domingo, 31 de enero de 2016

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 31 DE ENERO 2016


Ningún profeta es bien recibido en su patria
Tiempo Ordinario

Lucas 4, 21-30. Tiempo Ordinario. El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón. 


Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 4, 21-30
En aquel tiempo comenzó Jesús a decir en la sinagoga: - Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: ¿No es éste el hijo de José? Él les dijo: Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria. Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio. Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

Oración introductoria
Espíritu Santo, acompaña e inspira esta oración para que me identifique con los sentimientos y con la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, reconociéndolo, glorificándolo y siguiendo fielmente la voluntad del Padre.

Petición
Jesús, dame la fe para saber reconocerte y seguirte con generosidad a donde quiera que vayas.

Meditación del Papa Francisco
Jesús recrimina a los habitantes de Nazaret por su falta de fe: al principio es escuchado con admiración, pero después explota la ira, la indignación. Esta gente escuchaba con gusto lo que decía Jesús, pero no a uno, dos o tres no le ha gustado lo que decía, y quizás algún murmurador se levantó y dijo: ‘¿Pero éste de qué viene a hablarnos? ¿Dónde ha estudiado para decirnos estas cosas? ¡Que nos enseñe la licenciatura! ¿En qué Universidad ha estudiado? Este es el hijo del carpintero y le conocemos bien’. Y estalló la furia, también la violencia. Y le echaron fuera de la ciudad y lo llevaron al borde del monte. Querían despeñarlo.
Recordemos en nuestra vida las muchas veces que hemos oído estas cosas: la humildad de Dios es su estilo; la sencillez de Dios es su estilo. Y también en la celebración litúrgica, en los sacramentos, lo bonito es que se manifieste la humildad de Dios y no el espectáculo mundano. Nos hará bien recorrer nuestra vida y pensar en las muchas veces que el Señor nos ha visitado con su gracia, y siempre con este estilo humilde, el estilo que también Él nos pide que tengamos: la humildad. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 9 de marzo de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
El evangelio de hoy me hace recordar una de tantas series de televisión que vi cuando era pequeño. La película se interrumpía en un momento de clímax: casi siempre cuando el héroe, después de varios "golpes" y peripecias exitosas, se llegaba a encontrar en un trance difícil, rodeado o apresado por sus enemigos, o en un peligro inminente. De esta suerte, se agudizaba el interés de los espectadores dejándolos por una semana en "suspense".

La narración del evangelio del domingo pasado se nos quedó interrumpida, partida por la mitad, para quedar completada con la escena que nos presenta hoy la liturgia. El texto de la otra semana, en efecto, concluía con estas palabras de Jesús: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Y hoy inicia con estas mismas palabras, como retomando la escena, para hacernos recordar dónde nos habíamos quedado.

"Todos en la sinagoga -nos dice Lucas- le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios". Todo iba tan bien cuando, de pronto, comienzan los problemas para Jesús. Pero lo curioso es que, leyendo el evangelio, parece que es Jesús el que "provoca" a sus paisanos y les dirige una diatriba, echándoles en cara su incredulidad: "Sin duda me recitaréis aquel refrán -les reprocha nuestro Señor-: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra los milagros que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm".

Un buen político o un hábil orador se hubiera ahorrado cuidadosamente de poner en contra suya a sus oyentes. Una de las técnicas en la oratoria es tratar de ganar siempre al inicio la "benevolencia" del auditorio. Y, sin embargo, nuestro Señor se enfrenta abiertamente con ellos. ¿Por qué? Seguramente porque Él no venía a halagar a nadie y no tenía reparo en desenmascarar actitudes ficticias y falsas, como lo hizo muchas otras veces con los fariseos o con los judíos que no creían en Él.

Pero no sólo. También aquí hay que tener en cuenta otro elemento importante que aparece más claro en la narración paralela que nos ofrecen Mateo y Marcos. Nos refieren que sus paisanos, al ver llegar a Jesús a Nazaret, comenzaron a murmurar de él y a criticarlo: "No es éste –comentaban con un tono despectivo- el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María y sus hermanos no viven aquí con nosotros?"... Y añaden los evangelistas: "Y se escandalizaban de él".

El problema entonces no estaba en Jesús, sino en la incredulidad de sus oyentes. Y cuando una persona está cerrada en sus prejuicios y actitudes, tristemente, no hay nada que hacer, a menos que cambie de postura. Y éste fue el escenario con el que se encontró nuestro Señor. Por eso Jesús no hizo allí ningún milagro: porque les faltaba fe. Y enseguida comenzó a recordarles el ejemplo de la viuda de Sarepta y de Naamán el sirio. Esa gente había recibido favores especiales de parte de Dios, y no eran del pueblo judío. Pero tenían fe.

"Está claro -diría Pedro, después de Pentecostés, hablando a los judíos convertidos de la primitiva Iglesia- que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta a todo el que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea" (Hech 10, 35). Dios no hace distinciones por motivos de linaje, raza, cultura o religión. Los judíos se sentían superiores a los demás porque ellos eran el "pueblo elegido". Y a los nazaretanos les pasaba ahora algo semejante: los típicos celos y rivalidades de pueblo, las envidias, riñas y pleitos partidistas tan propios de las aldeas… y no sólo de las aldeas, pues también se dan entre ciudades y entre países vecinos. ¡Es un mal que todos llevamos metido en la médula de los huesos!

Pero éste no era un criterio válido para Jesús, por supuesto. Juan Bautista también había echado en cara este mismo defecto a los judíos que no querían convertirse porque se consideraban superiores y con derechos adquiridos: "Raza de víboras -les apostrofaba con energía- ¿quién os ha enseñado a huir de la ira de Dios? Haced dignos frutos de penitencia y no os jactéis diciéndoos: "Tenemos por padre a Abraham", porque yo os digo que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abraham” (Mt 3, 8-9).

"A oír estas palabras de Jesús -continúa la narración- todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo con la intención de despeñarlo". ¡Hasta dónde es capaz de llegar la soberbia, el odio y la cerrazón del corazón del hombre! Aquel encuentro, que comenzó como un poema o un idilio, estuvo a punto de convertirse en una tragedia. Lo que inició en aprobación y admiración, termina en rechazo y en odio. Así sucede cuando no se tiene fe.

