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viernes, 15 de julio de 2011
CINCO PELIGROS CONTRA EL AMOR DE DIOS
DECÁLOGO DE LOS SERVIDORES DE LOS ENFERMOS
Decálogo de los servidores de los enfermos.
(Aplicable a todos)
1-Honra la dignidad y sacralidad de mi persona, imagen de Cristo, por encima de mi fragilidad y limitaciones.
2-Sírveme con amor respetuoso y solícito: con todo tu corazón, con toda tu inteligencia, con todas tus fuerzas y con todo tu tiempo.
3-Cuídame como tú quisieras ser atendido, o como lo harías con la persona más querida que tengas en el mundo.
4-Sé voz de los sin voz: hazte defensor de mis derechos, para que sean reconocidos y respetados.
5-Evita toda negligencia que pueda poner en peligro mi vida o prolongar mi enfermedad.
6-No frustres mi esperanza con tu afán e impaciencia, con tu falta de delicadeza y competencia.
7-Soy un todo, un ser integral: sírveme así. No me reduzcas a un número o a una historia clínica, y no te limites a una relación puramente funcional.
8-Conserva limpios tu corazón y tu profesión: no permitas que la ambición y la sed de dinero los manchen.
9-Preocúpate por mi pronta mejoría; no olvides que he venido al hospital para salir recuperado lo antes posible.
10-Comparte mis angustias y sufrimientos: aunque no puedas quitarme el dolor, acompáñame. Me hace falta tu gesto humano y gratuito que me hace sentir alguien y no algo, o un caso interesante.
Y... cuando hayas hecho todo lo que tienes que hacer, cuando hayas sido todo lo que debes ser..., no olvides darme las gracias.
(Deducido del pensamiento y actuación de Camilo).
SACA EL ODIO DE TU CORAZÓN ...
Saca el odio de tu corazón...
No te dejes dominar por el rencor y la amargura. El odio causa disturbios físicos que perjudican tu salud.
Aprende a perdonar a los que te han hecho mal, para que no sufras las consecuencias. Olvida las intrigas, las difamaciones y las desavenencias.
Expulsando de ti todo ese veneno, serás libre como un pájaro volando hacia el progreso y la perfección.
El calumniador, que aún retiene el odio en sí, estará volando tan bajo que ya no podrás ni verlo.
Aprende a perdonar a los que te han hecho mal, para que no sufras las consecuencias. Olvida las intrigas, las difamaciones y las desavenencias.
Expulsando de ti todo ese veneno, serás libre como un pájaro volando hacia el progreso y la perfección.
El calumniador, que aún retiene el odio en sí, estará volando tan bajo que ya no podrás ni verlo.
SALMO 15: EL QUE PROCEDE RECTAMENTE
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ORACIONES PODEROSAS... A LA ESCUCHA DEL ESPÍRITU
Autor: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com Oraciones poderosas...a la escucha del Espíritu | |
En la oración, el Espíritu Santo es el protagonista principal, es Él quien ora en nosotros. Por eso, necesitamos recibirle en nuestra casa. | |
Hay tormenta en Roma. En el alféizar de mi ventana tengo una concha y una piedra. La concha está abierta, la piedra cerrada. Al lado hay un canal por donde escurre el agua, va de paso. La concha acoge el agua, a la piedra le resbala, el canal recibe el agua pero la deja escapar. Cuando alguien ama, espera que su amor encuentre acogida, como el agua en la concha. El rechazo del amor es cosa muy penosa. La hospitalidad es la cualidad de acoger con bondad al huésped por parte del anfitrión. Se aplica normalmente a las recepciones, fiestas, visitas, convenciones, hoteles… Pero la más hermosa, y también la más sincera, es la hospitalidad dictada por la amistad, por el amor, cuando la visita es anhelada y se ha preparado con cuidado, con tiempo, al detalle. Creo que todo ello también puede aplicarse a la relación con el Espíritu Santo, como huésped del alma. Acogida En mi vida sacerdotal he conocido a muchas personas y familias que se han convertido en amigos verdaderos. Los encuentros se desarrollan en un clima familiar y de