondad que empiezan a hacerse reales en el mundo.

Dios acompaña cada vida humana, con respeto, con cariño. No torcerá mi brazo para que no dañe a un amigo. No cerrará mi boca para que no suelte venenos. No detendrá mis pensamientos para que no se encierren en ideas maliciosas.

Simplemente, espera y susurra que le deje entrar, que le permita iluminar, que le suplique ayuda. Ofrece un regalo único, extraordinario: misericordia.

Si le abro, si le acojo, podrá curar heridas de pecado. Limpiará una casa que ha estado descuidada muchos años. Hará que esta vida raquítica y enfermiza salga de una tumba de egoísmo y empiece a ayudar a quienes se encuentran a mi lado. Me acogerá con alegría inmensa, en un abrazo que une al Padre bueno y a un hijo rescatado.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Fernando Pascual LC

    domingo, 11 de marzo de 2012

    CRISTO ES...


    CRISTO... ES

    El Cristo en nosotros es la fuente ilimitada de paz. Al aquietarnos ahora, permitimos que la paz calme cualquier temor o inquietud. Respiramos profundamente y liberamos cualquier sentimiento de tensión. Nos hacemos receptivos a la serenidad y a la tranquilidad.

    Al relajarnos en el silencio, permitimos que la paz del Cristo llene cada faceta de nuestros cuerpos, mentes y espíritus. Con serenidad y seguridad, dejamos que la paz de nuestros corazones fluya hacia las personas que sostenemos en oración.

    SI CONSIGO...

    SI CONSIGO...

    Si consigo evitar que un corazón se rompa, no habré vivido en vano.

    Si consigo aliviar el dolor de una vida, calmar una pena, o tan sólo que vuelva el zorzal desvalido a su nido, no habré vivido en vano.

    Quien hace algo para ayudar sincera y gratuitamente a los demás, no ha vivido en vano.

    Vive en vano solamente aquel que se cierra, estéril, en su egoísmo. Aquel que pasa distraído a la vera de quien sufre.

    Vive en vano el que sólo piensa en acaparar y nunca en compartir. Nada de lo que hayas hecho en favor de los demás será inútil.

    Al final de tu vida lo que de verdad tendrá importancia, será la ayuda que habrás prestado a los otros.

    En el momento de la verdad, solamente los otros constituirán tu recompensa

    NUESTROS SUFRIMIENTOS


    NUESTROS SUFRIMIENTOS..

    Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él.
     
    Madre Teresa de Calcuta. 

    sábado, 10 de marzo de 2012

    TODOS SOMOS COMO EL HIJO PRÓDIGO

    Sábado de la segunda semana de Cuaresma
    Todos somos como el hijo pródigo


    Todos nosotros, llamados a la santidad, somos también el hijo pródigo. “La vida humana es, es cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro Padre. Volver mediante la contrición... Volver por medio de ese sacramento del perdón en el que, al confesar nuestros pecados, nos revestimos de Cristo y nos hacemos así hermanos suyos, miembros de la familia de Dios “



    I. Todos somos hijos de Dios y, siendo hijos, somos también herederos (Romanos 8, 17). La herencia es un conjunto de bienes incalculables y de felicidad sin límites, que sólo en el Cielo alcanzará su plenitud y seguridad completa. Hasta entonces tenemos la posibilidad de marcharnos lejos de la casa paterna y malgastar los bienes de modo indigno a nuestra condición de hijos de Dios. Cuando el hombre peca gravemente, se pierde para Dios, y también para sí mismo, pues el pecado desorienta su camino hacia el Cielo; es la mayor tragedia que puede sucederle a un cristiano. Se aparta radicalmente del principio de vida, que es Dios, por la pérdida de la gracia santificante; pierde los méritos que ha logrado durante su vida, se incapacita para adquirir otros nuevos, y queda de algún modo sujeto a la esclavitud del demonio. Fuera de Dios es imposible la felicidad, incluso aunque durante un tiempo pueda parecer otra cosa.