Propósitos
Bueno, y nosotros, ¿qué enseñanzas y aplicaciones podemos sacar de este pasaje para nuestras vidas? Muchas. Pero yo sólo voy a proponer aquí dos sugerencias:
Primera: la llamada a la conversión –es decir, a acercarnos más a Dios, a la vida de gracia y a los sacramentos—, basada en la fe y en una humildad profunda de alma. No seamos nosotros como esos judíos, incrédulos y duros de corazón, que no hacen caso a Dios porque se sienten superiores a los demás y con derechos adquiridos. "Yo no necesito confesarme" –dice mucha gente, más por pereza, superficialidad e indiferencia que por verdadera malicia-.

Y segunda: aceptar a los demás con sencillez y caridad, sin criticar ni murmurar del prójimo, pues nosotros no conocemos sus motivos ni sus intenciones. No juzguemos por el exterior, porque casi siempre nos equivocamos. El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón.

Diálogo con Cristo
Señor, este domingo, tu día, será especial para mi familia si me decido a vivirlo con plenitud, poniendo todo lo que esté de mi parte para hacer más agradable la vida a todos y propiciando un ambiente que los lleve a participar en la Eucaristía. Con tu gracia, sé que lo podré lograr.


 

NO QUIERAS MATAR A DIOS


No quieras matar a Dios
Hay quienes se alejan de Dios por contradicciones de la vida a las que no saben sobreponerse


Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net 




¿Quieren saber ustedes cómo se portan algunos hombres con Dios?... Se lo voy a responder después de narrarles un cuento algo divertido de hace ya muchos siglos..

El cuento nos dice que un guerrero de la antigüedad pagana, adorador del Sol como su dios, se subió a una alta montaña durante la noche callada, sin más testigo que las estrellas. El general había sido vencido en la batalla, pudo escapar de la muerte por las justas, y ahora ascendía a la altura para vengarse de su dios el Sol. Iba vestido de militar y con todas las armas dispuestas para el ataque. A los campesinos de la comarca les había advertido:

Mañana no se levanten ni salgan a trabajar, porque no van a tener luz y va a hacer mucho frío.

Los labradores le preguntaban ansiosos:

¿Por qué? Pues, ¿qué va a ocurrir? 

Y el general se lo explicaba claro:

Porque yo le voy a prohibir al Sol que se alce sobre el horizonte. Si lo hace, se va a acordar. Vale más que no lo intente. Mis saetas son poderosas para llegar hasta él y clavarse en su corazón. 

Los campesinos, que no habían ido a la escuela, pero que no eran tontos, se apostaron al pie de la montaña para observar. Todos se reían, pero algunos tenían miedo, porque la venganza del general, al sentir un nuevo fracaso --ahora en su lucha con el dios Sol, al que ellos también adoraban-- podría volverse contra el pueblo y, al no haber podido contra su dios, se volvería contra ellos y los mataría a filo de espada. Pasaron todos la noche al raso: el guerrero en la cima; los demás, ocultos a prudente distancia, observando todos los movimientos de aquel loco.

Eran ya las cinco de la mañana y empezaba a verse en la lejanía del Oriente la primera luz. El general, se dispone para la lucha con todos sus arreos militares. Con la mano izquierda sostiene el arco, tiene en la derecha la saeta más larga y más aguda, y la aljaba está llena con buena provisión de flechas. Cuando ya la luz aumentaba demasiado y se adivinaba la presencia del Sol, comienza a gritar con voz imperiosa:

¡Sol, detente! ¡No te presentes más aquí! Como te asomes, te clavo la primera saeta en la frente. Si avanzas, las demás saetas se te van a clavar en el corazón.

Los campesinos, escondidos, seguían riendo y temiendo a la vez.

¡A ver, a ver en qué para todo esto!...

El sol, sin hacer ningún caso al general, empezó a alzar la cabeza. La primera flecha del guerrero subió alta, muy alta, pero el Sol seguía sin hacer ningún caso y continuó ascendiendo cada vez más, mientras el guerrero enloquecido gritaba como un energúmeno:

¡Detente, que, si no, las últimas te las clavo en el corazón!...

Agotadas todas las flechas de la aljaba, y sin que el Sol se hubiera doblegado, el general, despechado, saca el puñal y se lo clava en su propio pecho, ya que no ha podido clavar sus flechas en el de su dios. Pero antes, se despide de todo lanzando el último rugido contra su enemigo el dios Sol.
¡Has vencido! Eres un dios y yo no puedo contra ti. De lo contrario, ahora estarías muerto sin remedio...

Los campesinos, que habían visto y oído todo, se acercaron tranquilos al lugar donde yacía el cadáver. Ya no podía el general vengarse en ellos, los adoradores del Sol. Ni quisieron enterrar al loco aquel, y se decían:

No vale la pena. Como hay en la región muchos cuervos, les regalamos el muerto para que celebren un banquete bien contentos...


Debo decirles a ustedes que, cuando leí este cuento --un poco largo, pero he preferido narrarlo entero-- vi en él retratados a perfección a los que se enfrentan de mil maneras con Dios. Y me pregunté:

¿Qué hacemos los creyentes? ¿Reírnos? ¿Temer su venganza? ¿Despreciarlos?...

Nosotros pensamos que es mejor compadecerlos, y hacer algo por que usen la sensatez para que se salven, antes de que se suiciden y se pierdan sin remedio, ya que el suicidio del alma es mil veces peor que el ejecutado con una pistola...

En el general del cuento, radicaba todo en que no le salieron bien las cosas durante una batalla, y la culpa se la echaba a su dios el Sol. Entre nosotros, hay quienes se alejan de Dios por contradicciones de la vida a las que no saben sobreponerse, y achacan la responsabilidad a Dios. Y si Dios no me ayuda --se dicen--, ¿Dios para qué?...
Es más frecuente el desinterés de Dios, el de aquellos que se dicen:

Si no necesito a Dios, ¿por qué ha de haber encima de mí un Dios que me manda, que me vigila, que me estorba?...

Nosotros, creyentes sinceros por la gracia de Dios, preferimos vivir y morir pendientes de su mano divina, y le decimos:

¡Señor, Tú eres el sol que nos alumbras el camino! Que nunca nos falte tu luz...
¡Señor, Tú nos quieres tanto! Que vivamos siempre pendientes de tu Providencia amorosa...
¡Señor, Tú eres el Padre que nos esperas a tu lado! Que alcancemos la felicidad en que soñamos...
Y a los que no creen en ti y te dejan de lado, a los que te creen enemigo suyo, muéstrales la salvación que les mandaste con tu Hijo Jesús...

