LA SEÑAL DE LA CRUZ
Al hacer la señal de la Cruz y pronunciando estas misteriosas palabras “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, me comprometo a obrar:
• En el nombre del Padre que me ha creado.
• En el nombre del Hijo que me ha redimido.
• En el nombre del Espíritu Santo que me santifica.
En una palabra: a actuar como hija o hijo de Dios. Este signo es la señal de la consagración de toda mi persona:
+ Al tocar mi frente ofrezco a Dios todos mis pensamientos.
+ Al tocar mi pecho consagro a Dios los sentimientos de mi corazón.
+ Al tocar mi hombro izquierdo le entrego todas mis penas y mi corazón.
+ Al tocar mi hombro derecho le consagro mis acciones.
La señal de la Cruz es en sí misma fuente de grandes gracias. Debo considerarla como la mejor preparación a la oración, pero ya es en sí misma una oración, y de las más impresionantes.
Es una bendición. Y si me emociona ser bendecido por el Papa, por un Obispo… ¡Cuánto más ser bendecido por el mismo Dios!
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