    II. En el examen de conciencia se confronta nuestra vida con lo que Dios esperaba, y espera de ella. En el examen, con la ayuda de la gracia, nos conocemos como en realidad somos. Los santos se han reconocido siempre pecadores porque, por su correspondencia a la gracia, han abierto las ventanas de su conciencia, de par en par, a la luz de Dios, y han podido conocer bien su alma. En el examen también descubriremos las omisiones en el cumplimiento de nuestro compromiso de amor a Dios y a los hombres, y nos preguntaremos: ¿a qué se deben tantos descuidos? La soberbia también tratará de impedir que nos veamos tal como somos: han cerrado sus oídos y tapado sus ojos, a fin de no ver con ellos (Mateo 13, 15).

    III. Todos nosotros, llamados a la santidad, somos también el hijo pródigo. “La vida humana es, es cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro Padre. Volver mediante la contrición... Volver por medio de ese sacramento del perdón en el que, al confesar nuestros pecados, nos revestimos de Cristo y nos hacemos así hermanos suyos, miembros de la familia de Dios “(SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa). Hemos de acercarnos a la Confesión sin desfigurar la falta ni justificarla. Con humildad, sencillez y sinceridad. Con verdadero dolor por haber ofendido a nuestro Padre. El Señor, por Su misericordia, nos devuelve en la Confesión lo que habíamos perdido por el pecado: la gracia y la dignidad de hijos de Dios. Y la vuelta acaba siempre en una fiesta llena de alegría.

    Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
    Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre

    GOZAR EL REGALO DE DIOS..

    Gozar el regalo de Dios
    Autor:  Padre Guillermo Ortiz SJ.



    Antes de buscar más cosas, voy a gozar primero de lo que tengo, dijo Pereira, y se sentó tranquilo mirando el patio.

    Tenés muchos problemas, le dijo Mario. ¿Vas a gozar de los problemas?

    Tengo problemas, confirmó Pereira, pero también tengo cosas que son muy importantes para gozar. Tengo la vida, la salud. Tengo una familia. Tengo amor en mi vida. Y todo esto es un regalo de Dios –sentenció Pereira. Yo veo la mano de Dios en todo esto, porque yo apenas puedo cuidar un poco la vida y la salud, pero si dependieran de mí ¿cómo haría yo para darme vida, para hacer que funcione el corazón, los riñones? Estas cosas yo tengo que gozarlas porque las tengo. Gozarlas y compartirlas con los demás, como por ejemplo ahora, porque me suspendieron del trabajo tengo tiempo para estar con un amigo aunque sólo te pueda convidar un mate.

    Te tengo a vos como amigo, estas cosas que recibo de Dios, este amor gratuito me da mucha confianza en Dios, me hacen tener fe, en que Dios no dejará sola a mi familia. Fijate de qué modo confió Jesús en su Padre, y el Padre Dios le devolvió la vida, pero esa vida sí que vale la pena, porque es la resurrección.

    Gracias Señor por la vida que nos das y por ofrecernos también la resurrección.

    EL AMOR Y LOS DETALLES

    El amor y los detalles
    Autor:  Padre Justo López Melús


    El amor se manifiesta sobre todo en los pequeños detalles. Y es que cuando hay amor hay detalles, y cuando no hay detalles es que no hay amor. Un corazón sensible no admite extravagancias ni faltas de respeto. Un caballero, por ejemplo, no permite que se burlen de su madre, y no tiene reparos humanos en mostrarle cariño.

    Cuenta el cardenal Suenens que en una ocasión acompañaba al rey Balduino por una carretera secundaria. Conducía el rey, él era el único pasajero. De repente dio un brusco frenazo. Al pasar cerca de un pueblo vio una imagen de la Virgen sobre un pedestal, pero alguien había tenido el mal gusto de profanarla poniéndole en la cabeza un casco militar. El rey se bajó del coche, quitó el casco y lo tiró a una zanja. Luego cogió el volante y arrancó sin comentarios, como la cosa más natural del mundo.

