domingo, 8 de diciembre de 2013

EL EVANGELIO DE HOY: 08.12.2013

Autor: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Anunciando una edad de oro
Mateo 3, 1-12. Adviento. Con la venida de nuestro Señor Jesucristo estamos felices y se nos llena el alma de gozo y de consuelo.
 
Anunciando una edad de oro
Del santo Evangelio según san Mateo 3, 1-12

Por aquellos días aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: "Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos." Este es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: "Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: "Tenemos por padre a Abraham"; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga."

Oración preparatoria

Señor, inicio esta oración con un acto sincero de arrepentimiento de mis pecados. Perdóname, porque soy egoísta; a veces vivo muy centrado en las cosas de todos los días y me olvido de Ti. También te pido perdón por las veces que no sé perdonar, amar y servir a mi prójimo con la atención y el amor que merecen. Confío en tu misericordia.

Petición 

Jesús, suscita en mi alma el celo por la misión de san Juan Bautista, que su humildad sea una convicción de mi vida.

Meditación del Papa Francisco

Y luego existen muchas personas, cristianos y no cristianos, que "pierden la propia vida" por la verdad. Cristo dijo "yo soy la verdad", por lo tanto quien sirve a la verdad sirve a Cristo. Una de estas personas, que dio la vida por la verdad, es Juan el Bautista. Juan fue elegido por Dios para preparar el camino a Jesús, y lo indicó al pueblo de Israel como el Mesías, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Juan se consagró totalmente a Dios y a su enviado, Jesús. Pero, al final, ¿qué sucedió? Murió por causa de la verdad, cuando denunció el adulterio del rey Herodes y Herodías.
¡Cuántas personas pagan a caro precio el compromiso por la verdad! Cuántos hombres rectos prefieren ir a contracorriente, con tal de no negar la voz de la conciencia, la voz de la verdad. Personas rectas, que no tienen miedo de ir a contracorriente. Y nosotros, no debemos tener miedo.
Entre vosotros hay muchos jóvenes. A vosotros jóvenes os digo: No tengáis miedo de ir a contracorriente, cuando nos quieren robar la esperanza, cuando nos proponen estos valores que están pervertidos, valores como el alimento en mal estado, y cuando el alimento está en mal estado, nos hace mal. Estos valores nos hacen mal. (S.S. Francisco, 23 de junio de 2013).

Reflexión

El adviento es, por excelencia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y, por tanto, también de la alegría. Porque esperamos la venida de nuestro Señor Jesucristo estamos felices y se nos llena el alma de gozo y de consuelo. Cuando aguardamos la llegada de una persona muy querida crecen en nuestra alma, de modo espontáneo, la ilusión y el regocijo. Y como que tenemos más motivos para desear vivir. La esperanza y la alegría van siempre unidas.

Cristo, nuestro Amigo, nuestro Hermano, nuestro Redentor, está para llegar esta Navidad. Y nos traerá con su venida todos los bienes mesiánicos anunciados por los profetas y el gozo cumplido por el que nuestro corazón suspira. A pesar de todas las tribulaciones, fracasos aparentes, sufrimientos y amarguras que Dios nuestro Señor, en su infinita y misteriosa sabiduría, permite que nos sucedan en la vida, estamos seguros de su amor y de su presencia cercana en medio de esas vicisitudes. Más aún, la fe y la esperanza nos aseguran que es entonces cuando Dios más nos ama, nos da especiales muestras de su predilección y nos acompaña con su cariño y su solicitud verdaderamente paternales. Nuestra esperanza no defrauda, pues “fiel es Dios, el autor de la promesa”, como nos dice el autor de la carta a los hebreos (Hb 10, 23).

"La esperanza –afirma el Catecismo de la Iglesia Católica— es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo, apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; protege del desaliento, sostiene en todo desfallecimiento y dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna" (C.I.C., nn. 1817-1818).

Por eso, la Iglesia, como buena Madre y Maestra, no cesa de alimentar la esperanza en nuestras almas, sobre todo durante este tiempo de adviento, con el recuerdo de las promesas mesiánicas: "En aquel día –nos dice el Señor a través del profeta Isaías— brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor... Y entonces habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos; y un muchacho pequeño los pastoreará. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la boca del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. Y no hará daño ni estrago en todo mi monte santo: porque está lleno el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar" (Is 11, 1.6-9).

Estas palabras idílicas del profeta anuncian una edad de oro en la que, como en un sueño, todo será paz, armonía y fraternidad universal. Porque son los tiempos del Mesías, los días de la salvación. Pero no es una ilusión o una bella utopía. El lenguaje, ciertamente, es poético, pero símbolo de una realidad espiritual que llegará a su pleno cumplimiento en el corazón de todos los hombres. ¡Es el fruto de nuestra redención, traída por Jesucristo!

Los pueblos paganos, a pesar de no ser los destinatarios directos de la revelación de Dios, también concibieron la esperanza de unos tiempos futuros en los que reinaría una paz sin fin. Así, el poeta latino Virgilio, canta esa edad de oro en su famosa égloga IV, con unos tonos semejantes a los del profeta, y anuncia una época de esplendor universal. San Clemente de Alejandría nos dice en sus obras teológicas "Stromata" y "Pedagogo" que Dios nuestro Señor también fue preparando a los pueblos gentiles a la llegada del Mesías con la esperanza de la salvación, y que en la filosofía y en las religiones no-cristianas se encuentran vestigios de verdad –"Semina Verbi"— como él los llama.

La esperanza nos llena de vida y de consuelo; y, sobre todo, de la certeza de nuestra redención, realizada en Jesucristo.

Pero, para esperar dignamente la llegada de nuestro Redentor, tenemos que preparar bien nuestra alma. Por eso, el Evangelio pone en labios de Juan el Bautista esta invitación apremiante, eco idéntico del anuncio mesiánico del profeta Isaías: "Voz que clama en el desierto: Preparad los caminos del Señor, allanad sus senderos" (Mt 3, 3; Is 40, 3).

Preparar el camino del Señor significa recorrer una senda de conversión a través de la vida de gracia, la oración, la digna recepción de los sacramentos; a través de la humildad, la caridad, el servicio, el perdón, la generosidad en las relaciones con nuestros semejantes y la búsqueda sincera de Dios en toda circunstancia.

