¡Hola… soy Jesús!
Yo estoy a tu lado y soy aquél que nunca pierde la fe en tus sueños.
Soy yo quien algunas veces altero tu itinerario, y hasta atraso tus horarios para evitar accidentes o encuentros desagradables.
Sí, soy yo quien habla a tu oído aquellas “inspiraciones” que tú crees que acabaste de tener como “gran idea”.
Soy yo quien te causa aquellos arrepíos cuando te aproximas a lugares o situaciones que te van a colocar en peligro.
Y soy yo quien llora por ti cuando tú, con tu terquedad, insistes en hacer todo al contrario sólo para desafiar al mundo.
Cuantas noches pasé en la cabecera de tu cama velando por tu salud, cuidando de tu fiebre y renovando tus energías.
¿Cuántos días yo te sujeté para que tú no entrases en aquel ómnibus, auto y hasta avión?, ¿por cuántas calles oscuras yo te guié con seguridad?
No sé, ya perdí la cuenta, y eso no importa.
Lo que realmente importa, y lo que me deja triste y preocupado, es…
…cuando tú asumes la postura de víctima del mundo
…cuando tú no crees en tu capacidad para resolver los problemas
…cuando tú aceptas las situaciones como insolubles
…cuando tú paras de “luchar” y simplemente reclamas de todo y de todos
…cuando tú desistes de ser feliz y culpas a otra persona de tu infelicidad
…cuando tú dejas de sonreír y asumes que no hay motivos para reír cuando el mundo está repleto de cosas maravillosas
…cuando te olvidas hasta de mí
Yo soy Jesús, aquél que Dios dio para morir en tu lugar en la cruz del calvario, en sacrificio, para que los pecados del mundo fuesen perdonados.
Ya que me dejaron hablar directamente contigo, me gustaría recordarte, que estoy a tu lado siempre, aun cuando tú crees estar totalmente solo y abandonado, hasta en este momento yo estoy agarrando tu mano, yo estoy consolando a tu corazón, yo estoy mirándote, y por amarte demasiado, me quedo triste con tu tristeza.
Pero, como yo sé que tú naciste para adorar a mi padre que está en los cielos, le agradezco a Él la oportunidad bendita de conocerte y cuidar de ti, porque tú eres realmente muy especial para mí.
¡Soy Jesús creo en ti!
Ora, alaba, agradece… Yo estoy aquí contigo, oyéndote:
“Señor mío, celoso guardador, si a mí se me confió el conocerte, rige mi vida, guárdame e ilumíname, Amén”
(autor desconocido)
Yo estoy a tu lado y soy aquél que nunca pierde la fe en tus sueños.
Soy yo quien algunas veces altero tu itinerario, y hasta atraso tus horarios para evitar accidentes o encuentros desagradables.
Sí, soy yo quien habla a tu oído aquellas “inspiraciones” que tú crees que acabaste de tener como “gran idea”.
Soy yo quien te causa aquellos arrepíos cuando te aproximas a lugares o situaciones que te van a colocar en peligro.
Y soy yo quien llora por ti cuando tú, con tu terquedad, insistes en hacer todo al contrario sólo para desafiar al mundo.
Cuantas noches pasé en la cabecera de tu cama velando por tu salud, cuidando de tu fiebre y renovando tus energías.
¿Cuántos días yo te sujeté para que tú no entrases en aquel ómnibus, auto y hasta avión?, ¿por cuántas calles oscuras yo te guié con seguridad?
No sé, ya perdí la cuenta, y eso no importa.
Lo que realmente importa, y lo que me deja triste y preocupado, es…
…cuando tú asumes la postura de víctima del mundo
…cuando tú no crees en tu capacidad para resolver los problemas
…cuando tú aceptas las situaciones como insolubles
…cuando tú paras de “luchar” y simplemente reclamas de todo y de todos
…cuando tú desistes de ser feliz y culpas a otra persona de tu infelicidad
…cuando tú dejas de sonreír y asumes que no hay motivos para reír cuando el mundo está repleto de cosas maravillosas
…cuando te olvidas hasta de mí
Yo soy Jesús, aquél que Dios dio para morir en tu lugar en la cruz del calvario, en sacrificio, para que los pecados del mundo fuesen perdonados.
Ya que me dejaron hablar directamente contigo, me gustaría recordarte, que estoy a tu lado siempre, aun cuando tú crees estar totalmente solo y abandonado, hasta en este momento yo estoy agarrando tu mano, yo estoy consolando a tu corazón, yo estoy mirándote, y por amarte demasiado, me quedo triste con tu tristeza.
Pero, como yo sé que tú naciste para adorar a mi padre que está en los cielos, le agradezco a Él la oportunidad bendita de conocerte y cuidar de ti, porque tú eres realmente muy especial para mí.
¡Soy Jesús creo en ti!
Ora, alaba, agradece… Yo estoy aquí contigo, oyéndote:
“Señor mío, celoso guardador, si a mí se me confió el conocerte, rige mi vida, guárdame e ilumíname, Amén”
(autor desconocido)
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