Un corazón a la altura de tu inocencia
Todavía hay hombres que tienen la ilusión de estar al lado de una mujer que se caracterice por la pureza
Por: Juan Salamanca | Fuente: Catholic.net
Desde que estaba pequeño, mi mamá siempre nos recordaba, a mis hermanos y a mi, lo importante que es saber esperar a la persona que Dios tiene preparada para cada uno de nosotros. Nos hablaba de una espera que se hace posible por la confianza depositada en Dios, y que se apoya en la certeza de que Él mismo se está encargando de aquél o aquella que nos hará realmente felices.
Lo anterior es más que una teoría con toque poético, es una realidad. Pero qué triste que, en algunos casos, el desespero y la soledad dañen los planes que Dios ha venido acomodando. Es muy importante esperar, pero no es una espera sin sentido: es una espera que nos ayudará a estar preparados para esa persona. Como dijo el Papa Benedicto XVI en un discurso a los novios:
“La mesa está repleta de muchas cosas deliciosas, pero, como en el episodio evangélico de las bodas de Caná, parece que haya faltado el vino de la fiesta”.
Y falta el vino en una sociedad que busca saltarse muchos principios y valores.
Qué fácil es perder entonces la esperanza de encontrar un hombre a la altura, a la altura de tu corazón. Pero les tengo una buena noticia: ¡Todavía hay muchos! Hay muchos hombres que desde hace un tiempo se han ido preparando para estar a la altura de la inocencia de muchas mujeres. Hay muchos hombres que en este momento están arrodillados ante el Sagrario, pidiendo por una mujer que sepa permanecer, esperar, y que cuando llegue el momento todavía tenga esa ilusión de dejarse tratar como San José nos ha enseñado.
Aunque les hayan hecho creer lo contrario, hoy les aseguro que hay hombres que están esperando mujeres que todavía se sorprendan con un detalle… Todavía hay hombres que buscan damas para las que unas flores no sean anticuadas y aburridas… Hombres que anhelan a una mujer que se deje abrir la puerta y que disfrute cuando la tratas como la más importante en ese momento…Hombres que rezan por encontrar mujeres que sepan valorar pequeñas cosas, como que caminemos del lado de la calle para protegerlas, o simplemente el permitirles pedir primero en el restaurante. Todavía hay hombres que tienen la ilusión de estar al lado de una mujer que se caracterice por la pureza que le saca una sonrisa cada vez que le llaman a desearle un feliz día. Hombres que darían lo que sea por una mujer que además admire lo que hacen para tener una buena relación con los suegros, porque su familia es también la de ellos.
Por supuesto que existimos hombres que intentamos ir mas allá, que no solo se conforman con hacerlas felices a ustedes sino también a los que ustedes aman. Existimos hombres que con pequeños actos intentamos hacer lo posible por demostrarles cuánto nos interesan y cuánto queremos hacer parte de su familia. Aunque no lo crean, existimos hombres que tenemos presente que hay horas en las cuales ya no es prudente estar sus casas y es mejor marcharse. Hombres que reconocen aquellas cosas que les desagradan a sus padres y preferimos evitarlas.
Pero sobre todo… Sobre todo.. hombres que esperan a un mujer que sepa dejarse enamorar…a una mujer que esté dispuesta a enfrentar un desafío basado en el amor y la confianza. A una mujer que busque una relación que tenga a Jesucristo en el centro, como única fuente del amor. Una mujer que espere con emoción el domingo para ir juntos a misa y en el Sacramento de la Eucaristía vivir el amor de Cristo, reflejado en la plenitud del amor humano.
Mujeres: no dejen de esperar. No se rindan. Hay hombres que ya entendieron que una esposa es solo un préstamo de Dios, un regalo que nos da por un tiempo para que juntos crezcamos y nos acerquemos a Él. No se rindan. Hay hombres que esperan para poder cumplir el plan de Dios y así ser semilla de familias santas.
Y así como nos preparamos y sabemos esperar, también pedimos para que ustedes no pierdan su inocencia. Pedimos para que esa inocencia sea un motivo que las lleve a buscar en Cristo la razón. Y así, que se enamoren primero profundamente de Él, y de esta manera nosotros tengamos que buscarlo a Él para encontrarlas a ustedes.
“Una mujer de Dios no cuesta trabajo, cuesta una vida”