Propósito

Si queremos que Jesús nos encuentre bien dispuestos, hagamos obras de auténtica vida cristiana –eso significa "dar frutos de conversión"— y abramos a Cristo de par en par nuestro corazón, desterrando de nosotros todo egoísmo, soberbia o sensualidad, para que pueda nacer en nuestra alma esta Navidad.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Cordova LC 

    sábado, 7 de diciembre de 2013

    DIOS NO PATROCINA FRACASOS



    DIOS NO PATROCINA FRACASOS

    ¿Sabes que se necesita para ser mamá? Bueno podrías
    darme argumentos como: para ser mamá primero se necesita ser
    responsable, tener madurez física como intelectual, planificar
    bien....etc.
    Pero la verdad básicamente lo que se necesita para ser mamá
    es un "papá".
    ¿Cierto?

    Bien ahora que ya sabemos lo que se necesita para
    ser mamá dime, ¿Cómo se hace un bebé?.

    Bueno para nadie es un secreto que para engendrar un
    bebé ambos padres aportan células importantes. ¿Cuáles
    son?, Correcto.
    La madre aporta algo que se llama óvulo y el papá aporta algo
    que se llama esperma en el cual viajan los espermatozoides.

    Ahora bien, luego de esta introducción.....dime ahora....
    ¿cuántos Espermatozoides compiten para llegar al óvulo de la madre?
    ....uno, dos, diez,.....¿cuántos?,
    ¡correcto!....millones, tras millones, tras millones.

    ¿Hasta aquí estamos de acuerdo?, correcto, ahora dime...
    de esos millones que compiten, ¿cuantos fecundan el óvulo?, medio
    millón, diez, doce, cinco?...dime...¿Cuántos?, permíteme
    recordártelo
    UNO....el más capaz el más rápido, el más fuerte, el que le
    ganó a esos millones.

    ¿Sabes?. En esa carrera no hay premio para el segundo lugar...
    es decir de millones sólo uno alcanza el premio de la
    vida, el campeón o la campeona.
    Es decir... TU.

    Desde el momento en que eres concebido en el vientre
    de tu madre ya traes la casta de campeón o campeona, ya
    eres un ganador.
    Dios no patrocina fracasos.

    Si Dios que es el Señor de la vida quiso darte ese
    don, no es por un azar de la vida, tampoco por el fallón de un
    anticonceptivo,es por que él tiene un plan maravilloso para ti. Por
    eso cuándo tu dices: "yo no sirvo para nada, yo no se por qué
    nací, yo soy lo peor, yo soy basura"... estás ofendiendo a Dios,
    porque Él te hizo a su imagen y semejanza. Dios...... no hace
    basura.

    Eres importante, eres especial!.

    ORACIÓN DE JUAN PABLO II A LA VIRGEN DE GUADALUPE


    ORACIÓN DE JUAN PABLO II 
    A LA VIRGEN DE GUADALUPE


    Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!  Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

    Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor.

    Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

    Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.

    Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena felicidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa. Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.

    Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

    Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.

    Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver e El, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma. Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra. Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, Amén.

    GRAN CORAZÓN


    Gran corazón (Juan XXIII)
    Autor:  Padre Justo López Melús


    El papa Roncalli era un hombre de gran corazón. De ahí brotaban esos gestos de comprensión y delicadeza que conmovían al mundo. Con esos gestos fue rompiendo moldes y durezas en sus diversos destinos, fue solucionando difíciles problemas, sobre todo en París, y Europa oriental. «Simplificar las cosas difíciles, y no complicar las sencillas», era su lema. En una ocasión, espontáneamente, se definió así: «La bondad llenó de alegría mi existencia».

    Confesaba que, al ser elegido Papa, eligió el nombre de Juan, por su padre. En otra ocasión, manifestaba al obispo de Astorga, doctor Casteltort: «¡Oh, cómo recuerdo yo a mi madre! Mire, después de la elección, cuando al entrar en la basílica de San Pedro todo el mundo gritaba y aplaudía lleno de entusiasmo, yo pensaba: Acuérdate de tu madre, que era una mujer humilde y sencilla».

    En medio de sus ocupaciones apostólicas, de su «solicitud por todas las iglesias», no se olvida de atender a su familia. Invita a sus cuatro hermanos a que le visiten en París, y ha de ayudarles a ponerse la corbata. Pero no acepta la sugerencia de asociarles a la corte pontificia. A su secretario, Capovilla, le dice: «Siento haberte apartado de tu madre tanto tiempo. Prométeme que, cuando todo esto haya terminado, irás a verla».

    Una noche, en la plaza de San Pedro, dijo a los fieles: «Al llegar a casa acariciad a vuestros hijos y decidles que es de parte del Papa» Cuando le visitó el yerno de Kruschew, Adzjubei, con su esposa Rada, les preguntó el nombre de sus hijos. — Nikita, Aleksei e Iván—, le contestaron. «Pues dadles un abrazo de mi parte, les dijo el Papa, y en especial a Iván (Juan)».

    SAN JOSÉ DEL ADVIENTO


    SAN JOSÉ DEL ADVIENTO


    Es tiempo de espera fecunda, sendero seguro por donde se encaminan nuestros pasos al encuentro de ese Dios que se hace Niño, uno más entre nosotros.

    Y así como cuando decimos Adviento decimos también María, no podemos soslayar a José de Nazareth.
    Su presencia constante y silenciosa, el abdicar de todo protagonismo para estar siempre disponible allí en donde le necesiten, debería florecernos la mansedumbre y el servicio.

    Piadoso y religiosamente observante, es ante todo y por sobre todo, un hombre justo; a no confundirse, no está sometido a las veleidades de una limitada balanza humana. Antes bien, es justo con mayúsculas porque ajusta su voluntad a la del Dios del Universo por encima de todas las cosas.

    Cuando esa humilde muchacha galilea –a la que ama incondicionalmente- presenta los síntomas ciertos de un embarazo sospechoso, José duda. Sabe que la rigidez de la ley mosaica pone a su amor en grave riesgo: por eso decide irse en silencio, evitando la sombra ominosa de la muerte y la ignominia que acosa a María.