    PENSAMIENTO MARIANO 14


    Pensamiento Mariano

    "Oh excelente belleza, oh mujer que eres la imagen de la salvación, potente por causa del fruto de tu parto y que gustas por tu virginidad, por tu medio la salvación del mundo se ha dignado nacer y restaurar el género humano que la soberbia Eva ha traído al mundo". 


    San Venancio Fortunato



    CONFIAR EN DIOS ES PONERNOS EN SUS MANOS


    Confiar en Dios es ponernos en sus manos
    Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
    La conversión del corazón, requiere que estemos dispuestos a soltarnos en Él.


     


    Confiar en Dios es ponernos en sus manos

    Confiar en Dios requiere, de cada uno de nosotros, que nos pongamos en sus manos. Esta confianza en Dios, base de la conversión del corazón, requiere que auténticamente estemos dispuestos a soltarnos en Él.

    Cada uno de nosotros, cuando busca convertir su corazón a Dios nuestro Señor y busca acercarse a Él, tiene que pasar por una etapa de espera. Esto puede ser para nuestra alma particularmente difícil, porque aunque en teoría estamos de acuerdo en que la santidad es obra de la gracia, en que la santidad es obra del Espíritu Santo sobre nuestra alma, tendríamos que llegar a ver si efectivamente en la práctica, en lo más hondo de nuestro corazón lo tenemos arraigado, si estamos auténticamente listos interiormente para soltarnos en confianza plena para decir: "Yo estoy listo Señor, confío en Ti"

    Desde mi punto de vista, el alma puede a veces perderse en un campo bastante complejo y enredarse en complicaciones interiores: de sentimientos y luchas interiores; o de circunstancias fuera de nosotros, que nos oprimen, que las sentimos particularmente difíciles en determinados momentos de nuestra vida. Son en estas situaciones en las que cada uno de nosotros, para convertir auténticamente el corazón a Dios, no tiene que hacer otra cosa más que confiar.

    Qué curioso es que nosotros, a veces, en este camino de conversión del corazón, pensemos que es todo una obra de vivencia personal, de arrepentimiento personal, de virtudes personales.

    Estamos en Cuaresma, vamos a Ejercicios y hacemos penitencia, pero ¿cuál es tu actitud interior? ¿Es la actitud de quien espera? ¿La actitud de quien verdaderamente confía en Dios nuestro Señor todos sus cuidados, todo su crecimiento, todo su desarrollo interior? ¿O nuestra actitud interior es más bien una actitud de ser yo el dueño de mi crecimiento espiritual?

    Mientras yo no sea capaz de soltarme a Dios nuestro Señor, mi alma va a crecer, se va a desarrollar, pero siempre hasta un límite, en el cual de nuevo Dios se cruce en mi camino y me diga: "¡Qué bueno que has llegado aquí!, ahora tienes que confiar plenamente en mí". Entonces, mi alma puede sentir miedo y puede echarse para atrás; puede caminar por otra ruta y volver a llegar por otro camino, y de nuevo va a acabar encontrándose con Dios nuestro Señor que le dice: "Ahora suéltate a Mí"; una y otra vez, una y otra vez.

    Éste es el camino de Dios sobre todas y cada una de nuestras almas. Y mientras nosotros no seamos capaces de dar ese brinco, mientras nosotros no sintamos que toda la conversión espiritual que hemos tenido no es en el fondo sino la preparación para ese soltarnos en Dios nuestro Señor, no estaremos realmente llegando a nada. El esfuerzo exterior sólo tiene fruto y éxito cuando el alma se ha soltado totalmente en Dios nuestro Señor, se ha dejado totalmente en Él. Sin embargo, todos somos conscientes de lo duro y difícil que es.

    ¿Qué tan lejos está nuestra alma en esta conversión del corazón? ¿Está detenida en ese límite que no nos hemos atrevido a pasar? Aquí está la esencia del crecimiento del alma, de la vuelta a Dios nuestro  Señor. Solamente así Dios puede llegar al alma: cuando el alma quiere llegar al Señor, cuando el alma se suelta auténticamente en Él.

