martes, 28 de mayo de 2013

¡El amor de Dios no tiene límites!


¡El amor de Dios no tiene límites!

        El amor de Dios es tan inmenso, que desciende a cualquier profundidad para salvar a alguien; llega a cualquier extremo para rescatarlo. ¡Él puede amar al hombre que haya caído a lo más bajo y salvarlo en su momento de mayor necesidad, cuando se encuentre en su estado más lamentable! ¡Para Él no hay límite ni extremo al que no llegaría para salvar a una pobre alma perdida con Su amor infinito y Su misericordia ilimitada! ¡Él desciende al nivel de nuestra necesidad!

        "¡El amor de Dios va más allá de lo que uno pueda describir! ¡Sobrepasa la más alta estrella y baja hasta el infierno más vil!" ¡Mira cuán grande es la misericordia de Cristo! "Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches" (Mat.12:40). ¡Descendió a las entrañas del infierno para predicar el Evangelio de la liberación a los espíritus allí encarcelados! (1Pe.3:18-20)

        "¿Adónde me iré de tu Espíritu? ¿Y adónde huiré de tu presencia? ¡Si subiere a los cielos, allí estás Tú; y si en el infierno hiciere mi estrado, he aquí, allí Tú estás! ¡Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará Tu mano, y me asirá Tu diestra!" (Sal.139:7-10)

MANOS QUE ORAN


Manos que oran

Durante el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nuremberg, vivía una familia con 18 niños. Para poder poner pan en la mesa para tal prole, el padre, y jefe de la familia, trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de oro, y en cualquier otra cosa que se presentara. A pesar de las condiciones tan pobres en que vivían, dos de los hijos de Albrecht Durer tenían un sueño. Ambos querían desarrollar su talento para el arte, pero bien sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la Academia.

        Después de muchas noches de conversaciones calladas entre los dos, llegaron a un acuerdo. Lanzarían al aire una moneda. El perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara. Al terminar sus estudios, el ganador pagaría entonces los estudios al que quedara en casa, con las ventas de sus obras, o como fuera necesario. Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la Iglesia. Albretch Durer gano y se fue a estudiar a Nuremberg.

        Albert comenzó entonces el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció por los próximos cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una sensación en la Academia.

        Los grabados de Albretch, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación, ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su arte.

        Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durer se reunió para una cena festiva en su honor. Al finalizar la memorable velada, Albretch se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado para hacer sus estudios una realidad.

        Sus palabras finales fueron: "Y ahora, Albert hermano mío, es tu turno.  Ahora puedes ir tú a Nuremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de ti".

        Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba Albert, quien tenía el rostro empapado en lágrimas, y movía de lado a lado la cabeza mientras murmuraba una y otra vez: "No... no...no...".

        Finalmente, Albert se puso de pie y secó sus lágrimas. Miró por un momento a cada uno de aquellos seres queridos y se dirigió luego a su hermano, y poniendo su mano en la mejilla de aquel le dijo suavemente: "No, hermano, no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde para mí. Mira lo que cuatro años de trabajo en las minas han hecho a mis manos. Cada hueso de mis manos se ha roto al menos una vez, y últimamente la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis... mucho menos podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino y no podría manejar la pluma ni el pincel. No, hermano... para mí ya es tarde".

        Mas de 450 años han pasado desde ese día. Hoy en día los grabados, óleos, acuarelas, tallas y demás obras de Albretch Durer pueden ser vistos en museos alrededor de todo el mundo. Pero seguramente usted, como la mayoría de las personas, sólo recuerde uno. Lo que es más, seguramente hasta tenga uno en su oficina o en su casa.

        Un día, para rendir homenaje al sacrificio de su hermano Albert, Albretch Durer dibujó las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta poderosa obra simplemente "Manos", pero el mundo entero abrió de inmediato su corazón a su obra de arte y se le cambió el nombre a la obra por el de "Manos que oran".

        La próxima vez que vea una copia de esa creación, mírela bien. Permita que sirva de recordatorio, si es que lo necesita, de que nadie, nunca, ¡triunfa solo!

EL EVANGELIO DEL DIA - MARTES 28.06.2013

Autor: Arturo Escalona | Fuente: Catholic.net
Recibirán cien veces más en esta vida
Marcos 10, 28-31. Tiempo Ordinario. No cedamos a la tentación de buscar éxitos y apoyos humanos, en vez de contar sólo y siempre con Cristo.
 
Recibirán cien veces más en esta vida
Del santo evangelio según san Marcos 10, 28-31

Entonces Pedro le dijo: Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte. Y Jesús contestó: En verdad les digo: Ninguno que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o campos por mi causa y por el Evangelio quedará sin recompensa. Pues, aun con persecuciones, recibirá cien veces más en la presente vida en casas, hermanos, hermanas, hijos y campos, y en el mundo venidero la vida eterna. Entonces muchos que ahora son primeros serán últimos, y los que son ahora últimos serán primeros.

Oración introductoria

Jesús, todos te estamos siguiendo, unos casados, otros solteros y otros consagrándose a ti, pero en fin todos buscamos seguirte porque para eso nos has elegido. Ayúdame a comprender, en este rato de oración, que seguirte no me hará la vida color de rosa sino que me exigirá llevar mi cruz. Sólo contigo y con mi colaboración podré llegar a la meta que me tienes marcada y recibir el premio que es estar contigo en el cielo.

Petición

Señor Jesús, ayúdame a seguirte más de cerca y que no me engañe siguiendo mis caprichos y pensando que son tus deseos.

Meditación del Papa

Todos nosotros, queridos hermanos y hermanas, con el bautismo hemos sido llamados a seguir y servir a Jesús; sabemos que no podemos y no debemos esperar aplausos y reconocimientos en esta tierra. La verdadera recompensa del discípulo fiel está "en los cielos": es Cristo mismo. No olvidemos nunca esta verdad. No cedamos nunca a la tentación de buscar éxitos y apoyos humanos, en vez de contar sólo y siempre con Aquel que vino al mundo para salvarnos y nos redimió en la cruz. Cualquiera que sea el servicio que Dios nos llama a desempeñar en su viña, debe estar siempre animado por una humilde adhesión a su voluntad. Homilía de su santidad Benedicto XVI, viernes 14 de diciembre de 2007

Reflexión

Es Pedro quien se gloría de haberlo dejado todo. Tan duras les resultaban las palabras del Maestro cuando decía que ningún rico se salvaría. Ellos no eran ricos. Pero con mucho o con poco se es rico, esto es: todo hombre se apega a las cosas. Pedro, hablando más con el espíritu que con la carne, dice bien: "lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Pero, entre las cosas que se nos prometen, está una poco agradable, poco atrayente: la persecución. Se nos prometen persecuciones como premio por el seguimiento de Cristo.
¿Quién está libre de las cruces de esta vida? ¿Quién en esta tierra ha vivido sin sufrir algo? Nadie. Todos sufrimos en esta vida. Pero es extraño sufrir para el que no ama. Es una locura sufrir por Cristo si no se le tiene. Quien lo tiene lo da todo por Él, porque lo ama. Quien sufre por alguien amado, crece; se enaltece; siente que recibe más de lo que ha dado. Optar por Cristo siempre será la mejor opción de nuestra vida porque Él da sentido a nuestro dolor.