PAPA FRANCISCO: LA EUCARISTÍA ES UNA ESCUELA DE SERVICIO HUMILDE QUE CAMBIA LOS CORAZONES


Papa Francisco: la Eucaristía es una escuela de servicio humilde que cambia los corazones

 (ACI).- El Papa Francisco ha recordado en un video-mensaje que la Eucaristía “es una escuela de servicio humilde” que “nos enseña a estar preparados para ser para los demás”, lo que también está “en el centro del discipulado misionero”.

El mensaje ha fue enviado por la clausura del Congreso Eucarístico Internacional que se ha celebrado en Cebú (Filipinas) del 24 al 31 de enero.

La Santa Misa también “cambia los corazones” y “nos permite ser premurosos, proteger a quien es pobre y vulnerable y ser sensibles al grito de nuestros hermanos y nuestras hermanas en necesidad”, dijo.

En el vídeo, el Papa recuerda la visita que efectuó al país hace ahora justo un año. “Pude constatar en persona la fe profunda y la capacidad de recuperación de la población (a causa de los tifones). Bajo la protección del Santo Niño, el pueblo filipino ha recibido el Evangelio de Jesucristo hace runos 500 años. Desde entonces, ha dado siempre al mundo un ejemplo de fidelidad y de profunda devoción al Señor y a su Iglesia”.

“Ha sido un pueblo de misioneros, difundiendo la luz del Evangelio en Asia y en los confines de la tierra”, asegura.



Francisco recuerda que Jesucristo “está siempre vivo y presente en su Iglesia, sobre todo en la eucaristía, el sacramento de su cuerpo y de su sangre”.

“La presencia de Cristo en medio de nosotros no es solo un consuelo, sino también una promesa y una invitación”, añade después.

“Es una promesa que un día la alegría y la paz eternas nos pertenecerán en la plenitud de su reino”, pero también es una invitación “a salir, como misioneros, para llevar el mensaje de ternura del Padre, de su perdón y de su misericordia a todo hombre, mujer y niño”.

Francisco asegura que en el mundo hay mucha necesidad de este mensaje y “si pensamos en todos los conflictos, las injusticias, las crisis humanitarias urgente que marcan nuestro tiempo nos damos cuenta de lo importante que es para todo cristiano ser un verdadero discípulo misionero, llevando la buena noticia del amor redentor de Cristo a un mundo tan necesitado de reconciliación, justicia y paz”.

Recordando que el Jubileo de la Misericordia, el Papa afirma que “estamos llamados a llevar el bálsamo de la misericordia de Dios a toda la familia humana, vendar las heridas, llevar la esperanza donde la desesperación tan habitual parece haber vencido”.

El Papa habló después de dos “gestos” de Jesús en la Última Cena: el convivir con los discípulos y el Lavatorio de Pies.

“Jesús podía escuchar a los otros, escuchar sus historias, apreciar las esperanzas y las aspiraciones y hablarles del amor del Padre”.

El Santo Padre invitó a que en cada Eucaristía se siga el ejemplo de Jesús “yendo al encuentro de los otros, con espíritu de respeto y apertura, para compartir con ellos el don que nosotros mismos hemos recibido”.

Para el Papa la Iglesia en Asia es clave dado que trabaja en el “respetuoso diálogo” con otras religiones. “Este testimonio profético se da muy a menudo a través del diálogo de vida”, añadió.

“El testimonio de la vida transformada por el amor de Dios es para nosotros la mejor forma de proclamar la promesa del reino de la reconciliación, justicia y unidad para la familia humana”.

Sobre el Lavatorio de pies, el Pontífice explica que Jesús lo hizo “como signo de servicio humilde, del amor incondicional con el que ha dado su vida en la cruz por la salvación del mundo”.

GRACIAS SEÑOR, POR LA EUCARISTÍA


Gracias, Señor, por la Eucaristía
Oración de acción de gracias al Señor para después de la Eucaristía y para la Comunión espiritual


Por: Anónimo | Fuente: www.devocionario.com 




Gracias Señor, porque en la última cena partiste tu pan y vino en infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra sed...

Gracias Señor, porque en el pan y el vino nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.

Gracias Señor, porque nos amaste hasta el final, hasta el extremo que se puede amar: morir por otro, dar la vida por otro.

Gracias Señor, porque quisiste celebrar tu entrega, en torno a una mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor.

Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo, nos unes a tu vida, en la medida en que estamos dispuestos a entregar la nuestra...

Gracias, Señor, porque todo el día puede ser una preparación para celebrar y compartir la eucaristía...


Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a empezar..., y continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos, y mi camino de transformación en ti...

CALENDARIOS RELIGIOSOS DE SANTOS Y SANTAS 2016






LOS CINCO MINUTOS DE DIOS: DOMINGO 31 DE ENERO 2016


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Enero 31


Hay una vida alegre; una vida en la que todo sale bien y en la que gozamos de todos y de todo.

Una vida llena de optimismo, de éxitos, de nuevos planes que se llevan a cabo; una vida de ilusiones realizadas; una vida de paz y de comprensión con los propios y los ajenos.

Y también una vida de dolor; una vida en la que la enfermedad muerde nuestros cuerpos; una vida en la que la enfermedad de algunos de los nuestros aprieta nuestro corazón; una vida de dificultades y de fracasos, de pobreza y de falta de trabajo, de incomprensiones y dificultades, de lágrimas y angustias, de sentida soledad.

Pero también puede haber una vida que sea la suma de las dos anteriores, vale decir: una vida que no sea solamente de alegría o de dolor, sino que llegue a ser de alegría en el dolor; la alegría y el dolor probablemente no dependen de tu deseo, pero el hacer de tu vida una vida de alegría en el dolor dependerá exclusivamente de ti.
Pero eso no lo lograrás si no miras el dolor en la cruz; la cruz sin Cristo se torna insoportable; el Cristo en la cruz la hace llevadera. “Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi” (Gal 2,19-20). “Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo” (Gal 6,14)


* P. Alfonso Milagro

SAN JUAN BOSCO, 31 DE ENERO


San Juan Bosco
30 de Enero


Hoy la Iglesia celebra a san Juan Bosco. A los dos años quedó huérfano de padre. Pero se constituyó en padre de numerosos huérfanos. Y millares de jóvenes de toda raza y nación, lo aclaman como “Padre y maestro de la juventud”. Nació en un hogar pobre. Su vida transcurrió en la pobreza. Dedicó sus mejores energías a la juventud indigente y necesitada.