    Pero es un hombre que sabe oír y escuchar: ante el consejo de un Mensajero, no vacila y toma a María por esposa, casa en común, hogar fecundo
    -habría que imaginarse, por un momento, una fiesta campesina allí en esa aldea, en honor de los noveles esposos-

    El carpintero trabaja y trabaja; ya no es un hombre solo, hay una esposa con un hijo en camino que necesitan el sustento que puedan procurar sus manos encallecidas.
    Así los días, del amanecer al ocaso, madera y esfuerzo, y un vientre amado que crece ante sus ojos mansos.

    Edicto imperial, conteo de vasallos, censo: cada varón –las mujeres no cuentan- debe apersonarse en su pueblo natal para empadronarse.

    José se pone en marcha con María y el Niño cercano, de Nazareth a Belén, ciento cincuenta kilómetros de ruta terrera y pedregosa no exenta de peligros.
    Llegan a la Casa del Pan –Bethlehem de Judá- con apuros y urgencias: ese Niño ya no ha de esperar, el tiempo está maduro… allí mismo, toda la Creación contiene el aliento.

    José no disfraza su acento ni esconde sus ropas polvorientas en el pedido de albergue: un posadero tajante los rechaza con un predecible –no hay lugar-. Ni hablar: pobres y con maternidad inminente, todo un mal negocio.

    Les queda una gruta oscura, cueva en donde el ganado quizás busque alivio al frío nocturno.
    Solos ellos en la noche, solita la María en el trance bravo del parto, no hay lecho, posada ni mucho menos partera… Pero está la mano tranquilizadora del carpintero, que sostiene y asiste, quizás sin saber mucho qué cosa hacer en esos menesteres.

    -¿acaso hay algo tan gravitante y transformador en la vida como el nacimiento de un hijo?-

    Ese Niño, esperado amorosamente por María y José y ansiado durante generaciones, por fin ha llegado. Ya nada será igual: por el nombre de ese Niño Jesús -Yehoshua, Yahveh Salva- creemos rotundamente que Dios nos salva, que se hace uno de nosotros y que la vida plena se abre caminos desde los niños y a través de los pobres y los humildes.

    Un pequeño alto en el camino: usualmente se sindica a San José como padre legal de Jesús, custodio del Redentor o el menos certero padre adoptivo.

    Por un momento, intentemos ponernos en su alma... Si tanto maternidad como paternidad son -ante todo- cuestiones cordiales, es decir, en las que prima el corazón por sobre el hecho biológico fundante, José es verdaderamente padre de Jesús.

    Así lo reconoció desde sus primeros signos en María, y así lo cuidó con paternal afecto desde el mismo comienzo.
    Así sostuvo con su trabajo y esfuerzo a su esposa y a su hijo.
    Así los protegió en el duro camino del exilio -José, María y Jesús emigrantes a Egipto-.
    Así seguramente le fué enseñando su oficio, tekton hábil con la madera.
    Así lo guió en sus primeros pasos en la fé de Abraham y Jacob.
    Así se inundó de angustia cuando en tiempos de su Bar Mitzvah ese Hijo amado se les extravía por tres días, y lo encuentran en el Templo, enseñando a escribas y doctores.

    Seguramente, el Maestro pronunció vacilante ¡Immá! ¡Mamá! de Niño, descubriéndose en los ojos profundos de María.
    Seguramente, a José lo llamaba pleno de ternura infantil ¡Abbá! ¡Papá!, término cuyo significado descubrió en la vida mansa y santa del carpintero, y que luego utilizaría para enseñarnos y revelarnos a todos el rostro de ese Dios escondido, Padre suyo y nuestro.

    En este Adviento, dejando de lado cualquier intento laudatorio o ansias de reivindicar, grato es volver la mirada a José de Nazareth.
    Y con él, a tantas y tantos Josés silenciosos y serviciales, mansos y humildes renegados de cualquier éxito, siempre disponibles allí donde se los necesite, decididos protectores de esta Vida que se nos regala y que se viene asomando en pañales.

    DIOS ESTÁ...


    GRACIAS SEÑOR POR LA VIDA


    Gracias Señor por la vida


    Gracias Señor por la Vida que me das, por los momentos que me regalas, por tener un proyecto y un plan para mí: gracias Padre por tenerme en TI.

    Gracias por mis capacidades, por los talentos y dones, que me ayudan a ser puente entre Vos y los demás.

    Gracias también por mis defectos, mis dudas, mis dificultades y mis límites; con ellos me enseñas que sólo soy y tengo sentido, en Tus Manos.

    Gracias por mi soledad y también por mis afectos, porque de ese cruce entre los otros y yo, descubro nuevas experiencias de vida.

    Gracias por darme nuevos sueños, nuevos proyectos y nueva luz, después que hubo tanta oscuridad por soltarme de tu mano.

    Gracias por encontrarme, por cuidarme y protegerme, por llevarme siempre en tus brazos.

    Gracias por venir a mi, siempre, aún cuando yo me he alejado de ti,

    Gracias por amarme, como sólo me amas vos; y por cambiar mi corazón, llenándolo de tu amor. 

    Gracias Padre, Dios de la Vida. Por un año más de vida.

    EL EVANGELIO DE HOY: 07-12-2013

    Autor: H. Sérgio Mourao, LC | Fuente: Catholic.net
    Misión de los discípulos
    Mateo 9, 35. 10, 1. 6-8. Adviento. Sólo lograremos cumplir con este mandato misionario, si estamos unidos a Cristo.
     
    Misión de los discípulos
    Del santo Evangelio según san Mateo 9, 35. 10, 1. 6-8


    En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Les dijo: "Vayan más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente".

    Oración introductoria

    Jesucristo, creo que Tú también me has llamado para llevar adelante esta misión, pero muchas veces siento que no puedo, pues experimento mi debilidad e incapacidad. Enséñame, Jesús, a creer que siempre estás actuando en mi vida, que Tú me llamaste a esta misión, que estás conmigo; para que siga adelante y ayude a mis hermanos, en medio de tantas dificultades.

    Petición

    Señor, ayúdame a ser tu testigo en este mundo y a transmitir mi fe a los que más la necesiten.

