martes, 6 de julio de 2021

NOVENA A LA VIRGEN DEL CARMEN, DEL 7 AL 15 DE JULIO

  

Primer día de la novena a la Virgen del Carmen
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Acto de contrición para todos los días

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos los días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)

Primer día: Frutos de virtudes y buenas obras

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que fuiste figurada en aquella nubecilla que el gran Profeta de Dios, Elías, vio levantarse del Mar, y con su lluvia fecundó copiosamente la tierra, significando la purísima fecundidad con que diste al mundo a tu querido Hijo Jesús, para remedio universal de nuestras almas: te ruego, Señora, me alcances de su majestad copiosas lluvias de auxilios, para que mi alma lleve abundantes frutos de virtudes y buenas obras, a fin de que sirviéndole con perfección en esta vida, merezca gozarle en la eterna. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.

Oración final para todos los días

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.





Segundo día de la novena a la Virgen del Carmen

Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Acto de contrición para todos los días


Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos los días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)

Segundo día: Luz para conocer su infinita bondad y amarle con toda mi alma

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que por tu singular amor a los Carmelitas los favoreciste con tu familiar trato y dulces coloquios, alumbrándolos con las luces de tu enseñanza y ejemplo de que dichosamente gozaron. Te ruego, Señora, me asistas con especial protección, alcanzándome de tu bendito Hijo Jesús luz para conocer su infinita bondad y amarle con toda mi alma; para conocer mis culpas y llorarlas para saber como debo comportarme a fin de servirle con toda perfección; y para que mi trato y conversación sean siempre para su mayor honra y gloria y edificación de mis prójimos. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.

Oración final para todos los días

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.



Tercer día de la novena a la Virgen del Carmen
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición para todos los días

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos los días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)

Tercer día: El habite siempre amado, adorado y alabado por mi

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que te dignaste admitir con singular amor el obsequio filial de los Carmelitas, que entre todos los mortales fueron los primeros que en tu honor edificaron un templo en el Monte Carmelo, donde concurrían fervorosos a darte culto y alabanza. Te ruego, Señora, me alcances sea mi alma templo vivo de la Majestad de Dios, adornado de todas las virtudes, donde El habite siempre amado, adorado y alabado por mi, sin que jamás le ocupen los afectos desordenados de lo temporal y terreno. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.

Oración final para todos los días

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.


Cuarto día de la novena a la Virgen del Carmen
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición para todos los días

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos los días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)

Cuarto día: Dignamente pueda yo ser llamado también hijo tuyo

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para mostrar tu especialísimo amor a los Carmelitas les honraste con el dulce nombre de hijos y hermanos tuyos, alentando con tan singular favor su confianza, para buscar en ti, como en amorosa Madre, el remedio, el consuelo y el amparo en todas sus necesidades y aflicciones, moviéndoles a la imitación de tus excelsas virtudes. Te ruego, Señora, me mires, como amorosa Madre y me alcances la gracia de imitarte, de modo que dignamente pueda yo ser llamado también hijo tuyo, y que mi nombre sea inscrito en el libro de la predestinación de los hijos de Dios y hermanos de mi Señor Jesucristo. Así Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.

Oración final para todos los días

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.



Quinto día de la novena a la Virgen del Carmen
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición para todos los días

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos los días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)

Quinto día: Con quietud y paz viva siempre en el santo servicio de Dios

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para defender a los Carmelitas, tus hijos, cuando se intentaba extinguir la sagrada Religión del Carmen, mostrando siempre el amor y singular predilección con que los amparas, mandaste al Sumo Pontífice, Honorio III, los recibiese benignamente y confirmase su instituto, dándole por señal de que esta era tu voluntad y la de tu divino Hijo, la repentina muerte de dos que especialmente la contradecían. Te ruego, Señora, me defiendas de todos mis enemigos de alma y cuerpo, para que con quietud y paz viva siempre en el santo servicio de Dios y tuyo. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.

Oración final para todos los días

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.


Sexto día de la novena a la Virgen del Carmen
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición para todos los días

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos los días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)

Sexto día: Vivir siempre como verdadero cristiano y cofrade amante del santo escapulario

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para señalar a los Carmelitas por especiales hijos tuyos, los enriqueciste con la singular prenda del santo escapulario, vinculando en él tantas gracias y favores para con los que devotamente lo visten y cumpliendo con sus obligaciones, procuran vivir de manera que imitando tus virtudes, muestran que son tus hijos. Te ruego, Señora, me alcances la gracia de vivir siempre como verdadero cristiano y cofrade amante del santo escapulario, a fin de que merezca lograr los frutos de esta hermosa devoción. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.

Oración final para todos los días

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.



Séptimo día de la novena a la Virgen del Carmen
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición para todos los días

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos los días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)

Séptimo día: Encontrar la seguridad en las tribulaciones y peligros

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que en tu santo Escapulario diste a los que devotamente lo visten, un firmísimo escudo para defenderse de todos los peligros de este mundo y de las asechanzas del demonio, acreditando esta verdad con tantos y tan singulares milagros. Te ruego, Señora, que seas mi defensa poderosa en esta vida mortal, para que en todas las tribulaciones y peligros encuentre la seguridad, y en las tentaciones salga con victoria, logrando siempre tu especial asistencia para conseguirlo. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.

Oración final para todos los días

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.