Propósito

Hoy, por amor a Dios, me comprometo a hacer un sacrificio en alguna comida ofreciéndolo por todas las personas que no tienen.

Diálogo con Cristo

¡Dios mío! Qué dura es la vida sin tu compañía, pero es más duro vivir queriendo seguirme a mí mismo, Por eso, te suplico que me des tu gracia para nunca buscar mis propios intereses. Que me esfuerce en servir a todos los que me rodean, para que, al humillarme en esta vida, merezca la gloria de estar contigo en el cielo.


Experimentar que Dios no es una entidad abstracta, sino una Realidad tan grande y fuerte que llena de modo sobreabundante el corazón del hombre, una Persona viva y cercana, que nos ama y pide ser amada Benedicto XVI, 27 de junio de 2010



  • Preguntas o comentarios al autor
  • Arturo Escalona

    lunes, 27 de mayo de 2013

    UN MINUTO MARIANO


    UN MINUTO MARIANO

     ¡Oh María! Quien te mira se queda reconfortado en todos sus dolores, tribulaciones y penas y vence todas las tentaciones. Quien no sepa lo que Dios es, que recurra a ti, ¡oh María! Quien no encuentre misericordia en Dios, que recurra a ti, ¡oh María! Quien no se conforme con la voluntad de Dios, que recurra a ti, ¡oh María! Quien sienta desfallecer, que recurra a ti que eres fortaleza y poder.

    Quien se encuentra en una lucha continua, que recurra a ti que eres un mar pacífico . Quien se encuentre en tentación, que recurra a ti que eres madre de humildad y no hay nada que ahuyente tan fácilmente al demonio como la humildad. Que acuda a ti, que acuda a ti, ¡oh María!


    Santa María Magdalena de Pazzi

    LOS CINCO MINUTOS DE DIOS - 27 DE MAYO DEL 2013


    LOS  CINCO MINUTOS DE DIOS
    27 DE MAYO DEL 2013


    El mundo es de Dios, pero se lo alquila a los valientes. Es que Dios ha hecho al mundo, pero ha querido ponerlo en manos de los hombres para que lo perfeccionen y desarrollen. Por eso es preciso que los hombres cobren conciencia de esta su responsabilidad: que Dios no hará por sí lo que ha determinado hacer por los hombres.
    Llénate, pues, de coraje; sumérgete en tu tiempo; fórmate apóstol. Quizá tú no puedas contribuir a que el mundo se desarrolle y perfeccione en el campo de la medicina o de la electrónica; pero sí puedes contribuir en el campo de la justicia, de la verdad, de la bondad.
    Fórmate apóstol y se te abrirán caminos para tu apostolado y llegará la paz con su sonrisa y el amor se difundirá para todos como un río de amplias orillas; y habrá un mundo mejor, más perfecto, más justo; y tú habrás colaborado con Dios en su obra creadora.

    "Yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad" (1 Tim, 2, 7). Piensa si tú también has sido constituido por Dios en apóstol de tus hermanos, que esperan de ti la luz de la fe. Piensa si tú, como el apóstol, "para el servicio del Evangelio has sido constituido heraldo, apóstol 'Y maestro" (2 Tim, 1, 11).

    Extraído del Libro: "Los cinco Minutos de Dios"  de Alfonso Milagros

    EL EVANGELIO DE HOY

    Autor: H. Joel Castañeda Ochoa | Fuente: Catholic.net
    El joven rico
    Marcos 10, 17-27. Tiempo Ordinario. El joven se fue triste. Poseía muchas riquezas y Cristo le pedía todo.
     
    El joven rico
    Del santo Evangelio según san Marcos 10, 17-27

    Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!»
    Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?» Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios».


    Oración introductoria

    Dios mío, hoy como a lo largo de toda la historia de la humanidad, sigues llamando hombres a servirte. Tú quieres acercarnos a la verdadera riqueza, capaz de dar la plena felicidad. Guíame y dame tu gracia para ser generoso. Te pido en esta meditación por todas las vocaciones, especialmente por aquellos que están en discernimiento. Ábreles el corazón para que no se apeguen a los bienes terrenales y dales la gracia especial de sentir la mirada amorosa de tu Hijo, para que respondan con generosidad al "¡Ven y sígueme!".

    Petición

    ¡Señor, que la única riqueza de mi vida entera seas tú!

    Meditación del Papa

    Es en este momento cuando Jesús da a sus discípulos -y también a nosotros hoy- su enseñanza: "¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!". Ante estas palabras, los discípulos quedaron desconcertados; y más aún cuando Jesús añadió: "Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios". Pero al verlos atónitos, dijo: "Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo". Comenta san Clemente de Alejandría: "La parábola enseña a los ricos que no deben descuidar la salvación como si estuvieran ya condenados, ni deben arrojar al mar la riqueza ni condenarla como insidiosa y hostil a la vida, sino que deben aprender cómo utilizarla y obtener la vida". La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de personas ricas que utilizaron sus propios bienes de modo evangélico, alcanzando también la santidad. Pensemos en san Francisco, santa Isabel de Hungría o san Carlos Borromeo. Que la Virgen María, Trono de la Sabiduría, nos ayude a acoger con alegría la invitación de Jesús para entrar en la plenitud de la vida. (Benedicto XVI, 14 de octubre de 2012).

    Reflexión

    Hoy, como a lo largo de la historia de la humanidad, el hombre tiene deseos de felicidad, de encontrar la vida verdadera. En lo profundo del corazón, nos damos cuenta de que no basta con realizar lo que todos hacen sino que es necesario corresponder a la grandeza de lo que hemos recibido. Pensemos en cuántas veces Cristo ha salido al paso de nuestras vidas para poder corresponderle con generosidad.
    El Maestro, en este pasaje, mira con amor al joven. No es difícil sentir la mirada amorosa de Cristo. Es necesario dejar que sus ojos penetren hasta lo más profundo del alma. Sólo de esa manera se le puede corresponder. Por el contrario, se le daría una respuesta incapaz de durar en el tiempo, sin profundizar en las consecuencias positivas que trae el responderle a Dios con generosidad.
    El joven se fue triste. Poseía muchas riquezas y Cristo le pedía todo. Pensaba que tenía que elegir: Cristo o sus cosas. Pero ya antes Cristo lo había elegido con su mirada amorosa. Imaginemos lo que Cristo proyectó para su vida. Quizás, habría sido uno de los discípulos, pero prefirió sus planes y hoy no sabemos ni siquiera el nombre de aquel joven.
    Cristo respeta nuestra libertad, escucha nuestros planes, nos mira con amor, nos invita finalmente a seguirlo, pero nos fuerza en absoluto. Él espera nuestra respuesta.