    Nuestro Señor nos enseña el camino a seguir. La Eucaristía es el don más absoluto de que Dios existe. De alguna forma, con su don, el Señor me enseña mi don a Él. La Eucaristía es el don más profundo de Dios en mi existencia. ¿De qué otra forma más profunda, más grande, más completa, puede dárseme Dios nuestro Señor?

    Hagamos que la Eucaristía en nuestras almas dé fruto. Ese fruto de soltarnos a Él, de no permitir que cavilaciones, pensamientos, sentimientos, ilusiones, fantasías, circunstancias, estén siendo obstáculos para ponernos totalmente en Dios nuestro Señor. Porque si nosotros, siendo malos, podemos dar cosas buenas, ¿cómo el Padre que está en los Cielos, no les va a dar cosas buenas a los que se sueltan en Él, a los que esperan de Él?

    Pidámosle a Jesucristo hacer de esta conversión del corazón, un soltar, un entregarnos plenamente en nuestro interior y en nuestras obras a Dios. Sigamos el ejemplo que Cristo nos da en la Eucaristía y transformemos nuestro corazón en un lugar en el cual Dios nuestro Señor se encuentra auténticamente como en su casa, se encuentra verdaderamente amado y se encuentra con el don total de cada uno de nosotros.

    viernes, 9 de marzo de 2012

    FELIZ FIN DE SEMANA

    ABORRECER EL PECADO...



    Aborrecer el pecado

      . El esfuerzo de conversión personal que nos pide el Señor debemos ejercitarlo todos los días de nuestra vida, pero en determinada épocas y situaciones –como es la Cuaresma- recibimos especiales gracias que debemos aprovechar.



    I. La liturgia de estos días nos acerca poco a poco al misterio central de la Redención. El Señor vino a traer la luz al mundo, enviado por el Padre: vino a su casa y los suyos no le recibieron (Juan 1, 11)... Así hicieron con el Señor: lo sacaron fuera de la ciudad y lo crucificaron. Los pecados de los hombres han sido la causa de la muerte de Jesucristo. Todo pecado está relacionado íntima y misteriosamente con la Pasión de Jesús. Sólo reconoceremos la maldad del pecado si, con la ayuda de la gracia, sabemos relacionarlo con el misterio de la Redención. Sólo así podremos purificar de verdad el alma y crecer en contrición de nuestras faltas y pecados. La conversión que nos pide el Señor, particularmente en esta Cuaresma, debe partir de un rechazo firme de todo pecado y de toda circunstancia que nos ponga en peligro de ofender a Dios. Y así lo haremos, por la misericordia divina, con la ayuda de la gracia.

    II. El esfuerzo de conversión personal que nos pide el Señor debemos ejercitarlo todos los días de nuestra vida, pero en determinada épocas y situaciones –como es la Cuaresma- recibimos especiales gracias que debemos aprovechar. Para comprender mejor la malicia del pecado debemos contemplar lo que Jesucristo sufrió por los nuestros. El Señor nos ha llamado a la santidad, a amar con obras, y de la postura que se adopte ante el pecado venial deliberado depende el progreso de nuestra vida interior, pues los pecados veniales, cuando no se lucha por evitarlos o no hay contrición después de cometerlos, producen un gran daño en el alma, volviéndola insensible a las mociones del Espíritu Santo. Debilitan la vida de la gracia, hacen más difícil el ejercicio de las virtudes, y disponen al pecado mortal. En la lucha decidida contra todo pecado demostraremos nuestro amor al Señor. Le pedimos a Nuestra Madre su ayuda.

    III. Para afrontar decididamente la lucha contra el pecado venial es preciso reconocerlo como tal, como ofensa a Dios que retrasa la unión con Él. Es preciso llamarlo por su nombre. Debemos pedir al Espíritu Santo que nos ayude a reconocer con sinceridad nuestras faltas y pecados, a tener una conciencia delicada, que pide perdón y no justifica sus errores. Fomentemos un sincero arrepentimiento de nuestros pecados y luchemos por quitar toda rutina al acercarnos al sacramento de la Misericordia divina. La Virgen, refugio de los pecadores nos ayudará a tener una conciencia delicada para amar a su Hijo y a todos los hombres, a ser sinceros en la Confesión y a arrepentirnos de nuestras pecados con prontitud.


    Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
    Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre

    DAR LA VIDA PARA NO MORIR ....

    Dar la vida para no morir
    Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD


    Maximiliano Kolbe dio un paso al frente cuando nombraron a un compañero, padre de familia. Los nombrados en la lista fatal eran ejecutados al día siguiente en el campo de exterminio de Auschwitz. Kolbe llevó al heroísmo su amor desinteresado: murió para que se salvara su compañero de infortunio.

    Amar desinteresadamente es difícil. Pocos son los que están dispuestos a entregar la vida por los demás, como lo hizo san Maximiliano Kolbe. Lo dice san Pablo: “Por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir. Mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por  todos… Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” (Rm 5,7ss).

    Cuenta Karl Jaspers la impresión que le produjo el hallazgo de un escrito medieval que decía: “Vengo pero no sé de dónde. Soy, pero no sé quién. Moriré, pero no sé cuándo. Camino, pero no sé hacia dónde. Me extraño de estar contento”. “No quiero morir, no; no quiero, ni quiero quererlo.  Quiero vivir siempre, siempre; y vivir yo”, decía Miguel de Unamuno. Queremos vivir, por eso tememos la muerte. El miedo a la muerte es natural, ya que vamos a un mundo desconocido y esto siempre nos intranquiliza. El mismo Jesús sintió este miedo y se angustió en Getsemaní.

    Cuando los santos hablan de la muerte, lo que desean es encontrarse con Jesús. El mismo Pablo lo expresaba cuando escribía: “Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte. Pues para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. Me siento apremiado por dos partes:  por una parte, deseo morir y estar con Cristo, que es mucho mejor; por otra parte, quedarme trabajando es mejor para vosotros” (Flp 1,20ss).

    En esta vida de trabajo y de sufrimiento el creyente se siente confortado por la esperanza. La fe le dice que esta vida no es estéril, ya que tiene una razón de ser, como la tiene el mismo sufrimiento. San Pablo encontró una fórmula teológica admirable para expresar esta verdad: “Completo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo” (Col 1,24). El cristiano tiene el privilegio de ver así.

    Sin fe la vida es absurda. “La vida que tiene en su horizonte la espada de la muerte, es absurda. Pero también es absurdo el suicidio. Todo es absurdo. Si hemos de morir, nuestra vida no tiene sentido, porque sus problemas no reciben solución” (J. P. Sartre). Ciertamente, esto es la muerte para quien carece de fe. Sin fe, no es posible la esperanza. Sin fe, sin oración y sin gracia, la vida se hace insoportable.

    Sin Dios es difícil respirar y escoger la vida. La libertad deja abiertos ambos caminos. Para caminar por la senda del misterio es preciso hacer propia la confesión del papá de aquel joven epiléptico curado por Jesús: “Creo, pero aumenta mi fe” (Mc 9,24). Pascal, que reflexionó mucho sobre el misterio de Dios, escribió: “Dios nos ha dado señales de sí a los que le buscan, y no a aquellos que no le buscan. Hay suficiente luz para quienes quieren ver, y suficiente oscuridad para quienes no quieren ver”.

    CALMA...

    Calma

    Si usted está apunto de estallar mentalmente, silencie algunos instantes pensar.

    Si el motivo es alguna molestia en su cuerpo, la intranquilidad la empeora.

    Si la razón es la enfermedad en un ser querido, su descontrol es factor agravante.

    Si usted sufrió perjuicios materiales, la actitud de reclamo es como bomba retardada.

    Si perdió algún afecto, la queja hará de usted una persona menos simpática entre sus amigos.

    Si perdió alguna oportunidad valiosa tiempo atrás,  la inquietud es desperdicio de tiempo.

    Si aparecen contrariedades, el acto de irritarse apartará de usted la asistencia espontánea.

    Si usted cometió un error, la desesperación es puerta abierta para fallas mayores.

    Si usted no alcanzó lo que deseaba, la impaciencia hará más larga la distancia entre usted y el objetivo a alcanzar.