Octavo día de la novena a la Virgen del Carmen
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición para todos lo días

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos lo días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)

Octavo día: Ampares y consueles en la hora de mi muerte

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que ejerces tu especial protección en la hora de la muerte para con los que devotamente visten tu santo escapulario, a fin de que logren por medio de la verdadera penitencia salir de esta vida en gracia de Dios y librarse de las penas del infierno. Te ruego, Señora, me asistas, ampares y consueles en la hora de mi muerte, y me alcances verdadera penitencia, perfecta contrición de todos mis pecados, encendido amor de Dios y ardiente deseo de verle y gozarle, para que mi alma no se pierda ni condene, sino que vaya segura a la felicidad eterna de la gloria. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.

Oración final para todos los días

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.



Noveno día de la novena a la Virgen del Carmen
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición para todos lo días

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos los días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)

Noveno día: Cumplir con mis obligaciones de cristiano y la devoción del santo escapulario

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que extendiendo tu amor hacia los Carmelitas, aún después de la muerte, como piadosísima Madre de los que visten tu santo escapulario consuelas sus almas, cuando están en el Purgatorio, y con tus ruegos consigues salgan cuanto antes de aquellas penas, para ir a gozar de Dios, nuestro Señor, en la gloria. Te ruego, Señora, me alcances de su divina Majestad cumpla yo con las obligaciones de cristiano y la devoción del santo escapulario, de modo que logre este singularísimo favor. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.

Oración final para todos los días

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.



HOY SE CELEBRA A SANTA MARÍA GORETTI, LA DULCE MÁRTIR DE LA PUREZA, 6 DE JULIO



Santa María Goretti

(1890 - 1902)

Santa Maria Goretti



María había visto la luz el 16 de octubre de 1890, en Corinaldo, provincia de Ancona, Italia, en el seno de una familia pobre de bienes terrenales pero rica en fe y virtudes: oración en común y rosario todos los días, y los domingos Misa y sagrada Comunión. María es la tercera de los siete hijos de Luigi Goretti y Assunta Carlini. Al día siguiente de su nacimiento es bautizada y consagrada a la Virgen. Recibirá el sacramento de la Confirmación a la edad de seis años.

Después del nacimiento de su cuarto hijo, Luigi Goretti, demasiado pobre para poder subsistir en su región de origen, emigra con su familia a las grandes llanuras de los campos romanos, todavía insalubres en aquella época. Se estableció en Ferriere di Conca, al servicio del conde Mazzoleni, donde María no tarda en revelar una inteligencia y una madurez precoces. No hay en ella ni un solo atisbo de capricho, ni de desobediencia, ni de mentira. Es realmente el ángel de la familia.

Tras un año de trabajo agotador, Luigi contrae una enfermedad que acaba con él en diez días. Para Assunta y sus hijos empieza un largo calvario. María llora a menudo la muerte de su padre, y aprovecha cualquier ocasión para arrodillarse delante de la verja del cementerio. Quizás su papá se encuentre en el purgatorio, y como ella no dispone de medios para encargar misas por el reposo de su alma, se esfuerza en compensarlo con sus plegarias. Pero no hay que pensar que la muchacha practica la bondad sin esfuerzo, ya que sus sorprendentes progresos son el fruto de la oración. Su madre contará que el rosario le resultaba necesario y, de hecho, lo llevaba siempre enrollado alrededor de la muñeca. De la contemplación del crucifijo, María se nutre de un intenso amor a Dios y de un profundo horror por el pecado.


"QUIERO A JESÚS"

María suspira por el día en que recibirá la Sagrada Eucaristía. Según era costumbre en la época, debía esperar hasta los once años, pero un día le pregunta a su madre:

-Mamá, ¿cuándo tomaré la Comunión?. Quiero a Jesús.

-¿Cómo vas a tomarla, si no te sabes el catecismo? Además, no sabes leer, no tenemos dinero para comprarte el vestido, los zapatos y el velo, y no tenemos ni un momento libre.

-¡Pues nunca podré tomar la Comunión, mamá! ¡Y yo no puedo estar sin Jesús!

-Y, ¿qué quieres que haga? No puedo dejar que vayas a comulgar como una pequeña ignorante.

Finalmente, María encuentra un medio de prepararse con la ayuda de una persona del lugar, y todo el pueblo acude en su ayuda para proporcionarle ropa de comunión. Recibe la Eucaristía el 29 de mayo de 1902.

La recepción del Pan de los ángeles aumenta en María el amor por la pureza y la anima a tomar la resolución de conservar esa angélica virtud a toda costa. Un día, tras haber oído un intercambio de frases deshonestas entre un muchacho y una de sus compañeras, le dice con indignación a su madre:

-Mamá, iqué mal habla esa niña!

-Procura no tomar parte nunca en esas conversaciones.

-No quiero ni pensarlo, mamá; antes que hacerlo, preferiría...

Y la palabra morir queda entre sus labios. Un mes más tarde, la voz de su sangre terminará la frase.

Al entrar al servicio del conde Mazzoleni, Luigi Goretti se había asociado con Giovanni Serenelli y su hijo Alessandro. Las dos familias viven en apartamentos separados, pero la cocina es común. Luigi se arrepintió enseguida de aquella unión con Giovanni Serenelli, persona muy diferente de los suyos, bebedor y carente de discreción en sus palabras. Después de la muerte de Luigi, Assunta y sus hijos habían caído bajo el yugo despótico de los Serenelli, María, que ha comprendido la situación, se esfuerza por apoyar a su madre:

-Ánimo, mamá, no tengas miedo, que ya nos hacemos mayores. Basta con que el Señor nos conceda salud. La Providencia nos ayudará. ¡Lucharemos y seguiremos luchando!