amistad sincera. Te acogen y te sientes querido. Aunque sabes que no lo mereces, lo agradeces. Eso es lo que el Espíritu Santo espera de nosotros: acogida. Y también he tenido grandes y duras lecciones acerca de que lo que se espera de mí es que sepa escuchar, y esto no sólo con las personas sino principalmente con el Espíritu Santo. En pocas palabras, que no sea egoísta. (A veces se dan diálogos entre egoístas, como decía Jean Cocteau: “un egoísta es aquel sujeto que se empeña en hablarte de sí mismo cuando tú te estás muriendo de ganas de hablar de ti”.) En la oración, el Espíritu Santo es el protagonista principal, es Él quien ora en nosotros. Por eso, necesitamos recibirle en nuestra casa. Jesús nos dijo: "Os conviene que yo me vaya, porque si no el Espíritu Santo no vendrá a vosotros" (Jn 16, 7) La oración es poderosa en la medida en que demos acogida al Espíritu Santo. El quiere venir e impregnarnos de su presencia:“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.” (Ap 3, 20) Cuando llegue, es importante que no se sienta como un extraño, como alguien a quien se ignora o que no es bien recibido, sino que se sienta en casa, buscado, esperado y querido. “Es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón.” (Heb 4,12) El Espíritu Santo está esperando que le demos espacio para mostrar su misericordia, toca a la puerta de nuestras vidas con insistencia y nos dice: “Prestad oído, cielos, que hablo yo, escuche la tierra las palabras de mi boca. Como lluvia se derrame mi doctrina, caiga como rocío mi palabra, como blanda lluvia sobre la hierba verde, como aguacero sobre el césped.” (Deut 32, 1-2) Apertura En el arte paleocristiano un tema iconográfico de los más frecuentes es el del orante que representa a un hombre con los brazos abiertos y alzados. Cuando rezas, más que darle y decirle cosas a Dios, le estás dando cabida en tu vida, le estás ofreciendo hospitalidad; le estás esperando “con los brazos abiertos”. Esta es una actitud fundamental para que la oración sea fecunda: la actitud propia de todo encuentro amistoso. El comportamiento que el Espíritu Santo espera de nosotros es como el de la tierra reseca ante las nubes cargadas de agua. Oración es apertura y por tanto receptividad. Es un sentir necesidad apremiante de su presencia, por tanto un querer encontrarlo y seguir esperándolo incluso cuando me parece que se retrasa. Cuanto más lo desee, más voy a disfrutar el encuentro. Invitarlo, acogerlo, agasajarlo, como un huésped se merece y como corresponde a un buen anfitrión. Que de nosotros nunca se diga: “Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron” (Jn 1, 11) Actitud de escucha Algunos actos concretos que pueden ayudar a crecer en la actitud de escucha: Oraciones poderosas Oraciones poderosas son las del orante lleno del Espíritu. Él pone su persona y el Espíritu Santo lo impregna y lo eleva desde dentro con su poder. La Virgen María da prueba de la fecundidad de esta sinergia. Ella dijo: "hágase" y el Espíritu Santo transformó todo lo que ella le dio y la convirtió en la Madre de Dios. El poder de la oración está en el Espíritu. El fruto de mi apertura será la gracia de vivir la experiencia de ser amado por Dios. Y una oración así es una oración poderosa Para escribir tus comentarios entra a Oraciones poderosas...a la escucha del Espíritu Esperamos tus comentarios, participa. Comparte tu sed y tu experiencia de Dios con apertura y humildad, para ayudarnos entre todos en un clima de amistad. |
jueves, 14 de julio de 2011
PROMESAS DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN A SAN SIMÓN STOCK
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ENTRE LA ANSIEDAD Y LA ESCUCHA: MARÍA Y MARTA
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ORACIÓN A JESÚS SOLITARIO EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
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EN LA MISA JESÚS, ESTÁS VIVO Y PRESENTE
