Autor: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net
Cristo resucitado camina en medio de nosotros
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El jueves celebramos la gran solemnidad de Corpus Christi. Meditemos las palabras de SS Benedicto XVI.
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¡Queridos hermanos y hermanas! La fiesta del Corpus Domini es inseparable a la del Jueves Santo, de la Misa de Caena Domini, en la que celebramos solemnemente la institución de la Eucaristía. Mientras que en la noche del Jueves Santo se revive el misterio de Cristo que se ofrece a nosotros en el pan partido o en el vino derramado, hoy, en la celebración del Corpus Domini, este misterio se ofrece a la adoración y a la meditación del Pueblo de Dios, y el Santísimo Sacramento es llevado en procesión por las calles de las ciudades y de los pueblos, para manifestar que Cristo resucitado camina en medio de nosotros y nos guía hacia el Reino de los Cielos. Lo que Jesús nos ha dado en la intimidad del Cenáculo, hoy lo manifestamos abiertamente, porque el amor de Cristo no está reservado a algunos pocos, sino que está destinado a todos. (...) En la Eucaristía sucede la transformación de los dones de esta tierra -el pan y el vino- con el fin de transformar nuestra vida e inaugurar así la transformación del mundo. (...) En la Última Cena, en la vigilia de su pasión, agradeció y alabó a Dios y, de esta manera, con la potencia de su amor, transformó el sentido de la muerte a la que iba a enfrentarse. El hecho de que el Sacramento del altar haya asumido el nombre de Eucaristía -acción de gracias- expresa esto: que la transformación de la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo, es fruto del don que Cristo ha hecho de sí mismo, don de un Amor más fuerte que la muerte, Amor Divino que lo ha hecho resucitar de entre los muertos. Esta es la razón por la que la Eucaristía es alimento de vida eterna, Pan de la vida. (...) Todo procede de Dios, de la omnipotencia de su Amor Uno y Trino, encarnado en Jesús. En este Amor está inmerso el corazón de Cristo; por esto sabe agradecer y alabar a Dios incluso frente a la traición y a la violencia, y en este modo cambia las cosas, las personas y el mundo. Esta transformación es posible gracias a una comunión más fuerte que la división, la comunión de Dios mismo. La palabra "comunión", que nosotros usamos para designar la Eucaristía, reasume en sí mismo la dimensión vertical y la horizontal del don de Cristo. Es muy bella y elocuente la expresión recibir la comunión referida al hecho de comer el Pan eucarístico. Cuando realizamos este acto, entramos en comunión con la vida misma de Jesús, en el dinamismo de esta vida que se da a nosotros y por nosotros. Desde Dios, a través de Jesús, hasta llegar a nosotros: una única comunión se transmite en la Santa Eucaristía. Lo hemos escuchado, de las palabras del apóstol Pablo dirigidas a los cristianos de Corinto: “ La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan.(1 Cor 10,16-17). (...) Así la eucaristía, mientras que nos une a Cristo, nos abre a los demás, nos hace miembros los unos de los otros: ya no estamos divididos, sino que somo una sola cosa en Él. La comunión eucarística me une a la persona que tengo al lado, y con la que, quizás, ni siquiera tengo una buena relación, y también nos une a los hermanos que están lejos, en todas las partes del mundo. De aquí, de la Eucaristía, deriva, por tanto, el sentido profundo de la presencia social de la Iglesia, como testifican los grandes Santos sociales, que fueron siempre grandes almas eucarísticas. Quien reconoce a Jesús en la Hostia Santa, lo reconoce en el hermano que sufre, que tiene hambre y sed, que es forastero, desnudo, enfermo, encarcelado; y está atento a todas las personas, se compromete, de modo concreto, por todos los que tienen necesidad. Del don del amor de Cristo proviene, por tanto, nuestra especial responsabilidad de cristianos en la construcción de una sociedad solidaria, justa y fraterna. Especialmente en nuestra época, en la que la globalización nos hace, cada vez más, dependientes los unos de los otros, el Cristianismo puede y debe hacer que esta unidad no se construya sin Dios, es decir, si en el Verdadero Amor, lo que daría lugar a la confusión, al individualismo, y la opresión de todos contra todos. El Evangelio mira desde siempre a la unidad de la familia humana, una unidad no impuesta por las alturas, ni por intereses ideológico o económicos, sino a partir del sentido de responsabilidad de los unos hacia los otros, porque nos reconocemos miembros de un mismo cuerpo, del cuerpo de Cristo, porque hemos aprendido y aprendemos constantemente por el Sacramento del Altar que la comunión, el amor es la vía de la verdadera justicia. Volvemos ahora al acto de Jesús en la Última Cena. ¿Qué sucedió en ese momento? Cuando