    Sea cual fuere la dificultad, conserve la calma; porque en todo problema, la serenidad es el techo del alma pidiendo el servicio como solución.


    EL RELOJ CUARESMAL

    EL RELOJ CUARESMAL



    LA HORA DE LA CONVERSIÓN. Es una llamada a redescubrir  nuestro origen. A poner en hora nuestra vida cristiana. No es tanto un esfuerzo personal cuanto, de nuevo, ir al encuentro de Aquel que nos ama.

    .LA HORA DE LA VERDAD. No caminamos hacia la nada. El tiempo de cuaresma nos pone en órbita hacia la Pascua. Nuestro final definitivo no es la gran mentira en la que viven sumidos muchos hombres. Nosotros, porque Cristo nos lo aseguró con su propia existencia, sabemos que hay una gran Verdad: la vida de Jesús y sus promesas.

    .LA HORA DE LA CARIDAD. Sin obras, nuestra fe, queda coja. Pero, nuestras obras sin referencia a Dios, pronto se agotan. Pueden derivar incluso en el puro humanismo. La hora de la caridad cuaresmal nos centra en Aquel donde nace el paradigma del amor: Cristo.

    .LA HORA DEL SILENCIO. El silencio es un bien escaso. No se encuentra en cualquier lugar ni se compra en cualquier establecimiento. Una campana, una iglesia abierta….pueden ser una llamada a poner en orden lo que tal vez llevamos atrasado: la visita con el Señor. La oración.

    .LA HORA DE LA PALABRA. ¿Cómo podemos encontrar el camino si no dejamos que el Señor nos lo indique? El reloj cuaresmal nos hace llegar con prontitud a la escucha de la Palabra. Es un tiempo de audición de lo santo, de captar aquello que es esencial para nuestra fe.

    .LA HORA DEL AYUNO. Acostumbrados a mirar al reloj para la hora de la comida, la cuaresma, lo paraliza. Nos hace comprender que, la ansiedad, no es buena consejera para tener hambre de Cristo. Es un buen momento para ayunar de excesos, malos modos, blasfemias, odios, ingratitud, preocupaciones, críticas…..

    .LA HORA DE LA PENITENCIA. Nos gusta el llano y antes que una simple carretera preferimos la autopista. La cuaresma nos recuerda que el sacrificio nos mantiene vigorosos, lo mismo que el entrenamiento hace grande  y fuerte a un futbolista. Rectificar es de sabios y moderar ciertos comportamientos nuestros nos pueden encaminar a identificarnos más con Cristo.

    .LA HORA DE LA CONFESIÓN. Hasta la mejor prenda necesita, de vez en cuando, ser llevada a una buena lavandería. Nuestras almas, en las que se encuentra impreso el sello de Hijos de Dios, tienen derecho a ser puestas a punto. La hora de la confesión nos facilita un nuevo rostro: la alegría de sentirnos reconciliados con Dios y con nosotros mismos.

    .LA HORA DEL HERMANO. El encuentro con Jesús empuja al abrazo con el hermano. No podemos observar el reloj cristiano y, a continuación, olvidarnos de las horas amargas en las que viven los que nos rodean. Poner a punto nuestra vida cristiana nos exige ayudar a aquellas personas que quedaron rezagadas en la felicidad, en el bienestar o en el amor.

    .LA HORA DEL CORAZÓN. Las prisas y los agobios, el estrés o el ritmo de vida que llevamos…presionan en exceso la serenidad de nuestro corazón. El reloj cuaresmal procura que, el corazón, vaya despacio, medite, reflexione, ame y se oxigene a la sombra del Corazón de Cristo.

    .LA HORA DE LA MISA. Frecuentemente señalamos el reloj y preguntamos ¿y si tomamos un café? El reloj cuaresmal nos interpela ¿y por qué no una eucaristía diaria? Nunca, en tan poco tiempo, se nos ofrece tanto: acogida, perdón, calor, palabra, fuerza, silencio, amor, paz interior y poder saborear lo que sólo Jesús nos puede dar: su Cuerpo y su Sangre.