Padre y Maestro de la juventud, san Juan Bosco, que, dócil a los dones del Espíritu Santo y abierto a las realidades de tu tiempo, fuiste para los jóvenes signo de la predilección amorosa de Dios. Enséñanos a ser amigos del Señor, para descubrir, en él y en su Evangelio, el sentido de la vida y de la verdadera felicidad. Ayúdanos a responder con generosidad a la vocación recibida de Dios, para ser constructores de comunión y, unidos a la Iglesia, promover en nuestro ambiente la cultura del amor. Concédenos perseverar en la vivencia intensa de la vida cristiana, según el espíritu de las Bienaventuranzas, y así, guiados por Maria Auxiliadora, nos encontremos un día contigo en el cielo. Amén.

Don Bosco revitalizó el “sistema preventivo” para la educación cristiana de niños y jóvenes, basado en la doctrina evangélica asimilada por su vigorosa y original personalidad. Cimentó su método educativo en la razón, la religión y el amor. Don Bosco figura entre los grandes educadores de la humanidad. Honremos a este “gigante de la santidad” (Pío XI).


* Enviado por el P. Natalio

HOY CELEBRAMOS A SAN JUAN BOSCO, PADRE Y MAESTRO DE LA JUVENTUD, 31 DE ENERO


Hoy celebramos a San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud
Por Abel Camasca

¡Feliz Fiesta de San Juan Bosco! ¡Viva Don Bosco!


 (ACI).- “Uno solo es mi deseo: que sean felices en el tiempo y en la eternidad”, dejó escrito a sus jóvenes el gran San Juan Bosco, fundador de la Familia Salesiana y declarado “padre y maestro de la juventud” por San Juan Pablo II.

Don Bosco nació un 16 de agosto de 1815 en I Becchi, Castelnuovo D’ Asti (Italia). A sus dos años murió su padre y su mamá, la “Sierva de Dios” Margarita Occhiena, siendo analfabeta y pobre, se encargó de sacar adelante a sus hijos.

A los nueve años Juanito tuvo un sueño profético en el que vio una multitud de chiquillos que se peleaban y blasfemaban. Él trató de hacerlos callar con los puños, pero se apareció Jesús y le dijo que debía ganarse a los muchachos con la mansedumbre y la caridad. Asimismo, Cristo le mostró a la que sería su maestra: la Virgen María.

Luego, la Madre de Dios le indicó que mirara donde estaban los muchachos y Juan vio a muchos animales que después se transformaron en mansos corderos. Al final, la Virgen le dijo estas memorables palabras: “A su tiempo lo comprenderás todo”.



Poco a poco fue creciendo en Juan un gran interés por  los estudios, así como su deseo de ser sacerdote para aconsejar a los pequeños. No obstante, para lograrlo, muchas veces tuvo que abandonar su casa y trabajar en diferentes oficios que, en el futuro, él enseñaría a sus muchachos para que se  ganen un sustento.

Ingresó al seminario de Chieri y conoció a San José Cafasso, quien le mostró las prisiones y los barrios bajos donde había jóvenes necesitados. Recibió el orden sacerdotal en 1841 y buscando prevenir que los muchachos se pierdan en malos pasos, entonces inició el oratorio salesiano que desde  sus inicios reunió a cientos de jóvenes.


 Al principio esta obra no tenía lugar fijo hasta que logra establecerse en el barrio periférico de Valdocco. En una ocasión cayó gravemente enfermo, pero al recuperarse Don Bosco prometió dar hasta su último aliento por los jóvenes.

San Juan Bosco se entregó de lleno a consolidar y extender su obra. Brindó alojamiento a chicos abandonados, ofreció talleres de aprendizaje y, siendo un sacerdote pobre, construyó una iglesia en honor a San Francisco de Sales, el santo de la amabilidad.

En 1859 fundó a los Salesianos con un grupo de jóvenes y más adelante cofunda las Hijas de María Auxiliadora con Santa María Mazzarello. Luego también dio  inicio a los Salesianos Cooperadores. Además, sólo con donaciones, construyó la Basílica de María Auxiliadora de Turín y la Basílica del Sagrado Corazón en Roma.

San Juan Bosco partió a la Casa del Padre un 31 de enero de 1888, día que la Iglesia celebra su fiesta, y después de haber hecho vida aquella frase que le dijo a su alumno Santo Domingo Savio: “Aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.

FELIZ DOMINGO!!!


lunes, 25 de enero de 2016

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 25 DE ENERO DEL 2016


Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio 
Solemnidades y fiestas

Marcos 16 15-18. Fiesta Conversión San Pablo. ¿Qué nos diferencia a nosotros de san Pablo? Tenemos la misma fe, misma caridad, misma doctrina, el mismo Dios...


Por: Noé Patiño | Fuente: Catholic.net 




Del santo Evangelio según san Marcos 16, 15-18
En aquel tiempo se apareció Jesús a los Once y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.

Oración introductoria
Señor, permite que esta meditación me marque el camino para seguir el gran ejemplo de la vida del apóstol san Pablo, que una vez que experimentó tu amor ya no hubo nada ni nadie que lo apartará de su misión. En este nuevo año quiero sepultar a ese hombre viejo que hay en mí para dejarme conquistar por tu amor.

Petición
Señor, concédeme que mi testimonio comunique la alegría de mi fe.

Meditación del Papa Francisco

Jesús lo dijo a los discípulos de ayer y nos lo dice a nosotros: ¡vayan!, ¡anuncien! La alegría del evangelio se experimenta, se conoce y se vive solamente dándola, dándose.

El espíritu del mundo nos invita al conformismo, a la comodidad; frente a este espíritu humano “hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo”. Tenemos la responsabilidad de anunciar el mensaje de Jesús. Porque la fuente de nuestra alegría “nace de ese deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva”. Vayan a todos a anunciar ungiendo y a ungir anunciando.

A esto el Señor nos invita hoy y nos dice: La alegría el cristiano la experimenta en la misión: "Vayan a las gentes de todas las naciones".

La alegría el cristiano la encuentra en una invitación: Vayan y anuncien.

La alegría el cristiano la renueva, la actualiza con una llamada: Vayan y unjan.