Él dijo: Este es mi cuerpo que he dado por vosotros, esta es mi sangre derramada por vosotros y por todos los hombres, ¿Qué sucede? Jesús en este gesto anticipa el suceso del Calvario. Él acepta por amor toda la pasión, con su sufrimiento y su violencia, hasta la muerte de cruz; aceptándola de este modo, la transforma en una acto de donación. Esta es la transformación que el mundo necesita, porque lo redime desde el interior, lo abre a las dimensiones del Reino de los cielos.. Pero esta renovación del mundo, Dios quiere realizarla siempre a través de la misma vía seguida por Cristo, este camino, que es Él mismo. No hay nada de mágico en el Cristianismo. No hay atajos, sino que todo pasa a través de la lógica humilde y paciente de la semilla de grano que se parte para dar la vida, la lógica de la fe que mueve las montañas con el suave poder de Dios. (...) Mediante el pan y el vino consagrados, en los que están realmente presentes su Cuerpo y su Sangre, Cristo nos transforma, asimilándonos a Él: nos implica en su obra de redención, haciéndonos capaces, por la gracia del Espíritu Santo, de vivir según su misma lógica de donación, como semillas de grano unidos a Él y en Él. Así se siembran y van madurando en los surcos de la historia, la unidad y la paz, que son el fin al que tendemos, según el diseño de Dios. Llevando dentro de nosotros el Cuerpo del Señor, como la Virgen María en el misterio de la Visitación. Con la humildad de sabernos simples semillas de grano, custodiamos la firme certeza de que el amor de Dios, encarnado en Cristo, es más fuerte que el mal, que la violencia y que la muerte. Sabemos que Dios prepara para todos los hombres, cielos nuevos y tierra nueva, en la que reinan la paz y la justicia, y en la fe entrevemos el mundo nuevo, que es nuestra verdadera patria. También esta tarde, mientras se pone el sol sobre nuestra amada ciudad de Roma, nosotros nos ponemos en camino: con nosotros está Jesús Eucaristía, el Resucitado, que dijo "yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). ¡Gracias, Señor Jesús! Gracias por tu fidelidad, que sostiene nuestra esperanza. Quédate con nosotros, porque se hace de noche. Buen Pastor, verdadero Pan, ¡Oh Jesús! ¡Piedad de nosotros; aliméntanos, defiéndenos, llévanos a los bienes eternos, en la tierra de los vivos! Amén. Atrio de la Basílica Papal de San Juan de Letrán. Jueves, 23 de junio del 2011. HOMILIA DEL PAPA BENEDICTO XVI EN LA PROCESION DEL CORPUS CHRISTI |
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martes, 5 de junio de 2012
CRISTO RESUCITADO CAMINA EN MEDIO DE NOSOTROS
Nardo del 5 de Junio: ¡Oh Sagrado Corazón, qué tierno eres!
Nardo del 5 de Junio:
¡Oh Sagrado Corazón, qué tierno eres!
Meditación: Dicen que una vez la Santísima
Virgen a un niño se le presentó, le habló del Amor y de su Corazón, pero el
niño que sorprendido la escuchaba se atrevió a preguntarle por el Niño Dios. De
tal modo, una conversación parecida a ésta se escuchó:
Perdón, Virgen María, ¿pero si voy al Cielo
voy a poder jugar con el Niño Jesús?. La Virgen sonriendo contestó: "Sí,
en el Cielo se te da todo lo que buscas con un corazón de niño". El
pequeño prosiguió: ¿Al fútbol también podré jugar con El?. La Virgen contestó:
Si así lo deseáis... El niño: Ah, pero siempre va a ganar Jesús, porque El es
el mejor, es Dios. La Virgen, llena de ternura, contestó: "No, mi amor,
porque en el Cielo no hay competencia y mi Jesús siempre deja ganar…". A
lo que el niño, poniéndose a llorar respondió: "Entonces yo no quiero
ganar, sólo quiero ser como Jesús...".
¡Qué lección la de la Madre de Dios!. Ella
nos muestra la humildad y la ternura del Corazón de Su Hijo, que todo nos da,
nos deja hasta querer ¨ganar¨ para que podamos aprender a ser como El, y ver
que el Rey, todo Poder, trabaja en la pequeñez. ¿Qué nos queda entonces a
nosotros?.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado
Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón
de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz
que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al
buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre
si. Amén.
Florecilla: Que tratemos de ser niños guiados
por la voz de nuestra Madre, practicando la humildad.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y
un Gloria.
lunes, 4 de junio de 2012
UN DIOS PREGUNTA
Un Dios pregunta...
Autor: Gloria Fuertes
¿Dónde está Dios?... Se ve, o no se ve.
Si te tienen que decir dónde está Dios, Dios se marcha.
De nada vale que te diga, que vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y en los granos,
en los pájaros y en las llagas, en lo feo, en lo triste, en el aire y en el agua.
Dios está en el mar y, a veces, en el templo;
Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa,
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.
Dios está en la mina y en la plaza.