Autor: Ma. Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net En la misa Jesús, estás vivo y presente | |
Es la media hora más grandiosa porque nos ponemos en tu presencia y en la Iglesia, que es tu casa y te levantamos nuestro corazón. | |
Nos decimos católicos pero tampoco meditamos en tu entrega al Padre la noche del Jueves Santo al instituir la Sagrada Eucaristía. Nos parece que fue ya hace muchos años, sin embargo vuelve a suceder todos los días, a toda hora en el mundo entero, siempre que se esté celebrando la Santa Misa. En ella Tu vuelves a inmolarte, a ofrecerte al Padre por todos y cada uno de nosotros... de la misma manera que lo hiciste por primera vez. No nos detenemos a pensar ni un momento en la grandiosidad del valor de una Misa. Y de una manera simple y tranquila dejamos el cumplimiento al tercer Mandamiento de la Ley de Dios, que creo yo, proviene de la falta de preparación que tenemos los católicos respecto a lo que en sí es la Santa Misa. Por cualquier motivo: paseo, fútbol, gusto por quedarse en casa cómodamente en "pants" y pantuflas, por unas visitas... porque el domingo "es para descansar"... y no salir para nada, en fin, porque "no me late", porque si no "siento un verdadero deseo de ir a la Iglesia... ¿para qué voy?"... y así podríamos llenar páginas enteras con mil y variados pretextos, que a nuestro modo de ver, son tan solo la consecuencia de no saber con plena conciencia que la Misa es lo más grande y hermoso que tenemos los católicos. Que participar en ella es estar Contigo, vivo y presente, tal como estuviste en el tiempo en que habitaste entre nosotros. ¿Dónde está nuestra fe? ¿Es que hemos llegado a creer que ya no necesitamos estar presentes, dar testimonio, a nuestros hijos, a nuestros familiares y amigos de que somos cumplidores de los Mandamientos de la Ley de Dios y acudir a la Iglesia para orar y tanto a pedirte perdón como darte gracias a Dios por tanto beneficio que de Ti recibimos con nuestro cumplimiento y alabanza?... No basta con ser buenas personas y tratar de hacer el bien a nuestros semejantes... pues igual que no basta la fe para salvarse sin caridad y buenas obras, así no bastan las buenas obras sin fe y sin oración. A parte de que no asistir a Misa los Domingos (que es el día del Señor) y días "indicados" de fiesta, es pecado grave, es saber que es la media hora más grandiosa porque nos ponemos en tu presencia y en la Iglesia, que es tu casa te levantamos nuestro corazón. Señor mío, mi Jesús... pensando todas esta cosas que si a mi me dan pena....para Ti han de ser de un gran dolor pues pareciera que no tenemos ningún interés por conocerte mejor, indiferencia hacia tanto amor y absoluto desdén hacia lo es realmente la misa. Señor, ya no más tibieza...tenemos que encender nuestro corazón para ir con amor y espíritu de agradecimiento a la Iglesia, a tu Casa, Señor, a participar en la Santa Misa (no a papar moscas y a ponernos "palomita" porque.....¡ya cumplimos!) para alimentarnos con tu Cuerpo y tu Sangre y pronto veremos cómo florece la Vida de la Gracia en nuestros corazones y en todos los actos de nuestra vida. Busquemos con la lectura, formación y preparación lo que nos hace falta saber sobre lo que realmente es la Santa Misa, nos vamos a admirar de su contenido y valor. No lo dejemos pasar si realmente queremos saber lo QUE ESA MEDIA HORA REPRESENTA EN NUESTRA VIDA . |
NO PIERDAS EL ÁNIMO, VALE LA PENA VIVIR
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miércoles, 13 de julio de 2011
SABER ORAR...
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FALTAS TÚ...
Faltas Tú...
Dios me pidió un poema sobre las bellezas de la creación, y yo me puse a hablar de las cosas que El creó.
Hablé del sol, y sentí sus manos calentándome.
Hablé de la luna, y sentí su brillo envolviéndome.
Hablé de la noche, y sentí sobre mí su manto de estrellas.