    Meditación del Papa Francisco

    La oración. En el Evangelio hemos escuchado: "Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies". Los obreros para la mies no son elegidos mediante campañas publicitarias o llamadas al servicio de la generosidad, sino que son "elegidos" y "mandados" por Dios. Él es quien elige, Él es quien manda, Él es quien manda, Él es quien encomienda la misión. Por eso es importante la oración.
    La Iglesia, nos ha repetido Benedicto XVI, no es nuestra, sino de Dios; ¡y cuántas veces nosotros, los consagrados, pensamos que es nuestra! La convertimos… en lo que se nos ocurre. Pero no es nuestra, es de Dios. El campo a cultivar es suyo. Así pues, la misión es sobre todo gracia. La misión es gracia. Y si el apóstol es fruto de la oración, encontrará en ella la luz y la fuerza de su acción. En efecto, nuestra misión pierde su fecundidad, e incluso se apaga, en el mismo momento en que se interrumpe la conexión con la fuente, con el Señor. (S.S. Francisco, 7 de julio de 2013).

    Reflexión 

    El Papa Benedicto XVI nos enseña que no podemos llevar este mensaje por nosotros mismos, estando alejados del pastor, de Cristo. Sólo lograremos cumplir con este mandato misionario en cada una de las difíciles situaciones en las que vivimos, si estamos unidos a Cristo.
    Y el Papa va más allá: "No es con el poder, con la fuerza, con la violencia que el reino de paz de Cristo se extiende, sino con el don de sí". No podemos aceptar pasivamente el mal que sugiere el mundo y mucho menos querer combatirlo con la fuerza.
    Sólo podremos ayudar este mundo siendo de verdad lo que somos: cristianos, misioneros, apóstoles de Cristo. Y eso implica el don de nosotros mismos, salir de nuestras seguridades, de nuestras comodidades, para que el prójimo tenga también la paz y el amor de Dios, que nosotros debemos transmitir.

    Propósito

    Hoy ofreceré un pequeño sacrifico a Dios, por todos los que sufren a causa de su fe.

    Diálogo con Cristo

    Señor, Tú necesitas de colaboradores para la gran obra de tu redención. Necesitas de apóstoles convencidos y entusiasmados, que enseñen a otros. Señor, Tú me llamas a esta misión. Y creo que si Tú me lo pides, Tú me darás las fuerzas para responder: "Aquí estoy". Cura, Señor, mis debilidades y mis flaquezas, para que pueda ser un instrumento que dé salud a los demás. Señor, que yo no pierda la esperanza de luchar, aunque el mundo sea cada vez más agresivo. Que nunca me olvide de que Tú, el Salvador de este mundo, estás conmigo. ¡Gracias, Señor, por tu compañía! En tus manos, pongo este nuevo día.


    "Cuando estés con una persona, has de ver un alma: un alma a la que hay que ayudar, al que hay que comprender, con la que ha que convivir y a la que hay que salvar". (San Josemaría Escrivá, Forja n. 573)



  • Preguntas o comentarios al autor
  • H. Sérgio Mourao, LC 

    viernes, 6 de diciembre de 2013

    PREPAREN EL CAMINO CON ALEGRÍA: ADVIENTO


    Preparad el camino con alegría: ADVIENTO


    En estos días, ya cercanos a la Navidad, hay muchas cosas que nos invitan a la alegría. Desgraciadamente muchos se quedan sólo en la parte externa, material. Y, como son cosas pasajeras y a veces muy deficientes, la alegría se deshace como un pedazo de hielo puesto al calor del sol. En este domingo 3º de Adviento la Iglesia quiere que en la misma liturgia resuene la palabra alegría. Hoy lo vemos un poco en las tres lecturas. En la primera sentimos al profeta Isaías que invita a la esperanza alegre, a pesar de que el pueblo está en el destierro, porque Dios, que es nuestro creador, no puede querer en definitiva el mal, sino la alegría, para la cual debemos colaborar con el arrepentimiento y el acercarse al Señor.

    San Pablo en la segunda lectura es más explícito y nos dice: “Estad siempre alegres”. A veces nos empeñamos en creer que Dios quiere el mal para nosotros. Es necesario que afiancemos nuestra fe en Dios, que es nuestro Creador bondadoso y que por lo tanto desea siempre nuestro bien y nuestra felicidad. Este mundo es imperfecto y hay dificultades, que son para todos, buenos y malos. Pero para el que está con Dios, en todo sabe hallar la alegría de corazón, aunque sepa que la perfección de la felicidad estará en la vida futura. Pero si se busca la alegría por caminos que no llevan a Dios, al final sólo se halla la infelicidad y la tristeza. La experiencia de las personas entregadas a Dios nos dice que el hecho de conocer a Cristo y vivir con Él es una fuente continua de alegría. Ello requiere diálogos con Dios Padre, o con Cristo, que nos espera en la Eucaristía.

    La tristeza nace del egoísmo, de buscar compensaciones materiales, que muchas veces no llegan. La alegría es verdadera cuando uno procura hacer alegres a los demás. Este es uno de los grandes mensajes de Navidad. La alegría perfecta es un don de Dios; por eso hay que estar en continua acción de gracias. Como salmo responsorial de este día, nos presenta el “Magnificat” de la Santísima Virgen. Ella siente su alma desbordar de gozo, que quiere transmitir a su prima Isabel, y ante ella proclama la grandeza del Señor. En ese momento se siente agradecida y humilde.

    Esta virtud de la humildad aparece, para nuestro ejemplo, en la figura de S. Juan Bautista, que hoy nos trae el evangelio. Juan no era la luz, sino que daba testimonio de la luz. Fueron gentes importantes a preguntarle quién era y él declaró que no era un profeta, aunque su misión era hablar a favor de otro. Para esto se requiere mucha humildad o conocimiento de la realidad. Tanta humildad que decía que no era digno ni de “desatar la sandalia del Mesías”. Su mensaje era: “Preparad el camino”. Hoy, en las vísperas de la Navidad, también nos dice a nosotros que preparemos el camino. Para ello debemos estar en una especie de “desierto”, que significa un cierto silencio en nuestro interior. Hay muchos que en estos días navideños sólo quieren mucho ruido, mucha bulla externa; pero con ello no dejan que penetre el mensaje de Jesús.