Es verdad que Dios está en todas partes,
pero hay que verle, sin preguntar
que dónde está, como si fuera mineral o planta.
Quédate en silencio, mírate la cara.
El misterio de que veas y sientas, ¿no basta?
Pasa un niño cantando, tú le amas: ahí está Dios.
Le tienes en la lengua cuando cantas,
en la voz cuando blasfemas,
y cuando preguntas que dónde está,
esa curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga.
En los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas.
¿Dónde está Dios?... Se ve, o no se ve.
Si te tienen que decir dónde está Dios, Dios se marcha.
De nada vale que te diga, que vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y en los granos,
en los pájaros y en las llagas, en lo feo, en lo triste, en el aire y en el agua.
Dios está en el mar y, a veces, en el templo;
Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa,
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.
Dios está en la mina y en la plaza.
Es verdad que Dios está en todas partes,
pero hay que verle, sin preguntar
que dónde está, como si fuera mineral o planta.
Quédate en silencio, mírate la cara.
El misterio de que veas y sientas, ¿no basta?
Pasa un niño cantando, tú le amas: ahí está Dios.
Le tienes en la lengua cuando cantas,
en la voz cuando blasfemas,
y cuando preguntas que dónde está,
esa curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga.
En los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas.
Ahí está Dios, en ti; pero tienes que verle tú.
De nada vale quién te le señale, quien te diga que está en la ermita, de nada.
Has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando, las paredes de tu casa.
De nada vale que te diga que está en las manos de todo el que trabaja; que se va de las manos del guerrero, aunque éste comulgue o practique cualquier religión, dogma o rama.
Huye de las manos del que reza, y no ama;del que va a misa, y no enciende a los pobres una vela de esperanza. Suele estar en el suburbio a altas horas de la madrugada, en el Hospital, y en la casa enrejada.
Dios está en eso tan sin nombre que te sucede cuando algo te encanta. Pero, de nada vale que te diga que Dios está en cada ser que pasa.
Si te angustia ese hombre que se compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquéllos, y te empeñas en nada,
si sin porqué una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata.
De nada vale quién te le señale, quien te diga que está en la ermita, de nada.
Has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando, las paredes de tu casa.
De nada vale que te diga que está en las manos de todo el que trabaja; que se va de las manos del guerrero, aunque éste comulgue o practique cualquier religión, dogma o rama.
Huye de las manos del que reza, y no ama;del que va a misa, y no enciende a los pobres una vela de esperanza. Suele estar en el suburbio a altas horas de la madrugada, en el Hospital, y en la casa enrejada.
Dios está en eso tan sin nombre que te sucede cuando algo te encanta. Pero, de nada vale que te diga que Dios está en cada ser que pasa.
Si te angustia ese hombre que se compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquéllos, y te empeñas en nada,
si sin porqué una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata.
Inclinarte para poder refrescarte
Inclinarte para poder refrescarte
Cuentan que un hombre muy rico y orgulloso quería saber que debía hacer para poder encontrar a Dios. Preguntó a un hombre muy sabio que vivía en las afueras del pueblo y éste le llevó a la montaña, y no le dejó beber agua en dos días. Luego le llevó a una naciente en el suelo donde nacía el río que abastecía a todo el pueblo.
El sabio le dijo:
- "Sabes que debes beber agua para sobrevivir ¿Cómo tomarías de esta agua en este momento?"
El hombre se arrodillo y bajando su cabeza bebió del agua que brotaba del suelo. El hombre sabio le dijo:
- "Es exactamente lo que debes hacer para encontrar a Dios. Dejar de la lado tu orgullo, reconocer tu necesidad de agua, o sea Dios, arrodillarte e incluso humillarte hasta llegar al suelo. Era la única forma de beber el agua que te salvaría, así mismo para salvar tu alma debes humillarte, reconocer que sin Dios no tienes salvación y humillarte...tu
recompensa...será poder beber del agua que salvará tu vida."
Cuentan que un hombre muy rico y orgulloso quería saber que debía hacer para poder encontrar a Dios. Preguntó a un hombre muy sabio que vivía en las afueras del pueblo y éste le llevó a la montaña, y no le dejó beber agua en dos días. Luego le llevó a una naciente en el suelo donde nacía el río que abastecía a todo el pueblo.
El sabio le dijo:
- "Sabes que debes beber agua para sobrevivir ¿Cómo tomarías de esta agua en este momento?"
El hombre se arrodillo y bajando su cabeza bebió del agua que brotaba del suelo. El hombre sabio le dijo:
- "Es exactamente lo que debes hacer para encontrar a Dios. Dejar de la lado tu orgullo, reconocer tu necesidad de agua, o sea Dios, arrodillarte e incluso humillarte hasta llegar al suelo. Era la única forma de beber el agua que te salvaría, así mismo para salvar tu alma debes humillarte, reconocer que sin Dios no tienes salvación y humillarte...tu
recompensa...será poder beber del agua que salvará tu vida."