    El Señor sigue pasando a lo largo del camino y no se cansa de invitar. Quiere nuestra felicidad. Le entristecen nuestras preferencias por las riquezas y apegos a los bienes materiales. Ayudemos a los demás a centrarse en Cristo, no en lo material y caduco que nos ofrece el mundo.
    Propósito
    Analizar mi vida para ver si hay algo que vale más que Dios. En mi oración personal le pediré a Cristo la gracia de aceptar si voluntad en mi vida y de darle el primer lugar.

    Diálogo con Cristo

    Señor Jesús, gracias porque te has dignado mirarme con amor. Hay muchas personas que no te conocen y tú has querido que yo naciera en el seno de una familia cristiana. Gracias porque me has mirado con amor a lo largo de toda mi vida. Guíame y enséñame a mantenerme fiel hasta la muerte para no alejarme de ti jamás con la mirada triste, sino que permanezca a tu lado hasta poseerte completamente en el cielo.


    "Las renuncias son posibles y, al final, son incluso bellas si tienen un porqué y si este porqué justifica también la dificultad de la renuncia" Benedicto XVI, Discurso en la Plaza de San Pedro, 25 de marzo de 2010)



  • Preguntas o comentarios al autor
  • H. Joel Castañeda Ochoa

    NECESITO A ALGUIEN... TE NECESITO A TÍ

    NECESITO A ALGUIEN...
    TE NECESITO A TÍ



    Envíame a alguien, Señor,
    que tenga tiempo para estar conmigo,
    que venga a verme y rompa el pesado silencio de mis días,
    que me sonría y piense conmigo, que se sienta libre
    para poner su mano en mi corazón
    y sacar a la luz mis más íntimos pensamientos.

    ¿No serás Tú a quien yo espero?
    Tú no tienes reparo en regalarme tu tiempo,
    con tal de que yo sea capaz de advertir tu presencia.

    Tú sabes escucharme,
    con tal de que yo también te escuche
    y sepa estar en silencio delante de Ti.

    Toma mi mano, Señor,
    y quédate junto a mí te necesito..

    ¿EXISTE EL INFIERNO?


    ¿EXISTE EL INFIERNO?


    ¿Existe el infierno? Por supuesto que sí. Dios mismo, que tanto nos ama, nos habla de él. Sin embargo, hay personas que piensan que si Dios es amor y si Dios es padre, no puede existir el castigo del Infierno. Esas personas están profundamente equivocadas. Dios es Padre misericordioso, pero también es justo. Dios nos ha hecho libres y por tanto, si una persona no quiere saber nada de Dios y no quiere cumplir sus mandamientos, Dios no es culpable de su perdición. Si uno se encierra en una habitación y no deja que entre la luz del sol, ¿quién tiene la culpa de que esa habitación esté a oscuras? Dios está deseando que nos acojamos a su misericordia, pero si un pecador rechaza voluntariamente la misericordia de Dios, él y sólo él es el culpable de su condenación.

    La existencia del infierno es un dogma de fe, es decir, una verdad de fe proclamada solemnemente por el Magisterio de la Iglesia como perteneciente a la Revelación, y por tanto irreformable. Además, la fe claramente nos dice que "las almas de los que mueren en estado de pecado mortal van al infierno".


    Los católicos no debemos basar nuestra buena conducta en el temor al infierno, sino en el amor a Dios. Sin embargo, es conveniente recordar que hay un castigo justo. El temor nos debe ayudar a evitar aquello que nos causa daño. En momentos de debilidad y ceguera, cuando acecha la tentación, pensar en el infierno es conveniente y provechoso.

    Mucha gente vive como si no existiera el infierno y no les interesa que se hable de él. Ellos dicen que nadie ha venido del otro mundo para mostrarnos la existencia del infierno, pero están equivocados, ya que el propio Jesucristo vino al mundo y nos habló de él. Jesús llama al infierno "gehenna", palabra aramea que se refiere al valle del Hinnon, situado al sur de Jerusalén. Era un vertedero de desechos de la ciudad y el fuego que allí ardía y los gusanos de la basura, vinieron a ser símbolos de los tormentos eternos. En el evangelio podemos leer las siguientes referencias de Jesús hablando del infierno: Lo llama "gehenna de fuego" (Mt. 5,22) "gehenna donde el gusano no muere ni el fuego se extingue" (Mc. 9, 46-47); "fuego eterno" (Mt. 25,41); "fuego inextinguible" (Mt. 3,12; Mc 9,42); "horno de fuego" (Mt. 13,42); "suplicio eterno" (Mt. 25,46)... Allí hay tinieblas (Mt. 8,12; Mt 22,13, Mt. 25,30), "aullidos y rechinar de dientes" (Mt. 13,42, Lc. 13,28).

    No perdamos de vista además, que el infierno es nada menos que eterno, no hay vuelta atrás posible.

    Es bueno recordar en este momento la escena del rico Epulón, contada por Jesús a los fariseos: había un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día celebraba espléndidos banquetes. Un pobre, en cambio, llamado Lázaro, yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros acercándose le lamían sus llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán; murió también el rico y fue sepultado. Estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando sus ojos vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno; y gritando, dijo: Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en estas llamas. Contestó Abrahán: Hijo, acuérdate de que tú recibiste bienes durante tu vida y Lázaro, en cambio, males; ahora, pues, aquí él es consolado y tú atormentado. Además de todo esto, entre vosotros y nosotros hay interpuesto un gran abismo, de modo que los que quieren atravesar de aquí a vosotros, no pueden; ni pueden pasar de ahí a nosotros. Y dijo: Te ruego entonces, padre, que le envíes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos, para que les advierta y no vengan también a este lugar de tormentos. Pero replicó Abrahán: Tienen a Moisés y a los Profetas. ¡Que los oigan! El dijo: No, padre Abrahán; pero si alguno de entre los muertos va a ellos, se convertirán. Y les dijo: Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque uno de los muertos resucite"(Lc 16, 19-31).

    En la actualidad, Dios podría decir algo así como "Ahí tenéis las palabras del Papa, de los obispos, de vuestros sacerdotes, que os hablan en mi nombre. Si a ellos no les hacéis caso, es inútil que resucite a un muerto para avisaros de que hay infierno y que a él podéis ir, porque no haréis caso.


    Testimonios de quienes han visto el infierno

    Santa Teresa de Jesús, Santa Faustina Kowalska, la Venerable Ana de San Agustín, la Venerable Ana Catalina Emmerick, Lucía de Fátima, etc. han tenido la oportunidad de ver el infierno. A continuación, podrán leer algunos testimonios.

    Visión del infierno de Santa Faustina Kowalska, según lo escribió en su diario:

    "Hoy, fui llevada por un ángel a las profundidades del infierno. Es un lugar de gran tortura; ¡qué imponentemente grande y extenso es! Los tipos de torturas que vi: la primera que constituye el infierno es la pérdida de Dios; la segunda es el eterno remordimiento de conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; (160) la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla; es un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por el enojo de Dios; la quinta tortura es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante y, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros y ven todo el mal, el propio y el del resto; la sexta tortura es la compañía constante de Satanás; la séptima es la horrible desesperación, el odio de Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias. Éstas son las torturas sufridas por todos los condenado juntos, pero ése no es el extremo de los sufrimientos. Hay torturas especiales destinadas para las almas particulares. Éstos son los tormentos de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la forma en que ha pecado. Hay cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra. Yo me habría muerto ante la visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido.