Desde la muerte de su marido, Assunta siempre está en el campo y ni siquiera tiene tiempo de ocuparse de la casa, ni de la instrucción religiosa de los más pequeños. María se encarga de todo, en la medida de lo posible. Durante las comidas, no se sienta a la mesa hasta que no ha servido a todos, y para ella sirve las sobras. Su obsequiosidad se extiende igualmente a los Serenelli. Por su parte, Giovanni, cuya esposa había fallecido en el hospital psiquiátrico de Ancona, no se preocupa para nada de su hijo Alessandro, joven robusto de diecinueve años, grosero y vicioso, al que le gusta empapelar su habitación con imágenes obscenas y leer libros indecentes. En su lecho de muerte, Luigi Goretti había presentido el peligro que la compañía de los Serenelli representaba para sus hijos, y había repetido sin cesar a su esposa:

-Assunta, regresa a Corinaldo! Por desgracia Assunta está endeudada y comprometida por un contrato de arrendamiento.


UNA AZUCENA INMACULADA

Al estar en contacto con los Goretti, algunos sentimientos religiosos han hecho mella en Alessandro. A veces se agrega al rezo del rosario que realizan en familia, y los días de fiesta oye Misa. Incluso se confiesa de vez en cuando. Pero todo ello no impide que haga proposiciones deshonestas a la inocente María, que en un principio no comprende. Más tarde, al adivinar las intenciones perversas del muchacho, la joven está sobre aviso y rechaza la adulación y las amenazas. Suplica a su madre que no la deje sola en casa, pero no se atreve a explicarle claramente las causas de su pánico, pues Alessandro la ha amenazado: -Si le cuentas algo a tu madre, te mato. Su único recurso es la oración. La víspera de su muerte, María pide de nuevo llorando a su madre que no la deje sola, pero, al no recibir más explicaciones, ésta lo considera un capricho y no concede ninguna importancia a aquella reiterada súplica.

El 5 de julio, a unos cuarenta metros de la casa, están trillando las habas en la era. Alessandro lleva un carro arrastrado por bueyes. Lo hace girar una y otra vez sobre las habas extendidas en el suelo. Hacia las tres de la tarde, en el momento en que María se encuentra sola en casa, Alessandro dice:

-Assunta, ¿quiere hacer el favor de llevar un momento los bueyes por mí?

Sin sospechar nada, la mujer lo hace. María, sentada en el umbral de la cocina, remienda una camisa que Alessandro le ha entregado después de comer, mientras vigila a su hermanita Teresina, que duerme a su lado.


-¡María!, grita Alessandro.

-¿Qué quieres?

-Quiero que me sigas.

-¿Para qué? -¡sígueme!

-Si no me dices lo que quieres, no te sigo.

Ante semejante resistencia, el muchacho la agarra violentamente del brazo y la arrastra hasta la cocina, atrancando la puerta. La niña grita, pero el ruido no llega hasta el exterior. Al no conseguir que la víctima se someta, Alessandro la amordaza y esgrime un puñal. María se pone a temblar pero no sucumbe. Furioso, el joven intenta con violencia arrancarle la ropa, pero María se deshace de la mordaza y grita:

-No hagas eso, que es pecado... Irás al infierno.

Poco cuidadoso del juicio de Dios, el desgraciado levanta el arma: -Si no te dejas, te mato.

Ante aquella resistencia, la atraviesa a cuchilladas. La niña se pone a gritar: -¡Dios mío! ¡Mamá!, y cae al suelo. Creyéndola muerta, el asesino tira el cuchillo y abre la puerta para huir, pero, al oírla gemir de nuevo, vuelve sobre sus pasos, recoge el arma y la traspasa otra vez de parte a parte; después, sube a encerrarse a su habitación.

María ha recibido catorce heridas graves y se ha desvanecido. Al recobrar el conocimiento, llama al señor Serenelli: -¡Giovanni! Alessandro me ha matado... Venga.

Casi al mismo tiempo, despertada por el ruido, Teresina lanza un grito estridente, que su madre oye. Asustada, le dice a su hijo Mariano: -Corre a buscar a María; dile que Teresina la llama.

En aquel momento, Giovanni Serenelli sube las escaleras y, al ver el horrible espectáculo que se presenta ante sus ojos, exclama: -¡Assunta, y tú también, Mario, venid!.

Mario Cimarelli, un jornalero de la granja, trepa por la escalera a toda prisa. La madre llega también: -¡Mamá!, gime María. -¡Es Alessandro, que quería hacerme daño!

Llaman al médico ya los guardias, que llegan a tiempo para impedir que los vecinos, muy excitados, den muerte a Alessandro en el acto.


¡NI UNA GOTA DE AGUA!

