Optimismo-pesimismo
Autor: Padre José Luis Hernando
Paz y bien para todos.
Siguiendo el tema del humor, pues es interesante e importante hablar del optimismo y también en contra punto, contra partida del pesimismo. Los optimistas producen siempre frutos abundantes y positivos con su fe. Mientras los pesimistas producen resultados negativos con su incredulidad, su inercia, al faltarles, pues la fuerza motora de la voluntad. Todos debemos alimentar los ideales más nobles, pero tenemos que luchar para que estos ideales den fruto y así seremos optimistas, conscientes basados en realidades y no en absurdos lirismos. No debemos llamarnos optimistas y sentarnos cuidadosamente a la vera del camino para que se produzca la cosecha. Que se requiere, pues, estar constantemente sobre uno mismo y está exigiendo un cultivo esmerado y atento; una serie de esfuerzos y de constancia y de tesón por parte nuestra. Porque no es fácil ser optimista.
El optimista no es así por naturaleza, sino que él va controlando su naturaleza, y va llenándose de entusiasmo y de fe para tener una visión optimista ante la vida.
La oscuridad se transforma en luz, a medida que avanzamos hacia ella. Y, por tanto, cuando vamos apoderándonos de la oscuridad con una luz, entonces ya no la tememos. Las gentes fuertes de espíritu, los valerosos de alma, los que creen firmemente en el éxito de sus convicciones, son los que llevan adelante la vida con el incentivo del optimismo, que es un verdadero tónico del espíritu.
Responsabilicémonos, por tanto, a nosotros mismos. No le confiemos todo al destino. Hay mucha gente que le echa la culpa al destino de todo. Lo mismo si es en plan positivo, el destino me ha deparado una buena fortuna. Y sobre todo, en plan negativo, cosas del destino, que le vamos a hacer, así es el destino, esa es mi suerte.
Y hay otros que dicen para consolarse, hay unos que nacen con estrella y hay otros que viven estrellados y están constantemente destruidos o frustrados. No echemos todas las culpas o pongamos toda la responsabilidad en manos del destino. Ayudemos a nuestro destino. Hagamos todos los esfuerzos por superarlos. El progreso y el triunfo, son precisamente de los que luchan y se esfuerzan, de los que se sacrifican por alcanzar las metas impuestas. Y estos son los optimistas.Las metas a lograr se obtienen venciendo los obstáculos, con el esfuerzo, con la fe de los optimistas. No con las incredulidades o con el negativismo de los pesimistas. Por eso, todos debemos observar la vida desde todos los ángulos, pero afirmándonos en el lado bueno, en el lado favorable, en el lado optimista. ¿Por qué vamos a creer que en todo estamos como abocados o vamos a encontrar una derrota? ¿Por qué hemos de pensar que habremos de fallar, si tenemos en nuestro abono todas las posibilidades del éxito? ¿Por qué hemos de suponer que no podremos, que es imposible, si todavía no hemos comenzado? Hay gente que se sienten derrotados antes de entrar en el campo de batalla y precisamente por eso nunca ganan la guerra, porque nunca entran en la lucha. Se quedan diciendo que aquí la vida es una lucha o que aquí en la lucha de la vida y resulta que lo que están haciendo una derrota de su vida, porque nunca entran a luchar y a esforzarse.
Los pesimistas son como los enfermos que se hacen sus propios diagnósticos. Que suponen padecer de tantísimas enfermedades y en definitiva no padecen de ninguna de las que se imaginan. Son unos perfectos hipocondríacos, pero, además, de ser uno hipocondríaco, si es pesimista, imagínense ustedes lo que le queda al que tiene que estar viviendo día y noche al lado de él o de ella.
Al pesimista le detienen sus propios pensamientos, o sea, que está traumatizado, no por lo que le pasa, sino por lo que piensa en su mente. Sin embargo, al optimista nada le detiene, porque es luz que avanza viendo claridades donde el pesimista sólo ve oscuridades.