    San Juan se parecía a los motoristas que van por delante de una carrera ciclista anunciando que la carrera ya viene. A la gente no le interesa mirar a los motoristas, sino sólo saber que ya vienen los ciclistas, que es lo que quieren ver. Así a veces nos quedamos sólo con los festejos externos de la Navidad y no atendemos para nada a aquel que realmente festejamos en la Navidad, que es Jesús, Dios hecho hombre.

    Es lo que les decía el Bautista a aquellos sacerdotes y levitas: “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. ¡Cuántas veces se puede decir esto de muchos cristianos en la Navidad! En medio de tanto ruido y gasto no conocen al Redentor. Nos empeñamos a veces en ver tinieblas donde hay luz y esplendor. La Navidad es el mensaje de Dios que se hace hombre por amor. Dios muestra su compasión y misericordia y nos enseña que, a pesar de los sufrimientos de esta vida, su mensaje es de optimismo y alegría para los que están dispuestos a acogerle en su corazón.

    P. Silverio Velasco (España)



    ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS




    ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

    Oh Señor mi dulce amigo
    cuatro cosas hoy te pido
    con mucha necesidad.

    Paciencia para sufrir
    Fuerza para trabajar
    Valor para resistir
    las penas que han de venir
    y me han de mortificar.

    Temperamento sereno
    para poder resolver
    las cosas con santa calma.

    Y así tener en el alma
    perfecta tranquilidad.

    Esto tengo que pedirte
    oh mi Jesús adorado
    en este día consagrado
    para adorarte y servirte
    por siempre.

    Amén.


    MEDITACIÓN BREVE



    Meditación breve


    Has recibido un destino de otra palabra más fuerte: es tu misión ser profeta, palabra de Dios viviente.

    Tú irás llevando la luz en una entrega perenne, que tu voz es voz de Dios y la voz de Dios no duerme.

    Vé por el mundo, grita a la gente que el amor de Dios no acaba, ni la voz de Dios se pierde.

    Sigue tu rumbo, profeta, sobre la arena caliente, sigue sembrando en el mundo que el fruto se hará presente.

    No temas si nuestra fe ante tu voz se detiene porque huimos del dolor y la voz de Dios nos duele.

    Vé por el mundo, grita a la gente que el amor de Dios no acaba, ni la voz de Dios se pierde.

    Sigue cantando, profeta, cantos de vida o de muerte, sigue anunciando a los hombres que el Reino de Dios ya viene.

    No callarán esa voz y a nadie puedes temerle, que tu voz viene de Dios y la voz de Dios no muere.


    Emilio Vicente Matéu

    GIRA YA


    GIRA YA

    Una vez me tocó ir a un lugar alejado de mi ciudad, donde el camino era tan estrecho que apenas podían pasar dos autos, y a una lado del camino había montaña y al otro un precipicio de como de 40 mts. de altura. Pregunté a un hombre que caminaba si faltaba mucho para llegar a mi destino, y me dijo que la entrada había quedado 1 kilómetro atrás.

    En ese momento empecé a descender más y más, buscando un lugar donde el auto pudiera dar la vuelta. Al no encontrarlo, me empecé a preocupar pues por más que avanzaba no podía dar marcha atrás, y más bien me alejaba cada vez mas de mi destino real. En aquel momento lo que más deseaba era un lugar donde pudiera "dar la vuelta" y regresar. En esa ocasión tuve que bajar aproximadamente 4 km. para poder girar y volver.

    ¿Sabes? , muchas veces hemos dejado atrás el bueno camino, tal vez has dejado ya muy lejos tu amistad con Dios. Pero tienes una ventaja con respecto mí en la historia, y es que no tienes que esperar más para volver hacia Dios. Lo único que debes hacer es dar la espalda a "tu camino" y darle la cara a Dios. Cambiar completamente tu rumbo.

    Vuelve!!! no te alejes más, pues tienes la oportunidad de volver en este mismo momento a los brazos de tu creador, que esperan abiertos tu regreso. Y no tendrás un regaño por parte de Dios, pues lo que El más anhela es que vuelvas.

    No lo dudes...GIRA AHORA!!!!! Y no te alejes más... el próximo lugar para "girar" puede estar lejos. Depende de ti. 

    EL EVANGELIO DEL DÍA: 6.12.2013

    Autor: Michael Hemm, L.C. | Fuente: Catholic.net
    Jesús es la luz de mi vida
    Mateo 9, 27-31. Adviento. Cristo nos regala la luz de la fe. Nos cura de la ceguera del pecado que nos impide verle a Él.
     
    Jesús es la luz de mi vida
    Del santo Evangelio según san Mateo 9, 27-31

    Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos gritando: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!". Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les preguntó: "¿Creen que puedo hacerlo?". Ellos le contestaron: "Sí, Señor". Entonces, les tocó los ojos diciendo: “Que se haga en ustedes conforme a su fe”. Y se les abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: "¡Que nadie lo sepa!". Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella región.

    Oración introductoria

    Señor, como los ciegos en el evangelio, también yo experimento la oscuridad y desorientación. No veo el sentido de tantas cosas en mi vida. Me doy cuenta que no puedo ayudarme yo mismo. Necesito tu ayuda. Tú me quieres ayudar en mi miseria. A veces me dejas esperar en la oscuridad para aumentar mi deseo por ti. Con un mayor deseo, te puedo recibir mejor. Quieres darme la luz de la fe. Yo confío en ti, en tu poder y en tu amor.

    Petición

    Señor Jesús, ayúdame a reconocer mi debilidad. Dame tu gracia para acercarme a ti. Aumenta mi fe en ti, en tu amor y en tu poder. Ábreme los ojos para verte y reconocerte en mi vida. Sé Tú la luz de mi vida.

    Meditación del Papa Francisco

    La palabra de Cristo, una vez escuchada y por su propio dinamismo, en el cristiano se transforma en respuesta, y se convierte en palabra pronunciada, en confesión de fe. Como dice san Pablo: “Con el corazón se cree [...], y con los labios se profesa”. La fe no es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva, sino que nace de la escucha y está destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio.
    En efecto, "¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿Cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie?". La fe se hace entonces operante en el cristiano a partir del don recibido, del Amor que atrae hacia Cristo, y le hace partícipe del camino de la Iglesia, peregrina en la historia hasta su cumplimiento. Quien ha sido transformado de este modo adquiere una nueva forma de ver, la fe se convierte en luz para sus ojos.(S.S. Francisco, encíclica Lumen fidei, n. 22).