Nardo del 4 de Junio: ¡Oh Sagrado Corazón, cuan manso y humilde sos!
Nardo del 4 de Junio:
¡Oh Sagrado Corazón, cuan manso y humilde
sos!
Meditación: ¡Ay! de nosotros los hombres, todos
queremos ser SEÑORES, si, con mayúsculas…no queremos ser pequeños, debemos
competir, ser los mejores, hinchar nuestro corazón de orgullo, llenarnos de
vanidad. Ser manso…eso es de débiles, de aquellos que poco saben, que no poseen
imagen. Pero a pesar de eso, sabes Señor, te lo digo al oído, con vergüenza:
"Yo soy cristiano, he sido bautizado…".
¡Oh! mi Dulce Señor, cuanto te he profanado
si estoy lleno de estos pensamientos mundanos. Tú, el Corazón más humilde y el
más sublime, el más manso, el Todopoderoso. Tú nuestro Dios hermoso, mi Dulce
Esposo. Me olvidé de Tu Imagen, por ser yo la imagen de un dios pagano, de
aquel que produce el escarnio de lo que Tú en mi pusiste de santo. ¡Perdóname
Señor!.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado
Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón
de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz
que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al
buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre
si. Amén.
Florecilla: Ofrezcamos una jornada de
silencio, comparando la vida de Jesús con la nuestra.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y
un Gloria.
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZON DE JESÚS
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Señor Jesús, Tú que has venido a inflamar de fuego la tierra, yo me abandono ahora a la voluntad del Padre dentro del soplo del Espíritu Santo.
Purifica mi corazón, abrásalo de amor y de caridad.
Haz crecer en mí el deseo de la santidad.
Por el corazón Inmaculado de María, Yo ......, me consagro completamente a Tú Corazón para amarte y servirte. Amen.
DESCUBRIR A CRISTO COMO AMIGO
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net Descubrir a Cristo como Amigo | |
Su presencia suaviza las penas, enciende alegrías, da fortaleza para afrontar una vida llena de sorpresas y de pruebas. | |
La vida, sin embargo, nos arrastra con mil problemas, mil angustias, mil miedos, mil placeres que llegan y que pasan. Estamos más preocupados por el trabajo o por la pintura del techo que por lo que le ocurre a nuestro Amigo. Jesús, sin embargo, mantiene su mano tendida, su Corazón abierto, su mirada llena de cariño. Sabemos que nos espera, con una presencia humilde y acogedora, en la Eucaristía. Sabemos que anhela perdonarnos en el encuentro de la misericordia que se produce en cada confesión bien hecha. Si dejamos un poco de espacio a su amor de Amigo, si le abrimos, aunque sea una simple rendija, la puerta del alma, entrará con gusto. Así podremos cenar juntos (cf. Ap 3,20). Es entonces cuando descubriremos que su presencia suaviza las penas, enciende alegrías, da fortaleza para afrontar una vida llena de sorpresas y de pruebas. Tener a Cristo cerca cambia completamente la existencia humana. El mundo adquiere un color distinto. El que es verdadero amigo del Amigo eterno entiende pronto que hemos nacido para Él, y que nuestro corazón, como el de san Agustín y el de tantos santos del pasado y del presente, sólo podrá estar tranquilo y sereno cuando lo encontremos. Uno de los amigos de Jesús, Robert Benson, escribió, hace ya muchos años, unas líneas poéticas que reflejan lo que significa encontrarse con el Señor, en la intimidad alegre del amor verdadero. Llevan como título Así es mi amigo. Te diré cómo le conocí: había oído hablar mucho de Él, pero no hice caso. Me cubría constantemente de atenciones y regalos, pero nunca le di las gracias. Parecía desear mi amistad, y yo me mostraba indiferente. Me sentía desamparado, infeliz, hambriento y en peligro, y Él me ofrecía refugio, consuelo, apoyo y serenidad; pero yo seguía siendo ingrato. Por fin, se cruzó en mi camino y, con lágrimas en los ojos, me suplicó: ven y mora conmigo. Te diré cómo me trata ahora: satisface todos mis deseos. Me concede más de lo que me atrevo a pedir. Se anticipa a mis necesidades. Me ruega que le pida más. Nunca me reprocha mis locuras pasadas. Te diré ahora lo que pienso de Él: es tan bueno como grande. Su amor es tan ardiente como verdadero. Es tan pródigo en Sus promesas como fiel en cumplirlas. Tan celoso de mi amor como merecedor de él. Soy su deudor en todo, y me invita a que le llame amigo. (Robert Benson, "La amistad de Cristo"). |
viernes, 1 de junio de 2012
NO PREGUNTES...
No preguntes
Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla
Al triste, no le preguntes la historia de su desgracia... Sino dile que en ti, tiene un amigo.
Al que llora, no le escudriñes el origen de su llanto... Sino dile que tu tienes un hombro, un pañuelo, una sonrisa.