Jesús los envía a todas las naciones. A todas las gentes. Y en ese “todos” de hace dos mil años estábamos también nosotros. Jesús no da una lista selectiva de quién sí y quién no, de quiénes son dignos o no de recibir su mensaje y su presencia. Por el contrario, abrazó siempre la vida tal cual se le presentaba. Con rostro de dolor, hambre, enfermedad, pecado. Con rostro de heridas, de sed, de cansancio. Con rostro de dudas y de piedad. Lejos de esperar una vida maquillada, decorada, trucada, la abrazó como venía a su encuentro. Aunque fuera una vida que muchas veces se presenta derrotada, sucia, destruida. A "todos" dijo Jesús, a todos, vayan y anuncien; a toda esa vida como es y no como nos gustaría que fuese, vayan y abracen en mi nombre. Vayan al cruce de los caminos, vayan… a anunciar sin miedo, sin prejuicios, sin superioridad, sin purismos a todo aquel que ha perdido la alegría de vivir, vayan a anunciar el abrazo misericordioso del Padre. Vayan a aquellos que viven con el peso del dolor, del fracaso, del sentir una vida truncada y anuncien la locura de un Padre que busca ungirlos con el óleo de la esperanza, de la salvación. Vayan a anunciar que el error, las ilusiones engañosas, las equivocaciones, no tienen la última palabra en la vida de una persona. Vayan con el óleo que calma las heridas y restaura el corazón. (Homilía de S.S. Francisco, 23 de septiembre de 2015).

Reflexión
Nos encontramos en el monte de los olivos, en el mismo lugar donde cuarenta días antes, Jesús era entregado por uno de sus discípulos y donde todos los demás le abandonaron. Pero las cosas han cambiado y ya no son los mismos apóstoles de antes, la Resurrección los ha cambiado. Y Jesús se da cuenta de esto, por eso, les da una nueva misión: predicar el evangelio a todos los hombres, suscitar la fe, transmitir la salvación mediante el bautismo: he aquí la misión de los apóstoles después de la Resurrección. Y nosotros católicos somos hoy en día esos apóstoles resucitados.

Es verdad que en nuestras vidas hemos abandonado a Cristo muchas veces, pero eso a Jesús no le importa. Él nos llama a predicar el evangelio como volvió a llamar a los apóstoles y como un día llamó a san Pablo, cuya conversión celebramos hoy. San Pablo persiguió a los apóstoles y quería borrar el nombre de Jesús de Nazareth de la faz de Israel. Pero Jesús resucitado le convierte de un perseguidor a un precursor de la Buena Nueva y en un apóstol apasionado de este Cristo a quien perseguía. Jesús nos manda a predicar el Evangelio y es el primero que nos da ejemplo convirtiendo al más "temido" de todos los judíos.

La conversión infundió en Saulo una fe que lo hace ser misionero incansable; enciende en su alma un ardor de caridad que le obliga a transmitir a los demás la verdad que ha encontrado; le da la fuerza para ser tanto de palabra como de obra un ferviente testimonio del evangelio. Ahora bien, ¿qué nos diferencia a nosotros de san Pablo? Tenemos la misma fe, la misma caridad, la misma doctrina, el mismo Dios... Pero nos falta su amor apasionado a Cristo, que le llevó a considerar todo basura y estiércol comparado con Cristo.

Propósito
Hoy es un día de conversión. No esperemos más, convirtámonos en esos apóstoles resucitados y pidamos esa fe y ese amor que convirtió a san Pablo para que nos convierta también a nosotros en luz y fuego en medio de la oscuridad del mundo.

Diálogo con Cristo 
Señor, ¡quiero ser un san Pablo para mi familia y el mundo de hoy! Quiero dejarme conquistar por la fe para lograr mi transformación interior y poder llegar a decir, por la gracia que me das, que ya no vivo yo sino que es Cristo quien vive en mí. Quiero dejar el afán por el aparecer, por el bienestar, por las posesiones, por el éxito pero, sobre todo, teniendo en cuenta que mi vida cristiana no se resume en negaciones sino en la entrega, por amor, a los demás.

domingo, 24 de enero de 2016

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 24 DE ENERO 2016


Un pasado eternamente presente
Tiempo Ordinario


Lucas 1, 1-4. 4, 14-21. Tiempo Ordinario. Si sabemos aprovechar las gracias de Dios, llegará a nosotros la salvación. 


Por: P. Sergio A. Córdova | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 1, 1-4. 4, 14-21
Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos. Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres, me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año de gracia del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. 

Oración introductoria
Señor, en Cristo te has hecho presente en nuestra historia, por eso es relativamente fácil tener el deseo de seguirte, pero qué difícil es continuar con entusiasmo cuando se empiezan a experimentar las exigencias de tu seguimiento. Para perseverar en la fidelidad necesito de tu gracia, te la pido en esta oración.

Petición
Señor, ayúdame a tomar cada día como una oportunidad para crecer en el amor, en la imitación, en el seguimiento de tu Hijo Jesucristo.

Meditación del Papa Francisco
Comúnmente se habla del sacramento de la “Confirmación”, palabra que significa "unción". Y, de hecho, a través del aceite llamado "sagrado Crisma", somos conformados, en la potencia del Espíritu, a Jesucristo, el cual es el único y verdadero "ungido", el "Mesías", el Santo de Dios. Hemos escuchado en el Evangelio como Jesús lo lee en Isaías. Es el ungido. Soy enviado y estoy ungido para esta misión.
El término "Confirmación" nos recuerda que este Sacramento aporta un crecimiento de la gracia bautismal: nos une más firmemente a Cristo; lleva a cumplimiento nuestro vínculo con la Iglesia; nos da una especial fuerza del Espíritu Santo para difundir y defender la fe, para confesar el nombre de Cristo y para no avergonzarnos nunca de su cruz. Y por eso es importante ocuparse de que nuestros niños y nuestros jóvenes reciban este sacramento. Todos nosotros nos ocupamos de que sean bautizados y esto es bueno, pero, quizás, no le damos tanta importancia a que reciban la Confirmación. ¡Se quedan a mitad camino y no reciben el Espíritu Santo! Que es tan importante para la vida cristiana, porque nos da la fuerza para seguir adelante. (Homilía de S.S. Francisco, 29 de enero de 2014).
Reflexión
El evangelio de hoy tiene algo de "mágico" y de seductor. Mejor diré, de "místico", de histórico y de poético a la vez. Trataré de explicarme.

Creo que a todos nos gusta remontarnos a nuestras propias “raíces”: recordar nuestra infancia, o que nuestros padres nos narren anécdotas y aventuras de cuando éramos pequeños. A quienes tienen un cierto aire de romanticismo, les fascina saber cómo, cuándo, dónde y en qué circunstancias se conocieron sus papás, cómo se enamoraron, cómo fue su noviazgo, su matrimonio, su luna de miel y cómo fueron llegando los hijos.

