Que venga, Señor…
Tu Espíritu de escucha; cuando como María,
estamos atentos a lo que nos dices.
Tu Espíritu de serenidad;
cuando las noches son más fuertes que el día.
Tu Espíritu de fortaleza;
cuando la debilidad se impone al tesón.
Tu Espíritu de alegría;
cuando nos dormimos en los laureles.
Tu Espíritu de constancia;
cuando no vemos fruto a su tiempo.
Tu Espíritu de comunión;
cuando surgen las divisiones.
Tu Espíritu de comprensión;
cuando se hace inteligible tu mensaje.
Tu Espíritu de fraternidad;
cuando se quiebra la unidad.
Tu Espíritu de valentía;
cuando nos quedamos inmóviles.
Tu Espíritu de ruptura;
cuando nos ataca el inmovilismo.
Tu Espíritu de eternidad;
cuando habla más la muerte que la vida.
Tu Espíritu de vida;
cuando estamos llenos de todo y de nada.
Tu Espíritu de aliento;
cuando nos asfixia la contaminación del mundo.
Tu Espíritu de resurrección;
cuando nos instalamos en lo efímero.
Tu Espíritu de misión;
cuando todo nos parece hecho.
Tu Espíritu de perdón;
cuando el hombre se sienta incomprendido.
Tu Espíritu de Eucaristía;
para que nunca nos falle el alimento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario