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jueves, 26 de noviembre de 2020
EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 26 DE NOVIEMBRE DEL 2020
Lecturas de hoy Jueves de la 34ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, jueves, 26 de noviembre de 2020
Primera lectura
Lectura del libro del Apocalipsis (18,1-2.21-23;19,1-3.9a):
YO, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo con gran autoridad, y la tierra se deslumbró con su resplandor. Y gritó con fuerte voz:
«Cayó, cayó la gran Babilonia. Y se ha convertido en morada de demonios, en guarida de todo espíritu inmundo, en guarida de todo pájaro inmundo y abominable.
Un ángel vigoroso levantó una piedra grande como una rueda de molino y la precipitó al mar diciendo:
«Así, con este ímpetu será precipitada Babilonia, la gran ciudad, y no quedará rastro de ella. No se escuchará más en ti la voz de citaristas ni músicos, de flautas y trompetas. No habrá más en ti artífices de ningún arte; y ya no se escuchará en ti el ruido del molino; ni brillará más en ti luz de lámpara; ni se escuchará más en ti la voz del novio y de la novia, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra y con tus brujerías embaucaste a todas las naciones».
Después de esto oí en el cielo como el vocerío de una gran muchedumbre, que decía:
«Aleluya La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la gran prostituta que corrompía la tierra con sus fornicaciones, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos».
Y por segunda vez dijeron:
«¡Aleluya!».
Y el humo de su incendio sube por los siglos de los siglos.
Y me dijo:
«Escribe: “Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero”».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 99,2.3.4.5
R/. Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero.
V/. Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.
V/. Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.
V/. Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R/.
V/. El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,20-28):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción.
Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días!
Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo.
“Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por gentiles”, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy jueves, 26 de noviembre de 2020
Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
Que te quede claro que el mal nunca tendrá la última palabra porque será vencido. Ninguno de sus imperios a lo largo de la historia ha prevalecido. El último libro del Nuevo Testamento nos habla hoy de la caída de Babilonia, el imperio del mal de entonces. Su autor escribe en tiempos del emperador Domiciano y anuncia la caída del poderoso imperio romano que estaba oprimiendo y persiguiendo cruelmente al pueblo de Dios. El anuncio de la caída de Roma y el final de las persecuciones está narrado en estilo épico, como se narraban las tragedias griegas en la antigüedad: distintos personajes importantes como príncipes y comerciantes cantan estrofas de lamentación. Este llanto contrasta con la alegría de santos, apóstoles y profetas que ven el final de esta crueldad, la victoria del bien. Esto es para que entendamos mejor el significado de la caída de Babilonia en este capítulo dieciocho del Apocalipsis. Aunque lo realmente importante es la frase con la que he comenzado: el mal nunca tendrá la última palabra.
Jesús hoy se lamenta por lo que le sucederá a la ciudad de Jerusalén. Está profetizando lo que luego sucedió en el año 70, la destrucción por parte del ejército romano comandado por Tito. A diferencia de la lamentación del Apocalipsis en la que los poderosos lloran porque se les acaba su privilegio, la lamentación de Jesús es porque el pueblo ha sido sordo a su voz.
Ciertamente la destrucción del Templo y de la ciudad fue un hecho histórico, pero el lamento de Jesús se extiende a todas aquellas situaciones en las que el mal con todos sus rostros, la terquedad de corazón, la injusticia y el sufrimiento de los inocentes producen un dolor inconcebible. Buena ocasión para orar hoy por todas las situaciones de tantos hombres, mujeres y niños que sufren el mal, la injusticia, la violencia, la pobreza y la exclusión principalmente en estos tiempos del Covid. Por todos aquellos que son destruidos de múltiples y viles formas. Volvemos a recordar que el mal no tendrá la última palabra. La última palabra la tiene Dios, su Reino; nos lo recuerda Jesús: “levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”.
El que se lamenta ya no tiene tiempo, llega tarde. Nosotros no queremos arrepentirnos porque no hicimos las cosas a su debido tiempo. Queremos tener la sensación del que llega a tiempo para tomar las riendas de su vida. El Adviento que vamos a comenzar dentro de dos días nos invita a ello. No debemos dormirnos, el tiempo pasa. ¡Que no nos sorprenda desprevenidos!
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.
miércoles, 25 de noviembre de 2020
PAPA FRANCISCO DESCRIBE CUÁLES SON LAS 4 CARACTERÍSTICAS ESENCIALES DE LA VIDA ECLESIAL
Papa Francisco describe cuáles son las 4 características esenciales de la vida eclesial
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
Foto: Vatican Media
El Papa Francisco explicó que las cuatro “características esenciales” de la vida eclesial son: “la escucha de la enseñanza de los apóstoles, la custodia de la comunión recíproca -la caridad-, la fracción del pan -la Eucaristía- y la oración”.
Estas cuatro características “nos recuerdan que la existencia de la Iglesia tiene sentido si permanece firmemente unida a Cristo”, destacó el Santo Padre durante la Audiencia General de este miércoles 25 de noviembre que se realizó en la biblioteca del palacio apostólico vaticano.
“La predicación y la catequesis testimonian las palabras y los gestos del Maestro; la búsqueda constante de la comunión fraterna preserva de egoísmos y particularismos; la fracción del pan realiza el sacramento de la presencia de Jesús en medio de nosotros: Él no estará nunca ausente, porque está en la Eucaristía, Él vive y camina con nosotros; y finalmente la oración, que es el espacio del diálogo con el Padre, mediante Cristo en el Espíritu Santo”, describió.
Al continuar con su serie de catequesis sobre la oración, el Pontífice señaló que “los primeros pasos de la Iglesia en el mundo estuvieron marcados por la oración” tal como lo relatan las Sagradas Escrituras al describir, por ejemplo, que los primeros cristianos “acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones”.
“Los escritos apostólicos y la gran narración de los Hechos de los Apóstoles nos devuelven la imagen de una Iglesia en camino, trabajadora, pero que encuentra en las reuniones de oración la base y el impulso para la acción misionera”, señaló el Papa, y añadió que “la comunidad persevera en la oración”.
En esta línea, el Santo Padre advirtió que “todo lo que en la Iglesia crece fuera de estas ‘coordenadas’, no tiene fundamento” y sugirió que “cualquier situación debe ser evaluada a la luz” de estos cuatros elementos: “la predicación, la búsqueda constante de la comunión fraterna -la caridad- la fracción del pan, es decir la vida eucarística, y la oración” porque “todo lo que no entra en esto no tiene fundamento eclesial”.
“Es Dios quien hace la Iglesia, no el clamor de las obras. La Iglesia no es un mercado, no es un grupo de emprendedores que va hacia adelante con esta empresa nueva, la Iglesia es obra del Espíritu Santo que Jesús nos ha dado para reunirnos, la Iglesia es el trabajo del Espíritu en la comunidad cristiana, en la vida comunitaria, en la Eucaristía, en la oración, siempre. Y todo lo que crece fuera de esto no tiene fundamento, es como una casa construida en la arena”, afirmó el Papa que insistió “es Dios que hace la Iglesia no el clamor de las obras” porque “la palabra de Jesús es la que llena de sentido nuestros esfuerzos. Es en la humildad que se construye el futuro del mundo”.
En este sentido, el Santo Padre reconoció que algunas veces le entristece ver “alguna comunidad que, con buena voluntad, pero equivoca el camino” al buscar “hacer la Iglesia con reuniones, como si fuera un partido político, la mayoría, la minoría, qué piensa sobre esto o el otro…” y animó a preguntarse: “¿Dónde está el Espíritu Santo? ¿Dónde está la oración? ¿Dónde está el amor comunitario? ¿Dónde está la Eucaristía?”.
“Sin estas cuatro coordenadas la Iglesia se convierte en una sociedad humana, un partido político, mayoría, minoría. Los cambios se hacen como una empresa por mayoría, pero no está el Espíritu Santo”, subrayó el Papa quien alertó que si falta el Espíritu Santo “nosotros seremos una bonita asociación humanitaria, de beneficencia, bien, bien, también un partido, digamos así, eclesial, pero no está la Iglesia” porque “la presencia del Espíritu Santo está garantizada por estas cuatro coordenadas”.
De este modo, el Papa Francisco pidió no olvidar las palabras de Benedicto XVI “la Iglesia no crece por proselitismo crece por la atracción” y agregó: “¿Quién mueve la atracción? El Espíritu Santo y si falta el Espíritu Santo, que es quien atrae hacia Jesús, allí no está la Iglesia. Hay un bonito club de amigos, bien, con buenas intenciones, pero no está la Iglesia, no hay sinodalidad”.
Asimismo, el Santo Padre destacó que al leer los Hechos de los Apóstoles descubrimos también “cómo el poderoso motor de la evangelización son las reuniones de oración, donde quien participa experimenta en vivo la presencia de Jesús y es tocado por el Espíritu. Los miembros de la primera comunidad -pero esto vale siempre, también para nosotros hoy- perciben que la historia del encuentro con Jesús no se detuvo en el momento de la Ascensión, sino que continúa en su vida. Contando lo que ha dicho y hecho el Señor, rezando para entrar en comunión con Él, todo se vuelve vivo. La oración infunde luz y calor: el don del Espíritu hace nacer en ellos el fervor”.
Por ello, el Papa animó a imitar la vida de la Iglesia primitiva “con tiempos de oración comunitaria y personal” porque el Espíritu Santo es quien “concede fuerza a los predicadores que se ponen en viaje, y que por amor de Jesús surcan los mares, enfrentan peligros, se someten a humillaciones...” y da “fuerza al testimonio y a la misión”.