Entre la ansiedad y la
escucha: Marìa y Marta
La lección de Marta y María es
importante porque corresponde a las enseñanzas de Jesús a sus discípulos antes
de salir a morir en Jerusalén (Lc 9,51-10,20).
El sentido de este texto ha tenido
para todos en la Iglesia una gran influencia de orígenes: “uno puede decir con
confianza que Marta simboliza la acción y María la contemplación”. Jesús nos
dirá que nuestra apreciación no es correcta: “Marta, Marta estás ansiosa y
preocupada por muchas cosas. Sólo es necesaria una. María ha escogido la mejor
parte y no se le quitará”.
Marta y María son actitudes
cristianas que se complementan. Cada discípulo debe ser a la vez “activo y
contemplativo” en razón que la acción debe llevar a la contemplación. En las
lecturas que normalmente hacemos se defiende la primacía de la contemplación de
María opuesta a la acción de Marta. Creemos que hubiera sido mejor que Marta se
sentara con María para escuchar a Jesús.
Jesús no condena el celo y la
generosidad de Marta, sino que acepta su hospitalidad como lo hizo con los
fariseos (Lc 7,36; 11,37: 14,1); incluso solicita a Zaqueo que lo hospede (Lc
19,5). Antes había hablado de la hospitalidad a los misioneros, la que deben
aceptar con gran simplicidad (Lc 10,5-9). Lo que Jesús reprocha a Marta es estar
“ansiosa” y “preocupada acerca de tantas cosas”. Hay que entender lo que dice
Jesús a la luz de lo dicho en otras ocasiones.
Los detalles de la hospitalidad
distraen a Marta para escuchar la Palabra que es “la única cosa requerida”, pero
“la mejor parte” no es un desdén por los deberes de la vida diaria o por tareas
que se dejan atrás. Estar ocupados en los detalles que requieren la hospitalidad
tampoco puede ser una distracción para la oración o la escucha de la Palabra, o
al menos un rechazo obstinado a la contemplación. De esa equivocación surge el
activista.
El mensaje de Jesús a Marta es el
mismo de la parábola del sembrador: advertirnos sobre los obstáculos que nos
impiden escuchar la Palabra (Lc 8,14ss). En el libro de los Hechos esta misma
situación se dio en términos de opción entre dos misiones complementarias: la
predicación de la Palabra y el servicio a las mesas (Hch 6,24).
Hacer o dejar de hacer
No es entonces una anécdota lo que
Lucas narra, contándonos como dos amigas recibieron a Jesús. El juicio final, el
examen para ganar la salvación está en relación con lo que hemos hecho o dejamos
de hacer a quienes necesitan de nuestra acogida y asistencia; sin olvidar que
prójimo es ante quien, deteniéndonos, mirando, sanando, acompañando y pagando,
lo acogemos con ternura. Ser samaritanos haciendo prójimos no nos dispensa de la
necesidad de escuchar la Palabra, para abrirnos al misterio de la revelación que
es la que nos permite reconocer a Jesús en los hermanos.
Jesús es la Palabra y la obra de
Dios, el Señor es a quién debemos recibir escuchando de su voz y practicando el
Evangelio. “Estoy a la puerta y toco, dice el Señor. Si alguien oye mi voz abre
la puerta, entraré y me sentaré a cenar con él, y él conmigo” (Antífona de
Comunión). María fue la interpretación de lo que Dios quería con Israel:
“Escucha Israel”.
Trabajar y descansar
Estamos acostumbrados a identificar a
Marta con la acción y a María con la contemplación. En este tiempo de carreras,
angustias y premuras, necesitamos recuperar la calma, el reposo, el silencio, la
escucha; sin olvidar el pensamiento del Eclesiastés: Hay tiempo para el silencio
y tiempo para el ruido, tiempo para el descanso, y tiempo para el ajetreo,
tiempo para la reflexión y tiempo para el trabajo, tiempo para el compromiso y
tiempo para la celebración. “Sentarse” significa la necesidad que tiene todo
hombre de tomar distancia para analizar, revisar y proyectar. Es necesario
sentarse “para poder conocerse”.
Pero todavía es mucho más necesario
sentarse ante el Señor para que escrute nuestro corazón. Sentarse ante el Señor
para escuchar su palabra es lo mejor que puede hacer el hombre para recuperar la
paz, conocerse a sí mismo, conocer a Dios y darle unidad y coherencia a nuestra
vida. Jesús siempre procuró llevar a los suyos a un lugar tranquilo para
descansar después de la actividad apostólica.
Después de descansar a los pies de
Jesús con su palabra, todos volvemos a tener la tentación de quedar bajo el
signo de Marta: prisas, horarios, compromisos, ires y venires, el quehacer
diario. Pero a pesar de tener tantos agobios y responsabilidades no podemos caer
en el activismo estresante, ni olvidar “la mejor parte”.
La vida pastoral es asumir los
trabajos de Marta con la actitud de María pues quien se opone a María no es
Marta, sino Eva rechazando la Palabra de Dios y creyendo en la palabra de
mentira que introduciría el miedo en el corazón del hombre. El miedo de Eva y
Marta lo superó María con la paz que da recibir a Jesús. Un rabino decía:
“mi única obsesión, que no cambiará nunca, no importa donde mis pies me lleven,
será siempre una delicada, enorme, inquietante, nunca saciada sed de la Palabra
de Dios”.
PBRO. EMILIO BETANCUR MÚNERA
Especial para EL MUNDO
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