Persevera en la oración
La oración que haces al comenzar la jornada y al terminarla, es la expresión de tu amor y confianza en Dios. Entre estos dos momentos, si amas de verdad a Dios con toda el alma y con todas las fuerzas, como dice la Palabra, de alguna manera el recuerdo y la presencia del Señor te acompañarán en las variadas tareas de tu jornada.
Si deseas empezar a poseer la luz de Dios, ora. Si ya estás encaminado hacia la bondad y quieres que la luz que te guió brille aún más, ora. Si quieres la fe, ora; si quieres la esperanza, ora; si quieres la obediencia, la castidad, la humildad, la mansedumbre, la fortaleza, ora. Sea cual sea la virtud que deseas, ora. Cuanto más eres tentado, tanto más persevera en la oración. Es por virtud de tu continua oración que mereces ser tentado, y es por virtud de tu continua oración que mereces ser liberado de las tentaciones. La oración, en efecto, te da luz, te libera de las tentaciones, te vuelve puro, te une a Dios. (Santa Ángela de Foligno).
“Uno puede orar en las calles, los talleres, las oficinas, las escuelas, y en el recogimiento de la propia habitación o en medio de multitudes. De poco sirve orar por la mañana, si se vive el resto del día como un ateo. La verdadera oración moldea la vida y una vida auténtica exige la oración” (Alexis Carrel). Que la oración gane espacios en tus jornadas.
* Enviado por el P. Natalio
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