Al que anda tambaleante por la vida no le analices por qué no ha llegado nunca a ninguna parte... mejor dile que tu tienes una luz, un consejo, y un bastón por si llegara a necesitarlos.
Al que anda sin templo, y sin oración no le preguntes por qué es un descreído... mejor esséñale a Dios, y mételo en el secreto de tu plegaria.
A esos que hacen un caos de su vida no les preguntes que causa su confusión... mejor enséñales el rastro sosegado de la fé, y el fluir constante de tu serenidad.
Al que anda dolido y agotado con su cruz, no le preguntes por qué le pesa tanto... mejor ponlo
en posición de que Dios se irradie sobre él... Y ya poco a poco irá llegando la luz.
Al que se resiste a seguir, y se siente vencido, no le andes por las normas, las deducciones y los raciocinios... mejor dale la mano, y dile: "BVoy contigo!"
No le preguntes a cada uno su necesidad...mejor demuéstrales que siempre hay un sueño más asombroso que su mala suerte. Hay un Dios... Hay una oración... ¡Y hay un milagro!
Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla
Al triste, no le preguntes la historia de su desgracia... Sino dile que en ti, tiene un amigo.
Al que llora, no le escudriñes el origen de su llanto... Sino dile que tu tienes un hombro, un pañuelo, una sonrisa.
Al que anda tambaleante por la vida no le analices por qué no ha llegado nunca a ninguna parte... mejor dile que tu tienes una luz, un consejo, y un bastón por si llegara a necesitarlos.
Al que anda sin templo, y sin oración no le preguntes por qué es un descreído... mejor esséñale a Dios, y mételo en el secreto de tu plegaria.
A esos que hacen un caos de su vida no les preguntes que causa su confusión... mejor enséñales el rastro sosegado de la fé, y el fluir constante de tu serenidad.
Al que anda dolido y agotado con su cruz, no le preguntes por qué le pesa tanto... mejor ponlo
en posición de que Dios se irradie sobre él... Y ya poco a poco irá llegando la luz.
Al que se resiste a seguir, y se siente vencido, no le andes por las normas, las deducciones y los raciocinios... mejor dale la mano, y dile: "BVoy contigo!"
No le preguntes a cada uno su necesidad...mejor demuéstrales que siempre hay un sueño más asombroso que su mala suerte. Hay un Dios... Hay una oración... ¡Y hay un milagro!
Nardo del 1ro de Junio: ¡Oh Sagrado Corazón, Luz en este mundo de oscuridad!
¡Oh Sagrado Corazón, Luz en este mundo de
oscuridad!
Meditación: Corazón Sagrado, enllagado y
martirizado por nuestros pecados, sé nuestra Luz para vivir sólo en Ti, y así
poder seguir nuestro camino para llegar un día a habitar junto al Padre
Celestial
Jaculatoria:¡Enamorándome de Ti, mi Amado
Jesús! ¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz,
enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea
guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan
Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla: Que sepamos plasmar en nuestro
pobre corazón, lo que nos enseñó el Hijo de Dios. Meditemos cuán poco sabemos
de El.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y
un Gloria.
LA VIDA CRISTIANA ES BELLA, LA TRINIDAD Y YO
Autor: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com La vida cristiana es bella . La Trinidad y yo | |
El próximo domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, misterio central de nuestra fe. | |
¿Cuál es la fuente de la vida espiritual? ¿De dónde viene esta vida? ¿Quién da vida? La fuente de la vida espiritual es la vida de Dios, nuestra participación en la vida de la Santísima Trinidad por la gracia a través de los sacramentos y la oración. Eso es lo que se mueve allá adentro de nosotros, esa es la sangre que corre por nuestras venas desde el día de nuestro bautismo. Desde entonces, el manantial que ocupa el centro de nuestro ser es la Trinidad. ¡Qué maravilla! Una verdad existencial El próximo domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, misterio central de nuestra fe. Para mí esta fiesta es una invitación a poner en acto en la oración eso que creo por la fe, en forma de relación personal, de trato, con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No basta el conocimiento del misterio, la Iglesia nos invita a través de la teología y de la liturgia a profundizar en su significado, pero profundizar de una manera no sólo intelectual, sino afectiva, existencial. El bautismo: una llamada al amor Al recibir en el bautismo el don de la gracia santificante, que nos hizo hijos de Dios, recibimos de parte de Él una llamada al amor. Después de esto nuestra vida cristiana consiste en responder al don recibido de Dios: “Si alguien me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él.” (Jn 14, 23) Dios que puso amor, espera una respuesta de amor. "La respuesta de la fe nace cuando el hombre descubre, por gracia de Dios, que creer significa encontrar la verdadera vida, la “vida en plenitud”. Uno de los grandes padres de la Iglesia, san Hilario de Poitiers, escribió que se convirtió en creyente cuando comprendió, al escuchar en el Evangelio, que para alcanzar una vida verdaderamente feliz eran insuficientes tanto las posesiones, como el tranquilo disfrute de los bienes y que había algo más importante y precioso: el conocimiento de la verdad y la plenitud del amor entregados por Cristo (Cf. De Trinitate 1,2)." (Benedicto XVI 13 de junio 2011) Intimidad con Dios Dios nos invita a participar de su vida íntima, de esa vida que consiste en el amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Se dice fácil, pero este es un misterio grandioso, algo sobrehumano, sobrenatural, y en el cual estamos sumergidos. Cada vez que intimamos con Dios en la oración entramos en el misterio. Es fe orante. En ella nos dirigimos a Dios como Padre. Padre es el nombre propio de Dios. Así nos lo reveló Jesucristo, quien vive contemplándolo permanentemente. “El Padre, que me ha enviado, posee la vida, y yo vivo por él. Así también el que me come vivirá por mí” (Jn 6, 57). En Jesucristo contemplamos la belleza del Padre, él es “resplandor de Su gloria” (Hb. 1,3), el que está con nosotros, Dios-con-nosotros (Is 7, 14) Su misión es nuestra salvación. Tratamos con Cristo como nuestro salvador, nuestro redentor: “Padre, yo deseo que todos estos que tú me has dado puedan estar conmigo donde esté yo” (Jn 17, 24). Somos pecadores rescatados por la sangre de Cristo y en la oración cristiana nos dirigimos a Él como nuestro Redentor para darle las gracias, pedirle perdón, aprender de Él. Y tratamos con el Espíritu Santo cuya misión es nuestra santificación. A partir del bautismo tenemos toda una vida por delante para crecer y asemejarnos como hijos que somos, al Hijo con mayúscula. Esa labor paciente de transformación conforme a la imagen de Cristo la va realizando el Espíritu Santo en nosotros poco a poco, como el agua sobre la piedra de río, a medida que cooperamos con Él. El Espíritu Santo es el Santificador, el Huésped de nuestra alma, nuestro Socio con el que trabajamos para realizarnos en plenitud como hombres y como cristianos. Él es amor y derrama el amor de Dios en nuestros corazones. (Rom 5, 5) La vida espiritual, la vida de oración, es simplemente maravillosa. ¡Qué gozada poder tratar como hijo con EL PADRE, como pecador rescatado con su mismo REDENTOR; como buscador con su GUÍA! Francamente, ¡qué maravilla! La vida cristiana es bella. N.B. Si un espectáculo de agua, luz y sonido (no dejes de verlo) puede ser tan armónico y bello, ¡qué será la belleza de la vida trinitaria que llevamos dentro! |
jueves, 31 de mayo de 2012
LA VIDA ES UN MILAGRO...
La Vida es un Milagro
Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla
Nunca reflejes el mundo con el reflector de tu herida, sino con las bujías del amor.
Nunca te muevas tanto que llegues a todas partes menos a tu alma.
Nunca sueñes el matrimonio sólo con rosas. Ponle también sueños a los sacrificios y nudos al deber.
Nunca mires una dificultad como imposible: siempre habrá un espacio para seguir.
Nunca es tan importante lo que ha sido tu obra, como lo que llevó dentro tu proceder.
Nunca deslumbres con lo que digas, hasta estar seguro de no desencantar con lo que hagas.
Nunca intentes dominar a nadie, pero imponte a los demás hasta el punto que le permitirías a los demás que se te impusieran a ti.
Nunca esperes éxito completo: hay muchos tramos de fracasos antes de llegar al triunfo.
Nunca te apenes porque personas que te deben mucho, te paguen mal: aparecen otras que no te deben nada y te pagan con abundancia.
Nunca entres a la vida de nadie con exceso de confianza. Todos tenemos un espacio íntimo al que nadie debe penetrar sin ser invitado.
No te sorprenda sentir soledad en tus días nublados: la gente llega cuando el sol está en su apogeo.
No decidas con la mente apasionada. Espera, para tomar tus conclusiones, la serenidad de una reflexión lógica.
No desperdicies el agua de tu cántaro; es necesario llevarlo lleno para cuando la vida se nos haga un desierto y la sed nos suba desde el corazón.
Nunca te menosprecies por ser una florecita silvestre: sin ti, las grandes rosas no se notarían.
Nunca te pongas el timón en las manos sin meterte en el barco de Dios.
Nunca nutras el amor con grandes aguaceros: es mejor el rocío constante.
Nunca hay derrota tan triste como la que se da antes de comenzar.
Nunca desprecies la vejez: ella es el ojo de la historia, el cofre de los recuerdos, las lágrimas de sus dolores y el sometimiento de sus limitaciones.
Nunca te dejes vencer por la naturaleza para justificar lo torcido.
No te desanimes, y ajusta la vida a lo que tienes que vivir, más que a lo que gustaría tener para vivirla.