    Reflexión 

    Cristo nos muestra su amor regalándonos la luz de la fe. Nos cura de la ceguera del pecado que nos impide verle a Él. Tenemos que experimentar este amor de Dios. Tenemos que experimentar que nos ama a cada uno de nosotros, personalmente. Necesitamos ojos de fe para ver el amor de Dios, para descubrir las huellas de Cristo en mi vida. Así nos entusiasmaremos por Él, porque reconoceremos que no hay nadie como Él en nuestra vida.

    Sólo si hacemos esta experiencia, podremos ser apóstoles de Jesucristo. La experiencia del amor y de la misericordia de Dios es la condición previa de nuestro apostolado. Él necesita que le ayudemos a abrir los ojos a la gente de hoy. ¡Cuánta gente hoy en día vive en la oscuridad por la falta de fe! ¡Cristo nos llama a ayudarle, a ser luz para ellos! Nos llama a ser un signo de la fe. Dios quiere que la gente lo vea a Él dentro de nosotros. Nos llama a la misión maravillosa de ser sus testigos.

    Propósito

    Hoy haré un acto de fe para ver a Dios en mi vida: Voy a tomar conciencia de su presencia (p.ej. en mi alma, en mi prójimo, en mi sufrimiento, en su voluntad para mí).

    Diálogo con Cristo

    Jesús, tú sabes que soy débil y que por mí mismo no tengo nada que te pueda regalar. Hoy me ofrezco a ti en mi nada. Te doy mis defectos y mi debilidad ¡Ilumina mi vida con la luz de tu presencia! ¡Dame fe en ti! Tú eres lo único que necesito. Si Tú estás conmigo, todo está bien. Dame fe en ti también en las horas en que no te veo, cuando todo parece oscuro. Ayúdame a confiar siempre en ti, en tiempos de alegría y en tiempos de oscuridad. Ayúdame a ser luz para mi prójimo.


    "Quédate con nosotros, porque nos rodean en el alma las tinieblas y sólo Tú eres luz, sólo Tú puedes calmar esta ansia que nos consume. Porque entre las cosas hermosas, honestas, no ignoramos cual es la primera: poseer siempre a Dios". (San Gregorio Nacianceno, Epístola 212) 

    jueves, 5 de diciembre de 2013

    MEDITACIÓN SOBRE EL ADVIENTO


    MEDITACIÓN SOBRE EL ADVIENTO

    El adviento significa despertar a todos los sueños diarios, despertar a la realidad.  La palabra "vigilar" alude a "estar fresco, atento", y quien está atento, quien vive con conciencia cada momento está completamente presente, vivo y sobrio.  Aquel que no se embriaga con el ajetreo está despierto.

    No tenemos que dedicarnos a responder todas las cartas que hemos dejado de lado durante el año, no tenemos que dejarnos arrastrar por el estado de exaltación propio del consumismo, y tampoco tenemos que darnos a la tarea de cumplir con nuestros deseos.  La atención y el estar despierto nos enseñan lo que realmente importa en la navidad. 

    Vigilar no es solamente la actitud fundamental del adviento.  La historia de navidad habla de los pastores que estaban de guardia por la noche y precisamente porque vigilaban, les es anunciado el alegre mensaje del nacimiento del Mesías. 

    Quién está despierto, está abierto y es receptivo al secreto que quiere capturar nuestra atención.

    LO QUE MERECE EL ENFERMO TERMINAL


    Lo que merece el enfermo terminal


    Dejemos de lado, por un momento, la palabra “eutanasia”. Porque con ella algunos dicen una cosa y otros otra.

    Fijemos, entonces, nuestra atención en el enfermo, en sus deseos y temores, en su fragilidad y su dolor, en su dependencia cada vez mayor de las manos y de la honestidad del equipo médico.

    ¿Qué merece un enfermo? Merece que sea visto siempre como un ser humano. Pase lo que pase, conserva siempre su dignidad. Posee un valor inmenso, con unas necesidades muy grandes en su cuerpo y, no hay que olvidarlo, en su espíritu.

    Merece, por lo mismo, ser respetado en sus deseos legítimos y ser atendido en su enfermedad. Aunque sea un enfermo “terminal” al que le quedan pocas semanas de vida, su mirada, su corazón, su fragilidad, han de ser tratados con pericia y, sobre todo, con cariño.

    No podemos despreciarle o dejarle de lado. Aunque cueste dinero, aunque ocupe una cama y aparatos muy sofisticados, aunque su acercamiento a la muerte nos lleve a pensar que sería mejor “adelantar” su muerte. Nunca será justo actuar contra su vida y contra sus derechos fundamentales.

    Dentro del marco del respeto, el enfermo o, cuando él no pueda hablar, sus familiares, tiene el derecho de decir “basta” ante tratamientos que no sean capaces de curarle y que alarguen dolorosamente su camino hacia la muerte. No es justo “ensañarse” contra sus deseos y probar en un cuerpo herido aparatos y métodos que sólo sirven para prolongar, unos días o meses, una vida cuando el enfermo dice “ya déjenme morir en paz”.

    No nos confundamos: no es matar a un enfermo el suspender tratamientos que el mismo enfermo ya no desea de modo razonable, porque los considera excesivos o porque acepta que la vida merece rendirse ante el proceso de una enfermedad incurable. En cambio, sí es matarlo quitarle tratamientos necesarios para su supervivencia y pedidos por el mismo enfermo, si éste considera que vale la pena alargar unas semanas o unos meses su existencia terrena.

    Por lo tanto, los tratamientos que no curan y que prolongan la lenta agonía del enfermo pueden ser suspendidos. En ese caso, habrá que mantener aquellas atenciones mínimas que todo ser humano merece: alimentación, hidratación, limpieza, tratamiento del dolor a través del uso de calmantes.

    Demos al enfermo terminal todo lo que merece y todo lo que pida de modo legítimo. No pensemos nunca en acelerar su muerte, pero tampoco alarguemos sus sufrimientos con tratamientos inútiles que un enfermo ya no desee. De este modo, mantendremos el respeto a su dignidad y a su autonomía legítima, mientras le ofrecemos todo aquello que pueda ayudarle un poco en los últimos días de su existencia entre nosotros.