Más aún, a los que son más curiosos por naturaleza o tienen cierta vena poética, les encanta saber cómo eran sus papás de chiquitos, y piden a los abuelos que les cuenten de esas historias como para poder juguetear y reír con ellos cuando eran todavía infantes. Y, si se puede ir todavía más lejos -conocer la vida de los abuelos, de los bisabuelos, de la tierra natal, las costumbres de entonces, etc.- tanto mejor. Todo este mundo queda como envuelto por una atmósfera intimista y llena del calor familiar. Por eso alguien ha dicho que "recordar es como volver a revivir el pasado".

Pues, sin temor a exagerar, yo creo que esto es lo que Lucas logra con sus narraciones. Nadie mejor que él nos transmite algunos hechos entrañables sobre la infancia de Jesús -sin duda, recuerdos y narraciones recogidas directamente de los labios de la Madre, la Santísima Virgen María-. Todavía hoy, a distancia de dos mil años, tienen toda esa frescura, ese candor y esa fragancia encantadora que brotan del corazón de una madre. Y, aunque en el pasaje de hoy no encontramos nada expresamente sobre la infancia del Salvador, con un poco de intuición podemos trasladarnos, de la mano del evangelista, a aquellos años maravillosos de la niñez y adolescencia de Jesús, y llegar con el espíritu hasta su pueblo natal.

"Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado –nos cuenta Lucas- entró en la sinagoga, como era su costumbre los días de sábado, y se puso en pie para hacer la lectura”. Es sabido que este "médico de almas" escribió su evangelio hacia el año 65 ó 70 de nuestra era. Eso significa que nos está relatando una historia ya pasada, pero muy entrañable para él y para la entera comunidad cristiana de los inicios. ¡Había que conservar por escrito el tesoro de esos recuerdos tan valiosos para que sirvieran de enseñanza a las futuras generaciones de cristianos! Pero, además, el evangelista está evocando algo que había sucedido veinte o veinticinco años atrás, cuando Jesús era todavía niño o adolescente, y María lo acompañaba a la "escuela" -a la casa del rabino o a la sinagoga— para que aprendiera a leer y a comprender las Escrituras, como todo israelita piadoso. ¡Qué sabroso imaginar al Jesús adolescente, al lado de su Madre, yendo a la sinagoga, allá en Nazaret, en su pueblo natal!

Bueno, pues llegado el momento de su vida pública, vuelve Jesús al lugar donde se había criado, y vuelve a hacer la lectura, como seguramente ya lo habría hecho cantidad de veces durante su vida. Y tal vez también su Madre acudiría, santamente orgullosa -como cualquier madre-, a escuchar a su Hijo a hacer la lectura y la explicación del texto sagrado. "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido -comenzó a leer con voz clara y sonora-. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; para dar la libertad a los oprimidos; para anunciar un año de gracia del Señor".

Palabras solemnes del profeta Isaías, promesas de Yahvé a su pueblo. Nos hablan de la llegada de un Redentor, del Mesías ungido por el Espíritu del Señor y de su misión: la liberación de Israel. ¿Podemos imaginar la profunda conmoción interior que experimentaría Jesús en su alma? ¡Estas Escrituras se referían a Él, por supuesto, y estaban para cumplirse en esos precisos momentos!... Jesús se sentó. Breves instantes de meditación personal. Sin duda ponderaba muy bien la solemnidad y la trascendencia histórica del momento. "Todo el mundo tenía los ojos fijos en Él" -nos refiere el evangelista—. Y enseguida comenzó a hablarles: "HOY se cumple esta Escritura que acabáis de oír". ¡Nadie mejor que Él podía explicar estas profecías y nunca mejor que entonces se aplicaban al pie de la letra!.. "HOY”, hoy se cumplen las promesas de Yahvé.

Pues también en el "hoy" de nuestra vida de cada día, a través de la Iglesia y de los sacramentos, se cumplen esas promesas de salvación. Es en los sacramentos y en la liturgia sagrada -la oración "pública y oficial" de la Iglesia— en donde esa maravillosa historia pasada se hace "eternamente presente". En cada Santa Misa, en cada confesión, en cada Eucaristía, en la celebración de la liturgia se "actualiza" nuestra Redención. No son simples recuerdos o evocaciones de nuestra memoria o de nuestra fantasía, sino acontecimientos que vuelven a revivirse y a realizarse en el tiempo como si estuviesen sucediendo en el momento presente. Dios es eterno y para Él no hay tiempo ni distancias. Para Él existe sólo el "HOY".

Propósito
¡Ojalá que nuestra fe y nuestro amor nos ayuden a alcanzar los frutos benditos de la Redención que Cristo nos adquirió con su Pasión, muerte y resurrección, y que se actualizan en los sacramentos! Si sabemos aprovechar esas gracias, también hoy nos llega a nosotros la salvación de Jesucristo.

Diálogo con Cristo
Señor, me has dado muchos medios para conocerte: tu Palabra en la Escritura, los sacramentos, el buen ejemplo de otros cristianos; gracias por ayudarme a buscarte con fe, esperanza y amor. Dame la gracia de seguirte con sinceridad y transparencia para cumplir la misión que me has encomendado.

 
Preguntas o comentarios al autor   P. Sergio Cordova LC

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS: DOMINGO 24 DE ENERO 2016


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Enero 24



De pocas cosas nos solemos quejar tanto, en nuestros tiempos, como de la ausencia de la paz; pocas cosas necesitamos tanto como la paz.

El pacífico siempre está en paz y siempre contagia paz; viene, pues, la reflexión: si todos estamos ansiando la paz, ¿no será que ninguno de nosotros es verdaderamente pacífico?
Porque si lo fuéramos, no solamente gozaríamos nosotros de la paz, sino que seríamos sembradores de la paz, productores de la paz, implantadores de la paz, donde quiera que actuemos: en el hogar, en el trabajo, en la oficina, en el ambiente, en el vecindario...  en todas partes.

¡Al pacífico nunca le falta paz! ¡Qué hermosa reflexión para que cada uno de nosotros nos autoanalicemos y descubramos nuestra  responsabilidad personal en la construcción de la paz en el hogar!