Hablé de todo lo verde del planeta, y sentí su soplo de esperanza.
Hablé de las aguas, y sentí su inmersión en el misterio de mi espíritu.
Hablé del cielo, y sentí que su azul me protegía.
Hablé del fuego, y sentí sus llamas quemando mis penas.
Hablé del aire, y sentí su soplo divino renovándome.
Hablé de todos los seres, y sentí su presencia en cada forma viviente.
Y a El le presente todo lo que escribí: " Aquí está el poema que pediste, espero que apruebes todo lo que escribí "
Y oí su respuesta: " Prosigue, aún no has hablado de ti"
CÓMO NO HE DE ADORARTE...
Cómo no he de adorarte
¿Cómo no he de adorarte, Jesús mío, si eres el suave manto de rocío que ha revivido mis raíces secas?
¿Cómo no he de adorarte si tu truecas en esperanza ardiente mi hondo hastío?
¿Quién como tú Jesús? que das al río cauce y corriente que jamás se agota y que haces estallar la estéril roca en fresco manantial para el estío.
Ya mi vaso jamás veré vacío ni seré más un triste abandonado, no sentiré la herida del pecado ni del traidor mordaz el desafío.
La misma soledad de ningún modo, torna mi vida triste y desolada, porque si ayer sin Ti, no tuve nada, hoy contigo Jesús, lo tengo todo.
Es tan bello Señor, estar contigo y tiene tu verdad tan dulce acento, que sin poder decirte lo que siento, arder yo siento en mi lo que te digo.
En la cumbre estelar de lo que ansío, Tú eres la luz polar que solo veo, eres mi fe, en Ti solo yo creo y es solo tu poder, mi poderío.
Más si al fin de mi senda, Jesús mío nubló mi ser la sombra de la muerte de nada temeré porque confío que en la aurora estelar habré de verte.
martes, 12 de julio de 2011
¿QUÉ SIGNIFICA LA PALABRA "PAPA"?
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
¿Qué significa la palabra "Papa"?
El término “Papa” procede del griego “Pappas” o “Papas” y significa “papá” o “padre”
Un error muy difundido en internet acerca de por qué al Sumo Pontífice se le dice "Papa" es el que se basa en las iniciales de 4 palabras latinas: P etrí - A postoli - P otestatem - A ccipiens, y se traducen así: "El que recibe la Potestad del Apóstol Pedro".
El segundo error en la interpretación del significado es el que se atribuye a la unión de las dos primeras sílabas de estas palabras latinas: PA ter y PA stor, que se traducen como "padre y pastor".
El orígen de la palabra PAPA es muy distinto. El término “Papa” procede del griego “Pappas” o “Papas” y significa “papá” o “padre”. Se encuentra testimoniado en Aristófanes (Pax 120), Menandro (Mis 213). P. Levillain observa que en Homero significa “sacerdote”.
Como quiera que sea, el término se hizo común en oriente como signo de afecto y respeto para con obispos y sacerdotes.
En Occidente hace su aparición a inicios del S. III, progresivamente se fue aplicando a los obispos [Cipriano, Ep 8,8.23,30; 31,36]. Aplicado al obispo de Roma como signo de afecto y respeto se encuentra por vez primera en una inscripción del diácono Severo a san Calixto: "Jussu Papae sui Marcellini" (por orden del Papa Marcelino). Se hizo específico para finales del S. IV y en el V al título se precisa la expresión “Papa Urbis Romae" (Papa de la ciudad de Roma).
En el S. VI la cancillería de Constantinopla se dirigió al obispo de Roma con el título “Papa”. Para finales del S. VIII el título se emplea solamente para los romanos pontífices. Con Gregorio V (996-999) el Concilio de Pavía estipuló que el arzobispo Arnulfo de Milán no se designara así. Gregorio XI (1073-1085) prescribió de modo formal que el título se aplicara definitivamente a los sucesores de Pedro.