    Fernando Pascual 

    ¿DONDE ESTÁN LAS MANOS DE DIOS?



    ¿DONDE ESTÁN LAS MANOS DE DIOS?

    Cuando observo el campo sin arar; cuando los aperos de labranza están olvidados; Cuando la tierra está quebrada y abandonada me pregunto:
    ¿Dónde estarán las manos de Dios?

    Cuando observo la injusticia, la corrupción, el que explota al débil; cuando veo al prepotente pedante enriquecerse del ignorante y del pobre, del obrero, del campesino carente de recursos para defender sus derechos, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

    Cuando contemplo a esa anciana olvidada; cuando su mirada es nostalgia y balbucea todavía algunas palabras de amor por el hijo que la abandonó, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

    Cuando veo al moribundo en su agonía llena de dolor; cuando observo a su pareja deseando no verle sufrir; cuando el sufrimiento es intolerable y su lecho se convierte en un grito de súplica de paz, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

    Cuando miro a ese joven, antes fuerte y decidido, ahora embrutecido por la droga y el alcohol; cuando veo titubeante lo que antes era una inteligencia brillante y ahora harapos sin rumbo ni destino, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

    Cuando a esa chiquilla que debería soñar en fantasías, la veo arrastrar su existencia y en su rostro se refleja ya el hastío de vivir, y buscando sobrevivir se pinta la boca, se ciñe el vestido y sale a vender su frágil cuerpecito, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

    Cuando aquel pequeño a las tres de la madrugada me ofrece su periódico, su miserable cajita de dulces sin vender; cuando lo veo dormir en una puerta titiritando de frío; cuando su mirada me reclama una caricia; cuando lo veo sin esperanzas vagar con la única compañía de un perro callejero, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?

    Y me enfrento a Él y le pregunto:

    ¿Dónde están tus manos, Señor? Para luchar por la justicia, para dar una caricia, un consuelo al abandonado, rescatar a la juventud de las drogas, dar amor y ternura a los olvidados.

    Después de un largo silencio escuché su voz que me reclamó:

    “No te das cuenta que tú eres mis manos, atrévete a usarlas para lo que fueron hechas: para dar amor y alcanzar estrellas”.

    Y comprendí que las manos de Dios somos “TÚ y YO”, los que tenemos la voluntad, el conocimiento y el coraje de luchar por un mundo más humano y justo, aquellos cuyos ideales sean tan altos que no puedan dejar de acudir a la llamada del destino, aquellos que desafiando el dolor, la crítica y la blasfemia se retienen a sí mismos para ser las manos de Dios.

    Señor, ahora me doy cuenta que mis manos están sin llenar, que no han dado lo que deberían de dar, te pido ahora perdón por el amor que me diste y no he sabido compartir, las debo usar para amar y conquistar la grandeza de la creación.

    El mundo necesita de esas manos llenas de ideales, cuya obra magna sea contribuir día a día a forjar una nueva civilización que busque valores superiores, que compartan generosamente lo que Dios nos ha dado y puedan llegar al final habiendo entregado todo con amor.
    Y Dios seguramente dirá:

    ¡ESAS SON MIS MANOS!

    ORACIÓN A JESÚS EUCARISTÍA POR LOS SACERDOTES


    ORACIÓN A JESÚS EUCARISTÍA POR LOS SACERDOTES

    Señor Jesús, presente en el Santísimo Sacramento,
    que quisiste perpetuarte entre nosotros
    por medio de tus Sacerdotes,
    haz que sus palabras sean sólo las tuyas,
    que sus gestos sean los tuyos,
    que su vida sea fiel reflejo de la tuya.
    Que ellos sean los hombres que hablen a Dios de los hombres
    y hablen a los hombres de Dios.

    Que no tengan miedo al servicio,
    sirviendo a la Iglesia como Ella quiere ser servida.
    Que sean hombres, testigos del eterno en nuestro tiempo,
    caminando por las sendas de la historia con tu mismo paso
    y haciendo el bien a todos.

    Que sean fieles a sus compromisos,
    celosos de su vocación y de su entrega,
    claros espejos de la propia identidad
    y que vivan con la alegría del don recibido.
    Te lo pido por tu Madre Santa María:

    Ella que estuvo presente en tu vida
    estará siempre presente en la vida de tus sacerdotes. Amen

    CITAS BÍBLICAS SOBRE LA EUCARISTÍA


    CITAS BÍBLICAS SOBRE LA EUCARISTÍA


    " Yo soy la vid;
    Vosotros los sarmientos.
    El que permanece en mi y yo en él,
    Ese da mucho fruto;
    Porque separados de mi no podéis hacer nada."
    Jn 15,5

    "En verdad, en verdad os digo:
    si no coméis la carne del Hijo del hombre,
    y no bebéis su sangre,
    no tenéis vida en vosotros."
    Jn 5,53

    "y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi; 
    la vida que vivo al presente en la carne, 
    la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó
    y se entrego a sí mismo por mí."
    Gal 2,20

    "Porque donde esté vuestro tesoro, 
    allí estará también vuestro corazón."
    Lc 12,34 

    PREPARAR PARA LA NAVIDAD CON LA ORACIÓN



    Autor: SS Francisco | Fuente: Catholic.net
    Preparar para la Navidad con la oración
    La oración, la caridad y la alabanza, con el corazón abierto para que el Señor nos encuentre.
     
    Preparar para la Navidad con la oración
    Fragmento de la homilía del Papa Francisco en Santa Marta el 2 de diciembre 2013


    Prepararse para la Navidad con la oración, la caridad y la alabanza: con el corazón abierto para dejarse encontrar por el Señor que todo lo renueva.

    En el Adviento empezamos un nuevo camino, un "camino de la Iglesia ... hacia la Navidad". Vayamos al encuentro del Señor, porque la Navidad no es sólo un acontecimiento temporal o un recuerdo de una cosa bonita.

