A través de los ojos de una niña
Un anciano se sentaba día tras día en su hamaca. Clavado en su sillón, prometía no moverse de ese lugar hasta no ver a Dios.
Una tarde de primavera, el hombre de la hamaca, incansable en su búsqueda visual de Dios, vio a una chiquita jugando en la calle.
La pelota de la pequeña rodó hasta el patio del viejo. Ella corrió a recogerla, se agachó para levantarla, miró al anciano y dijo:
-Señor, lo veo todos los días hamacándose en su sillón y mirando el vacío. ¿Qué está buscando?
-Oh, querida, eres demasiado joven para comprender -replicó el hombre.
-Puede ser -respondió la niña-, pero mamá siempre me dijo que, si tenía algo en mi cabeza, debía hablar de eso. Dice que es para entender mejor. Ella siempre dice:
"Querida Lizzy, cuenta tus pensamientos". Cuéntalos, cuéntalos, dice siempre mamá.
-Oh, bueno, dulce Lizzy, no creo que tú puedas ayudarme -gruñó el viejo.
-Tal vez no, señor, pero quizá lo ayude simplemente escuchándolo.
-Está bien, dulce Lizzy. Estoy buscando a Dios.
-Con todo respeto, señor, ¿se hamaca para adelante y para atrás en ese sillón día tras día buscando a Dios? -inquirió la dulce Lizzy, confundida.
-Bueno, sí. Antes de morir necesito creer que existe un Dios. Necesito un signo y hasta ahora no lo he visto.
-¿Un signo, señor? ¿Un signo? -repuso Lizzy, bastante desconcertada por las palabras del hombre.
Señor, Dios le da un signo cuando usted respira. Cuando huele las flores frescas. Cuando oye cantar a los pájaros.
Cuando nace un bebé. Señor, Dios le muestra un signo cuando ríe y cuando llora, cuando siente brotar lágrimas en sus ojos. Abrazar y amar es un signo en su corazón. Dios le da un signo en el viento y en los arcos iris y en el cambio de las estaciones. Todos los signos están a la vista, pero ¿usted no cree en ellos? Señor, Dios está en usted y Dios está en mí. No hay necesidad de buscar porque él o ella o lo que fuere está aquí todo el tiempo.
Con una mano en la cadera y la otra agitándose en el aire, la dulce Lizzy continuó:
-Mamá me dice: "Querida Lizzy, si estás buscando algo monumental, es que cerraste los ojos, porque ver a Dios es ver las cosas más simples, ver a Dios es ver la vida en todas las cosas". Eso es lo que me dice mamá.
-Dulce Lizzy, eres muy perspicaz en tu conocimiento de Dios, pero eso que dices no es suficiente.
Lizzy se acercó al anciano, le apoyó sus manos infantiles sobre el corazón y le habló despacito al oído.
-Señor, viene de aquí, no de allá -dijo señalando el cielo-. Encuéntrelo en su corazón, en su propio espejo. Entonces, señor, verá los signos.
Mientras la dulce Lizzy cruzaba otra vez la calle, se dio vuelta para mirar al hombre y sonrió.
Luego, agachándose para oler las flores, gritó:
-Mamá siempre me dice: "Dulce Lizzy, si buscas algo monumental, es que cerraste los ojos".
Dee Robinson.
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