No busques felicidad en lo que compres ni en lo que estudies. Las cosas más importantes de la vida no son las más palpables ni las más demostrables.
No te confundas con el amor. Si las heridas no necesitan curas, ni las lágrimas pañuelo, ni el corazón recompensa, ¡estás amando!
Nunca consideres a Dios como un amarre, sino como la libertad que uno se impone por su propio gusto.
Nunca te quejes mientras tengas facultades, amor, amistad, sustento y poder para reconstruirte. Ama la vida para no morir antes de tiempo.
No te des por vencido, que detrás de ti hay siempre una oportunidad esperando.
No te rindas, ¡porque la vida es un milagro!
Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla
Nunca reflejes el mundo con el reflector de tu herida, sino con las bujías del amor.
Nunca te muevas tanto que llegues a todas partes menos a tu alma.
Nunca sueñes el matrimonio sólo con rosas. Ponle también sueños a los sacrificios y nudos al deber.
Nunca mires una dificultad como imposible: siempre habrá un espacio para seguir.
Nunca es tan importante lo que ha sido tu obra, como lo que llevó dentro tu proceder.
Nunca deslumbres con lo que digas, hasta estar seguro de no desencantar con lo que hagas.
Nunca intentes dominar a nadie, pero imponte a los demás hasta el punto que le permitirías a los demás que se te impusieran a ti.
Nunca esperes éxito completo: hay muchos tramos de fracasos antes de llegar al triunfo.
Nunca te apenes porque personas que te deben mucho, te paguen mal: aparecen otras que no te deben nada y te pagan con abundancia.
Nunca entres a la vida de nadie con exceso de confianza. Todos tenemos un espacio íntimo al que nadie debe penetrar sin ser invitado.
No te sorprenda sentir soledad en tus días nublados: la gente llega cuando el sol está en su apogeo.
No decidas con la mente apasionada. Espera, para tomar tus conclusiones, la serenidad de una reflexión lógica.
No desperdicies el agua de tu cántaro; es necesario llevarlo lleno para cuando la vida se nos haga un desierto y la sed nos suba desde el corazón.
Nunca te menosprecies por ser una florecita silvestre: sin ti, las grandes rosas no se notarían.
Nunca te pongas el timón en las manos sin meterte en el barco de Dios.
Nunca nutras el amor con grandes aguaceros: es mejor el rocío constante.
Nunca hay derrota tan triste como la que se da antes de comenzar.
Nunca desprecies la vejez: ella es el ojo de la historia, el cofre de los recuerdos, las lágrimas de sus dolores y el sometimiento de sus limitaciones.
Nunca te dejes vencer por la naturaleza para justificar lo torcido.
No te desanimes, y ajusta la vida a lo que tienes que vivir, más que a lo que gustaría tener para vivirla.
No busques felicidad en lo que compres ni en lo que estudies. Las cosas más importantes de la vida no son las más palpables ni las más demostrables.
No te confundas con el amor. Si las heridas no necesitan curas, ni las lágrimas pañuelo, ni el corazón recompensa, ¡estás amando!
Nunca consideres a Dios como un amarre, sino como la libertad que uno se impone por su propio gusto.
Nunca te quejes mientras tengas facultades, amor, amistad, sustento y poder para reconstruirte. Ama la vida para no morir antes de tiempo.
No te des por vencido, que detrás de ti hay siempre una oportunidad esperando.
No te rindas, ¡porque la vida es un milagro!
BENDICE MIS MANOS...
Bendice mis manos
Autor:
Sabine Naegeli
Señor, bendice mis manos
para que sean delicadas y sepan tomar
sin jamás aprisionar,
que sepan dar sin calcular
y tengan la fuerza de bendecir y consolar.
Señor, bendice mis ojos
para que sepan ver la necesidad
y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra;
que vean detrás de la superficie
para que los demás se sientan felices
por mi modo de mirarles.
Señor, bendice mis oídos
para que sepan oír tu voz
y perciban muy claramente
el grito de los afligidos;
que sepan quedarse sordos
al ruido inútil y la palabrería,
pero no a las voces que llaman
y piden que las oigan y comprendan
aunque turben mi comodidad.
Señor, bendice mi boca
para que dé testimonio de Ti
y no diga nada que hiera o destruya;
que sólo pronuncie palabras que alivian,
que nunca traicione confidencias y secretos,
que consiga despertar sonrisas.
Señor, bendice mi corazón
para que sea templo vivo de tu Espíritu
y sepa dar calor y refugio;
que sea generoso en perdonar y comprender
y aprenda a compartir dolor y alegría
con un gran amor.
Dios mío, que puedas disponer de mí
con todo lo que soy, con todo lo que tengo.
para que sean delicadas y sepan tomar
sin jamás aprisionar,
que sepan dar sin calcular
y tengan la fuerza de bendecir y consolar.