La expresión “Santísimo Padre” se remonta al S. XII y corresponde al significado histórico de “papa”, es decir, “reverendo padre” y con él se relaciona su definición de “pater patrum”, de uso común por parte de los obispos de la Iliria y del África que así se dirigían a los sucesores de Pedro en los primeros siglos VI-VII.
Nominalmente el Papa es el Obispo de la Diócesis de Roma. Según la tradición católica, desde que San Pedro se estableció para predicar el Evangelio en la ciudad y nombró su sucesor a uno de los Presbíteros de Roma, se ha establecido la ciudad como la sede de la Iglesia Universal.
En el principio a los sucesores de San Pedro se los llamaba simplemente Obispo de Roma. El título de "Papa", como hemos visto, comezó a ser usado muchos siglos después.
El título papa, que alguna vez fue utilizado con gran amplitud, actualmente se emplea exclusivamente para denotar al Obispo de Roma quien, en virtud en su posición como sucesor de san Pedro, es el supremo pastor de toda la Iglesia, el vicario de Cristo sobre la tierra. Además del obispado de la diócesis romana, el Papa detenta varias otras dignidades junto con la de pastor universal y supremo.
Él es el arzobispo de la provincia romana, primado de Italia e islas adyacentes, y único patriarca de la Iglesia Occidental. La doctrina de la Iglesia acerca del Papa fue declarada por el Concilio Vaticano I en la Constitución Dogmática “Pastor Aeternus”, el 18 de julio de 1870.
Los cuatro capítulos de esa constitución tratan respectivamente del oficio de cabeza suprema conferido a san Pedro, la perpetuidad de ese oficio en la persona del romano pontífice, la jurisdicción papal sobre todos los fieles y su autoridad suprema para definir cuestiones de fe y moral.
(Enciclopedia Católica)
CONSEJOS DE UN CURA VETERANO A UN CURA JOVEN...
Consejos de un cura veterano a uno joven
• El único Salvador es Jesucristo. El cristianismo ya está inventado. Ayudar a vivirlo hoy, es tu misión.
• Si predicas a otro que escuche la Palabra de Dios, escúchala tú primero.
• La oración no tiene buena prensa, pero sin ella no “saborearás” a Dios.
• Cuando hables, prepárate, que sabemos mucha teología, pero somos capaces de decir muchos “disparates”.
• No te pegues al dinero, pésimo pegamento, mal amor, pero buen criado. No abunda hoy el “cura avaro”, sino el “gastón”; ni uno ni otro evangeliza.
• Si pudiendo elegir un trabajo, escoge el menos remunerado; estarás cerca del Evangelio. Si esto lo haces “sin presumir”, más evangélico aún.
• No gastes “aires de superioridad”. La sencillez gana los corazones.
• Al llegar a un pueblo elogia su agua, su clima y sus gentes. Consejo de un cura que ya ha vivido mucho. Y “sabe más el diablo por viejo….”
• Si empiezas desarmándolo todo, malo, malísimo. Decía otro cura de antaño: En el primer año ver, oír y callar, sobre todo callar. Y como norma, hablar siempre bien del antecesor. Esto edifica “cantidad”.
• Si gastas dinero de la comunidad, rinde cuentas a la comunidad.
• Nunca llames “perder el tiempo” a charlar con la gente de sus cosas y preocupaciones, sean cristianas o no. Basta que sean personas.
• Y menos creer que escuchar y perdonar pecados es labor inútil, aunque lo parezca y no “brille”.
• Si te toca ayudar a un cura mayor, recuerda que es cura y que es mayor.
• Consulta tus proyectos con peritos, compañeros, pueblo, comunidad. Consultar no es tiempo perdido. Tú no eres infalible… ¡Y la Iglesia tiene más de dos mil años!
• En ocasiones te verás convertido en custodio de arte religiosos. Todo arte, más el religioso, es signo de la belleza de Dios. Respétalo como algo divino.
• No te metas a “gobernar” la política, la cultura, los sindicatos… ¿Te parece poca extensa tu parcela religiosa? Respeta la ley de “incompatibilidades”. Y no seas cacique.
