viernes, 18 de julio de 2014

¿ME ESTOY HACIENDO VIEJO?



Autor: Marcelino de Andrés, L. C. y Juan Pablo Ledesma, L. C. | Fuente: Catholic.net
¿Me estoy haciendo viejo?
¡Cuántos personajes, cuántos seres queridos, de repente, han comenzado a desfilar en la pantalla de mi corazón!


Revisando algunos cajones, he dado con este pensamiento. En la misma página aparecía un abuelo fumando en pipa. De sus frente cuelgan los años en arrugas. Su mirada es cansina, pero segura. Por momentos me parecía el protagonista de “El viejo y el mar”. 

No me he podido resistir y he soltado en mi interior las palomas de los recuerdos. ¡Cuántos personajes, cuántos seres queridos, de repente, han comenzado a desfilar en la pantalla de mi corazón! Y es que me parece un canto a la juventud fresca de nuestros mayores. Léelo despacio, con bastón, si lo necesitas. Percibirás una mirada más profunda, más luminosa de esa etapa final de la existencia terrestre. Son líneas de ilusión y de esperanza. 


Me dicen que me estoy 
haciendo viejo: 
les diré que no es así. 
La “casa” en que vivo, 
ya sé, se está 
deteriorando. 
Eso ya lo sé. 
Es que hace mucho 
tiempo que la habito. 
Ha pasado conmigo 
muchas tormentas. 
Ya está algo débil. 

El techo está 
cambiando de color. 
Las ventanas ya están 
un poco empañadas: 
ya no se ve bien 
hacia afuera. 
Las paredes se sienten 
débiles, quebradizas: 
es que los cimientos ya 
no están tan sólidos 
como hace unos 
cuantos años. 
Mi “morada” se ha 
vuelto temblorosa, 
la estremecen el frío 
del invierno, las noches 
sin sueño. 

Siento que estoy en 
plena juventud, 
ya que la Eternidad está 
a un paso de mí, 
una vida llena de vida, 
sin posibilidad 
de tristezas que 
envejecen, 
sin ausencias que nos 
sacan canas, 
sin dolor que atenta 
contra la verticalidad 
de nuestra existencia. 

La Eternidad está a un 
paso de mí. 
Sin embargo mi “casa” 
no soy todo yo. 
Mis años, transcurridos 
velozmente, 
no me pueden hacer 
viejo a mí, 
alma siempre joven, 
lozana y alegre. 

Una inacabable vida de 
gozo y de verdad. 
Yo viviré allá 
para siempre, 
amando sin temor 
de perder el Amor. 
Y el Amor es la Vida: 
¡que siga la vida! 

¿Y decían que me 
estoy haciendo viejo? 
El que habita en mi 
pequeña “casa” 
está joven, lleno de luz 
y de alegría, 
principiando 
justamente una vida 
que durará, durará, 
durará... 
Ustedes solamente me ven 
por fuera 
y me repiten lo que 
todos dicen: 
anciano arrugado, 
cabizbajo, trémulo, 
lento... 

Parece que se terminan 
los horizontes. 
No confundan mi 
“casa” con lo que soy yo, 
conmigo: 
un nuevo amanecer, 
horizonte con luz 
indeficiente, 
cielo de azul 
indeclinable. 
¡Que siga la vida! 

¿Todavía dicen que me 
estoy haciendo viejo? 

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