    La Navidad es algo más: vamos por este camino para encontrarnos con el Señor. ¡La Navidad es un encuentro! Y caminamos para encontrarlo: encontrarlo con el corazón; con la vida; encontrarlo vivo, como Él es; encontrarlo con fe. El Señor, en la palabra de Dios que escuchamos, se maravilló del centurión: se maravilló de la fe que el tenia. Él había hecho un camino para encontrarse con el Señor, pero lo había hecho con fe. Por eso no sólo él se ha encontrado con el Señor, sino que ha sentido la alegría de ser encontrado por el Señor. Y este es precisamente el encuentro que nosotros queremos: ¡el encuentro de la fe!

    Pero más allá de ser nosotros los que encontremos al Señor, es importante "dejarnos encontrar por Él"

    Cuando somos nosotros solos los que encontramos al Señor, somos nosotros –digámoslo, entre comillas – los dueños de este encuentro; pero cuando nos dejamos encontrar por Él, es Él quien entra en nosotros, es Él el que vuelve a hacer todo de nuevo, porque esta es la venida, lo que significa cuando viene Cristo: volver a hacer todo de nuevo, rehacer el corazón, el alma, la vida, la esperanza, el camino. Nosotros estamos en camino con fe, con la fe del centurión, para encontrar al Señor y, sobre todo, ¡para dejar que Él nos encuentre!

    Pero se necesita un corazón abierto:¡para que Él me encuentre! Y me diga aquello que Él quiere decirme, ¡que no es siempre aquello que yo quiero que me diga! Él es Señor y Él me dirá lo que tiene para mí, porque el Señor no nos mira a todos juntos, como una masa. ¡No, no! Nos mira a cada uno a la cara, a los ojos, porque el amor no es un amor así, abstracto: ¡es un amor concreto! De persona a persona: el Señor persona me mira a mí persona. Dejarse encontrar por el Señor es precisamente esto: ¡dejarse amar por el Señor!

    En este camino hacia la Navidad, nos ayudan algunas actitudes:
    La perseverancia en la oración, rezar más; 
    La laboriosidad en la caridad fraterna, acercarnos un poco más a los que están necesitados; 
    y la alegría en la alabanza del Señor.

    Por tanto: la oración, la caridad y la alabanza, con el corazón abierto para que el Señor nos encuentre. 

    EL EVANGELIO DE HOY: 05-12-2013

    Autor: José Ignacio Olvera Mendoza | Fuente: Catholic.net
    La verdadera sabiduría
    Juan 1, 19-28. Adviento. Dios es la Verdadera Sabiduría, y debemos creer y sentir que realmente la poseemos, porque Él quiso entregarse a nosotros.
     
    La verdadera sabiduría
    Del santo Evangelio según san Mateo 7, 21.24-27

    En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.

    Oración introductoria

    Jesús mío, aquí estoy para escucharte. Ahora que apenas inicia este tiempo de preparación para recibirte, te entrego mi corazón como mi primer y más apreciado regalo. Te regalo un corazón abierto para escucharte verdaderamente; que estén mis oídos atentos a tu Palabra sabia, llena de amor y misericordia. Que escuche para hacer de tu Palabra auténtica vida. Protégeme, por tanto, de toda distracción material y superficial en este tiempo para llenarme de Ti. Que invite a los demás a estar contigo, Único y Verdadero Bien de mi vida. Gracias por último, por permitirme ahora tener un corazón abierto.

    Petición

    Señor, te pido humildemente un corazón sabio, un corazón consciente de que Tú eres lo primero y lo más grandioso de mi vida.

    Meditación del Papa Francisco

    La fe entiende que la Palabra, aparentemente efímera y pasajera, cuando es pronunciada por el Dios fiel, se convierte en lo más seguro e inquebrantable que pueda haber, en lo que hace posible que nuestro camino tenga continuidad en el tiempo. La fe acoge esta Palabra como roca firme, para construir sobre ella con sólido fundamento. [...]
    No hay diferencia entre la fe de "aquel que destaca por su elocuencia" y de "quien es más débil en la palabra", entre quien es superior y quien tiene menos capacidad: ni el primero puede ampliar la fe, ni el segundo reducirla. Por último, la fe es una porque es compartida por toda la Iglesia, que forma un solo cuerpo y un solo espíritu. En la comunión del único sujeto que es la Iglesia, recibimos una mirada común. Confesando la misma fe, nos apoyamos sobre la misma roca, somos transformados por el mismo Espíritu de amor, irradiamos una única luz y tenemos una única mirada para penetrar la realidad.(S.S. Francisco, encíclica Lumen fidei n. 10 y 47). 

    Reflexión 

    Dios es la Verdadera Sabiduría, y debemos creer y sentir que realmente la poseemos. La poseemos porque Él quiso entregarse a nosotros y nosotros libremente podemos acogerlo. Acoger su sabiduría es acoger su Palabra, y acoger su Palabra es vivir la síntesis del Evangelio que podríamos citarla en dos aspectos: Este es mi mandamiento: "Ámense los unos a los otros, como yo los he amado."(Jn 15, 12).

    Y el otro aspecto indica cómo nos ama Él: "Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna." (Jn 3, 16). Esta es la simplicidad de Dios: Dios es simple, nos ama gratuitamente sin que hayamos hecho algo para merecerlo y sencillamente nos quiere con Él para la toda la eternidad a través de Jesús.

    Por tanto, tengamos un corazón abierto a la Palabra de Dios en este tiempo y no temamos compartir nuestra reflexión con aquellos que nos rodean, ya que todo hombre está llamado a conocer la Verdad, a conocerle a Él íntimamente y alcanzar la Eternidad con Él y en Él.

    Propósito

    Haré una oración espontánea junto con algún ser querido (hijo, hermano, marido, esposa, pariente, amigo...) donde le pida a Dios que me conceda la gracia de prepararme auténticamente para la Navidad.

    Diálogo con Cristo

    Jesús mío, Tú conoces bien mi vida, conoces quién soy y no hay nada oculto ante Ti. Gracias porque hoy puedo acercarme más a Ti. Dame la fortaleza necesaria para ser constante en mis propósitos y para que viva con alegría este día, pues lo comparto contigo. Por favor, que cada día te conozca más, para amarte más y darme más a los demás. "Pidamos a Dios con confianza la sabiduría del corazón por intercesión de Aquella que acogió en su seno y engendró a la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor. ¡María, Sede de la Sabiduría, ruega por nosotros!" (Benedicto XVI, Ángelus, 20 de septiembre de 2009).



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