    P. JAVIER LEOZ.

    jueves, 8 de marzo de 2012

    PENSAMIENTOS DE LA MUJER

    PENSAMIENTOS DE LA MUJER

    Acepto que hable mal de las mujeres quien pueda olvidarse de haber tenido una madre. Ugo Foscolo

    Cuando juzgamos a una mujer no pensamos suficientemente en lo difícil que es ser mujer. Paul Géraidy

    Dios ha creado a la mujer y la mujer ha creado el hogar. Autor desconocido

    El hombre es estimable cuando es hombre. La mujer es estimada cuando es madre. R. Boleda

    Elige una mujer de la cual puedas decir : “Yo hubiera podido buscarla más bella, pero no mejor. Pitagoras

    La fuerza de las mujeres está en su debilidad. Bernard de Le Bourviere Fontanelle

    La fuerza hidraulica mas poderosa del universo es la lagrima de una mujer. Carlos Fisas

    La mujer es el verdadero principio de continuidad de un pueblo, el arca de sus más preciadas y más profundas tradiciones. Miguel de Unamuno

    La mujer no es nunca neutral: tiene siempre una influencia tan extraordinaria, positiva o negativa, que incide en la vida de todo hombre. Autor desconocido

    La mujer posee un silencioso lenguaje con su modo de vestir: puede hablar a los sentidos o al alma de quien la observa. Autor desconocido

    La mujer ve en profundidad; el hombre, en amplitud. Para el hombre el corazón es el mundo, para la mujer el mundo es el corazón. Christian Dietrich Grabbe

    Los hombres hacen las leyes y las mujeres las costumbres. Autor desconocido

    Mujer, de nada te serviría ser una profesional exitosa, una ejecutiva triunfadora y una mujer destacada, si no logras ser mejor señora de tu casa, mejor compañera de tu marido ¡y mejor madre de tus hijos! Zenaida Bacardí de Argamasilla

    No hables mal de las mujeres: la más humilde te digo que es digna de estimación porque, al fin, de ellas nacimos. Pedro Calderón de la Barca

    Nunca he engañado a mi mujer. Hice un juramento y lo cumpli. Autor desconocido

    Nunca he engañado a mi mujer. No es ningún mérito: la amo. Georges Duhamel

    Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer. Domingo Sarmiento

    Que la mujer no sea sólo la cocinera del marido, sino que sea también, y ante todo, su compañera espiritual. Hilaire Belloc

    Si el hombre quiere que la mujer sea una muy buena mujer, debe ser él mismo y por sobre todo un buen hombre. Adolfo Kolping

    Si la mujer quiere que el hombre sea un muy buen hombre, entonces primero debe ser ella una muy buena mujer. Cada uno debe comenzar y no esperar al otro, de lo contrario, llegarán ambos tarde, quizás demasiado tarde. Adolfo Kolping

    Sentir, amar, sufrir y sacrificarse, será siempre el texto de la vida de las mujeres. Honoré de Baizac

    Una mujer hermosa agrada a la vista, una mujer buena agrada al corazón; la primera es una joya, la segunda un tesoro. Napoleón

    Yo alabo al Eterno Padre, no porque las hizo bellas, sino porque a todas ellas, les dio corazón de madre. José Hernández

    ORACIÓN POR NUESTROS SACERDOTES

    ORACIÓN POR LOS SACERDOTES

    Señor Jesús, presente en el Santísimo Sacramento,
    que quisiste perpetuarte entre nosotros
    por medio de tus Sacerdotes,
    haz que sus palabras sean sólo las tuyas,
    que sus gestos sean los tuyos,
    que su vida sea fiel reflejo de la tuya.
    Que ellos sean los hombres que hablen a Dios de los hombres
    y hablen a los hombres de Dios.
    Que no tengan miedo al servicio,
    sirviendo a la Iglesia como Ella quiere ser servida.
    Que sean hombres, testigos del eterno en nuestro tiempo,
    caminando por las sendas de la historia con tu mismo paso
    y haciendo el bien a todos.
    Que sean fieles a sus compromisos,
    celosos de su vocación y de su entrega,
    claros espejos de la propia identidad
    y que vivan con la alegría del don recibido.
    Te lo pido por tu Madre Santa María:
    Ella que estuvo presente en tu vida
    estará siempre presente en la vida de tus sacerdotes. Amén

    ORACIÓN A JESÚS EUCARISTÍA

    Oración a Jesús Eucaristía

    Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias.