El cristiano es un sembrador de la paz; de la paz que tiene consigo mismo, al estar en paz con Dios. “Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). Los ángeles cantan la paz en el nacimiento de Cristo; es que el Dios del Evangelio es el Dios de la paz.


* P. Alfonso Milagro

LA FUERZA DE LOS EVANGELIOS



La “fuerza” de los Evangelios



Antes de empezar el relato de la vida de Jesús, el evangelista Lucas explica los criterios que le han guiado. Asegura que refiere hechos transmitidos por testigos oculares, verificados por él mismo con «comprobaciones exactas» para que quien lee pueda darse cuenta de la solidez de las enseñanzas contenidas en el Evangelio. Esto nos ofrece la ocasión de ocuparnos del problema de la historicidad de los Evangelios.

Hasta hace algún siglo, no se mostraba entre la gente el sentido crítico. Se tomaba por históricamente ocurrido todo lo que era referido. En los últimos dos o tres siglos nació el sentido histórico por el cual, antes de creer en un hecho del pasado, se somete a un atento examen crítico para comprobar su veracidad. Esta exigencia ha sido aplicada también a los Evangelios.

Resumamos las diversas etapas que la vida y la enseñanza de Jesús atravesaron antes de llegar a nosotros.

Primera fase: vida terrena de Jesús. Jesús no escribió nada, pero en su predicación utilizó algunos recursos comunes a las culturas antiguas, los cuales facilitaban mucho retener un texto de memoria: frases breves, paralelismos y antítesis, repeticiones rítmicas, imágenes, parábolas... Pensemos en frases del Evangelio como: «Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos», «Ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición...; estrecha la entrada y angosto el camino que lleva a la Vida» (Mt 7,13-14). Frases como éstas, una vez escuchadas, hasta la gente de hoy difícilmente las olvida. El hecho, por lo tanto, de que Jesús no haya escrito Él mismo los Evangelios no significa que las palabras en ellos referidas no sean suyas. Al no poder imprimir las palabras en papel, los hombres de la antigüedad las fijaban en la mente.

Segunda fase: predicación oral de los apóstoles. Después de la resurrección, los apóstoles comenzaron inmediatamente a anunciar a todos la vida y las palabras de Cristo, teniendo en cuenta las necesidades y las circunstancias de los diversos oyentes. Su objetivo no era el de hacer historia, sino llevar a la gente a la fe. Con la comprensión más clara que ahora tenemos de esto, ellos fueron capaces de transmitir a los demás lo que Jesús había dicho y hecho, adaptándolo a las necesidades de aquellos a quienes se dirigían.

Tercera fase: los Evangelios escritos. Una treintena de años después de la muerte de Jesús, algunos autores comenzaron a poner por escrito esta predicación que les había llegado por vía oral. Nacieron así los cuatro Evangelios que conocemos. De las muchas cosas llegadas hasta ellos, los evangelistas eligieron algunas, resumieron otras y explicaron finalmente otras, para adaptarlas a las necesidades del momento de las comunidades para las que escribían. La necesidad de adaptar las palabras de Jesús a las exigencias nuevas y distintas influyó en el orden con el que se relatan los hechos en los cuatro Evangelios, en la diversa colocación e importancia que revisten, pero no alteró la verdad fundamental de ellos.

Que los evangelistas tuvieran, en la medida de lo posible en aquel tiempo, una preocupación histórica y no sólo edificante, lo demuestra la precisión con la que sitúan el acontecimiento de Cristo en el espacio y el tiempo. Poco más adelante, Lucas nos proporciona todas las coordenadas políticas y geográficas del inicio del ministerio público de Jesús (Lc 3,1-2).

En conclusión, los Evangelios no son libros históricos en el sentido moderno de un relato lo más despegado y neutral posible de los hechos ocurridos. Pero son históricos en el sentido de que lo que nos transmiten refleja en la sustancia lo sucedido.

Pero el argumento más convincente a favor de la fundamental verdad histórica de los Evangelios es el que experimentamos dentro de nosotros cada vez que somos alcanzados en profundidad por una palabra de Cristo. ¿Qué otra palabra, antigua o nueva, jamás ha tenido el mismo poder?


* P. Raniero Cantalamessa

JESÚS ES MI FUERZA


Jesús es mi fuerza



En una leprosería del Extremo Oriente, había un joven enfermero que era la admiración de todos por su alegría contagiante y por su espíritu de servicio y de caridad para todos sin excepción. Se llamaba Marcos Vang. Él había sido leproso y, una vez curado, había querido quedarse para ayudar a tantos leprosos que necesitaban ayuda.

Un día, un cierto personaje chino visitó la leprosería, acompañado de la Madre Superiora, y se fijó en la sonrisa brillante de Marcos, que estaba curando las llagas purulentas de un enfermo. La religiosa le dice al visitante: Eso lo hace todos los días y con una cara de alegría que contagia a todos. Entonces, el personaje chino le pregunta con curiosidad:

— Muchacho, ¿por qué estás siempre alegre en medio de tanto sufrimiento y de tantos leprosos, que tienen la carne medio podrida?
— Jesús es mi fuerza. Yo comulgo todos los días.

Y, mientras se retiraba del jardín, la religiosa le iba explicando al visitante qué era eso de comulgar y quién era Jesús, el amigo que nunca falla y nos da la fuerza necesaria para seguir viviendo, aun en medio de las mayores dificultades de la vida.



* Enviado por el P. Natalio

SAN FRANCISCO DE SALES, PATRONO DE LOS PERIODISTAS

Patrono de periodistas: San Francisco de Sales
Extracto del artículo del Pbro. Walter Moschetti, en el que busca el perfil del comunicador católico.


Por: Pbro. Walter Moschetti 




El 24 de enero celebramos la fiesta patronal de san Francisco de Sales, patrono de los periodistas y escritores, a cuyo amparo e intercesión la Iglesia confía a todas aquellas personas que se dedican a la noble profesión del periodismo y al oficio de escribir.

La devoción y la defensa de la fe que caracterizaron a este santo y doctor de la Iglesia son puestas como modelo para los periodistas y escritores, cuyo norte debe ser siempre la difusión de la verdad y la edificación de la humanidad.

Tanto el periodismo como la literatura necesitan del don de la palabra, y a través de ella manifestar la belleza y transmitir toda noticia que sirva para el progreso y el crecimiento espiritual e intelectual de los pueblos. Ambos oficios reclaman, de quien los ejerce, una particular vocación que se antepone ante cualquier interés malsano o sectario.