    Debe el pecador saber que será torturado por toda la eternidad, en esos sentidos que suele usar para pecar. (161) Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay ningún infierno, o que nadie ha estado allí, y que por lo tanto nadie puede decir cómo es. Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del infierno para que pudiera hablar a las almas sobre él y para testificar sobre su existencia. No puedo hablar ahora sobre él; pero he recibido una orden de Dios de dejarlo por escrito. Los demonios estaban llenos de odio hacia mí, pero tuvieron que obedecerme por orden de Dios. Lo que he escrito es una sombra pálida de las cosas que vi. Pero noté una cosa: que la mayoría de las almas que están allí son de aquéllos que descreyeron que hay un infierno. Cuando regresé, apenas podía recuperarme del miedo. ¡Cuán terriblemente sufren las almas allí! Por consiguiente, oro aun más fervorosamente por la conversión de los pecadores. Suplico continuamente por la misericordia de Dios sobre ellos.

    Oh mi Jesús, preferiría estar en agonía hasta el fin del mundo, entre los mayores sufrimientos, antes que ofenderte con el menor de los pecados".

    Ana Catalina Emmerick dice que es “un país de infinitos tormentos, un mundo horrible y tenebroso “. Muchas veces, cuando ella iba al cementerio a orar por las almas, sentía quiénes estaban condenadas. Dice: “Veía salir como un vaho negro que me estremecía de algunos sepulcros. En estos casos, la idea viva de la santísima justicia de Dios era para mí como un ángel que me libraba de lo que había de espantoso en tales sepulcros “.

    Santa Teresa de Jesús nos cuenta: “Un día murió cierta persona, que había vivido harto mal y por muchos años. Murió sin confesión, mas con todo esto no me parecía a mí que se había de condenar Estando amortajando el cuerpo, vi muchos demonios tomar aquel cuerpo y parecía que jugaban con él... Cuando echaron el cuerpo en la sepultura, era tanta la multitud de demonios, que estaban dentro para tomarle, que yo estaba fuera de mí de verlo y no era menester poco ánimo para disimularlo.

    Consideraba qué harían de aquel alma, cuando así se enseñoreaban del triste cuerpo. Ojalá el Señor hiciera ver esto que yo ví a todos los que están en mal estado, que me parece fuera gran cosa para hacerlos vivir bien” (Vida 38,24).

    Lucía de Fátima cuenta en sus “Memorias” la visión del infierno aquel 13 de julio de 1917: “Vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas, entre gritos y gemidos de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas como negros carbones en brasa. Nuestra Señora nos dijo entre bondad y tristeza: Habéis visto el infierno adonde van las almas de los pobres pecadores.

    PARA TÍ, ENFERMO...

    PARA TÍ, ENFERMO

    «Mucho te ama Jesús cuando te envía tales pruebas -escribía Santa Teresita del Niño Jesús- A quien ama más, da más pruebas, y a quien ama menos, le da menos». Yo te digo, amigo enfermo, ¿a quién ha amado y ama Dios más que a Jesús? Pues a él le dio el mayor sufrimiento que persona humana padecerá sobre la tierra, pues le hizo «varón de dolores».

    ¿Qué opinaba la misma Santa sobre el dolor y el sufrimiento?: «Con el dolor se salvan muchas almas. Se salvan más almas con el dolor que con los más brillantes sermones»... «Mientras más intenso es el dolor y menos se muestra a los ojos de las criaturas, tanto más os hace sonreir, oh Dios mío». «Los sufrimientos nos vuelven más buenos e indulgentes con los demás, porque el sufrimiento nos acerca más a Dios». Una de las ventajas del sufrimiento con amor es que madura a la persona y la capacita para comprender a los demás. El sufrimiento es, de hecho, el gran altavoz del que se suele servir Dios para dejarse sentir como Padre. «Al enfrentarme con la perfección he visto que para llegar a ser santo era necesario sufrir mucho». Tanto en salud como en enfermedad esta es la voluntad de Dios: nuestra santificación.

    Mejor es sufrir por Dios que hacer milagros. Para hacer milagros quizás no se necesite un amor tan puro como para ofrecer a diario, a Dios, una enfermedad, que nos es misteriosa. Tienes que aprender a padecer. También el padecer es un arte y como todo arte tiene sus leyes de aprendizaje. No debes sufrir mucho, sino saber sufrir. De esta manera sufrirás menos y mejor. He aquí las tres claves para aprender el arte del padecer o sufrir: sufrir con paciencia, con oración y con amor por Jesús. Si puedes sufrir en silencio y con amor, grande será tu perfección. Pero tampoco exageres. También es humano y cristiano comunicar amablemente la intensidad del sufrimiento.

    Que tu enfermedad o sufrimiento no te hagan perder la calma, la paz. Para ello ten presente el papel que Dios ha asignado al sufrimiento, después que su Hijo predilecto lo tomó sobre sí: ser instrumento certero de redención y santificación individual y eclesial. Tú eres discípulo de Jesús si tomas tu cruz, tu enfermedad y le sigues, si con tu cruz diaria también sigues redimiendo al mundo. Cristo tiene muchos que quieren trabajar por Él, pero pocos que quieren sufrir por Él y con Él.

    ZAPATOS PARA ESTAR CON JESÚS



    ZAPATOS PARA ESTAR CON JESÚS

    Sólo faltaban cinco días para la Navidad. Aún no me había atrapado el espíritu de estas fiestas. Los estacionamientos llenos, y dentro de las tiendas, el caos era mayor. No se podía ni caminar por los pasillos. ¿Por qué vine hoy?, me pregunté.

    Me dolían los pies lo mismo que mi cabeza. En mi lista estaban los nombres de personas que decían no querer nada, pero yo sabía que si no les compraba algo se resentirían. Llené rápidamente mi carrito con compras de último minuto y me dirigí a las colas de las cajas registradoras. Escogí la más corta, calculé que serían por lo menos 20 minutos de espera.

    Frente a mí había dos niños, uno de 10 años y su hermana de 5. Él iba mal vestido con un abrigo raído, zapatos deportivos muy grandes, probablemente 3 tallas más grande. Los jeans le quedaban cortos. Llevaba en sus sucias manos unos cuantos billetes arrugados. Su hermana iba vestida parecido a él, sólo que su pelo estaba enredado. Ella llevaba un par de zapatos de mujer dorados y resplandecientes.