• Tu tarea apostólica quedará estéril si no suscitas hombres y mujeres apóstoles en todos los campos. Haz comunidad continuadora de la obra de Jesús.
• Tarde o temprano, en el horizonte de tu vida aparecerá marcado por el dolor, la tentación, la fragilidad, la cruz. Eres ministro del crucificado. No extrañes, no rehúyas la cruz.
• Tu celibato te exigirá renuncia, ofrecimiento, lucha… Y somos ¡tan frágiles! Por lo menos andemos advertidos por el mundo.
Si has tenido paciencia para leer los consejos de este cura veterano, te saludo como compañero. Si reflexionas en ellos, eres casi amigo. Si te sirven de algo, reza por mí.
JESÙS NO TIENE MANOS...
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LA FAMILIA
La Familia
La familia es lo más importante y valioso que tienes. Considérate un privilegiado y reconoce en ella tu mayor riqueza.
La familia es como un oasis en el desierto de la vida. En ella es donde saciamos nuestra sed de amistad, orientación y comodidad. Con ella nos sentimos seguros de que no estamos solos en esta jornada. Tus familiares son tus mejores amigos. Ellos sí, realmente, te quieren. La familia es la base que sostiene la sociedad. Es tu refugio en los días de tormenta.
Presérvala como un tesoro que es igual para ricos y pobres.
UNA VEZ
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DE LA MANO...
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lunes, 11 de julio de 2011
CÓMO OFRECER EL EVANGELIO
Cómo ofrecer el Evangelio
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
El mundo ha levantado mil barreras al Evangelio. No tienen ni tiempo ni deseos de escuchar la noticia que cambia: Cristo me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Cómo ofrecer el Evangelio
La fe surge desde el don de Dios y desde la libertad de cada uno. No puede ser impuesta, ni se consigue por los méritos personales. No se gana como un premio, ni se conserva gracias a las cualidades que uno tenga.
La fe, además, es dinámica. No podemos acoger un regalo tan grande sin sentir, dentro del alma, el deseo de compartirlo a otros. Quisiéramos que familiares, amigos, compañeros de trabajo, personas que conocemos, puedan abrir sus corazones, encontrar a Cristo, recibir el don de Dios, dar un sí que les introduzca en la familia de los creyentes. De este modo, llegarán a ser parte del Cuerpo de Cristo, de la Iglesia.
Pero el mundo ha levantado mil barreras al Evangelio. Unos simplemente no tienen ni tiempo ni deseos de escuchar la noticia que cambia: Cristo me amó y se entregó a sí mismo por mí (cf. Ga 2,20). Otros están aturdidos por los placeres, por las riquezas, por las preocupaciones de este mundo (cf. Lc 8,14).
Otros tienen miedo: miedo a ser ridiculizados, relegados, criticados, incluso despedidos y castigados (cf. Lc 8,13). Para evitar problemas en este breve tiempo dejan de lado el ofrecimiento más importante: el bautismo que salva (cf. 1Pe 3,21).
Mientras, el tesoro sigue escondido en un campo, la perla no ha sido descubierta (cf. Mt 13,44-46). Miles de corazones siguen tras placeres de espejismo, tras drogas para los corazones o para los cuerpos. Se dejan atrapar por la avaricia o la soberbia.
¿Cómo podemos ofrecer el Evangelio? ¿Cómo conseguir que la luz que ilumina a todo hombre llegue a más corazones (cf. Jn 1,9)?
Ante nuestra pequeñez, ante la gran cantidad de dificultades, sentimos la urgencia de rezar a Dios para pedirle que nos haga mensajeros convencidos, enamorados, coherentes, de su Evangelio. Para suplicarle que nos permita hablar con nuestros actos, con nuestra integridad, con nuestra alegría, con nuestra justicia. Para que nos dé fuerzas para que el amor esté siempre encendido, como lámpara que brilla sobre los techos (cf. Mt 5,15-16).
Así será posible que pronto, muy pronto, otros hombres y mujeres puedan confesar que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre (cf. Flp 2,11).
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