Al estar próxima la fecha de la solemnidad de su santo patrono, queremos felicitar a todos los periodistas y escritores de Panamá, de manera especial a los que profesan la fe católica, y deseamos para todos aquellos y aquellas que ejercen esa tarea que Dios Padre, por la intercesión de san Francisco de Sales, les infunda la sabiduría y la caridad en sus quehaceres y les conduzca hacia Jesucristo, camino, verdad y vida.

Buscando el perfil del comunicador católico

Al celebrarse el próximo 24 de enero, el día de San Francisco de Sales, patrono del comunicador católico, presentamos un extracto del artículo del Pbro. Walter Moschetti intitulado "Buscando el perfil de Comunicador Católico".

El planteo inicial que hacemos al buscar el perfil del comunicador católico es preguntarnos "Quiénes somos?". Tan valioso es identificar esta identidad propia, que nos sitúa como cristianos comprometidos en la tarea evangelizadora de la Iglesia, que determinará nuestra acción y hará que nuestro compromiso sea más consciente, y de allí, más efectiva nuestra tarea.

La realidad relativamente nueva de la comunicación social en la vida del mundo y de la Iglesia, hace que muchas veces no estemos situados como comunicadores católicos dentro de la Pastoral orgánica de la diócesis, o incluso de nuestra parroquia, movimiento o institución. Es más fácil identificar y nuclear a catequistas, voluntarios de Cáritas, ministros y colaboradores de la liturgia, que a los que estamos realizando nuestro apostolado utilizando los instrumentos de la comunicación social. Busquemos nuestro lugar, organicemos nuestra pastoral, tan vinculada con las demás pastorales, encontrémonos para compartir nuestra tarea, seamos factores de comunión y unidad en nuestras comunidades.

La Iglesia nos llama a una nueva evangelización, nueva en sus métodos, en sus expresiones y en su ardor. Necesitamos siempre encontrar nuevos lenguajes para anunciar el Evangelio. Es muy significativo lo que nosotros podemos aportar a este tiempo. El hecho de estar capacitados para utilizar el lenguaje de los medios nos pone en un lugar privilegiado a la hora de evangelizar. Como decía Pablo VI "Nos sentiríamos culpables delante de Dios si no utilizáramos estos poderosos medios para evangelizar".

Por ser tan importante nuestra tarea ˆmisión recibida del Señor e impulsada por la Iglesia- no podemos comunicar de cualquier manera. Debemos apuntar a la excelencia en la comunicación católica. Nuestro estilo de comunicar debería ser modélico. Allí mostraremos la dignidad y riqueza de la Palabra de Dios. Por eso hemos de buscar cada día capacitarnos para utilizar debidamente la palabra, la escritura, la imagen e incluso las nuevas tecnologías. El comunicador católico debe estar capacitado técnicamente para esta tarea que le exige una constante creatividad puesta al servicio del Reino. Debemos generar ideas originales, entretenidas, capaces de llegar al corazón de nuestro interlocutor y transformar su vida con el poder vivificador del Evangelio. Los más jóvenes deben buscar alcanzar una preparación terciaria o universitaria en este campo. 

Nos faltan profesionales consagrados a vivir este apostolado con convicción, coherencia y calidad profesional. Nos falta muchas veces la necesaria astucia de la que hablaba Jesús desafiándonos a la evangelización. 

Claro que no basta la preparación técnica. Hay que tener algo que decir. De allí que sea tan importante la formación doctrinal. Y esta es una formación permanente. Hoy día no basta haber hecho un curso bíblico, o un seminario de catequesis, ni siquiera ser profesor de teología...Cada día debemos leer, estudiar, investigar, para "dar razones de nuestra fe", como nos dice San Pablo. Debemos fundamentar la verdad que proclamamos. La Iglesia en su larga tradición magisterial tiene elaborados infinidad de documentos que argumentan sus dogmas y su moral. Nosotros debemos ir siempre a esas fuentes. No podemos ser "opinólogos" ˆcomo tantos presentes en los medios-. Cada tema que tratamos debe ser tratado con responsabilidad, pues estamos comprometidos con la Verdad. 
Muchas veces creemos que basta la sola experiencia subjetiva de la fe, y solemos separar lo doctrinal de lo vivencial. En realidad la teología debe llevarnos al Sagrario. A medida que profundizamos intelectualmente la fe, ésta debe crecer y transformarse en oración, en encuentro con el Dios vivo. Es que de esta experiencia profunda y auténtica debe hablar luego nuestra boca. El comunicador católico ˆevangelizador en el seno de la Iglesia- es un testigo de Cristo, y como los apóstoles ha de decir aquello "que ha visto y oído", su experiencia profunda de fe personal y comunitaria. No podrá pues, callar... es que "de la abundancia del corazón habla la boca", y esto lo perciben los receptores de nuestros mensajes, pues "quien come ajo huele a ajo, quien come Eucaristía, huele a Eucaristía..." 
Pensar en nuestra identidad como comunicadores católicos es pensar en nuestro singular camino de santidad. Miremos a los patronos de la comunicación. Cuánto bien podemos sacar para nuestra vida espiritual si indagamos sobre la vida y misión del apóstol San Pablo, de San Maximiliano Kolbe, de San Francisco de Sales, de San Juan Bosco, de San Juan Crisóstomo, del Beato Santiago Alberione, entre otros.
Asumir con seriedad nuestra misión de comunicadores católicos es asumir con seriedad nuestra santidad de vida. Desde allí podemos esperar buenos frutos de nuestros desvelos en pos de la evangelización. www.oclacc.or 
San Francisco de Sales patrono de los periodistas 

Nació en Saboya (Francia) en 1567. Estudió en París y luego en Padua. Al regresar a su patria fue nombrado abogado del Senado de Chambéry. Luego dio un cambio a su vida, al escoger el camino del sacerdocio. Su apostolado fue muy efectivo, por el gran amor con que actuaba y por servirse de la prensa. Para defender la fe católica de los calvinistas, publicó volantes que no sólo circulaban de mano en mano, sino que también se veían fijados en los muros. Por esta actividad fue considerado el primer periodista y luego escogido como patrón de los periodistas y escritores católicos. 

Nombrado obispo de Ginebra, actuó como un verdadero pastor para con los clérigos y fieles, adoctrinándolos en la fe con sus escritos. Murió en Lyon el día 28 de diciembre del año 1622, pero fue el día 24 de enero del año siguiente cuando se realizó su sepultura definitiva en Annecy.
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