    Los villancicos navideños resonaban por toda la tienda y yo podía escuchar a la niñita tararearlos. Al llegar a la caja registradora, la niña le dio los zapatos cuidadosamente a la cajera, como si se tratara de un tesoro. La cajera les entregó el recibo y dijo: son $16.09. El niño puso sus arrugados billetes en el mostrador y empezó a rebuscarse los bolsillos. Finalmente contó $13.12. Bueno, creo que tendremos que devolverlos, volveremos otro día y los compraremos, añadió. Ante esto la niña dibujó un puchero en su rostro y dijo: "Pero a Jesús le hubieran encantado estos zapatos". Volveremos a casa trabajaremos un poco más y regresaremos por ellos. No llores, vamos a volver.
    Sin tardar, yo le completé los tres dólares que faltaban a la cajera. Ellos habían estado esperando en la cola durate un buen rato y después de todo, era Navidad. Y en eso un par de bracitos me rodearon con un tierno abrazo y una voz me dijo, muchas gracias señor.

    Aproveché la oportunidad para preguntarle qué había querido decir cuando dijo que a Jesús le encantarían esos zapatos. Y la niña, con sus grandes ojos redondos, me respondió:
    "Mi mamá está enferma y yéndose al cielo. Mi papá nos dijo que se iría antes de Navidad para estar con Jesús. Mi maestra de catecismo dice que las calles del cielo son de oro reluciente tal como estos zapatos. ¿No se le verá a mi mamá hermosa caminando por esas calles con estos zapatos?"
    Mis ojos se inundaron al ver una lágrima bajar por su rostro radiante. Por supuesto que sí, le respondí. Y en silencio, le di gracias a Dios por usar a estos niños para recordarme el verdadero valor de las cosas.

    ¿SIRVE PREDICAR EL EVANGELIO?


    Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
    ¿Sirve predicar el Evangelio?
    Es duro predicar en el desierto... Pero el mensajero ha sido enviado para eso: para compartir un regalo.


    Es duro predicar en el desierto. No en el desierto físico, con sol y dunas, sino en el desierto de la indiferencia, de la soberbia, de la autocomplacencia, de la avaricia, de las vidas lejos de Dios. 

    Es duro predicar en el desierto... Pero el mensajero ha sido enviado para eso: para dar una señal de alerta, para remover conciencias, para compartir un regalo que permita al menos que alguno escuche, recapacite y se convierta. 

    En el Antiguo Testamento leemos estas palabras de aviso al profeta Jeremías: "Les dirás, pues, todas estas palabras, mas no te escucharán. Les llamarás y no te responderán. Entonces les dirás: Esta es la nación que no ha escuchado la voz de Yahveh su Dios, ni ha querido aprender. Ha perecido la lealtad, ha desaparecido de su boca" (Jr 7,27-28). 

    El mismo Cristo quedó sorprendido ante la dureza de corazón y la falta de fe en muchos de sus oyentes. "Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando" (Mc 6,4-6). 

    A pesar de todo, el mensajero sabe que debe cumplir su misión. Como Pedro, como Pablo, como los primeros apóstoles, como los miles y miles obispos, sacerdotes y misioneros de todos los tiempos, la voz ha sonado en ambientes duros, ante corazones asfixiados por la autosuficiencia, en medio de sociedades esclavas de la idolatría o cegadas por filosofías falsas. 

    Sin embargo, algunos ven inútil todo esfuerzo, o tienen miedo, y prefieren callar. Para ellos conservan todo su valor las palabras de san Gregorio Magno: "Porque, con frecuencia, acontece que hay algunos prelados poco prudentes, que no se atreven a hablar con libertad por miedo de perder la estima de sus súbditos; con ello, como lo dice la Verdad, no cuidan a su grey con el interés de un verdadero pastor, sino a la manera de un mercenario, pues callar y disimular los defectos es lo mismo que huir cuando se acerca el lobo. Por eso, el Señor reprende a estos prelados, llamándoles, por boca del profeta: Perros mudos, incapaces de ladrar" (Regla Pastoral, 2,4). 

    Ningún enviado puede dejarse llevar por el miedo, ni detenerse ante la pregunta: ¿para qué voy a hablar si nadie hará caso? Al contrario, nuestros corazones están llamados a un amor más grande y generoso, que nos lance a predicar en todo momento. 

    Es cierto que san Pablo advertía de los peligros de la indiferencia y del cierre de los corazones, pero no por ello dejaba de invitar al anuncio: "Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas." (2Tm 4,2-4). 

    Son tiempos duros (¿ha habido algún tiempo fácil en el pasado?), pero Cristo envía y da fuerzas. Nos toca, llenos de confianza en la gracia de Dios, lanzar la semilla de la Palabra. 

    Cada corazón que recibe el Evangelio y reconoce con la fe que Cristo es el único Salvador, llena de alegría a quien puso sus labios, su mente y su vida entera al servicio del anuncio más importante: ya llega el Reino de Dios (cf. Mc 1,15; Mt 12,28; Lc 10,9-11; Lc 17,21). 

    domingo, 26 de mayo de 2013

    LOS CINCO MINUTOS DE DIOS - 26 DE MAYO


    LOS  CINCO MINUTOS DE DIOS
     26 DE MAYO

    El progreso es la ley de todo viviente: la flor se va desarrollando, el animal va creciendo, el hombre se va perfeccionando, el profesional se va capacitando, es justo que el trabajador haya mejorado su posición; todo va para adelante; detenerse es estancarse, y estancarse ya es comenzar a morir.
    Cristo en su Evangelio también señala a sus seguidores la consigna de ir siempre hacia adelante, hasta sus últimas consecuencias; un elemento estable del cristianismo es la orden de no detenerse jamás.
    La Iglesia, que se ha enraizado en el pasado, es, sin embargo, impulso al porvenir; es fidelidad; es esperanza.
    Cristo era ayer, es hoy y será mañana. El es el pasado, el presente y el porvenir. El alfa y la omega. El primero y el último. El principio y el fin.
    El principio se orienta al fin y el fin cualifica y da sentido al principio y a su desarrollo, hasta llegar al fin. "Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn, 8, 12).

    "Yo soy el alfa y la omega, dice el Señor Dios, aquel que es, que era y que ha de venir, el Todopoderoso" (Apoc, 1, 8). Cristo es el Principio y el Fin de todas las cosas.

    Extraído del Libro: "Los cinco Minutos de Dios"  de Alfonso Milagros

    UN MINUTO MARIANO


    UN MINUTO MARIANO

     María, Maestra de oración. —Mira cómo pide a su Hijo, en Caná. Y cómo insiste, sin desanimarse, con perseverancia. —Y cómo logra. —Aprende. 

    San Josemaría Escrivá de Balaguer

    EL ABRAZO DE OSO



    El abrazo de oso

            Este cuento se refiere a un hombre joven cuyo hijo había nacido recientemente y era la primera vez que sentía la experiencia de ser papá.
            A este personaje lo llamaremos Alberto y en su corazón reinaba la alegría y los sentimientos de amor que brotaban a  raudales dentro de su ser.
            
            Un buen día le dieron ganas de entrar en contacto con la naturaleza, pues a partir  del nacimiento de su bebé todo lo veía hermoso y aun el ruido de una hoja al caer le sonaba a notas musicales.
            