Después de un largo y penoso viaje en ambulancia, hacia las ocho de la tarde, llegan al hospital. Los médicos se sorprenden de que la niña todavía no haya sucumbido a sus heridas, pues ha sido alcanzado el pericardio, el corazón, el pulmón izquierdo, el diafragma y el intestino. Al comprobar que no tiene cura, mandan llamar al capellán. María se confiesa con toda lucidez. Después, los médicos le prodigan sus cuidados durante dos horas, sin dormirla. María no se lamenta, y no deja de rezar y de ofrecer sus sufrimientos a la santísima Virgen, Madre de los Dolores. Su madre consigue que le permitan permanecer a la cabecera de la cama. María aún tiene fuerzas para consolarla:

- Mamá, querida mamá, ahora estoy bien... ¿Cómo están mis hermanos y hermanas?

A María la devora la sed: -Mamá, dame una gota de agua.

-Mi pobre María, el médico no quiere, porque sería peor para ti.

Extrañada, María sigue diciendo: -¿Cómo es posible que no pueda beber ni una gota de agua? Luego, dirige la mirada sobre Jesús crucificado, que también había dicho ¡Tengo sed!, y se resigna.

El capellán del hospital la asiste paternalmente y, en el momento de darle la sagrada Comunión, la interroga: -María, ¿perdonas de todo corazón a tu asesino ?

Ella, reprimiendo una instintiva repulsión, le responde: -Sí, lo perdono por el amor de Jesús, y quiero que él también venga conmigo al paraíso. Quiero que esté a mi lado... Que Dios lo perdone, porque yo ya lo he perdonado.

En medio de esos sentimientos, los mismos que tuvo Jesucristo en el Calvario, María recibe la Eucaristía y la Extremaunción, serena, tranquila, humilde en el heroísmo de su victoria. El final se acerca. Se le oye decir: -Papá.

Finalmente, después de una postrera llamada a María, entra en la gloria inmensa del paraíso. Es el día 6 de julio de 1902, a las tres de la tarde. No había cumplido los doce años.


ESTÁ PERDIENDO EL TIEMPO, MONSEÑOR

El juicio de Alessandro tiene lugar tres meses después del drama. Aconsejado por su abogado, confiesa: -Me gustaba. La provoqué dos veces al mal, pero no pude conseguir nada. Despechado, preparé el puñal que debía utilizar. Es condenado a treinta años de trabajos forzados. Aparenta no sentir ningún remordimiento del crimen. A veces se le oye gritar:

-¡Anímate, Serenelli, dentro de veintinueve años y seis meses serás un burgués! Pero María no lo olvida. Unos años más tarde, monseñor Blandini, obispo de la diócesis donde está la prisión, siente la inspiración de visitar al asesino para encaminarlo al arrepentimiento. -Está perdiendo el tiempo, monseñor -afirma el carcelero-, ¡es un duro!

Alessandro recibe al obispo refunfuñando, pero ante el recuerdo de María, de su heroico perdón, de la bondad y de la misericordia infinitas de Dios, se deja alcanzar por la gracia. Después de salir el prelado, llora en la soledad de la celda, ante la estupefacción de los carceleros.

Una noche, María se le aparece en sueños, vestida de blanco en los jardines del paraíso. Trastornado, Alessandro escribe a monseñor Blandino: "Lamento sobre todo el crimen que cometí porque soy consciente de haberle quitado la vida a una pobre niña inocente que, hasta el último momento, quiso salvar su honor, sacrificándose antes que ceder a mi criminal voluntad. Pido perdón a Dios públicamente, y a la pobre familia, por el enorme crimen que cometí. Confío obtener también yo el perdón, como tantos otros en la tierra". Su sincero arrepentimiento y su buena conducta en el penal le devuelven la libertad cuatro años antes de la expiración de la pena. Después, ocupará el puesto de hortelano en un convento de capuchinos, mostrando una conducta ejemplar, y será admitido en la orden tercera de san Francisco.

Gracias a su buena disposición, Alessandro es llamado como testigo en el proceso de beatificación de María. Resulta algo muy delicado y penoso para él, pero confiesa: "Debo reparación, y debo hacer todo lo que esté en mi mano para su glorificación. Toda la culpa es mía. Me dejé llevar por la brutal pasión. Ella es una santa, una verdadera mártir. Es una de las primeras en el paraíso, después de lo que tuvo que sufrir por mi causa".

En la Navidad de 1937, se dirige a Corinaldo, lugar donde se había retirado con sus hijos Assunta Goretti. Lo hace simplemente para hacer reparación y pedir perdón a la madre de su víctima. Nada más llegar ante ella, le pregunta llorando. -Assunta, ¿puede perdonarme? -Si María te perdonó -balbucea-, ¿cómo no voy a perdonarte yo? El mismo día de Navidad, los habitantes de Corinaldo se ven sorprendidos y emocionados al ver aproximarse a la mesa de la Eucaristía, uno junto a otro, a Alessandro y Assunta.


"¡MIRADLA!"

La influencia de María Goretti, canonizada como mártir por el Papa Pío XII el 26 de junio de 1959, continúa en nuestros días. El Papa Juan Pablo II la presenta especialmente como modelo para los jóvenes: "Nuestra vocación por la santidad, que es la vocación de todo bautizado, se ve alentada por el ejemplo de esta joven mártir. Miradla, sobre todo vosotros los adolescentes, vosotros los jóvenes. Sed capaces, como ella, de defender la pureza del corazón y del cuerpo; esforzaos por luchar contra el mal y el pecado, alimentando vuestra comunión con el Señor mediante la oración, el ejercicio cotidiano de la mortificación y la escrupulosa observancia de los mandamientos" (29 de septiembre de 1991).