Cuántos genios artísticos permanecen en el anónimo por su pobreza de espíritu, porque cayeron vencidos por el desaliento en el primer escalón, sin ánimo para reponerse, sin voluntad para luchar e imponer sus facultades innatas y llegar hasta los pies de la estatua de la celebridad.
Y pensando en cristiano, recordemos en el Vía Crucis que hay tres estaciones, que son tres caídas. Si Cristo en la primera caída hubiera dicho, esto ya es suficiente. Ya es bastante para mí tanta burla, tanto desprecio y tanto suplicio, pues no hubiera llegado a cima del Calvario. Y si en la segunda estación hubiera repetido lo mismo y en forma pesimista diciendo, no es una caída, sino es otra más, pues no hubiera llegado al Calvario. Y si en la tercera hubiera dicho, a la tercera va la vencida y ya no tengo más fuerzas ni puedo más, tampoco hubiera llegado al Calvario, ni hubiera conseguido la salvación y la resurrección. Cristo en su entusiasmo por salvarnos, superó la primera, la segunda, la tercera caída y superó a la muerte en la cruz.
Y nosotros estamos llamados a ser pesimistas que apoyamos nuestra acción en la fe y en la esperanza, que están abonadas por el sentimiento cristiano, y sobre todo por el poder de Cristo que nos acompaña.
Los que han llevado adelante los grandes progresos de la humanidad, han sido siempre los optimistas, nunca los pesimistas. El pesimismo sólo conduce a la ruina material y moral, a la inercia del espíritu, y éste se levanta con el tónico del optimismo. El optimista cuando va a plantar un árbol, no está pensando si vivirá lo suficiente para ver los frutos que da ese árbol. Lo siembra, que si él no lo va a recoger, alguien va después de él a recoger los frutos. Está sembrando. Si estamos calculando lo que hacemos para disfrutar de lo que hacemos, nunca vamos a ser demasiado. Ni nadie hoy disfrutaría de las grandes obras que hicieron los grandes hombres y que no vieron los frutos. Cuántos padres, con todo su sacrificio y todo su optimismo, por dar una carrera a sus hijos a veces no ven los frutos, porque mueren antes de que empiecen a dar frutos esos hijos. Pero mueren satisfechos porque otros verán los frutos. Eso es ser optimista. Todo optimista es un sembrador. El pesimista no siembra, es calculador, es frío. El pesimista cuando va a hacer un negocio o a comenzar una empresa, ya él mismo se da la respuesta negativa, esto no sirve, esto no va a funcionar, no voy a triunfar. En una batalla, repito, podemos ganar a la vida, sino, no la echamos, es decir, sino entramos en la guerra. El pesimista se amarga la vida, que debemos endulzar con fervor, con alegría, con humor. Al lado de los optimistas se respira una vida mejor, perfuman y aromatizan el ambiente. Es agradable su compañía, es contagiosa su sonrisa, su alegría. Parecen estar rodeados de los espíritus del bien.
Cuando el pesimismo se apodera colectivamente de la vida de un pueblo, esto es fatal para el desenvolvimiento económico. Porque son millones de voces a llevar el derrotismo al hogar y a todas las actividades humanas. A la industria, al comercio, a la banca, a la calle, paralizan virtualmente el desarrollo y esto es triste.
Cultivemos, mis buenos radioescuchas, el optimismo como delicada planta. Que él es amigo de la acción, del éxito, de los inventos, de la creatividad, de la fortuna, de la celebridad y en definitiva, así estaremos respondiendo al sueño que tiene Dios sobre nosotros.
Que nos quiere ver trabajando, porque para eso creó al hombre. Lo puso en el Jardín del Edén, en el Paraíso, para que trabajase, para que desarrollase todo el potencial que ha puesto en nosotros, y esto sólo se puede hacer con optimismo.
Tengan todos mucha paz y mucho bien.