            Así fue que decidió ir a un bosque; quería oír el canto de los pájaros y disfrutar toda la belleza.
            Caminaba plácidamente respirando la humedad que hay en estos lugares,
            cuando de repente vio posada en una rama a un águila, el cual desde el primer instante lo sorprendió por la belleza de su plumaje.
            El águila también había tenido la alegría de recibir a sus polluelos y tenía como objetivo llegar hasta el río más cercano, capturar un pez y llevarlo a su nido como alimento; pues significaba una responsabilidad muy grande criar  y formar a sus aguiluchos, era enfrentar los retos que la vida ofrece al cumplir con la misión encomendada; era su único objetivo.
            
            El águila al notar la presencia de Alberto lo miró fijamente y le preguntó:
            
            "¿A dónde te diriges buen hombre?, veo en tus ojos la alegría"; por lo
            que Alberto le contestó: "Es que ha nacido mi hijo y he venido al bosque a disfrutar, pero me siento un poco  confundido ".

            El águila insistió: Oye, ¿y qué piensas hacer con tu hijo?,
            Alberto le contestó: "Ah, pues ahora y desde ahora, siempre lo voy a proteger, le daré de comer y jamás permitiré que pase frío. Yo me encargaré  de que tenga todo lo que necesite, y día con día yo seré quien lo cubra de las inclemencias del tiempo; lo defenderé de los enemigos que pueda tener y  nunca dejaré que pase situaciones difíciles".

            "No permitiré que mi hijo pase necesidades como yo las pasé, nunca dejaré que eso suceda, porque para eso estoy aquí, para que él nunca se esfuerce por nada", y para finalizar agregó: "Yo como su padre, seré fuerte como un oso, y con la potencia de mis brazos lo rodearé, lo abrazaré y nunca dejaré que nada ni nadie lo perturbe".
            El águila no salía de su asombro, atónita lo escuchaba y no daba crédito a lo que había oído.
            Entonces, respirando muy hondo y sacudiendo su enorme plumaje, lo miró fijamente y dijo:
            
            Escúchame bien buen hombre. Cuando recibí el mandato de la naturaleza para empollar a mis  hijos, también recibí el mandato de construir mi nido, un  nido confortable, seguro, a buen resguardo de los depredadores, pero también le he puesto ramas con muchas espinas ¿y sabes por qué?, porque aún cuando estas espinas están cubiertas por plumas, algún día, cuando mis polluelos hayan emplumado y sean fuertes para volar, haré desaparecer todo este confort, y ellos ya no podrán habitar sobre las espinas, eso les obligará a construir su propio nido.
            
            Todo el valle será para ellos, siempre y cuando realicen su propio esfuerzo y aspiración para conquistarlo, con todo y sus montañas, sus ríos llenos de peces y praderas llenas de conejos.
            Si yo los abrazara como un oso, reprimiría sus aspiraciones y deseos de ser ellos mismos, destruiría irremisiblemente su individualidad y haría de ellos individuos indolentes, sin ánimo de luchar, ni alegría de vivir. Tarde que temprano lloraría mi error, pues ver a mis aguiluchos convertidos en ridículos representantes de su especie me llenaría de remordimiento y gran
            vergüenza, pues tendría que cosechar la  impertinencia de mis actos, viendo a mi decencia imposibilitada para tener sus propios triunfos, fracasos y errores, porque yo quise resolver todos sus problemas.

            " Yo, amigo mío", dijo el águila, "podría jurarte que después de Dios he de amar a mis hijos por sobre todas las cosas, pero también he de prometer que nunca seré su cómplice en la superficialidad de su inmadurez, he de
            entender su juventud, pero no  participaré de sus excesos, me he de esmerar en conocer sus cualidades, pero también sus defectos y nunca permitiré que
            abusen de mí en aras de este amor que les profeso".
            
            El águila calló y Alberto no supo qué decir, pues seguía confundido, y
            mientras entraba en una profunda reflexión, ésta, con gran majestuosidad levantó el vuelo y se perdió en el horizonte.
            
            Alberto empezó a caminar mientras miraba fijamente el follaje seco disperso  en el suelo, sólo pensaba en lo equivocado que estaba y el terrible error que iba a cometer al darle a su hijo el abrazo del oso.

            Alberto, reconfortado, siguió caminando, solo pensaba en llegar a casa, con amor abrazar a su bebé, pensando que abrazarlo sólo sería por segundos, ya que el pequeño empezaba a tener la necesidad de su propia libertad para mover piernas y brazos, sin que ningún oso protector se lo impidiera. A partir de ese día Alberto empezó a prepararse para ser el mejor de los padres.

    EL EVANGELIO DEL DIA

    Autor: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net
    La Santísima Trinidad.
    Juan 16, 12-15. Solemnidad Santìsima Trinidad Ciclo C. El misterio del amor de Dios, el amor más puro y más hermoso del universo.
     
    La Santísima Trinidad.
    Del santo Evangelio según san Juan 16, 12-15

    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.

    Oración introductoria

    Señor, no puedo llenarme de Ti, de tu verdad plena, si estoy lleno de mí mismo. Quiero dejar a un lado mis angustias, mis problemas, mis anhelos vanidosos y egoístas para guardar ese silencio interior necesario para escucharte. Ven, Espíritu de verdad, que tu luz ilumine mi oración.

    Petición

    Santísima Trinidad, convénceme que necesito crecer y profundizar en mi fe, para que esta abarque todas las dimensiones de mi vida.

    Meditación del Papa

    Es falso el prejuicio de ciertos pensadores modernos según los cuales la razón humana estaría como bloqueada por los dogmas de la fe. Es verdad exactamente lo contrario, como han demostrado los grandes maestros de la tradición católica. San Agustín, antes de su conversión, busca con gran inquietud la verdad a través de todas las filosofías disponibles, hallándolas todas insatisfactorias. Su fatigosa búsqueda racional es para él una pedagogía significativa para el encuentro con la Verdad de Cristo. Cuando dice: "comprende para creer y cree para comprender", es como si relatara su propia experiencia de vida. Intelecto y fe, ante la divina Revelación, no son extraños o antagonistas, sino que ambos son condición para comprender su sentido, para recibir su mensaje auténtico, acercándose al umbral del misterio. San Agustín, junto a muchos otros autores cristianos, es testigo de una fe que se ejercita con la razón, que piensa e invita a pensar. (Benedicto XVI, 21 de noviembre de 2012).

    Reflexión:

    Santa Juana de Arco llegó a decir en un momento: sí, Dios es tan grande que supera nuestra ciencia. Y qué bien se presta esta frase porque estamos ante un misterio que supera realmente nuestra ciencia y nuestra capacidad de entendimiento humano. El misterio de la Santísima Trinidad, tres personas y un solo Dios. Como aprendimos en el catecismo desde pequeños, el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios. Un Dios y tres personas distintas.