La realidad y el poder de la ayuda divina se manifiestan de una manera particularmente tangible en los mártires. Elevándolos al honor de los altares, "la Iglesia ha canonizado su testimonio y declara verdadero su juicio, según el cual el amor implica obligatoriamente el respeto de sus mandamientos, incluso en las circunstancias más graves, y el rechazo de traicionarlos, aunque fuera con la intención de salvar la propia vida" (Veritatis splendor, 91). Indudablemente, pocas personas son llamadas a padecer el martirio de la sangre. Sin embargo, ante las múltiples dificultades, que incluso en las circunstancias más ordinarias puede exigir la fidelidad al orden moral, el cristiano, implorando con su oración la gracia de Dios, está llamado a una entrega a veces heroica. Le sostiene la virtud de la fortaleza, que -como enseña san Gregorio Magno- le capacita para amar las dificultades de este mundo a la vista del premio eterno" (id, 93).

Por eso el Papa no teme decir a los jóvenes: "No tengáis miedo de ir contracorriente, de rechazar los ídolos del mundo". y explica: "Mediante el pecado, damos la espalda a Dios, nuestro único bien, y elegimos ponernos del lado de los ídolos que nos conducen a la muerte ya la condenación eterna, al infierno". María Goretti "nos alienta a experimentar la alegría de los pobres que saben renunciar a todo con tal de no perder lo único que es necesario: la amistad de Dios... Queridos jóvenes, escuchad la voz de Cristo que os llama, también a vosotros, al estrecho sendero de la santidad" (29 de septiembre de 1991).

Santa María Goretti nos recuerda que "el estrecho sendero de la santidad" pasa por la fidelidad a la virtud de la castidad. En nuestros días, con frecuencia, la castidad es objeto de burla y de desprecio. El cardenal López Trujillo escribe al respecto: "Para algunas personas que se hallan en ambientes donde se ofende y se desacredita la castidad, vivir castamente puede exigir una dura lucha, a veces heroica. De todas formas, con la gracia de Cristo, que se desprende de su amor de Esposo por la Iglesia, todos pueden vivir castamente, incluso si se hallan en circunstancias poco favorables a ello" (Verdad y sentido de la sexualidad humana, Consejo pontifical para la familia,8 de diciembre de 1995, 19).


UN LARGO Y LENTO MARTIRIO

Conservar la castidad implica rechazar ciertos pensamientos, frases y actos pecaminosos, así como huir de las ocasiones de pecado. "Que la alegre infancia y la ardiente juventud aprendan a no abandonarse desesperadamente a los gozos efímeros y vanos de la voluptuosidad, ni a los placeres de los vicios embriagadores que destruyen la apacible inocencia, engendran sombría tristeza y debilitan más pronto o más tarde las fuerzas del espíritu y del cuerpo", advertía el Papa Pío XII con motivo de la canonización de Santa María Goretti. El Catecismo de la Iglesia católica recuerda lo siguiente: "O el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado" (2339). Por eso resulta necesario seguir un modelo de vida que "requiera mucha fuerza, una constante atención y una renuncia valiente a las seducciones del mundo. Debemos ser capaces de vigilar incesantemente, sin desistir bajo ningún pretexto... hasta el término de nuestro recorrido terrenal. En definitiva, se trata de una lucha contra sí mismo que podemos asimilar a un largo y lento martirio. El Evangelio nos exhorta con claridad a emprender esa lucha: El Reino de los cielos sufre violencia, y los violentos -los que se esfuerzan- la conquistan. (Mt 11:12). (Juan Pablo II, id).

Para poder crear un clima favorable a la castidad, es importante practicar la modestia y el pudor en la manera de hablar, de actuar y de vestir. Con esas virtudes, la persona es respetada y amada por sí misma, en lugar de ser contemplada y tratada como objeto de placer. De ese modo, los padres deberán velar para que ciertas modas no profanen la casa, en especial a través de un mal uso de los medios de comunicación de masas. Habrá que animar a los niños y adolescentes a estimar y practicar el dominio de sí mismos, a ser discretos, a vivir con orden, a realizar sacrificios personales en medio de un espíritu de amor por Dios y de generosidad hacia los demás, sin sofocar los sentimientos y las tendencias de cada uno, sino canalizándolas hacia una vida de virtud (cf. Consejo pontifical para la familia, íd. 56,-58). Siguiendo el ejemplo de María Goretti, los jóvenes descubrirán "el valor de la verdad que libera al hombre de la esclavitud de las realidades materiales", y podrán "descubrir el gusto por la auténtica belleza y por el bien que vence al mal" (Juan Pabloll, íd).

¡Santa María Goretti, consigue para nosotros de Dios, mediante la intercesión de la santísima Virgen y de san José, esa fuerza sobrenatural que te hizo preferir la muerte al pecado, a fin de que podamos seguir tus luminosas huellas con alegría, con energía y con afán!


Autor: Dom Antoine Marie, OSB

Abadía de Saint Joseph de Clairval

Texto extraído de la revista Ave María, nº 667 

¡¡¡FELIZ DÍA DEL MAESTRO!!!

 










lunes, 5 de julio de 2021

IMÁGENES Y GIFS DE SANTA MARÍA GORETTI

 




























PAPA FRANCISCO PERMANECERÁ EN HOSPITAL DURANTE 7 DÍAS TRAS OPERACIÓN QUIRÚRGICA PROGRAMADA



Papa Francisco permanecerá en hospital durante 7 días tras operación quirúrgica programada

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco se encuentra en buen estado general de salud y permanecerá en el hospital durante siete días, debido a la operación quirúrgica a la que fue sometido el domingo 4 de julio por una “estenosis diverticular”.