    A ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

    Al juzgar de ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios; nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.

    En la Cruz se escondía solo la Divinidad, pero aquí se esconde la humanidad;
    sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió el ladrón arrepentido.

    No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en ti, que en ti espere y que te ame.

    ¡Memorial de la muerte del Señor!

    Pan vivo que da la vida al hombre: concede a mi alma que de ti viva, y que siempre saboree tu dulzura.

    Señor Jesús, Pelícano bueno: límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

    Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria.

    Amén.

    MEDITACIONES DE CUARESMA: EL DESPRENDIMIENTO

    Jueves de la segunda semana de Cuaresma
    Desprendimiento


      El desprendimiento nace del amor a Cristo y, a la vez, hace posible que crezca y viva este amor. Dios no habita en un alma llena de baratijas. Por eso es necesaria una firme labor de vigilancia y limpieza interior. El desprendimiento necesario para seguir de cerca al Señor incluye, además de los bienes materiales, el desprendimiento de nosotros mismos.



    I. El Señor desea que nos ocupemos de las cosas de la tierra, y las amemos correctamente: Poseed y dominad la tierra (Génesis 1, 28). Pero una persona que ame “desordenadamente” las cosas de la tierra no deja lugar en su alma para el amor a Dios. Son incompatibles el “apegamiento” a los bienes y querer al Señor: No podéis servir a Dios y a las riquezas (Mateo 6, 24). Las cosas pueden convertirse en atadura que impida alcanzar a Cristo. Y si no llegamos hasta Él, ¿para qué sirve nuestra vida? Los bienes materiales son buenos porque son de Dios, pero solamente somos administradores de esos bienes durante un tiempo, por un plazo corto. Todo nos debe servir para amar a Dios –Creador y Padre- y a los demás. Si nos apegamos a las cosas, si no hacemos actos de desprendimiento efectivo de los bienes, éstos se convierten en males. Un ídolo ocupa entonces el lugar que sólo Dios debe ocupar.

    II. El egoísmo y aburguesamiento impiden ver las necesidades ajenas. Entonces, se trata a las personas como cosas... como cosas sin valor. Con el ejercicio que hagamos de los bienes, muchos o pocos, nos ganamos la vida eterna. Este es tiempo de merecer. Siendo generosos, tratando a los demás como a hijos de Dios, somos felices aquí en la tierra y más tarde en la otra vida. El desasimiento de los bienes ha de ser efectivo, que no se consigue sin sacrificio; natural, discreto y positivo; es también interno, que afecta a los deseos; actual, porque requiere examinarse con frecuencia; y finalmente alegre, porque tenemos los ojos puestos en Cristo, bien incomparable, y porque no es una mera privación, sino riqueza espiritual, dominio de las cosas y plenitud.

    III. El desprendimiento nace del amor a Cristo y, a la vez, hace posible que crezca y viva este amor. Dios no habita en un alma llena de baratijas. Por eso es necesaria una firme labor de vigilancia y limpieza interior. El desprendimiento necesario para seguir de cerca al Señor incluye, además de los bienes materiales, el desprendimiento de nosotros mismos: de la salud, de lo que piensan los demás de nosotros, de las ambiciones nobles, de los triunfos y los éxitos profesionales. Los cristianos deben poseer las cosas como si nada poseyesen (1 Corintios 7, 30). Nuestro corazón también para Dios, porque para Él ha sido hecho, y sólo en Él colmará sus ansias de felicidad y de infinito. Todos los amores limpios y nobles se ordenan y se alimentan en este gran Amor: Jesucristo Señor Nuestro. ¡Corazón dulcísimo de María, guarda nuestro corazón y prepárale un camino seguro!


    Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
    Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
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