Señor, bendice mis ojos
para que sepan ver la necesidad
y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra;
que vean detrás de la superficie
para que los demás se sientan felices
por mi modo de mirarles.
Señor, bendice mis oídos
para que sepan oír tu voz
y perciban muy claramente
el grito de los afligidos;
que sepan quedarse sordos
al ruido inútil y la palabrería,
pero no a las voces que llaman
y piden que las oigan y comprendan
aunque turben mi comodidad.
Señor, bendice mi boca
para que dé testimonio de Ti
y no diga nada que hiera o destruya;
que sólo pronuncie palabras que alivian,
que nunca traicione confidencias y secretos,
que consiga despertar sonrisas.
Señor, bendice mi corazón
para que sea templo vivo de tu Espíritu
y sepa dar calor y refugio;
que sea generoso en perdonar y comprender
y aprenda a compartir dolor y alegría
con un gran amor.
Dios mío, que puedas disponer de mí
con todo lo que soy, con todo lo que tengo.
Fuente: pastoralsj.org
JESÚS SE NOS DA COMO VÍCTIMA EN LA EUCARISTÍA
Jesús se nos da como víctima en la Eucaristía
Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.
Viendo Jesús que le quedaban pocas horas, menos de un día, se apresuró a hacer su testamento, que comienza con aquellas palabras de Juan: “Como hubiese amado a os suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. En menos de un día iba a darnos la Eucaristía y el Sacerdocio, su Madre, su vida y su preciosa sangre.
Cristo quiso amarnos como Él sólo puede hacerlo, a lo divino, con toda su potencia, con toda su grandeza, olvidando que íbamos a ser ingratos, infieles, cobardes y aún traidores.
Nos dio todo. Es importante reflexionar en esto a la hora de decir: ¿qué le voy a dar yo a Jesucristo? Se trata de dar a Dios, a un Dios que a mí antes me ha dado todo.
Jesús se nos da como Víctima. Como víctima perenne de nuestra redención. Recordemos la escena verdaderamente dramática del sacrificio de Isaac: Su padre Abraham, el hombre de fe y el hombre obediente, había recibido el encargo de Dios de sacrificar a su hijo, su único hijo que había nacido de manera milagrosa, y que era el único heredero, heredero de una descendencia más grande que las estrellas del cielo y que las arenas del mar. Dios parecía contradecirse. Sin embargo este buen hombre, hombre de fe, tomó un burrito, dos siervos, la leña, el fuego, el cuchillo y se fue con su hijo rumbo al Monte Moria.
Mientras caminaban, el muchacho, que no era tonto, preguntó: -¿padre, tenemos todo, pero nos falta una cosa -y esa cosa era la más importante - ¡nos falta la víctima! Abraham, comiéndose las lágrimas, dijo: -Dios proveerá la víctima, hijo mío. Y siguieron adelante. Cuando ya estaban en la falda del monte, dejó al burrito, a los criados y subió solo a la montaña llevando el fuego, el cuchillo y la leña a espaldas de Isaac.
Al llegar a la cima, apiló una piedras en forma de altar y ahora sí se dirigió a Isaac; le ató las manos y los pies como a un corderito, lo puso sobre el altar y cogió el cuchillo para degollarlo. Él ya veía el cuchillo clavado en el cuello de su hijo, veía brotar la sangre... En ese mismo instante le llaman: -“Abraham, Abraham”-, y él respondió: - Aquí estoy-. Dios le dijo: -“Has sido realmente muy obediente, no le hagas daño al niño”-. Y encontró un carnero enredado en las zarzas y fue la víctima del sacrificio.
Pues bien, el cuchillo que Dios no quiso que Abraham clavara en el cuello de Isaac Dios lo clavó en las manos y en los pies y en el corazón de su propio hijo. Y eso por amor a nosotros y por nada más. Ahí podemos adivinar hasta dónde llega el amor de Dios a nosotros.
Ir a la misa es ir cada día al Calvario para ver cómo un Dios muere por los hombres: por ti y por mí. Por eso, el ir a misa o el no ir a misa tiene este significado: yo sé que Dios ha muerto por mí, o yo no sé que Dios ha muerto por mí.
Todos los días tenemos que ser redimidos. Tenemos que ser redimidos de nuestra soberbia, egoísmo, sensualidad y mil cosas más. Ir a la misa significa ir a pedir esa redención a Cristo.
Si yo en el Calvario o en la última cena no hubiera sido un indiferente, pues no serlo en la Eucaristía, en la misa, ya que se trata de lo mismo.
Se nos da como Víctima perenne. Es decir, Jesús se está ofreciendo al Padre todos los días en mi lugar como una víctima que asume lo que yo debería sufrir; todos los castigos, todas las penitencias que yo debería asumir y Él las toma sobre sí. Dios cargó sobre Él nuestros dolores, nuestros sufrimientos, nuestros pecados, más aún, la Biblia dice: Dios lo hizo pecado por amor a nosotros.
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