sábado, 21 de septiembre de 2013

NIÑOS MALHABLADOS


Autor: Javier Ferrer | Fuente: sontushijos.org 
Niños malhablados
Es necesario, en todo momento, que los padres sean cuidadosos con el lenguaje utilizado, pues los niños imitan todo lo que ven y escuchan

Las madres se preocupan cuando sus hijos utilizan un lenguaje soez al hablar y dicen todo el tiempo malas palabras. Por esta razón, es necesario, en todo momento, que los padres sean cuidadosos con el lenguaje que utilizan pues los niños imitan todo aquello que ven o escuchan.

En el caso que delante de ellos digamos alguna palabra inapropiada, es necesario que pidamos disculpas, al igual que si nos encontramos con algún miembro de la familia que las dice constantemente, debemos pedirle que se disculpe, ya que de esa forma el pequeño entenderá, que esa palabra o esa frase, no se dice, y si se repite, está mal y hay que disculparse.

Es normal que cuando uno está enfadado diga malas palabras y cosas inapropiadas, pero debemos enseñarle que hay alternativa a los insultos. Es importante que le enseñemos que las malas palabras pueden resultar muy hirientes, por eso no hay que decirlas, muchas veces ni siquiera saben el significado de las mismas, sencillamente las repiten por imitar.

No es raro encontrar niños de primaria con un repertorio de tacos, palabrotas e insultos que haría sonrojar a más de un adulto. Me gustaría reflexionar sobre las razones que les llevan a utilizar tal vocabulario, y los recursos que los padres podemos emplear para evitar que nuestros hijos se pasen el día diciendo expresiones que con frecuencia abultan más que ellos.

Conozco a muy pocos adultos que nunca digan ningún taco, pero a casi todos nos resulta desagradable que los niños los utilicen y no dejamos de preguntarnos por qué lo hacen. No importa que los padres tengamos sumo cuidado de no utilizarlas cuando ellos están presentes, ellos saben bien que esas palabras “no las dicen los niños”, les están vetadas hasta que crezcan. Esto las hace especialmente atractivas a sus ojos y las convierte en un buen método para autoafirmarse, demostrar lo “mayores” que son, particularmente entre iguales.

La función de toda palabrota es generar una respuesta por parte de quien la escucha y de ahí viene el verdadero problema: pronto llegan a la conclusión de que cuanto más gorda, mejor, por lo que sus elecciones suelen resultar excesivas y fuera de lugar. En muchos casos reforzamos su uso al reaccionar de forma exagerada cuando nuestro hijo las utiliza: bien sea porque nos da un ataque de risa incontrolado o porque montamos una regañina espectacular. Cuanto mayor sea nuestra reacción ante una palabra malsonante, más eficaz la considerarán.

La televisión, sus compañeros del colegio, los amigos del parque… Tu hijo cada vez está rodeado de más gente. No es difícil que aprenda a usar determinadas palabras aunque sus padres procuren no hacerlo en casa. Pero aunque ellos no pueden controlar lo que oirán, sí pueden mantener una actitud apropiada ante el uso de cierto vocabulario. Una palabrota es una palabrota y está mal dicha siempre.

Cuando un pequeño “suelta un taco” resulta oportuno explicarle que esa palabra no se dice, pero añadiendo que también molesta cuando la emplea alguien en televisión o algún familiar. Así se le está enseñando una regla concreta, fácil de entender para él.

Otras veces su insistencia se debe a que están “echando un pulso” a sus padres para ver hasta dónde pueden llegar. Dos consejos que suelen ser eficaces son:

1.- No digas tacos delante de él.
2.- Nunca te rías cuando le oigas decir una palabra fea.

¿Y si sigue haciéndolo?

Cuando regañes a tu hijo por decir una palabrota hazlo de forma breve, sin gritarte ni alterarte o podría emplearlo como recurso para llamar tu atención. Enséñale a expresar su enfado correctamente. Cuando alguien le moleste o no le gusta algo, en vez de insultar, deberá ofrecerle un explicación.

Si su hábito de insultar es preocupante, haz un trato con él que le motive para corregirse, por ejemplo, le comprarás el juguete que desea tener cuando consiga diez puntos. Cada día que pase sin decir una palabrota, le das un punto. Asegúrate de que también ha dejado esta fea costumbre en el cole hablando con la profesora: no debe pensar que basta con hablar bien en tu presencia.

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