    San Patricio, misionero que llevó la palabra de Jesucristo al país de Irlanda solía explicar este misterio de nuestra fe comparándolo con un trébol. Cada hoja del trébol es diversa y sin embargo las tres forman el trébol. No podríamos llegar a decir que es un trébol si faltase una de ellas. Lo mismo con la Trinidad, cada persona de la Trinidad es diversa, cada persona es Dios y sin embargo las tres forman lo que llamamos la Santísima trinidad. Por eso, aunque se juntaran los sabios más grandes que ha habido en todos los tiempos jamás nos lo podrían hacer entender plenamente. También se dice que un día san Agustín caminaba por la playa y al ver a un niño que excavaba un agujero en la arena le preguntó:

    -Pero, ¿qué pretendes hacer? El niño le respondió ilusionado:
    -Pienso meter toda el agua en este hoyo.
    -Pero ¡¿no te das cuenta que es imposible?! Le contestó san Agustín. Entonces el niño, que ya sabía en las elucubraciones de Agustín le contestó:
    -Es más posible meter toda el agua del mar en este agujero que intentar meter el misterio de la Trinidad en tu cabeza.

    Sin embargo, aunque no entendamos estos misterios no la razón, contamos con la fe que nos ayudará a aceptar esta grandeza de Dios que sobrepasa nuestro entendimiento. Ya decía un santo que a Dios no lo vamos a entender, lo vamos a aceptar. Aceptemos por tanto la grandeza de nuestro creador y que este evangelio nos sirva para reconocernos como criaturas cada vez que digamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

    La Santísima Trinidad es el misterio del amor de Dios; del amor más puro y más hermoso del universo. Más aún, es la revelación de un Dios que es el Amor en Persona, según la maravillosa definición que nos hizo san Juan: "Dios es Amor" (I Jn 4, 8). Siempre que nos habla de Sí mismo, se expresa con el lenguaje bello del amor humano. Todo el Antiguo y el Nuevo Testamento son testigos de ello. Dios se compara al amor de un padre bueno y a la ternura de la más dulce de las madres; al amor de un esposo tierno y fiel, de un amigo o de un hermano. Y en el Evangelio, Jesús nos revela a un Padre infinitamente cariñoso y misericordioso: ¡Con qué tonos tan estupendos nos habló siempre de Él! El Buen Pastor que carga en sus hombros a la oveja perdida; el Padre bueno que hace salir su sol sobre justos e injustos, que viste de esplendor a las flores del campo y alimenta a los pajarillos del cielo; el Rey que da a su hijo único y lo entrega a la muerte por salvar a su pueblo; o esa maravillosa parábola del hijo pródigo, que nos revela más bien al Padre de las misericordias, "al padre con corazón de madre" -como ha escrito un autor contemporáneo–, con entrañas de ternura y delicadeza infinita.

    Diálogo con Cristo

    Señor, éste es el misterio del amor más bello, el misterio de la Santísima Trinidad: las tres Personas divinas que viven en esa unión íntima e infinita de amor; un amor que es comunión y que se difunde hacia nosotros como donación de todo tu Ser. Y porque nos amas, buscas hacernos partícipes de tu misma vida divina: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos nuestra morada" (Jn 14, 23). Y también porque nos amas, buscas el bien supremo de nuestra alma: la salvación eterna. ¡Éste es el núcleo del misterio trinitario!

    Propósito

    Ojalá que todas las veces que nos persignemos y digamos: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", lo hagamos con más atención, nos acordemos de que Dios es Amor y de que nos ama infinitamente; agradezcamos ese amor y vivamos llenos de confianza, de alegría y de felicidad al sabernos sus hijos muy amados. Y, en consecuencia, tratemos de dar a conocer también a los demás este amor de Dios a través de la caridad hacia nuestros prójimos: "Todo el que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios, porque Dios es Amor".

    EL AMOR ES PERDÓN


    El amor es perdón


            Para quien ha amado,
            para todo aquel que haya sido amado,
            recuerda que el amor soporta todo,
            el amor es servicial, el amor no es egoísta
            el amor viene de Dios y sobretodo
            que el amor es PERDÓN.

            No es solamente un sentimiento
            o un recuerdo grabado en tu memoria,
            es el saber que eres amado por tu creador.
            e igualmente fuiste para hecho para amar, pues tu
            Dios ES el amor.

            Si sientes tristeza por un amor que se fue,
            si te sientes mal por algo que no funcionó,
            si piensas que este día pudo ser mejor,
            recuerda que Dios creó la amistad y el amor,
            y que no las puedes practicar sin El.

            En este día perdona, ama, expresa,
            ríe sin importar si eres correspondido o no
            y no dejes en tu corazón lo que
            sientes. Solamente si haces todo
            lo anterior podrás decir que has amado.

    PENSAMIENTO


    PARÁBOLA DEL SALUDO


    Parábola del saludo


            El saludo de todos los días es como una tarjeta de presentación ante los demás. Al saludar evita usar formas establecidas y protocolarias, rebuscadas por la vanidad de los hombres. Es mejor un saludo lleno de simplicidad, sin abusar de los saludos que por ahí corren.

            Saludo chuleta: "¡Hola! No tengo tiempo ahora porque llego tarde. Ya nos veremos". Tan rápido es que ni siquiera da tiempo a contestar. Con este saludo (?) no se siente ni pena ni gozo, sino todo lo contrario.

            Saludo paliza: contrario al anterio, pues es un saludo que nunca acaba y más parece discurso oficial que otra cosa, pues te cuentan la vida propia y la ajena, y al final no sabes si te han saludado o te han recitado la Biblia en pasta, Dios me perdone.

            Saludo dentífrico: "¡Qué bien estás! Buen tiempo tenemos, ¿verdad?". Esto se va diciendo con la voz engolada y sin dejar de enseñar los dientes. Te quedas perplejo, porque el remedo de beso se pierde en el aire y no sabes si te han saludado a ti o a la pelusa del aire. Parece que eso es cumplir el expediente o salir del paso, y para eso mejor es no perder el tiempo.

            El arte de saludar a quienes nos encontramos en el camino debe ser aprendido por todos, de tal manera, que nos quitemos de la cabeza esos saludos tontos, sinsentido, que están llenos de palabras de adulación... Cuando se saluden entre ustedes, haganlo con sencillez y con verdad, pues el hermano lee mejor el corazón que entiende los sonidos.

            El documento Nican Mopohua (1649) describe los encuentros de la Virgen Santa María de Guadalupe con el indio Juan Diego en el cerro del Tepeyac. La Señora se presenta como "la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive...". Juan Diego dice, por su parte, que ante ella se siente "un hombrecillo, cordel, escalerilla de tablas, cola, hoja, gente menuda". A ella se dirige el indio candorosamente: "Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, ojalá estés contenta. ¿Cómo has amanecido? ¿estás bien de salud, Señora y Niña mía?" Es este saludo un poema de sencillez. La preocupación primera de Juan Diego es si nuestra Señora está contenta, si en su corazón se aposenta la alegría.

            Cuando saludemos, no usemos, pues, fórmulas establecidas... Ni siquiera esos saludos tontos de los que hemos hablado más arriba. Que nuestro saludo sea sencillo y sincero, que de la abundancia de nuestro corazón hable y bese nuestra boca.