Así lo informó este 5 de julio el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni.

“Su Santidad el Papa Francisco se encuentra en buen estado general, consciente y con respiración natural”, indicó el director de la oficina de prensa de la Santa Sede.

La intervención quirúrgica por “estenosis diverticular” en la parte final del colon en el intestino grueso fue realizada en la tarde del 4 de julio en el hospital Políclinico A. Gemelli de Roma y “consistió en una hemicolectomía izquierda que duró unas 3 horas”.

En esta línea, los médicos esperan que el Santo Padre permanecerá hospitalizado en el Gemelli “durante 7 días salvo complicaciones”, añadió Bruni. 

En un comunicado de la oficina de prensa de la Santa Sede enviado poco antes de la medianoche de Roma (hora local) se describió que el Papa Francisco, de 84 años, “reaccionó bien a la intervención realizada bajo anestesia general”.

Según informó la prensa italiana, el Papa Francisco se dirigió al hospital inmediatamente después del rezo del Ángelus dominical. Llegó al Gemelli alrededor de las 1:00 p.m. acompañado por una persona en el coche que suele transportarlo cuando sale del Vaticano. La operación quirúrgica comenzó alrededor de las 6:30 p.m.

Como es tradición, la Prefectura de la Casa Pontificia informó recientemente que durante el mes de julio se suspenderán las audiencias generales semanales que el Papa Francisco preside los miércoles y se retomarán el miércoles 4 de agosto y se prevé que los fieles podrán seguir el rezo del Ángelus dominical.

¿Qué es la estenosis y qué son los divertículos?

Si bien se desconocen los detalles precisos del caso médico del Papa Francisco, una estenosis es un estrechamiento en un conducto del cuerpo, en este caso el colon.

De acuerdo a MedlinePlus, servicio informativo de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, “los divertículos son pequeñas bolsas que se abultan en el colon o en el intestino grueso”.

“Si tiene estas bolsas, usted tiene una afección llamada diverticulosis. Es más común con la edad”, añade, precisando que “cerca de la mitad de las personas de más de 60 años la tienen”.

MedlinePlus indica que “la mayoría de las personas con diverticulosis no tiene síntomas. Algunas veces, provoca cólicos leves, hinchazón abdominal o estreñimiento”.

“Si las bolsas se inflaman o se infectan, se llama diverticulitis. El síntoma más común es el dolor abdominal, generalmente en el lado izquierdo. También puede sentir fiebre, náusea, vómitos, escalofríos, cólicos y estreñimiento”.


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 Vaticano anuncia resultado de operación del Papa Francisco

Redacción ACI Prensa

 Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa.


La Oficina de Prensa de la Santa Sede informó cerca de la medianoche de Roma (Italia) el resultado de la operación a la que fue sometido el Papa Francisco, de 84 años, este 4 de julio.

En un comunicado, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, indicó que “el Santo Padre, internado por la tarde en el Policlínico A. Gemelli, fue sometido en la noche a la operación quirúrgica programada para la estenosis diverticular del sigma”, la parte final del colon en el intestino grueso.

Bruni aseguró que “el Santo Padre reaccionó bien a la intervención realizada bajo anestesia general”.


¿Qué es la estenosis y qué son los divertículos?

Si bien se desconocen los detalles precisos del caso médico del Papa Francisco, una estenosis es un estrechamiento en un conducto del cuerpo, en este caso el colon.

De acuerdo a MedlinePlus, servicio informativo de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, “los divertículos son pequeñas bolsas que se abultan en el colon o en el intestino grueso”.

“Si tiene estas bolsas, usted tiene una afección llamada diverticulosis. Es más común con la edad”, añade, precisando que “cerca de la mitad de las personas de más de 60 años la tienen”.

MedlinePlus indica que “la mayoría de las personas con diverticulosis no tiene síntomas. Algunas veces, provoca cólicos leves, hinchazón abdominal o estreñimiento”.

“Si las bolsas se inflaman o se infectan, se llama diverticulitis. El síntoma más común es el dolor abdominal, generalmente en el lado izquierdo. También puede sentir fiebre, náusea, vómitos, escalofríos, cólicos y estreñimiento”.

MedlinePlus señala luego que “en los casos más graves, la diverticulitis puede causar sangrado, desgarres u obstrucciones”.

“Los casos más serios pueden requerir hospitalización o cirugía”, concluye.


EL EVANGELIO DE HOY LUNES 5 DE JULIO DE 2021



Lunes 14 del tiempo ordinario

Lunes 5 de julio de 2021



1ª Lectura (Gén 28,10-22a): En aquellos días, Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán. Casualmente llegó a un lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol. Cogió de allí mismo una piedra, se la colocó a guisa de almohada y se echó a dormir en aquel lugar. Y tuvo un sueño: Una escalinata apoyada en la tierra con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella. El Señor estaba en pie sobre ella y dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra sobre la que estás acostado, te la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra, y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur; y todas las naciones del mundo se llamarán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo; yo te guardaré dondequiera que vayas, y te volveré a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido».

