Serenidad y bondad
¡Cuánta luz, cuánta bondad, cuánto apoyo puedes dar cada día! Dios te necesita para esta tarea de buen samaritano. Él te da sus dones para que los irradies con un corazón generoso. Santa Faustina Kowalska refiere en su “Diario” una anécdota que puede alentarte a actuar todos los días con serenidad y dulzura.
Hoy llamaron a la puerta cinco desempleados que querían entrar a toda costa. Una Hermana tras discutir con ellos y sin poder despedirlos, vino a la capilla a hablar con la Madre quien me ordenó ir. Estaba aún lejos de la puerta cuando oí sus insistentes golpes en ella. Me invadieron dudas y temor, no sabía si abrirles o responder por la mirilla. Pero, de repente oí una voz en el alma: “Ve y ábreles la puerta y conversa con ellos con la misma dulzura con la que hablas conmigo”. Abrí la puerta enseguida y me acerqué al más amenazador y me puse a hablarle con tanta dulzura y serenidad que empezaron a hablar con gentileza y dijeron: ¿Qué hemos de hacer? si el convento no puede darnos trabajo. Y se han ido en paz.
Sin duda hay muchos en el mismo círculo de tus relaciones que hoy necesitan de tu palabra, de tu sonrisa, de tu abrazo o simplemente de tu compañía. Cuánto puede ayudar la gracia del buen humor al corazón que se encuentra abatido, la palabra serena al que está irritado, la dulzura de una voz amable al que yace en el abismo de la desesperación.
* Enviado por el P. Natalio
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