            Nunca he entendido a los estirados que no contestan al saludo o, si lo hacen, parece que están concediendo un favor, pasando una factura o perdonando la vida. Sépanlo, no hay cargo ni encomienda ni prebenda que sitúe a un hombre por encima de otro hombre, pues todos tenemos dos agujeritos en la nariz y algún remiendo en el alma, y Dios nos hizo a todos lo mismito de importantes.

            No neguemos el saludo, aunque seamos muy importantes, que la verdadera importancia está en la nobleza del corazón y su tarjeta de identidad es el saludo. Mientras más nobles, más sencillos. El que no se adelanta a saludar por mantener las distancias, va haciéndose cada vez más lejano y termina siendo extraño a los hermanos.

    UNA MARAVILLA JAMÁS IMAGINADA...


    Autor: P . Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
    Una maravilla jamás imaginada


    El misterio de la Santísima Trinidad, más que para ser entendido, es para ser amado y vivido en nuestro interior.


    Una maravilla jamás imaginada
    Se nos ha habituado a pensar que, al hablar de la Santísima Trinidad, hemos de concebir algo totalmente oscuro e ininteligible. ¡Por algo es un misterio! Más aún, es -por así decirlo- el misterio por antonomasia de nuestra fe, el "misterio de los misterios". Pero, en vez de plantear el tema en términos de raciocinio o de especulación teológica, yo prefiero mil veces más tratarlo desde un punto de vista mucho más "humano" y personal, si se me permite la expresión. No que la razón no lo sea. Pero yo creo que es mucho más palpitante, cercano y vivencial cuando lo contemplamos con el corazón y bajo el prisma del amor.

    Y es que el misterio de la Santísima Trinidad, más que para ser especulado, es para ser amado y vivido en nuestra interioridad. Al menos, a mí me parece que así es mucho más sabroso y "digerible". La razón es, por lo general, más fría e impersonal. Mientras que el amor es todo lo contrario.

    Pues bien, la Santísima Trinidad es un misterio de amor. Es más, es el misterio del "Amor de los amores" –como cantamos en un hermoso motete-. Dios, que "habita en una luz inaccesible" –como nos dice san Pablo en su carta a Timoteo (I Tim 6, 16)— se nos ha querido revelar por medio de su Palabra: Dios, en lo más profundo de su intimidad, es una comunión de personas divinas unidas por el amor. Más aún, son esas mismas personas que son el Amor personificado: el Padre, que es el amor creador; el Hijo, que es el amor redentor; el Espíritu Santo, que es el amor santificador. Pero, además, es un amor recíproco entre ellos mismos; un amor subsistente y personal. Un solo Dios verdadero y tres Personas distintas, cuya vida y existencia es puro Amor. Una relación de amor. Y el amor crea una comunión de personas. Como en el matrimonio y en la familia, pero en un grado infinito y divino. El amor es, por naturaleza, unidad y fecundidad. Esto es, en esencia, el misterio de la Santísima Trinidad.

    Y, ¿cómo explicarlo? Es muy difícil encontrar las palabras justas. Más fácil lo podremos comprender a la luz de la propia experiencia del amor que con un discurso racional, aunque sea filosófica y teológicamente muy correcto. ¿Quién de nosotros no sabe lo que es el amor? Todos lo hemos experimentado muchas veces en nuestra propia vida: hemos sentido el calor y la ternura de una madre; la fuerza y seguridad que nos infunde el amor de un padre; el cariño de una hermana o de una amiga; el gozo de la compañía y de la fidelidad de un hermano o de un amigo verdadero; y la dulzura incomparable del amor de una esposa o de un esposo, de unos hijos.

    Aristóteles definía la amistad como "una misma alma en dos cuerpos". Y el poeta latino Horacio llamaba a Virgilio, su gran amigo, "dimidium animae meae", "la mitad de mi alma". Grandes poetas, literatos, músicos y artistas de todos los tiempos han ofrecido su tributo a la amistad. Y han reservado sus mejores canciones y sus notas más líricas para cantar la belleza del amor humano. Sin duda alguna, éste es el tema que más ha inspirado a los hombres a lo largo de la historia, sea en el arte, en la poesía o en la propia vida. Decía Dante Alighieri que "es el amor el que mueve el sol, el cielo y las estrellas". Y el poeta Virgilio afirmaba: "amor vincit omnia", "el amor es capaz de vencer todos los obstáculos". Y tenían toda la razón.

    Y es que el amor es lo más grande, lo más noble, lo más bello, lo más maravilloso; en una palabra, lo más sagrado del ser humano. Por eso, con el amor no se juega y éste se merece los mayores sacrificios con tal de conservar toda su pureza y su fragancia virginal.

    San Juan nos dejó una estupenda definición de Dios: "Deus Charitas est", "¡Dios es Amor!" (I Jn 4, 8). No se expresó en conceptos racionales, sino en un vocabulario propio del corazón. También lo otro pudo haber sido muy correcto. Pero también, sin duda, más frío e impersonal.

    Como aquellas definiciones que dio Aristóteles sobre Dios: "El motor Inmóvil", "el Acto puro", "la Inteligencia más perfecta". O incluso aquella definición teológica y metafísica de santo Tomás de Aquino: "el único Ser necesario, absoluto y trascendente", "el mismo Ser subsistente". Pues sí. Es verdad. Pero, ¿no nos gustan y nos dicen inmensamente más las palabras propias del amor?

    Y llegados a este punto, sería interminable la lista de experiencias que todos tenemos sobre el amor… Como decía san Juan al final de su Evangelio, "ni todos los libros del mundo serían suficientes para poderlas contener". Y es que el amor no se puede explicar con conceptos o con raciocinios filosóficos. Se siente. Se experimenta. Así también es Dios.

    Sí. Lo más maravilloso y sagrado del hombre es el amor. Y también lo más divino. Por eso, a Dios podemos encontrarlo en lo más profundo de nuestro ser, en lo más recóndito de nuestro espíritu. Dios allí habita. Los más altos pensadores de la humanidad así lo experimentaron. Séneca, aquel famoso filósofo romano de origen cordobés, aun sin ser cristiano, llegó a expresarse de esta manera: "sacer intra nos spiritus sedet, malorum bonorumque nostrorum observator et custos. In unoquoque virorum bonorum habitat deus". En nuestra lengua cervantina sonaría así: "un espíritu sagrado reside dentro de nosotros, y es el observador y el guardián de nuestros males y de nuestros bienes. En cada alma virtuosa habita Dios" (Epístolas morales, núm. 41).

    San Pablo, por su parte, nos recuerda que "somos morada de la Santísima Trinidad, templos vivos de Dios y del Espíritu Santo" (I Cor 3, 16). Así fue como nos lo prometió nuestro Señor la noche de su despedida: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos nuestra morada." (Jn 14, 23).

    ¡Éste es el núcleo más bello del misterio de la Santísima Trinidad! Y lo más maravilloso es que también nosotros hemos sido llamados a participar de esta vida íntima de Dios, que es amor. Y nos adentraremos en el seno de la Trinidad Santísima en la medida de nuestra vida de gracia y de nuestra caridad, que es el grado de amor sobrenatural en nuestra alma.
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