Cuando Jacob despertó, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía». Y, sobrecogido, añadió: «Qué terrible es este lugar; no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo». Jacob se levantó de madrugada, tomó la piedra que le había servido de almohada, la levantó como estela y derramó aceite por encima. Y llamó a aquel lugar «Casa de Dios»; antes la ciudad se llamaba Luz. Jacob hizo un voto, diciendo: «Si Dios está conmigo y me guarda en el camino que estoy haciendo, si me da pan para comer y vestidos para cubrirme, si vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios, y esta piedra que he levantado como estela será una casa de Dios».

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Salmo responsorial: 90

R/. Dios mío, confío en ti.

Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti».

Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás.

«Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación».

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Versículo antes del Evangelio (2Tim 1,10): Aleluya. Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio. Aleluya.

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Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento.

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.


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«Tu fe te ha salvado»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, la liturgia de la Palabra nos invita a admirar dos magníficas manifestaciones de fe. Tan magníficas que merecieron conmover el corazón de Jesucristo y provocar —inmediatamente— su respuesta. ¡El Señor no se deja ganar en generosidad!

«Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá» (Mt 9,18). Casi podríamos decir que con fe firme “obligamos” a Dios. A Él le gusta esta especie de obligación. El otro testimonio de fe del Evangelio de hoy también es impresionante: «Con sólo tocar su manto, me salvaré» (Mt 9,22).

Se podría afirmar que Dios, incluso, se deja “manipular” de buen grado por nuestra buena fe. Lo que no admite es que le tentemos por desconfianza. Éste fue el caso de Zacarías, quien pidió una prueba al arcángel Gabriel: «Zacarías dijo al ángel: ‘¿En qué lo conoceré?’» (Lc 1,18). El Arcángel no se arredró ni un pelo: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios (...). Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo» (Lc 1,19-20). Y así fue.

Es Él mismo quien quiere “obligarse” y “atarse” con nuestra fe: «Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9). Él es nuestro Padre y no quiere negar nada de lo que conviene a sus hijos.

Pero es necesario manifestarle confiadamente nuestras peticiones; la confianza y connaturalizar con Dios requieren trato: para confiar en alguien le hemos de conocer; y para conocerle hay que tratarle. Así, «la fe hace brotar la oración, y la oración —en cuanto brota— alcanza la firmeza de la fe» (San Agustín). No olvidemos la alabanza que mereció Santa María: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45).

¡FELIZ SEMANA!





 

domingo, 4 de julio de 2021

SEÑOR, TE ENTREGO TODO

 


 Señor, te entrego todo

 

La actitud de confianza en Dios es fundamental en la Biblia: recorre casi todas sus páginas; las personas que desfilan por ellas son confrontadas con esta señal del varón justo, que busca a Dios como su único bien y poderoso refugio. La oración de entrega a Dios con todo lo que tenemos y somos es efecto de esa confianza plena en el Señor. 

Te entrego, Señor, todo lo que tengo y todo lo que estoy viviendo. Te doy gracias por lo que me estás regalando y lo disfruto con gozo. Pero desde ya lo dejo en tus manos para que acabe cuando tenga que acabar. Te proclamo a ti, Jesús, como único Señor, dueño de todas mis cosas, de todo lo que vivo, rey de todo lo que soy y de todo mi futuro. Te declaro Señor de todos mis afectos, de mis deseos, de mis relaciones. Sé que me darás la felicidad que necesito porque confío en tu amor, pero me la darás a tu modo, como sea mejor para mí. En ti deposito toda la confianza de mi corazón. Amén. (P. V. Fernández).

Quien vive abandonado en el Señor crece en una relación verdaderamente filial con Dios, su Padre; está disponible a todo lo que se presente, su corazón se vuelve simple y libre, tiene facilidad para vivir con humildad de corazón los misterios de la vida, se libera de toda ansiedad por el porvenir incierto: “Será lo que el Padre quiera”, dice con total sumisión.

 

* Padre Natalio

EL RECHAZO A JESÚS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 4 DE JULIO DE 2021



El rechazo a Jesús


El evangelio de hoy nos relata la dolorosa experiencia de Jesús quien, al regresar a su pueblo después de sus primeras correrías apostólicas, encuentra el rechazo frontal de sus paisanos.

Nazaret, como todas las poblaciones judías, tenía una pequeña sinagoga donde los vecinos se reunían para rezar, leer y comentar las Escrituras el día sábado.

Jesús, siguiendo la costumbre, se puso de pie y compartió sus comentarios a propósito del texto que acababan de leer. Sus palabras produjeron conmoción en quienes las oyeron: “La multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: ¿dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros?”

Ahora bien, el asombro que manifestaban quienes lo escuchaban no era un asombro que les abriera a horizontes más amplios de espiritualidad. Era un asombro contaminado por los prejuicios: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?”

Los vecinos de Nazaret, que habían visto crecer a Jesús, están bloqueados para ver más allá de los datos puramente sociológicos de Jesús. A pesar de las maravillas que se decían de Él, para sus paisanos Jesús seguía siendo el muchacho del pueblo, el carpintero.

Esta incapacidad para ver más allá de las simples apariencias también la sufrimos en el entorno familiar, pues nos es muy difícil reconocer las cualidades y los éxitos de las personas que viven junto a nosotros. No nos sorprendemos ante sus actuaciones positivas. La excesiva cercanía nos impide valorarlos integralmente. Eso mismo le sucedió a Jesús; sus vecinos fueron incapaces de reconocer en Él al Mesías de Israel.

Después de haber tomado conciencia del hecho cultural del no reconocimiento, los invito a reflexionar sobre nuestra formación religiosa:

- La mayoría de nosotros nos hemos educado dentro de un ambiente católico. Los grandes misterios de la fe nos han sido inculcados a través de las palabras de nuestros mayores. Este proceso de formación religiosa se ha desarrollado sin sobresaltos, serenamente. Por eso afirmaciones tales como que el Hijo de Dios se hizo como uno de nosotros, en las entrañas de una joven campesina judía, no nos sorprenden. ¡Estos misterios, que rompen en mil pedazos los paradigmas humanos, nos parecen normales y forman parte del paisaje cotidiano!

- Los invito a superar la naturalidad con que vivimos los misterios de la fe. ¡Sorprendámonos ante el hecho inimaginable de la encarnación del Hijo de Dios! ¡Guardemos un silencio reverente ante la locura de amor que es el sacrificio de la cruz!

- Ciertamente, hubiera sido más fácil para los vecinos de Nazaret que el Mesías se les hubiera presentado rodeado de efectos luminosos y sonoros, protegido por una nutrida escolta. Pero como se les presentó bajo la figura del muchacho del pueblo, el carpintero, fueron incapaces de identificarlo como el Mesías largamente esperado.

Este rechazo de sus paisanos debió impactar hondamente a Jesús. Por eso algunos exegetas se refieren a esta experiencia como la “crisis de Galilea”. Infortunadamente esta amarga experiencia se repitió a lo largo de su actividad apostólica hasta llegar a la conjuración que lo condujo a la muerte el Viernes Santo.


¿Qué enseñanzas nos deja  la dolorosa experiencia vivida por Jesús?

- La enseñanza es clara: los prejuicios sociales nos impiden valorar a las personas. Los prejuicios nos hacen ver la realidad, no como es, sino como nos la imponen  los condicionamientos.

- Los prejuicios sociales clasifican sin fundamento a las personas dentro de determinadas categorías y les asignan etiquetas preestablecidas.

Pidámosle al buen Dios que podamos liberarnos de los prejuicios que nos impiden reconocer y valorar a las personas; pidámosle al buen Dios que nos sorprendamos ante las infinitas manifestaciones de amor que Él ha tenido con nosotros; pidámosle al buen Dios que fortaleza nuestra fe vacilante para que podamos abrirnos a Él como nuestro Señor y Salvador.


(P. Jorge Humberto Peláez S.J.) 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 4 DE JULIO DE 2021 - DOMINGO 14 (B) DEL TIEMPO ORDINARIO


 

Domingo 14 (B) del tiempo ordinario

Domingo 4 de julio de 2021



 Ver 1ª Lectura y Salmo

1ª Lectura (Ez 2,2-5): En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía: «Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: ‘Esto dice el Señor’. Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos».

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Salmo responsorial: 122

R/. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.

A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores.

Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.

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2ª Lectura (2Cor 12,7b-10): Hermanos, para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad». Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.

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Versículo antes del Evangelio (Lc 4,8): Aleluya. Es Espíritu del Señor está sobre mí: para evangelizar a los pobres me ha enviado. Aleluya.

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Texto del Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel tiempo, Jesús fue a su patria, y sus discípulos le seguían. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe.

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«Y se extrañó de su falta de fe»

P. Joaquim PETIT Llimona, L.C.

(Barcelona, España)


Hoy la liturgia nos ayuda a descubrir los sentimientos del Corazón de Jesús: «Y se extrañó de su falta de fe» (Mc 6,6). Sin lugar a dudas, a los discípulos les debió impresionar la falta de fe de los conciudadanos del Maestro y la reacción del mismo. Parecía lo más normal que las cosas hubieran sucedido de otra manera: llegaban a la tierra donde había vivido tantos años, habían oído contar las obras que realizaba, y la consecuencia lógica era que le acogieran con cariño y confianza, más dispuestos que los demás a escuchar sus enseñanzas. Sin embargo, no fue así, sino todo lo contrario: «Y se escandalizaban a causa de Él» (Mc 6,3).

La extrañeza de Jesús por la actitud de los de su tierra, nos muestra un corazón que confía en los hombres, que espera una respuesta y al que no deja indiferente la falta de la misma, porque es un corazón que se da buscando nuestro bien. Lo expresa muy bien san Bernardo, cuando escribe: «Vino el Hijo de Dios e hizo tales maravillas en el mundo que arrancó nuestro entendimiento de todo lo mundano, para que meditemos y nunca cesemos de ponderar sus maravillas. Nos dejó unos horizontes infinitos para solaz de la inteligencia, y un río tan caudaloso de ideas que es imposible vadearlo. ¿Hay alguien capaz de comprender por qué quiso morir la majestad suprema para darnos la vida, servir Él para reinar nosotros, vivir desterrado para llevarnos a la patria, y rebajarse hasta lo más vil y ordinario para ensalzarnos por encima de todo?».

Podría pensarse en lo que hubiera cambiado la vida de los habitantes de Nazaret si se hubieran acercado a Jesús con fe. Así, tenemos que pedirle día a día como sus discípulos: «Señor, aumenta nuestra fe» (Lc 17,5), para que nos abramos más y más a su acción amorosa en nosotros.

¡BUENAS TARDES!





 

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